Gracias a: zoraidarose, aniianii, marialaurajs, Kissat, Danperjaz L. J, Andrea Taishito, Marlene Vasquez, karitho, AkyraSam, Valen857.

Hola chicas, le prometí a alguien y a mi misma actualizar por lo menos una vez cada dos semanas ya que les recuerdo que este fic ya esta terminado, solo que no lo subo seguida por floja XD. Y bueno, porque me entretengo escribiendo mis otros fics (que por cierto, ya estaré actualizando ya que estoy de vacaciones wuju) Espero que les guste este capitulo… y espero que me dejen reviews bonitos. Como dejé de actualizar por un buen rato, los reviews ya no llegaron como antes y estoy muy triste T.T Pero bueno, es mi culpa y se que las chicas que me dejan reviews y toman parte de su tiempo para hacerlo, lo hacen porque de verdad disfrutan de la historia, en realidad se los agradezco de corazón a todas las chicas que agradecí aquí arriba, las quiero muchoooooo.

Bueno, vamos a empezar a ver a un InuYasha mas desesperado… Kagome le ha dicho lo que siente y él no va a saber que hacer, entendamos que sigue dolido por lo que pasó hace 10 años, menso u.u

Bueno, las dejo para que lean, besitos!


8.

Él no cabía del asombro, los labios de ella se habían movido y habían salido palabras extrañas, él no las comprendía del todo. No comprendía el por qué.

―No me veas así, no es la gran cosa. La gente se enamora todos los días ―dijo como si aquello fuera nada.

Él no supo que decir, su mente no entendía aquello.

― ¿Sigues… ―no terminó la pregunta.

Ella lo entendió.

―No me puedo desenamorar de la noche a la mañana… a pesar de todo lo que me has dicho y de cómo me has hecho sentir ―dijo ella, leyéndole la mente―. Tal vez mi percepción hacia ti se haya hecho más pobre… ―eso pareció molestarlo y asustarlo a la vez―, pero… sigo enamorada de ti, no es algo que pueda evitar o algo que me pueda quitar de encima, solo pasó ―se encogió.

No sabía que decir, jamás nadie le había dicho eso. Ella lo quería y también estaba enamorada de él, era una locura.

―Es una locura ―habló sus pensamientos.

Ella volteó a verlo.

― ¿Por qué?

―Simplemente lo es.

Ella rio.

―Estás loco ―ella se acostó, extendiendo su espalda y manos, sus piernas colgaron del engawa―. Este tipo de cosas pasan todos los días.

Eso lo enfureció. Se acercó peligrosamente a ella, con una cara endemoniada y viéndola como si quisiera sacudirla para que entrara en razón. Ella abrió la boca cuando lo tuvo arriba de ella.

―¿Qué hac…

― ¿Este tipo de cosas pasan todos los días? ―preguntó molesto―. Tú estás loca. ¿Cómo puedes decir que estás enamorada de mí y hacerlo la cosa más común del mundo? ¿Crees que hay un montón de mujeres diciéndome lo mismo todos los días?

―Buen…

―No contestes eso ―dijo con fastidio, sabiendo que tal vez ella lo pensara de esa forma. Aunque ella pensara eso, la tenía bajo él, a su completo merced… ella ni se inmutaba, parecía que las cosas se habían apaciguado para ella y él no sabía cómo hacerle entender que aquello apenas empezaba―. ¿Qué dirías si te dijera que estoy enamorado de ti?

Ella parpadeó varias veces y bajó la mirada al pecho de él.

―Pues… no diría nada, no te creería.

Ambos se vieron con mucha intensidad, al menos él lo hizo, ella… estaba cansada.

―Yo… no te entiendo ―confesó él, viéndola con detenimiento, casi queriendo encontrar la respuesta en su rostro―. Primero dices que me quieres y ahora esto.

― ¿Esto?

―No te inmutas al enterarte que tal vez esté enamorado de ti.

Ella quiso sonreír.

―No te lo tomes a mal, no quiero aplastar tu ego o nada por el estilo… ―dijo con casi malicia―. Es solo que no te puedo creer, no me emociona saberlo, no me has demostrado nada más que lo contario. Te digo que eres un hombre muy extraño. Antes no hablabas y ahora… no dejas de hacerlo, no conozco al verdadero tú.

Él se quitó de ahí con fastidio, encerrándose de nuevo en su coraza, volviendo a ser el InuYasha huraño y callado. Ella suspiró, frotándose los ojos y levantándose para volver a verle el perfil.

―No te enojes… solo quiero saber cuál es la razón por la que me trajiste aquí. A pesar de todo lo que me has dicho vine ¿no es así?

Él la vio de reojo por encima de su hombro, ella sonreía con tranquilidad.

―Quería hablar de nosotros, pero tú lo haces imposible ―soltó con amargura.

Ella evitó reír tapándose la boca. Ese hombre parecía un niño pequeño, uno muy amargado.

― ¿Qué hay de nosotros? ―Se puso a su lado―. Recuerda que yo terminé todo contigo… ya no hay un nosotros.

― ¡Yo no terminé nada, con un carajo! ―gritó enojado y parándose de ahí, esa mujer era la única que podía hacerle enojar de esa forma.

Ella saltó en su lugar con tremendo grito y se tocó el corazón acelerado. Lo vio entrar a la casa y lo siguió como el perrito perdido que era.

―No dijiste que no, entonces eso fue mutuo ―se encogió de hombros, mientras él iba de aquí allá en la casa, ella se había quedado parada viéndolo.

―Yo estaba a punto de hablar contigo cuando te fuiste, huiste, cobarde ―le espetó en la cara.

Ella arrugó el ceño, bueno sí, tal vez había sido una cobarde, pero en el momento había querido borrar todo lo que la relacionara a ese hombre.

― ¡Me llamaste zorra! ¡Me dijiste que solo estaba contigo por tu dinero! ¡Claro que me fui, idiota! ―gritó con ambos brazos enfurruñados a sus lados―. Y lo volvería a hacer si me hablaras de esa forma… y la próxima sería para siempre ―le dejó en claro, viendo los ojos llenos de expresiones de él, su ceja se había levantado en un gesto ofendido, su ceño no podía estar calmado y su boca quería hablar tanto que apretaba la mandíbula fuertemente.

―Yo no pido disculpas ―repitió de nuevo, como ese día en la mañana lo había hecho en el salón de clases.

Ella rodó los ojos.

―Entonces no sé qué hago aquí ―dijo yendo hacia la entrada, con la clara intención de irse de ahí.

― ¿A dónde carajos crees que vas? ―dijo tomándola con fuerza del brazo delgado.

Ella gruñó―. Eso duele ―dijo viéndolo sobre el hombro―. Me voy de aquí, eres imposible y es claro que jamás podremos arreglar lo que sea que tengamos. Haber terminado las cosas en tu casa fue lo mejor, acéptalo y vive con ello ―le dijo llena de odio.

Él bramó como un animal y la jaló con más fuerza de lo debido, haciéndola gemir del dolor.

―De aquí no te vas hasta que yo diga ―siseó en su cara, viéndola arrugar el ceño.

―Suéltame o gritaré.

Él sonrió con suficiencia.

―No hay nadie cerca, nadie ―repitió―. Tus gritos serán en vano, estamos solos y no hay nadie que pueda salvarte de mí.

Eso la aterró y abrió sus ojos con miedo.

― ¿Qué me vas a hacer?

Él casi ríe.

―No seas tonta ―dijo arrastrándola hasta llegar de nuevo al engawa, el atardecer empezaba a hacerse más y más notorio y él se sentó con ella en brazos, poniéndola delante de él y recargándola en su pecho―. Eres terca, necia y chillona ―le susurró al oído, a ella le recorrió un escalofrío desde la punta del pie hasta el último pelo de su cabeza―. ¿Cómo me puede gustar alguien como tú? ―a ella se le paró el corazón.

―Tú… ¿tú gustas… de mí? ―habló casi sin creérselo―. Mentiroso ―dijo de inmediato, recordando las cosas que él le había hecho, lo que le había dicho.

― ¿Por qué seguiría contigo después de meses si no me gustaras? ―dijo de nuevo.

―Por diversión ―respondió ella.

Él rio.

―Te has tomado muy a pecho lo que ese imbécil que tengo por primo te ha dicho.

―No lo llames así.

Él la apretó de la cintura con fuerza.

― ¿Te gusta? ―preguntó a su oído, olió la piel suave que desprendía el aroma a vainilla que siempre llevaba encima y cerró los ojos, sintiéndose débil, ella lo hacía débil.

―Es menos amargado que tú, tal vez considere hacerle caso ―dijo con voz casi temblorosa.

Eso lo enfureció, la apretó todavía más contra su cuerpo y la aprisionó fuertemente con sus dos brazos, su pequeño cuerpo quedó completamente encerrado contra el suyo. Ella gimió, un sonido casi sordo.

― ¿Ah sí? ―dijo oliendo su cuello como un animal―. ¿Vas a ir tras ese perro sucio?

―¿Qué hace…

―Ssshhh… ―no paraba de oler y acariciar su tersa piel con su nariz―. Estate quieta ―ordenó con voz grave―. ¿Piensas dejarme por ese?

Ella temblaba, excitada, nerviosa, con miedo, no sabía qué demonios estaba pasando ahí.

― ¿Dejarte…? Pero si ni siquiera somos nada…

―Fuiste mía desde el momento en el que puse mis ojos en ti, Kagome.

Ella tragó en seco.

―Nunca accedí a ello.

Esta vez, él se permitió reír, haciendo que ella se estremeciera llena de placer ante ese sonido grave y ronco en su oído.

―Tu subconsciente lo hizo. Fue un acuerdo de miradas… lo sabes.

―Abusivo ―susurró débilmente. Él sonrió con ternura―. No me puedes tocar, no somos nada.

Él se quedó quieto y dejó de oler su cuello, la recargó con delicadeza contra su pecho y dejó de apretarla tanto con sus brazos. Su gran barbilla se recargó contra la cabeza de ella y suspiró lleno de paz.

― ¿Mejor?

Ella sonrió.

―Si.


Yo se que dejarás un review porque si no lo dejas...
se te romperá una uña.
Adiós.