ATRACCIÓN IRREMEDIABLE

-"pensamientos".

- diálogo.

"¿Por qué?"- se decía internamente la chica de cabellos azabaches y ojos color chocolate.- "¿Por qué tenía que ser tan endiabladamente sexy ese medio-demonio haciendo cualquier cosa?"

Inuyasha estaba ayudando a unos aldeanos a cargar unas tablas pesadas para reconstruir una cabaña que fue destruida en el ataque de un demonio, estaba algo sudado y las gotas de sudor resbalaban de sus sienes para continuar por su cuello y perderse en el haori y kosode que este tenía siempre puesto. Viendo esto, Kagome estaba que se derretía, hacia ya varios meses que había vuelto después de tres años en que el pozo se selló. Los primeros días no se atrevió a hacer nada con el semi-demonio pero después de que este, muy sonrojado, le confesara sus sentimiento por fin, se casaron y pasaron una muy larga noche de bodas.

Desde esa larga y placentera noche se encargaron de recuperar el tiempo perdido y no desperdiciaban ni una noche, demostrándose cuanto se amaban.

La joven sacerdotisa tuvo que desviar la mirada para no lanzarse en brazos de su marido de ojos como el sol. A la chica siempre le había atraído Inuyasha pero desde su boda casi no se controlaba ni ella ni su marido.

Inuyasha en ese instante fijo su mirada en su bella esposa. Había percibido ese aroma que le volvía loco hacía unos meses, ella estaba excitada; sonrió socarronamente y termino de ayudar a los hombres de la aldea, cuando terminó ya estaba anocheciendo así que se encaminó hacia su cabaña, la cual construyó en aquellos tres fatídicos años en que la luz de su ser no estuvo con él. Una vez dentro percibió e aroma de la cena ya hecha y a hierbas medicinales.

–"Seguro que ha estado curando a los heridos por el demonio"- sonrió el peli plateado –"ella siempre tan pendiente y a atenta a todos".

También percibió ese aroma a flores de cerezo cerca de agua, lo cual le indico que Kagome estaba dándose un baño. Empezó a quitarse su ropa y para cuando llegó a la puerta del baño ya estaba completamente desnudo. Abrió la puerta y se encontró a su mujer de espaldas a él frotándose los brazos para quitarse los restos de tierra de las hierbas medicinales que había arrancado esa tarde. No se había percatado de su presencia aún lo cual aprovecho para observar una vez más su perfecto cuerpo, sus pechos grandes y erectos, su cintura estrecha y sus piernas blancas y suaves, sin embargo su mirada fue más directamente hacia su cuello, el cual estaba adornado por dos pequeñas cicatrices. Su marca. La marca que la hacía suya, su mujer. Él también tenía una marca, más bien diez, marcas de uñas que le dejó Kagome al mismo tiempo que él la mordió. Comprobaron al día siguiente que esas marcas no desaparecieron y que no se quitarían, ellos estuvieron conformes con eso, ya que estaban en igualdad de condiciones. Estaban marcados.

En ese momento Kagome se dio la vuelta y lo vio. Sonrió y se dirigió a él con ese olor picante que a él le encantaba. Se abrazaron y se besaron como si no hubiera mañana.

- Hola Inuyasha.

- Hola Kagome. Esta tarde he percibido un olor encantador en ti.

- ¿A sí?- dijo sonriendo la miko sabiendo a qué momento se refería.

- Sí, no es que me moleste pero, ¿por qué ha sido tan de repente?

- Es porque te veías muy deseable con las gotas de sudor resbalando por tu piel.

- Y por qué no me quitas el sudor ahora para satisfacer ese olor y el de ahora.- dijo sonriendo mientras la apretaba más hacia sí y que notara el bulto más que evidente que tenía.

- Hecho.

Dicho esto lo arrastro al interior de la tina e hicieron lo que todas las noches habían hecho cada vez que tenían ocasión.

Esa sería una larga noche.