DISCLAIMER: CITRUS PERTENECE A SABUROUTA. GRACIAS POR UN MANGA TAN MARAVILLOSO.


~ACURRUCADAS EN ALGÚN LUGAR~

Compartir cama era algo que Mei podía soportar. A veces. Porque Yuzu tenía la mala constumbre de moverse constantemente y abrazarla por la espalda como si fuese un peluche; ocultando el rostro en el hueco de su hombro y respirando sobre la sensible piel de su cuello, erizándole el cabello de la nuca. A veces se movía tanto que acababa destapándola o incluso tirándola sin pretenderlo de la cama. Por no mencionar, por supuesto, el calor que irradiaba el cuerpo de Yuzu, una temperatura casi tres veces superior a la normal.

Mei podría decir que todo aquello le molestaba, y de hecho lo hacía, pero no en su totalidad. Lo cierto es que le gustaba sentir a Yuzu cerca, quisiera o no admitirlo. La hacía sentirse querida y necesitada, menos sola de lo usual. Era como si su hermanastra le devolviera un poco de toda esa felicidad perdida, y no era una sensación desagradable en lo absoluto.

Aquella noche, sin embargo, Mei era incapaz de coinciliar el sueño. Su mente no paraba de dar vueltas y vueltas, repasando tal cantidad de cosas que había empezado a sentirse mareada. Los eventos del día, su trabajo como presidenta del consejo, sus sentimeintos por Yuzu... ¿Sus sentimientos por Yuzu?

Era madrugada, y el único sonido que se oía en toda la habitación era la respiración profunda y calmada de Yuzu. Podía sentir su espalda contra la suya, y sus pies descalzos rozándose suavemente bajo las sábanas.

¿Podía ser aquello lo que le impedía conciliar el sueño? ¿Sus sentimientos por su hermanastra? Mei ni siquiera se había parado a pensarlo. ¿Qué sentía por ella? ¿Quería a Yuzu? Sí, obvio la quería. Con el paso del tiempo se había convertido en una persona muy importante en su vida. Con su paciencia y su cabezonería se había hecho un hueco en su corazón, un hueco que difícilmente dejaba espacio para nadie más. La cuestión, sin embargo, era si aquel amor era fraternal o si, en algún momento, sin saberlo, se le había ido de las manos.

Sintió un movimiento de mantas a su lado, y al volver el rostro se encontró con el semblante de Yuzu, iluminado por la platina luz de luna que se colaba por la ventana. Si Mei tuviera que describirla con palabras... ni todo su extenso vocabulario abarcaría para expresar lo hermosa que era su hermana. Aquel rostro fino, de rasgos suaves y delicados, aquellas mejillas ligeramente enrojecidas y el cabello rubio y suave cayendo de forma desordenada sobre sus hombros... incluso siendo teñido, era increíblemente perfecto. Para Mei representaba un aura casi divina a la luz tibia de la luna.

Luchó por contener el impulso de tocarlo, más no pudo hacerlo. Se incorporó suavemente sobre la cama, y llevándose un mechón de su propio cabello tras su oreja, en un ademán tímido, acercó cuidadosamente sus mano a aquella larga mata de cabello dorado. Su expresión se contrajo ligeramente. ''No te queda nada mal... Es una lástima que vaya contra las normas de la escuela'' pensó, y queriendo probar sus propias palabras lo rozó con las yemas de sus dedos, encontrándolo sorprendentemente suave. No iba a mentir, amaba el cabello de Yuzu, fuese o no fuese su color natural. Sus ojos se trasladaron pues, a la pacífica expresión de Yuzu, y fue testigo de la tierna sonrisa que se había dibujado en sus labios.

''¿No puedes acatarlas por una vez, verdad?''

Inconscientemente se la devolvió. Era extraño, se sentía atraída hacia ella de una forma que no creía haber experimentado antes. Sentía la necesita de tocarla, de recorrer su rostro, su cuello con sus dedos. E, inconsientemente estos siguieron jugando con su cabello, rozándolo con cuidado, acariciándolo con suavidad y tratando de no despertarla. Después se desplazaron hasta su rostro, descendiendo lentamente a traves de su frente, el puente de su nariz fina y recta, y finalmente sus labios, que se entreabrieron ligeramente cuando los rozó con las yema de sus dedos. La oyó dejar escapar un leve suspiro en sueños, y justo en aquel momento, sintió el súbito e irrefrenable deseo de besarla.

Tal vez no era un buen momento, besarla mientras estaba dormida, pero ni siquiera vaciló. Había momentos en los que Mei podía ser racional y veces donde sencillamente todo el auto-control se escapaba de sus manos como agua. Manos que se movieron hasta sus mejillas, notando la piel caliente bajo sus dedos, antes de acercar su rostro a centímetros del suyo. El cálido aliento de Yuzu le produjo escalofríos cuando lo sintió sobre la comisura de sus labios.

Tan cerca...

—Yuzu— susurró. En un tono suave, pero no lo suficientemente bajo como para que ella no la escuchase. Pues de hecho lo hizo, reconoció aquella voz profunda y suave y sus ojos se abrieron encontrándose en segundos con los suyos.

Violeta y verde.

—Me...—pero antes de poder hablar, y formular con palabras lo sorprendida que se sentía, sintió los tibios labios de su hermanastra sobre los suyos, y se vio obligada a callar.

Apenas consciente de lo que estaba pasando, — pues aún se debatía entre el sueño y la vigilia y se encontraba más dormida que despierta—, Yuzu trató de corresponder aquel beso con la misma calidez. Pero Mei ni siquiera le dio tiempo a ello, pues en pocos segundos se separó.

—... No es como si... — respondió de forma atropellada, retrocediendo y evitando la mirada de la mayor. Sus mejillas presentaban un ligero rubor, y su semblante luchaba por volver a retomar aquella frialdad usual, pero fallaba estrepitosamente—. Sólo... No podía dormir.

Yuzu estaba muda, en blanco. Es decir... ¿Mei la había besado mientras dormía? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Por qué motivo? Su sorpresa súbita no duró mucho tiempo, sin embargo, y no pudo evitar soltar una carcajada. Suave sí, pero una carcajada después de todo. Aquella forma de reaccionar suya... ¡Adorable! ¡No había otra palabra para describir a Mei que esa en aquellos momentos!
Antes de que la presidenta pudiese darse cuenta, Yuzu se le había lanzado en un abrazo de oso.

—¡Mei, pero que mona que eres!— exclamó estrujándola entre sus brazos—. ¡Me besas mientras duermo y después lo niegas! ¡Tan Tsundere~!

—¿Tsun... dere?— replicó la menor en un tono ligeramente molesto, mientras trataba de apartar a Yuzu de sí, que no parecía tener intenciones de soltarla—. Oye, Yuzu... me... asfixias... ¿qué estás haciendo?

Aquellas palabras retumbaron un par de segundos en la oscuridad de la habitación, hasta que finalmente su hermanastra se separó de ella con una resplandeciente sonrisa en los labios. Se sentía feliz. ''¿Ah?'' Al ver aquella expresión tan tierna, el helado corazón de Mei se aceleró.

— Si no podías dormir sólo tenías que decírmelo— le dijo ella, con un tono seguro y autoritario, pero lleno de cariño y comprensión—. Soy tu hermana mayor después de todo, ¿no? ¡Puedes contar conmigo para esta clase de cosas, tontita!

Finalizó, golpeándose el pecho con el puño cerrado. Mei suspiró.

— Si no puedo dormir es por tu culpa— respondió pues, alejándose un par de centímetros y apartando las mantas con ella—. Tu cuerpo irradia tal calor que llega a resultar molesto.

La expresión de Yuzu se entristeció ligeramente.

—... Oh— fue todo lo que alcanzó a decir en un principio. ''Pero es por tu culpa, Mei'' quiso decirle, más se contuvo. Sonrió de forma nerviosa, y se rascó la nuca tratando de excusarse con eso —. L-lo siento, trataré de no pegarme tanto a ti... Tal vez la cama no sea lo suficientemente grande para las dos. Puedo dormir en el futón si lo pre—

— No.

Aquel ''No'' sonó mucho más contundente y áspero de lo que hubiese esperado, por lo que Yuzu no pudo hacer sino sorprenderse. Su mirada esmeralda se cruzó con la suya, y Mei se la sostuvo un instante eterno. Las mejillas de la mayor enrojecieron entonces, a medida que un sentimiento cálido llenaba su pecho de algo que se asemejaba bastante a la esperanza.

—... ¿No?— es todo lo que pudo decir.

Mei desvió la mirada. Debería medir con más cuidado sus palabras, no quería haber sonado tan brusca... tan desesperada. Por mucho que no quisiese que Yuzu se fuera, debería haber medido su reacción. Así que su mente hizo lo que mejor sabía, pensar rápido. Una respuesta lógica bastaría para coartar aquel error.

— Mamá nos ha comprado la cama a ambas, sería desconsiderado que después de todo su esfuerzo no durmiésemos en ella — explicó, y su voz volvía a ser fría y serena. Aunque ella ya hubiese roto aquella lógica una vez—. Es lo menos que podemos hacer. Además, has estado pasando mucho tiempo en casa de Taniguchi-san últimamente. ¿Puedo preguntar por qué?

Yuzu se paralizó al escuchar aquellas palabras. Ella, Mei era la razón, por supuesto. Yuzu había estado pasando las noches en casa de Harumi porque sentía que no sería capaz de soportar compartir la misma cama que Mei dado los sentimientos que oprimían su pecho desde hacía semanas. No podía asegurar si era amor, o tal vez sí... o realmente... Lo único que sabía era que Mei la atraía poderosamente, y que era una tentación demasiado díficil de desechar. ¿Pero cómo podía contarle todo eso sin revelar sus sentimientos? Se limitó a buscar una excusa.

—Hum...— musitó, desviando la mirada—. Harumin y yo hemos estado estudiando para los exámenes finales. Le he dicho que me gustaría mucho estar entre los primeros en el Top 100 a fin de curso.

Mei pareció sorprenderse con la respuesta.

— ¿Es así?

— Es así— respondió y en sus labios se dibujó una suave sonrisa.— ¿Qué? ¿Tanto te sorprende que tu hermana mayor haya decidido ponerse las pilas? Mei, deberías tener más fe en mí. ¡Cuando acabe el curso estaré entre los alumnos con mejores calificaciones de toda la academia!

— No puedo tener fe en una persona que ni siquiera se digna a respetar el reglamento de la escuela— le respondió en algo parecido a un suspiro, tumbándose en la cama y echándose las mantas por encima— Pero si lo dices con tanta seguridad, supongo que no me queda más remedio que creerte.

—Sí, sí.

Y se hizo el silencio. Y pasaron los segundos. Yuzu pensó que se había quedado dormida y suspirando de alivio trató de hacer lo propio, pero entonces y para su sorpresa, Mei la llamó. Le daba la espalda, pero pudo escuchar con perfecta claridad cada una de sus palabras: ''Dime, Yuzu. ¿Harumi y tú también dormís juntas en una misma cama?''

La pregunta la tomó por sorpresa, no por el hecho de que la respuesta era afirmativa, sino por el hecho de que era extraño viniendo de Mei. Le hacía pensar la posibilidad remota de que estuviese celosa.

—Ah... hum— respondió.

—¿Y también te pegas tanto a ella?

—¿Eh?— Yuzu desvió la mirada, cohibida cuando pudo comprender del todo la pregunta—. Eso... no. Bueno, realmente... creo que es ella la que se pega a mí.

Hubo un breve pero tenso silencio, y entonces sentió los brazos de Mei rodeándole la cintura mientras su cabeza se apoyaba en el hueco entre su cuello y su hombro. Y notó, estremeciéndose ligeramente, su aliento cálido haciéndole cosquillas sobre la piel. ''¿¡M-Mei?!'' balbuceó, pero no obtuvo respuesta alguna por su parte. En principio.

Se quedaron en pasmoso silencio, sólo sintiendo la respiración de la otra, mientras la brisa nocturna hacía ondear suavemente las cortinas de seda blanca.

— Bien— aquello fue lo único que salió de sus labios, y Yuzu juraría que en su voz vibraba cierto tono de alivio. Como si se hubiese quitado un peso de los hombros. No fue capaz de añadir nada más. Era... extraño, pero en absoluto desagradable. Sentir a Mei abrazándola de esa forma era algo que de ninguna manera podía resultarle desagradable a Yuzu. Sus brazos alrededor de su cintura, su aliento cálido en su hombro... demasiado idílico, no pudo evitar preguntarse si aún estaría soñando.

Fuera como fuese, la verdad es que no podía importarle menos. Sus ojos se cerraron y acurrucada entre los brazos de su hermana menor, se quedó dormida con una tierna sonrisa en los labios.