Capítulo 33

Regina Responde


Emma se fue poco después de la hora de almorzar. Llegó al hotel y realizó su trabajo de inspección, y después se sentó sola a cenar. Le hubiera gustado que Regina estuviera con ella, compartir la comida y después la bonita habitación que le habían asignado. Quizás podrían hacerlo la próxima vez… Quizás.

Regresó al día siguiente, como era su costumbre, pero en vez de irse directamente a la editorial se marchó a su casa, se dio una ducha y se cambió de ropa. Rebuscó en el armario hasta encontrar la falda que Regina había mencionado el día anterior y se la puso junto con un top escotado. Se cepilló el cabello hasta hacerlo brillar y se maquilló un poco. Se miró al espejo, satisfecha de su aspecto y se dirigió al trabajo, después de comer rápidamente una ensalada.

Cuando llegó, Regina había salido a almorzar con Kathryn y Ashley. Rubí la miró y sonrió.

—Vaya… qué guapa. ¿Consejo de almohada?

—Algo así.

—¿Le digo que quieres verla cuando llegue?

—No, no hace falta.

Entró en la oficina y abrió el ordenador. Después de leer detenidamente el contenido de uno de los documentos, suspiró y le dio a «enviar ». Ya estaba hecho. No había marcha atrás.

Regina regresó; Rubí y Rose salieron a su vez. Nadie le dijo que Emma había regresado. Se sentó ante su escritorio y comenzó a trabajar. Dio forma al artículo del hotel y después de un rato decidió cambiar un poco y dedicar un par de horas a «Regina Responde». Se sorprendió al ver una carta que había llegado aquella misma tarde, y su respiración se detuvo por un momento al ver el remitente: «White E.» Había llegado hacía apenas hora y media por el correo interno. Abrió el archivo con un nerviosismo impropio de ella.

«Querida Regina.

No sé si te acuerdas de mí,te escribí hace meses para comentarte algunas dudas sobre mi sexualidad. Debo decirte que en este momento, y gracias a ti,eso lo tengo perfectamente claro. Me gustan las mujeres y especialmente aquella compañera de trabajo a que aludí en mi carta.

Te hice caso, cambié de aspecto y conseguí atraer su atención y mantener una aventura. Pero me temo que la cosa se me ha ido de las manos y me he enamorado como una imbécil,hasta el punto de que me gustaría compartir con ella algo másen realidad mucho más—que sexo. Sé que debería decírselo, pero no soy muy buena con la palabra hablada,me temo que mi carácter sigue siendo brusco y eso no pienso cambiarlo ni por ella ni por nadie;tendrá que aceptarme como soy en ese aspecto.

El caso es que he pensado en escribirle una carta,porque escribir es mi profesión y ahí sí me siento cómoda. La verdad,no me veo poniéndome delante de ella para decirle que la quiero,probablemente me saldría una bordería y acabaría estropeándolo todo.

¿Qué piensas? ¿Bastaría con la carta, o debo hacerlo en persona?

Me gustaría que respondieras a esta en privado,porfavor. Atentamente,

White E.

P.D. ¡Y SI SE TE OCURRE PUBLICARLA TE CORTO LOS SENOS!»

Regina se dio cuenta de que no había respirado durante toda la lectura. Tragó aire, cerró los ojos y procedió a leerla de nuevo con calma, para asegurarse de que realmente decía lo que había creído entender.

Después cerró el archivo y apagó el ordenador. Se levantó y, a grandes zancadas, cruzó la habitación y salió hacia la oficina de Emma. Desde la habitación contigua, Ashley la llamó.

—Regina.

—Ahora no —dijo sin apenas mirarla, corriendo literalmente hacia la otra oficina. La chica miró a Rubí y sacudió la cabeza.

—¡Joder, cómo va! ¿Qué habrá hecho la jefa ahora?

—¡Quién sabe!

—Será mejor que no aparezcamos por allí en un buen rato.

—Sí, opino lo mismo.

Regina ni se molestó en llamar. Abrió la puerta bruscamente y entró. Emma alzó los ojos del documento que leía y sus miradas se encontraron.

—¿Querías algo, Mills?

—En efecto, Querida—dijo sin aliento y colocando una silla contra la puerta de modo que no se pudiera abrir desde fuera—. Vengo a darte una respuesta… en privado, como has pedido.

Se acercó hasta ella y levantándola en vilo, la llevó contra el archivador y empezó a besarla. Emma enredó los dedos en su cabello y respondió con la pasión contenida durante los últimos meses. Se restregó contra ella mientras la besaba, apretándola contra la madera, sus manos descendieron por las caderas y alzaron el borde de la falda, esa que había deseado levantar desde la primera vez que se la vio puesta. No llevaba ropa interior y Regina apartó por un momento su boca de la de ella.

—No llevas bragas… ¿Me estabas esperando?

—Más o menos.

—Joder … —dijo besándola de nuevo, más excitada todavía, si eso era posible.

—Vamos, Regina, no te demores… No puedo más, llevo cachonda desde que mandé ese email hace ya mucho rato.

Regina la penetro en un solo movimiento sin esperar más.

Fue un polvo brutal, pura pasión y adrenalina a borbotones. Emma empezó a correrse casi al instante y a Regina le costó mucho contenerse lo poco que pudo hacerlo. Terminó rápido.

Sin aliento, le tomó la cara entre las manos y la miró a los ojos.

—Te prometo que esta noche me lo tomaré con más calma.

—Ha estado perfecto tal como ha sido. Y, ¿nos vamos a ver esta noche?

—Ni un ciclón podría impedírmelo.

Se separaron y recompusieron sus ropas.

—¿Se me nota? —preguntó Emma peinándose con los dedos. Regina la miró de arriba abajo y lanzó una carcajada.

—Sí.

—A ti también.

—Pues me importa un carajo, porque pienso salir ahí y proclamarlo a los cuatro vientos. Y habrá que poner una cerradura en esa puerta.

—Ni hablar. Esto ha sido algo ocasional. A partir de ahora nos veremos en tu casa o en la mía. Y hablando de tu casa… Kathryn…

—Se marchará pronto. Ya está demorando demasiado su estancia aquí.

—¿Qué quieres decir?

Regina respiró hondo. Sabía que ese momento llegaría y trató de decidir en un segundo cuál de las formas de decírselo que tenía pensadas funcionaría mejor. Se sentó y la invitó a hacer lo mismo.

—Siéntate, Emma. Hay algo que tengo que decirte sobre Kathryn… Y espero que no te enfades demasiado.

Los ojos de ella se oscurecieron al instante.

—¿Te acostaste con ella?

—Difícilmente, puesto que no me he acostado con ella desde hace años.

—¿Entonces?

—Kathryn no ha roto con Fred.

—¿No? ¿Y entonces qué hace aquí?

—Accedió a ayudarme a darte celos.

La mirada iracunda de Emma la obligó a alzar las manos.

—Sé que tienes todo el derecho a estar enojada, pero déjame explicártelo.

—Tienes cinco minutos —dijo mordiendo las palabras.

—Estaba desesperada, enamorada de ti y tú sin querer admitir que sentías lo mismo que yo. No sabía qué hacer, aunque suene pedante, nunca me había visto en la situación de tener que perseguir a una mujer. Zelena me dijo que si pensabas que podías perderme quizás te dieras cuenta de tus sentimientos.

—¡De modo que ha sido toda una conspiración familiar!

—No, deja a mi familia fuera. La culpa es mía y solo mía. Y sé que me merezco una buena bofetada… o dos, o las que creas oportunas… o el castigo que quieras darme. Lo único que no te voy a permitir es que te retractes de lo que has escrito. Tampoco voy a decirte que lo siento, porque no lo siento en absoluto, señorita Swan. Te quiero, y en el amor y en la guerra todo vale.

—De acuerdo. Creo que el asunto se podrá zanjar con un par de buenas bofetadas—dijo acercándose hasta ella y cruzándole la cara a derecha y a izquierda. Regina la agarró por la cintura y la sentó sobre sus rodillas. Ella empezó a besarla de nuevo. Después se separó y la miró a los ojos.

—Vas a pagar muy caro estos meses de celos, señora Mills.

—Estoy dispuesta. Siempre y cuando algún día te conviertas en la otra madre de varios Millcitos.

—Puede… pero eso será en el futuro, y nos limitaremos a un «Millcito». No somos ni unas jovencitas y no pienso ser una madre-abuela. Solo nos dará tiempo a tener uno.

—Ya veremos, lo volveremos a discutir en su momento. De momento, vuelve a besarme.

—No. Estamos en horario de trabajo, así que vete a tu oficina y gánate el pan.

—De acuerdo. Pero nos vemos esta noche.

—Nos vemos esta noche. Y ahora dile a tu «querida prima» que pase. Voy a tener unas palabritas con ella.

—Emma, te he dicho que esto es cosa mía.

—Y lo que yo tengo que decirle es cosa de las dos y tú no tienes nada que ver. Llámala.

—Está bien.

Kathryn entró en la oficina apenas cinco minutos después de que Regina saliera. Un simple vistazo a Emma la hizo sonreír y dijo:

—Haré las maletas.

—Eres una maldita zorra.

—Lo soy.

—Me has manipulado.

—Sí. Pero Fred se estaba impacientando y yo también. Has sido mucho más dura de lo que pensaba. A juzgar por la forma en que me has estado matando con la mirada todas estas semanas, pensé que aguantarías menos.

—Creía que te la estabas tirando.

—Era la idea. Pero hace ya muchos años que Regina y yo solo somos primas y amigas. Lo que hubo entre nosotras es cosa del pasado.

—Pero siguieron echando «polvos de recuerdo» durante años.

—¿Quién te ha dicho eso?

—Ella, cuando estuvimos en la fiesta de Cora. ¿Acaso no es cierto?. Kathryn sacudió la cabeza.

—Solo una vez, el verano siguiente a nuestra pequeña relación. Pero ya no era lo mismo, y no lo volvimos a intentar. Si es cierto que quedó entre nosotras una camaradería y amistad que nunca tuvo con el resto de las primas.

—La mataré…

—No lo hagas, ya la has matado bastante ignorándola estos meses. Por eso me he prestado a esta farsa, porque la quiero mucho y está muy enamorada. Eres afortunada, y espero que sepas apreciarla.

—Todavía tengo que acostumbrarme a la idea. Joder, apenas hemos empezado y ya me ha dicho que quiere casarse conmigo y tener varios hijos. Va muy de prisa esta mujer.

—¿Y tú has aceptado?

—He dicho quizás, y he rebajado el número de hijos a uno.

—No te fíes, Regina es muy persistente cuando quiere algo.

—Es innegociable.

—Bien, allá ustedes. Ahora me marcho, saldré en el primer vuelo a Londres donde encuentre plaza.

Le tendió la mano.

—Espero que acabemos siendo amigas, a pesar de todo esto. Probablemente nos veremos en futuras celebraciones familiares, a Cora le gusta reunir a su gente.

Emma se la estrechó.

—Supongo que acabaremos siéndolo. Pero sigo pensando que eres una zorra manipuladora.

—Lo sé. Hasta la próxima, Emma… Cuídala.

—Eso ni lo dudes.

Kathryn se marchó y Rubí apareció poco después. Una simple mirada a su amiga la hizo sonreír. Los ojos brillantes, la boca hinchada y el cuerpo relajado después de la tensión que había mostrado las últimas semanas, le confirmaron sus sospechas.

—Intuyo que todo bien…

—Todo muy bien. Acabo de entrar oficialmente en una relación con la señora Mills. Estoy asustada… y muy feliz.

—Ya verás como todo va bien. No son dos jovencitas, ambas saben lo que quieren. Y si no funciona, no habrás perdido nada por intentarlo. Disfrútalo, porque es muy bonito. Estar sola, ser dura y fuerte, bastarse a una misma está bien, pero a veces es maravilloso recostar la cabeza en el hombro de alguien y dejar de ser fuerte por un rato. Permite que te cuiden, que te mimen… y haz tú lo mismo. De vez en cuando acaríciale los senos en vez de amenazar con cortárselos.

Emma sonrió ante la salida de su amiga.

—Lo haré. Estoy decidida a que esto funcione.

—Esta noche la pasaré en casa de Belle.

—Iba a pedírtelo. Voy a invitarla a casa. ¿Y qué me aconsejas que me ponga para recibirla? ¿Lencería de encaje? ¿Un camisón sexy? No tengo nada de eso, tendré que salir a comprarlo.

—Una camisa sin nada debajo. Al menos es lo que me pone a mí. Y a ti la lencería de encaje no te pega.

—Bueno, tampoco tengo camisas. Pasaré a comprarla de camino a casa y ya luego le preguntaré qué le gusta.

—Y yo voy a llamar a Belle para que me espere esta noche.

Rubí se marchó y Emma se quedó un buen rato pensando en dónde se estaba metiendo. Pero contenta y feliz del paso que había dado. Probablemente acabaría siendo la señora Mills—, madre de un Millcito, y pertenecería a esa familia cálida y acogedora que había conocido en la fiesta de Cora.

Y tendría a su lado una mujer maravillosa con la que discutir el resto de su vida, porque ese era un placer al que no estaba dispuesta a renunciar, para acabar haciendo las paces sobre cualquier mueble o rincón de su casa. Sonrió al imaginárselo.

El sonido de un mensaje interrumpió sus pensamientos.

«No hagas planes para el fin de semana. Haré la cena.» Sí, también iba a dejarse mimar.


FIN


Espero en estos días pueda subir el epílogo, no se desesperen. Saludos!. :)