TÚ O NADIE

DISCLAIMER: Basado en la idea original de María Zarattini bajo el nombre de "Sortilegio" con los personajes de los "Juegos del Hambre" de Suzanne Collins. Escrita con cariño para mi amiga Ana Karen.

CAPITULO 16


Luego de la fuerte discusión, la señora Effie descansa en su habitación mientras yo me voy a la mía a platicar con Prim. A pesar de que consigo una bolsa de guisantes y la coloco donde Cato me ha golpeado, la hinchazón no ha disminuido y sé que incluso mi piel debe verse de un tono rosa bastante notorio.

—No quiero imaginar lo que va a decir Peeta cuando te vea —agrega Prim mientras yo me miro al espejo una vez más. Tal vez con un poco de maquillaje no lo note.

—No voy a decirle nada —le contesto mientras veo como frunce el ceño.

—¿Y de verdad crees que no va a enterarse? Todo el mundo se dio cuenta y si no se lo dices tú, la misma señora Effie lo hará.

De repente escucho unos golpes en la puerta y veo que es Boggs a quien le encargué que me avisara cuando Peeta estuviera en casa.

—Señora —saluda cortésmente—, el señor Peeta acaba de llegar.

—Gracias —contesto antes de salir de la habitación, apresuradamente.

Recorro el pasillo con rapidez y voy hasta la habitación principal donde Peeta ha empezado a descargar todo lo que trae consigo. Estoy segura de que no puedo acercarme demasiado por aquello que no quiero que note, pero soy consciente a la vez de que me es imposible permanecer alejada de él cuando a su lado me siento segura y protegida.

Odio tener estos sentimientos contradictorios en mi interior.

—¿Cómo te fue? —pregunto a una distancia cautelosa.

—Muy bien —voltea a verme y se acerca a mí, mientras giro mi cara disimuladamente—. ¿Qué tal tu día? —dice tomando mi rostro y depositando sobre mis labios un tierno beso que me hace volverme hacia él.

—Nada fuera de lo común —contesto y noto como observa mi rostro con detenimiento.

—¿Estás segura? —pregunta incrédulo y sé que ya se ha dado cuenta del golpe— ¿Qué te pasó en la cara?

Me retiro de inmediato de su lado y le doy la espalda.

—Nada, me golpeé sin querer.

Vuelve a examinarme con delicadeza y veo en sus ojos azules que está molesto.

—No me mientas, Katniss. Esto no te lo hiciste tú misma —me mira a los ojos—. Necesito que empieces a confiar en mí.

Vuelvo mi mirada a él y decido que debo contarle acerca de lo que le he dicho a su madre. Será mejor que se entere de una vez por todas y que sea yo misma quien le diga.

—Le dije la verdad a tu madre.

—¿Qué? —pregunta ofuscado y sé que no aprueba lo que he hecho—. ¡Pero te dije que no lo hicieras! Para eso me eché la culpa de las cosas. Así podía ayudarte.

—¡Iban a quitarte la presidencia de la compañía! —Le digo alterada.

—¡Pero no sucedió!

—¿Y cómo iba yo a saberlo? —Le pregunto acercándome a él—. No me pareció justo que te sacrificaras por mí.

—Pero no pensaste en mi madre —agrega con menos enojo pero aún sin calmarse del todo—. Tiene la presión alta y pudo darle un infarto al saber que su hijo es un asesino.

—Lo siento, en ese momento sólo pensé en ti —Le digo mientras me alejo de nuevo de él.

—Está bien —contesta tratando de tranquilizarse—, pero aún no me has contestado la pregunta, ¿Qué fue lo que en realidad te sucedió en el rostro?

Sé que no tolerará que le mienta, así que si he podido decirle la peor parte, debo contarle el resto y por ello, me aventuro.

—Cato… —Su enojo vuelve a crecer en cuestión de segundos— él estaba discutiendo con Gale cuando te fuiste. Gale le contó a tu madre que Cato está tratando de quitarte la presidencia alegando que estás loco y al ver esa situación, no pude evitar intervenir.

Veo que Peeta centra su atención en mí y temo por su reacción.

—Cato trató de hacer que me callara para que tu madre no escuchara lo que tenía que decirle y al final el resultado fue que ella se desmayó de la impresión.

—¿Él fue quien te hizo esto? —Toca mi rostro con suavidad. Sus ojos azules se tornan oscuros por la furia—. ¡Ahora si lo mato! —Dice antes de salir de la habitación como alma que lleva el demonio.

—¡Peeta, espera! —trato de detenerlo pero ya es tarde, y veo como se dirige al lugar donde de seguro ha visto a su hermano. He desatado un caos sin intención y de nuevo logro sentirme como lo peor del mundo.

¿Nunca van a terminar los problemas?

Bajo corriendo tras de Peeta que ya ha llegado hasta donde está Cato y lo ha golpeado fuerte en el rostro.

—¡Maldito infeliz! —le grita mientras vuelve a golpearlo en el piso—. ¡Te dije que no te metieras con ella!

Cato se levanta, esquiva el próximo golpe y le propina uno a Peeta que se impacta contra su pómulo derecho.

—¡No sé de qué diablos estás hablando! —contesta, mientras la sangre empieza a salir de su labio roto.

Peeta le lanza otro puñetazo y a la vez, recibe uno nuevo.

—¡No voy a volver a decírtelo: si no te alejas de ella, ¡te juro que vas a pagarla! Ya he tolerado bastante tu intromisión en mis cosas y ya he perdido totalmente la paciencia contigo.

—¡Basta los dos! —les grito preocupada, mientras veo que Boggs y Hazelle aparecen para tratar de separarlos.

En ese instante hace también su arribo el doctor Heavensbee que de seguro viene a revisar a la madre de Peeta. El doctor observa la escena y con voz potente los detiene.

—¿Pero qué está pasando aquí? —Sé que es como un miembro de la familia y al parecer ambos lo escuchan pues limpiando la sangre de sus rostros en sus camisas, se separan, aún sin dejar de mirarse con desprecio— ¿Acaso no les preocupa la salud de su madre? —dice con severidad.

Ambos permanecen en silencio.

—¡Son hermanos y parecen enemigos!

—Díselo a él, que prefiere a una desconocida en lugar de a su propia sangre —señala Cato.

—Esa desconocida como tú la llamas, ¡es mi esposa! —defiende Peeta y Cato lo mira aún con más desprecio. No obstante, parece que ha decidido calmarse y a pesar de ello le lanza a su hermano una última advertencia.

—Esto no va a quedarse así. —Le dice, respirando con enfado.

—Por supuesto que no se va a quedar así. —Le responde Peeta de la misma forma.

—Ya déjenlo ahí —dice el doctor Heavensbee mirándolos con severidad— ¿Dónde está su madre? —pregunta a ambos.

—Está en su habitación —indica Peeta normalizando su respiración. Me acerco a él cautelosa, mientras Cato se escabulle del lugar.

—Iré a revisarla —indica el médico.

—En un rato te alcanzo. —Le contesta Peeta y luego de ello, sube las escaleras conmigo tras de él.


Luego de haber curado las heridas de Peeta, además de tratar que disimule un poco sus golpes, ambos nos dirigimos a la habitación de la señora Effie para encontrar con que aún la está revisando el médico. Ella permanece sentada sobre su cama mientras le toman la presión y Hazelle se queda al pendiente de lo que ella necesita.

Puedo ver que en un rincón está Cato y aunque permanece en silencio, no deja de enviar miradas envenenadas en nuestra dirección.

—¿Cómo está mi mamá? —pregunta Peeta.

—La presión ya se normalizó —dice el doctor.

—Ya me siento mejor —agrega ella—, pero me gustaría que me dejaran a solas con Hazelle y Plutarch.

Peeta se acerca a su cama.

—Me alegra que estés mejor, madre —dice y veo que Cato se acerca peligrosamente a él. Sin embargo, no creo que haga un espectáculo frente a su madre. Peeta besa su mejilla—. Descansa.

—Gracias. —Le contesta y me mira de inmediato. Su mirada es indescifrable.

—Buenas noches, señora. —Le digo.

—Buenas noches —contesta y tanto Peeta como yo, salimos de su habitación.


Al día siguiente Peeta se levanta temprano para ir al trabajo y yo, que casi no he podido dormir por los sucesos recientes, me levanto detrás de él. En verdad temo que la tensión que se ha creado entre él y Cato pueda llevarlos a estallar fuera de casa y que llegue a pasar algo mucho peor. Luego de todo lo que he sabido sobre Cato, ya no me queda duda de que es capaz de cualquier cosa.

—¿Ya te vas? —Le pregunto abrazándolo.

—Sí, mi amor. Tengo demasiados pendientes en la oficina. Es más, paso a averiguar cómo siguió mi madre y me marcho.

—¿No vas a comer?

—No tengo apetito.

Acaricia mi rostro con ternura mientras yo organizo su saco.

—Peeta, yo necesito hacer algo. Estando quieta me siento como una inútil y yo estoy acostumbrada a trabajar.

—Mi cielo, luego hablamos de eso, ¿te parece? —Coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja—. Por lo pronto, acércate a mi madre. Hazle compañía y así entenderá que no está sola, porque tú y yo la queremos mucho.

—Está bien. —Le concedo y él toma mi rostro para besarme.

—Te amo —susurra en mis labios y yo sonrío.

—Y yo a ti. —Acaricio su rostro antes de que se marche.


Una vez estoy arreglada bajo las escaleras y escucho como suena el teléfono. En el mismo instante aparece Cato en escena y aunque me ignora, veo que disminuye la velocidad que llevaba. Boggs toma la llamada y antes de que pueda perderme de vista, me indica que es para mí.

—Señora Katniss, el señor Jackson Roger quiere hablar con usted.

—No conozco a ningún Jackson Roger —contesto extrañada. En verdad no tengo idea de quién puede ser y el que Cato se haya quedado prestando atención no me gusta para nada.

—Perdón señor, pero la señora no lo conoce. —Le escucho indicar a Boggs y luego veo que toma el teléfono, lo retira de su oreja y cubre la bocina—. El señor insiste y dice que usted lo conoce bien porque es del distrito 12.

Cato que ha permanecido detrás de mí se acerca y le arrebata el teléfono a Boggs a pesar de que en un acto reflejo trato de impedírselo.

—¿Quién es usted y qué quiere? —grita al teléfono.

No tengo idea de qué es lo que le contesta el desconocido pero por la manera como Cato le habla, no debe haberle gustado lo que le ha dicho. No sé por qué insiste en hacer de cuenta que todavía tenemos algo. No entiendo su manera de hacer las cosas.

—¡Lo que quiere con ella, me lo dice a mí! —agrega molesto y en ese momento logro arrebatarle el teléfono.

—¡No tienes ningún derecho! —Le reclamo, pero al parecer el tipo de la llamada ya ha colgado porque al ponerlo en mi oreja, no escucho nada.

Cato me mira con enojo.

—¿Quién demonios es Jackson Roger? —me pregunta inquisidor.

—No lo sé y aun cuando así fuera, no tienes por qué meterte en mis cosas —digo antes de retirarme y dejarlo con la palabra en la boca.

Al volver a la habitación, decido que permaneceré allí por el resto del día. La llamada me ha dejado verdaderamente preocupada porque aunque no tengo idea de quién puede ser aquel hombre que se hace llamar «Jackson Roger». No me gusta nada el que haya dicho que me conoce «muy bien». Realmente me asusta la idea de que sea cualquier trampa para que de nuevo vuelva a quedar como una mentirosa y eso me hace pensar que es obra de Cato. No obstante, al recordar el enojo con que me preguntó por el hombre de la llamada, dudo de que sea él y me siento perdida.

El día pasa rápido y luego de un rato, Boggs me avisa que Cato ha convocado una cena familiar. No tengo idea de lo que trama pero por lo que me imagino, no debe ser nada agradable.

Al final de la tarde, Peeta regresa a casa y me encuentra en mi antigua habitación, a la cual se dirige con expresión indescifrable en el rostro.

¿Se habrá enterado de la llamada?

¿Estará molesto?

Me pregunto, ¿Qué puede estar pensando en este momento?

—¿Qué haces en esta habitación? —pregunta con cautela.

—Es que tenía que venir por algo de ropa. Cato convocó a una cena —contestó un poco nerviosa.

—Sí, ya me avisó Boggs —contesta—. ¿Tienes idea de a qué se debe?

—No —agregó y de nuevo me torno nerviosa.

¿Por qué no puedo disimular?

Lo peor es que Peeta lo nota y me mira de manera sospechosa.

—¿Sucede algo? —pregunta— ¿Tienes algo que decirme?

—No —contesto, tratando de mantenerme serena.

Peeta sonríe irónico.

—Bien, voy a ducharme y a cambiarme de ropa.

Asiento y él se va sin decir nada más. Sé que algo no anda bien una vez más porque no me ha besado ni me ha sonreído. Trato de no alterarme pero me doy cuenta que ese es mi pan de cada día desde que estoy en este lugar.


Cuando ya todos estamos en la mesa, Cato hace su arribo por fin y el ambiente se tensiona.

—He dicho que solo la familia —comenta y siento que se refiere a mí, pero lo aclara de inmediato—. Hazelle, retírate.

—Hazelle es parte de la familia —dice la señora Effie, levantándose de la mesa mientras todos nos miramos unos a otros, guardando silencio.

—Pues no lo es para mí —dice Cato de manera arrogante.

—Para mí, si lo es.

Noto la incomodidad en Hazelle y la molestia de Cato, pero a pesar de la furia con que mira a la mujer, no es capaz de expresar su desacuerdo.

—Bien, como quieras —contesta y la madre de Peeta toma asiento de nuevo, mientras Cato se mantiene de pie—. Sólo quiero decir que he decidido definitivamente impugnar el testamento de mi padre.

—¿Por qué? —pregunta Annie, confundida.

—Porque no es justo que Peeta sea quien administre todo cuando tanto tú como yo, merecemos que nos den nuestro lugar.

—¡Sigo sin entender nada! —contesta Annie y el resto permanecemos callados. Peeta ya me había advertido que esto iba a suceder.

—Voy a pedir la presidencia de la compañía.

—¿Bajo qué argumento? —pregunta la señora Effie, muy seria.

La mirada de Cato va maliciosamente de mí a Peeta en cuestión de segundos y una sonrisa se curva en su rostro.

—Has lo que se te dé la gana —Le contesta Peeta con severidad.

—Y no dudes que lo haré.

—Pues yo no estoy de acuerdo —expresa la madre de ambos.

—¿Y por qué no, mamá? Ambos son tus hijos —Annie parece molesta—. Si fuera yo quien tomara esa decisión, ¿también te opondrías?

La señora Effie guarda silencio.

—Ya todos sabemos quién es tu preferido —Le dice Cato desafiante y veo que ella se altera ligeramente.

—¡No te permito que le hables así a mi madre! —agrega Peeta levantándose y yendo hacia él. Se siente la tensión en el ambiente y me asusta que pueda suceder algo. Es increíble el odio que se tienen esos dos, principalmente Cato que ve a Peeta como su más grande rival.

—¡Basta! —dice la señora Effie a ambos—. No se imaginan cómo me duele verlos enfrentarse así.

—¡A mí me duele que siempre estés de parte de él! —señala a Peeta—. Es como si yo no fuera tu hijo. Hasta Annie lo ha sentido, para ti no hay nadie más que él.

—¡Eso no es cierto!

—¡Lo es! De lo contrario, ¿por qué no me apoyas?

La señora Mellark guarda silencio y decide retirarse del comedor.

—¿Lo ves? —la voz de Cato suena dolida—. ¿Todos lo ven?

—Basta, Cato —Dice Peeta, con la paciencia al límite—. Has lo que se te dé la gana. Envía a tus abogados cuando quieras que yo estaré listo para responderte.

—Peeta, yo pienso que se puede negociar, conciliar o llegar a un acuerdo —agrega Finnick que ha permanecido en silencio toda la cena.

—Si Peeta, Cato es capaz de armar un escándalo y eso es algo que no necesitamos ahora.

Pero Peeta ignora a su cuñado y a su hermana y tomando mi mano, me indica que abandonemos el lugar.

—Buenas noches —alcanzo a decir antes de empezar a subir las escaleras.


Dentro de la habitación, ambos nos disponemos a dormir pero veo la expresión de Peeta y me preocupo de nuevo. ¿Acaso nadie en esta casa puede tener un poco de paz?

—¿Estás bien? —le pregunto, colocando mis manos en sus hombros.

—La verdad no. Estoy preocupado por mi madre, todo esto la pone muy mal.

—Cato es un desconsiderado. Nunca pierde oportunidad de pelear contigo y mortificarla.

—Sólo lo hace para desquitarse, para herirla. Siempre ha considerado que ella tiene una preferencia hacia mí.

—¿Y eso es cierto?

—Claro que no, es solo que ella ve que él no es una persona responsable. Nunca en su vida lo ha sido.

—A él solo le importa el dinero —aseguro.

—Sí, claro.

Me acerco a él y me pongo en frente para poder ver su expresión de angustia y cansancio. Ahora que estoy dentro me doy cuenta de que ni siquiera en las grandes familias faltan los problemas.

—¿Y qué piensas hacer?

—No lo sé. Supongo que lo más fácil sería darle lo que quiere.

—¿Vas a dejar la presidencia de la compañía en sus manos?

Suspira.

—Es la peor idea que puede ocurrírseme, lo sé. Si la dejo en sus manos, todo por lo que mi padre y yo hemos trabajado se irá por la borda.

—Entonces, no lo hagas.

—Me da rabia. No por el dinero sino por la forma en que quiere conseguir las cosas.

—Asesórate entonces.

—Lo haré pero —se levanta y en cuestión de segundos lo veo explotar—, no puedo soportar que ese desgraciado quiera pasar por encima de todo el mundo, incluyendo de mi madre y que en el camino se lleve por delante a quien sea. ¡Tengo que ver como detenerlo!

Me levanto tras de él, tratando de calmarlo pero a la vez con el fin de averiguar lo que me tiene pensativa.

—Peeta —le digo con cautela—, ¿Hay algo más que no me hayas dicho? Te he notado muy mal desde hace rato.

—Bueno, es normal con todo lo que está sucediendo —dice evasivo.

—Me refiero a mal conmigo —insisto.

Peeta me da la espalda y yo temo lo peor. Luego se vuelve hacia mí y lanza la pregunta.

—¿Quién es Jackson Roger?


¡Hola tributos!

¡Luego de un siglo de estar perdida, he regresado! Hace días estaba con este capítulo y no había podido terminarlo, pero para que sean felices (quienes extrañan esta historia), el siguiente ya está en marcha. ¡Estoy inspirada! XD Tal vez sea el año nuevo.

Quiero agradecerles por seguir conmigo y por tener paciencia, por sus comentarios, favoritos y follows y por todo el amor que demuestran por lo que hago. Espero que hayan pasado unas felices fiestas y que hayan disfrutado de este capítulo. Vendrá algo grande y todo gracias a Jackson Roger. ¿Alguien tiene idea de quién puede ser este personaje?

Saludos especialísimos a: Igora Mellark, LiLu, Greygirl, Diana Kou, vainillatwilight, PrettyLu, Ady Mellark87, Laura, 96Ale-G, y a mi amiga ANA KAREN MELLARK (a quien ya le cumplí con su regalo. ¿Qué tal los libros?)

Besos.

Giselle Jay.