Disclaimer: Los personajes de Shingeki no Kyojin pertenecen a Hajime Isayama. Este Fanfiction es escrito sin fines lucrativos.

Advertencias: Yaoi (temática homosexual). Universo alterno. Palabras altisonantes. Posible exageración del entorno médico y referencia al abuso físico. Posible OOC según el trastorno mental. Temática fuerte. Se recomienda discreción.

Pareja(s): Levi/Eren o Riren

Notas del capítulo: POV de Levi (al principio). El resto es narrador omnisciente.


Psiquiatría

1

—Cuando quieras, Levi. —Invitó la psiquiatra, sentada, esperando a que empezara a hablar.

Miré tras la ventana con rejas ese mundo al que ya no podía pertenecer. El mundo de la gente cuerda. El mundo que funciona en base a dos principios: El plato limpio y el cesto de basura. Si sirves, vas al plato; si sólo molestas o estás loco como yo, te desechan. Es tan simple. No sé por qué tenemos estas estúpidas consultas periódicas… ¿realmente creen que podemos recuperarnos?

Me reí de la nada, pero la doctora no se inmutó. Tantos años de carrera viendo chiflados te dejan imperturbable.

—Te van a ejecutar pasado mañana. ¿No crees que ya es hora de hablar con alguien? —Insistió ella— No tienes nada que perder.

—Tampoco tengo nada que ganar —respondí, viendo a una señora cruzando la calle de la mano de su hijo… un gesto que jamás tuve de mi propia madre prostituta—. Entonces ¿para qué molestarme?

—Levi, ¿puedes sentarte?

La volteé a ver, mosqueado y harto de su puta presencia. La despacharé rápido.

Caminé a zancadas hacia la silla, girándola bruscamente y sentándome con el pecho pegado en el respaldo, fulminándola con la mirada.

—Ya déjame en paz, Hanji. Desaparece de mi puta vista. Sabes que me condenaron a muerte, ¿qué más quieres? —Siseé.

—¿En dónde está Eren?

Giré los ojos al oír el nombre.

—Cogiendo con otro, supongo. Es lo único que sabe hacer, dejar que se lo metan.

Los ojos cafés me miraron con aversión. Estaba realmente enfadada.

—Casi quisiera que te ejecutaran ya… no tienes corazón. —Murmuró— Ni siquiera en el hospital psiquiátrico quisiste rehabilitarte. Si te tomaras los medicamentos como te lo digo-

—¿Para qué? ¿Para que me controles como a tus demás ratas? —Solté, como si masticara veneno.

—Es por tu propio bien. Estás enfermo —me quiso hacer entender ella.

La vi con un desprecio que brotaba de cada fibra de mi ser. Odiaba que me dijera que estaba enfermo sólo porque no me interesaban las mismas estupideces que a los demás: partirme la espalda con la ilusión de tener una casa horrible algún día, tener un hijo que crecería para odiarme, un jefe que me usara y me cagara a cambio de un sueldo miserable y una mujer que se enojara conmigo si follaba con alguien más. Ese círculo al que la gente le llama normalidad, a mí me parecía una locura.

Y, al parecer, a Eren también… pero él formó parte de esa normalidad por más tiempo que yo. O, al menos, eso intentó.


Fue en el hospital psiquiátrico de Rose donde comenzó. El reloj del pasillo marcaba las 11:44 p.m.

Gritos y llantos retumbaban por las paredes. Un chico castaño tenía su cara pegada a un muro, mientras un hombre intentaba suministrarle un calmante por su brazo tembloroso. Su cuerpo se sacudía vehementemente.

—Signos de depresión severa y codependencia. Segundo intento de suicidio en el mes-

Hanji fue interrumpida al ver cómo el cuerpo del chico caía inconsciente al suelo, como si hubiera perdido la fuerza en un segundo.

—No lo entiendo… —Dijo para sí misma, con varios recuerdos acumulándose en su cabeza. Ella lo había conocido. ¿Cómo había terminado ahí?

—¿Qué hacemos con él? —Preguntó uno de los hombres, cargándolo por encima del hombro y extrayéndola del recuerdo.

—Llévenlo a una habitación individual, o a una sala de camas lo más vacía posible. Lo veré cuando regrese.

Ésa fue la primera vez que Eren Jaeger pisó el hospital. Un Eren sin esperanzas de vivir, con vendajes gruesos sobre las muñecas y el cuello, sin razón de seguir existiendo en ese mundo que había decidido encerrarlo.

Y rápidamente se convirtió en el más extraño e incomprendido de los pacientes.

Eren había estudiado medicina por insistencia de su padre. Sin embargo, había elegido una especialidad con la que su padre no estuvo de acuerdo antes de morir. Grisha Jaeger había sido la clase de hombre que había manejado la vida de su hijo de forma que él materializara todos sus deseos… por lo que Eren había sido "programado" para cumplirlos. No obstante, tras el fallecimiento de éste, Eren había entrado en un estado de shock y desorientación. Su padre al fin se había unido al destino de su madre, quien falleció tras pasar años en un estado de coma en el que quedó poco después del nacimiento de su hijo… Eren la tuvo todo ese tiempo conectada a una máquina con la esperanza de conocerla y amarla.

Pero, al final, ella también se había ido.

Al enterarse de la noticia, un Eren que había estudiado para salvar vidas se derrumbó tras cerrar la puerta de su casa y, por primera vez, tuvo el pensamiento más amargo y desesperanzado de su joven vida: "El cielo debe ser un excelente lugar… todos parecen estarse yendo últimamente".

Fue en esa crisis cuando cambió su decisión, dejando cirugía por psiquiatría. Eren deseó tratar a los pacientes desde lo más profundo de ellos, su mente y su psique, las partes del ser humano que más le intrigaban, además de que quería conocer más sobre sus propios demonios. También hubo una tercera razón que nunca explicó.

Sin embargo, Eren no duró más de seis meses en psiquiatría… pero tuvo un rostro y una presencia que sus maestros nunca pudieron olvidar.

Por eso, cuando Hanji entró al consultorio, se quedó congelada al verlo vestido de blanco, contemplando un punto en el muro de su despacho, tres meses después del ingreso involuntario de Eren. El joven también perdió la respiración al reconocerla.

Pronunciaron a la vez:

—Doctora Zoe…

—Eren…

Antes de enfrascarse en un mar de preguntas y una intensa conversación.

En ese momento, Hanji lo registró oficialmente como su paciente y lo designó a una sección específica del hospital.

Ése fue su peor error.

En realidad, debió cambiarlo de hospital en cuanto lo vio…

Aunque las intenciones de Hanji fueron buenas, jamás imaginó el resultado tan catastrófico de su decisión.


Los primeros tres meses, durante la ausencia de Hanji, Eren era francamente indomable. Insultaba a los enfermeros y les gritaba que se largaran, los arañaba y les escupía cuando intentaban medicarlo y al final tenían que amordazarlo y aplicarle los calmantes a la fuerza. Le había quebrado una mesa encima al primer médico que entró a hablar con él e intentó asfixiar a otro con la almohada en su cama, por lo que pronto lo pasaron a un cuarto completamente vacío. Luego, cogió la manía de golpearse la cabeza repetidamente contra la pared, oyéndose como impactos, por lo que después lo instalaron en un cuarto acolchonado donde se puso aun más loco. Ahí, caminaba en círculos, se rasguñaba los brazos y resollaba como si tuviera mucho frío, gritando que él no debía estar encerrado, puesto que no estaba loco sino desesperado; que era su vida y si quería destruirla, eso a nadie le tenía que importar… decía que ellos no entendían su dolor y, al contrario de ayudarlo, sólo le causaban más.

Hubo alguien que oía todos sus gritos. Y pensó que, para estar tan loco, lo que decía no estaba tan fuera de la realidad…

Ese demente se llamaba Levi.

En otra ocasión, le pareció curioso no oír los gritos ni los sollozos de Eren en el piso superior… debía ser el atardecer. Lo sabía porque su cuarto ya no se sentía tan caliente… al estar en la parte más recóndita del psiquiátrico, Levi no tenía acceso a la luz solar ni a ver a nadie más que a los enfermeros cuando lo inyectaban. Sin embargo, esa vez, Levi oyó unos gemidos que venían directamente del cuarto donde estaba el chico "no-estoy-loco-sólo-desesperado", pero los gemidos no eran de él. Podía apostar su loco pellejo.

No tenía duda. Al darse cuenta de lo que pasaba allá arriba, se rió como el demente que era, siendo observado por las paredes descoloridas, apestosas y húmedas al estar en el subterráneo, en un cuarto de aislamiento, alejado del mundo del sentido común y de la vida real.


Una vez a la semana, a Levi le permitían ver el sol por una hora o dos. Los otros locos tenían actividades de grupo y sesiones de psicoterapia más continuas… él no. Al contrario, él tenía más dosis de medicamentos y de soledad… aunque no se quejaba. En su caso, Levi creía que los doctores habían tomado la mejor decisión: A él no le interesaba convivir con los demás chiflados.

Sin embargo, esa vez que Levi estaba en el jardín, miró que arrastraban a un chico por el brazo hasta su cuarto, como si fuera un muñeco gigante y delgaducho, raspándose la cara con el suelo. Un hilillo de sangre resbalaba por su nariz y dibujaba un camino. No estaba inconsciente, al contrario, estaba agonizando.

Minutos después, Levi se enteró que el castaño había intentado escaparse. Él reconoció la respiración de ese chico, sus bufidos de odio e ira. Sin duda, era el vecino de arriba.

Levi burló a los enfermeros que lo vigilaban y esperó a que encerraran al castaño y lo dejaran solo. Al poco rato, Levi abrió la puerta de su cuarto y se asomó un poco, la puerta produciendo un chirrido espantoso.

—No sé quién seas pero lárgate.

Era la voz del castaño. Parecía que tenía dificultades para hablar. Ni siquiera le habían arreglado el desastre que le dejaron por nariz tras la golpiza.

Levi habló, mirándolo como a un gusano:

—Eres un estúpido… estás haciendo todo mal.

—¡¿Cómo te atreves a llamarme así?! —Se encolerizó él— Imbécil, sólo deja que te-

—Cállate y escucha. Déjate de amenazas bobas si ni siquiera te puedes parar. Te digo que estás haciendo puras idioteces.

Eren gruñó con la rabia de un animal que quiere despellejar a alguien. Se notaba que el chico luchaba contra su propio dolor y su cuerpo, el cual no cooperaba para levantarlo.

—¿Quieres huir? Entonces deja de presumir lo loco que estás. Si te ven así, te van a dar más tiempo, más medicinas y más mierda. Todo lo que has hecho hasta ahora es darles más razones para mantenerte aquí. —Explicó el moreno.

—Tú no sabes nada —murmuró con odio.

—Sé que quieres largarte. Yo tampoco estoy aquí por gusto.

Eren dejó de moverse tan bruscamente. Parecía que su mente estaba asimilando lentamente las palabras de Levi.

El moreno sonrió, algo burlón.

—Ayer… se la chupaste a alguien para salir, ¿o no?

El castaño no contestó.

—Qué estúpido. Crees que van a mandar al diablo su carrera por un calentón. Mi consejo es, no lo hagas. Bueno, si te gusta, tú sabrás.

—No me gusta. —Respondió él, con furia.

Eren tenía la cara pegada al suelo en un cuarto relativamente oscuro y Levi estaba de espaldas, apoyado en la puerta y de perfil; por eso, ninguno vio el rostro del otro en ningún momento. Se hizo un silencio.

—Sólo compórtate. Intenta caerles bien, que bajen la guardia. Tú sólo eres un mocoso y estás loco, mientras que ellos son bastantes y saben perfectamente qué hacer contigo. Usa la cabeza… dicen que duele cuando la usas por primera vez. Espero que puedas soportarlo. —Habló, sarcásticamente, cerrando la puerta con cautela, sin darle tiempo a Eren de responder.

Ya en completa oscuridad, Eren se sintió raro y enfurecido a la vez. Era como si ese extraño lo ayudara y lo agrediera al mismo tiempo… pero ambos estaban en la misma situación. Levi debía tener un plan y, por su voz, parecía ser un hombre hueco al que no le importaba nada ni nadie. Entonces, ¿por qué se había molestado en pasar por su cuarto para sugerirle qué hacer?

Eren tuvo que reconocer que lo que había hecho hasta el momento no había funcionado. Incluso, cada día lo trataban peor y hasta le habían restringido el tiempo de sol. No se le ocurrió nada más que seguir el consejo de ese desconocido…

Sin embargo, lo que Eren no sabía es que ese "consejero" era un sociópata con rasgos esquizoides que había terminado ahí por fuertes cargos criminales… pero él fue el único que le habló a Eren cuando atravesaba por un momento crítico.

No obstante, el consejo funcionó. Y Hanji se topó con un Eren dulce y encantador desde el primer día, pero con un corazón destrozado, unos ojos empequeñecidos por el dolor de vivir tapados por una sonrisa que se había convertido en su mejor máscara.


Ese día, la vida de Eren cambió por el resto de sus locos días.

Esa tarde tocaba una actividad de grupo. Eren estaba sentado con otros bajo la sombra de un árbol, desde hacía una semana le habían dado la libertad de relacionarse con los demás.

Desde su lugar, miró a un moreno sentado en un escalón, dos enfermeros a pocos metros de él sin perderlo de vista. Eren sabía que era uno de los internos de un cuarto de aislamiento, restringidos de prácticamente todo, y su mirada filosa se lo confirmaba. Tal vez ésa era su primera salida en esa semana… o incluso en ese mes.

Eren no se dio cuenta, pero lo observó por las dos horas que estuvo afuera, viéndolo casi sin parpadear. Cuando los enfermeros se llevaron al de ojos grises, Eren aún podía ver su figura como si se le hubiera tatuado en la retina. Notó que sus compañeros ya no estaban y no recordaba a nadie que le hubiera hablado, sólo recordaba el movimiento sutil del pelo negro con el aire, la mirada glacial perdida en el suelo, la piel blanca y los labios sellados del extraño. No sabía si era hermoso, pero tenía algo que le había hipnotizado. Quería verlo todo el tiempo. Quería conservar una foto, un video, o a él… pero, naturalmente, nadie iba a escuchar esas peticiones de un loco.

Fue en ese tiempo cuando se ganó el apodo que lo siguió hasta sus últimos días en el hospital: "El loco de los dibujos".

Al contrario de pedir una foto, un video o a él, lo que Eren pidió fue un bloc de dibujo y lápices que sólo podía usar bajo supervisión: Así, todos los días dibujaba una mancha alargada negra con puntos grises por ojos. Irreconocible y horrible al principio. Verdaderamente hacía espantos con el papel… pero deseaba que algún día sus manos y los lápices pudieran traducir la imagen tan hermosa que tenía congelada en su interior. Quería expresar en el papel la forma en que Eren, y sólo Eren, lo veía.

Con el paso de los meses, la mancha alargada comenzó a parecerse más y más a Levi. Había hecho el mismo dibujo más de trescientas veces, hasta que finalmente pudo imprimir el recuerdo, y se lo quedó viendo como si fuera la mejor droga del mundo. La figura incluso mostraba los efectos del sol en el cabello, los dobleces de la ropa, sus ojos encerrando la misma soledad.

—No está mal.

Eren se giró, y se quedó atónito al ver el rostro contrario. Era su dibujo en carne y hueso, hablándole con una voz algo grave e inexpresiva.

—Los anteriores eran una mierda, pero éste se ve decente.

Eren parecía confundido.

—¿Los anteriores?

—Sí. Sólo me sacan los jueves, pero tú siempre estás sentado aquí dibujando… Y yo me siento al lado tuyo porque no te das cuenta ni me hablas, pero da la imagen de que convivimos y nos vemos menos locos.

Eren quería sonreír, pero tragó saliva.

—Tú… ¿tú fuiste el que me dio el consejo?

—Algo así.

Eren bajó la vista, algo apenado.

—Estás en un cuarto de aislamiento, ¿no? —No oyó respuesta— ¿Eres… malo?

Levi se tomó su tiempo para responder.

—… Tal vez.

—¿Por qué lo dices?

El moreno suspiró.

—He matado, he robado, he secuestrado, he vendido drogas, he golpeado hasta que me imploran morir, he estafado... Y no me arrepiento de nada.

Eren no podía hacer una conexión entre las palabras de Levi y sus ojos tan grises. Sentía que su corazón estallaría en cualquier minuto. Si seguía así, Levi escucharía su demente pulso cardiaco.

—Me miras como si quisieras comerme. —Comentó el moreno, sin expresión.

—Lo siento…

—¿Estás enamorado de mí?

Eren sintió un leve infarto de la impresión. Empezó a tartamudear una serie de "yo" incesantes, ante la mirada seria y analítica de Levi. Sentía que le podía ver hasta los huesos.

—Ya no recuerdo qué se siente… He pasado mucho tiempo aquí.

—¿Qué se siente… qué? —Preguntó Eren, con el corazón en la garganta.

—Que alguien te ame. —Contestó el moreno.

Eren bajó la mirada. Vio las manos de Levi, la tela de su camisa tan gastada, sus brazos llenos de pinchazos, moretones y venas reventadas. Su piel era la muestra de toda su locura. La contempló porque no podía enfrentarse a la mirada gris tormenta.

—Hay que largarnos. —Eren se sorprendió al oírlo de repente— Vámonos lejos. Casémonos.

El castaño se quedó petrificado, pequeño ante esos ojos infinitos.

—… ¿Qué?

—¿No quieres?

—Ni siquiera sé tu nombre.

—Tch, siempre hay un puto pero.

Eren tragó duro, algo nervioso, pero seguro de lo que iba a decir. Esbozó una sonrisa temblorosa.

—… Pero hagámoslo.


Fin del capítulo 1.

Notas:

¡Hola! No tengo pensado hacer un fic largo… a lo mucho un two-shot o three-shot. No lo sé. Pueden compartirme su opinión, sugerencia o crítica constructiva :)

Gracias a quienes han leído esta historia.