¡Hola, Hola!
Aquí otra vez yo con una nueva historia.
La verdad no sé qué hago escribiendo ya que ando súper corta de tiempo, pero tenía esta idea que ha estado martillando mi cerebro y me picaban los dedos por escribirla. Lo cierto es, con éste nuevo semestre ando súper full con actividades en la universidad, espero no ahorcarme con la corbata de mi padre. Todavía no sé cuántos capítulos tendrá y trataré de actualizar todos los fines de semana.
Saluditos, ¡Espero que lo disfruten!
Besitos.
ACLARO:
No poseo a Inuyasha y a ningún otro personaje del anime. Aunque me gustaría ganar la lotería y tener suficiente para comprar todos sus derechos de autor.
Esta historia es completa y únicamente de mi imaginación.
Unlimited
By Lovergreen
Capítulo I: Viaje inesperado
No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
José A. Buesa
Corría entre las llamas y el humo evitando en su carrera los trozos de madera que estaban a su alrededor para no caer y lastimarse más de lo que ya estaba. Sus pulmones ardían cada vez que trataba de correr un nuevo trecho y sus manos y pies temblaban horrores.
Su iromugui1 blanco estaba manchado de hollín dejando de distinguirse las flores de sakura que lo adornaban. Sentía que moriría si no conseguía a su hermana, a sus padres y tampoco sabía dónde estaba la hechicera del templo. Llevaba una hora corriendo desde que había logrado escapar, pero no encontraba salida ya que todas estaban custodiadas por los súbditos de ese miserable hombre.
Se detuvo en uno de los pasillos observando como unos soldados del enemigo entraban al salón donde estaban las riquezas de la familia real. El castillo era muy grande y al parecer, habían sobrepasado a los guardias reales ya que ninguno estaba en sus puestos. Sus cabellos se pegaban a su rostro debido al sudor y a sus lágrimas. Necesitaba encontrar a Sango. Estaba perdida.
Estaba perdido. ¿Cómo haría para convencer a su madre de que él podía salir adelante sin una esposa? Es que, ¡vamos! Él podía hacer todo por él mismo.
Se acomodó la corbata de un lado a otro sintiéndose inquieto. No había podido dormir nada luego de que su querida madre le dijera que debía conseguir esposa, en dos meses. Que quería envejecer cuidando a sus nietos y que quería verlo casado y otro montón de tonterías.
¿Quién consigue una mujer para casarse en dos meses? Obviamente, él no. No es que fuera tímido ni nada. De hecho, Inuyasha era considerado uno de los empresarios más influyentes en la actualidad en la economía de Hiroshima con la producción de Automóviles junto a su padre y a su hermano. Y también, casi un Casanova.
Tenía su propio hogar donde vivía con su nana y los demás sirvientes. Prácticamente sólo. Bueno, no totalmente sólo; ellos hacían la comida, limpieza y bueno, todo lo demás.
Pero igual no necesitaba casarse, no dejaría su cómoda vida por amarrarse a una mujer que ni siquiera aguantaría dos semanas con él. No abandonaría su estilo de vida. Con solo 25 años, estaba más que bien estando sólo.
Tomó las llaves de su auto y se dispuso a bajar para ir al trabajo. Su padre lo estaba esperando y estaba seguro que le hablaría del matrimonio también.
Hoy sería un largo día.
-¡Kagome!- la estaban llamando, pero no quería abrir sus ojos. Sentía que estaba totalmente perdida. ¿Qué haría ahora? Estaba sola, no podía conseguir a nadie de su familia y todo ardía en llamas, casi podía escuchar la risa de ese hombre cerca de ella. - ¡Princesa Kagome!
-Kouga…- dijo bajito mientras quitaba sus manos de sus oídos y abría lentamente sus enrojecidos ojos. Sus labios estaban resecos debido al humo y estaba pálida. Sintió como alguien se arrodillaba junto a ella y tomaba sus muñecas. Pánico la recorrió junto con un escalofrío. La habían encontrado…
-Princesa Kagome, ¡Princesa Kagome!
Subió su mirada y vio los azules ojos de Kouga, su rostro estaba cubierto de hollín y tenía cortadas en sus mejillas y también sangre en su armadura.
Se lanzó a sus brazos sin importarle el recato que debía tener. Qué importaba… no estaba sola como pensaba. Había encontrado al fin un rostro familiar. Dejó de llorar para mirarlo con desesperación e histeria.
-¡Kouga! Mi familia, mi hermana… ¿Dónde-?
-Ellos están bien, pero necesito que venga conmigo- dijo Kouga atropelladamente tratando de levantarla para llevarla a un lugar seguro.
Cuando ella se puso de pie, emitió un quejido de dolor. Había perdido sus Getas2 y estaba sólo en tabis3. Su tobillo dolía y tenía todavía sus pies entumecidos de tanto correr. Kouga la observó evaluándola, estaba muy herida, tenía que sacarla rápido y llevarla con la hechicera del castillo si quería salvarla. Era la única que podía protegerla.
Kagome no se rendiría fácilmente. Con todas las fuerzas que le quedaban –que no eran muchas- se puso firme en sus pies para mantenerse estable y corrió detrás de Kouga. Él la protegería, estaba segura.
La llevó al recinto del castillo, custodiando la puerta estaba Sango, una de las mejores guerreras del castillo, junto a su hermano Kohaku, ambos se veían cansados y ella sintió una punzada de culpa. Todo esto se pudo haber evitado, pero ella tenía miedo.
-Sango…- susurró cuando llegó a la entrada del recinto. Sango la observó venir y sonrió de manera agradecida y Kagome notó lágrimas en sus ojos.
-Qué bueno que esté bien, Princesa…- dijo con una inclinación de su cabeza, al igual que su hermano.
Kagome se apresuró a colocar sus manos en sus hombros e impedir su inclinación.
-No lo hagas, somos amigas, ¿recuerdas?
-Pero…
-Tranquila, y dime Kagome, por favor.
Sango sonrió y asintió mientras desplazaba la puerta del recinto para dejarla entrar. Cuando Kagome vio los rostros de su hermana y sus padres. ¡Estaban a salvo!
-¡Kagome!- saltó su hermana para abrazarla. – Pensamos que te habían llevado con ellos…
-Oh, Kikyou…- la abrazó fuertemente mientras sentía nuevas lágrimas en sus ojos.- Padre, madre…- dijo una vez que se separó de su hermana y se giraba a ellos y hacia una leve reverencia. Su madre se levantó y se acercó a ella. Kagome no pasó por alto las lágrimas que bañaban el rostro de su madre, pero estaba a salvo, y sin un rasguño. La reina la abrazó y Kagome se sintió como una niña de nuevo.
Su padre estaba paseándose de un lado a otro, obviamente afligido por ver el castillo casi destruido. Al soltar a su madre fue hacia donde su padre estaba de pie, tenía el rostro endurecido y su mandíbula tensionada.
-Padre…
-Kagome, vas a irte con Kouga, irás con la hechicera Tsubaki y ella te mantendrá a salvo…
-¿Qué? ¡No, yo no-!
-Es una orden.
Cerró sus labios abruptamente. Miró a su madre con súplica.
-Madre… quiero quedarme con ustedes- pedía con desespero, lo último que quería era estar separada de su familia.
-El shogun te anda buscando Kagome, no puedes quedarte. Debes irte.
Se giró para encarar a su hermana. Kikyou se veía triste y afligida como ella. Pero, ¿la buscaban? ¿Para qué?
-¿Por qué me están-?
-No preguntes.- la interrumpió su padre.- Di una orden, Kagome. Espero que la cumplas.
Su padre observó a Kouga mientras este se inclinaba y acataba su muda orden.
-Princesa, debemos irnos.- le dijo Kouga a Kagome. Ahora su prioridad era proteger a la princesa.
Kagome tenía una expresión plana en su rostro. Pero por dentro, estaba aterrada. Se dirigió a la salida y observó una vez más a su familia antes de salir. Se despidió de Sango con un abrazo y una mirada triste. Era todo muy injusto.
Una nueva carrera emprendían ella y Kouga. Ésta vez para conseguir una salida del castillo. No era fácil. Había todavía muchas llamas, y escuchaban como soldados corrían por los pasillos mientras ellos se detenían y se escondían para evitar ser vistos. Kouga le había informado que la hechicera se encontraba en el bosque que estaba lejos del castillo, cerca del Goshinboku. Ahí los estaría esperando para que Kagome se fuera con ella, y de esa manera Kouga pudiera protegerla mejor.
Kagome no sabía muy bien a donde se dirigía. Todos los pasillos parecían iguales con todo el desastre. No sabía tampoco en que piso del castillo estaba. Sin embargo, Kouga parecía estar bien ubicado.
Luego de bajar varias veces las escaleras, llegaron a un salón donde habían samuráis reales, ella los reconoció por el sello real de su familia que llevaban en su pecho. Al verla todos inclinaron su cabeza en reverencia. Le informaron a Kouga que había una salida en la parte posterior del castillo, que había mas samuráis y la princesa estaría bien protegida.
Sin embargo, Kouga no se separaría de Kagome.
Fueron hasta la salida que les indicaron y llegaron a la parte posterior de la colina donde estaba el castillo. Rodearon un poco los árboles que estaban alrededor de un estanque y encontraron en camino que daba al bosque. Debían correr.
Con cada paso que daba, Kagome sentía que sus pies se desgarraban, estaba casi descalza y no sabía por dónde iba, puso toda su concentración para evitar caer y golpearse la cabeza con una roca. Si estaba inconsciente ella no sería de mucha ayuda.
Kouga la hizo frenar su carrera mientras le hacía señas para que hiciera silencio. Ella pensaba que a veces Kouga alardeaba de sus poderes de demonio lobo ya que podía escuchar cosas que ella no. Lo único que ella escuchaba era el sonido de su corazón en sus oídos y también un ligero pitido debido a lo rápido que su circulación corría en sus venas.
Ella no tenía esos poderes de audición como Kouga, sin embargo, había mejorado mucho en sus propios poderes. Podía sanar, purificar y utilizaba muy bien el arco.
Pero ahora, no tenía un arco cerca. Su madre y su padre siempre se opusieron a ese gusto de pelear con el arco, pero su hermana la consentía con eso. Ellos no sabían que ellas dos eran consideradas las mejores arqueras del reino.
Kouga se colocó protectoramente delante de ella, había soldados cerca, los sentía. Tomó a Kagome por la muñeca instándola a correr nuevamente, faltaba todavía para llegar al Goshinboku.
Kagome sintió como una energía emanaba de la tierra. Había algo que la estaba llamando. Pero no sabía lo que era. Dirigió su mirada un poco más allá en el bosque y observó un resplandor rosado y blanco. ¿Debía ir hasta allá?
No hizo falta hablar, Kouga tomó ese camino y cada vez se acercaban más al resplandor. Llegaron a la base del árbol sagrado. De ahí emanaba la luz. Pero no precisamente del árbol. Emanaba de una joya que ella podía asegurar era una perla. Estaba encima de una pequeña mesita de madera y detrás de esta mesita, estaba Tsubaki. La hechicera del castillo.
-Sra. Tsubaki.- habló Kouga mientras hacia una reverencia rápida postrando una rodilla en el suelo cubierto de tierra suave. Kagome sentía como sus pies se iban humedeciendo, odiaba que sus tabis se mojaran.
La hechicera abrió sus ojos y fijo su mirada en Kagome. Inclinó su cabeza y su cuerpo en una larga reverencia ante su princesa y luego se acercó a ella.
-Que gusto que esté a salvo princesa, estaba muy preocupada por usted.
-¿Qué es esa perla?- preguntó Kagome directamente, estaba intrigada. Tsubaki se acercó a la pequeña mesita mientras tomaba la joya entre sus dedos.
-Es la perla Shikon, un encantamiento para protegerla alteza, no es nada de mucha relevancia. Sólo un canal para mis poderes.
Kouga se sentía aturdido, haber detenido su carrera había hecho que el cansancio se hiciera presente. Kagome se había girado a observarlo, la expresión de Kouga era confusa y ella frunció su ceño mientras sentía cómo su estómago se cerraba y un mareo se hacía presente en ella. Muchos soldados enemigos llegaron, mientras Kouga se disponía a pelear.
Kagome sintió como sus ojos se cegaban, ¿Qué estaba pasando? ¿Estaba perdiendo la visión?
Se giró hacia donde estaba Tsubaki pero no pudo verla. De repente todo se oscureció para ella.
Estaba cansado, el día no había sido el que esperaba. Muy agotador para su gusto, entre revisar nóminas, inventarios y hacer pedidos para los nuevos modelos de autos.
Gracias a Dios su padre no había decidido hablarle de su supuesto futuro matrimonio. Se había evitado un dolor de cabeza.
-Hey, Inuyasha…
Se detuvo al abrir la puerta de su automóvil, quería irse a casa, no quería hablar con nadie más. Girándose para saber quien lo llamaba, esbozó una pequeña sonrisa arrogante, sin embargo rayaba más en una canasada.
-¿Cómo estás, Miroku?- preguntó al recién llegado. Eran buenos amigos, se conocían desde la universidad a pesar de cursar carreras diferentes. Tenía poco tiempo trabajando en la compañía, pero Miroku había demostrado ser eficiente en su trabajo como Diseñador Gráfico.
-Un poco triste si soy sincero…
-Adivino… es por una chica.
-Adivinas bien amigo mío. Una fémina es la causante de mis desgracias.- dijo con un aire sabio que siempre le causaba gracia a Inuyasha.
-Una mujer siempre es la causante de tus desgracias Miroku, pero no sé de qué te quejas. Tienes una diferente todas las semanas.
-Amigo, no puedo ser hombre de una sola. Todas necesitan un poco de mí.
-Sí, claro.- Le divertían las charlas con Miroku, siempre era lo mismo con él.
-Tú no te quedas muy atrás Don Juan. En lo que va de año has tenido más de cinco conquistas. Y estamos en Julio.
-¿Qué puedo decirte? También necesitan de mí.
Inuyasha le dio un saludo de despedida a Miroku y se introdujo en su auto para irse.
El camino a su casa era aproximadamente de veinte minutos, y tenía que atravesar una calle rodeada de árboles ya que vivía un poco apartado de la ciudad, odiaba escuchar el tránsito en las noches. No lo dejaba dormir.
No era muy tarde, sin embargo estaba oscuro ya. Había salido más tarde de lo que pensaba del trabajo. Su nana estaría furiosa porque no le aviso. Ah, bueno. Su nana debía buscarse un novio.
Ew, no. No quería imaginar eso.
Iba concentrado en el camino cuando algo captó su atención, había algo, parecía una persona, pero… ¿qué hacia una persona acostada en la calle?
Estacionó cerca de la que ahora sabía era una persona. Una chica. Podía ver su largo cabello negro. Salió apresuradamente del auto para asegurarse de si estaba bien, aunque si estaba ahí en la carretera, dudaba que estuviera bien.
Se arrodilló a donde ella estaba y pudo observar sus manos que estaban a ambos lados de su cabeza. Sus nudillos tenían cortaduras y sus muñecas estaban mallugadas, como si hubiese estado amarrada. Estaba descalza y su kimono estaba muy sucio y roto en algunas partes. Ahora sí, estaba asustado. ¿Qué haría si estaba muerta? No podía dejarla ahí, ¿O sí?
Tomó su pulso y suspiró un poco aliviado cuando sintió sus latidos. Estaba viva.
Llevaba un extraño kimono blanco con lo que parecían flores, no había fiestas cerca y tampoco había escuchado de una ceremonia. ¿Se habrá perdido?
-Señorita… oiga, señorita, ¿está usted bien?- Inuyasha le movió gentilmente un hombro pero ella no respondió. Se dispuso a girarla lentamente y colocó su brazo detrás de su cabeza para sostenerla y evitar un daño en su cuello. Con su mano libre retiró los mechones de cabello negro que estaban en su rostro.
Se sorprendió un poco. Era hermosa.
A pesar de que tenía cortes en su frente, en sus mejillas y su labio sangraba, era la mujer más hermosa que había visto. Pero ella no parecía de la zona, nunca la había visto. Se decidió a levantarla para llevarla hasta su auto, no podía dejarla ahí, además, estaba espantado. Quién sabe qué le pudo haber pasado para quedar en esas condiciones. Estaba pálida y sus manos estaban frías.
Pero, ¿quién era esta chica?
Continuará…
1Iromugi: Tipo de Kimono. Es de un único color con motivos del mismo tono. Se usa en ocasiones semi-informales sin importar la edad o el estado civil.
2Getas: es el nombre de un tipo de calzado tradicional japonés.
3Tabis: son calcetines tradicionales que separan el dedo pulgar del resto de los dedos para calzar la sandalia.
N/A:
¡Ta-dá!
Un primer capítulo bastante largo. Espero de verdad que no se les dificulte mucho lo de las palabras japonesas, de verdad me gusta utilizarlas. Igualmente las palabras que use, las pondré en un glosario al final de cada capítulo.
Esteré más que agradecida de recibir sus reviews, son mi incentivo para actualizar más rápido (ya ando chantajeando, no aprendo). Nos leemos pronto.
Besitos.