Prólogo
Las paredes desgastadas parecían encogerse a su alrededor, intentando atraparle, someterle, marcar una victoria en las anotaciones del juego.
Pero ese no era el caso.
El asomo de una sonrisa pugnó por salir a flote, trató de quebrar el semblante inmaculado del muchacho antes de quedar ahogado por la entereza y el aplomo de los que este hacía gala. Un poco más… Solo tenía que aguantar un poco más, permanecer estoico. Permanecía con la cabeza gacha, los hombros igualmente caídos en señal de falsa sumisión, y una cortina de flequillo castaño ocultaba su ojos del resto del mundo. Eran él y el silencio. Y cámaras y micrófonos.
—Light. —El muchacho, Light, ni se inmutó al escuchar su nombre proyectado a través de los altavoces—. Solo ha pasado una semana pero se te ve bastante desgastado… ¿te encuentras bien?
La pregunta de L provocó un cosquilleo de regocijo en la boca del estómago de Light. «¿Que si me encuentro bien? ¿Acaso piensas que lo tienes todo de tu parte, L? Qué iluso». Se encontraría perfectamente si había logrado llegar hasta allí, en cuanto alcanzara su anhelado propósito de someter al escurridizo detective a un profundo e indeleble letargo. L moriría en sus manos, se desplomaría impotente frente a su superioridad, y el reino de Kira iniciaría una nueva etapa. Nada ni nadie podía impedirlo, solo era cuestión de tiempo.
Tras lo que parecieron unos eternos segundos y con el fulgor de la determinación refulgiendo en su mirada, Light deliberadamente alzó la cabeza. Ojos serenos como el hielo que ocultaban un fuego virulento y caótico se clavaron en los barrotes de la celda que lo encarcelaban. El momento había llegado.
—Sí, no es una situación en la que pueda mostrar demasiada entereza —Hizo una pausa y rió para sus adentros—, pero este orgullo inútil… ¡lo abandono!
Fue como un chispazo. Apenas vio el modo en el que Ryuk se levantó haciendo tronar sus articulaciones, o como una sonrisa siniestra de vibración rojiza distorsionó sus ya de por sí horrendos rasgos, tan solo se limitó a permanecer sereno mientras el "hasta luego"guasón pronunciado por Ryuk amenazaba con hacerle temblar de pura anticipación.
«Sí, eso es lo que es, Ryuk, un hasta luego.»
Pronto todas las piezas encajarían en su sitio de nuevo.
«Muy pronto…»
Light abrió los ojos desmesuradamente, parpadeó confuso y atónito y volteó de un lado a otro tratando de hacer desaparecer lo que veía. ¿Una celda? ¿Dónde estaba? Sacudió la cabeza percibiendo la incipiente inquietud callejeando por sus entrañas. «¿Pero qué demonios estoy haciendo yo aquí?».Aquello no podía estar pasando, tenía que ponerle remedio de una forma u otra. Mierda, ¿en que momento se le había ocurrido…?
—Ryuuzaki —llamó al detective fijando la vista en la cámara por la que sabía que éste lo observaba—. Sé que fui yo quien propuso el encierro, no te culpo de nada, pero acabo de darme cuenta ahora mismo: ¡esto es completamente inútil! Porque yo no soy Kira, tienes que…
Ryuuzaki parpadeó perplejo ante el repentino cambio de actitud en su prisionero. Tanto él como el resto de miembros pertenecientes a su pequeño cuartel de investigaciones —con exclusión del jefe Yagami— se encontraban en otra habitación, monitorizando a los detenidos: Light Yagami, sospechoso de ser Kira, y Misa Amane, sospechosa de ser el Segundo Kira y por lo tanto cómplice del primero. Todos ellos, sin duda, se encontraban igual o más desconcertados que el propio L, quien por un instante se limitó a frotar sus pies descalzos entre ellos, pensativo, antes de que sus orbes negras, que en algún punto se habían agrandado por la sorpresa, se entrecerraran con desconfianza.
—No, dijimos que no te soltaríamos hasta que estuviésemos seguros de si eras o no Kira. Pasara lo que pasara y dijeras lo que dijeras —dijo, categórico.
Su mente intentaba procesar todo lo que estaba ocurriendo a una velocidad insólita, remolinos de escenas, pensamientos y sucesos se enmarañaban unos con otros, descartando los de poca utilidad y poniendo de relieve los que podían ayudarle a aplicar la lógica a este desvío de un caso que creía resuelto. Que había creído resuelto, hasta hace menos de unos segundos. Nada parecía tener sentido. Light era Kira y Misa el segundo Kira, todas las piezas encajaban a la perfección, o al menos habían encajado, pero ahora… A Light le ocurría lo mismo que le había pasado a la chica anteriormente cuando la encerraron, ¿puro teatro? No, era más que eso.
—Oye, Ryuuzaki, tienes que escucharme —volvió a insistir el japonés; matices de desesperación salpicando en su voz—. Te aseguro que yo no estoy mintiendo, lo juro. ¡Yo no soy Kira!
Sonaba sincero. Y genuino. Más que nunca.
—Ryuuzaki, ¿qué está pasando? —No tardó en alterarse Matsuda—. No parece el mismo.
—Pero no podemos soltarle ahora, los crímenes se han detenido desde que Light ha sido arrestado. Si estos no se reanudan tendremos que dar por resuelto el caso —dijo Aizawa, circunspecto.
Una sensación de mal augurio acometió a L. Aquello no era bueno, algo se le estaba escapando de las manos, algo importante. Y él no podía ni debía permitirse dicho lujo. Se llevó el pulgar a la boca de forma inconsciente. Resultaba casi como si… a ambos sospechosos les hubieran arrebatado el carácter e instaurado otro en su lugar, ¿o era que el poder de Kira les había poseído de alguna forma incitando así a cometer los asesinatos? ¿Era eso posible?
—¡Mierda! ¿Por qué a mí? —se lamentaba Light, cabizbajo. Su aspecto lucía mucho más desmadejado que hacía meros minutos, eso era algo que L no pudo evitar notar con una creciente sensación de inquietud.
«¿Qué mosca te ha picado… Light?».