—Duda de paternidad—
Capítulo I
Resumen:
Sakura e Hinata tocan a la vez su vientre. Ambas suspiran cansadas. Un embarazo debería de hacerlas feliz. Muy feliz. Sin embargo, no lo están. Ambas se miran, cierran los ojos y con determinación, terminan confesando.
"Lo siento, Sakura".
"Lo siento, Hinata"
"Pero el padre de mi hijo..."
Advertencias: OOC, OC, Lemon, lengua soez.
Disclaimer: Los personajes utilizados no me pertenecen, si no a su respectivo autor Kishimoto.
Autora: Chia S.R.
Duración: 2 Capítulos+ epílogo.
Estado: Completo.
Nota especial: ¡Muchas gracias por su apoyo!
Hinata acarició su hinchado vientre por tercera vez desde que se había sentado en la sala de espera. Estaba nerviosa, se sentía más inflada que un globo, le dolían las piernas y la espalda. Y por encima de todo, apenas podía contener el llanto. Las condenadas hormonas de un embarazo de casi ya nueve meses y que su mente estuviera cargada de remordimientos.
Había pensado que una revisión no estaría mal, recomendada por su especialista. Lo que no esperaba era encontrarse con Sakura en ese lugar. La chica la había sonreído tiernamente al verla, incluso le había frotado la barriga con suma ternura mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y se frotaba después el suyo propio. Hinata temió por un momento que conociera su secreto.
Pero Sakura se había frotado los ojos con un pañuelo, alegando que era natural que sus lágrimas saltaran últimamente por todo y disculpándose por hacerla sentir preocupada. Hinata sintió un nudo terrible en la garganta.
Sakura se había convertido en una de sus mejores amigas, quizás, porque sus maridos eran ya mejores amigos y fue gracias a ellos que también se conocieron. Por aquellos tiempos en la universidad, antes de casarse y supuestamente, establecer un hogar.
Ambas habían sido la madrina de la otra. Le había limpiado las lágrimas a la otra cuando la emoción era de más. Y había cuidado de la casa de la otra durante sus noches de luna de miel.
Y ella… ella la traicionaba.
Traicionaba su amistad. Traicionaba todo y cargaba con el fruto de su traición.
Sakura era tan inocente, ajena a lo que ella guardaba en su interior, al peso que cargaba sobre sus hombros cada vez que la miraba y miraba a su propio marido, disculpándose incesantemente, una y otra vez, aunque no sirviera de nada.
Era doloroso volver a casa y encontrarse con él sentado tras la mesa, leyendo el periódico mientras disfrutaba de las escasas horas libres que tenía. Y también que cuando dormían alguna que otra vez ella despertara y fingiera no percatarse de cómo le tocaba el vientre, probablemente, esperanzado con su primer hijo.
Se mordió el labio inferior. Estaba en su último tiempo. Pronto saldría de cuentas.
Miró de reojo hacia la mujer a su lado. Su vientre tan hinchado como el suyo, aunque tuviera diferente curva demostrando que su sexo era una hembra. Ella esperaba un varón. Ya había planeado incluso su nombre, sola, sin querer que su marido se inmiscuyera más. No quería ver cómo se le destrozaba el corazón al ver que la verdad le golpeaba la cara como una bofetada.
Suspiró cansada. Cerró los ojos y supo que no podía guardarlo por más tiempo. Iba a destrozar muchas vidas. Iba a revolver todo, pero no podía hacer más. Acarició su vientre y se volvió, mirando con toda la poca determinación que le quedaba.
—Lo siento, Sakura.
—Lo siento, Hinata— habló a su vez Sakura, sorprendiéndola.
Hinata no podía parar, en medio de aquella sala donde ambas eran las últimas pacientes. Y fue totalmente sorprendente que la voz de Sakura hablara a su vez.
—… Pero el padre de mi hijo es tu marido*.
Ambas se miraron, agrandaron los ojos, se les llenaron de lágrimas y rompieron a reír mientras se frotaban el rostro, desconcertadas. Cuando los nervios marcados por risitas se detuvo, ambas apretaron los ojos con un suspiro cansado.
—Fue esa noche, ¿verdad? — Sakura habló pausadamente, llevándose una mano a la boca y mordisqueándose la uña del pulgar.
—S-sí— confesó sonrojándose—. No debí de beber aquella noche…
—Nadie debió de beber— zanjó Sakura pasándose una mano por los cabellos—. Pero, Hinata… lo siento. Creo que no fue solo por el alcohol.
Hinata levantó los ojos hacia ella de sus manos, el labio inferior temblándole como nunca y las lágrimas amenazando de nuevo con escapar a su control. La mujer de cabellos rosas sonrió tristemente, pero antes de abrir su boca, ambas fueron requeridas por sus respectivos médicos.
—Por favor, Hinata, espérame si sales antes. Realmente necesito… no. Necesitamos hablar de esto. Déjame invitarte a algo que desees comer.
Hinata asintió, haciendo un terrible esfuerzo por ocultar que, repentinamente, le apetecía muchísimo comer algo caliente.
Sakura sonrió y ambas entraron en una habitación distinta.
En su mente no cesó de revivir aquella lejana noche. No cesaba de repetirse que, si hubiera hecho caso a su siempre activa cautela y hubiera dicho que no a la primera copa, no habría sucedido lo que sucedido. Todo hubiera quedado en un oculto y sencillo secreto para sí misma.
—Bien, esta usted bastante preparada para el futuro parto, señora…
—Menos mal— interrumpió con una impaciencia extraña en ella—. Entonces, ¿no ocurre nada con el bebé?
El médico parpadeó confuso, se subió las gafas y negó.
—El bebé está plenamente sano. Creía que con un padre tan grande, costaría mucho más. Pero se está encajando en una forma correcta. Esperamos que sea un parto fácil. Por si acaso, no se aleje demasiado de los puntos cercanos para acudir a un parto más eficiente en su hospital.
—Por supuesto— garantizó.
Ansiosa, tras asegurarse de que su pequeño estaba en buenas condiciones, salió. Sakura ya la estaba esperando, con el bolso en su regazo y una sonrisa cómplice en los labios.
(..)
Sakura caminó lentamente hacia el bar más cercano. Uno que conocía desde que estaba embarazada y solía acudir a sus citas para asegurarse de que su bebé creciera sanamente dentro de su vientre. Era tranquilo y adecuado para la conversación que Hinata y ella iban a tener. Conocía un reservado especial, donde nadie les molestaría ni intentaría nada con ellas, especialmente, porque estaban embarazadas.
Hinata miró hacia ella tras pedir un tazón de ramen bien caliente y que ella se encargara de hacerle entender al camarero que deseaba una buena fuente de tomates con mucha sal, además de un té para ambas.
Una vez a solas y encargándose de sus respectivas comidas, los nervios regresaron a ella.
No había sido nada fácil confesarse hacia Hinata y tampoco esperaba que ella se confesara de ese modo. Por el rostro de la chica pudo comprender que estaban tan asustada, preocupada y nerviosa como ella. Lo que habían hecho era algo sumamente doloroso.
Ambas estaban casadas con el hombre que era el padre de los hijos de la otra. En pocas palabras, ella estaba casada con el hombre que había embarazado a Hinata. Y ella se había quedado embarazada del marido de Hinata.
Pinchó un escurridizo tomate mientras fruncía el ceño e intentaba recordar cómo comenzó todo realmente.
—Fue una cena con amigos, ¿verdad? — murmuró. Hinata afirmó, sorbiendo, con las mejillas coloradas.
No era algo raro. Las cenas entre ambos eran frecuentes. Dos matrimonios típicos que quedaban para celebrar noches de amigos, con cenas alternadas en casas de uno u otro. Siempre con risas y despedidas cansadas, agotados de recordar días atrás, situaciones que antes eran dolorosas y ahora les sacaban unas sonrisas sinceras.
El alcohol era algo que frecuentemente pasaba por sus manos, después, durante o antes de la cena. Pero nunca habían llegado a más de dos copas, especialmente, si habían acudido con coche.
—Nosotros decidimos ir andando en vez de en coche— recordó Hinata tras limpiarse educadamente la boca y mirarla con las cejas fruncidas—. Creo recordar que discutimos un poco por ese tema, porque él se empeñó en no mover el coche porque estaba perfectamente aparcado.
Sakura sonrió y se imaginó la escena. Una discusión tímida y llena de monosílabos y cortas frases.
Suspiró y terminó con el primer tomate.
—No te diré que nosotros estábamos mejor— confesó—. También tuvimos una buena regañina esa tarde antes de que vinierais. Una tontería, no creas. Simplemente es que a veces no parece escucharme. Aunque… eso sucede desde hace un tiempo atrás. Parece estar en otro mundo.
Sakura dio golpecitos con las uñas en la mesa, pensativa.
Porque la realidad era esa. Su matrimonio no era la cuna de la felicidad desde hacía un año. Desde el último viaje en que ambos maridos se marcharon y las dejaron solas para atender negocios importantes de una empresa que montaran juntos. Sakura no le había recriminado nada y aunque había sospechado que algo había pasado, continuaba a su lado, fingiendo que nada había cambiado del mismo modo que él.
Ni siquiera el embarazo había cambiado eso. Los despistes torpes de su marido la irritaban ahora más. A veces, su misma presencia. Sakura había llorado muchísimas noches, pensando en qué sería de ella entonces. No iba a hacerle cargar con aquel peso y comprendía que su marido fuera tan receloso a tener un bebé que, seguramente, sospechaba que era de otro. Aún así, había veces que era divertido verle poner la oreja en la barriga y sonreír como un tonto mientras gritaba al vientre si sabía quién era él.
Entonces, Sakura solía sentir un tremendo dolor angustioso en el pecho y se preguntaba si sería una pregunta trampa especial para ella.
—El mío… mi matrimonio, quiero decir, no es un nido de rosas tampocos— Hinata sonrió con tristeza mientras jugaba con los palillos dentro del ramen—. Ya costaba que nos comunicáramos… ahora es peor. Los silencios son algo que… a veces me dan miedo.
—Él no te hará nada, Hinata— se apuró a decir, tocándole la mano—. Lo sabes.
Ella sonrió de nuevo y esa vez, fue de verdad. Con confianza.
—Lo sé. Él no me hará nada. Nada de nada— suspiró y meneó la cabeza—. Desde antes de aquella noche, no me había tocado… más. Quiero decir— enrojeció adorablemente y Sakura sintió deseos de estrecharla entre sus brazos, si no fuera porque dudaba mucho que sus vientres se lo permitieran—, que no… tenemos sexo desde hace mucho tiempo. Poco antes de irse de viaje.
Sakura parpadeó, pensativa, rascándose el mentón.
—Nosotros desde después de ese dichoso viaje, Hinata. Me duele decirlo, pero esa noche… fue la que me salvó de tener un año entero de absentismo.
Ambas miraron sus platos con detenimiento, haciéndose la misma pregunta. ¿Y si había sucedido algo en aquel viaje que no les habían contado? Ambos hombres perdieron el interés sexualmente por sus mujeres antes o después.
Sakura dudaba que hubiera sido un engaño, conocido a otra mujer y acostarse con ella a sus espaldas. Su marido no era ese tipo de hombre. Aunque seguramente, tampoco pensarían que ella fuera capaz de acostarse con el marido de su mejor amiga y para más inri, quedarse embarazada. Por mucho que Hinata hubiera ejercido lo mismo, estaba segura de que iba a ser una buena comidilla que moviera el mundo. Aunque dudaba que ella lo pasara tan mal como Hinata, que provenía de una familia muy reservada para sí misma e importante.
En esos momentos odiaba no ser un hombre.
Porque estaba segura de que su marido sería el que se fuera de rositas. "Oh, pobre. Lo engañó con su mejor amigo delante de sus narices y encima, se quedó embarazada. Qué vergüenza". Sakura frunció el ceño y mentalmente, con sarcasmo, rebatió tal acusación: "Pero, ey, que él se acostara con mi mejor amiga y me haya despreciado no es nada porque es hombre. ¿Verdad?". Ellos podían echar una cana al aire libre, pero si lo hacía la mujer…
Como si su hija comprendiera sus inquietudes le regaló una tierna patada que la hizo doblarse por un instante.
—N-no creo que eso fuera causa de lo que sucedió, Sakura-chan— comentó Hinata volviendo al ataque de su tazón de ramen. Sakura se frotó el vientre y la miró enarcando una ceja. — Aquella noche bebimos mucho. Aunque… tu antes has dicho que…
Sakura reaccionó, sintiendo un apretón en el pecho aún más doloroso que la patada recibida.
—Sí… ese era el tema crudo del que teníamos de hablar. Supongo que recuerdas lo que he dicho— murmuró, mordiendo otro de sus tomates. Su hija se calmó en su interior—. Y era justo lo que quería decir. Sé que suena horrible, pero… quizás por mis problemas con mi matrimonio, empecé a fijarme demasiado en tu marido.
Sakura observó la reacción de Hinata. Esperaba que se levantara y le tirase el té en la cara. Que lagrimeara o llorara maldiciéndola interiormente. Pero nada de eso ocurrió. Hinata solo apretó los palillos entre sus dedos y la miró fijamente.
—¿Te… sorprendería si… te dijera que… a mi… me interesó… el tuyo hace… mucho tiempo?
Sakura agrando los ojos, sorprendida. Había tenido unos momentos de dudas antes de aceptar la propuesta de matrimonio de su marido. Había llegado a pensar alguna vez que su mejor amiga estaba interesada en el que por aquel entonces era su novio. Sin embargo, su novio nunca había mostrado interés en ella más del necesario, como amigos y Hinata se había concentrado en su pareja actual.
—¿Desde cuándo? — se interesó.
Hinata se lamió los labios, pensativa. Se tomó su tiempo y Sakura se lo concedió porque ella misma tenía que poner en orden sus sentimientos. ¿Desde cuándo le había empezado a gustar a ella el marido de su amiga?
Si lo pensaba bien, quizás había sido la primera vez que se dio cuenta de que era más hombre que un mujeriego como querían hacerle ver. Cuando vio como tomaba con suma precaución a Hinata para que no cayera dentro del charco de barro al que su novio por aquel entonces, la había tirado y la levantaba entre risas.
Y quizás, podría haber afectado más que nada la tarde aquella que se vio llorando en sus brazos cuando creía que la había dejado por otra mujer.
(..)
Hinata suspiró y deseó poder poner en orden sus recuerdos con la misma claridad con la que deseaba aquel dichoso tazón de ramen que tanto le estaba costando de comer. La mente no cesaba de darle vueltas e intentaba recordar cuándo fue exactamente que se había percatado de aquel hombre era atractivo, atrayente y deseable para ella.
La confesión que le había hecho a Sakura era completamente cierta. Se había sentido atraída por su marido desde mucho tiempo atrás, podría ser que incluso antes de sentirse atraída por su marido. Porque estaba convencida de que cuatro años juntos no habían sido por nada.
Sin embargo, existía ese déficit. Lo que la había llevado junto al alcohol a cometer aquel pecado tan… dios, espectacular, desgraciadamente.
Pero, ¿cuándo?
Sí. Estaba segura. En ese momento lo comprendió. Fue antes de que se fijara en el que era su marido. Cuando lo vio entrar en aquella cafetería donde ella y Sakura habían quedado para discutir qué temas iban a tomar para su trabajo final. Antes de que ellos se acercaran con interés a su mesa para tontear con ellas o al menos, mostrarse interesados.
Él se había fijado al instante en Sakura… no en ella. Y ahí fue cuando decidió que sería un sentimiento alejado, oculto y pisoteada hasta que se muriera. Claro que su yo de entonces no sabía cómo cambiaba el paso del tiempo. No se imaginaba embarazada de ese sujeto, ni teniendo esa clase de conversación.
—Fue… cuando le vimos por primera vez.
Sakura parpadeó, levantando los ojos hacia ella del plato casi vacio de tomates.
—¿Cuándo nos entraron a saco en la cafetería? — Hinata cabeceó afirmativamente—. Hinata, por dios. ¿Por qué no me dijiste nunca nada?
Hinata se mordisqueó el labio nerviosa.
—Sakura-chan… yo estaba ahí, en esa mesa también y él… él se fue a ti. Habló contigo. Coqueteó contigo. A mí ni me miró. ¿De qué sirve que le impida ser feliz?
Las lágrimas le quemaron los ojos, queriendo salir de nuevo. Quizás esa experiencia sí le había dolido más de lo que creía o sus hormonas eran unas puñeteras reinas del dramatismo.
Vio a Sakura detener su tenedor y mirarla con aquella tristeza que solo guardaba para momentos tan dolorosos. Hinata levantó una mano y negó, sonriendo.
—Él ha sido feliz contigo, estoy segura. No tienes que preocuparte.
Sakura miró nuevamente su plato, arqueando una ceja con el ceño fruncido. Hinata pudo comprender la pregunta antes si quiera que ella la formulara.
—¿Estás segura de eso, Hinata? — cuestionó—. Si realmente… hubiera sido buena para él, no estaría embarazada de otro hombre. Si realmente lo has amado tanto, más que yo, debes de odiarme.
Hinata cerró los ojos, acogiendo aire tranquilamente.
—Para nada. Sería imposible para mí odiarte. En ningún momento lo hice. Ni cuando os casasteis ni nunca. Sakura. ¿Tú me has odiado a mí?
Sakura negó rápidamente, buscando su mano por encima de la mesa y dándole un gentil apretón que le llegó hasta el corazón.
—No. Nunca. Pero me odio a mí misma por hacerte daño. Que… me empezara a interesar tu marido no tiene nada que ver— suspiró y retiró la mano para dar un largo trago de su té—. Esto es de locos.
—Sí— musitó pensativa.
Sakura levantó los ojos hacia ella con la pregunta dibujada en ellos.
—¿Cómo fue? Quiero decir… no recuerdo cuándo os fuisteis.
Hinata se mordió el labio inferior, pensativa. Necesitaba poner en orden sus recuerdos de esa noche.
Tal y como le había contado a Sakura, habían discutido por la plaza de coche y terminó andando con unos tacones más que dolorosos hasta la casa de sus mejores amigos. Su marido no había abierto la boca en toda la caminata, con las manos en los bolsillos y alguna que otra vez dando más zancadas largas que pasos ella.
No le dio mucha importancia. Era natural que él se enfadara de vez en cuando. O que simplemente la ignorase cuando no se salía con la suya. Especialmente, porque al llegar al hogar de Sakura, enseguida se enfrascó en atender a sus dos anfitriones.
Sakura y ella se embarcaron rápidamente en una conversación cualquiera mientras ambos maridos ofrecían una copa a sus respectivas esposas y volvían a sentarse frente al televisor. Hinata miró con la nariz arrugada su copa, preguntándose por qué él le ofrecía una copa cuando sabía que no solía beber antes de comer.
No le dio demasiadas vueltas y sopesó la idea de que el licor no sería fuerte para ella.
Qué equivocada había estado.
Entre risas, comida y tonterías, bebió cada vez más. Se rió como una tonta y, en recuerdos borrosos, recordaba haberse sentado con Sakura en el sofá, hablar de cualquier tontería hasta que esta se quedó dormida y excusarse para ir al baño.
Al salir, le costó percatarse de que no estaba sola.
—No me fui con él— murmuró al percatarse y mirándola con sorpresa—. Me esperaba cuando salí del cuarto de baño. Recuerdo que tú te quedaste dormida en el sofá. ¿Recuerdas algo?
(..)
Sakura entrecerró los ojos y miró su plato ahora vacío.
De ese día tenía algunos recuerdos incomodos. Ella y su marido habían discutido por culpa de la cena. No la había avisado con antelación y se vio negra cocinando mientras él veía una película de ninjas en la televisión. Se había frustrado terriblemente de que la metiera en ese lío y luego se cruzara de brazos que no se pudo contener.
Ella también estaba cansada. Él sería empresario de una empresa que llevaba a cabo con su mejor amigo. Ella era enfermera y había tenido casi doble turno esa semana. Estaba cansada.
Estuvieron sin hablarse el tiempo que duró en preparar todo y vestirse. Cuando Hinata y su marido llegaron, cambiaron radicalmente. Hasta le sorprendió recibir una copa por su parte, un guiño y un tierno beso en los labios que terminó por convencerla de que era mejor no estar peleados. Menos, delante de sus invitados.
Luego de disfrutar de la cena, más copas y carcajadas unidas, se quedó dormida en el sofá completamente. Cuando despertó, estaba apoyada entre el hombro y pecho del marido de su mejor amiga, con sus ojos clavados en ella.
Sakura buscó a su alrededor alguna pista de su marido y su mejor amiga, pero, desgraciadamente, aquel tipo era bueno, muy bueno, besando.
—Recuerdo despertarme en el sofá en el que me quedé dormida un tiempo después. No había ni rastro de ti y de…— tragó, pensativa—, porque ya estaba contigo en el dormitorio.
Hinata enrojeció, pero asintió lentamente. Ambas entrecerraron los ojos.
—Nosotros, quiero decir, tu marido y yo… en el sofá…— balbuceó, sintiendo el calor recorrerle la columna vertebral. Ah no. No iba a tener deseos de sexo—. Pero cuando desperté, tú y él ya os habíais marchado.
Hinata asintió.
—Cuando yo… salí del dormitorio, él ya no estaba. Tú estabas acostada en el sofá, pero no miré demasiado. Salí de tu casa corriendo para ir a la mía.
—¿Y tu marido? — cuestionó.
—Cuando llegué estaba duchándose. No hablamos de nada. Ni me preguntó nada. Fue… muy incómodo.
Sakura asintió.
Ella se despertó con el café hecho, pero con su marido dentro de la ducha. Después que salió del baño la sonrió radiantemente y la besó en la mejilla, como si acabara de tener la mejor noche del mundo. Y, irónicamente, así había sido. Ella se quedó a cuadros, sin saber qué decir y tan solo esperó una bronca que jamás llegó.
—El mío estaba realmente feliz. Debiste de ser un genio en la cama— felicitó, adorando los sonrojos tan tiernos que se dibujaron en sus mejillas.
Por su parte, recordaba haberse sentido como una mujer después de tanto tiempo. Ese hombre había sido una bestia increíble en la cama. La había roto de una forma inimaginable. Poseído de tal forma que cuando se despertó, le dolían las caderas de tal forma que estuvo una semana sin poder andar bien. Ni siquiera con su marido se había sentido tan excitada y ansiada de más. No supo si fue por el alcohol o por el tiempo que llevaba sin sexo, pero había sido tan salvaje y fuerte, que no dudó en repetir.
—No creo que… fuera un genio— murmuró Hinata—. Más bien él… dios, Sakura, ¿todos los días te hacia lo mismo?
Sakura ahogó una carcajada.
—Lo mismo te preguntaría yo a ti.
No. Estaba segura de que la forma en que le hizo el amor a Hinata fue totalmente diferente a como solía hacérselo a ella. Las primeras veces, los primeros años, si fueron emocionantes, increíbles. Su marido era realmente bueno en la cama, pero con los años fue… bueno. Simplemente.
Sin embargo, el de Hinata era… completamente Hot. Caliente a más no poder. Sexualmente capaz de hacer que te derritieras con solo sus dedos.
Ahogó un suspiro, frustrada, mientras apretaba los muslos. A ese paso iba a necesitar volver a su casa y no precisamente para descansar.
—De todas maneras, esto está siendo… algo sospechoso— murmuró Hinata bebiéndose casi de golpe su té ya helado.
Sakura no pudo más que darle la razón.
—La verdad es que sí— rebuscó su móvil y revisó los mensajes—. Sabes qué te digo, Hinata. Quitando nuestros deseos carnales hacia ellos, empiezo a sospechar que existe algo dudoso en la paternidad de nuestros hijos.
Hinata la miró interesada, clavando los ojos en ella con curiosidad.
—¿Qué opinas?
—Opino, querida mía, que no vamos a quedarnos con mucha más intriga. Hasta ahora me he estado sintiendo como la perra que había cometido un gran error hacia su marido. Ahora, empiezo a sospechar de algo. Tú siempre bebías cosas dulces pero que no suben. Y solías ser tú quien conducías de regreso. Y él nunca te dejaría atrás, sabiendo que estabas con su mejor amigo como si nada. ¿Qué clase de tipo se llevaría genial con su mejor amigo sabiendo que se había acostado con su mujer?
—En eso tienes razón— murmuró con sorpresa—. Además… ¿por qué no dijo nada? ¿Para ocultar sus culpas por haberse acostado contigo? No creo… Y tampoco creo que lo hiciera por venganza.
—Bueno, tu marido es algo vengativo— opinó Sakura sin poder esconder una sonrisa divertida—. Digamos que es esa clase de esencia que lo hace ser tan, perdóname por la expresión, jodidamente sexy. Sin embargo, el mío es…
—Dulce y encantador— terminó Hinata con un suspiro ansioso escapándole de la garganta—. ¿Qué planeas que hagamos?
Sakura se mordisqueó la uña de la mano izquierda mientras con la izquierda tecleaba en su móvil.
—Averiguar las dudas que tenemos. Vamos a dar una cena en mi casa esta noche. Y estos hombres van a hablar como que me llamo Sakura.
(…)
Hinata se mordió el labio nerviosa mientras colocaba el último plato en la mesa. Su marido estaba sentado tras ella, con una lata de cerveza en la mano y observándolas con aquellos ojos oscuros tan penetrantes que poseía. Casi sentía que el plan se iba a ir al traste si él continuaba mirándola de ese modo.
Sakura, sin embargo, ignoraba las preguntas de su marido, esquivándolo de un lado para otro y hasta riendo mientras le sacudía la mano con total tranquilidad para quitárselo de encima. Hinata había hecho todos sus esfuerzos por no volver a mirarlo a la cara. La última vez que habían tenido contacto no había sido en su lecho, si no el día que la abrazó para felicitarla por su embarazo.
Hinata todavía recordaba sus manos en sus caderas y como su cuerpo encajaba a la perfección contra el suyo. Y sus labios rozar su mejilla como un suspiro. En esos momentos, con tantas preguntas en la punta de la lengua, se preguntaba si él sería consciente de que el hijo que llevaba en su vientre era suyo y no de su marido.
—Venga— anunció Sakura cerrando la puerta de la cocina con la cadera mientras caminaba hacia la mesa—, a comer, chicos. No os recomiendo dejar que una embarazada pase hambre. Menos dos.
Su marido suspiró y se apresuró a llegar a la mesa. Ambos hombres se sentaron juntos frente a ellas, cosa ideada estratégicamente por Sakura. Lo que Hinata no contaba es que el de ella no terminara enfrente y sí el de Sakura. Los nervios empezaron a entorpecerla. Dejó caer su vaso de zumo y soltó una grosería inesperada cuando se le cayó una lechuga de los palillos, con todos mirándola con sorpresa.
—L-lo siento— se disculpó cubriéndose la boca azorada. Sakura le dio un apretón en la mano bajo la mesa.
—No te preocupes, Hinata. Todos cometemos fallos.
Por la mirada que le dedicó, Hinata comprendió perfectamente a qué se refería. Le devolvió el apretón y cabeceó afirmativamente.
—Es cosa del embarazo— apremió Sakura—. Por algún extraño motivo, por ejemplo, mi amor por los tomates ha crecido de sobremanera.
Hinata abrió los ojos con fingido asombro.
—¡A mí el ramen! — exclamó animadamente. Al menos, no tenía que mentir—. Comerlo es casi como…
—Un orgasmo— terminó Sakura en una cómplice carcajada. Hinata se ruborizó.
—¡Sakura-chan! — protestó.
Pero algo las interrumpió. Frente a ella, el marido de Sakura escupía su bebida hacia el otro costado y su marido, le daba golpes enormes en la espalda hasta que éste dejó de escupir y respirar como si se acabara el oxígeno. Había estado tentada a levantarse y ayudar, pero Sakura la retuvo de la mano, manteniendo el ceño fruncido.
—¿Eres consciente de que luego lo vas a recoger? — habló pausada—. ¿Por qué tu reacción? ¿Acaso se te han olvidado como son los orgasmos de una mujer? Porque hace como cosa de más de nueve meses que yo no sé qué es eso contigo.
Hinata ahogó un gritito entre los dientes, buscando con la mirada la de su cónyuge. Éste la miró con una ceja alzada y luego, alternó la mirada en silencio de Sakura a su marido. Era extraño verle incómodo, reaccionar a algo que le crispara algo los nervios. Hinata le había visto pelear durante su noviazgo, seguido del marido de Sakura, porque aquel entonces, su novio. Pero en esos momentos parecía más confuso que nunca.
Pero conocía su inteligencia y por la palidez que incrementó en su apuesto rostro, comprendió que había entendido a la perfección las palabras de Sakura y dejó de golpear la espalda de su amigo. Hinata tragó, nerviosa.
—Lo mismo puedo decir yo— dejó caer, apretando la mano de Sakura con tanta fuerza que sintió como esta rechinaba los dientes—. Tampoco he tenido nada de nada. Así que solo puedo… imaginármelo. Y tengo muchos antojos— soltó, muerta de vergüenza.
Hinata cerró tanto los ojos en ese momento que no vio nada de lo que ocurrió. Solo pudo reconocer que una silla caía hacia atrás y que alguien la tomaba del brazo con algo de violencia.
(…)
Sakura ahogó un grito entre los labios cuando vio la silla caerse y cómo su propio marido se acercaba a zancadas a Hinata para sujetarla con fuerza del brazo y tirar de ella. Pero no logró levantarla de la silla y expulsando un gruñido, miró a los presentes con ojos abiertos como platos y un balbuceo en el labio.
Ella conocía perfectamente ese gesto. El mismo que solía poner cuando hacía algo antes de ser consciente. Sakura podía identificarlo rápidamente y rápidamente, los hilos que estaba hilando fueron estando cada vez más claros.
—¿Qué haces? — cuestionó poniéndose también en pie y empujándolo para que liberara del agarre a Hinata, quien se mordía el labio inferior con gesto de dolor. El hombre retrocedió al darse cuenta y se miró la mano con espanto—. ¿Hinata? ¿Estás bien?
La chica asintió, frotándose el lugar que momentos antes era sujeto. Sakura desvió la mirada hacia el marido de su mejor amiga, esforzándose porque su mente y hormonas no le jugaran una mala pasada. Éste continuó sentado, con la copa de vino entre sus dedos y la mirada fija en la silla vacía frente a él.
—Creo que va siendo hora de ambos nos expliquéis unas cosillas, chicos.
Entonces, reaccionó, clavando su oscura mirada en ella un instante antes de desviarla hacia el que era su marido. Sakura estaba empezando a impacientarse y no le quedó más remedio que poner las cartas sobre la mesa: la verdad.
—Ambos sois conscientes de que la paternidad de nuestros bebés está en duda. ¿Verdad? — ambos dieron un respingo incómodo. Su marido se pasó una mano por los rubios cabellos y el de Hinata, se echó hacia atrás, meneando el vino con un juego de muñecas—. Venga, soltad ya la lengua.
Ninguno habló. Solo volvieron a mirarse como dos estúpidos que guardaran un terrible secreto, mientras ella y Hinata deseaban comerse hasta las uñas.
(…)
Naruto Uzumaki. Veintitrés años. Dueño de una de las empresas más famosas de Japón.
Su estado actual con la soga al cuello gracias a su esposa… y la mejor amiga de esta.
—Dobe, habla claro.
Naruto desvió la mirada hacia su mejor amigo. Éste llevaba a sus labios los restos de una copa de vino tras dedicarle una mirada fulminante. La pantomima había llegado al final. Ambas mujeres les habían descubierto. Él mismo se había expuesto, pero estaba seguro de que su esposa estaba claramente enterada si bien no de todo, de buena parte.
Se pasó una mano por los cabellos, derrotado. No podía más ocultarlo. Era inútil.
Se sentó en la silla cercana a la mejor amiga de su esposa y clavó la mirada tiernamente en su vientre hinchado. Sí. Él era el progenitor de esa criatura. Miró hacia ella e inclinó la cabeza como disculpa.
—Lo siento, Hinata-ttebayo— murmuró entre dientes.
Hinata gimió y las lágrimas no tardaron en caer por su rostro. Naruto apretó los puños para no volver a tocarla. Todavía sentía en su mano el calor femenino del agarre. Y, desde luego, continuaba sintiendo esos terribles deseos de complacerla sexualmente. Los mismos deseos que le habían hecho levantarse de ese modo y desenmascararse.
—¿Sois conscientes de lo que pasó? — cuestionó Sakura, apretándose el codo como solía hacer cuando estaba nerviosa.
—Sí— respondió antes de que le tirase cualquier cosa a la cabeza por impaciencia—. Yo me acosté con Hinata esa noche. El hijo que lleva dentro es mio, Dattebayo.
Sasuke se echó hacia delante, apoyando los codos en la mesa y la barbilla en sus manos.
—Y el tuyo mío— dijo mirándola. Sakura enrojeció y Naruto suspiró.
¿Por qué no se había dado cuenta antes que su amigo miraba de esa forma a su mujer? ¿Por qué no se había percatado antes de que él estuviera totalmente atraído por Hinata?
Ni siquiera era consciente del todo cuando comenzó.
Él siempre se había fijado en Sakura. Había estado realmente interesado en ella. Feliz. Si no, nunca se habría casado con ella. Sin embargo, todo fue cambiando a medida que el tiempo pasaba. Y a medida que Hinata entraba más en sus ojos.
Sin darse cuenta, sus ojos se iban detrás de la mujer cuando estaba en su casa. Si bien las cenas de amigos eran algo de risas y diversión, no podía evitar querer sentir su mirada sobre él del modo que fuera.
Su relación con Sakura fue en declive, hasta el punto de que no podía sentir nada por ella. Muchas noches se había despertado con deseos de poseer a una mujer. Pero la mujer que deseaba no era ella. Frustrado, se había terminado dando la vuelta y abandonado sus intenciones.
Pero no había sido el único.
Más de una vez había descubierto a su socio y mejor amigo, Sasuke Uchiha, observando a su mujer fijamente. Y él sabía que no se miraba de ese modo a una mujer si no la deseabas de un modo superior, con el corazón enlazado. Del mismo modo que él solo podía ver a Hinata.
Pero todo había comenzado, el declive final, cuando en el último viaje que hicieron, Sasuke descubrió sus papeles de divorcio sobre la mesa. Naruto había intentado esconderlos con todas sus fuerzas— el cajón del escritorio—, pero fue en vano.
—Divorcio— murmuró Sasuke mientras miraba por encima de una de las hojas.
Naruto había asentido, quitándole la hoja y guardándola con las demás. Unió los dedos bajo su barbilla y miró al moreno con el ceño fruncido. Antes de que abriera la boca, el Uchiha se adelantó.
—Dámela.
Naruto guiñó los ojos.
—¿Los papeles?
—Sakura, dobe— gruñó Sasuke llevando las manos a los bolsillos.
Naruto tardó unos segundos en comprender, guiñando los ojos y mirándole como si acabase de hablarle en clave. Al darse cuenta, golpeó la mesa, levantándose y mirándola.
—¿¡Qué demonios dices, Teme!? — gritó— ¿Qué pasa con Hinata?
Sasuke le dio la espalda y se acercó hasta la ventana. Tardó en contestarle, irritándole.
—Divorcio— respondió Sasuke mirando hacia el exterior, entrecerrando los ojos. Naruto deseó golpearle en aquel momento.
—¿Qué demonios, teme? — gruñó—. ¿A qué demonios juegas? ¡Hinata no se merece algo como eso! ¡Ella es fantástica! ¡Te lo ha dado todo! — exclamó golpeando la mesa.
Naruto había recibido muchísimas miradas frías por parte del Uchiha, pero ninguna le había helado el corazón como la que en esos momentos le dedicó. Sasuke se volvió lentamente hacia él, sin inmutar su rostro y siseó tan solo un nombre. Naruto guiñó los ojos una y otra vez, intentando comprender.
—¿Sakura? ¿Qué pasa con ella? — escupió—. Hinata es de quien… Ah, mierda. Mierda.
Al caer en la cuenta, comprendió lo que él quería decirle. Naruto estaba recriminando a Sasuke por una cosa que él mismo iba a hacer. Así como para él que hiriera a Hinata era como una patada en los cataplines, para Sasuke era lo mismo con Sakura, solo que el moreno no se ponía a gritar y recriminarle como él.
—Lo siento, teme— murmuró pasándose una mano por los cabellos y dejándose caer en la silla—. Demonios, si hubiera algo más sencillo sin que sufrieran. Que fueran ellas las que desearan… dejarnos.
Entonces, la mirada de Sasuke cambió. Una pícara y, para las mujeres, seductora. Naruto tragó y se volvió todo oídos para él.
Fue así como salió aquel estúpido plan.
Naruto tenía que convencer a Sakura de dar una cena con amigos, que como era rutina esos tiempos, añadió una pelea más entre ambos, ganando la chica, desde luego. Cuando Sasuke y Hinata llegaron, solo bastó una mirada para comprender que Sasuke estaba totalmente de acuerdo en continuar con el plan.
Y la cosa era sencilla: emborracharlas.
Por supuesto, fue sencillo. Sakura, aunque presumía de no caer en la bebida fácilmente, siempre terminaba más borracha que nadie y, Hinata, quien no estaba acostumbrada al alcohol, cayó todavía más rápido.
Lo siguiente era conseguir un modo de que ambas despertaran en una situación nada acostumbrada junto a ellos. Naruto pensaba esperar que Hinata cayera dormida en el sofá como había sucedido con Sakura. Pero esta se levantó para ir al servicio y ahí, no pudo evitar atacar.
En su mente se había gravado vívidamente cada parte de su cuerpo y sus manos todavía temblaban al recordar la suavidad de su piel y el modo en que se retorcía bajo sus caricias. Los suspiros contra su piel y su sexo bañado de ella.
Cuando despertó al día siguiente, Hinata había desaparecido, así como Sasuke. Pero Sakura continuaba durmiendo, desnuda, en el sofá. Naruto no necesitaba un video para saber qué había sucedido. Del mismo modo que él estaba teniendo sexo con la mujer de su mejor amigo, este lo había tenido con la suya propia.
Y demonios, él nunca había dejado a Sakura en tales condiciones de no poder moverse en una semana. Quitando esos celos de varón dominante, ambos solo tenían que esperar que los remordimientos de ambas mujeres salieran a la luz.
Sin embargo, nunca habían llegado hasta ese momento. Sin embargo, sí una sorpresa del destino. Ambas se habían quedado embarazadas esa misma noche.
Naruto casi lloró cuando Hinata y Sasuke fueron a contárselo a su despacho y tembló como un idiota para intentar mantener la compostura cuando la abrazó. Aún con Sasuke mirando a otro lado, estaba tan emocionado con la idea de que iba a ser padre, que no supo como reaccionar. Aunque después, corrió una maratón a solas mientras gritaba lleno de júbilo.
Lo que no esperaba es que al llegar a su casa, Sakura le esperaba con la misma noticia. Naruto sonrió y se aguantó las ganas de felicitarla como se haría con una simple amistad. Más tarde, enviaría un mensaje al Uchiha, quien solo había respondido con una escueta respuesta.
No obstante, Naruto conocía al Uchiha y cuando este se mostró al día siguiente en su despacho, tenía un extraño brillo especial. Ambos se dieron la mano, se palmearon la espalda y se felicitaron llenos de orgullo.
Pero Naruto habría deseado con todas sus fuerzas ser él quien estuviera al lado de Hinata durante esos nueve meses. Darle todos los caprichos que deseara y, especialmente, satisfacerla en todo lo necesario en la cama. Se le revolvían las tripas al pensar que ella estaba necesitada y embarazada.
Por eso no había podido contenerse y había terminado confirmando las dudas y deducciones de Sakura. La mujer era muy inteligente, no podía quitárselo. Quizás fue eso lo primero que le enamoró en su momento.
—Dioses.
La voz de Sakura tras terminar su relato le hizo regresar al presente. Tanto ella como Hinata tenían ojos de espanto en su cara. Sakura parecía estar a punto de romper la mesa y cargarse la vajilla. Sasuke se echó hacia atrás, con la mirada fija en ellas, como si fueran bombas que estaban a punto de explotar.
—Sakura-chan— murmuró afligido—. Las cosas se nos fueron de las manos y…
Sakura golpeó la mesa con ambas manos. Con lágrimas en los ojos los fulminó.
—¿¡Tenéis idea de lo mal que lo hemos pasado Hinata y yo preocupándonos por vosotros!? ¡Era horrible! ¡Es horrible! — hipo y alargó la mano hasta Hinata, ayudándola a levantarse y andando a zancadas hacia la salida. Naruto se apresuró a seguirlas seguida del Uchiha.
—Sakura— Sasuke habló tras él.
A la mujer le temblaron los hombros. Hinata miró hacia el que era su marido y tragó, parpadeando. Dos pequeñas lágrimas resbalaron por sus mejillas, sin mirarle siempre, siguió a Sakura para ponerse el abrigo con torpeza.
—Esperad— demandó alargando una mano para retenerlas. Sakura le abofeteó con todas sus fuerzas, obligando a sus dientes a chirriar dolorosamente.
—¿Esperar? — Jadeó apretando la mano con la que le había golpeado. Naruto no supo si por dolor o por no volver a golpearle—. Hubiera sido mil veces mejor que te divorciaras de mí, Naruto. Te odio. No. Os odio a los dos. No, Sasuke— levantó una mano en advertencia al ver que el moreno daba un paso hacia ella—. No vuelvas a tocarme nunca. Nunca.
Sasuke se detuvo a su lado, con los puños tan apretados que sus manos se tornaron blancas. Ambos tuvieron que ver como ambas mujeres salían de la casa, cerrando la puerta frente a sus narices, con el corazón más destrozado que si les hubieran puesto el divorcio en las manos.
¡Nos vemos en el siguiente capítulo!