Nota: Llevo tiempo queriendo escribir Dennor, pero nada se me ocurría más que un AU de cafetería, cosa que es demasiado cliché. Pero honestamente, con mi adicción a la cafeína y lo cursi que soy, decidí hacerlo en un contexto con que me es familiar. Espero que lo disfruten, esto va a ser un multichapter y un AU humano, la pareja central será DenNor, con un poco de otros ships.
Advertencia: Ambos protagonistas de esta historia son perfectamente idiotas.
Disfruten! :^)
Julio.
"No olvides la mesa siete, Emil." Mathías le dijo desde la cocina del café, a través de una puerta detrás de la barra del mostrador, el chico asintió y se dirigió al campo de batalla empujando el carrito con varias bandejas y platos con toda clase de bebidas y postres.
Emil tenía quince años, y era su primer empleo. En Mayo se mudó de Islandia al departamento de su primo Sigurd del otro lado del charco, y era un cambio difícil. No conocía a nadie fuera de su único familiar, y tampoco sabía mucho de él, solo tenía un par de recuerdos vagos de su primo pre-puber que venía de noruega y a veces olía a mantequilla. La ciudad era tan inquieta en comparación con su pequeña Islandia, donde a veces había una casa cada 500 metros a la redonda, y ni siquiera las ciudades eran tan pobladas y ruidosas. Las horas del día pasaban muy notoriamente en su nuevo hogar, en especial en esa época: la mañana brillante, la tarde calurosa, tardes-noches nubladas y húmedas, y la gente se movía de un lado a otro (A veces de arriba a abajo o en diagonal, pero eso era asunto de cada quién.) Autos, motocicletas, bicicletas, hombres en traje que corrían con sus maletines a las ocho de la mañana como en maratón, mujeres en tacones de 20 cm gritándole a alguien en el teléfono, niños (muchos, muchos niños) corriendo, o haciendo berrinche mientras eran arrastrados por sus padres fuera de jugueterías y tiendas de autoservicio. Conductores gritándose entre ellos y apretados como sardinas en el tráfico de la avenida principal y vagos que caminaban por ahí ensimismados, preocupándose por sus asuntos y lejos de la neurosis que parecía padecer el resto de la población clasemediera.
Emil apenas se había acostumbrado al sol por las tardes, y la falta de estrellas por la noche, conformándose con las luces coloridas del tráfico desde el ventanal de la sala del departamento. Ahora debía adaptarse al ritmo de trabajo. Maldita sea, no había parado en tres horas, y le dolían las piernas, aún había una fila de gente aparentemente menos ocupada esperando afuera para que se librara una mesa. Además de él, estaba Michelle, una muchacha de su edad, que ya estaba acostumbrada a estas situaciones. Era un pedazo de cielo que no paraba de sonreír y sabía cómo tratar a los clientes. De esas personas con aura eternamente rosa que de una forma u otra te sacan una sonrisa. Por otro lado estaba Toris, un joven cinco años mayor que Emil pero tan nuevo en el negocio como él. Se movía con determinación de un lado a otro. Ni una sola orden se le escapaba.
Luego, sentado tras la barra revisando su celular u hojeando una revista, estaba Feliks, de la edad de Toris, que solo se levantaba a atender cuando era excesivamente urgente, y que se ocupaba de vender los pastelitos o galletas para llevar, los cigarrillos y encendedores, usualmente con la mirada distraída y las piernas cruzadas bajo la falda y el mandil negro. Irónicamente era el empleado más respetado del café y el que mas tiempo llevaba ahí.
Mathías era el jefe en turno, en turno porque el café es de su madre, pero ella estaba de viaje en Dinamarca. Tenía 24 años, y administraba la mejor cafetería de la zona. Vivía con su madre, y no tenía pareja, de vez en cuando salía con sus dos mejores amigos, o visitaba el bar gay de su primo Berwald del otro lado de la ciudad. Aunque no era precisamente bienvenido, no se llevaban tan bien, no mejor que Emil y Sigurd. Fuera de eso, se entregó en cuerpo y alma a su trabajo y su carrera.
Y así funcionaba la cafetería MidnightEspresso, doce horas al día, seis días a la semana, y Emil estaría ahí seis horas. No se iba a echar para atrás ahora, porque la gente ahí no le inquietaba del todo, y sentía cierta afinidad con sus compañeros, al menos con Michelle, y con Mathías, (aunque lo negara). Este último lo recogió del callejón del ocio y el desempleo y lo trató como su propio hermanito en el momento en el que entró al café con el letrero de " Se busca mesera" entre las manos y esos ojos de perrito machucado.
"Emil ¿Atenderías la mesa tres?" Michelle pasó junto a la barra con una bandeja llena en cada mano, y pasó tan rápido que Emil ni siquiera alcanzó a decir "Sí", pero sin perder la gracia y con el vuelo de la falda balanceándose alrededor de sus caderas bajo el mandil bien atado. El novato se dirigió a la mesa junto a la ventana y se detuvo un momento, mirando al individuo que miraba hacia la calle dándole la espalda. Suspiró pesadamente y se acercó.
"¿Qué haces aquí Sigurd? ¿Vienes a vigilarme?" Dijo sacando la libreta y una pluma del bolsillo de su mandil.
"¿De qué hablas? ¿Por qué no me dijiste que trabajabas aquí?" Respondió el noruego, mirando al chico completamente estoico, pero cruzando los brazos. Luego sonrió y lo miró de pies a cabeza. "Mírate, si casi pareces de quince años."
"Tengo quince años... " contestó Emil irritado. " ¿Vas a pedir algo o vienes a molestarme?"
"Tranquilo, en realidad soy un cliente frecuente." Sonrió Sigurd. " Un expresso doble."
"Mmh..." Emil le miró con sospecha, mientras anotaba la orden en la libreta. "¿Algo más? "
"Dile a tu jefa que soy tu hermano mayor, así te vas a ganar su cariño de seguro."
"No eres mi hermano mayor, idiota, y no tengo jefa, es hombre." Emil frunció el ceño, y Sigurd ahora se veía desconcertado, casi exasperado.
El menor se dirigió a la máquina de café detrás del mostrador para preparar la orden de su primo, y la de cuatro mesas más luego de esa. En ese momento, Mathías asomó de nuevo la cabeza por la puerta de la cocina, mirando al Emil, y luego hacia la mesa tres.
"Emil ¿Qué es de la mesa tres?" Preguntó apurado.
"Un expresso doble... ya lo tengo preparado y..." Sus palabras nerviosas fueron interrumpidas por el danés.
"Oh no, no te preocupes por esa, yo me encargo. Ocúpate de los demás." De inmediato entró de nuevo.
Feliks, que había estado observando sentado en el banco tras el mostrador, rió levemente y negó con la cabeza, clavando la mirada en un catálogo de zapatos. Emil le miró con desconcierto.
"¿Qué hay con eso? ¿Por qué le dio por salir de repente?" Le preguntó al mayor.
"Oh bueno... hoy es 4. Cada día 4 es igual. Él se sienta en la mesa 3, pide un expresso doble y se queda exactamente media hora."
En ese momento, Mathías salió de la cocina con un mandil limpio y una bandeja con una taza blanca con una galletita de mantequilla en el plato.
"¿Y siempre le atiende Mathías?" Emil ladeó la cabeza, haciendo una mueca.
"Sip." Feliks seguía cambiando de página en página mientras hablaba." Cuando la señora Køhler está, el es mesero, y desde hace años que...¡Dios Santísimo!" El polaco paró cuando se distrajo con una oferta de dos pares por uno en una de las botas de invierno más hermosas que había visto en su vida.
"Qué.. ¿Qué que?" Preguntó Emil impaciente.
"Emil, ¡Las mesas 10 y 15!" Michelle pasó apurada a dejar algunos platos sucios, y el novato no tuvo otra opción que olvidar el asunto y regresar al trabajo.
"Buenos días guapo..." Saludó Mathías en tono juguetón mientras le servía.
"Son las cuatro de la tarde." Sigurd no le miró al responder y tomó la taza entre sus manos, llevándola a sus labios.
"Eso no te quita lo guapo." Mathías se dio media vuelta con una sonrisa brillante y un guiño. El noruego solo le miró de reojo con el ceño fruncido.
En toda la ciudad no había mejor café que el de MidnightEspresso, pero aún mejor era el café que preparaba Mathías personalmente y con todo su cariño. Y solo lo preparaba para Sigurd Bondevik, cada día 4, a las 4:00 pm, en la mesa 3 junto a la ventana.
Feliks vio a Mathías entrar de nuevo a la cocina desatándose el mandil, con la misma sonrisa estúpida. Soltó un suspiro y recargó el codo en la barra, pensativo.
"Ah, qué imbécil." Negó con la cabeza y regresó a su lectura. Media hora más tarde, Sigurd dejó la cuenta sin pedirla y se fue, para no regresar hasta el mes siguiente.
Esa noche, después de que Emil regresó a casa, acompañó a su primo a hacer algunas compras al supermercado. Estaban paseándose por el pasillo de cereales en silencio, hasta que Emil decidió hablar.
"¿Es cierto que vas al café cada mes?" Preguntó, estirándose para alcanzar una caja de Cherri'os en el último estante.
"Umh... voy seguido." Sigurd no dijo más. Emil solo frunció el ceño. "Mh."
"Entonces... ¿te gusta mi jefe?" Preguntó el islandés de golpe, pero no de manera grosera.
"¿Quieres llevar galletas?" Sigurd hizo como si no hubiera escuchado.
"Te gusta mi jefe." Emil rodó los ojos y echó una caja de Oreos al carrito.
"Mathías no es tu jefe, solo es un suplente. Tu jefa es la señora Køhler. " Sigurd estaba un poco incómodo ahora, quería cambiar de tema. "Ella está de abriendo negocios o quemando monasterios en alguna parte de Europa de seguro."
"Entonces admites que te gusta Mathías..." Ahora Sigurd no dijo nada, solo le lanzó una mirada asesina y Emil se quedó callado, pero con una sonrisa de satisfacción.
Más tarde tomaron un taxi de regreso al departamento. Sigurd estaba callado y pensativo. Con una mirada casi triste que se posaba en la ventana del vehículo. Visualizaba las gotitas que se resbalaban impulsadas por el viento.
A Sigurd no le gustaba, estaba jodidamente enamorado de Mathías. Pero no fue un amor de cafetería a primera vista, no era tan fácil. Tenía historia, que le había dejado cicatrices que dolían profundamente, pero no podía desprenderse.
Por eso cada día 4 a las 4:00 pm, iba al MidnightEspresso y pedía un expresso doble. Era como alguien con T.O.C. no podía dejar de hacerlo, pero no se daba cuenta, y no quería enterarse.
N:Utilicé el nombre Sigurd, porque me gusta mas que Lukas, a pesar de que el segundo se usa más seguido... pero me gusta que los nórdicos tengan nombres pre-cristianos, por lo menos Noruega.
Espero que les haya gustado, y cualquier comentario con ojo crítico o sugerencia es bienvenido ¡Hasta la próxima semana! :^)