Año 847. Ha pasado poco más de un mes. El entrenamiento empieza antes del amanecer, unas cuantas vueltas corriendo por el campo y un baño de combate para abrir el apetito. Con el sol posicionándose aún en el arco celeste, los reclutas empiezan diligentemente rutinas de estiramientos básicos, calentamiento muscular y resistencia. Armin Arlert ya está acostumbrándose –aún con respiros ahogados, incluso con la resistencia de su cuerpo y ciertos dolores musculares– a ser ofensa en territorio enemigo. Es rutina, incluso quejarse es rutina.
Los intercambios de palabras entre Eren y Jean son comunes, quejas sobre el entrenamiento, uno porque aún no hacen ejercicios con puntaje, el otro porque aún no es suficiente para matar titanes, menciones a la señora Kirschtein y comparaciones de rostros con caras de animales, "cara de caballo" le dice Eren y, con un contraataque, Jean ha aterrizado en el piso rápidamente. Eren se había incorporado, pero su cabeza no estaría arriba mucho tiempo. Ambos empiezan a forcejear en el piso, maldiciendo, sin importarles el entrenamiento, ni el hecho de que la disciplina también cuenta puntos a favor o en contra, ni que Shadis los mira, acercándose lentamente. Armin es el primero en intervenir.
―No se moleste, recluta Arlert, para este tipo de idiotas se tiene un entrenamiento especial, para que maten esas energías que parecen sobrarles.
Los saludos militares retumban en todo el recinto.
―¡ESCÚCHENME SACOS DE CARNE SIN CEREBRO! ¡YA QUE ESTÁN... EMOCIONADOS POR EL PAR DE MÚSCULOS QUE ESTÁN ENDURENCIENDO, HOY EMPIEZAN UNA NUEVA RUTINA!
Shadis caminó y al azar empezó a emparejar entre chicos y chicas, sin distinción de género. Armin sintió un fuerte latido en el pecho cuando la gruesa mano de su superior desde el hombro lo llevó ante una chica. Armin la conocía, era la recluta Annie Leonhardt: se sienta sola, pero al lado de Reiner y Berthold. No sabe por qué se lo cuestiona, pero nunca la ha visto sonreír, tampoco es que alguien allí lo haga seguido, pero es una pregunta que lo encuentra desprevenido. Lo tiene en el subconsciente: siempre tiene preguntas sobre todos y siempre busca respuestas. Ella es más baja que él por poco, delgada, fría, de mirada dura. Ella ni si quiera le está mirando, sigue su mirada y se da cuenta de que está buscando algún espacio vacío para escabullirse del lugar.
Shadis entre gritos, maldiciones y amenazas repartió indicaciones primarias. Los puños no es un lenguaje que Arlert pueda presumir de practicar, con las lesiones de cuando era niño y lo innecesario que le suena la violencia contra otro ser humano cuando ya existe un sistema articulado de signos –llamado lenguaje–, en realidad hasta se puede sentir asustado de la persona con la que ha sido asignado a practicar. Orden del deber y justamente esas heridas que quedaron marcadas fueron las razones que le impulsaron a dar un paso al frente a ella. Algo.
―¡Recluta Arlert! ¿¡ESTÁ ACASO ESPERANDO PEDIR PERMISO!? ¿¡PIENSAS QUE ESTO ES UN BAILE!? ¿SU MAMI LE DIJO QUE NO GOLPEARA A LAS MUJERES?
Armin se sobresalta cuando es empujado de un palmazo, sostiene el cuchillo fuertemente en su mano, carraspea y se acerca a Annie, nervioso, sin saber exactamente qué hacer, quizás sí debería pedir permiso primero, no es mala idea. No porque creía no poder golpearle a una chica por el simple hecho de él ser varón. La señora Jaeger siempre le recriminaba ese pensamiento a Eren, él no debería dejar que nadie siquiera toque a Mikasa con el pétalo de un flor, por más que ella fuese más fuerte. Debía hacerlo.
―No tengo intención de pelear contigo.
Ahí está, ella ni siquiera ha volteado a mirarlo, está con su rostro de costado a él, aunque su cuerpo le encara, como si le prestara atención, pero no. De hecho es eso. Es como si ella nunca mirara a nadie, pero mirara a todos al mismo tiempo. Un contraste extraño.
―Son órdenes del… ―No sabe por qué se detiene, ella no ha hecho nada más que mirarlo de pies a cabeza, como examinando, pero sin importancia, no es altanera, simplemente aburrida, le mira como si solo fuera información a guardar para corto plazo. Esa mirada fría lo estaba observando y ahora se había posado en sus ojos. Armin quiso sostenerle la mirada, y no solo sostenerla: perderse, ver más allá. Es imposible saber qué está pensando. No es tan transparente como Eren ni impulsiva como Mikasa. Simplemente ella le observa, o no.
―No voy a pelear contigo
―Mi debilidad no debe afectar mi entrenamiento, estoy a principio del camino aún. Daré lo mejor de mí.
―… ―Ahí está esa mirada otra vez. Annie siente la ligera frustración del chico en el ceño fruncido, autoconsciente de su estado: obviamente es débil, parece incluso más delgado que ella― Es inútil, no tiene ningún sentido, ni siquiera suma puntos.
Annie lo escuchó, o lo sintió, Armin había cerrado su mandíbula y apretado los puños, dejando salir un involuntario chasquido. Es un requisito ser fuerte. Le dio el cuchillo a Annie. Ella solo lo miró con curiosidad. Si ese chico iba con todo ese resentimiento consigo mismo contra otra persona, no iban a terminar bien las cosas, menos si iba predispuesto a tan poco. Sin embargo, como de último momento, lo vio respirar y observar. Armin retrocedió unos pasos, había mirado algunas poses de batalla, y aunque sentía que su cuerpo no se acomodaba a eso (o mejor dicho, él mismo), trató de tener los pies presionando la tierra, más por nerviosismo. Suspiró una vez y se lanzó sin saber exactamente qué hacer, directo a la mano derecha, la que sostiene el cuchillo, dispuesto a quitárselo, primero inmovilizar ambas manos. Quizás tomarla por las muñecas…
―No tienes ni un mínimo de técnica. Déjalo ya.
En el segundo siguiente a su ataque, Armin pudo ver a Annie desde el piso. Parpadeó y casi sonrió incorporándose con dificultad, su cuerpo está acostumbrado a golpes brutales o quizás por eso es débil. No le habían llegado sus palabras a afectar, era algo que ya sabía, así que simplemente se limpió el polvo del uniforme, pensando, había sido demasiado rápido como para sentir algo realmente. Interesante. Ella ni siquiera parecía haberse esforzado; de hecho, tiene esa actitud de que la pelea no es con ella.
Armin incluso siente como si este combate cuerpo a cuerpo fuera algo que la joven tiene como instinto básico, como cuando él cierra los ojos al sentir algo acercarse a su rostro, cada movimiento es como algo enraizado en ella, en lo profundo de ella. Por unos segundos se pregunta por qué empezó a pelear, en qué circunstancias; defenderse de qué, por qué. La respuesta llega antes incluso de formular la pregunta: de los mismos humanos, después de todo, estos movimientos no se usan contra otro tipo de enemigo. Escenarios pasan por su cabeza: por lo menos ella sabe cómo defenderse. Le admira.
No importaba cuan fuerte Armin se lanzara a atacar, siempre el golpe era débil, lento, por lo que Annie no podía devolverle gran daño. Su técnica de batalla puede llegar a ser mortal, pero necesita de la fuerza del enemigo. En realidad, era consiente ya de que él no podía ganar, y que no tenía habilidades y si algo le instaba a seguir perdiendo el tiempo con este chico era ese brillo que tenía en sus refulgentes ojos azules, no era un brillo de disfrute, era un brillo de impresión, él estaba viéndola (observándola) con ganas de saber algo. Algo. Annie lo sentía y se incomodaba al ver su rostro de pregunta que a veces se desviaba de ella, pero seguía en ella al mismo tiempo, sentía que podía preguntarse sobre todo y no solo preguntarse, eso le incomodaba.
Él resoplaba, cansado, a veces solo la observaba, medio quejándose, como esperando algún ataque y simplemente atacaba al no ver venir ninguno, comentaba y ella solo asentía o se quedaba en silencio, como si así lo esperara, como si así fuera, como si lo supiera. Annie sentía esa mirada, la sentía moverse de sus muñecas a las posiciones de sus pies, a sus ojos, no era tranquilo, inquieto, la inquietud de Annie partía de la inquietud del mismo Armin. Él no quería pelear. No buscaba pelea. Solo quería aprender bajo su idea de deber como soldado, cumplía diligentemente su creencia de entrenamiento.
Algo en el interior del corazón de la leona se quebró, había cierta empatía, cierta admiración incluso, ir en contra del destino que otorga el estuche del alma, el cuerpo no le hace mérito a esa mirada abrasadora: Por primera vez quería atacar de verdad. Quería dejar de defenderse porque sabía que contra él ninguna defensa ya era posible.
Él es débil.
¿Y acaso ella no lo es? Lo es.
Solo atacar para defenderse; sin embargo, Armin no le está atacando… no le está haciendo daño, mas es su enemigo, pero no parece serlo... "¿Verdad, padre?"
Suena un golpe seco.
Parpadea confundida.
Armin está una micra encima de ella, de hecho, se calló con ella, y la otra micra está quejándose porque le quitó el cuchillo y terminó haciéndose daño él también por el reflejo de la joven. Resopla sobre sus mechones dorados y le sonríe débilmente, como sintiéndose culpable, si se piensa mejor su gesto, él parece haber estadio riendo, consciente de su no victoria. Le ayuda a levantarse pidiendo disculpas y ayudándole a sacudir el polvo de su uniforme.
Annie siente el golpe.
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Débil.
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Hay un bosque cerca del cuartel, es un bosque sencillo, no tan grande, modesto. Armin sabe que se está acercando a su destino cuando escucha el correr del agua, es tan suave, es casi como si quisieras escuchar tu sangre correr por tus venas. Aunque es un trabajo extraño, incluso si no te sientas a escuchar la circulación de tus oídos al tapártelos con las manos, siempre hay un indicador de que estás vivo: Esos son latidos. Y los de Armin han coincidido con el ritmo de zurcido de una joven con los pies dentro del agua y labor encima de los muslos, la capucha blanca la tenía levantada. Casi parecía un hongo blanco gigante; no es una metáfora muy glamorosa para una joven, pero Armin siente que compararla con una de las blancas flores que rodean el río va por encima de sus límites y su autocontrol se lo impide.
―¡Oh! ¿Siempre vienes por aquí, Annie? Buenas tardes.
Ella solo voltea a mirarlo, ya había escuchado pasos, pero no les dio importancia hasta que escuchó esa voz y dio a los pasos un dueño, él está de blanco hasta las rodillas, camisa blanca, pantalón de uniforme blanco, y si ella supiera definirlo así, hubiera dicho que es etéreo, pero, en el revoltijo de adjetivos que se agolparon en su cabeza, pudo describirlo a su modo: claro. Incluso su sonrisa lo era. A pesar de esa primera impresión, a medida que se acercaba, el blanco del uniforme delataba y, de hecho, destacaba las manchas resultantes de un día largo de entrenamiento: Polvo, pequeños rastros de sangre. Barro en las botas. Mucho barro en las botas, aunque el camino para llegar ahí no es tan complicado. Annie se pregunta si él se ha perdido, y su encontrarse era… era eso: encontrarse.
"Qué es esto"
―Si te incomodo, puedo irme
―¿Cómo sabes de este sitio?
―Reiner me dijo que había un riachuelo por aquí… y ya que Eren y Jean se acabaron toda el agua, aproveché para salir a conocer este lugar.
Solo cantaba el riachuelo y sus respiraciones. De vez en cuando el sonido de tela moviéndose. Annie está haciendo algunos zurcidos a su uniforme. Armin toma el silencio como una invitación, pero no tanto. Simplemente se sienta, a su lado, sin estar solos. Deja un pequeño botiquín entre ambos y se sienta, se quita las botas y los calcetines algo avergonzado, se remanga el pantalón lo más que puede. Hacer este tipo de cosas con Mikasa se siente más natural.
Armin deja salir un suspiro y un gesto de satisfacción. No se puede ser tan transparente.
Ahí, en ese claro del bosque, hay un montón de flores blancas alrededor del río y todas son hermosas. El verlas inclinarse ante el viento, suspirando su propios cantares más el agua correr entre sus dedos, llevándose el cansancio, es todo tan calmado.
Leonhardt entonces piensa que si ella responde por reflejo a un ataque con otro, entonces Armin responde al río con el reflejo de robarle una flor y jugar distraídamente con ella. El joven le devuelve la mirada, su rostro está calmado, pero sus ojos están sonriendo, está disfrutando el momento con un brillo lastimero de nostalgia alegre. Annie voltea la vista a sus propios pies dentro del agua, sin prisa, con timidez, dejando de pronto su labor.
―Toma ―ella voltea y mira la mano extendida que sostiene un anillo hecho con una de las flores de la rivera― Por lanzarme cuando estabas distraída, no me había dado cuenta hasta que ya estaba volando a ti, no pude detenerme y me caí también ―ahora sí, Arlert había sonreído. Se ha ruborizado además.
Annie mira una vez más el objeto curioso en la mano del chico, lo toma sin saber qué más hacer y lo observa, manteniéndolo entre sus dos palmas. Curioso.
―No soy tan bueno haciéndolos como Mikasa… Es raro saberlo, ¿no? Eren también se sorprendió cuando ella nos hizo incluso coronas…
Annie miró a Armin y este no le estaba mirando de vuelta, estaba enfrascado en la elaboración de otro anillo; cuando lo terminó, se lo puso, pero al instante este se deshizo. Una sonrisa nostálgica se formó en él. Ella supo entonces que por ningún motivo debería ponérselo. Silenciosamente, cogió el reglamento de la milicia y guardó la flor dentro de sus hojas, tratando de ignorar la mirada de Armin. "Es una buena forma de preservarla, sin duda". Compartieron ese pensamiento.
Hay algo privado en esa escena que hace a Arlert retirar la vista y empezar su propia labor. Agachándose, empezó a lavar una herida justo encima del tobillo derecho, en la cara interna, recuerda que se lo terminó haciendo de la forma más tonta del mundo. El uniforme estaba mal acomodado dentro de la bota, con tanto movimiento del entrenamiento, la tela del pantalón y el cuero de una correa que pasaba por ahí, empezaron a herir la piel y casi carne del rubio.
―Yo tengo una cicatriz de una herida que me hice por ahí también ―por instinto, y habiendo olvidado algo, se remangó también el pantalón el uniforme, se detuvo a mitad de la pantorrilla, mirando su piel lisa, sin marca alguna. Como si hubiera permanecido siempre pura.
Armin se acercó curioso a ella, Annie estaba tocando, casi tapando, con tres dedos la longitud de algo que debió ser una cicatriz desagradable y grande, quizás mucho más grande que su propia herida de ahora, justo encima del tobillo, de su fino tobillo. El rostro de la chica estaba escondido entre su cabello, pero él pudo ver una ligera sonrisa, no entendía lo divertido de la situación.
―¿Qué pasó?
―Quién sabe
Annie se incorporó, cortó el hilo con sus dientes y se fue, descalza, botas en mano.
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Honestamente es la milésima vez que edito esta parte y no tengo ni la más mínima idea de por qué se borra, caray.
Bueno, gracias por llegar hasta acá, ya está el segundo capítulo de... no sé cuántos, más que una historia correctamente estructurada es una serie de shots aruani, que, bueno, la única línea que siguen en común es un ciclo de Armin preguntándose porqué, Annie molestándose con él por metiche, Armin atacando, Annie cayendo... con él, sí ese ciclo está presentado aquí, pero se repetirá en la historia hasta con ciclos más pequeños, ahora, estos porqués se responden con la identidad de la titán femenina y el pasado de Annie, por eso ella cae con él... el ciclo se esclarecerá mejor en los siguientes capítulos, espero.
No son cosas canon, obviamente, pero desarrollaré mis headcanons favoritos, soy bastante caprichosa.
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