N.A: Sé que debería actualizar las otras historias en lugar de seguir haciendo infinidad de nuevas, peeeeeeeero me he dado cuenta de que no había hecho ninguna aportación al maravilloso fandom de A.Z. y NO puede ser, así que aquí estoy con una historia que constará de pequeños relatos de cosas cotidianas de la vida con nuestro querido did-nothing-wrong Slaine e Inaho como protagonistas. *corason corason*

Pairing: OrangeBat [InahoxSlaine]

Advertencias: BxB, si te desagrada el género, mejor escapar ahora. Cosas raras y carentes de sentido. ¿Un poco de OoC?

Disclaimer: y sus personajes le pertenecen a Olympus Knights y A-1 Pictures.


O1. ¡Hora de comer!


Inaho no podía parar de observar con intensidad al albino que, delante de él, trataba de comer sin sentirse nervioso por la perforadora mirada rubí sobre su persona. Desde que sus manos se habían posado sobre los cubiertos redondeados de plástico —porque alguien había decidido que unos cubiertos de acero afilados podrían ser usados como arma— ese orbe del color de la sangre se había negado a perderle de vista. Slaine comenzaba a pensar que era probable que el chico que tenía delante hubiese modificado de alguna manera sus respuestas motoras básicas para así conseguir que permaneciesen al mínimo, buscando así la desaparición de los pestañeos que le hacían perder de vista al de cabello claro durante 0'3 preciados segundos. Tenía mucho tiempo libre para pensar cosas como esas en la celda que habitaba.

–Orange, creo que ya te lo he dicho, pero me resulta increíblemente incómodo que alguien me esté observando con tal intensidad mientras trato de ingerir la comida. —Soltó Slaine, más que nada buscando verbalizar de algún modo la incomodidad que le rodeaba en ese instante.

–Tengo que asegurarme de que sigues tu dieta de manera adecuada y no llevas a cabo ningún tipo de treta para deshacerte del alimento sin llegar a consumirlo, eso podría poner tu salud en riesgo.

El de ojos turquesa suspiró fuertemente, no sabía que era más exasperante, que Inaho hubiese ignorado lo que había dicho y hubiese contestado con tecnicismos y tonterías que se situaban lejos de los intereses de Slaine o el hecho de que siguiese mirándole como si su ojo fuese una estaca clavándose poco a poco en su ser.

–Ya te lo he dicho, no estoy acostumbrado a que me observen mientras como, así que si continuas de esta manera podemos pasarnos días enteros aquí sin que pruebe bocado.

Kaizuka no pudo evitar entornar los ojos ante las continuas pegas que el chico delante de él ponía para que despejase la vista de él. No iba a ceder por muchas explicaciones —lógicas o no— que el de cabello albino le diese.

–Dudo que el Conde Saazbaum te dejase aislarte en una habitación para que comieses tú solo. Con toda seguridad os reuníais en algún tipo del salón dentro de la nave para almorzar. Tu razonamiento es inválido, Bat.

–Es cierto que comíamos juntos, pero no es costumbre entre las gentes de Vers observar al otro mientras come, así que nos dejábamos espacio. Tu argumento no se sostiene, Orange. —Refutó el de ojos turquesa, ¿en serio era tan difícil de entender para el piloto que a nadie le gustaba ser observado mientras come?

–Pero esto no es Vers, ergo no seguimos sus hábitos. Te estoy facilitando la adaptación al mundo terrestre, deberías valorar mis esfuerzos y hacer lo que te pido en lugar de enzarzarte en una discusión ilógica que con toda seguridad acabarás perdiendo.

–Me habrías facilitado más las cosas si me hubieras disparado en aquel entonces, Orange. No necesito adaptación para nada, gracias a tu sentido de la justicia voy a pasarme la vida aquí.

Aquel tema era recurrente en las visitas que Inaho realizaba a Slaine. Aún sin el motor analítico, el de cabello castaño había tratado de analizar por cuenta propia que tipo de conversación llevaba inevitablemente al día en el que él se había negado a dispararle, para así poder evitar con la mayor precisión posible aquello. Pero a veces aparecían nuevos patrones, pequeños comentarios —la mayoría de veces suyos, lo que le frustraba— fuera de los cálculos de Inaho que activaban algo en el chico de ojos turquesa, algo que le hacía volver ineludiblemente a aquel día, y, por descontado, a las ganas de quitarse la vida.

–Y es por esto que me siento en necesidad de asegurarme de que consumas la totalidad de tu alimento. —Respondió Inaho, podría haber dicho mil cosas sobre qué fue lo que le llevó a bajar el arma aquel día, pero sabía que no era el momento preciso para aquello.

–Espero que tengas tiempo entonces, Orange. No pienso comer nada mientras sigas aquí.

–No te preocupes por eso, Bat. Me aseguré de cancelar todos los compromisos que tenía en las próximas cuarenta y ocho después de calcular que había una probabilidad del 97'986% de que mi presencia te incomodase al comer. —Slaine soltó los cubiertos en cuanto empezó a oír porcentajes en medio de lo que él había considerado hasta ahora una conversación medianamente normal— Además, contaba con un porcentaje de al menos el 86'781% de posibilidad de que te negaras a comer en mi presencia, al menos durante unos treinta minutos. Eso, sumado a tu hábito de aislarte, mantener la mínima actividad social y al poco aprecio que pareces profesarle a tu tiempo me dio como resultado que había una alta probabilidad de que me retaras a permanecer contigo.

El piloto de ojos turquesa estuvo tentado entonces a tratar de cortarse las venas con ese cuchillo de casi juguete que se supone que debía usar para cortar la carne incluida en su menú diario —diseñado y testado por, oh, sorpresa, Kaizuka Inaho— ante la idea de que el chico de ojo rubí, sabiendo que él se iba a negar a comer en su presencia, había decidido no buscar otra forma, sino cancelar todas sus citas con altos cargos militares para estar allí sentado, mirándole mientras NO comía. Porque él ya sabía que no iba a comer.

–Tú ganas, Orange. Solo te pido que si quieres observarme lo hagas desde el cristal. Está tintado y así, al menos, podré pensar que no hay nadie observándome. —Respondió Troyard, si alguien pensaba que no sabía que la gente le miraba desde ahí, era hora de que se desengañasen.

Inaho sopesó la idea del albino. Ciertamente, en la parte derecha de la estancia había todo un ventanal tintado que daba a una cómoda habitación en la que había estado muchas veces —observando desde allí al piloto de Vers, porque le parecía demasiado descarado hacerlo de frente— y desde allí tendría un buen plano para comprobar que Slaine hacía lo que tenía que hacer. Pero aún así, por alguna razón, no se sentía cómodo con la idea.

–No puedo, Bat. Desde que salgo desde la celda hasta que entro en esa sala pasarían aproximadamente unos 14 segundos en los que no estarías dentro de mi campo visual. Podrías hacer cualquier cosa en ese lapsus de tiempo.

–Son 14 segundos, Kaizuka. No voy a hacer nada en ese tiempo. Llama a un guardia para que me vigile si tanto te preocupa.

Inaho escondió la pequeña sonrisita que amenazaba con asomarse rompiendo su perpetua cara de neutralidad. Slaine casi nunca se refería a él por su apellido, solía utilizar siempre el sobrenombre de Orange, algo que no le disgustaba, pero no podía negar que oír su apellido en la voz del de ojos turquesa era otra cosa. Quizás algún día llegase a llamarle por el nombre. Entonces no dudaría en robar el audio de ese momento de la cámara de seguridad para llevar consigo siempre ese recuerdo. Pero, volviendo al presente, el chico en cuestión no le miraba como si lo de decir su nombre fuese a suceder en un futuro muy cercano, la verdad.

–No puedo llamar a ningún guardia. Le pedí a todos cuantos había que se retirasen en cuanto yo llegase aquí.

–¿Me estás diciendo que estamos solos? —Repitió con incredulidad el albino— ¿A qué estás jugando, Orange?

–Bueno, no creo que realmente estemos solos. Supongo que la guardia externa permanecerá en sus puestos porque en ningún momento contacte con ellos para su retirada a mi llegada. Tan solo pedí que desalojaran el área cercana a tu confinamiento.

–Podría atacarte sabiendo que los guardias más cercanos están ausentes.

–Hay bajas probabilidades de algo como eso suceda. Y, en cualquier caso, serías incapaz de herirme, tus cubiertos son prácticamente de juguete, similares a los que se usan en los comedores de pre-escolar, los muebles permanecen pegados al suelo o la pared dependiendo de su colocación, tu movilidad está reducida y tu única opción sería lanzarme las patatas o el bistec de carne a la cara, algo no muy inteligente, no solo por el hecho de que perderías tu alimento, sino porque lo esquivaría y el sacrificio sería en vano.

Slaine bajó la mirada, ciertamente, aún estando solos, sus posibilidades de herirle eran nulas. Aunque tampoco era como si tuviese un interés real en hacerlo, solo había comentado aquello para ver la reacción de Orange.

–¿Entonces qué te propones?

–Bueno, pensé que te resultaría incómodo que si me veo obligado a hacerte comer a la fuerza los guardias lo vieran. Podrían comentarlo en el futuro con carácter jocoso y las probabilidades de que eso te resultase vergonzoso y desagradable era increíblemente altas.

–Necesitas ayuda psiquiátrica si piensas que voy a dejar que me alimentes como a un niño pequeño.

–Siempre he sido el hermano pequeño; así que he sido yo el alimentado y no al contrario. Te agradezco que te ofrezcas voluntario para esta nueva experiencia, Bat.

–He dicho que no, Orange. —Susurró el albino horrorizado, mientras veía como el castaño tomaba con cuidado los cubiertos que él mismo había soltado— Ni se te ocurra acercarte.

–Ya lo estoy haciendo. —Contestó Inaho, y aunque su cara permanecía imperturbable, como siempre, Slaine podría jurar que en realidad estaba disfrutando de su sufrimiento— Te recomiendo que cooperes, será mejor para ambos.

–No pretendas que coopere en esta deshonra a mi persona–

Fue muy tarde para el albino; cuando se dio el castaño ya le había metido la comida en la boca. Debería haberse callado y habría evitado tal vejación de su existencia.

Para Slaine, aquel había sido el día más humillante de su vida.

Para Inaho, aquel día había dejado grandes imágenes que se había encargado de robar de la cámara de seguridad.

Algo estaba claro, a partir de ese momento Slaine no se negó a comer —por sí mismo— aunque el castaño le mirase con prismáticos.