Disclaimer: "Escenas robadas: May" es un fanfic o conjunto de one shot basados en la serie Agentes de SHIELD, May, Coulson, Skye, Andrew y el resto de personajes mencionados no me pertenecen, son propiedad de los Whedon, Marvel y la cadena ABC. No intento violar las leyes de copyright ni obtengo ningún tipo de remuneración económica por escribir esto.
Tipo: Post 2x21-22 S.O.S. o mejor dicho, escenas que me faltan del 2x21-22 S.O.S. y adelante. Desde el punto de vista de May. Con datos de toda la serie. Para todos los públicos.
Resumen: May encuentra a Coulson intentado vestirse tras su operación y le acaba colocando la corbata, mientras hablan de sus límites difusos.
Gracias a Enia por su beteo exhaustivo.
Día 2. Cuidaré de ti.
May no fue nunca de mucho dormir, nunca dormía más de cinco horas, pero aquella noche durmió por varios días, fue llegar a su habitación y ni si planteó el ducharse. Simplemente, se dejó caer en la cama rendida, apenas sí le dio tiempo para quitarse los zapatos.
Tal vez estuviese madurando, porque hacía unos meses no hubiera dejado a Skye hacerse cargo de algo que ella consideraba su deber: cuidar a Coulson. Aunque al día siguiente ni se hubiera podido mover del cansancio. Sin embargo, era más que evidente que Skye quería a Coulson tanto como Coulson quería a Skye, ambos se cuidaban y se protegían con gusto, y ella necesitaba dormir. Corría el rumor de que nada podía con ella y había veces que ella misma había caído en el fatal error de creerlo, pero no más. Necesitaba desesperadamente descansar.
Se despertó bien pasadas las siete de la mañana, en la misma postura en la que cayó en la cama. Eso debía de ser un record o algo. Se levantó rápidamente, sintiéndose completamente culpable… tenía tantas cosas que hacer, tantas... ¿Cómo se podía haber quedado dormida? Se duchó en apenas unos segundos y se vistió tan rápido como pudo, ni siquiera se secó el pelo. Su estómago se quejaba por el hambre, pero antes de desayunar o ir al despacho de Coulson para ocuparse de todo, pasó por la enfermería para ver como estaba Phil. Sabía que si no lo hacía, no podría concentrarse el resto del día.
Pero Phil no estaba allí. Ni Phil, ni Skye estaban allí. Le estuvo a punto de dar un ataque de pánico, pero Simmons entró y le informó de que Coulson se había despertado en mitad de la noche, excesivamente tranquilo y despejado. Sus constantes vitales eran las normales y el dolor era moderado teniendo en cuenta la situación, o por lo menos eso dijo él. Se negó a que avisaran a nadie y mandó a Skye a la cama. A las seis de la mañana, se levantó, como era su costumbre, y a pesar de todas las reticencias médicas de Simmons al respecto, Coulson se había dado a sí mismo el alta médica y había salido de la zona medica.
Estúpido. Tan estúpido.
Estaba tan enfadada con él que le podría pegar. ¿Cómo podía ser tan insensato? Tras correr camino del despacho de Phil y no encontrarlo, se presentó en su habitación. Llamó a la puerta y solo recibió como respuesta un quejido velado. Tal vez no debería de haber entrado, pero lo hizo. No podía no preocuparse.
Phil estaba tumbado en la cama, haciendo prácticamente malabarismos para intentar meter su camisa dentro de sus pantalones con una sola mano y ella solo pudo mirarlo fijamente, mientras notaba cómo su alma se desquebrajaba en pequeños trocitos.
—¡Qué diantres…! —El hombre se calló de inmediato al ver que era ella la que estaba en la puerta, ni siquiera pensó que la escuchara llamar.
Estaba pensando en gritarle, en serio, en gritarle fuerte… pero no podía. En primer lugar porque ella no era una persona que gritara, en segundo lugar... Phil tenía un aparatoso vendaje donde debería estar su mano derecha y apenas era capaz de vestirse solo.
Cerró la puerta y respiró hondo mientras se daba la vuelta para mirarle de nuevo.
—¿Qué es lo que crees que estás haciendo Phil?
Coulson se había sentado en la cama todo lo rápido que le permitía su actual situación, seguramente intentando aparentar no estar tan indefenso como en el fondo lo estaba o se sentía, y en ese momento la miraba con su sonrisa de niño bueno.
—¿Arrugar la camisa antes del medio día? —bromeó levantando los hombros.
Ella no tenía ganas ni de sonreír, ni de bromear. Estaba sumamente preocupada y, en un acto reflejo de supervivencia, apartó la mirada de su amigo porque no quería ver sus ojitos de niño bueno o los de perrito desvalido. No quería dejarse convencer de aquello que de seguro la iba a querer convencer. Le estaba empezando a doler la cabeza de nuevo.
—Deberías estar en la cama.
—Hay muchas cosas que hacer May. —Su voz era dulce y comprensiva, no pudo por menos que volver a mirarlo a la cara—. No me puedo permitir el lujo de una baja médica. Estamos en mitad de una guerra.
—Jiaying murió Phil. Hoy no hay batallas. Hoy no. Vuelve a la cama. Yo me encargo.
—Es mi responsabilidad.
La estaba matando, en serio que la estaba matando. Él parecía sereno y convencido, como si por todo lo que hubiera pasado fuera una mala gripe. Ella se acercó y se sentó a su lado, en su cama, lo miró fijamente… sabía perfectamente que sus ojos estaban húmedos, no podía más.
—Phil, has perdido una mano. Por favor vuelve a la cama, deja que Jemma haga su trabajo.
Ella ya se había puesto demasiado cerca, pero Phil se movió y se acercó un poco más. Su respiración se aceleró. Con su mano, Phil cogió un mechón de su cabello, aún húmedo, y lo recolocó en su cabellera con cuidado. Ella sintió una descarga eléctrica por todo el cuerpo. Él la miró con veneración. ¿Por qué seguía haciendo eso? ¡Maldito fuera!
—Dice la mujer que se cose a sí misma y vuelve a la acción en cuanto deja de sangrar… o incluso sangrando. La mujer que me salvó una vez la vida con tres costillas fracturadas y un esguince en el tobillo. No hago nada en la cama, Melinda —dijo rozando su brazo mientras bajaba la mano hacia su regazo—. Solo comerme la cabeza. Me siento bien con mi traje. Me siento… yo. Me siento bien intentando hacer algo.
Estaban demasiado cerca, demasiado. May dejó caer la cabeza sobre el hombro de su amigo. No había nada que hacer. Phil era Phil, no podía intentar cambiarlo a esas alturas de la vida. No podía luchar contra lo que era. Además, era cierto: ella hubiera hecho lo mismo en su lugar. Respiró hondo. Profundo. Analizó todas las opciones que tenía y sí, una fue la de salir corriendo, pero no lo hizo. Levantó la cabeza, cruzándose con su mirada azul. No debería de estar sintiendo aquello, no era correcto. No debería de estar mostrando sus cartas tan abiertamente. No recordaba cuándo empezó a sentir por su amigo algo más de lo que ella consideraba que había que sentir por un amigo, pero no importaba... era horrible. Un despropósito total. Phil le sonreía con dulzura y ella estuvo a punto de rozar su nariz con la suya, como si aquel típico cliché de película sirviera para algo, como si fuera a solucionar algo.
La realidad, tenía que centrarse en la realidad. Phil era su amigo, solo su amigo, y también era su jefe. Los límites desdibujados les habían llevado a ese momento. Pero Phil quería a Audrey, no tenía que haberlo olvidado nunca. Y le guardó secretos a ella porque era su jefe, su jefe, por encima de todo era su jefe. Él era su amigo y ella era su segunda al mando, nada más. Él la cuidó cuando ella estaba en el peor momento de su vida y ella se prometió a sí misma siempre cuidar de él, de su mejor amigo, de su compañero. Ya no era su compañero, pero su promesa seguía teniendo vigencia.
Eso era todo.
Esa era la realidad.
Se levantó y lo ayudó a ponerse de pie.
Con cuidado le colocó bien la camisa, que estaba ligeramente retorcida, comprobando que todos los botones estuvieran en sus ojales correspondientes. Desabrochó su pantalón con tranquilidad, notando como los músculos de Phil se tensaban instantáneamente ante esa acción. Siempre le había gustado pensar que él por lo menos la consideraba deseable, le gustaba pensar que aún lo podía poner nervioso. Sin embargo, intentó ser lo menos invasiva posible, mientras le metía la camisa por dentro de sus pantalones y se los volvía a abrochar. Phil no se movió ni un ápice de su posición, estaba como congelado en el sitio. Cuando ella levantó la cabeza vio su rostro tenso y sus ojos cerrados. Melinda puso las manos en su pecho y él abrió los ojos.
Tan cerca.
—Gracias —dijo el hombre en apenas un susurro y ella intentó no perderse en sus ojos.
Como toda contestación se acercó al armario, donde cogió una de las corbatas primorosamente guardadas y volvió hacia él. Se la pasó a través del cuello y se afanó en la tarea de hacer un nudo perfecto. Sentía la mirada de Phil fija en su cara y eso lo hizo más complicado. Además, hacía mucho tiempo que no hacía nudos de corbatas. Cuando terminó, la acarició y dio un paso para atrás, dispuesta a ver su obra.
—Listo.
Phil le sonrió con ternura.
—¿Esto significa que me perdonas?
Perdonarle, ¡qué valor! Como si después de todo lo que había ocurrido ni tan siguiera fuera una opción seguir enfadada con él. Aunque aún le dolía, dolía mucho. Maldito chantajista emocional.
—Eso significa que siempre cuidare de ti. Como tú lo hiciste conmigo.
La sonrisa de Phil desapareció. De repente, parecía sumamente triste.
—No fue un préstamo Melinda, no me tienes que devolver nada, lo hice gustoso. Y aunque fuera un préstamo, ya lo tendrías más que pagado —dijo dando un paso más hacía ella, a lo que ella correspondió con un paso hacía atrás.
—Me preocupo por ti. Eres muy importante para mí.
—Yo también me preocupo por ti, tú también eres muy importante para mí. —No lo hizo a posta, ella lo sabe, pero su rostro mostró disconformidad ante la afirmación de su amigo, era lo que sentía—. No me has perdonado.
Respiró hondo. Esa conversación era difícil y no le gustaba nada.
—No hay nada que perdonar Phil. —El hombre la miró descreído—. Fui yo la que me equivoqué. —Él negó con la cabeza—. Ya se me pasará. Creí que teníamos algo que no tenemos, eso es todo.
Phil siguió negando con la cabeza y dio un paso más hacía ella, en ese momento ella no se movió. No podía seguir retrocediendo ante él, era una mala idea.
—No digas eso May, por favor. Eres… Tú… —El hecho de que él ni siquiera pudiera acabar la frase le estaba doliendo más de lo esperado-. Nunca más te volveré a mentir o a ocultar algo, fue una tontería, lo siento… pensé que no era para tanto, pensé que no te iba a hacer daño…
Parecía realmente arrepentido y ella no quería parecer una niña tonta, pero...
—Tal vez ese sea el problema. —Era hora de acabar con aquella conversación—. Si necesitas ayuda solo tienes que pedirla —dijo y empezó a alejarse camino de la puerta.
—¿Me puedes ayudar con la chaqueta?
Se paró de golpe y buscó la chaqueta por la habitación, sin volver la vista hacia Phil. Al verla en una silla cercana, fue hacia ella y la cogió.
—También necesito el cabestrillo… por favor.
Melinda lo agarró también de la silla y se dirigió hacia Phil. Le ayudó a ponerse la chaqueta y se la abrochó sin mirarle a la cara, sin dirigirle la palabra. Igualmente se dispuso a colocarle el cabestrillo. Sabía perfectamente cuál era su debilidad.
—Tengo pensado llamar a Andrew —. Terminó por decir Phil—. Creo que hará falta por aquí… ¿Si estás bien con eso?
Ese hombre conocía cada uno de sus puntos débiles. La estaba buscando y al final la iba a acabar encontrando. Phil siempre decía que prefería el enfado a la indiferencia y lo estaba demostrando. De todos modos se mordió la lengua. No iba a entrar al trapo. No iba…
—¡Claro! Llámale —dijo con una sonrisa fingida—. Sí quieres lo llamo yo, pensaba hacerlo de todos modos. Ha habido mucho drama por aquí últimamente. Andrew será muy útil —sentenció al terminar de colocar el cabestrillo y empezar a alejarse.
—Melinda…
—Déjalo Phil. Déjalo ya. Eres mi mejor amigo y mi jefe, solo necesito límites nuevos. Soy una niña grande. Todo irá bien… —Aunque la verdad era que no estaba muy convencida de eso—. Pero como consejo de amiga, tal vez… tú también deberías de instaurar unos límites nuevos en nuestra relación.
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