Edad de oro SasuNaru

Parejas: Sasuke Uchiha/Naruto Uzumaki

Advertencia: AU, Shounen –ai

–Diálogos.

"Pensamientos".

Encerrados

–Kaily Hiwatari –

Instituto de Konoha

Un chico rubio de ojos azules y piel bronceada, bajaba las escaleras del edificio en el que se encontraba. Tenía que comprar algo en la cafetería si quería llevarse algo a la boca, aprovechando que era el recreo. Su amigo, de nombre Inuzuka Kiba, le seguía de cerca y con la misma rapidez. Ambos vestían el uniforme del instituto al que asistían.

–Naruto –le llamó Inuzuka. El otro miró hacia atrás sin dejar de correr, viendo a su amigo de cabello castaño ponerse a su altura – ¿Tienes suficiente dinero?

–Eso espero –contestó esperanzado, mientras cruzaba la puerta abierta de la cafetería, entrando a la habitación, que cómo esperaban, estaba llena de gente. Se detuvo en sus pasos al ver que no podría avanzar más. Delante de él había una multitud de gente que se agolpaban todos en una misma dirección. Ni siquiera podía ver el mostrador, ya que estaba algo lejos. Para cuando llegase su turno, estaba seguro de que no quedaría nada. "Sería genial si pudiese colarme entre tanta gente", pensó.

–Ya compro yo por ti –se adelantó su amigo a decir, mezclándose entre la gente.

Antes de poder decir nada, ya había perdido de vista a su amigo. Lo mejor sería esperarle al lado de la puerta de la cafetería, así no impediría a los demás que se uniesen a esa cola y lo más importante, él no quedaría encerrado entre tanta gente. Al darse la vuelta chocó contra alguien –. Lo siento –se disculpó sin detenerse, dedicándole sólo una mirada que duró un instante a un chico alto, de piel blanca con ojos y cabello negro. Esquivando a la gente que entraba, se apoyó en el marco de la puerta para esperar a su amigo.

El joven de piel blanquecina, permaneció inmóvil donde estaba, observando con detalle al rubio que esperaba un tanto aburrido el regreso de su otro amigo. No tardó mucho en verle marchar con una sonrisa, recibiendo por parte de su amigo lo que iba a ser su comida.

&SasuNaru&

El instituto estaba rodeado de bastante vegetación, contaba con pista de tenis y con piscina, a parte de su gimnasio. También había varios bancos para sentarse tanto a la sombra de los árboles, como bajo el techado del edificio. Pero sin lugar a dudas, el mejor lugar para muchos estudiantes era distanciarse un poco más del edificio e ir un poco más hacia el exterior. Allí prácticamente todo era naturaleza y nadie podía molestarles. Sólo se podía disfrutar del trinar de los pájaros y de un aire un poco más fresco.

Naruto se tumbaba en el césped, bajo la sombra de un árbol. Sus ojos estaban cerrados y no pudo evitar estirar su cuerpo para desperezarse.

–No irás a dormirte, ¿no? –le preguntó Kiba, mirándole con incredulidad.

–Ganas no me faltan –se quejó, adoptando una posición más cómoda, cruzando sus brazos bajo su cabeza.

–¿Una mala noche? –le preguntó interesado, aunque miró hacia delante y recostó su espalda en el tronco de ese frondoso árbol, esperando la respuesta del rubio.

–Varias malas noches. –confesó.

–¿Son pesadillas?

Abrió sus ojos, enfocando las ramas del árbol que le daban tanta sombra –. No lo sé. Ni siquiera puedo recordarlo. Sólo sé que me despierto y no puedo volver a dormir. –Respiró con profundidad –. Sería maravilloso que no hubiese clase después. Así podría dormir algo.

–Pues yo que tú si tuvieses esa suerte, iría a la biblioteca para recoger información para el trabajo que me dijiste que te mandaron.

Naruto bufó –. Ese trabajo es una estupidez. No sé en qué pensaba el profesor cuando nos lo mandó.

Kiba se echó a reír –. No debe ser tan difícil encontrar leyendas fantasmales en la biblioteca. El problema es que a ti te da miedo cualquier cosa relacionada con los fantasmas. –le recordó sin dejar de mirar el paisaje que tenía enfrente.

Se sentó con rapidez en el suelo para encararlo –. No me da miedo –contestó de inmediato.

Miró a su amigo con evidencia, le molestaría un poco –. Ya veo. –se acercó bastante hacia él –. Entonces sabrás que incluso este lugar tiene una leyenda fantasmal.

–¿En serio? –preguntó atónito por lo que acababa de escuchar.

Miró a su alrededor antes de continuar para cerciorarse de que no había nadie más allí salvo ellos dos. Tras confirmarlo, decidió que lo mejor era bajar un poco su tono de voz y contar la historia con bastante misterio –. Un amigo me contó, que su abuelo le contó a su hermano mayor, que algo terrible ocurrió aquí hace muchísimo tiempo. –al ver cómo el rubio le miraba expectante, decidió continuar –. Me contó que un chico estaba saliendo con una chica en este instituto, pero sus familias no estaban de acuerdo con esa relación, así que quedaron una noche en esta escuela para fugarse en secreto de esta ciudad. –No pasó desapercibido para él, cómo el rubio tragó con dificultad la saliva, sin dejar de mirarle con nerviosismo –. Sus nombres eran Rin y Obito. Obito llegó a la hora acordada y esperó a que llegase Rin.

–¿Y lo hizo? –le interrumpió el rubio, refiriéndose a si Rin se presentó finalmente.

–No en circunstancias normales. –añadió –. Cuando el chico la vio, ella tenía el rostro desfigurado por una severa paliza. Ella le dijo que nunca volverían a estar juntos y desapareció delante de él sin dejar rastro. –Al ver que el rubio se quedó algo estupefacto y pensativo, decidió que lo mejor era despejarle sus dudas –. Así es, Rin apareció ante Obito como un fantasma. Su promesa hizo que pudieran verse una última vez. –esclareció –. Todos decían que el chico enloqueció al perder a su primer amor. Decían que se le veía hablar solo en los pasillos y cuando le preguntaban que con quién hablaba, siempre respondía que con Rin. Hasta que un día… –retrasó la frase un poco para causar más tensión.

–¿Hasta que un día? –le animó a continuar, aunque no estaba muy convencido de ello.

–Él apareció ahorcado en un aula de esta escuela. –los ojos azules no tardaron en demostrarle lo asustado que estaba –. Desde entonces se dice que él se aparece en ocasiones, buscando a su primer amor. Algunos estudiantes han dicho verle, otros que escuchan voces cuando están solos. Otros sólo escuchan un llanto desgarrador por los pasillos… –fue interrumpido por Naruto.

–¡Ya me ha quedado claro! –interrumpió poniéndose en pie. –Levantó su mano izquierda y miró su reloj de pulsera – ¿Es que no va a sonar la campana? –preguntó nervioso, mientras escuchaba la campana sonar. Miró a Kiba, el cual se estaba levantando con lentitud mientras se sacudía el pantalón por detrás. De repente tuvo la sensación de que alguien le estaba mirando, así que miró con lentitud hacia su izquierda, pero no había nadie, solamente un enorme cerezo, más árboles y césped. Se encogió de hombros y miró hacia Kiba de nuevo –. Me voy. –le hizo saber.

–¿Asustado? –le preguntó con una sonrisa, aunque era más que evidente.

–Ya lo he olvidado –le informó, sonriendo falsamente, mientras comenzaba a caminar hacia el edificio.

Desde el cerezo, un chico pelinegro, podía ver a ambos chicos alejarse lentamente mientras hablaban.

&SasuNaru&

En la biblioteca…

La biblioteca era una habitación bastante grande. Nada más entrar se encontraba de frente unas grandes y largas mesas puestas en forma vertical, con algunas lámparas encima bien distribuidas para permitirle al estudiante tener una buena iluminación. De frente estaban los grandes ventanales para iluminar bien la sala. A la izquierda una pequeña habitación donde se encontraba el mostrador de información. A la derecha de la puerta, estaban las estanterías puestas en forma vertical, una tras otras. Estaban divididas en secciones y los libros ordenados alfabéticamente.

El rubio estaba ojeando un libro. Tenía su mano izquierda apoyada en su cabeza a la vez que su codo lo tenía apoyado en la mesa. Con la mano derecha giraba lentamente las páginas de aquel libro. Al final la cosa había salido cómo esperaba, pero a medias. No había tenido clase, sí, pero por culpa de Kiba y su estúpida historia no podía dormir como a él le hubiese gustado hacer. Así que decidió que lo mejor era hacer ese estúpido trabajo para terminar lo antes posible con todo aquello. No podía evitar girar las páginas con cierto temor al ver algunas imágenes de supuestos fantasmas, e incluso hizo ciertas muecas divertidas con su boca en señal de disgusto y miedo.

Cerró el libro con molestia. Dejó escapar de sus labios un poco de aire. Su mirada se desvió hacia el asiento vacío que tenía enfrente. No podía buscar información si no paraba de ver fotos de los supuestos espectros. ¿Es que no había ningún libro que no mostrase esas ilustraciones terroríficas? Se puso de pie y con el libro en la mano, se dio la vuelta para dirigirse a las estanterías que estaban a su espalda.

Caminó hacia la estantería de antes y dejó el libro en su lugar. Frente a él había libros de todas las tapas, tamaño y colores posibles. Según la chica que estaba en información, si buscaba información sobre el folklore fantasmal, ahí estaban todos los libros que necesitaba. Pero esa estantería era gigantesca para él. Tardaría años en poder encontrar algo como lo que él buscaba. Una historia sin imágenes. ¿Pero a quién pretendía engañar? Le daba miedo hasta leerlas y lo peor es que no podía evitarlo, ni reconocerlo.

¿Iría más rápido si cogía varios libros a la vez? Así quizá podría desecharlos más rápido y no tendría que dar tanto viaje como si tuviera que ir y volver tras ver sólo un libro. ¡Sí, eso haría!

A la altura de sus ojos había un libro de tapa gruesa de color azul, era el primero, así que empezaría por ahí para no perderse e iría cogiéndolos en orden. Cogió el libro con la mano derecha y lo dejó sobre su brazo izquierdo. De la misma forma, cogió otros dos, descubriendo que tras ellos había un joven mirándole fijamente con sus ojos negros – ¡Ah! –No pudo evitar dar un respingo hacia atrás, aunque su grito no había sido del todo sonoro debido al susto. Sólo podía verle la cara y algo de su cabello negro. Con esa cara tan blanca y esos ojos tan negros y rostro serio, parecía que le estaba maldiciendo. A pesar de que se había asustado porque no se esperaba a alguien al otro lado con una mirada tan intensa como esa, el otro parecía no inmutarse. Claro, después de todo el único que no se esperaba que hubiese alguien al otro lado, era él.

No le vio con la intención de disculparse, así que decidió no darle importancia. Total tampoco había sido para tanto, era sólo que con la historia de Kiba estaba algo susceptible. Ayudándose de su otra mano para compartir el peso mejor en sus brazos, giró sobre sus pasos para regresar de nuevo a la silla en la que estaba sentado antes.

Una vez allí, depositó los libros sobre la mesa y se sentó en la silla, ajustando la cercanía entre ambas. Sin mucho ánimo, cogió el libro de tapa azul y lo abrió más o menos por la mitad. Total, para lo que buscaba, no hacía falta abrirlo por el principio. Sólo era una mera comprobación. Cómo esperaba al girar las páginas con su mano derecha, vio que tenía imágenes, así que cerró el libro con ambas manos y lo apartó al otro lado de la mesa. Cogió otro e hizo la misma operación que el anterior.

Desvió su vista un segundo de la página, hacia la mesa. De nuevo tenía esa sensación de ser observado por alguien. Por inercia levantó la cabeza y miró hacia el frente. Allí se encontró con la sorpresa de que el chico de hacía un momento, estaba sentado a dos mesas de distancia de él. Sus brazos estaban cruzados, vestía el uniforme del instituto y no tenía ningún libro sobre la mesa, sin embargo lo miraba fijamente. Por vergüenza, el rubio miró hacia abajo, como si siguiese mirando ese libro. Con lentitud, levantó de nuevo la vista y vio que todo seguía igual.

¿Debería intentar hacer lo mismo? Una guerra de miradas quizá funcionaría. Carraspeó como si con ello pudiese prepararse mejor mentalmente y decidió mirarle de la misma forma. Empezó a preguntarse qué hacía ese joven ahí, si no era para estudiar o leer algo. ¿Estaría esperando a alguien? ¿Estaría tan aburrido que había decidido distraerse viendo a los demás y le había tocado a él?

Desvió sus ojos azules y miró a su alrededor. La verdad es que eso estaba casi vacío, salvo por ellos dos y cinco personas más. Devolvió su mirada a ese joven de cabellos negros ¿Acaso era su forma de entretenerse? ¿O es que tenía algo raro en la cara? Al pensar en esa posibilidad, llevó ambas manos a sus mejillas y se las pasó con cierto disimulo pero con rapidez, para quitarse algo de la cara, si es que tenía algo realmente.

Abrió su boca y pensó en lo ridículo que estaba siendo en ese momento – Jeh –dejó escapar de sus labios, junto con una sonrisa. Negó un par de veces con la cabeza y miró de nuevo hacia sus libros. Seguramente eran imaginaciones suyas. Se estaba creando él solo una película imaginaria en su cabeza. Terminaría de una vez con su estúpido trabajo. Una vez más cogió su libro y se puso a ojearlo. Sin poder evitarlo, ya que su curiosidad estaba creciendo, volvió a mirar al mismo sitio, pero el chico ya no estaba.

&SasuNaru&

A las afueras de la ciudad, había un pequeño paraje que estaba rodeado de algunas hierbas y otro tipo de follaje. Allí al pie de un árbol, se encontraba una lápida blanca y polvorienta en la que no había inscripción o foto alguna. Naruto sostenía en su mano izquierda una rama que contenía muchas flores diminutas de tomillo de color blanco. Se arrodilló frente a la tumba y depositó la rama encima del minúsculo recuadro que sujetaba la lápida. Todos los días iba a visitar esa tumba de la que sólo él se ocupaba de traer flores o limpiar de vez en cuando.

Desde que un día vagando por el campo la encontró, no pudo evitar sentir lástima al ver una tumba abandonada. Sintió que al menos debía de llevarle unas flores o algo para que la persona que estaba enterrada allí, viese que alguien se acordaría de ella, aunque no fuese su familiar. Nunca vio a nadie acercarse allí, así que imaginó que ya no le quedaba ningún familiar en la ciudad.

Un día le contó a Ino acerca de la tumba, para que le aconsejase sobre que flor poner. Ino que era gran entendida en ese campo, le mostró varios significado de las flores. El tomillo sin lugar a dudas era el que más le convenció, ya que su significado era; nunca te olvidaré.

–Hola. Ya estoy aquí otra vez –hizo una breve pausa, para mostrar su sonrisa – ¿Sabes? Mi amigo Kiba hoy me ha contado una historia sobre fantasmas. No sé si añadirla a mi trabajo. –pensó en lo que le estaba contando –. Mnnn... Mejor otra cosa –se dijo en voz alta, ya que hablar frente a una tumba de fantasmas, no era lo más idóneo –. Hoy he tenido una clase libre y me la he tenido que pasar en la biblioteca y un chico bastante serio me ha asustado y después no paraba de observarme. Mm… – dijo pensativo –. El profe de gimnasia me ha castigado por quedar el último en la carrera de relevos… –dejó la frase al aire, intentando hacer memoria –…lo cierto es que no me ha pasado nada interesante –se echó a reír –. Espero que mañana sea un día mejor. –Se puso de pie –. Hoy me voy antes –le avisó, sacudiéndose el pantalón a la altura de las rodillas –. No duermo bien últimamente y me duele un poco el brazo, así que me iré antes a dormir. –Hizo una reverencia a la tumba –. Hasta mañana.

Se dio la vuelta y empezó a caminar, rumbo hacia la ciudad. Una mano blanquecina se posó sobre el borde superior de la lápida. Con sus ojos penetrantes y negros miró la tumba unos segundos, para después mirar hacia el joven rubio que se alejaba cada vez más de allí.

&SasuNaru&

Unos días después…

Naruto entró corriendo por la puerta que daba al servicio masculino. Sin importarle si había gente o no, empujó una de las puertas situadas a su derecha que estaba medio abierta para entrar en el cubículo y una vez dentro echó el seguro. Respiraba con dificultad debido a la impresión que le causó lo que acababa de ver. Miraba la puerta con miedo, esperando que no le hubiese seguido nadie. O no al menos la persona en la que pensaba.

Flash Back

El rubio entró con su mochila en la mano izquierda a la biblioteca y caminó hasta la estantería de la que sacó el libro que finalmente se llevó a casa la última vez. Con un libro de tapa verde oscura gruesa en la mano, buscó el hueco que había entre los libros y procedió a dejarlo en su lugar. Sonrió y giró su cuerpo hacia la derecha, dispuesto a marcharse, pero se detuvo de inmediato al ver al chico misterioso que todos estos días parecía acecharle en cierta forma. Cada vez que miraba a algún lado porque se sentía observado en estos días, estaba ese desconocido mirándole. Sólo se dedicaba a eso. No se acercaba y no cruzaba palabra con él. No le conocía de nada. Únicamente sabía que era de ese instituto y no porque se lo hubiese dicho, sino porque vestía el mismo uniforme que él. Pero no solamente lo seguía en el instituto, también cada noche cuando regresaba de ver la tumba, si se asomaba desde la ventana de su habitación, podía verle en la calle, mirando hacia su ventana en específico.

Eso le molestaba. Así que si ese joven no daba el primer paso, lo daría él. Frunció el ceño y dio un paso, convencido de lo que iba a decir, pero el otro retrocedió y giró su cuerpo hacia su derecha para irse.

Esta vez no se escaparía – ¡Eh! –se apresuró a dar unos pasos más rápidos para darle alcance. Por suerte para él, al dar la esquina estaba la pared, así que lo podría arrinconar bien. Fuese lo que fuese lo que quisiera ese, lo iba a averiguar de una vez por todas. Giró su cuerpo para tomar la esquina y no pudo evitar detenerse con brusquedad y mirar con sorpresa al ver que no había nadie. Únicamente estaba la esperada pared que estaba a unos cinco pasos de distancia de él.

¡Eso era imposible! La mochila resbaló de su mano hasta caer al suelo por la impresión. ¿¡Cómo demonios!? Nadie desaparecía así como así de la nada. Miró a su espalda y tampoco estaba allí. Y estaba seguro de que no se había marchado corriendo hacia esa dirección para salir de la biblioteca. Volvió a mirar hacia la pared y de repente le vino una idea desagradable a su cabeza–. Un fantasma – susurró, mirando hacia un mismo punto aterrado.

Fin Flash Back

Sentando en la tapa del retrete, tenía sus manos cubriéndole la cara. Estaba muy nervioso, por más que lo pensaba, esa cosa había desaparecido sin más casi delante de sus narices.

–Seguro que viene a por mí –se decía a sí mismo en voz baja. Era lo único que le quedaba claro. A su cabeza llegó la historia que le había contado su amigo Kiba hacía ya unos días. ¡Ese Obito iba a por él! ¿Pero, por qué? ¿Sería para recuperar a su primer amor? ¿Querría venganza para aquella familia? ¡Eso no tenía sentido! Hacía ya dos generaciones que todos habrían muerto. El causante de aquella desgracia estaría vagando por ahí, de la misma forma en la que lo hacía él en estos momentos. Nervioso, sintiendo el temblor de sus manos, decidió quitárselas de la cara –. Cálmate, Naruto –volvió a repetirse las mismas palabras, pero no es que le obedeciese ni su cabeza ni su cuerpo. "¿Seré un descendiente de aquella familia? ¿Me acecha por eso? Ya decía yo que él no tenía un color de piel normal. ¿Pero cómo iba yo a pensar algo así? Se supone que flotan, hacen volar cosas, desaparecen", reflexionó en eso último. "Aunque eso ya lo ha hecho". Se cruzó de brazos y miró la puerta, mientras se mordía el labio inferior. Sus ojos se movían nerviosos, intentando buscar una solución que no llegaba a su cabeza.

En ese momento sonó la campana, indicando el fin de clases. Se puso de pie de inmediato. Estaba claro que allí no podía quedarse para siempre. Estar encerrado en el instituto de noche no sería lo mejor para él y menos dadas las circunstancias que se habían dado el día de hoy. Miró al suelo en ambas direcciones y no encontraba lo que buscaba, hasta que un recuerdo le acechó la mente. Se echó manos a la cabeza al recordar que se le había caído la mochila en la biblioteca y con las prisas se le olvidó cogerla. Tenía que ir a por ella sin duda, pero ¿y si 'eso' seguía allí? Tendría que hacer de tripas corazón e ir a por ella.

Tragó con dificultad y acercó su mano derecha hasta el cerrojo de la puerta para abrirla. Lo hizo muy despacio y se ayudó de su otra mano para empujar la puerta hacia delante con la misma sutileza. Echando un par de pasos hacia delante con temor, verificó que no había nadie allí, ni a su izquierda ni a su derecha. Estaba totalmente solo, salvo por su reflejo en el gran espejo que estaba enfrente de él, sobre uno de los numerosos lavabos.

Respiró entonces un poco más tranquilo, pero debía darse prisa si no quería ser encerrado allí toda la noche.

&SasuNaru&

Abrió la puerta de la biblioteca con lentitud y fue asomándose despacio a medida que la puerta avanzaba. Frente a él estaba las sillas vacías. Se animó a echar unos pasos hacia delante mirando a su alrededor. Aquello estaba totalmente vacío. Cogió aire por la nariz con fuerza y lo dejó escapar por la boca. Lo importante era coger la mochila cuanto antes y salir corriendo de allí antes de quedarse encerrado. Miró hacia su derecha, viendo las estanterías y el pasillo por el cual había salido corriendo. Echó a andar con cierta rapidez y tan pronto como vio su mochila, echó a correr hacia ella hasta finalmente detenerse para cogerla.

Se agachó y se levantó tan rápido para cogerla que ni él mismo se lo esperaba. Se dio la vuelta y al encontrarse con quien no deseaba, retrocedió un paso, enredándose con su otro pie, lo que le hizo caer obligatoriamente al suelo, dando un gran culetazo.

–¡Ay! –se quejó. Su rostro reflejaba miedo. ¿Y cómo no tenerlo? ¡Iba a ser asesinado allí mismo! Con la mochila aún en su mano derecha, gateó hacia atrás ayudándose de sus piernas, para evitar estar tan cerca de ese joven con facciones indescriptibles. Al ver al pelinegro avanzar con lentitud hacia él, decidió hablar –. ¡Obito, no me mates! –suplicó.

El pelinegro enarcó una ceja –. ¿Quién es ese? –preguntó desconcertado, mientras detenía sus pasos.

–¿Tú? –preguntó volviendo a retroceder.

Al ver el desconcierto, pavor y sufrimiento del rubio, decidió que lo mejor era retroceder –. Despierta, Naruto. –dicho esto, hizo una mueca de dolor y se llevó su mano izquierda a la sien. Sin decir más, se dio la vuelta y comenzó a alejarse de allí. Dejando al rubio tan confundido y asustado como antes.

&SasuNaru&

Uzumaki retiraba las cortinas de su habitación con cautela para poder ver el exterior. Allí estaba de nuevo. Ese chico no paraba de estar allí todas las noches desde la primera vez que le vio en el instituto. Al principio pensó que era un acosador o un curioso, pero ahora resultaba que era un fantasma que al parecer no se podría quitar de encima nunca. Dejó caer la cortina despacio para que volviese a su forma original. Por su culpa ni siquiera había podido ir a visitar la tumba como era su costumbre, por temor a encontrárselo cara a cara de nuevo.

Llevó su mano izquierda a su brazo derecho, al igual que sus ojos. Le dolía bastante y no pudo evitar hacer una mueca de dolor.

–¡Naruto, ve a comprar un poco de sake! –gritó su padre, seguramente desde el comedor, que era el último sitio en el que lo vio, antes de subir a su habitación.

Esa orden había sido como recibir un puñetazo en el estómago. ¿Acaso no podía ir él mismo? Miró de nuevo hacia la cortina cerrada como si pudiese traspasarla con la vista. Si salía fuera estaba acabado. ¡Esa cosa le seguiría hasta llegar a algún callejón oscuro y le mataría!

"Ojalá no fuese a comprar. Ojalá mamá pudiese ir por mí", pensaba en ello asustado, hasta que la voz femenina interrumpió su ruego.

–¡Déjalo cariño, ya voy yo!

–¡Está bien! –se apresuró a contestar. Se llevó la mano derecha al corazón y respiró algo más aliviado. Escuchó un sonido chirriante. Seguramente la verja de su casa abrirse. Con menos disimulo apartó la cortina con su otra mano y se asomó un poco para mirar el exterior. El joven de piel blanquecina ya no miraba hacia su habitación, miraba hacia el frente. No comprendió el porqué, hasta que no vio a su madre pasar por al lado del fantasma –. Mamá –le dijo a la nada, al recordar que quizá la había puesto en peligro a ella, pero cuál fue su sorpresa al ver que el fantasma seguía a su madre sólo con la mirada, para acto seguido mirar hacia donde estaba él con la misma expresión inmune en su cara, mientras se metía las manos en los bolsillos. Y su madre había pasado de largo sin ni siquiera mirarle.

Por inercia, Naruto cerró la cortina con rapidez para evitar que el otro se diese cuenta de que le estaba observando también. Se alegraba y se aliviaba de que no hubiese ido tras su madre, pero no podía evitar seguir teniendo dudas al respecto. Su madre siempre saludaba a las personas con las que se cruzaba, era su forma de ser. ¿Quería decir eso entonces que no le había visto? Puede que al fantasma sólo pudiese verle él. Negó con la cabeza un par de veces –. Todo esto no tiene sentido –levantó su cabeza hacia arriba y enfocó el techo.

&SasuNaru&

Kiba y Naruto estaban tumbados en el césped, mirando el cielo azul. El joven de cabello castaño le contaba al rubio lo difícil que le había resultado el examen de química, pero el rubio parecía estar en otra cosa.

¿Tú qué piensas? –le preguntó, fijándose en esa nube pequeña que cruzaba por delante de él con lentitud. Al no recibir respuesta, miró hacia su derecha – ¿Naruto? –le vio muy concentrado mirando hacia ese vasto cielo, si es que realmente estaba mirándolo –. ¿Me estás escuchando? –preguntó en un tono más alto y recibió rápido la respuesta.

El rubio levantó las cejas por el sobresalto y de inmediato miró hacia su izquierda – ¿Qué?

Ruló la vista –. He gastado saliva para nada, ni siquiera me escuchabas. –le echó en cara, volviendo a mirar hacia el cielo.

Naruto se maldijo a sí mismo porque su amigo llevaba razón –. Lo siento. Te juro que te empecé a escuchar, pero… –fue interrumpido por su amigo.

–¿Estás preocupado por algo? –Silenció unos segundos – ¿Tiene que ver con las secuelas del accidente?

Uzumaki retiró lentamente la mirada azul de su amigo, con preocupación –. No. Es otra cosa.

–¿Has ido al ver al médico por lo del brazo?

–No tendría mucho sentido. Ya me estoy tomando pastillas para el dolor. No podrían hacer nada más por mí. –le hizo ver. Estiró sus brazos y piernas y se fue incorporando para quedar sentado, recogiendo sus piernas y doblándolas.

–¿Sigues sin recordarlo? –se aventuró a preguntar, aunque sabía que a su amigo no le gustaba esa conversación.

Tardó unos segundos en contestar, que para Kiba fueron eternos – Recuerdo como me golpeé el brazo contra la puerta de un coche. Nada más. –Decidió que lo mejor era cambiar el tema –. Es otra cosa. Dime –miró a su amigo –, ¿crees que los fantasmas realmente existen?

Giró la cabeza para mirarle –. Claro. Hay muchas leyendas y cuentos sobre ellos, como la que te conté, así que es seguro que pasaron.

¿Y por qué crees que aparecen así sin más?

Apoyando sus manos en el suelo, se fue incorporando para quedar a la misma altura que el pensativo Naruto –. No lo sé. Supongo que para dar un mensaje. Como por ejemplo el caso del espíritu de Rin, que incluso siendo un fantasma quiso decirle a su primer amor que no le esperase más porque había muerto.

Miró hacia una flor que tenía justo en frente – ¿Crees que sólo unos pocos pueden verlos? Quiero decir, no todo el mundo puede verlos, ¿verdad? –apartó la vista de la flor y miró a su amigo, que reflejaba en su cara estar confundido.

–No sé, no conozco a ninguno para preguntarle. ¿Tu sí? –Sonrió y levantó su mano derecha para dejarla sobre el hombro derecho de Uzumaki –. Tranquilo –ahora se arrepentía de haberse inventado aquella historia para asustar al rubio –. Está bien que quieras sacar buenas notas en tu trabajo, pero no te lo tomes muy a pecho. Esas cosas en el fondo dan miedo. Es mejor que te relajes, ¿de acuerdo?

¿Relajarse? ¿Y cómo iba a hacerlo? Se suponía que Obito iba tras él por vete a saber qué razón. A la mente le llegó el recuerdo de la biblioteca cuando se encontró con ese ser. '¿Quién es Obito?' ¿Había escuchado bien en aquel momento? ¿O es que estaba tan asustado que ya ni supo lo que escuchó? Pero eso le hacía tener otra duda más. Si no era Obito, ¿quién era? Si según Kiba a veces se aparecían para dar un mensaje, ¿cuál era ese? Sus pensamientos se vieron interrumpidos de nuevo por Inuzuka.

El joven de ojos marrones no le veía buena cara a Uzumaki y se estaba preocupando de verdad. De saber que esa leyenda falsa le iba a causar tal impacto ni se la habría contado –. Sabes que puedes contarme cualquier cosa que te preocupe, ¿verdad? –si lo que le preocupaba era la leyenda, le diría sin más rodeos que había sido una mentira.

¿Qué debía hacer? ¿Podría contárselo a Kiba? Él sabía el miedo que le daba los fantasmas, ¿y si le creía un loco y se reía en su cara? La verdad no le culparía de ello, todo aquello estaba siendo una locura. Sonaría a broma desde el principio hasta el final. Pero por otra parte no tenía a nadie más en quién poder confiar. También estaba la posibilidad de que le creyese y pudiera ayudarle.

Tomó aire por la nariz y lo dejó escapar con fuerza por la boca. Aquello no sería sencillo, pero al menos tenía que intentarlo. Armándose de valor, apoyó su mano izquierda en el césped y giró su cuerpo para hablarle más cómodamente. Abrió la boca dispuesto a contarle todo, pero se detuvo al ver por detrás de su amigo una silueta. Enfocó su vista un poco más hacia la derecha y ¡ahí estaba! Titubeó con la mirada y sus pensamientos, al pensar en buscar una solución rápida a aquello y sólo se le ocurrió una idea que quizás funcionase. Si Kiba podía verle, estaría a salvo, de lo contrario, todo estaría perdido, pero debía arriesgarse ahora o nunca para saberlo.

"Espero que puedas verlo" –. Kiba, mira hacia atrás y dime lo que ves. –le susurró a pesar de que el fantasma estaba a una larga distancia y sería imposible para él escucharles. Al ver la cara de confusión de su amigo, decidió continuar –. Tú sólo hazlo, pero no seas muy evidente.

–De acuerdo –apoyando sus manos en el suelo, se puso de pie y dio un bostezo, girando su cuerpo hacia donde su amigo le había dicho –. Veo el edificio, árboles, césped y… –se escuchó la campana sonar, así que los alumnos comenzaron a ir hacia la misma dirección –…a los alumnos entrar para no llegar tarde –miró a su amigo –. Deberíamos entrar nosotros también.

Uzumaki se mordió el labio inferior mientras se ponía en pie. Su amigo no había sido capaz de verlo, al igual que su madre.

–Oye –le llamó la atención, y no tardó en tener los ojos azules puestos en él –, ¿conoces al chico que no para de mirarnos? ¿Está en tu clase o algo?

Naruto se sorprendió al escuchar aquello. ¡Significaba que él también podía verle! Miró hacia el joven que seguía allí parado como si fuese un clavo –. No. No le conozco de nada, ¿y tú? –preguntó, intentando guardar la calma.

–No le había visto en mi vida. A lo mejor se ha trasferido hace poco.

Miró de nuevo a Kiba y sonrió –. Claro. Ha de ser eso. –nunca pensó antes en esa posibilidad.

El de ojos marrones comenzó a andar y con la cabeza hizo un gesto para animar a su amigo a que le siguiera –. Vamos o llegaremos tarde –le recordó.

–Claro –sonrió más aliviado y comenzó a andar. Sus ojos fueron a parar al joven de ojos negros y ambos vieron como se dio la vuelta, aunque con la misma cara pálida y sin expresividad alguna. Naruto miró a su alrededor. Los estudiantes todavía estaban por los alrededores, teniendo todos el mismo punto en común por el cual pasar. La puerta de entrada al edificio. Su cabeza no tardó en crear un plan para cerciorarse de que aquello no fuese una casualidad –. Kiba, me adelanto. Tengo algo que hacer y acabo de acordarme –refirió con cierta prisa.

–Está bien –respondió, antes de verle correr con su típica sonrisa.

Uzumaki, vigilaba la espalda de aquel individuo, para ver que no desaparecía como la otra vez. Corrió hacia una chica y le tocó apresuradamente el hombro para llamarle la atención. La chica dio un respingo al no esperarse aquello –. Siento haberte asustado –se disculpó con la misma rapidez que con la que había llegado. Con una de sus manos señaló hacia el 'estudiante trasferido' –¿Ves al chico que está ahí? –Tras la afirmación de la chica, decidió continuar – ¿Le conoces? –Al ver que la chica se fijó en el otro y negó con la cabeza, decidió continuar – ¿Segura? ¿No le habías visto antes? –al ver de nuevo su negativa, decidió que debería continuar –. Está bien, gracias –le despidió con una sonrisa y corrió hacia otro estudiante, esta vez un grupo de chicos que caminaban mientras hablaban animadamente.

&SasuNaru&

Esperó a que los últimos estudiantes salieran del edificio. Se puso a subir las escaleras con algo de prisa, para acabar aquello cuanto antes. No tardó en dar con el largo pasillo y pronto con la puerta que daba a la biblioteca. Como esperaba estaba vacía a simple vista. Pero lo mejor era cerciorarse, ya que no quería que nadie les escuchase. Giró su cuerpo hacia la derecha y empezó a correr hacia el frente, teniendo su cabeza girada hacia la izquierda para ver que no había nadie cogiendo un libro o dejándolo en las filas de estanterías. Tras cerciorarse de aquello, se dio la vuelta y regresó hasta donde estaban las mesas. Sacó una de las sillas y la puso mirando hacia la puerta, sentándose en ella. Se centró en mirar hacia ese punto, ya que si algo había aprendido de esos días, era que el joven de cabello negro le acechaba, así que estaba seguro de que estaría por llegar.

Por fin tenía claro que no era un fantasma. Todos esos estudiantes a lo que les había preguntado, podían verle. Aunque nadie sabía quién era. Bueno, también cabía la posibilidad de que justamente hubiese preguntado a los alumnos que no le conocían y no a sus compañeros de clase. Aunque no iba a tener tan mala suerte, ¿no? Ya iba a ser esa mucha casualidad, pero tampoco lo podía descartar.

Tan pronto vio el perfil de una figura asomar por la puerta, se preparó mentalmente. Acabaría con todo aquello de una vez por todas. Y efectivamente, unos escasos segundos pasaron cuando pudo ver al pelinegro entrar con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón.

Frunció sus rubias cejas y se puso de pie. Avanzó un par de pasos y se detuvo frente a él, al igual que lo hizo el otro. Levantó su mano derecha y le apuntó con el dedo índice acusadoramente –. ¡No eres un fantasma! –afirmó, viendo que el otro sólo miraba con curiosidad hacia su dedo. Retiró su dedo al sentirse en cierta forma ridículo. Esperaba que el otro le dijera lo evidente o algo, pero ni lo afirmaba ni lo negaba. Tan pronto los negros ojos le miraron, decidió continuar – ¿Quién eres y por qué me persigues? –más que una pregunta, fue una exigencia.

El pelinegro miró unos segundos hacia el suelo y dejó escapar una sonrisa sarcástica en sus labios durante unos segundos, antes de volver a mirar al rubio –. Eso no es importante. Lo importante aquí es que debes despertar. O será demasiado tarde.

Ayer le había dicho lo mismo, pero estaba tan asustado que ni siquiera preguntó – ¿Despertar? Explícate, no te entiendo. –exigió.

–Recuerda tu accidente.

El rubio se impresionó al escuchar aquellas palabras. ¿Cómo sabía él algo así? A nadie jamás le había contado acerca de aquel accidente, sólo lo sabían sus padres, el médico que lo atendió y su amigo Kiba – ¿Cómo sabes...? –alargó la frase. ¿Acaso Kiba se lo habría contado? No, eso no era posible. Su amigo hacía unas horas le había dicho que ni siquiera sabía quién era ese individuo, que jamás lo había visto.

–Eso no es importante.

–No sé quién te lo habrá contado, pero debió haberte dicho también que no recuerdo lo que me pasó.

Estudió al rubio con la mirada –. ¿No lo recuerdas o no quieres?

Frunció el ceño –. No sé qué pretendes. Pero sigue así y te denunciaré por acoso. –amenazó.

–Recuérdalo –instó.

¿Recordarlo? Se lo habían propuesto miles de veces, pero nunca había obtenido resultados. Sus padres le agobiaron a preguntas, igual que su médico y él no sabía dar una respuesta porque no recordaba. Y ahora un imbécil le exigía que tenía que recordarlo. ¡Como si fuese tan fácil! – ¡Basta! –intentó tranquilizarse en la medida de lo posible –. No eres nadie para darme órdenes. Sólo un desconocido. Ni siquiera me conoces. Tú no sabes nada de mí. –masculló. Debido a la tensión de su cuerpo por el enfado, comenzó a dolerle su brazo derecho. Llevó la mano contraria hasta el brazo dolorido y miró con ira al joven que tenía enfrente –. ¡Déjame en paz! –instó y dando unos pasos decididos, pasó de largo de él, saliendo finalmente de la biblioteca.

El pelinegro dejó escapar un suspiro de sus labios y desvió la mirada con un tinte de tristeza –. El tiempo se acaba. –llevó su mano izquierda a su sien dolorida y cerró los ojos con pesar.

Naruto quería salir de allí cuanto antes, así que empezó a correr por el pasillo hasta encontrarse de frente con las escaleras, pero no por ello aflojó su marcha. Las bajaba tan rápido que ni veía sus pies, y ese fue un gran error. Dio un paso en falso y su cuerpo se tambaleó hacia delante, haciendo que cayese estrepitosamente escaleras abajo. Todo le dio vueltas hasta que finalmente llegó a suelo firme al finalizar aquello, cayendo boca arriba y dándose un buen golpe en la cabeza, para rematar.

Tal y como había caído, observó su alrededor con la mirada, dándose cuenta de que no veía doble y se puso de pie. Con preocupación, miró hacia el final de las escaleras, para comprobar que efectivamente nadie le había visto. Tras comprobar aquello, se dio la vuelta y comenzó a caminar recto hacia los casilleros. Sólo tenía que coger su mochila y salir de allí cuanto antes.

&SasuNaru&

Un día más, Uzumaki estaba sentado con las piernas cruzadas sobre la hierba, frente a la lápida sin nombre. En ella depositaba la mayor parte de su confianza, ya que sabía que sus secretos o pensamientos nadie podría revelarlos. Tenía ambas mangas remangadas y se observaba los brazos amoratados que no tenían buen aspecto. Suerte que ahora era época de manga larga y podría pasar desapercibido para sus padres.

Miró hacia la tumba con una sonrisa –. Tienen mal aspecto, pero no te preocupes. No me duele. –reflexionó lo que acababa de decir y su sonrisa fue desapareciendo –. Nada lo hace desde el accidente. Sólo mi brazo y no siempre –afirmó preocupado, llevándose la mano hasta la zona afectada, para darle unas cuantas caricias –. Da igual las veces que me caiga, da igual la altura, incluso si me corto. Creo que perdí casi totalmente la sensibilidad desde entonces, salvo por lo del brazo. –Dejó escapar un largo suspiro por sus labios y se cruzó de brazos –. No sé, sólo recuerdo habérmelo golpeado contra la puerta del coche, pero debí de darme en algún punto crucial para que mi cuerpo dejase de sentir el dolor. –hizo una pequeña pausa, antes de continuar –. Delante de mis padres tengo que fingirlo, no quiero preocuparles por algo así. Bastante susto les di en su momento. A veces me pregunto por qué no puedo recordar nada sobre aquel día. Recuerdo a mi familia, a mis amigos, incluso mi vida antes y después de ese día, pero nada acerca de aquello. –Por un momento le llegó a la mente ese acosador y sus palabras sobre que no quería recordar –. ¿Qué fue lo que vi? ¿Qué sentí? –Negó con la cabeza –. A veces siento que he perdido algo importante, pero no logro imaginar que puede ser. –miró la rama con florecillas que siempre depositaba allí –. Dime, ¿crees que ese chico tiene razón y en cierta forma no quiera recordar aquel día? Puede que fuese tan desagradable que por eso mi mente se haya bloqueado inconscientemente. –De nuevo le vino a la mente el pelinegro –. Jeh, va a volverme loco –susurró –. Ese acosador, me sigue incluso hasta mi casa y creo que no está muy bien de la cabeza. Dice cosas sin sentido… –se sintió observado por su lado derecho, así que miró tan rápido como pudo hacia allí. No había nada, sólo campo. Regresó entonces su vista a la tumba –. Bueno, tengo que irme o se me hará tarde. Te veré mañana. –sonrió y apoyó su mano en el suelo para finalmente levantarse. Se sacudió el pantalón e hizo una reverencia –. Adiós –se despidió, girando su cuerpo hacia la izquierda, comenzando a caminar.

No pasó ni un minuto cuando la mano blanquecina cogió la flor allí depositaba. La miró con cuidado y miró hacia Naruto que estaba ya bastante lejos. Dejó escapar un suspiro profundo por la nariz y dejó la flor en su sitio. Se cruzó de brazos y quedó pensativo durante un buen rato.

–¿Estaré haciendo lo correcto? –sintió cierta molestia en sus brazos, así que los descruzó y se los miró. Poco a poco iban desapareciendo y apareciendo como un lento parpadeo –. Nt, se nos acaba el tiempo. –dicha esta frase, desapareció por completo en un pestañeo.

&SasuNaru&

Los ojos azules miraban hacia fuera a través de la ventana de su habitación. Había pasado una semana y ni rastro del pelinegro. ¿Se habría mudado de la ciudad? Era la única opción posible. No estaban en temporada de vacaciones y ya no le acosaba ni en el instituto ni en la puerta de su casa por la noche, así que era la única respuesta que encontraba.

Con su mano cerró la cortina y caminó hasta su cama, donde se tumbó boca arriba cruzándose los brazos detrás de la cabeza –. Era atractivo –reconoció –. Aunque raro. –añadió al recordar que había desaparecido casi en sus narices, que lo acosaba y sus frases sin sentido –. ¿Qué estará haciendo ahora? –no pudo evitar preguntarse. En cierta forma se había acostumbrado a su acoso y sentía curiosidad por saber más acerca de él y no sólo eso. Desde que no le veía pudo poner sus pensamientos en orden y llegó a la conclusión de que quizá el pelinegro sabía cosas acerca del día del accidente que él no podía recordar por mucho que se lo propusiese.

&SasuNaru&

Continuará…

Debido al cumpleaños de Sasuke un grupito que se llama la edad de oro en facebook, nos hemos animado para escribir una historia Sasunaru. Y esta es la mía, espero que os guste. No olvidéis dejar un comentario tanto si os gusta como si no, la historia. Hasta el siguiente capítulo n.n