Disclaimer: Los personajes de Twilight pertenecen a Stephenie Meyer, algunos personajes al igual que la historia son de mi total autoría. El título lo saqué de la canción "How to save a life" de The Fray. Prohibida su reproducción o adaptación parcial o total sin mi autorización. No al plagio.

*ALGUNAS ESCENAS PUEDEN CONTENER LENGUAJE FUERTE, TEMAS SENSIBLES Y CONTENIDO SEXUAL, LAS CUALES LEES BAJO TU RESPONSABILIDAD*

Capítulo beteado por Yanina Barboza, Beta de Élite Fanfiction (www facebook com / elite .fanfiction)


¡Hola! Aquí estoy de nuevo, como lo prometí. Muchas gracias por el continuo apoyo que me brindan siempre; perdonen por no actualizar más seguido, pero se me hace súper difícil hacerlo, por cuestión de tiempos, y aunque sé que no es disculpa, pero mis estudios no me lo permite, ya que ahora estoy estudiando también por las tardes y además los sábados, por lo cual no me queda mucho tiempo para escribir.

Muchas gracias por todo, espero les guste muchísimo y recuerden que actualizo los viernes cada 15 días.

Att: Ana.


Capítulo 8

POV Edward.

—¡Despierta, enano! —Me sacudió Emmett con su acostumbrada brusquedad.

—No soy enano, lo que pasa es que tú eres gigante, hermano —le respondí fastidiado, yo no era tan bajo en realidad.

—¡Claro, un metro con setenta! —dijo y soltó una carcajada.

—¡Es un metro con setenta y seis! Y está en mi identificación —alegué molesto.

—Está bien, esos seis centímetros hacen mucho la diferencia —proclamó sarcásticamente mientras se carcajeaba como foca.

—¿Te han dicho que tienes una risa tremendamente fea?

—No, porque no la tengo, todos aman mi risa —contestó con una mano en el pecho.

—¿Quién es "todos"? ¿Tu mamá? —me burlé.

—Mi mami ama mi risa, y todos es todo el puto mundo —dijo falsamente ofendido.

—Cállate, nene de mamá. —Puse los ojos en blanco.

—¿Tú qué puedes decir? Estás en la habitación reservada para el bebé Eddie —alegó con tono burlón.

—Oye, no es mi culpa, hace mucho que no me ve, es normal que me quiera consentir —protesté divertido.

—Levanta tu estúpido trasero y ve a comer, porque si no recuerdas, tienes que irte a trabajar, grandísimo idiota —me regañó.

—Cállate, y más bien tráeme una pastilla para el maldito dolor de cabeza que tengo —ordené.

—¡No soy tu maldito sirviente! —objetó.

—Pero sí mi asistente, por algo te pago, idiota —contesté.

—Pues entonces renuncio —declaró poniéndose de pie.

—Deja de comportarte como un imbécil y haz lo que te digo, grandulón. —Le lancé una almohada.

—Solo lo hago porque quiero, no porque me lo ordenes, y pues... porque también necesito el dinero —respondió y finalmente se rio.

—¡Muévete, McCarty! —grité riendo.

Emmett y yo nos tratábamos muy mal, pero ninguno se enojaba, porque sabíamos que era solo en broma. Ninguno podía vivir sin el otro, aunque sonara un poco gay, nos necesitábamos para todo, éramos algo dependientes el uno del otro. Él había sido mi mejor amigo desde la secundaria, y ahora trabajar con él era genial, nos íbamos de fiesta y éramos los reyes de ésta.

El grandulón me defendía cuando me fastidiaban por mi estatura, siempre había estado para mí y yo siempre estaría ahí para él. Me había salvado el trasero tantas veces que ya había perdido la cuenta.

Emmett me trajo lo que le pedí y bajamos a desayunar, mi madre preparó unos deliciosos pancakes, ella sabía que los amaba.

—Entonces dime, Eddie, ¿cómo va la película? —preguntó mi madre.

—Bien, es un muy buen papel, lo peleé mucho con este idiota de Alec Vulturi —respondí con una mueca al recordar al imbécil de Alec "Soy el rey del puto universo" Vulturi. El maldito tenía que aprender que si te declarabas lo mejor de Hollywood, tenías que demostrarlo.

—No entiendo qué le pasa a ese muchacho, si su madre es tan amable —dijo.

—Sí, la señora Vulturi me cae bien, es muy amable —reconocí. Ella siempre me había tratado muy bien e incluso me había ayudado a conseguir trabajo cuando necesité el dinero.

—Pero su hijo es un maldito bastardo —añadió Emmett con la boca llena.

—Niño, cuida tu vocabulario y termina de comer antes de hablar, te lo he dicho muchas veces —lo regañó mi madre. ¡Toma esa, Emmie!

—Lo siento, señora Esme —se disculpó.

Terminamos de comer, recogimos los platos y no dispusimos a salir. Me despedí de mis padres, pero aún no hablaba con Alice, seguía enojada conmigo, así que le dejé una nota: «Querida Ali, lo siento mucho si te hice enojar, espero me perdones, sabes que te quiero, enana, y entiendo que solo quieres cuidarme, pero no soy un niño, sé lo que hago. Espero que podamos hablar pronto. E»

Salí de la casa, no sin antes prometerle a mi madre que la visitaría más seguido. Nos subimos al auto, el cual Emmett condujo obviamente, ya que a este punto estaba claro que no podría tocar el volante de nuevo hasta no pagar las posibles multas que me habían dado, esperando que no me hubieran quitado la licencia.

Llegamos al estudio, donde grabé durante unas ocho horas. Entre descansos, repetición de escenas, etcétera, salimos a las ocho de la noche.

—Sí que fue un día largo, viejo —suspiró Emmett sentándose en el sofá de mi camerino.

—¡Lo sé! Solo quiero relajarme, hermano —contesté.

—Deberíamos ir a ese nuevo lugar del que todos hablan —propuso.

—¿Cuál? —pregunté.

—El Midnight Sun —respondió.

—No lo sé, le prometí a la doctora Swan que no me metería en problemas.

—¿Qué? ¿Cuál doctora Swan? —interrogó con una sonrisa de lado.

—Ella fue la que me atendió, su nombre es Isabella Swan —contesté, y se me formó una sonrisa al recordarla.

—Oye, viejo, tienes que contarme sobre ella —demandó emocionado cual niño pequeño, lo cual era gracioso por su enorme tamaño.

—Es muy linda, aunque no exuberante, su apariencia es bastante delicada, es muy dulce y una excelente doctora, me atendió muy bien, además olía como a flores. —Sonreí.

—Parece que alguien quedó flechado —declaró moviendo sus cejas de arriba abajo.

—No comiences, Emmett, solo me pareció linda, eso es todo. Además, qué oportunidad tendría con alguien como ella, ¿crees que una inteligente doctora va a meterse con alguien tan problemático y sin privacidad como yo? —añadí.

—No te menosprecies, viejo, en esta vida todo es posible —aseguró—. Bueno, enano, ¿vamos al fin?

—Pero no voy a beber, creo que tengo que descansar un poco de eso, por lo menos estos días.

—Está bien, señor responsable, no beberemos.

—Bueno, vamos a ver cuál es la locura que todos tienen por ese lugar. —Ambos nos levantamos del sofá y salimos de allí.

—Vengo con Cullen —comunicó Emmett al guardia de seguridad, el hombre un poco más alto que él me echó un vistazo y miró la lista, luego nos dejó pasar, lo cual era un alivio debido a que ya estaba un poco abrumado con tantos flashes y gente gritando por todos lados mi nombre, y si al menos dijeran cosas amables, pero los paparazzi eran unos malditos bastardos y siempre sabían cómo sacarte de quicio.

Entramos al lugar y era bastante grande, había bastantes zonas, incluso estaba una VIP, donde pude reconocer a ciertas personas, las cuales me invitaron a subir, pero me negué, no quería meterme en problemas, no esta noche.

—Vayamos a un lugar más tranquilo, quiero alejarme de la tentación —le grité a Emmett por encima del ruido del lugar. No solo me refería al licor y a las drogas que obviamente estaban por allí, si no a las hermosas chicas que nos hacían gestos seductores e incluso sugestivos para que las acompañáramos.

—Huye tú, amigo, tengo veintiocho años, estoy soltero y no he tenido acción desde hace dos semanas, mis instintos me llaman —dijo, y le sonrió a la pelirroja que estaba bailando en la pista.

—Emmett, sabes qué, ve con ella, yo me iré a fumar un cigarrillo en la terraza y luego me iré a casa.

—Sabes que no puedes conducir, hermano —me recordó.

—Pediré un taxi, ve —aseguré.

—Está bien, cuídate, idiota —se despidió, y le hice la seña de pistola con mi dedo.

Subí a la terraza y me recosté en la baranda, allí saqué un cigarrillo y lo encendí, esto me relajaba un poco.

—¿Eres Edward Cullen, verdad? —chilló una chica morena y su amiga rubia gritó también.

—Sí, así es —respondí.

—¿Nos podemos tomar una foto contigo? —preguntó una de ellas.

—Claro —asentí, y me acerqué a ellas para tomarnos la foto.

—Gracias, Edward, eres genial —agradeció la rubia, y la morena asintió con una sonrisa.

—No hay por qué agradecer —contesté con una sonrisa sincera, y ellas chillaron nuevamente, luego se fueron.

Terminé mi cigarrillo y lo apagué, estaba dispuesto a salir de allí cuando una seductora voz me llamó.

—Parece que eres muy bueno en lo que haces, ¿no? —dijo, y ¡maldición, esa chica era sexy!

—Pues, eso es lo que dicen, así que supongo que es verdad —respondí con una sonrisa.

—Buen punto, soy Victoria —se presentó.

—Edward.

—¿Y qué haces por aquí, Edward, pensabas irte tan temprano? —preguntó de una forma que sonó bastante seductora.

—La verdad es que sí, pero ahora no estoy tan seguro.

—Bueno, podrías quedarte un rato, tomarnos algo y luego, no sé... ver qué pasa —propuso, y no me pude negar cuando mordió su labio inferior.

—Tú ganas, linda.

Me encaminé a la barra de cocteles y pedí un mojito para ella y un vodka martini para mí, los pagué y cuando iba hacia el lugar donde se encontraba la chica de cabello rojo, me estrellé con alguien y ambos tragos se derramaron en mi camisa.

—¡Dios mío, cómo lo siento! —se disculpó la pequeña chica.

—No hay problema, fue un acciden... —Iba a calmarla, pero me percaté de algo muy, muy importante, era ella, la linda doctora Swan—. Doctora Swan, qué gusto y qué grata sorpresa verla por acá.

—Edward —dijo, y sus ojos estaban como platos. Lindos ojos.

—Sí, soy yo —respondí tratando de calmar la tensión del momento.

—Lo siento, ¿cómo estás? —preguntó un poco nerviosa.

—Bien, ya me recuperé, tuve una muy buena atención en el hospital —dije, y pude ver un ligero tono rosa en sus mejillas.

—Eso me parece muy bien —contestó y se rio suavemente.

—¿Qué haces por aquí? —pregunté.

—Vine con unos amigos, ya sabes, a relajarnos un poco después de una semana algo dura —contestó.

—Lo sé, fue una locura en el hospital ayer y los estúpidos chicos problemáticos no facilitan nada tu trabajo —añadí medio divertido, medio avergonzado.

—Estoy totalmente de acuerdo contigo, pero es mi trabajo y me gusta —dijo sonriente, y le sonreí de vuelta.

—Edward, ¿por qué te tardas tanto, chico sexy? —gritó Victoria, y no pude decir nada, solo vi la expresión de Isabella, pasó de ser una linda sonrisa a sorpresa y luego... ¿decepción?

—Oh, me tengo que ir, mis amigos deben estar esperándome, un gusto verlo, señor Cullen, espero que se mejore completamente —se despidió seria.

—Eh, que estés bien... —me despedí, pero dudaba que ella lo hubiera escuchado, ya que salió muy rápido.

—¿Quién era ella? —preguntó irritada.

—Es la doctora que me atendió ayer —contesté aún con la vista en la salida de la terraza.

—Ah. Y entonces, Edward, ¿vamos por más tragos?


¿Qué les pareció? No sé a ustedes, pero a mi parecer si Edward, si quiera contemplaba la posibilidad de tener algo con Bella... se le complicó un poquito todo. Pero no hay nada sin solución ¿verdad? ¿Si se habrá dado cuenta de la razón de la reacción de Bella? Lo veremos...

Muchas gracias por todo, nos vemos dentro de 15 días.

Grupo de Facebook: Twilight Fanfics Anna DG (Link en mi perfil)