Esa noche me quedé en la sala de espera del hospital local. Mi madre aun estaba junto a la camilla de Jerry hablando con el doctor. Me torturaba no saber nada, pero sabía que mi presencia era poco más que innecesaria, así que traté de distraerme mirando al cuadro que tenía frente a mi… creo que representaba a la muerte, o al menos eso es lo que creo. La maldita pintura era abstracta.

-Tomas, ¿puedes venir por favor?- Preguntó mi madre desde el interior del cuarto.

Yo asentí, y lentamente me dirigí con paso dudoso hacia ella. Cuando me detuve a su lado, estaba lo suficientemente cerca como para ver al odioso muchacho castaño postrado en una camilla de hospital, lleno de vendajes y con una especie de tubo saliendo de su garganta. También tenía una collarín, pero lo que más me incomodaba era ese tubo, ¿para qué demonios lo necesitaba? ¿tenía heridas internas? ….

-¿Tomas?-

-¡Ah! si, disculpa, dime - Respondí disimulando mi nerviosismo.

-Le dije al doctor que tú fuiste el único que estaba en la casa con Jerry cuando sucedió el accidente, y queríamos saber si puedes decirnos qué fue lo que pasó.-

El doctor puso una mano en el hombro de mi madre y se dirigió a mi con una sonrisa de complacencia.

-Necesitamos saber los detalles de cómo fue la caída para poder realizar un diagnóstico acertado, y nos ayudaría mucho si nos describieras con detalle cómo ocurrió. Por las heridas imagino que cayó de las escaleras o desde el segundo piso.

-Fue de las escaleras- Interrumpí sin pensarlo demasiado.

-¿Porqué cayó?- Me interrogó el especialista.

¿Cómo decirle? Cómo decir enfrente de mi madre que fui yo quien arrojó a Jerry de las escaleras como un salvaje en medio de un ataque de ira. No, no podía. No allí.

-No tengo idea. Salí de mi cuarto y el ya estaba en el piso. Sé que cayó de las escaleras porque escuché el escándalo.- Respondí apartando la mirada. Yo podría ser impulsivo, grosero y algo explosivo, pero nunca pensé que también mentiroso. Me sentía terrible, y tener que mirar de reojo a Jerry, con vendajes y su tubo en la garganta sólo empeoraban mi sentir.

-Muchas gracias muchacho. Te informo que tu amigo se encuentra delicado. Lo tendremos en observación y mañana les informaremos de su estado. Hasta entonces traten de descansar.- Exclamó el doctor sonriente.

Yo asentí. Un sudor frío bajó por mi espalda. Maldito Jerry, ni siquiera estando inconsciente me puede dejar tranquilo.

Unos minutos más tardes mi madre y yo nos encontrábamos tomando café de una máquina. Ella se veía muy consternada.

-Tomas, voy a pasar aquí la noche cuidando a Jerry. Pediré un taxi a la casa para que descanses.-

-Esta bien, no te molestes. Quiero acompañarte.-

-De ninguna manera Tomas, mañana tienes escuela.-

-Me suspendieron-

Mi madre casi escupe su café al escucharme.

-¿Qué?! ¿suspendido? pero Tomas, ¿qué está pasando contigo estos días? ¿cuándo planeabas decirme?-

-En cuanto llegaras a casa, pero por obvias razones no pude hacerlo. De todas formas ya lo sabes, y como no tengo escuela mañana creo que ya no hay motivo para que no pueda acompañarte.- Respondí dandole un profundo sorbo a mi café como excusa para dejar de hablar.

Mi madre me lanzó esa mirada de reprobación que pocas veces le llegué a ver, pero después se transformó en un suspiro de resignación.

-Esta bien. A Jerry le dará gusto verte y a mi me dará seguridad tenerte donde te pueda ver.- Dijo al final.

"Si es que despierta… ¿en qué demonios estoy pensando? ¡Tiene que despertar!" Pensé. "Pero si despierta…

seguro le contaría a todo el mundo lo que había hecho."

Mierda.

Las enfermeras nos dieron a mi madre y a mi un par de sabanas y una almohada a cada quien. Afortunadamente los cuartos de hospital eran amplios y contaban con unos sillones (bastante incómodos he de decir) planeados para hospedar a los familiares que quisieran quedarse a cuidar a su enfermo. Mamá no tuvo problema alguno para conciliar el sueño, yo por otro lado no podía dejar de darle vueltas a la idea de que casi mato a alguien y que todos se enterarían mañana. Desesperado y acalorado me levanté del duro sillón y me puse a caminar por el cuarto. Jerry estaba aun tendido, inconsciente y malherido. Nunca lo había visto tan inexpresivo. Hasta cuando está sin hacer nada el muy idiota estaba siempre sonriendo.

Me acerqué lentamente a su camilla, y un nudo se formó en mi garganta.

-¿Ya estarás satisfecho?.- Le murmuré al cuerpo inerte. -Mira a donde fuimos a parar. Admito que a veces pierdo los estribos, ¡pero tú no ayudas! no tienes idea de lo irritante que puedes llegar a ser.- Hice una pausa, volví a mirarlo. -Eso no justifica lo que pasó, lo sé…- Di un par de vueltas nervioso, tratando de ordenar mis pensamientos. - Tienes que despertar. No me importa si después me arrestan, pero porfavor… no quiero ser un asesino, ¡Por favor Jerry, no te mueras!.-

Cerré los ojos y los puños tratando de rechazar esa posibilidad. Esas palabras habían tocado una fibra sensible, y las ideas de mi conciencia estaban tomando forma.

-Maldita sea, sólo… no mueras.-

Después de ésta breve conversación/monólogo regresé a mi sillón, donde me la pasé dando vueltas toda la noche sin conseguir resultados. Cuando al fin parecía que mis ojos se cerraban, una enfermera entró de golpe.

-Buen día, espero hayan dormido bien. Voy a llevarme al paciente para realizar unos análisis, y si gustan pueden ir a tomar un desayuno mientras tanto.-

-Me parece buena idea, vamos Tomas.- Respondió mi madre, jalando mis sábanas para apresurarme.

-Si, ya voy.- Murmuré somnoliento.

Después de comer unos insípidos huevos revueltos regresamos a la sala. Antes de entrar fuimos interceptados por el especialista.

-Jerry ha despertado.- Dijo.

De pronto sentí como una enorme carga se deslizaba por mis hombros provocándome un profundo alivio. Mi madre sonreía.

-El paciente presenta un par de costillas fracturadas y una pierna rota. Necesitará reposar aquí otro par de días. Después de eso veremos cómo evoluciona. Lo más probable es que regrese a casa pasado mañana.-

-¿Podemos pasar a verlo doctor?-

-Por supuesto-

El doctor entonces nos acompañó hasta donde estaba la camilla de Jerry. Ya no tenía el tubo y eso me tranquilizó más. Nuestras miradas se cruzaron. Él levantó una ceja y sonrió, casi como si supiera de todo el estrés que había vivido por su culpa esa noche. Yo no pude evitar sonreír ante toda la ironía que rodeaba la situación.

-Tom- Me llamaba el especialista detrás de mi. Odiaba que me llamaran "Tom", ¿de verdad era tan difícil decir mi nombre completo?

-¿Si?-

-Nos has mentido-

….. Mierda, mierda, mierda! Lo sabía! la maldita rata no iba a resistir la tentación de delatarme, de hacerme quedar mal enfrente del doctor, de mi madre, seguro ya viene la policía a…

-Jerry nos ha dicho que su caída fue desde el segundo piso, no por las escaleras.-

-…¿qué?-

-Según Jerry, calló desde el segundo piso al intentar hacer una acrobacia por el barandal de la escalera. Seguramente confundiste el sonido. De cualquier forma parece que todo irá bien a partir de ahora.-

Aun impactado por el falso testimonio, miré a Jerry. El bastardo guiñó el ojo. ¿Porqué mentiría? No creo que sea para protegerme, después de todo nos odiamos.

Después de estar casi una hora con él mi madre decidió que lo mejor era dejarlo dormir un rato, así que nos despedimos.

-Disculpe señora, ¿cree que podría hablar a solas con Tom un momento?- Preguntó Jerry desde su camilla equipada. Mi primer impulso fue irme, no quería correr el riesgo de que me hiciera enojar y arruinara mi momentánea paz mental, pero por otro lado necesitaba saber porqué le había mentido al doctor con ese testimonio tan ridículo.

Mi madre por supuesto accedió y se retiró discretamente, dejándonos solos a quienes hace apenas un día trataban de matarse al pie de las escaleras.

Ambos nos quedamos en silencio. Crucé los brazos y comencé a caminar en torno a su camilla. Me detuve hasta quedar enfrente de él.

-¿Porqué?- Pregunté

-¿Por qué qué?-

-No te hagas el tonto. ¿Porqué no le dijiste que fui yo el que te empujó por las escaleras? ¿Porqué no le dijiste que casi te mato? ¡¿Qué estás intentando probar?! .- Exclamé sacudiendo su camilla, provocando que su pierna fracturada se moviera también.

-¡Hey, no hagas eso que me duele!-

Respiré profundo y sin mirarlo a los ojos pregunté de nuevo.

- Dime porqué

-Porque si te arrestan no voy a tener a nadie a quien molestar- Yo me giré dispuesto a confrontarlo, pero entonces vi que me sonreía y no de la usual forma pícara. Era una sonrisa honesta.

Por primera vez, no supe que responderle.

-Ya debo irme. Por tu culpa no he tenido tiempo de hacer mi tarea-

-Deberías hacer la mía ya que estás en eso.-

-¡Claro que no!-

Me encaminé hacia la puerta, pero antes de irme quise hacer una última observación.

-Por cierto… eso de los malabares en el barandal de la escalera es lo más ridículo que he escuchado en mi vida. ¿No pudiste inventar algo más creíble?

-Discúlpame, la próxima vez que intente cubrirte por intento de homicidio inventaré algo más conveniente, ¡gata neurótica!

-Descansa, rata estúpida.

Los dos nos quedamos mirando con un semblante fruncido, pero para nuestro horror, poco a poco se fue deformado hasta transformarse en risa.

Y allí estábamos yo y Jerry. Dos chicos que no se podían ver ni en pintura, constantemente en conflicto, riendo sin pausa al verse enfrentados a una realidad que era francamente ridícula.

Cuando paramos, nos quedamos viendo y en silencio acordamos firmar mentalmente una tregua que ambos sabíamos que no iba a durar mucho.

-Todavía te odio.- Dije

-Y yo a ti.- Respondió.

Finalmente, me marché de la sala y me reuní con mi madre. Esa noche dormí como un tronco.