Al igual que ¿Como llegamos a esto, Comadreja? la historia será contada en shots desordenados. Como aviso, deciros que hay dos escenas lemon en este capítulo, son ambos flashback, el resto del capítulo puede leerse saltándose esas dos escenas si no te gustan ese tipo. No será la tónica habitual, de hecho, no creo que vuelva a escribir lemon en esta historia hasta mucho más adelante.
1. Todo parecía tan real.
Apostado fuera de la tienda de campaña, Ron podía escuchar los murmullos de la conversación que mantenían Harry y Hermione. Sabía que intentaban hablar bajo y lo más alejados de la puerta de la tienda para evitar que les escuchara, lo que significaba, que una vez más, hablaban de él.
De él, de Draco Malfoy y de las consecuencias que había tenido su relación. Sabía que el error que había cometido al confiar en Malfoy era el causante de la muerte del director y se sentía miserable por haber caído en las redes del rubio. Lo peor de todo es que no solo la muerte del director había sido la única consecuencia de esa relación. Tocó su vientre con delicadeza, consciente de que su embarazo era otro motivo más de preocupación para sus compañeros que seguían cuchicheando dentro de la tienda.
Draco no sabía de su embarazo, pero estaba seguro que de saberlo no cambiaría nada. Al rubio no le importaban ni él ni el bebé.
Harry tenía razón cuando le dijo que era imposible que alguien como Malfoy se fijase en él sin tener razones ocultas, ¿Cómo había podido siquiera soñar en importarle? Él era insignificante y no merecía atención de nadie, mucho menos de un proyecto de mortífago. Pero todo había parecido tan real…
Sin ni siquiera darse cuenta, comenzó a recordar los buenos momentos con el rubio. La reacción de Draco cuando Ron le llamó por su nombre la primera vez, las noches que habían compartido, solo durmiendo, en la enfermería del hospital cuando bebió aquel hidromiel envenenado, los besos robados en aulas apartadas, las sonrisas y suspiros del Slytherin después de hacer el amor, la conversación que tuvieron apartados en el césped cercano a la orilla del lago, el sábado que pasaron juntos y por cuyo olvido de tomar la poción hizo que concibieran al bebé que ahora llevaba en su vientre, la noche en que celebraron su cumpleaños…
Se negó a rememorar esa noche y todo lo sucedido en ella. Había sido tan intenso y se había sentido tan especial que se negó a que esos recuerdos enturbiaran la realidad. No podía permitirse volver a dejarse engatusar por Malfoy, mucho menos por un recuerdo.
- Draco… - Susurró a la quietud de la noche.
Sabía que a su compañero y casi hermano le molestaba que llamase al rubio por su nombre, pero aún así, a veces, a solas no podía evitar usar su nombre. Volvió a recordar la sonrisa del Slytherin cuando le llamo Draco por primera vez, y no pudo evitar sonreír también. Pese a todo, no podía evitar seguir enamorado. Lo cual solo hacía mayor su traición, porque no podía odiar del todo a Draco, ni podía dejar de amarle. Y es que todo había parecido tan real…
Créeme, Ron, te amo
Ron volvió a escuchar en su cabeza la confesión de Draco el día de la muerte de Dumbledore y sus ojos se volvieron a nublar con lágrimas que se negó a derramar. Sacudió su cabeza con violencia para desechar esos pensamientos y se levantó para adentrarse en el bosque.
Ese maldito había intentado engañarle incluso hasta el último instante. ¿Cómo pudo decirle que le amaba después de haberle mentido y traicionado durante tanto tiempo? Si hasta se había atrevido a llamarlo por su nombre en vez de usar su apellido o su estúpido mote…
Inevitablemente sus pensamientos le llevaron meses atrás en el castillo de Hogwarts, a la primera noche que Draco usó su nombre. Para su desgracia el recuerdo le excitó tanto, que a medida que las imágenes llegaban a su cabeza, se encontró con una dolorosa erección. Cuando el recuerdo estaba cerca del momento clave, Ron no pudo resistirse más y acabó por liberar su erección, masajeándola a la vez que recordaba.
Flashback
Estaban en la sala de los menesteres, sobre la cama con dosel que siempre se aparecía cuando visitaban la habitación. No habían pasado demasiados días desde que Draco le entregara su regalo de cumpleaños, apenas un par de semanas. Llevaban horas en esa cama, enredados entre las sábanas, jugando, batallando entre gemidos y sudores. El cuerpo de Draco cubría por completo el suyo, mientras él se abrazaba a la espalda del rubio como si se aferrase a su única salvación. Draco estaba enterrado en él, con el cuerpo humedecido por el sudor. Sus embestidas comenzaban a ser erráticas y profundas signo de que pronto llegaría al culmen. Se aferró aun más fuerte mientras levantaba las caderas para recibir con más profundidad las penetraciones. Él mismo estaba a punto de llegar al orgasmo, así que rodeándole las caderas con sus piernas les hizo rodar hasta invertir las posiciones. Ignorando el gruñido de protesta del rubio, le retuvo en el sitio con sus manos en el blanquecino pecho y se sentó sobre él, comenzando a cabalgarle.
Sabía que eso era algo que enloquecía al Slytherin, y por varios motivos, además. Odiaba ceder el control pero a la vez le chiflaba verle autoempalándose y masturbándose al mismo ritmo que subía y bajaba sobre su miembro. Rápidamente, los jadeos subieron de tono, así como la potencia de las arremetidas. Ambos estaban cerca, lo sentían. Draco se aferró a las caderas de Ron mientras le marcaba un ritmo aún más rápido y necesitado. El pelirrojo, obediente, siguió el ritmo que le marcaba a la vez que gemía su nombre y aceleraba el bombeo en su propio miembro. En algún momento, la mano de Draco sustituyó a la de Ron, rodeando su hinchado falo y bombeando con firmeza consiguiendo que el pelirrojo se derramase sobre ellos a los pocos segundos y que las paredes que tenían atrapado el pene de Draco se contrajesen debido al orgasmo. Al sentirse tan apretado en el interior de Ron, Draco creyó enloquecer de placer, arremetiendo más fuertemente consiguiendo su propio orgasmo a la vez que con la voz rasgada por el goce gritó un nombre… Rrrroon
Fin Flashback
Ron sintió su propio orgasmo liberarse a la vez que recordaba la expresión en la cara de Draco nada más decir su nombre por primera vez. Los ojos cerrados fuertemente con la cabeza hacia atrás, mientras se mordía el labio inferior y se aferraba con los dedos crispados en su cadera a la vez que arqueaba la espalda. En aquel instante, Draco era la viva expresión del placer.
Mientras se limpiaba con su varita los restos de su culminación, Ron no pudo sacar de su cabeza la sonrisa que el rubio le dirigió nada más abrir los ojos y volverle a llamar por su nombre, esta vez con suavidad, para atraerle en un abrazo y descansar del esfuerzo realizado.
Tuvo que maldecirse una vez más por caer en las redes de los recuerdos… pero es que todo parecía entonces tan real.
Esa misma noche a cientos de kilómetros del bosque donde se encontraba Ron, cierto rubio intentaba no caer en las redes del sueño.
Encerrado como cada noche en su habitación, con la puerta protegida por varios encantamientos para que ningún mortífago de los que habitaban su casa pudiese traspasarla cuando estuviese durmiendo, Draco descansaba encima de la cama con los ojos puestos en la delicada talla del techo que su madre se había empeñado en poner varios años atrás. A él siempre le había parecido ridículamente ñoña, una secuencia de serpientes enroscadas grácilmente sobre ramas de almendro en flor. No podía ser más… pasteloso. Ignoraba que pretendía su madre con semejante talla, pero a él le daban ganas de escupir corazones. ¡Por Merlín, ni siquiera Lavender Brown podría ser tan melosa! ¡Y eso que esa estúpida, que se creía digna de Ron, era lo más empalagoso que había visto jamás!
Su Ron. Sonrió ante la imagen mental de Ron. Su fiero león. Como le añoraba… Perdió la sonrisa al pensar en el posible paradero del pelirrojo ¿Dónde andaría en esos momentos? ¿Estaría en peligro?
Todos ignoraban donde podía estar el trío dorado, supuestamente Granger estaba con sus padres muggles vete a saber donde, el cararrajada había desaparecido del mapa y su Ron estaba enfermo de spattergroit. Pero todo el mundo suponía que estaban juntos escondidos en alguna parte haciendo a saber qué. Solo esperaba que Potter no estuviese echándole a Ron en cara todo lo sucedido. Aunque estaba seguro que debía estar alimentando el odio del pelirrojo hacia él. De eso no le cabía ninguna duda.
Era consciente, porque era inútil engañarse, de que sus posibilidades de recuperarle eran mínimas, por no decir inexistentes. Pero se negaba a olvidarle. Al fin y al cabo, Ron había sido lo único que valía la pena recordar por el resto de sus días. Por eso cada día se recreaba en sus recuerdos de los días pasados con él. Recordaba sus ojos somnolientos al despertarle, su sonrisa al encontrarse, su risa, su ceño fruncido con odio cuando se enfadaban por culpa de sus celos por Potter. Recordaba el tacto de sus dedos en su espalda cuando se abrazaba a él en mitad de la pasión, sus labios recorriéndole el pecho a húmedos besos, el olor a él en las sábanas de aquel cuarto en la Sala de los Menesteres.
Templó su respiración al sentir crecer su excitación y notar como su miembro comenzaba a endurecerse por culpa de esos últimos recuerdos. Aunque no quería renunciar a recordar, puesto que los recuerdos era todo lo que le quedaba de él, se obligó a apartarlos momentáneamente de su pensamiento. Giró la cabeza hasta su escritorio y divisó cierta caja de madera de alerce cerrada mágicamente. Esa caja que era su única posibilidad de volver a contactar con él, pero parecía que nunca iba a abrirse y brindarle esa posibilidad.
Esa caja podía ser su nexo con el pelirrojo, pero únicamente si este quería y conseguía abrirla. Cuando se la entregó, no podía llegar a imaginar lo importante que sería para ellos. Esa caja tenía un propósito claro de mantenerlos unidos, pero ahora, había aumentado exponencialmente su relevancia. Ahora podía ser la clave para recuperarle, si algún día podía usarla para hacerle llegar a él algo que guardaba celosamente en uno de sus cajones.
Recordó sin darse cuenta el día que se la entregó. Fue la mañana siguiente de la celebración del cumpleaños del Gryffindor. Una noche mágica en la que concibieron al bebé que Draco llevaba en su vientre, gracias a que su fertilidad se había puesto de manifiesto antes de cumplir la mayoría de edad. Algo que Ron ni siquiera sospechaba.
Hasta aquel fatídico día en el que vio a Ron postrado en aquella cama de la enfermería, jamás se hubiese planteado dejar que alguien le poseyera. Pero al verle allí, sabiendo que podía haber muerto por culpa suya, supo que quería entregarse a él por completo. No sabría decir si fue por los remordimientos o porque aún estaba en shock de saberse enamorado de él, algo de lo que había sido consciente días antes gracias a un castigo de su padrino. El caso, es que se prometió que en cuanto saliera del hospital, se entregaría al pelirrojo.
La noche que se entregó a Ron, fue la más maravillosa que habían vivido juntos. Una experiencia, que aunque habían repetido en otra ocasión, le pareció única. Ron fue tierno pero a la vez firme. Le llenó de besos cada centímetro de su cuerpo, convirtiendo la experiencia en algo tan sensual como intensa. Tenerle dentro le había hecho sentirse pleno, completo, como si hubiese puesto la última pieza de un rompecabezas.
Draco se volvió a sentir excitado y se sintió tan necesitado de Ron que dejó que los recuerdos de aquella noche le envolviesen mientras comenzaba a acariciarse.
Flashback
Draco yacía bocabajo en la cama, con el cuerpo de Ron sobre el suyo, con la mente nublada por el placer, los gemidos de ambos eran lo único que podía escucharse en la habitación. Creyó que le dolería, creyó que no disfrutaría en esa posición o que se sentiría incómodo al no tener el control del acto, pero Ron estaba siendo tan sensual que la neblina en la que se encontraba no le dejaba pensar en nada más allá de disfrutar y pedirle a Ron más. Su pelirrojo, además, había sido tan diligente al prepararle que apenas había notado una molestia cuando finalmente se enterró en él. Fue haciéndolo poco a poco centímetro a centímetro, para asegurarse de no producirle más dolor del necesario, acariciándole la espalda y besándole el cuello para amortiguar con el placer las molestias que pudiera sentir por la invasión.
Casi desde la primera estocada Ron había conseguido tocar ese punto sensible que le hizo gritar de puro éxtasi, pero cuando consiguió que casi enloqueciera fue cuando acompañó a su vaivén dentro de él con unas sensuales lamidas a lo largo de su columna vertebral. Cegado por el placer giró la cabeza y buscó la boca de Ron para comenzar a besarle mientras este seguía con las embestidas. El rubio fue profundizando los besos hasta empezar una dulce batalla con sus lenguas que finalizó cuando Ron se separó de su cuerpo para hacerle girar y quedar cara a cara. Mientras se iba colocando de nuevo encima de él, fue besando y lamiendo cada trozo de piel con el que se tropezaba hasta capturar uno de sus rosados pezones. Sin dejar de torturar el endurecido pezón, Ron volvió a guiar su erección hasta la ardiente entrada del rubio y con una firme estocada se enterró de nuevo en él, comenzando un nuevo vaivén.
Draco sabía que estaba a punto de terminar así que buscó la cara de Ron con sus manos y la llevó frente a la suya para besarle con avidez. Contagiado de la necesidad del rubio, Ron incrementó el ritmo y la profundidad de las estocadas hasta que sintió como su vientre se humedecía por el semen de Draco. Lejos de aminorar el ritmo, lenguas y caderas se sincronizaron a un ritmo más veloz hasta que el pelirrojo se derramó dentro de Draco con un último gemido amortiguado por la boca del rubio que aún seguía besándole.
Fin Flashback
Recordó, mientras se limpiaba los restos de su orgasmo, como nada más salir de su interior, Ron le abrazó con delicadeza casi con miedo a mirarle y fue él quien tuvo que, una vez más, tomarle la cara con sus manos para besarle. Se acurrucó en su abrazo para descansar del esfuerzo y dormir algún breve tiempo, para volver a iniciar la batalla pocas horas después.
Suspiró cansado mientras se levantaba de la cama y se dirigía hacia el escritorio para sacar aquel diario que una vez había sido para analizar el plan que acabó con la vida de Dumbledore. Una vez lo tuvo delante, lo abrió por la última página, y se puso a escribir.
No sabes cuánto te echo de menos. No sé siquiera si estás lejos o te encuentras bien. No sé si me necesitas o me sigues odiando…
Siguió escribiendo hasta bien entrada la noche, hasta que el escozor de ojos le hizo despedirse de él hasta el día siguiente. Sabía que había muy pocas posibilidades de que Ron llegase a leer el diario, pero aún así, le seguía escribiendo cada noche.
- Porque tienes que saberlo, Ron – pensó el muchacho – todo fue real.