En cinco horas más.

Gohan tomó otro sorbo de cerveza, observando el bolso café que se encontraba al frente, sobre el sofá. Luego de tragar el líquido helado, pasó una mano por su frente, sopesando ideas. Estaba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en una de las murallas del living, extraño hábito arraigado desde su niñez, cuando entrenó con Piccoro en la cordillera del Distrito Este. En ese lugar, todos los roqueríos se conformaron como su hogar por mucho tiempo, y lo que antes tuvo como noción de cama o silla perdió sentido, siendo reemplazado por la naturaleza. Hoy, luego de salir de la ducha, no tuvo más deseo que éso, sacar una cerveza del refrigerador y tomarla ahí, sentado en el suelo con las piernas dobladas, observando su alrededor.

Por sobre la mesa de centro, observó sus lentes de marco grueso que se encontraban con el espejo izquierdo trizado y el derecho, rayado. Sin aún poder recordar qué había pasado esa noche de copas junto a Shapner, tomó otro sorbo de cerveza, ahora pasando su mano libre por los cabellos: en cinco horas más debía presentarse en la Habitación del Tiempo, para comenzar su entrenamiento. Seguramente, su padre y hermano menor ya debían estar allá, preguntándose por su ausencia, pero sin dudar de su próximo arribo.

Exhalando aire de sus pulmones, pensó como todo en su cabeza continuaba mezclado, como las aguas del mar después de la tormenta. Gohan miró por segunda vez su bolso y sintió en su pecho el entusiasmo floreciente por la posibilidad de retirarse un año completo junto a su progenitor y hermano, en una especie de encuentro, donde podrían entregarse por completo al entrenamiento. Sin embargo, algo dentro de sí mismo le indicaba que ciertas reglas del juego habían cambiado, especialmente enlazadas en sus anhelos. Por supuesto, él no tenía idea de qué, pero el sentimiento era muy similar a cuando regresó de Namekusei, convencido que quería continuar los pasos de su padre como guerrero. Hoy, la sensación se asemejaba a una pieza que no lograba calzar en un puzzle, por más que se presionara con fuerza. En cierto sentido, los entrenamientos y las batallas se configuraron durante años cómo algo que debía ser. Y para él, el escape mental más certero que poseía, una situación que simplemente se daba, y por supuesto, algo en lo que era bastante bueno. Y cómo no olvidar: un momento perfecto para compartir con el resto del grupo familiar y amigos.

Ahora, otras cosas se habían añadido al mapa de emociones. Si bien, siempre él se consideró como un buen estudiante, jamás pensó que sería un chico destacado dentro de su área. Claro, estaban las palabras de Bulma, sus indirectas para que continuara una vida académica, de investigación. E incluso, el ofrecimiento del profesor Ozakawa. Gohan tomó otro trago de cerveza, guardando una emoción incipiente al saber que, si continuaba en aquella recta, podría perfilar su camino como un especialista en Biotecnología (y Biomecánica, su placer culpable), siendo un referente Distrital. Sólo era cosa de decisiones... y tiempo.

Bip, bip.

Dejando la cerveza a un lado, Gohan tomó el celular, que estaba a su lado, colocando su contraseña. Ahí, pareció un mensaje que hizo su estómago alborotar:

"Voy viajando a Santán City, ¿estás en tu departamento?"

Y claro, estaba Videl Satán. El chico, en piloto automático, tomó la botella de cerveza, bebiendo otro trago, sin siquiera registrar el sabor en su mente. De súbito, toda su atención se derivó a aquel mensaje, haciendo su corazón palpitar. Escribió: "Sí. Estoy aquí", miró hacia el frente y no resistió digitar: "Te espero". Luego, enviar.

Mientras miraba la pantalla, estiró su pierna derecha, notando aún como su estómago se movía inquieto. No pasó mucho hasta que recibió un mensaje de respuesta, sin letras: sólo un emoticón de smiley, dando un beso.

Gohan llevó una de sus manos al rostro, con el rubor rojo sobre sus mejillas. Su mente repitió: Y claro, estaba Videl Satán.

Hoy no sólo era poseedor de una carrera prometedora, amigos, sino también tenía a aquella chica ojiazul que, con el pasar del tiempo, aún era dueña de aquella magia que lograba doblar su voluntad o... simplemente dejarlo fascinado. Gohan tomó el último sorbo de la botella y se incorporó a buscar otra cerveza al refrigerador, para luego volver a su posición, suspirando largo. Como la primera gota en un día de lluvia, el mensaje de su novia había dado inicio a una nueva llovizna de recuerdos que comenzaba a cubrirlo lentamente, tal como si estuviese de pie en el desierto, recibiendo la lluvia de memorias en su rostro, muerto de sed. En aquella llovizna, metafóricamente hablando, estaban los dos, en la habitación del hotel.

Gohan bebió un largo sorbo de cerveza, dejando su mano caer en su estómago, mirando hacia el frente, visualizando la imagen. Especialmente, la mañana después, cuando despertó solo y miró hacia los lados, desorientado. No sólo estaba en un lugar desconocido (el día anterior, debido a la penumbra, sólo notó algo de espacio y puertas, pero nada más), sino también sumido dentro de un mar de sensaciones, aromas y temperaturas. Sobre las sábanas, cuando comenzó a armar su memoria a modo de imágenes en su cabeza, recordó que había ido al Distrito Norte a conversar con su novia, después de ocho semanas separados. Y, afortunadamente, las cosas había salido bien. Y más que bien: con un alto grado de sorpresa.

De vuelta en el presente, ahora con su palma bajo la camisa, acariciando la piel de su estómago, Gohan sonrió, aún anonadado. Lo que había ocurrido en aquel hotel no tenía un nombre certero, pero sí una corriente de sentimientos que se habían pegado tal tatuaje a la piel. Primero, estaba aquella sensación de poder, de voluntad. Tomó otro sorbo de cerveza, embobado. Jamás en su vida se había dado cuenta de su influencia... física hacia su novia. Una cosa era que él estuviera excitado hasta las orejas (lo que más de alguna vez le había pasado en su propia privacidad), pero otra era ver lo que sus caricias, sus manos hacían en el cuerpo de aquella mujer.

Sonriendo, recordó su camino entorpecido a la habitación y cómo se habían sumergido en ellos mismos. Los... sonidos que emergieron de los labios de Videl, lo más cercano que Gohan había escuchado a un encanto, un conjuro hacia sus emociones, su instinto de hombre, hacia su propia hambre de más. Ahora, mientras miraba hacia afuera, descubrió cómo, de su pecho, afloraba un deseo intermitente de tratar el tema, rayando en lo ardoroso. Un interés que no venía de su mente, tampoco de su cuerpo... sino desde algo más primigenio. Bebiendo otro sorbo de cerveza, Gohan concluyó que la forma perfecta de darle forma a aquel anhelo, sólo consistía en la acción.

Hoy, a diferencia de toda su vida, no quería dar palabras a todo lo había ocurrido la noche anterior, incluyendo la semi tortura sensitiva que Videl le había entregado en la penumbra de la madrugada. Semi, porque si era franco, aquello lo había vuelto loco. Hoy, él quería descubrir más. De sí mismo. Acercarse a un lado de su personalidad, de la cual sólo conocía un atisbo, gracias a la última madrugada. Un lado de él que, tenía certeza, sólo se revelaría al momento de estar junto a la mujer, en movimiento, tocándose, probándose, entregando placer. Este último pensamiento, lo ruborizó, sintiendo aquella palpitación en la piel, la boca seca: el mismo deseo que apareció en el pasillo del Hotel.

Entonces, sin darse cuenta del tiempo que había pasado, sintió como alguien abría la puerta del departamento.


Cuando Videl arribó en la azotea, tuvo que sentarse un momento sobre sus propias piernas, para recuperar la respiración, dejando su bolso de equipaje en el suelo. Hacía un buen tiempo que no volaba largas distancias y el esfuerzo físico ya le cobraba recibo, probablemente en razón a la poca práctica. Colocó su palma sobre la mejilla para comprobar lo congelada que estaba (a penas podía sentir su nariz) y tocó sus ropas humedecidas: los contras de volar en invierno. Después de un momento, se dirigió a la puerta de emergencia para ingresar al edificio, bajando las escaleras hacia el 653.

Al llegar al doceavo piso, se preguntó si Gohan ya habría preparado todo para su ingreso a la Habitación del Tiempo. Hoy, al despertar y escuchar a su padre en la habitación continua, Videl prefirió acompañarlo en una última comitiva, a la vez que esperaba que el saiya pudiese tomar un descanso a solas (esas ojeras realmente estaban espantosas). Así, tomó una ducha y partió, no sin antes dejarle un mensaje en su celular, pidiéndole que se reunieran en la tarde, de vuelta en Satán City. Una vez fuera de la puerta indicada, sacó la copia de su llave, abriendo el cerrojo. De seguro, Gohan estaría ajustando los últimos detalles (por ejemplo, su gi morado, su favorito de entrenamiento, sus muñequeras, entre otras cosas). Sin embargo, cuando entró, el departamento estaba en silencio, alumbrado sólo con luz natural. Al dejar el bolso a un lado, caminó hacia el living, dispuesta a llamarlo por su nombre, cuando le encontró. El saiya estaba sentado en el suelo, cerca del ventanal que daba al exterior, con las rodillas en alto y una botella de cerveza a su lado. Él levantó su mano, dándole la bienvenida, con una sonrisa.

Videl no pudo evitarlo y esbozó una sonrisa también, acercándose a su lado, tomando asiento. Le besó la mejilla y cruzó su brazo derecho por su estómago varonil, alcanzando la cerveza que se encontraba en el suelo, llevándola a su boca. Después de dos tragos, Gohan se levantó, mientras ella se quedó ahí, expectante. Sólo ahí pudo ver que su novio estaba descalzo, con unos jeans y una camisa blanca. Al moverse, dejó un aroma en el aire, parecido a un perfume que ella no pudo identificar. Segundos después, el chico volvió con otra botella de cerveza helada en la mano, recobrando su puesto anterior.

Una vez que el chico apoyó su espalda en la pared, Videl dejó caer su cabeza en su hombro, tomando otro sorbo de su cerveza. El la imitó, estirando una pierna, y sacando la tapa de la botella con los propios dedos. —Tienes el cabello húmedo... ¿viniste volando? —giró a verle. La chica sólo le devolvió la mirada, asintiendo. Gohan sonrió y levantó el brazo, permitiendo que su novia descansara cerca de su pecho.

—¿Ya preparaste todo? —Videl preguntó.

Esta vez, Gohan no respondió. Sin embargo, sintió como el saiya depositaba un beso en su frente, largo y tibio, que pareció devolverle la temperatura corporal. Fue ahí que ella dejó su abrazo, para verle mejor, tomando asiento frente a él, abrazando sus propias rodillas. No pasó mucho tiempo hasta que su novio desprendió su espalda de la pared, deslizando su mano derecha por la mejilla de la mujer. Pese a la caricia, él lucía algo ido, pensativo. El momento duró bastante y Videl decidió cerrar sus ojos, para disfrutar el gesto.

—Te extrañaré mucho, Videl.

La mujer abrió los ojos, sin saber muy bien qué responder. En teoría, para la realidad terrenal, él sólo estaría dentro de la Habitación por veinticuatro horas, algo que para ella sería mucho más fácil de vivir. Por otro lado, él estaría "fuera", por un año completo. En ese mismo momento, recordó todas las cosas que tenía pensadas hablar con él, cosas que habían pasado estas últimas ocho semanas. El nuevo proyecto Arquitectónico, tal vez, sus deseos de vivir en su propio departamento o, simplemente, como había vuelto a arrojar piedras junto a Ireza.

Videl iba a murmurar algo, cuando Gohan le adelantó, acortando la distancia y dándole un beso en los labios. Ella aún sujetaba la base de la botella de cerveza con su mano izquierda, ahora fría. Por otro lado, sintió como su novio entrelazaba sus manos en su cabello y nuca, masajeando. Entretanto, su piel se erizó al percibir como su lengua ingresaba a su boca, tomando como prisionero a su labio superior. Su mano libre, la dejó por sobre su cuello varonil, buscando estabilidad. Después de unos segundos, Videl tomó distancia para tomar aire, dejando su frente unida a la de Gohan, quien respiraba profundo, como un animal durmiente.

—No... —tragó saliva, enrojecido, hablando con una voz profunda, como si develara un secreto— no he podido dejar de pensar en lo que pasó anoche.

Yo tampoco, pensó Videl, sin poder sacar palabra. De hecho, ese mismo recuerdo la hizo viajar más de mil kilómetros por el aire, congelándose de frío. —¿Te gustó? —le susurró, casi inaudible, acariciando el cabello tras su oreja.

El saiya movió su cabeza hacia arriba y abajo, dos veces. Videl sonrió, recordando el erotismo de la escena y los gestos del chico, que denotaban una confianza absoluta a su persona, haciéndola sentir irresistible y envuelta de un poder absoluto. Ambos, habían llegado más lejos que nunca. Por supuesto, lo ocurrido en la noche anterior fue reflejo de un acto que ella desde hace mucho tiempo deseaba realizar, todos tenemos nuestras fantasías. Ahora, arrebatada por la misma confianza de sentirse atractiva, la mujer observó sus labios por un minuto y, acto seguido, se separó nuevamente, sin decir palabra, poniéndose de pie, caminando hacia el dormitorio.

Gohan se quedó mirándola, mientras contemplaba cómo, antes de dejar el living, ella se sacó el suéter, tirándolo por sobre el sofá, dándole una última mirada para, después, desaparecer de su vista. Fascinado, con la piel estremecida, se levantó y la siguió, sintiendo cómo su cuerpo entraba en un estado de concentración. Su cabeza estaba en completo silencio, con una sensación parecida a la expectación, antes de abrir un regalo o recibir una sorpresa. También, este mismo silencio le susurraba a su instinto qué debía hacer... y más aún, tenía la intención de tomarse todo el tiempo del mundo, hasta lograr que la balanza se inclinara a su favor.

Videl estaba descalza, frente a la cómoda de su habitación, que tenía un espejo amplio, sacando unos pequeños aros de sus orejas, atenta a su reflejo. Cuando se dispuso a sacar el segundo par, la mujer percibió la presencia de Gohan, quien se acercó hasta rozar su espalda con su pecho, sintiendo su respiración pausada en la nuca. No pasó mucho hasta que el saiya depositó sus manos en su cintura, acoplando su propia cadera a la de Videl. Por supuesto, la chica no terminó de sacar el aro restante y se limitó a cerrar los ojos ante un beso por sobre su cuello, que luego se trasladó a espacio de su hombro, desnudo. Uno de mis sueños comenzaba así, Gohan le susurró al oído, a la vez que él llevó sus labios al espacio tras su oído. En breve, probó el lóbulo de su oreja izquierda, dando una pequeña mordida.

Sin abrir los ojos, Videl pensó en preguntarle a qué se refería, pero el deseo fue a residir al mar de las intenciones perdidas, especialmente cuando él continuó su tarea, ahora sacando su camiseta por la cabeza, besando su nuca, y luego, desabrochando su sujetador. Temblabas, volvió a murmurarle. Ella dejó caer su cuello hacia atrás ante el roce de su mano masculina, sobre uno de sus senos. Su mano izquierda seguía en su cadera, guardando la firmeza de su posición, mientras continuaba susurrando. Eras tan frágil, Videl, tan real. Sorprendido ante su propio actuar, Gohan contempló el reflejo del espejo frente a ellos, especialmente como la chica mordía sus labios, al momento que él tomó su pezón, con su índice y pulgar.

El mismo reflejo actuó como un perfecto detonador, tal como una grieta comienza a quebrajar un dique de agua. Gohan continuó, esta vez, sacando su mano de la cadera, trasladándola al estómago de la mujer, sin perder el tacto. Tomando una mejor posición, el chico soltó el botón de los pantalones de su novia, que cedió sin problemas. Entonces, deslizó su mano dentro de la prenda, donde su novia se hallaba tibia, húmeda. Dentro de tus ojos podía verlo, ¿sabes? La mujer tembló ante el prime roce por sobre su prenda de algodón, murmurando su nombre. Acto seguido, Gohan besó el espacio tras de su oreja, permaneciendo quieto, sintiendo su propia entrepierna latir, doler. Ante cada caricia, suave, muy suave, la mujer se estremecía, sin poder hablar. Tú también lo deseabas, volvió a susurrarle. Desde su garganta, Videl dejó caer un gemido, un ahogo, especialmente cuando el chico no resistió la tentación de ir más allá, dentro de su ropa interior, con sus dedos. Ahí, presionó en forma circular, su centro, una, dos veces. Lo deseabas tanto como yo, Videl. Al tercer intento, la mujer tembló por última vez, perdiendo fuerza en las piernas, cayendo hacia atrás, jadeando. Gohan la retuvo, besando su cuello, su nuca, suavemente, calmándola, tratando de acompasar la respiración de ambos.

Cuando su novia pudo volver a ponerse de pie, giró a verle, repleta de sudor, con los cabellos pegados en la frente. Por segunda vez en la tarde, dejó su frente pegada a la del saiya, jadeando, con los ojos cerrados. Gohan le propuso recostarse por sobre la cama, a lo cual la chica accedió. Sin embargo, él permaneció de pie, en el mismo lugar, desabotonando su camisa, para luego sacarse los pantalones y la ropa interior. Acto seguido, abrió el mueble de la cómoda y tomó un preservativo, que dejó en el puño, mientras regresaba al lado de su novia. Ella estaba recostada de lado, vestida sólo con unas pantaletas, aún recuperando el aliento, disfrutando de la sensación eléctrica que no se marchaba. Gohan no dudó en acompañarla, abrazándola por la espalda, besando su hombro. Podría quedarme así, por años, pensó.

Tienes que hablarme de esos sueños, Videl le susurró, sin mirarle. El chico sonrió, ahora, besando su cuello. Dime qué quieres saber, le respondió. ¿Cuando los tuviste?, la chica preguntó en voz baja. Estas últimas semanas, respondió. Ahora, la mujer giró para enfrentarle, dejando una de sus manos sobre su hombro, luego, le besó. Videl continuó con besos por su esternón, hasta que se detuvo. El saiya llevó una de sus manos hasta su mejilla, esperando sus palabras. Ella, no pudo resistir la tentación y volvió a preguntar. ¿Qué hacías después de ellos? Gohan curvó sus labios, incorporándose, ahora situándose sobre su novia, quien bajo su cuerpo parecía pequeña, expectante a sus actos.

Con ambos codos a los lados de la cabeza de Videl, el saiya la besó con los ojos cerrados, disfrutando el tacto de sus labios, delicado, sin apuro. Me tocaba, por supuesto, pensando en ti. En breve, el chico se incorporó, colocando ambas manos en la cintura de la chica, y luego deslizó sus palmas por sus piernas, sacando su ropa interior. Luego de dejarla a un lado, terminó con una de sus manos sobre su rodilla, contemplando su desnudez, abierta ante él, esperándolo. Sin embargo, él ya no deseaba hablar más. En silencio, Gohan rompió el paquete del condón con sus dientes, el cual deslizó por sobre si, con una leve mueca de dolor, ante la presión acumulada. En su mente, el dique ya estaba por ceder.

¿Estabas así de...? Videl habló, mirándole de lejos, con los codos apoyados en la cama. Para ella, el juego de preguntas y respuestas solo había logrado darle nuevas ansias de él, de su atención, de sus caricias y de aquella voz profunda, que siempre le había resultado sexy. Además, su imagen sin ropas, su torso, su piel sudorosa, sólo la dejaba inquieta, como quien busca acabar ya con la espera. Gohan no demoró en situarse sobre la chica, acariciando su mejilla con sus nudillos, depositando un pequeño beso en sus labios. Siempre, le susurró, al oído. Entonces, con la ayuda de su mano derecha, se guió para entrar en ella. Videl le rodeó con los brazos, mirándole, abrumada por la sensación. Despacio, por favor.

Gohan no pensó jamás lo difícil que sería mantener la cordura y el ritmo consciente. A penas se sintió dentro de la mujer, un escalofrío le corrió por la espina dorsal, a punto de perder el control, ahí mismo, rígido, entre sus piernas. Al segundo impulso, tuvo que cerrar los ojos y aguantar la respiración, sintiendo su cadera temblar ante la sensación de roce, de calor y humedad. Videl, voy a... , murmuró. Ella rodeó su pecho con los brazos, abrazando su cadera con las piernas, susurrando: Un poco más. La voz de la mujer produjo que Gohan mordiera su labio inferior, sintiendo como su consciencia le abandonaba, aumentando el ritmo.

Sin pensar, el chico tomó uno de sus muslos con fuerza y apoyó mejor su rodilla izquierda, que le permitió aumentar la profundidad. Esta vez no fue capaz de ver el rostro de Videl, quien ya comenzaba a temblar, cruzando los dedos de sus pies. Gohan abrió la boca, desesperado, cerca de su cuello, llamándola, tal como lo hacía en sus sueños. Al igual que ellos, se dejó llevar y mordió su cuello, saboreando su piel, convencido que ella era suya y de nadie más. Al sentirla contraerse bajo sus impulsos, su voluntad se destrozó y llevó su ritmo al límite, agresivo, queriendo tener todo de ella: su rendición absoluta, su dolor, su amor, su placer, su ruego, sus gritos. Entonces, tocando la cúspide de su propio goce, su espalda se arqueó ante la liberación. Acto seguido, se dejó caer al lado de la mujer, jadeando.


Epílogo

Desde ese lugar, desde el borde del templo sagrado, donde no había más que un cielo con estrellas, todo parecía relativo. A simple vista, el lugar era como una isla en medio del mar: no había horizontes a lo lejos y todo se fundía en un azul oscuro, profundo. Estar nuevamente en aquel lugar le daba la noción de que el tiempo resultaba algo etéreo, sin una gran existencia. Ahí, todo permanecía igual: la edificación, las baldosas, palmeras, el clima y la gran bóveda estrellada. Videl alzó su vista al cielo, guardando una exclamación de sorpresa ante la visión. Todo era tan nítido que daba la sensación de poder alzar su mano y tocar de inmediato una constelación completa de cuerpos celestes.

Ante aquella inmensidad, fue inevitable no pensar en su propia pequeñez. Por reflejo, dio media vuelta y observó el centro de la plataforma celeste, oscurecido, donde Dende daba las últimas instrucciones a los saiya para entrar a la Habitación del Tiempo. Las escena parecía sacada de siglos del medioevo, donde no había más iluminación que una lámpara de aceite del Namek, quien abría sus manos para conversar información necesaria. Videl sonrió, dejando su vista en Gohan, quien se encontraba concentrado, asintiendo con los brazos cruzados.

"Te extrañaré, Videl"

La mujer recordó cómo, luego de vestirse, Gohan se había sentado al lado de ella, por sobre la cama para, repetirle la misma oración que había compartido en su arribo al departamento. Ella le miró compasiva, sabiendo que su novio no repetía las cosas dos veces si no fuera por una estricta razón. "Lo sé" Le había besado la mejilla, tomando su mano con fuerza. "Todo saldrá bien".

Por supuesto, omitió la lista de cosas que vino a su mente: quédate. No vayas. Quédate, aquí, conmigo. Incluyendo un miedo incipiente a que el semisayajín regresara y olvidara todo lo que tenían juntos. Pero bien sabía Videl, por experiencia, que no era su tarea decidir por los demás. Mirando nuevamente hacia el cielo, recordó que, a través de su padre había aprendido que es mejor otorgar libertad, que restringirla (con sangre, sudor y lágrimas). Que hay cosas que uno no puede controlar. Y en esos casos: sólo hay que dejarlas que sean lo que deban ser.

—El cielo es impresionante, ¿verdad?

La voz de Gohan la sacó de sus cavilaciones, para verle llegar a su lado. El chico lucía su antiguo gi de batalla rojo, acompañado de la camiseta y botines azules. Tal como lo había reencontrado aquella vez, luego que Gokú venciera a Majin Boo. Así, su presencia, trajo reminiscencias a su pensamiento anterior, enlazadas a que el tiempo no es una constante y sus hechos suelen ser circulares. En solo una media hora más, Gohan se internaría en un entrenamiento junto a su padre y hermano. Periodo de tiempo que, para ella, terminaría en veinticuatro horas; mientras que para él...

—Nunca habíamos venido aquí de noche... es realmente hermoso.

El rostro de Gohan, producto de la noche estrellada, lucía cubierto de matices azulados, oscuros. Al verlo así, alto, con su traje de batalla, tuvo unas ganas intensas de preguntarle si él cambiaría... si las cosas entre ellos tomarían otra dirección una vez que terminara el entrenamiento. Estos pensamientos se reflejaron en su cuerpo, donde Videl cruzó sus brazos y suspiró largo.

—Todo ésto ha sido muy rápido —Videl habló, mirándole, aún sopesando los últimos eventos. El chico asistió. Ya habría más tiempo de aprender juntos, de disfrutarse más, pensó. Ahora, de vuelta a la realidad, le tomó su mano, caminando hacia el centro de la Plataforma celeste.

—¿Sabes? El profesor Okazawa me ha ofrecido una plaza en docencia —Gohan mencionó, acariciando su mano con el pulgar— Participó de una de mis clases y me lo pidió personalmente.

Videl sonrió. —¿En serio?, ¿participó de tu clase? No es la primera vez que alguien te lo ofrece.

El chico asintió. —Asi es. Me dijo que le diera una respuesta a fin de semestre.

Sin poder dejar de sonreír y mirarle, Videl se detuvo. A su lado, Gokú estaba hablando a Chichi, con Goten sentado sobre sus hombros, a simple vista, feliz. Antes de volver a mirar a su novio, este la adelantó, tomando su rostro entre sus manos para besarla. Luego de superar la sorpresa, dejó caer sus manos por la espalda del chico, tomando con fuerza sus ropas, profundizando la sensación de encuentro, que traía atada desde que le volvió a ver en el Distrito Norte. Después de uno segundos, Gohan apoyó su cabeza en la frente de la chica, acariciando su mejilla.

—Yo... —tragó saliva— te amo, Videl. Mucho.

La mujer le rodeó con los brazos, asintiendo con la cabeza para volver a besar sus labios con fuerza. Tal vez, esa declaración era todo lo que esperaba escuchar después de todas estas semanas. Recordó la visita de Chichi, cuando le mencionó lo difícil del arte de amar. Aunque ahora, al sopesar su última frase, todo se hacía más resistente, más verdadero. Desde el momento en que ella le conoció, desde que Majin Buu llegó a cambiar sus vidas, jamás dudó de ese cariño. Todos los recuerdos confluían en eso: cuando le enseñó a volar o cuando ocurrió su enfrentamiento con Spopovich. Es más, aún recordaba los hechos ocurridos en aquella enfermería del Budokai, cuando él le dio a probar una pequeña habichuela de color verde: Tratándose de ti, seguramente va a ocurrir algo mágico.

Separándose de su abrazo, le miró, con los ojos brillantes. —Cuando salgas, estaré aquí, esperándote —el chico asintió, dándole un último beso rápido, en los labios.

Ella aún creía en esa magia.

Segundos después, Gohan caminó hacia la habitación del tiempo.


Comentario final: Mi teoría personal es la siguiente: Gohan es un personaje complejo. Y como todo personaje con dichas características, necesita más tiempo del común para concluir ideas, para actuar. Por lo tanto, aquel Gohan que vemos al final de Majin Buu, cercano al mundo académico, muy padre de familia, junto a la pequeña Pan y Videl, no es fruto de magia. Para mí, tuvieron que pasar cosas (como las que humildemente he relatado) para que él se decidiera a ser de cierta forma, sin dejar su esencia. Y creo que, una experiencia en la Habitación del Tiempo, podría ser un gatillante de muchas conclusiones en su cabeza... juju, ¿quien sabe?, ¿cómo regresaría?

Muchísimas gracias por acompañarme en esta aventura narrativa! Este fanfiction fue creado, en su estructura principal, en unos tres días (como les conté, estaba enferma en cama) y el resto sólo fue pulir detalles pequeños y agregar: poca seriedad y mucha, mucha diversión! Y jamás pudiera haber seguido avanzando, si no es por sus generosos comentarios: buenos, malos, cortos, largos. Eso sí: todos los aplausos van para Toriyama y sus maravillosos personajes. Si este fic les sacó una sonrisa: ¡hurra!; si no les gustó: ¡mil gracias por leer! Ya veremos que depara el futuro a mi musa personal :P ¡Un abrazo a todos!

15 de agosto, 2015

Música de fondo: Vaults - One Last Night