Disclaimer: La mayoría de los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, sólo aquellos fuera de la Saga y la trama son de mi completa autoría.
CHAPTER 1
EDWARD POV.
Mis padres comían en silencio y de vez en cuando intercambiaban miradas, cuando Esme me llamó por la mañana para decirme que ella y Carlisle querían los acompañara a comer, no me imaginé que sería así; por lo general mi madre habla sin parar ni para respirar.
—Edward, tu mamá y yo necesitamos decirte algo muy importante —dijo Carlisle cuando terminamos con el postre.
—Adelante, los escucho.
—Hijo, tienes veintiocho años y... creemos que ya es hora de que sientes cabeza. No puedes ir toda lo vida de chica en chica, me estoy haciendo vieja y quiero tener la oportunidad de disfrutar a mis nietos antes de tener que usar un bastón para caminar. —Ahí vamos de nuevo, resoplé con frustración y rellené mi copa de vino.
—Te dimos la oportunidad de encontrar a una buena mujer a tu elección con la cual formar una familia, pero en vista de que no tienes intenciones de hacerlo, hemos tomado una decisión —hablaban como si tuviera cincuenta años, ¡joder! Por qué les era tan difícil entender que quería disfrutar de mi vida y no pensar en la palabra matrimonio, que por cierto me causaba urticaria, por lo menos hasta los treinta y cinco.
—¿Y qué decisión es esa? —pregunté para después vaciar mi copa de un solo trago, tenía el ligero presentimiento de que no me iba a gustar lo que estaba por escuchar.
—Te casarán en poco más de tres meses —soltó la bomba Esme con una amplia sonrisa en su rostro y me quedé totalmente petrificado, agradecí que ya había tragado el vino o de lo contrario me habría ahogado.
—¡¿Casarme?! —chillé con voz demasiado aguda para mi gusto, y es que la sorpresa no era para menos, una vez que mi cerebro procesó la noticia y comprendí que no estaban tomándome el pelo.
—Sí, casarte. Con Isabella Swan, la hija de mi buen amigo Charlie, si la recuerdas ¿cierto? Es un encanto de muchacha —agregó Carlisle con diversión y me puse en pie de un salto tirando la silla en el proceso.
—De ninguna manera voy a casarme, y mucho menos con esa... esa... mujer —gruñí golpeando la mesa con mis puños.
—Lo siento cariño, pero ya está decidido. Daremos una cena para anunciar el compromiso, y tres meses después, se llevará a cabo la boda.
—¡Con un jodido demonio! Mamá, los matrimonios arreglado son del siglo quince.
Por más que dijeran no iban a cambiar de opinión respecto al matrimonio, al menos no de momento, y definitivamente no iba a considerar a Isabella como una posible esposa así fuera la última mujer sobre la fas de la tierra. Di un paso atrás dispuesto a dar media vuelta e irme, pero olvidé que la silla estaba tirada en el suelo y terminé sobre ella golpeándome la espalda, ¡mierda, lo que me faltaba!
—¡Edward! ¿Estás bien, cielo? —preguntó una preocupada Esme y me puse en pie.
—Sí tranquila, aunque es una lastima que no me haya matado, o por lo menos, partido en dos la espalda.
Apresurado salí de la casa, me monté en mi coche y pise a fondo el acelerador haciendo chirriar los neumáticos, necesitaba tranquilizarme y conducir a alta velocidad siempre me había ayudado a hacerlo.
Por ningún maldito motivo iba a casarme con Isabella Swan, esa maldita arpía se había encargado de hacer mi vida un completo infierno en la preparatoria y por años deseé que le cayera un jodido rayo encima, o que por lo menos se quedara calva y sin dientes... Aunque pensándolo bien, tal vez no sea tan malo casarme con ella, no si eso significaba que tendría la satisfacción de poder asfixiarla con una almohada por la noche y enterrar su cuerpo en el jardín trasero.
Estaba por llegar a mi edificio cuando una idea llegó a mi cabeza, pisé de golpe el freno y el coche se detuvo de manera abrupta, el molesto sonido de las bocinas de los coches detrás de mí no se hizo esperar, pero no les di importancia; lo único que me importaba era el plan que poco a poco comenzaba a tomar forma en mi cabeza.
…
BELLA POV.
Di vuelta por milésima vez en mi cama, no podía sacarme de la cabeza las palabras que mis padres dijeron apenas un par de horas atrás y es que... ¡se habían vuelto totalmente locos! Si tan sólo hubiese sospechado lo que iban a decirme, no habría aceptado acompañarlos a cenar.
Pateé la mantas a un lado y me levanté, por lo visto no iba a poder conciliar el sueño tan fácil y tal vez un poco de leche tibia me ayudaría.
Encendí la luz de la cocina y puse a calentar la leche, una vez estuvo lista saqué una taza de la alacena y la vacié, regresé a la habitación y me senté en el alfeizar de la ventana, perdiéndome en la hermosa vista que tenía del río Hudson y la ciudad desde ahí. Solté un sonoro suspiro, dejé la taza vacía a mi lado y abracé mis piernas pegándolas a mi pecho.
Casarme con Edward Cullen, eso fue lo que mis padres me dijeron tenía que hacer, y aunque la idea no me resultaba del todo desagradable, sabía que era un completa locura. A pesar de que nuestros padres eran amigos, yo conocí a Edward Cullen cuando teníamos no más de quince años, era un chico alto y flacucho, de rebeldes cabellos cobrizos que me encantaban, ojos tan verdes como esmeraldas aunque ocultos bajo unas horribles y gruesas gafas, tenía acné y usaba frenillos, en pocas palabras, era el mayor nerd de la preparatoria.
Yo por otra parte era todo lo contrario a él, era la chica guapa y popular con la cual todo chico soñaba poder tener una oportunidad para salir, todos menos el chico del que yo estaba enamorada: Edward. Hasta la fecha y si cerraba los ojos, todavía era capaz de ver esa sonrisa tímida que me había conquistado, pero el muy imbécil nunca me dirigió ni siquiera una mirada. Cometí muchos errores, pero sin duda el mayor de todos fue creer en las palabras de alguien que no valía la pena mencionar, eso me llevó a tomar medidas drásticas y equivocadas, y fue así que junto con mis amigos, terminamos convirtiendo su vida en un pequeño infierno. Algo que ya había pagado, y a un muy alto precio.
Y ahora mis padres venían a decirme que debía casarme con él, ellos no sabían nada sobre lo pasado entre nosotros en la preparatoria y no podía decirles mis motivos para negarme; no quería que se sintieran decepcionados de mí al saber de lo que fui capaz de hacer. Pero estaba segura de que Edward me odia y con tan sólo escuchar mi nombre, se negará en rotundo, lo cual me hacía sentir alivio y tristeza por igual.
—No sabes cuánto me arrepiento de todo lo que te hice, Edward —murmuré apoyando la frente sobre mis rodillas y una solitaria lágrima rodó por mi mejilla.
Por la mañana me sentía como un muerto en vida, no había podido dormir bien y tuve que usar capa tras capa de maquillaje para cubrir mis espantosas ojeras, además de tener que tomar un par de litros de café para despejarme un poco y poder ponerme en pie. Estaba por salir del departamento cuando el teléfono comenzó a sonar, pensé en ignorarlo pero al final me decidí por contestar.
—¿Diga?
—¡Hola cariño! ¿Qué tal amaneciste? —suspiré y maldije mentalmente, ¡Dios! Debí haber ignorado la llamada.
—Bien mamá, si me llamas para insistir con esa absurda idea de casarme...
—Edward quiere verte cariñó —al escuchar esas palabras me quedé helada y me dejé caer sobre el sofá más cercano, cuando mis rodillas perdieron fuerza y se doblaron.
—¿Él... quiere... verme? —susurré con voz ahogada, mi corazón latía rápido y el aire me comenzaba a faltar. Sin duda estaba a punto de tener un ataque de pánico.
—Sí, es estupendo ¿no crees? Quiere que te reúnas hoy con él para comer y poder... —y ahí dejé de escuchar lo que Renée me decía.
En mi cabeza solamente se repetía una y otra vez que él quería verme. ¡Oh por Dios! Creí que esto se solucionaría de la forma fácil: él se negaba, yo no tendría que verlo y todos felices comiendo perdices, pero al parecer nunca nada me salía bien.
Las siguientes horas fueron una completa y agonizante tortura, tenía una sesión de fotos para una importante revista de modas y eché a perder la mitad del trabajo, estaba tan nerviosa que ni siquiera podía sujetar de forma correcta mi cámara.
Llegué al restaurante y respiré profundo antes de bajar del coche, sentía mis piernas temblar cual gelatina, estaba nerviosa y cómo diablos no iba a estarlo, si después de tantos años volvería a verlo.
El restaurante era uno francés y de los más exclusivos de la cuidad, así que me felicité mentalmente por haber elegido la ropa que usaba: unos jeans tuvo, una blusa sin mangas color crema y un saco de mangas tres cuartos en color negro, y para completar el atuendo, unas botas altas también negras sin tacón y mi cabello recogido en una coleta baja de lado. Al entrar el Maître me preguntó si tenía reservación, le dije que Edward Cullen me estaban esperando y me indicó que lo siguiera.
Edward se encontraba sentado de espaldas, pero al escuchar que nos acercábamos, se puso en pie y casi me desmayo de la impresión al verlo, lucía muy... cambiado. No quedaba rastro del chico que conocí a los quince años, ahora era todo un hombre, un hombre demasiado apuesto que justo en ese momento me veía con indiferencia tal como lo había hecho siempre. Tal parecía que no todo en él había cambiado.
—Hola Edward —dijo con voz firme, a pesar de mis nervios, y extendí mi mano en su dirección.
—Isabella —respondió con voz fría estrechando levemente mi mano. A pesar de la frialdad en su voz, algo cálido se extendió por mi cuerpo ante el breve contacto de su piel contra la mía, y me apresuré a soltarlo.
Me senté y un camarero no tardó en aparecer para tomarnos la orden, mientras esperábamos que trajeran nuestra comida estuvimos sumidos en un ambiente demasiado tenso, lanzando de vez en vez alguna pregunta que era contestada con insípidos monosílabos.
—Bien, si estamos aquí es porque quiero proponerte algo —dijo de pronto cuando estábamos por terminar de comer y no pude evitar tensarme.
—Te escucho —le di un sorbo a mi copa de vino y clavé la mirada en él, esperando a que continuara hablando.
—Nuestros padres no van a desistir con su idea de casarnos, y no sé tú, pero al menos yo no tengo intención de estar escuchándoles insistir todos los días con ello —me removí incomoda en mi lugar, ilusamente esperaba no tener que tratar el tema de la supuesta boda con él—. Por lo tanto, te propongo que aceptemos casarnos. Aunque claro, primero tendríamos que llegar a un acuerdo.
—¿Qué quieres decir con eso? —murmuré sintiendo como un nudo se formaba en mi estomago.
—Nuestro matrimonio sería una mera pantalla. Sí, obviamente tendríamos que vivir juntos pero sería como dos completos desconocidos. Tú podrás salir con quién te venga en gana al igual que yo, claro que cuidando ser discretos. Lo menos que quiero es que nos veamos envueltos en un escándalo —estrujé con fuerza la servilleta que descansaba sobre mi regazo al escuchar sus palabras. Por supuesto, qué más podía esperar después de todo.
—No puedes estar hablando en serio.
—Vamos Isabella, es la mejor solución para ambos —dijo sonriendo con altanería.
—Pues no lo es para mí, además, ya le he dicho a mis padres que no pienso aceptar este... estúpido arreglo —sus ojos se angostaron y una chispa de furia los iluminó.
—Yo tampoco quiero esto —soltó con un fiero siseo provocando que se me erizara la piel—, pero conozco a mis padres y sé que no pararan hasta conseguirlo.
—No quiero casarme, y mucho menos así —sonrió con sorna y tomó el contenido de su copa de un trago.
—¿Y qué es lo que esperabas? ¿Qué me arrodillara y te jurara amor eterno?
—No, por supuesto que no era lo que esperaba. Es más, siendo completamente sincera, ni siquiera sé por qué diablos acepté perder mi tiempo al venir aquí —me puse en pie y tomé mi bolso dispuesta a irme.
—Al menos piénsalo —me dijo sujetándome por el brazo, impidiendo que me marchara.
—No tengo nada que pensar, Edward. Mi respuesta es y seguirá siendo no —con un brusco movimiento me solté de su agarré y me fui.
Idiota, imbécil, estúpido, maldito desgraciado y un sin fin de insultos más daban vueltas por mi cabeza mientras conducía de regreso a mi departamento. ¿Cómo fue capaz de proponerme algo así? ¿Yo, convertirme en su esposa de adorno mientras él muy feliz de la vida se revolcaba con cuanta mujerzuela se le antojara? ¡Ja! Nunca, nunca en la vida aceptaría convertirme en su cornuda esposa.
Tal parecía que después de todo el cambio de Edward Cullen, no había sido solamente físico.
Continuará...
¡Hola! Aquí estoy con una nueva locura, espero que le den una oportunidad y me digan qué tal les parece. En el grupo de Facebook estaré publicando imágenes con relación al Fic así como también adelantos, si gustan unirse enconaran el link en mi perfil.
¿Algún review? =)