Capítulo 7; {Intentemos superarlo}

Los zumbidos llenaban sus oídos. Su corazón palpitaba con excesiva fuerza contra su pecho, sus ojos parecían desorbitados y todo su cuerpo sudaba. Su cuerpo no daba más del calor y la desesperación le subía peligrosamente. Finalmente, el antídoto y su tiempo limitado habían de acabar, pero se sentía incluso con náuseas y constantes mareos que paraban por pocos segundos, sólo para volver al rato. Shiho se lo había advertido y él ignoró esas advertencias, al menos mientras no hicieran presencia.

Ahora le estaban ahogando lentamente, quitándole el aliento. Sentía cada vez más como parecía todo en él quemarse, arrastrándolo a una dolorosa agonía. En aquel momento, acabó perdiendo el conocimiento, nublándose la vista.

°3°

Shiho, entre tanto, recién llegada a la mansión Kudou, buscó el que debería ser el cuerpo ya encogido del detective. Ella había tomado un antídoto de más larga duración, usándose a sí misma como prueba para los futuros antídotos, aunque veía que el resultado de ello podría dejar a Kudou por largo tiempo en cama, debido a sus efectos. Por ahora, solo llevó el cuerpo inconsciente del niño a la cama del mayor. Seguramente, el detective debería vivir en su casa de ahora en más, puesto que dudaba que Mouri le recibiese.

— Eres un temerario ¿Lo sabes, no?—la chica reclamó, recostándose con cansancio a un lado. Las ojeras se le hacían notorias, su cuerpo apenas resistía los constantes cambios. Utilizarse a sí misma como conejillo de indias no le convenía, pero aún el "definitivo" no podía quedar.

Sabiéndose que no tendría respuesta, sólo observó con aquella tristeza impropia que solía ocultar el cuerpo tendido del detective. Este muchacho es la única persona que sabe lo que de verdad soy, y aun así, está aquí. Siempre iba a admirarlo, por esa personalidad tan especial que poseía, pero este muchacho sólo podía ser de alguien magnífico, de Kaitou Kid. Lástima que en este momento incluso Kuroba estuviese resentido, Shiho notaba como ahora más que nunca, Kudou necesitaba del apoyo de alguien.

Sin que el menor se diese cuenta, puesto su estado de inconsciencia, tomó el móvil perteneciente a Edogawa Conan, y marcó uno de los únicos números que había aprendido. Esto era un último recurso para cuando el detective se le ocurrían ideas locas. La otra línea sonó por largo rato, pero sabía, el ladrón debería contestar. Así lo hizo.

¿S-sí?—la voz de la otra línea sonó temblorosa, Shiho rió suavemente.

— ¿Sabes algo? Tu príncipe azul esta inconsciente, y está teniendo pesadillas.—Shiho aclaró, mirando de reojo a Conan que murmuraba palabras inteligibles con una fiebre subida.

No esperó mucho más para cortar. Ahora era opción del ladrón venir o no, mientras debería cuidar del pequeño príncipe en peligro. Miyano solo tenía un pensamiento, la última fórmula para el antídoto definitivo estaba completo, pero quizá sus cálculos habían sido erróneos, la transformación devuelta podía costarle incluso la vida al detective, y no sabía a ciencia cierta el porcentaje de posibilidad de esto. También cabía la posibilidad de que cayese en coma, no quería arriesgarse a que el menor supiera hasta saber una solución para este problema.

°3°

Podía escuchar desde su posición la puerta ser casi azotada en un intento vano de golpear la puerta. Sus ojos recién se abrían con pereza, estaba recién despertando. Se levantó despegándose rápido de la cama, la noche sumergía la mansión para este momento, aún el cuerpo inconsciente del menor parecía bastante afectado, con cambios bruscos en todo su crecimiento.

Descendió con lentitud las escaleras, sabiéndose la primera y casi única opción que aparecería por aquella puerta. Tan solo abrirla, la figura del ladrón con aspecto desesperado, nervioso y respiración entre cortada, como si hubiese corrido, le recibían fuera. Le dio paso al interior en el cuál Kaito prácticamente corrió hasta la habitación superior, la perteneciente a Shinichi. Como esperaba, ahí se hallaba, pero de verlo su corazón momentáneamente dejó de latir por aquellos cortos segundos. El pequeño lucía pálido, incluso entre la oscuridad se distinguía un ferviente sudor, y se escuchaba a lo alto como murmuraba con dificultad nombres a los que no alcanzaba a terminar. La científica apareció tras de él, Kuroba por fin tomó consciencia de lo que pasaba. Sin embargo, la pregunta que lo asolaba era porque ella, habiéndoselo tomado en un tiempo parecido al del menor, seguía estando igual y 'pareciese' en perfectas condiciones.

— El pequeño príncipe tiene fiebre. El antídoto terminó para él.—Shiho se apresuró a decirle, mirándolo de reojo.

— ¿Por qué a ti no?—Kaito no dudó en preguntar, acercándose silencioso hasta el lado del menor para colocar su fría mano sobre la frente de este.

— Estoy utilizando un antídoto muy parecido a la versión final.—dijo simplemente— Quizá pudiese yo morir al final, es sólo una prueba, igualmente, ese mismo riesgo corre Edogawa si quiere el antídoto que lo hará Shinichi Kudou para siempre, puede morir o quedar en coma.

Los ojos violáceos de Kaito se abrieron súbitamente, su rostro distorsionado y el aire faltándole. Esa idea ni siquiera le dejaba respirar con la misma facilidad que siempre, llegaba incluso a ahogarlo. Shiho se volteó totalmente hasta él.

— Yo sé que él lo elegirá a pesar de los riesgos—aclaró, con un suspiro cansino— Ahora más que nunca, te necesita. Cuando este chico ama, ama con toda intensidad.—Shiho dijo con tono más malicioso, riendo bajito.— Y de lo que sé de él. Te ama.

La muchacha vio con diversión como el mayor enrojecía. Kaito sabía, su actitud se había pasado contra Kudou. Después de todo, había vivido una vida queriendo a alguien, que resultaba también su mejor amiga después de todo, él no podía esperar que Shinichi decidiese algo tan grande y dañino contárselo así nada más a aquella persona, solo por complacerlo a él. Apoyó su cabeza contra la del menor, con aquel sentimiento oprimiéndole.

— Calla.—murmuró en voz baja, aún avergonzado de las palabras de la científica—, pero... ¿No hay más opciones? Sobre el antídoto, digo.

Shiho se detuvo un momento, mirando a la nada en busca de una solución.—Quizá si.—dijo finalmente—Pero este detective buscará sin duda la más rápida. Después de todo, de "esa" forma puede estar contigo.—la muchacha colocó énfasis en "esa" por aquella intimidad que sabía afectaba a ambos.

— No lo dejaré.—rugió con velocidad Kaito.

— Yo tampoco lo dejaría—consideró Shiho, cruzándose de brazos— El problema está en que a él no le interesa si le dejamos o no.—continuó— Las opciones del APTX4869 eran la muerte asegurada sin rastros del porqué. Al ser capaz de construir algo así, se esperó que cada objetivo dejase la vida, los que sobrevivieron destruyeron parte de su sistema defensivo, logrando sobrevivir a duras penas. El que hubiesen rejuvenecido redujo el dolor que se podía sentir, sus defensas se ajustan a esa edad, pero no a la adulta que deben poseer. ¿Sabes lo que se sintió el veneno haciendo efecto la primera vez?

— No me lo imagino.—Kaito habló de inmediato, un poco dolido por desconocer esta parte tan peligrosa que siempre había corrido Shinichi.

— Sientes que estás quemándote.—Shiho dio la primera descripción más acertada para tal sensación— Parece que están golpeándote a su vez. La fiebre, la vista nublada, los latidos del corazón acelerándose. Tu cuerpo entra en un estado parecido al cálido durante un deporte intenso, pero a su vez estas frío.

A Kaito le recorrió una sensación de dolor. Quemar. Aquel día y en ese espectáculo él también sintió estar quemándose, pero el que de verdad sufrió tales consecuencias fue su padre, Toichi Kuroba.

— Si quieres el efecto inverso, no será lo inverso para lo que sientes. Es lo mismo que el APTX4869, estará intentando matarte, sólo que lo que causó la reducción será aumentada para disminuir lo otro, e igual está el riesgo de morir en el intento.—la muchacha analizó paciente, mientras el rostro de Kaito se ensombrecía.

— No le digas.—el ladrón pidió— No hables sobre el antídoto definitivo, concédeme eso, al menos por un tiempo.

— ¿Y qué harás si cumplo eso?—Miyano cuestionó divertida, aún si ella tampoco pretendía hablar—¿Qué harás con este muchacho, que hará todo a su alcance para que todo termine lo más rápido posible?—.

¿Qué haría? Ni él mismo lo sabía. ¿Qué pretendía hacer? ¿Alargar su plazo y disfrutar más del pequeño? ¿Tomarse el veneno él? Iban y venían muchas ideas en su cabeza, atormentándolo. Ninguno de ellas parecía ser ni remotamente coherente, pero tampoco dejaban de ser opciones, después de todo.

— Haré lo posible. No sé en que soy útil para esto, pero si puedo ayudarte, pídeme.—Kaito al final ofreció, con tal decisión que Shiho solo rió divertida.

°3°

No había día en que, sola en su habitación, no se echase a llorar después de recordar. Kogoro la notaba extraña, Sonoko se limitaba a observarla y Eisuke se decidía cada vez más por regresar a Japón, notando a la muchacha con su repentino cambio. No era que no aceptase lo que había pasado, pero sentía su corazón doler, después de todo, él de una u otra forma, había estado siempre a su lado, y ella tan solo se quejaba de la falta de su amigo. Se sentía la peor, porque ni siquiera se atrevió a apoyar a su amigo en tal situación delicada para él, como ahora lo seguía siendo. A su vez sintiéndose utilizada, de todas las cosas que ella confiaba al pequeño, todas las cosas que se permitía a ojos del menor, sólo porque mantenía confianza, que al chico no parecía importarle después de todo.

— ¿Qué esperabas que te dijera, Shinichi?—ella lamentó, enterrando su rostro en la almohada.—¿Podía de verdad confiar en ti?—.

Su celular vibró. Ella miró de reojo la cómoda dónde se hallaba, con la pantalla iluminada y ese fondo. Una fotografía de ambos, cuando habían estado juntos en el Afrodite. Recordándose eso, se sintió más idiota aún. ¿Qué tanto podía importar? Ella se permitía ser feliz con alguien, ¿Por qué no concederle a Shinichi lo mismo? Por mucho que faltase el detective de diecisiete, siempre estaba el pequeño gran pensador de siete a su lado, igual que el mayor, siempre salvándola, siempre ayudándola, siempre animándola. Quería, aunque fuese por única vez, permitirle a Shinichi una felicidad como la que ella poseía fuera de su estado anímico recientemente.

Sin decir nada a Kogoro, se encaminó hasta la mansión. En su mente rondaba toda la historia que le habían contado; "Intentaron asesinarme. Acabé como Edogawa Conan, pero no podía decírtelo. Corría el riesgo de que te involucraran con mi muerte y persiguieran [...] Kaito era un amigo, no me enteré de su trabajo como ladrón hasta más tarde, y tiene sus motivos. Perdónalo, no ha hecho nada malo, además, fui yo quien quiso estar con él."

No necesitaba enterarse de más, por mucho que estuviese en contra de que un ladrón acompañase a Shinichi, no dudaba que KID siempre estaría al lado de su amigo. Finalmente, llegando a la mansión, indecisa veía la puerta, como si temiese del resultado de todo. Tan solo quería decirle a Kudou que le apoyaría, que quería disculparse con el ladrón, que quería que saliese bien, pero su mano temblaba cuando se decidía a abrir la puerta. No esperando más, Shiho se adelantó a su acción abriendo la puerta de la mansión, para dar recibimiento a la muchacha, a la cuál invitó a pasar. Esta era una buena oportunidad de Shiho para pagar al detective todas las ayudas que siempre le proporcionaba, así que sin dudar, indicó silencio a Mouri, pidiendo que la acompañase por la mansión hasta llegar a la habitación donde deberían seguir Edogawa y Kuroba.

— Sé que es difícil, pero incluso tú me lo has recordado.—Shiho habló bajo, sin mirar a Ran, a quién dirigía sus palabras— Esos valores que uno no debe olvidar. No permitas que se vaya la amistad, estoy segura de que él tiene motivo para hacer lo que hizo.

— No lo dudo.—Ran dijo, avergonzada, mientras miraba de reojo a la científica. Shinichi se lo había comentado, pero no podía creerse que Ai Haibara, aquella pequeña fuese la hermosa adulta frente a ella.

Shiho entreabrió cuidadosa la puerta, tratando hacer el menor ruido posible. Dando pasada a Ran, esta misma se quedó muda con tal escena que sólo, para ella representaba, esa ternura compartida en la relación de ambos chicos. Durmiendo en la cama, el rostro rejuvenecido de Shinichi, e incómodo en la silla, al lado de la cama, con el rostro apoyado a un costado del menor, se hallaba Kaito, quién sujetaba la mano del pequeño entre la suya. Después de haber discutido junto a la científica parte de su visita, él no había dado más, pero tampoco se permitía abandonar al chico, por lo que acabó quedándose dormido al lado.

— Son una ternura—finalizó Ran, con una sonrisa ladina.