Capítulo 32
Lukas observó en silencio a los invitados, todos esperaban a que la ceremonia diese inicio.
―¿Cómo crees que saldrá todo esto? ―El noruego volteó a ver a Mikkel tras escuchar su pregunta. ―...bueno, me refiero a que Feliciano está aquí y Berwald posiblemente enloquezca cuando le vea.
Lukas asintió tras la mención del italiano, era esencial que él estuviese presente.
―Todo saldrá bien. ―El menor sonaba demasiado seguro sobre aquello.
―Si sus jefes se enteran… ―Mikkel dejó de hablar tras observar a Lukas levantar una ceja y cruzarse de brazos. ―Solo digo que si nadie se opone, ambos realmente van a terminar contrayendo matrimonio.
Una boda era un asunto de gran importancia que los jefes de las naciones involucradas debían autorizar antes de que dicha se llevase a cabo; Noruega por supuesto lo había tenido en cuenta desde el inicio, y por eso estaba decidido a que se llevara acabo una ceremonia que sabía, no terminaría necesariamente en un matrimonio. Según sus cálculos, tanto Tino como Berwald se opondrían a casarse durante la ceremonia, así que todo se cancelaría tras ambos reconocer lo que realmente sentían el uno por el otro.
Lukas se acercó al danés y levemente le jaló de la corbata, Mikkel creyó que Lukas le ahorcaría por haber hecho aquel comentario, pero al transcurrir unos cuantos segundos y aún poseyendo la facultad de respirar, notó que en realidad, el noruego simplemente le estaba componiendo el nudo de la corbata.
―En ese caso… ―Los dedos del noruego se deslizaron suavemente sobre las mejillas del danés. ―el Rey del Norte será quien se oponga.
―¿A qué hora se supone que va a empezar esta mierda? ―Lovino se estaba impacientando, había aceptado asistir a esa boda solamente porque escuchó que la comida que servirían al final de la ceremonia sería hecha por chefs italianos. Bueno, esa era la mentira que se repetía a sí mismo, ya que muy dentro de él, solamente buscaba alguna oportunidad para encararle a España lo feliz que era sin él.
―Ve~ fratello, la invitación dice que la boda empezará en… ―Haciendo una pausa, el italiano de ojos ambarinos dirigió la mirada a la invitación que tenía en sus manos y luego la desvió a su reloj para comprobar la hora. ―...diez minutos.
―Tsk… Todo es culpa de ese bueno para nada… ―Lovino hizo una mueca de disgusto. Si por él hubiera sido, se hubiera levantado lo suficientemente tarde para haber llegado justo a tiempo de que empezasen a servir la comida, pero Ludwig conocía demasiado bien al par de italianos y los había hecho madrugar para que estuvieran a tiempo en la boda. ―¿A que hora piensa volver el muy idiota?
Una leve risilla se escapó de los labios de Feliciano. Lovino finalmente había tenido el valor de decirle que Alemania y él eran pareja, y aunque su actitud hacia Ludwig no había cambiado drásticamente, se sentía feliz por ambos.
―Está hablando con Gilbert. ―El de mirada ambarina se volteó y señaló en dirección del teutón, quien estaba varias sillas atrás al lado de Roderich y Elizabeta.
Visualizándolo, Lovino se puso de pie y se encaminó hacia él sin decir más.
―¿Qué estás haciendo aquí? ―El tono molesto del sureño hizo que no solo Ludwig le dirigiera la mirada, sino también Gilbert y sus acompañantes.
―¡Oye, Lovino. Llegas justo a tiempo! ―El prusiano observó maliciosamente al novio de su hermano. ―Eli, aún no tienes una foto de este par. ¿Cierto?
Una gran sonrisa se formó en el rostro de la húngara, quien llevaba una cámara entre las manos.
―No, aún no. ―Rápidamente la muchacha se levantó de su asiento y enfocó el rostro de pocos amigos de Lovino. ―Ludwig, ponte de pie al lado de Romano, por favor.
―¡No! ―Se quejó rápidamente el italiano.
Alemania suspiró pesadamente, lo que menos necesitaba en aquel momento era que se iniciase una pelea a pocos minutos de iniciarse la ceremonia.
―Disculpanos, Elizabeta, pero no es un momento adecuado para tomar fotografías. ―Ludwig se puso de pie y se dispuso a marcharse con el italiano.
La hungara hizo un puchero al ver como se alejaba aquel par.
―Se supone que debes estar todo el tiempo conmigo. ―Murmuró el italiano al asegurarse que nadie más que el alemán pudiese oírle.
Ludwig se detuvo tras escuchar ese comentario.
―¿Realmente quieres eso? ―Escuchar que Lovino desease que él estuviese en su presencia no solo en momentos donde podía desempeñar su venganza era algo a lo que no estaba acostumbrado.
―No, idiota. Pero no tengo otra opción, y tú tampoco. ¿Lo olvidas? Eres mi pareja… ―Lovino murmuró entre dientes. ―Así que actúa como tal.
El alemán se cruzó de brazos tras escucharle decir aquello. Semanas atrás había tenido la oportunidad de negarse a aceptar la propuesta de Lovino; sin embargo, al considerar la posibilidad de hacerlo, reconoció que aceptar le complicaría menos la vida, puesto que se ahorraría multiplicar el odio perpetuo que Lovino sentía hacia él, y además, Feliciano no se culparía de por vida por haberse entrometido en una relación inexistente en aquel momento; incluso, las ilusiones de Gilbert no se desplomarían tras enterarse que seguía soltero a pesar de sus muchos esfuerzos por forjar una relación entre Lovino y él.
Todo estaba calculado por el rubio; Lovino seguiría disfrazando aquella mentira hasta que perdiese completamente la paciencia, lo cual le sorprendía no hubiese sucedido aún; ó que perdiese el interes en vengarse del español, lo cual era poco probable, pero las posibilidades existían… solo que eran escasas.
―¿Te refieres a España? ―El nombramiento del ibérico dibujó una mueca en el rostro del italiano que demostraba lo poco que le agradaba escuchar aquello.
―Solo sigueme la corriente. ―Murmuró agresivamente antes de cogerle la mano.
El rubio fue arrastrado por el malhumorado italiano hacia la fila de asientos donde Feliciano se hallaba esperando el inicio de la ceremonia.
Tino respiró profundamente una y otra vez, deseaba convencerse a sí mismo que podía hacerlo, tres semanas habían pasado desde la primera vez que Noruega había hablado de aquella descabellada idea, pero lo quisiera o no, Lukas había tenido razón… se estaba dando cuenta de lo que realmente sentía.
Tras la alta presión de la realidad, reconocía que nadie mas que él mismo se había obligado a aceptar el boleto de entrada a la montaña rusa de emociones de la cual se le hacía imposible bajar.
Durante una gran cantidad de años se había negado a ver a Berwald con otros ojos que no fuesen de amistad, luego, tras notar lo sencillo que había resultado para él dejar de verle como su esposa, entró en un estado de enfado e indiferencia, haciéndole buscar una manera de lastimar emocionalmente a quien había considerado por mucho tiempo su mejor amigo. Todo eso causando el dolor emocional que solo el arrepentimiento atrae a la vida de aquellos que reconocen demasiado tarde sus errores. El camino a la aceptación sin ninguna duda era una ruta demasiado complicada.
Aquella conclusión, sin embargo, no era más que una confirmación a la idea original que tenía de volver a actuar como el buen amigo que había sido antes de ser absorbido por los celos, y si para hacer que todo volviese a la normalidad necesitaba volver a ser llamado "esposa" por Suecia, entonces lo aceptaría.
Berwald por su lado sufría un ataque de pánico interno. Su apariencia no lo daba a relucir, pero realmente sentía que todo aquello estaba fuera de su control, tenía el presentimiento que aquello estaba mal, que no importaba si lo que sentía por Tino nunca había desaparecido, ahora también tenía sentimientos encontrados hacia Feliciano y repetirse a sí mismo que ignorarlos era lo mejor para él no estaba resultando demasiado efectivo para su estabilidad emocional.
―Es hora. ―La voz de Lukas alcanzó a helar la sangre del sueco.
Feliciano presentía que algo estaba mal, desde que su hermano había vuelto a su lado había notado que estaba molesto. Le hubiera encantado preguntarle al respecto, pero la ceremonia había dado inicio tan pronto como él y el alemán tomaron su lugar.
Cuchichear al oido de Lovino seguramente no sería bien apreciado por el resto de presentes, por lo cual, lo único que le quedaba hacer era permanecer en silencio y guardarse para sí su preocupación, aunque realmente deseaba saber que todo estaba bien entre él y Ludwig, quien aparentaba estar más sumido en sus propios pensamientos que en las palabras que Dinamarca estaba dirigiendo a todos los presentes en aquel momento.
Feliciano intentó concentrarse en el danés, quien era el oficiante de la boda; sin embargo, no logró hacerlo por mucho tiempo y se encontró a sí mismo dirigiendo la mirada hacia Tino; observar al finlandes le hacía sentir bien, en realidad, pensar que el escandinavo fuese a contraer matrimonio le emocionaba, Tino siempre le daba muy buenos regalos cada navidad y era alguien amigable. Se sentía feliz por él.
Tras observarle, dirigió la vista hacia el nórdico de lentes, Suecia, aquel que le había acorralado semanas atrás en el cuarto del conserje. Aunque aún desconocía la razón por la cual todo aquello había sucedido, también le alegraba saber que alguien como él iba a estar con Finlandia.
Una boda simplemente era algo espectacular de contemplar. Desde la sencilla decoración que brindaba un ambiente ameno, hasta el observar como el resto de nórdicos apoyaban al par que estaban a punto de unir sus vidas de aquella forma, pequeños detalles que entremezclaban un sentimiento conmovedor que le embargaba al imaginarse que tal vez, algún día, él podría apoyar de esa forma a Lovino.
Dirigiendole una leve mirada a su hermano mayor, notó como el sureño intentaba disfrazar su irritación con seriedad. Mordiéndose levemente el labio inferior, nuevamente observó a Tino y a Berwald, si ellos dos, siendo tan diferentes el uno del otro, habían logrado llegar hasta ese paso, seguramente Ludwig y Lovino también podrían hacerlo...
―Si. Acepto. ―La voz del finés hizo que Feliciano se enfocase en la parte más importante de aquella ceremonia.
Aquel era el momento que siempre esperaba en las películas de romance, esas escenas a las que a veces les añadían un toque dramático para que los espectadores sintiesen más emoción al momento en que la pareja se besara; aunque sabía que en la vida real nunca pasaba nada dramático, así que no haría más que esperar el momento del beso.
―Berwald… ―El danés se dirigió al sueco.
Feliciano atentamente escuchó al de cabellera alborotada preguntarle al de anteojos si aceptaba a Tino por "esposa".
La añorada respuesta de éste, sin embargo, no se dejó escuchar instantaneamente como había sido en el caso de Tino.
El silencio sepulcral de parte del sueco, hizo que Feliciano realmente sintiese que aquel era un momento de película, una ráfaga de emociones le envolvió, el solo imaginar lo que Tino estaría sintiendo en aquel momento le causaba un nudo el estómago, luego, al pensar en que Suecia tuviese algún motivo por el cual reconsiderar sus razones para estar allí le causó escalofríos. Realmente esperaba que algo así no sucediese en el futuro si Alemania y su hermano decidían casarse… agitando levemente la cabeza para alejar ese escenario de su imaginación se sintió avergonzado por el hilo de pensamientos que le había llevado a pensar en aquella escena.
―Si. ―Finalmente la voz del sueco se dejó escuchar. ―Acepto.
Feliciano cubrió su boca con una mano y sus ojos se llenaron de lágrimas de emoción.
Lovino por su lado, rodó los ojos tras escuchar aquella aceptación forzada. Si él realmente sintiese algo sincero por Finlandia no hubiera dudado en aceptar… y si él se hubiese apresurado a responder, posiblemente hubiese confirmado su teoría de que Suecia tenía un problema psycosexoemocional ya que hace unas semanas estaba obsesionado con su hermano menor y ahora estaba contrayendo matrimonio con alguien que supuestamente era su esposa desde hace siglos…
Dirigiendole una mirada de soslayo a Feliciano notó algunas lágrimas deslizandose sobre una de sus mejillas. Sabía que su hermano tenía tendencia a lloriquear por cualquier cosa, pero que llorase en una boda ajena debería considerarse anormal… Entonces, un mal sentimiento envolvió al mayor, quien creyó que aquella reacción podría haber sido producto de alguna impresión de último minuto que seguramente habría revivido los vestigios de la corta relación que Feliciano había tenido con el "novio" que acababa de aceptar ser el "esposo" de Finlandia.
―Mierda… ―Lovino dejó escapar por lo bajo aquella maldición antes de observar con el ceño fruncido al rubio de lentes, quien ignoraba las lágrimas del italiano. ―¡Detengan esta mierda!
Todos los presentes dirigieron la mirada hacia Lovino, quien en un abrir y cerrar de ojos se había puesto de pie llamando la atención de cada asistente.
Feliciano observó perplejo a su hermano desconociendo la razón por la cual estaba interrumpiendo la boda.
―Escúchame idio… ―Lovino estaba a punto de agredir verbalmente al sueco, quien apenas estaba saliendo del trance en el que había quedado tras escucharse a sí mismo aceptar formar parte de aquel matrimonio que por años había añorado.
Sin embargo, la alegata del sureño fue acallada por el alemán, quien de pie, le había cubierto la boca para evitar que aquel alboroto incrementase.
Lovino batalló contra la firme mano del rubio, quien rápidamente le sacó de aquel salón, dejando tras ellos una extraña atmósfera de tensión y confusión.
El sureño continuó batallando incesantemente por deshacerse del agarre del alemán, necesitaba arruinar esa boda, porque si no lo hacía, terminaría cargando la culpabilidad de eternidad en eternidad, algo a lo que no estaba dispuesto, su límite solo llegaba hasta obtener su venganza, pero ser el responsable principal de que el menor presenciare la boda de su "ex" y viviere con el corazón roto desde ese día… bueno, no era algo de lo que quisiese responsabilizarse.
En el pasado, abandonar a Feliciano en el campo de batalla era algo que hacía sin dudar, pero en este caso, el escenario era distinto ¿cómo podría volver a ver a Feliciano a los ojos y estar en paz sabiendo que él le había forzado a no recuperar la memoria? Por cuan ignorante que su hermano fuese, no deseaba que éste se enterase de la verdad de aquella forma tan humillante.
Sin embargo, Ludwig le dio fin a sus intentos de escape al aplicarle una llave del sueño, haciendo que Lovino cayese inconsciente.
En pocos segundos, Feliciano se había vuelto el centro de atención tras la partida de su par de acompañantes, avergonzado, observó a Tino y a Berwald; buscando alguna forma de explicar lo que acababa de suceder consideró que lo mejor sería disculparse inmediatamente con ambos y con suerte la boda continuaría...
―Ve~ Lovino... bueno…. él… él necesitaba salir… ―El temblor de su voz dabaa a relucir su nerviosismo. ―Por... por favor… continúen.
Mikkel carraspeó para atraer la atención de todos nuevamente, pero el sueco no le quitó la mirada al italiano.
―Berwald… ―El danés intentó hacer que el nórdico le prestara atención una vez más.
Sin embargo, el sueco continuó ignorándolo y decisivamente, se dirigió hacia donde Feliciano se hallaba sentado.
Los músculos del italiano se empezaron a entumecer con cada paso que el sueco daba hacia él, era como si su mirada y su aura le congelasen instantáneamente.
Nadie tenía el valor de comentar absolutamente nada en aquel instante, y nadie se atrevió a hablar cuando Berwald tomó a Feliciano de la muñeca y le obligó a ponerse de pie para sacarle de aquel salón.
El siguiente sonido del que todos fueron concientes fue el que causó Tino al caer abruptamente desmayado.
―¡Idiota! ¡Lo arruinaste! ―Las alegatas del italiano regresaron tan pronto como lo hizo su consciencia.
A decir verdad, Ludwig no estaba sorprendido de escuchar que él era el culpable de los problemas de Lovino. Ya lo tenía esperado, y debido a eso permaneció en silencio hasta que el otro desahogara todas sus quejas e insultos.
El alemán había arrastrado el cuerpo inconsciente del italiano hasta otro salón un poco alejado del lugar donde la ceremonia se había estado llevando a cabo y tras un par de minutos el del rulo había vuelto en sí.
Frustrado, el italiano enterró su cabeza entre las piernas, si regresaba al salón de la ceremonia, seguramente convertiría a su nación completa en el hazmerreír del siglo, además, intentar quitar a Ludwig del camino seguramente lo haría quedar inconsciente una vez más.
―¿Por qué me sacaste? ―Murmuró molesto. ―Estaba a punto de hacer algo bien por una maldita vez en mi vida.
Pero antes de que Ludwig pudiese decir algo, la puerta de aquel salón se abrió de par en par, exponiendo al sueco con la mirada endurecida y al italiano que permanecía esposado por la mano del de lentes.
Lovino levantó la mirada y se encontró primeramente con los ojos del escandinavo.
Poniéndose de pie rápidamente, regresó a él la urgencia de agredir al nórdico.
―¿Qué haces con mi fratello? ―Cuestionó furioso el italiano mientras se acercaba a ambos.
―Ve~ Fra… fratello… Alemania… ―Levemente se escuchó el murmullo del de mirada ambarina. ―¿Qué está sucediendo?
Ludwig se interpuso rápidamente entre el sureño y Berwald antes de observar sospechosamente al sueco.
―¿Qué están haciendo aquí? ―La profundidad del tono de voz del nórdico resonó en el salón.
―¡No queríamos arruinar la boda! ―Chilló Feliciano antes de ponerse de rodillas preparado para empezar a pedir perdón. Debido a que una de sus muñecas aún estaba siendo aprisionada por la mano del sueco, solamente logró abrazar una de las piernas del rubio con su brazo libre. ―¡Por favor, perdónanos!
La disculpa del menor fue interrumpida por su hermano.
―¡Claro que queríamos arruinar tu maldita boda! ¡Estúpido traidor! ¡Jugar con los sentimientos de Feliciano no te importa en lo absoluto! ¿Cierto? ¿Para eso nos invitaste a tu boda?
Feliciano podía sentir la aceleración de su corazón aumentar en cuestión de segundos. Si bien se había salvado del odio del sueco anteriormente, dudaba salir ileso después de escuchar y no comprender lo que su hermano estaba diciendo en aquel instante.
Berwald sentía el temblor de Feliciano.
―Nos marcharemos inmediatamente. ―Se escuchó finalmente la voz del alemán. ―Vuelve a la ceremonia.
El alemán tomó a Lovino del codo y le impulsó a caminar junto a él, al acercarse al sueco tomó de igual forma a Feliciano y se dispuso a salir con ambos de aquel salón; sin embargo, la muñeca del norteño seguía siendo sostenida por el nórdico.
Feliciano levantó la mirada y el tono cálido ambarino de sus ojos chocó con el frío azulado del escandinavo.
Berwald presionó levemente su agarre antes de soltarle y verle alejarse una vez más.
Feliciano no quitó su vista del rubio, le parecía haber notado algo inquietante en su mirada, algo que no sabía describir bien.
―Feliciano. ―La voz llena de seriedad de su hermano le hizo parpadear y notar que se dirigían al estacionamiento. ―Necesitamos hablar.
Berwald permaneció observando la puerta por la cual Feliciano había desaparecido. Desde el momento en que le vio sentado entre el grupo de invitados, sintió una fuerza que le atraía hacía él, haciéndole acercarse sin dudar y llevándole lejos de la mirada inquisitiva del resto de invitados; sin embargo, no había tenido previsto encontrarse con Alemania e Italia del Sur en aquel salón.
Ahora que Feliciano no estaba, tenía claro dos cosas. Primeramente, no se casaría con Tino, a pesar de haberlo deseado por años y de haber aceptado minutos atrás, sus acciones acababan de confirmar que realmente su corazón no buscaba eso. Segundo, a lo mejor también tendría que alejarse del italiano, el escuchar al hermano de éste decir que estaba jugando con los sentimientos del castaño, le había hecho sentir deplorable… porque a decir verdad, lo que él menos deseaba era que Feliciano creyera que lo que él sentía no era real.
Apretando la mandíbula se forzó a sí mismo a salir de aquel salón y se obligó a regresar al lugar donde se estaba llevando a cabo la ceremonia. Desde el exterior de ella podía escuchar el gran alboroto que se había formado dentro, y a decir verdad, no tenía deseo alguno de entrar.
Para su disgusto, la puerta se entreabrió levemente dejando a la vista la mirada inexpresiva del noruego, quien al parecer estaba escabulléndose del escandalo que se había formado tras la puerta.
―¿Qué haces aquí? ―Inquirió Lukas acostumbrado a la fría expresión del de lentes.
―Decido si vale la pena empeorar mi humor. ―Masculló quedamente.
―Hemos cancelado la ceremonia. ―Informó el noruego como si del clima se tratase. ―Supusimos que no volverías por un buen tiempo.
―Hablaré con Tino. ―Berwald tomó el pomo de la puerta y se dispuso a ingresar al salón.
Lukas suspiró pesadamente, a pesar de que nada estaba saliendo como originalmente planeaba, debía reconocer que el destino hecho su propia jugada y ahora solamente quedaba esperar para saber que sucedería entre el par de escandinavos.
Tino intentaba organizar sus pensamientos mientras se sobaba la cabeza, el golpe recibido al caer contra el suelo le había dejado más aturdido de lo que estaba, admitiría que no tenía el corazón roto, pero si una mente confusa.
La entremezcla de emociones le había hecho colapsar, pero no mentiría, se sentía agradecido por cualquiera que hubiese sido la razón por la que Berwald le abandonó en el altar, en cierto grado, aquel era un alivio.
―Tino. ―La conocida voz del sueco hizo parpadear varias veces al finlandés. Desde que había vuelto a abrir los ojos, solamente había sido consciente de la infinidad de murmullos que se dejaban escuchar de parte de los invitados que seguramente estaban estipulando, juzgando o cuestionando el comportamiento de los italianos, el de Berwald y seguramente el suyo también; sin embargo, poco le importaban los rumores que se fuesen a originar a partir de ese momento… lo que necesitaba era concentrarse en aceptar la realidad.
―Berwald… ―Encontrándose con la mirada del de lentes, se levantó del asiento que había tomado para terminar de recuperarse de aquel colapso.
―Hablemos. ―Pidió el mayor, indicando con la dirección por donde había llegado.
Tino siguió al sueco, decidiendo ignorar el aumento de murmullos que se dieron cuando ambos iniciaron su marcha hacia el exterior del salón.
Berwald guió a Tino hacia el mismo salón donde había estado con Feliciano por última vez.
―Tino… no puedo continuar con esto. ―Suecia observó con intensidad los ojos del menor.
La única reacción que recibió fue un suspiro cargado de alivio.
―Lamento mucho todo lo que te he hecho pasar. ―El de ojos violáceos no estaba seguro de lo que debía decir ante tal declaración.
―Su-san, no te preocupes por mi… ―Intentó sonar lo más convincente posible. ―Quiero que seas felíz.
El sueco se cruzó de brazos, se estaba acostumbrando a que la felicidad siempre se le escapase de las manos...
―Feliciano… él realmente sabrá como cuidar de ti… ―Balbuceó sonrojado el menor, sintiendo que aquello era algo apropiado para decir en aquella situación. ―Por cierto, ¿dónde está él?
El mayor intentó buscar una respuesta que no terminase por destruir su autoestima.
―Está con su hermano. ―Sí, aquello era cierto y tecnicamente no daba a relucir su ineptitud en el amor.
Tino sonrió ampliamente creyendo que eso significaba que todo estaba bien entre ambos y que de alguna u otra forma, los malentendidos habían llegado a su fin.
Una Semana Después
Feliciano respiró profundamente, a pesar que su corazón palpitara a mil por hora estaba determinado a tocar la puerta que tenía frente a él.
Desenvolvió por novena vez el pequeño pedazo de papel, donde tenía escrita la dirección de aquella casa, temiendo que aquel no fuese el lugar que estuviese buscando… a pesar de que el número de aquel lugar era idéntico al que tenía escrito en el papel.
No estaba seguro del tiempo que había transcurrido desde su llegada a aquel vecindario del cual no recordaba nada, Lovino le había indicado que aquel era el lugar al que debía ir si deseaba la información completa de lo que había sucedido durante los días que había perdido la memoria.
A pesar de que su gemelo había intentado detallar cierta parte de sus recuerdos, habían muchas cosas que el sureño no podía explicar… como por ejemplo, la repentina cercanía que había tenido con el sueco, la cual, Lovino desconocía como había iniciado y llegado a su fin.
Las respuestas estaban frente a él, simplemente tenía que atreverse a obtenerlas.
Tragando la saliva que se había acumulado dentro de su boca a causa del nerviosismo, cerró los ojos fuertemente y golpeó la puerta un par de veces…
Esperando pacientemente a que se dejase escuchar cualquier movimiento proveniente del interior de la estancia, volvió a dirigir la mirada nerviosamente al papel que llevaba en la mano.
"Volviste a casa antes de acabar esa reunión y él empezó a llamarte 'esposa', fue a Italia con los otros locos de su grupo y tu parecías estar bien… se suponía que ibas camino a verlo cuando perdiste la memoria."
Recordando las palabras de Lovino se distrajo y no se percató del momento en que la puerta se abrió.
―Italia… ―El castaño sintió escalofrios tras escuchar su nombre.
―Su… Suecia… ―Intentando controlar su nerviosismo se obligó a observar aquellos ojos azules que le habían hecho sentir extraño la última vez que los había visto. ―Yo…
Justo en aquel momento, la coherencia le abandonó, dejándole falto de vocabulario, su primer instinto fue el de echarse a correr, a lo mejor podría recobrar la memoria de alguna otra forma, la magia de Inglaterra siempre era una opción…
Berwald guardó silencio intentando procesar mentalmente lo que estaba sucediendo. Ese era un escenario mental demasiado familiar puesto que últimamente era visitado por Feliciano cada noche en sus sueños, considerando la posibilidad de que aquel no era más que un producto de su imaginación, se inclinó levemente y posó una de sus manos sobre la cabellera castaña, encontrándose con una sedosa textura demasiado realista como para creer que esa era una fantasía.
Feliciano sintió su corazón detenerse tras el tacto del rubio. Lentamente llevó sus propias manos a su cabeza para evitar que su curioso rulo estuviese en contacto con el mayor.
Berwald alejó inmediatamente su mano; sin embargo, Feliciano seguía sintiendo que la mirada azulada terminaría perforandole el alma entera.
―Yo… quería hablar contigo. ―Finalmente se atrevió a decir el italiano. ―¿Estás ocupado?
El sueco se mordió la lengua como último recurso para salir de esa ilusión, pero no hizo más que sentir una punzada de dolor que terminaba de confirmar que Feliciano realmente estaba a su puerta deseando hablar con él.
―Lo… Lo lamento. ―El italiano se sentía nervioso, no había avisado que llegaría y temía que el sueco le odiase por haber arruinado su ceremonia de bodas. ―Yo… bueno… tú seguramente no deseas verme.
Dándose la vuelta se dispuso a marcharse, ahora que se hallaba frente al sueco sentía que estaba actuando ridiculamente.
―¡Espera! ―El sueco detuvo a Feliciano. ―Entra.
Volteandose nuevamente, se encontró con la mirada azulada que le observaba de la misma forma que días antes tras marcharse junto a Lovino y Ludwig…
Un leve sentimiento de nerviosismo, distinto al que había estado sintiendo hasta entonces, le invadió mientras ingresaba al hogar del nórdico.
Feliciano, jugando con sus dedos, se empezó a balancear de un lado a otro observando cada detalle de aquel pasillo, por Lovino, sabía que había estado allí anteriormente y esperaba a que al entrar en ese lugar algo se removiese dentro de sus recuerdos, pero nada extraordinario sucedió.
El sueco observó cautelosamente al italiano mientras éste intentaba actuar con normalidad, pero el silencio que invadía el lugar no le ayudaba demasiado a guardar la calma.
―Lovino dijo que vine a verte cuando perdí la memoria… ―Berwald cerró los ojos al recordar aquella noche y asintió antes de volver a abrirlos. ―Pero desde la última vez que nos vimos, siento que perdí algo más importante que mis recuerdos.
Berwald guardó silencio, no estaba preparado para recibir aquella visita.
Feliciano se mordió el labio inferior creyendo haber incomodado al sueco. Su nerviosismo aumentó al sentir algo escabullirse entre sus talones, preocupado de quitarle la mirada al rubio, fue vencido por la curiosidad y dirigió su vista hacia el suelo, dejando escapar un suspiro de alivio al encontrarse a un felino negro rozándose entre sus piernas.
Como si de inercia se tratase, lo tomó entre sus manos al instante.
Berwald observó a su gato llevarse la completa atención del italiano, celoso, acortó la distancia que había entre ellos y tomó al gato de entre sus manos, dejando al castaño con las manos vacías.
―Lo… lo lamento… ―Sollozó el del rulo al observar el semblante del de lentes. ―Debí pedirte permiso.
Berwald notó como la mirada de Feliciano empezaba a cristalizarse; siendo incapaz de tolerarlo, le devolvió al gato.
Al principio el del rulo observó perplejo al sueco, pero rápidamente su expresión cambió a una leve sonrisa.
―Creí que tal vez recordaría algo al venir a tu casa. ―El italiano enterró su rostro en el pelaje del felino tras comentar aquello. ―Pero no es tan sencillo.
Poniéndose de cuclillas dejó al gato en el suelo y se abrazó las rodillas.
―Antes de venir temía demasiado el no recordar lo que sucedió…
―Es mi culpa. ―Interrumpió el de lentes.
Feliciano pestañeó confundido un par de veces.
―¡No! ―El menor se puso de pie nuevamente y alzó las manos en ademán de detener al sueco. ―No lo es…
―No lo recuerdas. ―Susurró el mayor. ―Lo único que puedo hacer es cargar con la culpa.
―Lovino dijo que solías decir que yo era tu esposa… ―El sueco no dijo nada al respecto esperando escuchar a donde iba el italiano con aquel comentario. ―Al principio no entendí a que se refería ya que acababamos de salir de la ceremonia donde te estabas casando con Tino, pero fue en ese momento en que sentí que había perdido algo mayor que mis recuerdos… te había perdido a ti. Y aunque quería venir antes, temía que me odiaras por olvidarte.
―Feliciano. ―Berwald podía sentir su propio corazón chocar contra su pecho. ―Te herí varías veces...
―¡Shhh! ―El italiano se llevó un dedo a sus labios al pedir silencio. ―No creo poder recordarlo jamás…por favor, olvídalo. Podemos empezar otra vez.
Tomando las manos del sueco, el castaño esperó nerviosamente su respuesta.
Berwald contempló sus manos por unos segundos antes de asentir. Feliciano sonrió ampliamente, tras lo cual envolvió al mayor en un abrazo.
El mayor sonrió levemente al sentir la calidez del italiano, suavemente besó la frente del castaño y se inclinó lo suficiente para poder alcanzar el odio del menor. ―¿Quieres ser mi esposa? ―La pregunta hizo sonreír mayormente al del rulo.
―Sí. ―Susurró antes de buscar los labios del sueco.
Fin!
Bueno, creo que nuevamente mal calculé el tiempo que me tardaría en actualizar… pero ahi lo tienen, oficialmente "¿Quieres ser mi esposa?" ha llegado a su fin.
Les agradezco por haber leido lo que se ocultaba en mi imaginación; si consideran que he dejado algún hilo suelto, o si tienen alguna duda, pregunta, o queja, dejen un review o mandenme un PM, si realmente desean una respuesta les sugiero que escriban un PM, de esa forma tengo como responderles...
Inmensas gracias!
Shizoney: Aunque Feliciano no recuerde lo que hubo entre ellos, hay final feliz ;) Gracias por leer!
Quizás algún día tenga el valor de escribir otro SuIta o un Spin-off del Germano…
Hasta entonces,
Sayonara!