Sentimientos indecorosos.

No era difícil imaginarse una situación así, o haberla advertido. Era obvio que ella terminaría así, en un rincón llorando por razones más allá de su persona, empapada de sangre y heridas punzantes. ¿Por qué no lo evito? Por qué los humanos son así, desean sentir el dolor; sentirse el centro de atención.

Ella no se abrazaba a sí misma en el rincón de la habitación, más bien, a un objeto sanguinolento que alguna vez amo. Lloraba, mientras sufría arcadas por el olor a sangre putrefacta que la bañaba. ¿Estaba realmente sola, en ese paraje grotesco? Realmente, sí.

Convivía con su soledad y cientos de cadáveres desentrañados, esparcidos por el suelo de cemento en placas, agua de lluvia y tierra. La mitad de la habitación estaba agujereada, con los bordes quemados, producto de un ataque compulsivo de rayos de Ki.

Sus cabellos, que alguna vez fueron azules, se bañaban de gotas de humedad y sangre. Su labio permanecían intactos, pálidos, eran delegados como ella ahora; esquelética.

El sonido de unas botas pisar la tierra la sobresaltaron, sabía que su mirada estaría llena de temor, así que cerró los ojos evitando encontrarse con los ojos del hombre frente a ella. Escucho el sonido de un cuerpo caer al suelo, y la sangre fluir hacia el suelo. ¿Lo había dejado sobre algún mueble? No quería ver, no quería estar hay.

Se mantuvo a flote hasta pasar sobre los cuerpos, y llego hasta ella. Acaricio su rostro que temblaba, junto con su cuerpo. ¿Era por el frío o miedo? ¿Por el hambre? No tenía sentido que ella pasara hambre. Si el, como buen príncipe, había traído toneladas y toneladas de comida para ella, su princesa de orbes celestes.

Vegeta se alejó con un gruñido, insatisfecho por la falta de apetito de su amada. ¿Qué hacía mal? Su instinto era muy fuerte, lo castigaba y se castigaba el mismo al verla agonizar en esa posición fetal. ¿Qué le asusta? ¿Le teme a él? ¡Por supuesto que no, que tontería!

Ella lo sintió alejarse, con suerte no lo vería en días, y podría intentar morir en silencio. Aunque dudaba que ella existiera o siguiera con vida, como si ella fuera un pensamiento en el espacio o la misma nada. Abrazo con las pocas fuerzas la cabeza de Yamcha que tenía entre brazos, ya no sentía la sangre cotear, o si quiera el fresco de la noche.

Veía nevar, pero no sentía frió; Sentía el sol, pero no le quemaba; olía el oxígeno, pero ya no sentía sus pulmones.

Ya no tenía lágrimas para llorar, volteo a ver a los cadáveres otra vez, y vio los ojos en blanco de sus amigos. No comprendía porque Vegeta lo hacía, ni que esperaba conseguir con eso, solo quería que parase. Pero no tenía el coraje de hablarle, o de verlo.

"¿Por qué no comes? Los humanos tienen mucha carne."

Se repetía mil veces, con la voz grave de él. No quería hacerlo, quería morir. Pero no quería dejarlo solo, porque realmente, ella lo amaba. Aunque el fuera así, la quería.

"Lo siento, pero no tengo otra opción" Repetía mentalmente hasta que termino de engullir el ultimo cadáver de la habitación "Tengo un pequeño que mantener con vida"


FIN