Las siguientes semanas fueron quizá las más incómodas para Emil y Michelle.
Un repentino silencio invadía el café. Ni siquiera Feliks decía algo con respecto a súbita actitud de su jefe. Mathías estaba como aletargado. Distraído.
Hasta el siguiente día 4...
Domingo 4 de Octubre. 02:45 am. Librería Fritz, número 110 interior C.
"Explícame otra vez ¿Qué pasó?" Elizabeta estaba sentada en un taburete, tratando de limpiar el rostro de un alemán recostado en el sofá, irritado y con un moretón fresco alrededor de la nariz. "¡No te qudes dormido!"
"Te digo que no se por qué, pero de repente llegó al Duplex con ganas de pelea." La voz ronca de Gilbert sonaba ridícula con la inflamación nasal. La hemorragia apenas se había detenido retenida por conos de papel higiénico y él sentía que su cabeza iba a explotar.
"Es absurdo. ¿Estás seguro de que no estaba borracho?"
"No pega tan fuerte cuando está borracho. Pero estaba tan furioso que hasta Berwald se alteró. No tuvieron que sacarlo, salió casi tan rápidamente como entró."
"¿No te defendiste? ¿Y tu hermano?"
"Lo intenté, pero yo si estoy borracho, y Ludwig estaba en el baño."
"¿Quién se cree este imbécil? ¿Que puede pegarle a quien quiera sin darle explicaciones? ¿Qué le pasa?" Elizabeta rechinaba los dientes y se le subía el resentimiento a la cabeza mientras apretaba un hielo envuelto en un paño en el tabique recién acomodado de Gilbert.
"Me edtad ladtimando"
"¿Qué?"
"Lid..."
"Ah, disculpa." Y la húngara le soltó la nariz.
6:40 am.
Sigurd recién salía del edificio camino al trabajo, con un portaplanos en le espalda que colgaba junto a su mochila. El viento ya enfriaba, y podía ver el vapor que salía de su boca y sus fosas nasales.
Inmerso en sus planes para el día, que incluían salir del trabajo temprano, ir por un café y después regresar a casa para no saber del mundo, entre otras delicadezas. Todo pintaba para ser un buen día.
Grande fue su sorpresa al sentir una mano pesada en el hombro.
Lo que fuera que le quedara de sueño, desapareció al caer en la realización, de que la mano le era tan familiar como el rostro del dueño al girar a verlo.
Y qué horror de realización, porque si recordaba a la perfección el rostro de Mathías, cada facción y detalle en este, no recordaba haber visto una mirada tan llena de odio en su vida.
Lo siguiente fue un recuerdo borroso. Un boost repentino de adrenalina al recibir una bofetada.
Mathías suspiró como aliviado antes de comenzar a hablar.
"Ahora me vas a escuchar. Lo que pasó hace un par de años años fue- "
Interrumpido.
Ingenuo fue de su parte suponer que Sigurd se quedaría quieto luego de tal agresión, y se dio cuenta de su error con un puño justo en la nariz que casi lo hizo caer hacia atrás. Idiota.
Ahora él estaba enfadado, o.k.
Aunque quizá siempre lo estuvo.
Pero la cosa no se detuvo ahí. Porque si algo es cierto, es que podían ir de ciudadano promedio a berserker en 0.05 segundos.
Varios intentos inútiles de someter al otro y muchos codazos y patadas bien repartidos mas tarde, y la idea de diálogo que Mathías tenía cuando esperaba a Sigurd a la vuelta de la esquina de su departamento desapareció entre el tráfico y fue arrollada por una patrulla que, por casualidad iba pasando. Casualmente alarmada por el pánico de las señoras que posiblemente habían llamado, aterradas ante la vista dos tipos enormes a punto de matarse a golpes a primera hora de la mañana.
Buen día, por supuesto.
Mis pelotas.
Aún dentro de la patrulla no podían dejar de lanzarse miradas asesinas e insultarse en tres idiomas diferentes, porque estaban tan enojados que ya ni siquiera podían decidirse por uno, y tomó dos oficiales para cada uno para lograr someterlos. En ese momento, lo único que querían era quizá sacarse el resentimiento a golpes.
Fue una suerte que no tuvieran que compartir celda, porque hubieran terminado hospitalizados o algo así. Se limitaron a seguirse insultando toda la noche en sus lenguas madres y tuvieron que recurrir a otros lenguajes cuando se les acabaron las ideas y esa noche Mathías aprendió que Sigurd había estado puliendo su islandés en los últimos años. Qué cosas.
Al día siguiente, en la mañana, pagaron la multa y fueron liberados, y por pura suerte y muchas explicaciones y negociaciones más tarde, ninguno fue deportado.
Bendito sea el gigante amable que tenía como primo, Berwald se encargó de ir por Mathías a la comisaría, y prometió (aunque un poco de mala gana) no decir nada al respecto, porque no quería que le diera algo a la tía Astrid (ya fuera del susto o de la risa).
Sigurd no corrió la misma suerte quizá, y fueron Arthur y Vlad quienes fueron por él, para dejarlo en el departamento no sin un par de buenas horas de sermones alternados con comentarios burlones con respecto a las actuales condiciones de su cabello y su rostro, sin mencionar el absurdo general de la situación.
Pero no ponía demasiada atención a lo enfadado que estaba Arthur y como Vlad estaba a punto de tener un paro cardiaco de la risa. Más bien estaba intrigado, porque, además de que el cuerpo le dolía a horrores, estaba casi seguro de que tenía una mordida en el tobillo derecho y no tenía el valor de verificar.
?
–
Viernes 9 de Octubre. 6:45 pm.
Sigurd, sentado en una terraza de un café completamente distinto del usual, jugaba con un encendedor. Encendiéndolo y apagándolo y mirando fijamente la flama que iba y venía.
El lugar era pequeño. Y de unas cinco mesas en la terraza solo esa estaba ocupada.
La cabeza le punzaba a horrores y la vista se le nublaba, siendo el mecanismo en su mano lo único que lograba calmar sus nervios, y aferraba su vista a él como quien se aferra a la vida.
Tenía el ojo morado y los rasguños y moretones en los brazos y otras partes del cuerpo apenas comenzaban a sanar. Llevaba una venda en el tobillo y los nudillos de ambas manos estaban raspados o moreteados. Quien desconociera la naturaleza de la situación probablemente sospecharía que fue atacado por tres tipos a la vez.
Y las condiciones de Mathías no eran mejores. Llegó y se sentó frente a él, con las mismas lesiones en el rostro con un plus de una nariz rota, pero esa cobrada por Gilbert. Vale, esa la merecía.
Ninguno de los dos dijo nada, Ambos recargados en sus respaldos lo más lejos del otro posibles. Sigurd logró retirar su mirada del encendedor y fijarla en el rostro tranquilo del danés, que a pesar de todo se arregló y perfumó a la perfección, un contraste ridículo entre sus condiciones y su vestimenta.
Silencio. El encendedor fue dejado en la mesa y los dedos cruzados sobre su regazo.
"Te vez asqueroso."
"Parece que te atropelló un tren."
Luego de una intensa competencia de miradas que pareció durar la eternidad, ambos sufrieron un ataque de risa que pasó de la discreción a la absoluta histeria en pocos segundos.
Llevaban tiempo sin reír de esa forma.
Sus risas se fueron apagando poco a poco, con bastante dificultad. Mathías fue el primero en tomar la palabra.
"Lo siento..." Carraspeó, y desvió la mirada al borde de la mesa.
"No lo sientes." Sigurd le miró con media sonrisa.
"Tienes razón, no lo siento en absoluto." Mathías frunció el ceño.
"Ni yo."
Otra pausa, mientras ambos se miraban a los ojos con seriedad. De nuevo, Mathías dio el primer paso.
"Debiste llamarme." Su voz era ahora grave, y apenas pareció abrir los labios al hablar, como dudando. Pero recobró el valor de inmediato. "Estuve semanas buscándote."
"Lo se."
"Estaba preocupado."
"Lo se."
"¿Entonces por qué- ?"
"¿No es obvio?" Sigurd alzó un poco más la voz.
"Jamás me acosté con Gilbert. Es mi amigo, maldita sea, pero no es mi clase de tipo. Ni siquiera… ugh..." No hubo respuesta, y él continuó. " Él estaba borracho, y yo estaba exhausto. No pensé que fueras a llegar, y si me hubieras dejado encontrarte tal vez te hubiera explicado."
"¿Y cómo hubiera sabido que decías la verdad?" La voz de Sigurd se apagó un poco más.
"Jamás te haría algo como eso, Sigurd..." Mathías se recargó en la mesa, acercándose un poco más para mirarlo a los ojos. "Yo te… yo… jamás creí que pensarías eso de mi..."
"¿Por qué no lo hubieras hecho, huh? ¿Por qué esperar a alguien que no veías mas de dos horas y a veces los fines de semana?" La voz se le quebraba un poco. Los ojos húmedos y un nudo en la garganta.
"Sigurd..."
"Estabas solo Mathías. Y no había nada que ninguno de los dos hubiera podido hacer, no en ese momento." El noruego tragó saliva, y sus facciones se deformaron hasta parecer furioso. "¿Por qué no lo hubieras hecho? Estabas tan triste..."
"Sigurd..."
"Estabas triste y solo y frustrado y no tenías por qué esperarme."
"Yo hubiera esperado siglos. Tú no me necesitabas."
Otro silencio prolongado, Sigurd desvió la mirada a sus zapatos, pero aún podía sentir la de Mathías encima.
"Yo necesitaba estar seguro que me esperabas."
Podía sentir como su corazón golpeaba histéricamente en su interior. Mathías no supo que responder hasta momentos después.
"Yo no estaba triste, Sigurd. Oye, siempre estuve orgulloso de tí." el noruego fijó su atención de nuevo en él, como entre incrédulo e irritado. "Puedes preguntarle a cualquiera. No paraba de hablar de tí, Bewald estaba harto!"
"Eso… eso es muy tonto..." Sigurd rió un poco.
"Diablos, y eres tan inteligente… tan genial que no tenía idea de por qué seguías conmigo. Todo el mundo se lo preguntaba, el por qué seguías con un idiota como yo..."
"Mathías…"
"Pero nunca me sentí solo. Porque siempre llegabas de todas formas. Eventualmente, te tendría solo para mí, solo debía ser paciente..."
"… "
"Tú si estabas triste."
Sigurd tragó saliva y su corazón se hundió en su estómago ante la realización de que, quizá, desde el momento en que decidió salir del cuartito que le rentaba la anciana esa mañana, desde que pidió una taza de leche para una criatura tan sola como él, desde la primera mirada, desde la carrera bajo la lluvia, desde las estrellas bajo el balcón, Sigurd jamás dejó de estar triste.
Quizá un poco anestesiado, pero triste.
Triste y asustado de este gran gran mundo. Y triste porque por más que lo intentara, difícilmente se permitía reconocer que podía tener algo para él solo finalmente. Porque era un muchacho inmaduro. Porque todo se sentía tan fuera de balance y todo se deterioraba, y el universo se lo tragaba todo, y que Mathías no tenía por qué aguantar esa tristeza, disfrazada de ira, disfrazada de promesas y de esperanza que decaían y se perdían en el vacío de la rutina que lo ayudaban a soportarse a sí mismo. A olvidarse de sí.
Estar solo se volvió tan cómodo después, su soledad lo estaba consumiendo pero no parecía ser capaz de estar del todo lejos de la gente, a pesar de que había otro mundo en su cabeza.
Pero cuando Mathías entraba y consumía su mundo y todo lo hacía brillar y había risas y luz y alegría y esperanza, y calor, y había un fondo en el pozo, un fondo maravilloso.
Finalmente, falso.
Pero Sigurd creció, y maduró en este tiempo solo, a pesar de que Mathías jamás pareció salir del todo de su cabeza. Siempre estaba ahí.
"Te extrañaba." Musitó Sigurd por fin. Mathías tardó en contestar.
"Te extraño."
Y por un momento, Sigurd se veía tan indefenso...
En una expresión que Mathías jamás se imaginó que viviría para ver, el noruego arqueó las cejas, le miró a los ojos con los labios entreabiertos y sus ojos por fin liberaron las lágrimas, que parecían no tener fin sobre sus mejillas. No emitió ni un sonido.
Pocos segundos más tarde, se percató de que su rostro estaba húmedo y que Sigurd estaba tomando su mano por encima de la mesa.
Maldita sea, fue suficiente el recuerdo de su tacto para no poder parar más. Tuvo que cubrir su rostro con la mano desocupada, como tratando de retener sus lágrimas mientras se aferraba al agarre del noruego, y el caso de aquel no era distinto.
Y ahí estaban, los dos imbéciles, llorando en silencio en medio de un cafecillo vacío en alguna parte olvidada de la ciudad.
Mientras tanto el mundo seguía girando, y la gente a su alrededor seguía dirigiéndose a lugares y pensando cosas importantes.
Viviendo.
Pero cuando las lágrimas cesaron, ellos dos sintieron como si tuvieran que empezar a vivir de nuevo, porque el primer intento no resultó.
Idiotas.
Absolutos idiotas.
–
Cuando a tarde llegó a su declive y entró la noche, ambos caminaron fuera del café.
Era curioso, porque al preguntar que había sido de ellos los últimos años hablaban de fechas lejanas como si se tratara de los eventos de la semana pasada. No había mucho que decir realmente, excepto que los dos habían madurado, de formas distintas.
De vez en cuando intercambiaban risas, una palmada en el hombro, un roce de manos, una mirada, y dejó de ser incómodo.
Podían seguir así por siempre, diablos, se extrañaban tanto…
Y la caminata llegó a su fin al llegar al edificio de Mathías.
Tal vez caminaron tan lentamente porque no sabían como lidiar con la despedida.
Silencio y una mirada prolongada frente al portón, como si fueran adolescentes.
Mathías se rascó la nuca y miró al piso.
"Si no estás ocupado, podríamos vernos la próxima semana, pero solo si no se te..."
"¿En donde mismo a la misma hora?"
"...sí… sí! En donde mismo."
"¿Viernes?"
"Viernes, sí." Mathías carraspeó, Sigurd le miraba inexpresivo y ninguno de los dos se movía.
Entonces el calor de la mano del noruego recorrió su mejilla, y lo siguiente que recuerda fueron sus labios sobre los suyos por unos segundos.
Sigurd se fue sin decir nada y Mathías se quedó parado unos momentos más frente al portón, con la mirada nublada, el espectro en sus labios le hacía cosquillas y el corazón golpeaba dentro de su pecho tan fuerte que se preguntaba si Sigurd podría escucharlo.
Llegó a plantearse el haber muerto el mismo día de la pelea porque mientras subía las escaleras a su piso sentía que caminaba en nubes en un estado de absoluta felicidad.
Genuina y absurda felicidad.
Nota: Welp, ahí está.
Lo que sigue quizá ya se lo imaginen. Pero MidnightEspresso no se va a terminar aquí, pienso convertir esto en un AU completo, llegará el momento de brillar para otras parejas también. Más información pronto en mi perfil ;)
Nos vemos pronto!
