Conteniendo las dolorosas lágrimas, Nymeria observó la figura durmiente de Thorin sobre la cama. Solo habían pasado unas cinco horas desde el incidente de Sauron. Cinco horas de sueño que la renovaron por completo, sanando cada una de sus heridas.

Ahora, había tomado una importante decisión. Dolorosa, pero necesaria.

Se puso su mejor ropa para la inminente batalla. Sus armas acomodadas en diferentes zonas de su cuerpo, pistolas, espadas, dagas, incluso la escopeta y las granadas que Nori había recuperado de los salones del tesoro. Todos y cada uno de sus amigos se habían mostrado inmensamente interesados en ellas.

Su decisión de abandonar la montaña era exclusivamente por seguridad. No importaba cuanto intentara negar el llamado del anillo de poder. Éste era demasiado fuerte.

Y para mantener su voluntad y cordura intactas, necesitaba permanecer lejos de ese maldito objeto.

Dejando la nota junto a Thorin sobre la almohada, besó sus labios como despedida.

Sin duda estaría furioso por dejarle de este modo, otra vez. Pero había motivos de peso. Motivos que él sabía a la perfección. Dolía dejarle, más cualquier herida física. Pero solo esperaba que Thorin la comprendiera.

-Te amo, mi amor. Pronto todo esto terminara…-Susurró, antes de obtener un último beso.

Secándose sus ojos con el dorso de la mano, abandonó la habitación con un profundo pesar. Una parte de su ser, quedando atrás con el amor de su vida.

Dejando las cámaras reales, marchó hacia los aposentos de Thrain. Echando un vistazo silencioso, divisó al enano dormido con Hachiko a su costado. Su cachorro agitó su colita al percibirle, saltando a sus piernas para ser levantado.

-Cuida de Thrain y de Thorin, ¿de acuerdo?-Pidió en susurro, besando su cabecita peluda. Hachiko soltó un quejido, lamiendo su mejilla. Entregándole algunas caricias detrás sus orejas, lo abrazó antes de depositarlo de regreso sobre la cama.

-Arriesgas demasiado…

Desviando sus ojos hacia Thrain, él se incorporó con un gesto preocupado.

-Debo hacerlo. O todo esto desaparecerá.

-El Señor Oscuro no desistirá. Debes tener cuidado.

Acercándose para darle un abrazo, Nymeria presionó un beso en la mejilla del enano-No dejes solo a Thorin. Él te necesita.

-Necesita a su esposa. Yo soy solo un viejo, una pobre compañía para mi hijo…

-No es así. Eres su padre, el tiempo que ha transcurrido no ha roto el vínculo entre los dos en ninguna de sus formas. Thorin esperó un siglo para tenerte de nuevo. No desaproveches el tiempo que tienes ahora-Aconsejó, sosteniendo sus manos.

Thrain asintió-No lo hare. Solo promete que regresaras.

-Lo intentaré-Sonrió.

-Hazlo-Demandó el enano-No quiero perder a mi hijo a causa del mal.

-Volveré. Pase lo que pase, volveré-Le aseguró, convenciéndolos a los dos.

-Entonces ve, antes de que Thorin note tu ausencia.

-Cuídalo-Pidió, refiriéndose Hachiko.

-No te preocupes, estará bien.

Con un asentimiento, Nymeria salió para permitirle continuar con su descanso. Sacando un papel doblado del bolsillo de su chaqueta, lo deslizó por debajo de la puerta de la habitación de Bilbo y Lilian. Colgando en la manija una bolsita de tela con un contenido especial para un propósito específico descrito en una nota.

Como última parada antes de marcharse de Erebor, golpeó la puerta reforzada de la habitación de Dain.

El enano resopló al verla, invitándola a pasar-Muchacha, estas no son horas de pasearse por el reino. ¿Mi primo se ha vuelto tan aburrido después de la boda?

Nymeria intentó sonreír, pero no lo consiguió-Todo está bien con Thorin. Yo… voy a irme-Reveló, viendo la estupefacción en el rostro de Pie de Hierro.

-¡¿Irte?! ¡Eres nuestra reina! ¿Por qué vas a irte?-Cuestionó, molesto.

-¿Podrías sentarte? Esto es algo complicado de explicar.

Confuso, Dain frunció el ceño con sospecha-Entonces habla-Dijo, sentándose en el sofá cerca de la chimenea.

Uniéndose a él, Nymeria reunió el valor para contarle la verdad. Los detalles importantes. Viendo con cada palabra como el enfado dejaba el rostro del enano solo para ser reemplazado por la preocupación. En ese momento, ella le hizo entrega de un collar cargado de un hechizo de protección. Nada ostentoso. Simple y cómodo.

-Te protegerá. Eh puesto magia de protección en el. Úsalo por favor-Colocó suavemente el objeto en su palma.

-Esto es un invaluable regalo-Respondió Dain, apretándolo en el interior su mano con apreciación-Lo llevare siempre conmigo.

-Gracias…

-Thorin no estará nada contento-Señaló él.

Exhalando, Nymeria hizo una mueca-Lo sé. Pero él conoce todas y cada una de las consecuencias si me quedo sin hacer nada. Fui creada para ese propósito. Es mi deber.

Dain dejó caer pesadamente su mano sobre la espalda de Nymeria-Que Mahal guie tu camino y te traiga de regreso. No solo eres la reina, también eres parte importante de la familia. Y especialmente me agradas, por lo no que no quisiera que algo te sucediese. Ya tenemos suficientes problemas con la maldita guerra que se avecina.

Ella sonrió-También me agradas, Dain. Realmente ha sido un placer conocerte.

-No lo digas como una despedida-Gruñó, palmeándole la espalda-Debes volver, por el bien de mi primo.

Nymeria asintió, poniéndose de pie. Tendiéndole la mano para despedirse, el enano la atrajo para un abrazo apretado-Nos vemos, entonces.

-Aquí estaré, hasta que todo pase. Más te vale estar de vuela para la celebración-Sonrió.

-No me lo perdería.

Con un gesto de su mano, Nymeria le dijo adiós para después dejar aquella habitación. Rápidamente, avanzó hacia la plaza principal directo hacia las puertas doradas que le abrirían paso hacia el exterior. Los guardias apostados en cada extremo hicieron una profunda reverencia antes de accionar el dispositivo mecánico. Una novedad para la época.

Despidiéndose con una ligera inclinación de su cabeza salió fuera del reino, hallando una figura alta y gris, esperándole.

-Gandalf…

-Sabía que vendrías-Expresó tristemente.

Nymeria parpadeó-¿Cómo?

-La presencia de Sauron se hace cada vez más fuerte. Y entiendo el significado de tus acciones. Es una valerosa decisión la que has tomado. El hecho de que puedas resistir el llamado del anillo dice cuan fuerte es tu convicción.

Avanzando en dirección a Dale, Nymeria contestó-Supongo que se debe al entrenamiento que recibí en el pasado. Esos métodos no son algo que se olvida de la noche a la mañana.

Gandalf caminó a su lado-Gracias a eso, estamos aquí ahora.

-Puede ser…

-Volverás-Le aseguró el mago, percibiendo su pesar.

-Eso espero-Suspiró.

Pero ambos sabían lo difícil que seria y las reducidas probabilidades que tenían de lograr un éxito sin consecuencias graves. El resultado era incierto en todos los aspectos.

Marchando hacia Dale, Nymeria percibió el tirón desesperado de Sauron por regresar al interior de la montaña. Estaba furioso. Cabreado. Intentaba volver a echar raíces de control a través de su ser, no obstante, estaba demasiado débil para semejante propósito. Su impulsiva aparición lo había dejado vulnerable y a su completa disposición.

Lo que era bueno, de momento.

Ya en la derruida entrada de Dale, ambos fueron recibidos por los guardias del rey Thranduil, quienes les escoltaron de inmediato a su tienda personal.

En su lujoso interior, el rey de los elfos del Bosque Negro compartía una ociosa conversación con el señor de Dale. Al presentarse, ambos se pusieron de pie.

-Nymeria…-Bardó exhaló, avanzando para saludarla con un inesperado abrazo-Es un alivió ver que te encuentras bien-Sonrió.

Gandalf carraspeó, obteniendo su atención.

-Le sugiero distancia, Bardo-Mencionó con gravedad.

-Está bien, Gandalf-Ella intentó tranquilizar, volviéndose hacia el arquero-Sigrid está a salvo-Le informó, viendo la exasperación en su rostro.

-Jamás imagine que Sigrid sería capaz de algo semejante. ¡Pudo haberle sucedido algo en el camino!-Expresó con preocupación.

-Pero no sucedió y está perfectamente bien, segura en la montaña. Fili cuida de ella.

-Mi hija con un enano-Resopló antes de sacudir la cabeza-No es lo que esperaba para Sigrid.

-Puedes pensar y decir lo sea de los enanos, pero en cuanto a sus parejas se refiere, son extremadamente sobreprotectores-Gandalf le aseguró casi con simpatía-No tienes nada de qué preocuparte, señor de Dale. Tu hija está a salvo con el príncipe.

El arquero respondió con una larga exhalación. Volviendo a su silla completamente rendido.

Posando sus ojos en el rey elfo, Nymeria notó su profundo escrutinio sobre su persona

-No puedo imaginar… lo que estas soportando ahora-Habló Thranduil, compasivo-La oscuridad en tu interior…

-El bastardo es increíblemente fastidioso-Respondió esbozando una ligera sonrisa-Como un mosquito zumbando a tu alrededor.

El elfo alzo una de sus cejas oscuras-¿Es así como te comunicas con…él?-Inquirió, curioso. Cauteloso al mismo tiempo.

-Todo el tiempo. El idiota es bastante comunicativo-Contestó con sinceridad encogiéndose los hombros-Claro, cuando no está mostrándome la destrucción masiva del mundo…

Tanto Thranduil como Gandalf se tensaron ante esas palabras, intercambiando miradas de alarma. Bardo simplemente frunció el ceño, confundido.

-Sinceramente, no imaginaba la magnitud de tu importancia en nuestro mundo cuando nos conocimos-Continuó Thranduil, sirviendo un par de copas de su mejor vino-Por supuesto, no podía negar mi curiosidad respecto a tu origen. Y la extraña combinación que te generó-Elegantemente le tendió una copa llena del líquido aromático-Los dioses son siempre impredecibles...

Recibiendo la copa en cuestión, Nymeria le observó con atención-Aun me adapto a ello. Apenas han pasado unos cuantos meses desde que todo estalló-Admitió.

-Sin duda has conseguido manejarlo en tan poco tiempo. Esperemos que continúe de ese modo-Thranduil inclinó ligeramente la cabeza en reconocimiento, llevando la copa a sus labios.

-¿Vas a aliarte con nosotros para la guerra?-Ella le preguntó, cambiando de tema.

-¿Debería?

-Considerando la gravedad del asunto, sí-Bebió un pequeño trago del dulce líquido-Si Erebor cae. Todo lo demás lo hará-Señaló, cubierta de seriedad.

-Entonces las palabras de Mithrandir no eran solo una exageración-Thranduil miro al hechicero, quien se mostró tan exasperado como molesto.

-No. Esto es una de esas cosas serias que nadie quiere que suceda. Pero en fin, ¿le entras o no?

El elfo parpadeó-¿Le entro?

Nymeria sonrió-Es un decir, significa que te unes al asunto en cuestión.

-Ah. Entiendo, aunque no parece que tenga demasiadas opciones al respecto. Si decido retirarme, mantendría a salvo a mi pueblo. Pero… ¿durante cuánto tiempo?

-No mucho, asumo.

-Las huestes de Sauron pretenden tomar la montaña a como dé lugar. Si cortamos esta embocada desde el inicio, tendremos el tiempo necesario para encargarnos del anillo-Informó Gandalf-Destruir esa reliquia es una de nuestras prioridades, y el hecho de que esté en nuestras manos, nos da una gran ventaja.

-Esto no es solo una guerra ¿no es así?-Cuestionó Bardo, evidenciando su preocupación en cada una de sus características.

-El destino de este mundo está en juego. ¿Qué te dice eso?-Nymeria le respondió con calma.

Bardó frotó su rostro con inquietud-Ni pueblo no es gente de lucha. Los soldados en comparación con los elfos y enanos son solo una burla. Como se supone que participemos en algo así…-Ahora parecía agobiado.

-Es por eso que debemos ayudarnos-Gandalf señaló, grave-Mucho depende del resultado de nuestras acciones-Habló, dirigiéndose especialmente a Thranduil.

-Ya veo…-Dijo el rey elfo, carente de toda gentileza y simpatía-Mi ejército está a tu disposición-Anunció a Nymeria luego de unos largos segundos de silencio-Solo espero que sepas lo que haces.

-Considerando lo que ganaremos, todo sacrificio es aceptable-Sacando una bolsita de seda del bolsillo lateral de su chaqueta, la depositó sobre la mesa de madera-Considéralo una asociación. El inicio de una amistad nueva con los míos.

Thranduil observó la bolsa con sospecha antes de tomarla entre sus manos y voltear el contenido sobre su palma. Un suave jadeo escapó de sus labios al observar las destellantes gemas de luz de estrellas. Gemas que le fueron negadas por casi dos siglos. Con los ojos llenos de admiración sobre éstas, dio un asentimiento determinado.

-Tomo tu palabra, reina bajo la montaña. Mientras haya paz entre nosotros, seremos amigos-Acordó, sincero y decisivo. Del mismo modo, Nymeria le regaló un asentimiento de aceptación. Contenta con el resultado.

Ciertamente, ella había esperado que Thranduil se mostrara más reacio a una alianza. Suponía que su rápida disposición se debía a la inminente amenaza de Sauron y su cercana presencia. Sabía que el elfo era capaz de sentirlo. De percibirlo del mismo modo que Gandalf lo hacía. Sin embargo, su inesperada confianza le había tomado por sorpresa. Su primer encuentro no fue exactamente amigable. De todos modos, estaba satisfecha con lo pactado. Lazos con Thranduil significaba negocios para Erebor, especialmente alimentarios. Pues con la venida de los enanos de Ered Luin necesitarían toda la comida que pudiesen reunir para recibir adecuadamente a todas y cada una de las familias de la primera caravana.

Continuando con la charla, discutieron durante horas respecto a la guerra que se avecinada. En el mapa especialmente creado para especificar los territorios del norte de la tierra media, intercambiaron opiniones sobre la formación y posición de los ejércitos y sus debidos movimientos. Con el conocimiento previo de la llegada de enemigo, gracias a Lilian, Nymeria reveló cada zona crítica.

Derrotar al mal con el menor número de bajas posible era uno de los objetivos de este enfrentamiento. No le darían al enemigo la satisfacción de pillarles desprevenidos, ni mucho menos de obtener ventajas a su favor.


Con las primeras luces, el reino de Erebor se estremeció con el resonante rugido de su gobernante. Una ira cruda y violenta rezumando de su voz a tal nivel, que ninguno de sus compañeros, familiares e incluso los soldados más endurecidos tuvieron el valor para enfrentarle.

El furioso rey recorrió los pasillos de su reino como una tromba en dirección a la plaza principal, interrogando a los guardias nocturnos con algo mucho más que una amenaza. Uno de ellos tembló bajó la ira y la firmeza de su rey, quien con la fuerza de su herencia alzaba al soldado del cuello sin mucho esfuerzo, con sus propias manos.

-¡Dejaron que la reina atravesara estas puertas durante la madrugada!-Bramó-¡Debería matarlos por su incompetencia!

-Mi señor…-Vaciló el otro soldado, estremeciéndose ante la mirada oscura de su rey-Nosotros no sabíamos… nadie nos informó que la reina no podía salir de la montaña…

Soltando bruscamente al asfixiado soldado, Thorin gruñó-Eres consciente del peligro que se avecina y aun así me das semejante respuesta…-Dijo peligrosamente. La amenaza brillando en sus ojos.

Colocando una pesada mano sobre el hombro del rey, Dain apretó en advertencia-Cálmate primo. La reina está perfectamente bien…

-¡No donde debería estar!-Explotó Thorin.

-Lo sé, pero ella ha logrado grandes cosas en las últimas horas y no podemos rechazar sus esfuerzos-Aconsejó Pie de Hierro con una calma que verdaderamente no sentía. Tendiéndole la hoja de pergamino a Thorin, su primo se lo arrebató salvajemente de los dedos leyendo a prisa la familiar escritura plasmada en el papel. Sin embargo, su ira no disminuyo en lo más mínimo durante los próximos minutos de reflexión.

-Prepárate. Iremos a una reunión.

Con esas frías palabras, Thorin se alejó.

Exhalando, Dain llamó a sus mejores soldados para acompañarles a Dale.


-De este modo…-Señaló Nymeria maniobrando su espada en una sencilla curva. El reducido ejercito de Dale, compuesto por hombres sin ningún tipo de entrenamiento militar, repitieron su movimiento con vacilación-¡Deben tomar más velocidad!-Gritó, demandante-¡Es un ataque sencillo, pero de gran abarque! ¡Importante en el los momentos de opciones limitadas!-Explicó, rehaciendo el movimiento.

Con más ímpetu, los hombres lo intentaron de nuevo.

-Esto será difícil…-Se lamentó Bardo posicionándose junto a ella en el frente.

-Considerando que nunca antes habían entrenado, es justificable.

-Sin embargo, no tenemos mucho tiempo…

Nymeria lo golpeó en el brazo-Tu pesimismo es un asco. ¿Dónde está ese barquero que defendía fervientemente a los suyos del gobernador en la Ciudad del Lago?

Frotándose la barbilla, Bardo se disculpó-Lo sé, lo siento. Solo estoy… cansado. Ha sucedido demasiado en muy poco tiempo. Apenas hace unas semanas solo era un simple barquero, ahora… soy una especie de rey. Todos dependen de mí…

-El peso de un gobernante es una carga pesada-Mencionó ella solemne-Pero el saber que puedes hacer algo por ellos es muy gratificante. No por la gloria o el beneficio, sino más bien por el hecho ser útil en un propósito mayor. Sobre todo si es para cuidar de quienes amas.

-¿Esa es la reina bajo la montaña dándome una buena lección?-Sonrió.

-Indudablemente.

Desenvainando, Bardo se unió a sus enseñanzas de batalla lidiando con el peso y el manejo de su nueva espada.

Luego de calentar con una diversidad maniobras simples de combate, Nymeria les instruyó sobre los distintos puntos vitales utilizando al rey de Dale como modelo, exhibiendo al mismo tiempo algunos ejemplos de ataque sobre dichos puntos para facilitarles el aprendizaje y reducir la teoría para avanzar rápidamente a la práctica.

Emparejándolos, los puso a ejecutar todo lo aprendido entretanto le daba al arquero formación particular. Sorprendiéndola con sus acelerados avances.

Bajando la espada, Nymeria sonrió a Roac cuando aterrizó sobre su hombro con aquel habitual graznido. Saludándola.

-¿Alguna noticia?-Preguntó gentilmente al cuervo.

El rey Bajo la Montaña está aquí.

Parpadeando, Nymeria se dio la vuelta. Con el corazón desbocado, observó la imponente figura de su esposo viniendo directamente a su posición, acompañado de Dain y unos cuantos endurecidos soldados en la retaguardia.

-No parece muy alegre-Bardo comento, casi temeroso.

-Ya lo suponía…

Cuando Thorin se detuvo frente a ella, Nymeria notó la tormenta poderosa de sus emociones en esos críticos ojos azules. Los puños apretados en sus costados y la mandíbula en tensión-Debemos hablar-exigió-En privado-Aclaró, echándole un vistazo desagradable al señor de Dale.

Señalando una dirección, lo instó a seguirle marchando hacia a la lujosa tienda que Thranduil le había dado para su privacidad. Un gesto sorprendentemente generoso de su parte. Mayormente inesperado.

Alzando el vuelo, Roac se marchó con una despedida dejándoles completamente solos al interior de dicha tienda.

-Lo has vuelto a hacer-Thorin atacó.

-Iba a suceder, tarde o temprano…

Thorin tomo tales palabras como una excusa, rechazándolas por completo-Hiciste una promesa y la has vuelto a romper. ¡Como muchas otras!

-Lo sé-No se podía negar lo evidente.

La falta de respuesta feroz de parte de su esposa, preocupo al rey-¿Qué está pasando, Nymeria?-Cuestionó.

Ella solo parpadeo-Te di todas las explicaciones en la nota que te deje. ¿Por qué haces esto?

-Si esperabas que me quedara en la montaña de brazos cruzados a esperar que todo sucediera, estás muy equivocada. Estamos en esto juntos-Señaló, tocándose el pecho con el puño.

-No voy a regresar a Erebor-Informó, golpeada por el sentimiento de su palabras. Intentando por todos los medios mantener una máscara de calma. En el fondo, quería llorar. Llorar y refugiarse en sus brazos hasta que todo terminara. Pero eso era imposible. Además de estúpido.

-Nymeria…

-Lo siento. Solo será por un tiempo. Hasta que todo se solucione…-Sacudió la cabeza-La presencia del anillo es demasiado fuerte. Insoportable. Como un llamado que te desgarra por dentro. Sauron no me dejará en paz un solo segundo. Y no me arriesgaré a que intente tomar el control de nuevo.

La ira creció en el rostro de Thorin, quien comenzó a pasearse de lado a lado con un sentimiento de impotencia que los abrumó a los dos.

-Esto es injusto ¡Injusto!-Rugió, desesperado. Nymeria respondió con un murmullo afirmativo, haciéndolo detenerse en seco-Los aceptas… ¿lo aceptas así nada más? ¡¿Te rindes así de fácil?!

-No malinterpretes mis decisiones, Thorin. Este es mi deber. Como el tuyo es ser rey. Ambos nacimos con un propósito. Uno del que no podemos escapar aunque lo deseemos-Aclaró con frialdad.

El rey enano apretó los puños-No es lo mismo… ¿es que no lo ves? ¡Ese bastardo intenta separarnos!-Alcanzándola, rodeo sus brazos, remeciéndola-Estas permitiéndole que ponga una distancia entre nosotros…

Apartándolo de un empujón, Nymeria observó con dolor el desconcierto en la expresión de su amado esposo-Estuve pensando en lo que sugeriste anoche. Y eh decidido escarbar en ese rincón de mi pasado. Seré esa Nymeria que era capaz de lo que sea con tal de lograr sus objetivos, sin importar el costo.

Esos ojos de zafiro la miraron con una mezcla de orgullo y cautela-¿Por cuánto tiempo? No quiero que te conviertas en esa mujer para siempre…

Ella le lanzó una mirada acusadora-¿No confías en mí?

-Confió en ti. Pero no puedo decir lo mismo de ese bastardo. Quisiera matarlo con mis propias manos…-Gruño, impotente.

-Si fuese así de fácil, créeme que ya lo habría hecho hace mucho tiempo-Exhalando, cambio el peso de su cuerpo de una pierna a otra-Ve a Erebor, Thorin, y cuida de los demás.

El rey parpadeó, inamovible-Me quedare aquí, contigo. Enfrentaremos esa condenada guerra lado a lado…

-Quiero que te vayas.

Thorin tensó la mandíbula, incapaz de negar su breve sorpresa-¿Tú quieres?

-Ahora entiendo cuando te referías a mi como una distracción al inicio del viaje-Explicó con una sonrisa triste-Y tú lo eres para mí ahora. Necesito manejar esto sin interferencias…-Su voz se desvaneció al vislumbrar el dolor fugaz en sus ojos-Te amo, con cada fibra de mi ser. Pero necesito que me ayudes en esto-Añadió, suplicante-Apenas si puedo sopórtalo-Agregó casi con desesperación.

Él asintió débilmente-Solo espero… que todo vuelva a como era antes.

-Yo espero que sea mejor-Declaró Nymeria.

-Al menos… ¿me enviaras un mensaje?-Thorin pidió con tal pesar que ella fue incapaz de decir no.

-Dile a Lilian que te pase su teléfono, te llamare-Prometió.

El rey suspiró luego de asentir-¿Por qué se siente esto como una despedida?-Cuestionó en un inseguro hilo de voz.

-No lo es. Pero quizá sea porque no nos habíamos separado de verdad hasta ahora. Con mutuo consentimiento, quiero decir-Explicó, atreviéndose eliminar la distancia entre los dos. Tomando su rostro entre sus manos, presionó los labios sobre los suyos con una profundidad que alimentó de inmediato la pasión del rey.

Sus brazos la rodearon apretadamente contra su cuerpo, ahondando ardientemente en el beso con una dolorosa desesperación que los consumió. Las tormentosas caricias llovieron. Los lascivos besos se desbordaron. Jadeos y gemidos hicieron inundaron aquel limitado sitio, haciéndolos conscientes de las consecuencias que generaría desatarse en este lugar carente de completa privacidad.

El desmedido golpe de lujuria los obligó a apartarse del otro con desgana antes de fuese demasiado tarde.

Negándose a soltarla, Thorin hundió la nariz en el cuello de su esposa, aferrándose a su figura. Embriagándose de su dulce perfume. Era doloroso apartarse de ella, dejarle ir… no importaba si eran minutos, horas o días. Nunca era sencillo.

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Con un nudo en la garganta ante esas amorosas palabras, Nymeria unió sus frentes devolviéndole apretadamente el abrazo. Su corazón sangraba por la pronta separación. Era inevitable, sus responsabilidades eran diferentes ahora.

-Pase lo que pase, prométeme que mantendrás todo lo que hemos conseguido.

-Tú lo hiciste, reina mía-Débilmente sonrió-Eh sido demasiado obstinado a causa del pasado. Fui cegado por el odio y me negué a ver más allá de eso,

-Bueno, ya no tiene sentido pensar en ello a estas alturas. Debemos mirar hacia adelante como corresponde. Se han reparado algunos lazos, y debemos mantenerlos así-Puntualizó, observándole directamente a los ojos-Espero que sigas por ese mismo camino, Thorin.

-No es algo que me emocione demasiado-Expresó con desaire.

-¡Thorin!

El rey esbozó una sonrisa maliciosa-Con el incentivo adecuado podría quizá considerarlo…

Alzando una de sus cejas rojas, Nymeria alzó las comisuras de sus labios-Pórtate bien, rey Bajo la Montaña y tal vez consigas mucho más de lo que esperas-Sus ojos verdes destellaron con una picara promesa.

-Estoy ansioso…-Inclinándose para besarla, sus labios se detuvieron a medio camino ante la resonante voz al exterior de la tienda.

-Mi señora, ha llegado un mensaje para usted-La voz fue de un inconfundible elfo del bosque.

Nymeria resopló debido al crudo insulto que Thorin escupió en khuzdul, soltando todo su malestar. Abriendo una de las solapas de la tienda, tomó los pergaminos de las manos del soldado de Thranduil. Desdoblando dicho papel, su rostro se llenó de sorpresa por la información plasmada en aquel pedazo de pergamino.

Echándose a correr, atravesó las frías calles de Dale atestadas de elfos y humanos, esquivando y saltando todos los obstáculos por delante. Con la esperanza de ver a alguien en particular, pisoteó hasta la entrada principal de la ciudad.

Allí, yacían de pie las excepcionales tropas élficas de Rivendell y Lorien, lideradas por un emisario de Lothlórien y el mismísimo Elrond en persona.

Cada uno de los presentes hicieron ademan de saludarle con una reverencia respetuosa.

Acercándose a Elrond, el elfo le sonrió gentilmente antes de alzarse con todo su distinguido porte.

-Saludos, reina bajo la montaña-Le saludó él haciendo énfasis en su título. Del mismo modo, su acompañante le ofreció la misma cortesía acompañado de una sobresaliente amabilidad. En todos los aspectos, ambos reinos eran en definitiva muy distintos de sus lejanos parientes del Bosque Negro. ¿O debería llamarle Bosque Verde desde ahora?

Sin Sauron rondado con su oscuridad en aquellos territorios, la naturaleza comenzaba a recuperarse a pasos agigantados. Impensablemente, Thranduil le había dado sus más sinceros agradecimientos al respecto.

Respondiendo a sus saludos con un agitado hola, preguntó-¿Por qué están ustedes aquí?-No pudo evitar sentirse decepcionada al no ver a Galadriel aquí. De algún modo, la elfa le inspiraba cierta esperanza y seguridad.

-Hemos venido unirnos a la batalla-Anunció Elrond-Soy consciente de que esto cambia mucho de lo que conoces, pero no podía quedarme de brazos cruzados sabiendo que se desarrollara una guerra que definirá el futuro de la Tierra-Media-Aclaró, solemne.

El emisario de Lothlórien, Haldir, avanzó para entregarle un pequeño paquete unido a un pedazo de pergamino-Mi señora Galadriel envía esto, junto con sus felicitaciones.

La delicada nota hizo poco para tranquilizarle, no obstante, agradecía enormemente su apoyo y el imponente ejército que le había brindado para enfrentar las huestes de Sauron. Guardando la nota de Galadriel dentro de uno de los bolsillos de sus pantalones, consciente de aquel mensaje contenía más de lo que aparentaba, se dirigió nuevamente hacia Elrond.

-Sé que después de lo sucedido en Rivendell, no merezco tu gentil ofrecimiento-Ella respondió, recordando su terrible temperamento en aquellos momentos de revelación-Pero no imaginas, cuan agradecida estoy de que estés aquí-Y era totalmente cierto.

El elfo sonrió-No tienes nada de qué preocuparte, reina Nymeria. Tales circunstancias fueron terribles para ti. Y reconozco que omitimos información de gran importancia a tu llegada. Hemos tenido la capacidad para enmendar esos errores, de lo contrario no estaríamos hablando tú y yo esta mañana.

-Tienes razón-Sonrió mucho más relajada.

-¡Lord Elrond!-Gandalf saludó, alegre de la presencia de su viejo amigo.

Luego, se reunieron en la tienda de Thranduil en compañía de Bardo, Thorin y un molesto Dain. Irritado por el hecho de permanecer tan cerca de los elfos y recibir su indeseada ayuda. Pero, por el momento, el rey Bajo la Montaña consiguió mantener a su primo a raya.

-Es apropiado que estemos todos aquí-Elrond anuncio con solemnidad.

-Considerando su participación, debemos rehacer nuestros puntos de ataque-Informó Bardo, haciendo un gesto hacia el mapa ya organizado sobre el la superficie de la mesa.

Elrond asintió-Eso es correcto. He recibido noticias del avance de los orcos desde el norte. Puedo decir con seguridad que las próximas horas son decisivas. Debemos resguardar a todos aquellos que no pueden luchar.

-Tengo a un buen número de soldado encargándose de eso-Thorin informó diplomáticamente-Las mujeres, los niños y los ancianos serán trasladados a Erebor para su seguridad.

Dain resopló disconforme con esa decisión. Nymeria le codeó fuertemente en el costado lanzándole una mirada de advertencia que lo hizo fruncir el ceño profundamente.

-Eso es muy noble de tu parte, rey Bajo la Montaña-Mencionó el señor de Rivendell con una sonrisa suave-Salvaras muchas vidas con tu bondad.

El rey enano sencillamente inclino la cabeza en reconocimiento.

-Una bastante tardía-Thranduil añadió con un toque de burla. Elevando la ira de Dain quien alzo la voz ante las irrespetuosas palabras del elfo hacia su rey.

Interponiéndose, Thorin obligó a su primo a retroceder. Imperturbable-No estamos aquí para eso-Aclaró.

-Pero…

-Ahora no-Insistió, exigente.

Con una desdeñosa mirada hacia el rey del Bosque Negro, Dain cruzó los brazos sobre pecho amplio resoplando en khuzdul palabras poco decorosas para el oído común.

Varios alzaron sus cejas. Por otro lado, Nymeria solo pudo echarse a reír mientras las características del rey Bajo la Montaña se suavizaban ante el melódico sonido.

-Empecemos con la organización entonces-Dijo ella, recomponiéndose-Necesitamos mantener la mejor coordinación posible entre los diferentes ejércitos…

-Primeramente, hay algo que debe ser zanjado-Elrond comunicó, respetuosamente. Rodeando la mesa, se detuvo frente a la hechicera divisando la presencia del enemigo con una variedad de antiguos recuerdos corriendo por su mente. Tormentosos recuerdos. Y la valiente mujer ser frente a él estaba sufriendo las consecuencias de cargar con la responsabilidad que los mismos Valar impusieron sobre sus pequeños hombros.

Debajo de su capa, descolgó de su cinturón el arma legendaria que le ayudaría en su misión. Arma reformada por el mandato de los dioses.

El silencio cayó sobre los presentes al mismo tiempo que tres pares de ojos se posaban sobre dicha arma cargados de desconcierto.

-Narsil…-Nymeria susurró, identificándola con admiración.

Orgulloso, Elrond extendió la espada hacia ella-Andúril, flama del oeste, forjada con los trozos de Narsil-Declaró solemne.

Nymeria parpadeó, atónita-¿Quieres que la tenga?

-Derrotó una vez a la maldad de Sauron. Y en tus manos lo hará otra vez-Anunció con suavidad.

-No puedo tenerla, esa espada es…

El elfo dio un paso más cerca-Será tuya por un tiempo… pero cuando llegue el momento, se la entregaras a su verdadero dueño.

Compartiendo una mirada significativa, Nymeria extendió las manos para tomar la esplendorosa espada. Cuando sus dedos la tocaron, recuerdos oscuros llenaron su consciencia al mismo tiempo que el Señor Oscuro rugía en negación y rechazo. El odio abismal de Sauron la llenó como pesada carga de concreto, tensando sus extremidades.

Negándose a soltar a Andúril, desenvainó la reluciente y mortal hoja de tres filos. El pomo, se leía la siguiente inscripción: "Anar. Nányë Andúril i né Narsil i macil Elendilo. Lercuvanten i móli Mordórëo. Isil" (Sol. Soy Andúril, que fue Narsil, la espada de Elendil. Que los esbirros de Mordor huyan de mí. Luna)

Palabras tan ciertas como su misión en particular.

Devolviéndola a su vaina, agradeció a Elrond con una sonrisa satisfecha. Iba a hacer un muy buen uso de esta magnífica espada. Blandiría su hoja en batalla con la misma ferocidad que sus anteriores portadores.

-Comencemos-Anunció.