Dedicado a: Mikraller. Feliz cumpleaños, súper atrasado.

Gracias a Zeit Reise y Ola-chan por su apoyo y lindas palabras para que lo continuara. También está dedicado a ustedes.

Corregido por mi linda esposa y beta AddictedToMxM


Pandemónium

Capítulo 1: El comienzo

Hace dos mil doscientos años, Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, pero se equivocó en una cosa: que ellos son vulnerables al mal que habita en la tierra, se dejan llevar por sus deseos y no miden consecuencias. Sin embargo, Dios también se equivocó al sacarlos de la tierra prometida, dejándolos a su suerte como castigo.

Luzbel, en la oscuridad del infierno, veía cómo los humanos eran consumidos por sus deseos, cómo las guerras se hacían frecuentes, cómo los jóvenes se mataban consumiendo drogas, tantas cosas interesantes que lo sacaban de su aburrimiento. Sus demonios se regocijaban con cada alma que llegaba, cada vez eran más oscuras, más pecadoras.

"¡Oh! Qué interesante, esto podría cambiar el rumbo de los humanos. Vamos a ver cuánto te aman en verdad", pensó el Rey del Infierno. Sus alas negras se extendieron con una belleza inigualable y voló lo más rápido que pudo hacia las puertas del reino de Dios. Allí encontró a San Pedro, protector de las puertas, y al Arcángel que lo había enviado a su hogar, San Miguel.

Con el orgullo que poseía, se acercó a estos seres y exigió:

—Quiero hablar con tu Señor, Arcángel San Miguel.

El Arcángel lo observó con severidad. Sabía que él no traía buenas noticias y su dolor aún palpitante hacía que sus palabras fueran más exigentes y duras de lo que quería.

—Hace muchos años te envié al infierno, puedo volverlo a hacer si intentas algo contra Dios —refuto el Arcángel, príncipe de la milicia celestial.

Luzbel solo rodó sus ojos con fastidio. Sabía que era fuerte, pero eso no iba a cambiar sus planes, quería ver sufrir a Dios.

—No te preocupes, solo quiero plantearle una idea.

El Arcángel sabía que no podía negarle la entrada a ese ser, después de todo Dios todavía guardaba esperanzas en que algún día cambiara, y con eso en mente las grandes puertas doradas se abrieron. San Miguel guio a su acompañante hasta la habitación donde el ser más importante escuchaba las oraciones de su pueblo. Al sentir a aquel Ángel caído, detuvo su trabajo y atendió al ser que un día amo.

—Que vengas a verme hace que mi corazón y alma se estremezcan de tristeza. Dime a qué has venido —dijo Dios con una voz suave, amable, llena de compasión, pero esta denotaba tristeza y su mirada estaba llena de nostalgia.

—Quiero hacer una apuesta contigo.

—No la acepto —afirmó con severidad.

—Quiero ver si los humanos son merecedores de la tierra, como lo has afirmado todos estos años. Tú mandaste a tu hijo para perdonar sus pecados, yo mandé al mío a corromperlo, mostrarle que no eres un buen padre, pero él cerró sus ojos, odios y corazón a las mentiras. Sin embargo, los sacerdotes que juraban servirte escucharon mis palabras y lo sacrificaron.

Dios lo observaba perplejo, sus ojos llenos de lágrimas y con una notoria decepción de aquel que fue el más hermoso de su legión de ángeles.

—Te propongo una apuesta en la que veremos qué tan creyentes son de ti, y tú, mi Señor, podrás poner las normas. Quien gane será el nuevo gobernante de la tierra.

Dios, en su infinita caridad, aún veía a su ángel favorito, pero al detallarlo y ver su seriedad, contempló la envidia que había corroído su alma, corazón y belleza. Sabía que aceptar conllevaría a crímenes sin precedentes, muertes dolorosas y…

—Acepta, Padre. Los seres humanos son compasivos, y amorosos como tú —dijo su Hijo Jesús entrando en la habitación.

Dios veía cómo su único hijo, hijo amado, entraba en la habitación. Se veía la confianza en sus ojos, y sabía que podía ver cosas buenas en cada uno de los corazones. No sabía qué decisión tomar; podía ver tanto dolor en cada ser humano que su corazón se comprimía y recordaba que Él había abandonado a su pueblo, cuando debió solamente corregir y enseñar. A pesar de ello, las personas confiaban todavía en él y no podía permitir que Luzbel hiciera más movimientos sucios.

—Mi hijo y yo confiamos en cada uno de los seres humanos, así que aceptamos —una hoja y lápiz fueron entregados—. Las cláusulas son las siguientes:

"Nosotros como líderes de nuestros reinos, el de la Vida y el de la Muerte, no podremos ayudar directamente.

Podemos mandar ángeles de luz o de oscuridad a la tierra para que hagan sus movimientos. En tu caso, no pueden ser almas impuras que estén en cualquiera de los círculos de tortura.

Si un ángel de luz y uno de oscuridad se llegan a enamorar, la apuesta se cancela. Ellos deberán restablecer el balance de la tierra, limpiar el corazón y ese ángel oscuro entrará en mi reino."

"Estúpido viejo", pensó Luzbel. Que un ángel de la oscuridad se enamore de uno de luz es una falacia a lo que él ha creado en su reino, lleno de torturas y odio hacia la vida humana. Ningún ser de luz puede cambiar a uno lleno de oscuridad, ni Dios había podido recobrar la belleza espiritual que él había sido. Tenía la certeza de que ganaría esta apuesta, sabía que sus servidores eran fieles.

—Acepto, es interesante ver lo infantil que sigues siendo. Nadie amaría a un ser de la oscuridad, ni tú lo hiciste, por eso vivo en el infierno —sonrió lleno de orgullo—. Eres un idealista, al que ya no le quedará nada, ni sus amados hijos terrenales.

Tomó la pluma, firmó, dio un último vistazo a ese hombre que alguna vez amó, pero que ahora solo era el símbolo de su odio. Le fastidiaba verlo y quería verlo sufrir, que su luz se extinguiera y así satisfacer todos esos sentimientos que lo carcomían.

De igual manera, Dios firmó y con una sonrisa paternal miró a Luzbel. Solo hizo que la ira de este aumentara mientras se ponía de pie. Quería acabar con ese ser ahí mismo, pero más se demoraría en atacarlo que Miguel enviarlo a su hogar, mal herido y con unas cuantas costillas rotas. Ese Arcángel era el más fuerte de todos y hacía valer la superioridad de Dios con fuego en su espada.

En ese momento, la apuesta comenzó.

Dios llamó a sus mejores ángeles. Cada uno contaba con cualidades que ayudarían a sus amados hijos, unos llenos de amor, otros con paciencia, dones en sanación, clarividencia, exorcismo, el don de la palabra, entre muchos otros. Su Hijo y Madre del Cielo apoyaban cada una de las decisiones y aportaban a otros seres luminosos que trabajarían por el bienestar de su reino, entre ellos un pequeño bebé, que reposaba en los brazos maternales de la Virgen del Cielo.

Luzbel se encargó de buscar a los ángeles de oscuridad más perversos, llenos de odio, rencor, envidia, deseosos de sangre, asesinos y muchos más. Se asegurarían de ganar la apuesta.


Año 2201

—¡No, por favor, no me hagan nada! —Gritaba un niño de cinco años de piel acaramelada, cabello castaño y ojos azul esmeralda—. Se-se los suplico… —tartamudeó. Sus ojos eran un mar de lágrimas, sus manitas empujaban fuertemente el pecho del hombre que tenía encima de él, miraba a todos lados buscando a su padre, pero solo podía ver cómo otro hombre le entregaba un fajo de billetes. Su pequeña mente no entendía qué ocurría. ¿Por qué su padre no lo defendía?

—Este niño es un diamante en bruto, su cuerpo es muy sensual. Cuando veo sus lágrimas caer solo me dan ganas de hacerlo mío —dijo el hombre con sus ojos llenos de lujuria, sus manos recorrían cada rincón del pequeño cuerpo, y cuando el niño sintió un dedo en su ano, entendió parte de lo que pasaría.

Lo iban a violar.

Su mente se bloqueó, dejo de pelear y su cuerpo ya no ejercía resistencia al ultraje que le estaban ocasionando.

Mientras ese hombre dilataba su entrada, escuchaba en la lejanía la conversación de su padre con el sujeto de cabello rubio, al igual que los gritos de su hermana Mikasa que estaba siendo apresada por los grandes brazos del rubio. Veía sus lágrimas y cómo pedía que no lo dañaran.

—Señor Grisha Jeager, el dinero acordado está completo. Está dividido en dos, el precio de su hijo que es la compra de la mafia de Kenny Ackerman y el de su hija que es mi compra personal. Necesito que verifique el monto.

—¡Oh! Señor Smith, gracias por aceptar mi oferta. Mis hijos han sido la mejor inversión desde que perdí mi hospital, con esto puedo pagar mis deudas y vivir plácidamente sin tener que trabajar —dijo el hombre de lentes, con una mirada llena de satisfacción, de una lujuria al contar el dinero. Al terminar se levantó y le extendió la mano al rubio—. El dinero está completo. Espero poder seguir haciendo negocios con usted.

—El placer es nuestro —respondió el saludo y solo vio cómo se iba de la casa. Sus labios se estiraron en una sonrisa maliciosa—. Qué hombre más codicioso —murmuró mientras de su abrigo negro sacaba un pañuelo con cloroformo, cubrió la nariz de su nueva adquisición y esta hermosa niña cerró sus ojos.

"Adiós, Mikasa", pensó el pequeño castaño. Sabía que no la volvería a ver, había perdido su mundo perfecto, su felicidad y su familia. Solo sentía cómo su cuerpo era desgarrado, veía cómo todas las personas que habían ido a su casa lo tomaban, lo penetraban y las mujeres solo se posaban sobre él, como viles perras en celo.

"Dios, ¿qué hice para merecer esto? ¡Te maldigo, te odio! ¡Los mataré a todos, humanos asquerosos!"

—Oigan, este mocoso está convulsionando, y está sangrando demasiado —dijo uno de los hombres que lo estaba penetrando en su cavidad bucal.

—Déjalo, lo compramos para divertirnos un rato. Si muere solo lo metemos en una caneca llena de ácido y nadie lo encontrará —dijo la mujer peli naranja.

—El jefe dijo que quería jugar con él. Mejor llevémoselo, que si él lo remata, nosotros saldremos librados. ¿Qué opinas, Petra?

—Uhm, de acuerdo. Límpienlo y vámonos.

Sintió la ducha fría tocar su cuerpo, le dolía horrores, quería huir de ese sitio, de esas personas. Algún día se vengaría de cada una de ellas, las destrozaría y haría que sientan el infierno que estaba viviendo. Lo arroparon con una manta y sabía que esto solo era la entrada a un dolor mayor.

El trayecto no era lo que esperaba. Rogaba al ser que fuera que la limusina se accidentara, explotara, los detuviera un policía, pero nada de eso ocurrió. "Los odio a todos, los mataré uno a unos, lo juro", pensaba cada vez que escuchaba a esas personas hablar.

Al llegar a la mansión se le exigió caminar a pesar del dolor, y no le quedó más que obedecer. Ahí se percató de que no era el único niño, había muchísimos más y todos tenían collares con correas. Otros estaban marcados y ahí lo vio bajar, su nuevo dueño.

—Sí que es una bella adquisición la que acabamos de hacer —dijo el hombre con prepotencia. En su mano llevaba una correa y un niño de cabello rubio y ojos azules salió detrás de él.

—Kenny-dono, este es Eren Jeager. Se pudo comprar por el precio que usted propuso, su padre ya se fue de esa casa y se quemó. Sus órdenes se llevaron a cabo —dijo la mujer que se hacía llamar Petra.

—No me gusta su mirada, es desafiante, es la mirada de una bestia. Sáquenle los ojos —exigió sin más—. Luego llévenlo a mi habitación y traigan todos los juguetes que encuentren. Vamos a ver si resiste la prueba.

—¡Sí, señor! —respondieron al unísono todos sus hombres.

Eren intentó luchar para escapar, peleaba con lo poco de fuerza que le quedaba. "Los humanos son horribles." Sus pensamientos solo se enfocaban en matarlos, en destruirlos, que no quedara un solo ser sobre la faz de la tierra.

La habitación a la que lo llevaron era fría y solo contaba con buena lámpara. Lo recostaron en la camilla, y como si fuera lo más normal, calentaron una aguja con tranquilidad y la acercaban a los globos oculares del pequeño.

—¡No, por favor, se los ruego, no me hagan más daño! —gritó con todas las fuerzas de sus pulmones. La mujer soltó una carcajada, movió su mano en aprobación, y la aguja tocó su ojo—. ¡DUELEEEEEEEEE!

Su voz resonó en todo el lugar.

"¿Por qué a mí? Yo solo quería ser feliz, ¿por qué me pasa esto?"

Tantas preguntas que se formuló en su cabeza y ninguna tenía respuesta. Al poco rato su ojo dejó de ver y el dolor regresó.


—¿Cuánto tiempo lleva desmayado? —preguntó Kenny.

—Dos horas, jefe. No ha despertado y no da señales de querer hacerlo. ¿Qué desea que hagamos con él? —preguntó Petra.

—Ya te lo dije, tráeme los mejores juguetes. Vamos a acostumbrarlo a tener sexo y comprobaremos si resiste, lo haré yo.

—Como ordene, señor. ¡Auruo, obedece, tráelos de inmediato!

—Ya se encuentran en su habitación, señor. Puede hacer uso de ellos cuando lo desee.

El castaño fue cargado, pero no era como en los cuentos de hadas, donde el príncipe lleva a su princesa con cuidado, esto era como una película de terror donde el villano secuestra y mata posteriormente a sus víctimas. Su rostro le dolía y fue lanzado a una cama violentamente.

—Niño, me molesta que no seas capaz de caminar. Pero bueno, ahora vamos a divertirnos —dijo el viejo con un tono desagradable en su voz. Eren se estremeció.

Escuchó cuando el mayor se estaba desvistiendo. Su mente le decía: "¡Huye, corre lo más que puedas o sino vas a morir!" Pero su cuerpo solo se quedó ahí, esperando que eso fuera rápido.

Se posó sobre el menor, su lengua recorría cada parte de su pequeño cuerpo. Era tan desagradable, sentía asco de todo lo que hacía y sobre todo cuando un dedo se insertó en su ano forzosamente. Se escuchaba suspirar al viejo, lleno de deseo. Movió su dedo con mayor intensidad, después el segundo y cuando Eren pensó que acabaría, lo penetró con su pene.

—Estás sangrando. Veo que mis subordinados fueron condescendientes contigo, pero soy diferente. Te llevaré al cielo o al infierno, dependiendo de mi estado de ánimo —el castaño lo pateó tan fuerte como pudo y ahí el cielo se fue a la mierda.

Empezó a golpearlo tan fuerte que llegó un momento en que el menor ya no sentía nada. Un vibrador fue insertado con el viejo aún en su interior, una bola supresora de sonido fue colocada en su boca, sus brazos amarrados a la cabecera de la cama como si aún tuviera fuerzas para defenderse. El mayor besaba su cuerpo, lo mordía tan fuerte que sentía su piel abrirse.

"Lo mataré, juro que lo mataré."

Repitiendo aquello en su cabeza y después de horas de tortura, donde solo hacía cambio en los vibradores, insertó algo que terminó partiéndolo. Nunca supo qué fue.

—¡Petra! —Gritó el hombre—. Ven de inmediato con el médico, este mocoso de mierda se rompió.

Se sentía mareado, su cuerpo ya no le pertenecía. Escuchaba voces, pero no entendía nada, y lo poco de fuerza se agotó.

—Kenny-dono, el niño no aguantó todo esto. Su cuerpo aún era muy pequeño, terminó desgarrándolo —afirmó el médico—. Lo siento, invirtió tanto dinero en él para que no aguantara dos días.

—No importa, me divertí. Desaparece el cuerpo, Petra, que nadie nunca lo encuentre —se levantó de la cama y se dirigió al baño.

—Como usted ordene.

Ese fue el último día que alguien vio el cuerpo de Eren Jeager. Sin embargo, alguien en el centro del infierno veía todo, y se complacía con el odio que creció en el corazón del pequeño.


Sus alas negras se extendieron y subió lo más rápido que pudo a la tierra. No quería que un ángel de luz lo salvara y ahí en una casa quemada, donde ya no quedaba nada más que solo recuerdos, el alma de un niño esperaba en lo que algún día fue la entrada.

—Te doy el poder de manipular desde las sombras al que quieras, un hogar y…

Sus ojos eran hermosos, se veía el odio y algo nuevo: heterocromía. Su ojo derecho era verde azulado y el izquierdo era dorado. Al tocarlo, sus alas crecieron, negras como la noche sin luna y unos hermosos cuernos se formaron en su cráneo. Se convirtió en el demonio que más había estado esperando, aquel que haría que el mundo sea de él.

Luzbel tomó a su nuevo ayudante en sus brazos y descendió al infierno, siendo Eren su nueva mano derecha. Los brazos del castaño se aferraron fuertemente al otro. Este sabía que su odio crecía y lo amaría más que a su hijo.

—Cuando cierro mi ojo derecho y pienso en alguien, veo cómo muere y lo veo a usted como soberano de todo —dijo el pequeño con toda la confianza. Los ojos de Luzbel se abrieron orgullosos y llenos de seguridad. Iba a vencer a Dios, lo sabía.

—¿Qué ocurre si cierras el izquierdo?

—Nada, no es un ojo especial, veo normal.

Luzbel supuso que no era cierto, ese ojo debía funcionar para algo más. Era mejor que no desarrolle nada con él, debía hacer que lo cubra, como un ojo muerto. Esto sería muy divertido.

—Si dices que no sirve tu ojo derecho, entonces mantenlo cubierto, no lo abras para nada —la cabeza castaña solo se movió en un sí silencioso—. Me agradas. Desde ahora infórmame qué ves con tu ojo izquierdo y tienes mi permiso para hacer lo que te plazca, tanto en el infierno como en la tierra.

—Gracias, lo ayudaré lo que más pueda.

Y así el pequeño milagro del odio se durmió.


El Arcángel Uriel estaba frente a la Madre del Cielo. Ella desde hacía años cuidaba a un hermoso bebé con piel blanca como la porcelana, cabellos negros y ojos verdes oliva. Jesús, su hijo, apoyaba ese amor que le daba.

—No creo, Uriel, que sea una buena idea. Es un bebé que se me concedió cuidar cuando su madre falleció en un incendio, ella me lo encargó —dijo María Madre llena de gracia y con una sonrisa hacia el pequeño.

—Mi madre es la última en dar el permiso. Si ella no quiere entregarlo aún, es mejor que te retires y busques a otro ángel de luz —dijo Jesús observando al Arcángel.

—Madre, lo he visto cambiando a todos aquellos que lo rodeen. Yo me encargaré de llevarlo y darle parte de mi fuego, lo protegeré y llenaré de la gracia de Dios. Nunca lo abandonaré. Yo mismo lo entregaré y velaré día y noche por su fe y ayuda —afirmo el Arcángel.

María veía en el rostro de aquel Arcángel verdad y confianza, sabía que el llevaba el fuego de Dios. Miró a su pequeño, y con la mirada y sonrisa más hermosa que podía dar, entregó el bebé a su nuevo guardián.

—Se llamará Levi —dijo ella mientras se levantaba de su asiento de rayos de luz. Besó al bebé y al arcángel—. No permitas que el mal lo dañe, que ayude en esta misión, pero que sea feliz. Debes pedir que sea el primer hombre que se consagre como hermana o monje del Vaticano.

Uriel acunó al bebe. Todo cambiaría con él en la tierra, y podía llegar a afirmar que su felicidad provenía de un ser de ojos diferentes. No sabía si era un humano o un ángel, pero sus ojos era lo único que conocía. Sus alas blancas como las nubes se extendieron, arropó al bebe en una manta roja y naranja y sin pensarlo más, se dirigió a la tierra.

Esa noche llegó al Vaticano y se presentó ante el Sumo Pontífice, el Papa Pixis, quien se encontraba en su santuario orando por la estabilidad de los corazones humanos.

—María, Madre del hijo de Dios, ha escuchado de mi boca tus plegarias. Regocíjate en su infinito amor, pues te está dando a este pequeño que ha cuidado con mucho amor —afirmó Uriel, extendiendo el pequeño al anciano.

—Agradezco a usted por pasar su mensaje. Que un Arcángel venga, implica que es importante el cuidado de la criatura.

—Su nombre es Levi, debe tenerlo aquí en la Basílica de San Pedro. No puede ser sacerdote, porque estaría atado a una iglesia. Su trabajo es ver y ayudar a los que han perdido el rumbo, iluminar la vida y los corazones de quienes han perdido la fe. Su misión es ser un misionero. Nunca debe saberse que yo lo traje hasta usted y él no debe formar votos de servicio a Dios. La Madre del Cielo pide que sea el primer hombre consagrado como una hermana o monje, como usted lo considere más apropiado.

—Soy un fiel siervo de Dios, cumpliré con lo dicho. Lo cuidaré como la joya que se ha enviado para iluminar la oscuridad que se propaga en la tierra —tomó al pequeño, lo bautizó en ese instante y pidió para que el camino no fuera tan doloroso.

—Solo él puede saber de dónde proviene y a sus quince años vendré a visitarlo personalmente.

Dicho esto, su presencia desapareció del recinto. Vio cómo el anciano se llevaba al bebé y así regresó al cielo, esperando que creciera lo suficiente para cumplir con su misión.


N/A: Bueno, no me maten xD Es el primer fic que hago. Suelo escribir cuentos, poemas e historias surrealistas. Espero les guste.

Dato: El Arcángel Uriel es uno de los siete arcángeles. Se le llama Ángel de la Presencia de Dios. El nombre Uriel significa "el fuego de Dios". Representa la fuerza todopoderosa del espíritu de la vida. Su atributo es una llama de fuego que representa su misión de despertar la conciencia de los seres humanos con el fuego de la verdad. Puede llevar un libro o pergamino.