Y si el final feliz, no se cumpliese

Si no se hubiese cumplido, pues la historia se habría congelado tal como la dejamos al principio de Luna Nueva. Justo después de que Edward dejara a Bella en el bosque.

Ella no habría ido a Italia, no conocería a los Vulturis, no habría atado lazos con Jacob, no se casaría, Renesme no habría nacido…

La historia, sería completamente distinta… Y esta, es una versión de cómo pudo ser…

Bella PV

Edward se fue después del accidente ocurrido en mi fiesta de 18 cumpleaños. Sin darme opción a réplicas y sin apenas explicaciones.

Simplemente un:

- Bella, no te quiero. No eres buena para mí. Te prometo, que será como si nunca hubiese existido. –

Me dio un beso en la frente, y se fué.

Para poder leer mentes, y llevar haciéndolo tantas décadas, llegados a este punto, creo que no le ha servido de nada.

¿De verdad creía que la mente de un humano, puede filtrar de tal forma un recuerdo?

A lo mejor uno de algo insignificante, seguramente sí. Pero algo tan fortísimo, como los sentimientos que me hizo descubrir y despertar por él… Imposible de olvidar. Jamás.

Sí que me quedé en el bosque durante varias horas, y aunque me desoriente un poco, acabé llegando por mis propios pies a casa. Mi padre estaba empezando a inquietarse, pero lo tranquilicé contándole que Edward y yo habíamos discutido y que necesitaba un poco de tiempo a solas.

Por supuesto, él no le dio mayor importancia; preparé la cena como todas las noches y comimos en silencio.

Él sabía que estaba más afectada de lo que aparentaba a simple vista, pero siendo fiel a su carácter, no pronuncio una palabra al respecto.

El tiempo fue pasando, pero yo no organicé ninguna escenita. Me lo guarde todo para mí, e intente que el resto del mundo no llegara a darse cuenta de lo tan afectada que estaba.

Él se fue, y para no quererme… se lo llevó todo de mí con él. Dejándome inerte, sin ilusión, y en un estado de apatía total.

Los primeros meses fueron agónicos, sintiendo un dolor fortísimo en mi pecho. Una sensación de vacío, de daño, de desesperación, que todos juntos hacían que hubiera veces que casi rogara por morir y ese sufrimiento cesara de una vez.

Pero no, no morí. Ni siquiera puse mi vida en peligro a propósito. Seguí siendo igual que era… Bueno, mi aura se cargó de una tristeza que no me abandonaba nunca. Pero mi esencia física, era la misma; tal vez algo más delgada, y las ojeras algo más marcadas, pero no hubo ningún cambio excesivamente obvio.

No dormía bien, no descansaba, comía poco, hablaba aún menos de lo habitual y siempre tenía ese trasfondo de tristeza reflejado en mi rostro.

No salía con mis amigas del instituto, no me apuntaba a actividades; no hacía nada. Tenía el cuerpo tan cansado del sufrimiento que padecía mi alma, que no era capaz de realizar nada que no fuera lo estrictamente necesario.

Me dedicaba a ir a clase, intentar integrarme de nuevo en mi grupo del instituto, hacer como buenamente podía mis tareas, y sobretodo… Que el tiempo pasara, rezando que el reloj curara de alguna forma mi herida.

Mi amistad con los chicos de la Push, fue a peor. Llegando a quedar en un punto muerto.

Ya que de la noche a la mañana, dejamos de vernos. Bueno, ellos fueron los que renunciaron a dejarse ver. Subí alguna vez con mi padre, cuando hacían alguna barbacoa después de venir de pescar, pero nuestra relación, incluso con Jake, se vio reducida a la nada.

Algo había pasado con ellos. Ya casi no se relacionaban con la gente del pueblo, y apenas se los veía por ahí. Las últimas veces que había ido a la reserva, ni siquiera habían venido a saludarme; solo los más jovencitos, eran los que seguían pululando por allí.

Y con la incertidumbre de saber que les había ocurrido para volverse tan insociables, me quedé.

Al principio, todos me preguntaban por los Cullen, pero yo les respondía a todos lo mismo:

- A Carlisle le han ofrecido un puesto en otro estado, y no puede esperar a que el curso acabe. Así que Edward y yo hemos decidido dejarlo aquí. -

La verdad que la gente lo entendió y no le dio más vueltas, por lo menos a mi cara, claro. Era lógico que yo no fuera con ellos, y también era muy comprensible que con nuestra edad, no quisiéramos llevar una relación en la distancia.

Hubo varios comentarios al respecto, pero nada excesivamente hiriente, y el tema se vio relegado al olvido en pocas semanas, ya que el baile de fin de curso, la graduación y demás ajetreo del último año llenaban las mentes de mis compañeros.

Cuando me quise dar cuenta llegó el apurón de los últimos exámenes, y sacando fuerzas y motivación casi no sé de donde, me centré de lleno en ellos.

En un par de meses, me encontraba graduándome con unas notas bastante buenas, abriéndome así las puertas a varias universiades.

Y cuando me visualicé a mí misma con mi birrete, mi túnica y mi diploma de graduación en la mano, no pude evitar pensar en "él" (así lo nombraba para mí misma, prohibiéndome el simple hecho de decir su nombre). Aunque para pensar en "él" no necesitaba de acontecimientos especiales, ya que lo hacía unas mil veces cada día. Pero aquel día, fue distinto. Ese día, sí era especial; porque lo había visualizado mil veces celebrándolo a su lado; como supuse que iba a ser.

Pero, como de costumbre, saqué fuerzas y agallas, y me trague mi tristeza. Mi padre estaba hinchado de orgullo y mis compañeros pletóricos. Así que me dispuse a disfrutar de mi día.

Cuando comencé a rellenar las solicitudes, mi padre llegó con una más que grata sorpresa.

- Bella… He estado ahorrando desde que naciste para que, cuando llegara este día, no te vieses obligada a escoger una universidad mediocre por falta de recursos. Así que, aquí tienes. Usa este dinero como mejor veas –

Ante mis ojos, mi padre me extendió un cheque con una jugosa cantidad de dinero. Eso me permitiría ir a, casi, cualquier universidad.

Ahora, con posibles, mis opciones cambiaban considerablemente. Así que ahora con dinero, reconsideré mis opciones y volví a mirar las facultades donde había sido admitida.

Entre todas, destacó una:

Universidad de Nueva York

Era distinta a la que tenía en mente, ya que esta no contaba con el típico campus, con sus fraternidades y demás. Si no que era más, a mi parecer, adulta e independiente.

Situada en pleno corazón de Manhattan, sin fraternidades, ni chiquilladas. Casi parecía más una academia que una universidad más que valorada y reputada.

Incluso ayudaban dándote facilidades para vivir alquilada en uno de sus pisos en la zona de residencia académica que la propia universidad tenía dentro de sus instalaciones.

Eso facilitaba mucho a la hora de echar cuentas, ya que era una facultad cara, pero abarataba costes en vivienda.

Después de mucho pensar, sopesar e informarme, acabé decidiéndome por ir.

He de reconocer, que empezar nueva, sola, con 19 años en plena ciudad de Nueva York, en el centro de Manhattan, me asustaba. Pero… ¿quién dijo miedo?

A parte, me pareció buena salida para intentar dejar de pensar en "él"; en Edward... En los Cullen.

A mi padre le pareció una idea estupenda, pese a todo pronóstico que yo barruntaba sobre que pondría pegas de irme a tal ciudad, yo sola, tan lejos.

Pero él era mucho más observador de lo que yo imaginaba; ya que no solo acepto de buen agrado mi decisión, sino que me animó, dejando ese aspecto de él claro con una frase:

- Me parece fantástico, en serio, Bella. Eres responsable, muy adulta y coherente. Te irá bien. Además… Cambiar completamente de aires, de lugar… Te hará mucho bien. Aquí, hay demasiados recuerdos que te remueven las entrañas constantemente –

No se refería a otros recuerdos, más que a "él".

Pasé parte del verano allí, aprovechando a hacer actividades con mi padre. Lo ayudé a pintar la casa, a organizar el garaje, y fuimos varias veces de pesca. Sabía que era mi última etapa de niña con mi padre; la próxima vez que nos viéramos, yo habría cambiado y él me vería como una adulta.

Otra parte del verano la pase con mi madre y su marido. También aproveché a hacer cosas con ella, ya que algo me decía, que tardaríamos mucho tiempo en volver a vernos. Comprobé que todo le estaba yendo estupendamente y que, por fin, se comportaba como una adulta responsable.

Y cuando quise darme cuenta, llego el día de emprender mi viaje a mi nueva vida. A una donde los vampiros, los amores de adolescencia y los cuentos de princesas y monstruos no tenían cabida.

Subí un par de veces a la Push, con intención de despedirme de Jake, pero no fui capaz a verlo. Aunque lo sentía cerca, como si me observara, pero por alguna extraña razón, no pudiese acercarse.

El día antes de mi marcha le deje a Billy una carta para él, despidiéndome.

Y con una última mirada a mi casa, y a la ventana por donde "él" se colaba todas las noches de aquellos maravillosos meses juntos, cerré la puerta del coche patrulla, y mi padre puso rumbo a Seattle para que cogiese mi avión con destino Nueva York.

Una mirada al antes y otra al después.