Nota de Autor: Y, pues, se ha acabado. Ha sido divertido escribir esta historia, y ciertamente recibió mucha más atención de la que yo esperaba, siendo que empecé cuando el fandom ya no era tan activo y el MakoHaru no parecía ser tan popular en la comunidad en español, en ese momento. Así que les agradezco de corazón por haberle dado una oportunidad a este pequeño fic.

De verdad, han puesto cosas tan bonitas en sus comentarios que no sé qué decir. En serio me motivaron muchísimo a continuar hasta ahora, y es que este es el primer fanfic que logro terminar. Fue un gran año, y si siguieron esta historia desde el principio, entonces quiero darles un abrazo por haberme acompañado hasta aquí. Y si la empezaron a leer desde hace una semana, o si la leyeron dos años después de que la terminara, también merecen un abrazo por haber soportado de principio a fin este desastre que escribí, haha.

Espero que éste último capítulo les agrade; siendo que no tiene/no puede tener un final definitivo (y es que se trata de la evolución de la relación entre dos personas y, como muchos dicen, esa es una aventura que no se termina), pensaría que éste cierre es tan bueno como cualquiera.

Entonces, ya, por última vez, muchas gracias por leer~


Haruka y Makoto

Una vez más, Haruka se preguntó si esto era todo lo que le deparaba la vida. Pasar un receso de supervisar la exhibición en un viejo asiento del museo, buscando zapatos luminosos para adulto con la lamentable conexión a internet de su celular, ciertamente no fue algo que esperaba hacer hace un año. Aunque, la opinión general es que las cosas están naturalmente predispuestas a cambiar.

Zapatos luminosos… Dios, intentó recordar lo que era tener dignidad, y falló. Había algunos gritos apagados desde otro cuarto, pero supuso que sólo sería alguien entrando en pánico porque su pintura estaba un poco chueca. Suertudos, aquellos.

Sólo falta un mes para Navidad, contraatacó mientras laboriosamente abría otra página. No era como si tuviera alguna otra mejor idea. O, bueno, , tenía mejores ideas, docenas, pero todas parecían demasiado genéricas. No hubiera tenido problema con ello, en realidad, pero había decidido salir de su zona de confort para esto. ¡Con zapatos luminosos! Chilló otra vez para sí, y pasó su corto descanso preguntándose si debería comprar los púrpura o los multicolor.


"Vaya que es difícil contactarte estos días," resopló Rin desde su teléfono cuando salió del museo y estaba devuelta a las heladas calles. Había estado tan frío últimamente, a pesar de que no haya nevado, que ya hasta había empezado a usar guantes.

Había sido, principalmente, ante la insistencia de Makoto, y era difícil resistir cuando previamente había proveído a Haruka con una de las bufandas más suaves del planeta. Realmente, cuando Haruka la desenterró de su armario, dos ideas llegaron a su mente: (1) que, con toda honestidad, no era tan estúpidamente colorida, y (2) que se veía como la armadura perfecta para el viento de la intemperie. Había estado en lo correcto. Consecuentemente, Makoto le dio un par de guantes de lana color gris, con más determinación de la que usualmente mostraba, y lo aceptó.

"He estado algo ocupado con el asunto de la exhibición," Haruka dijo frente a la puerta principal, mirando el oscuro cielo y tapándose las orejas con el gorro. "Lo siento," añadió después de un segundo. "¿Cómo has estado?"

"Oh, igual que siempre," Rin contó con demasiada tranquilidad, dándole a Haruka la idea de que estaba en una posición mucho más cómoda que la suya, y comenzó su caminata a la estación del metro. "Ya sabes, siendo asombroso y ganando medallas mientras los menos afortunados llenan la casa de basura."

Hubo una pequeña discusión en el fondo en ese momento, y Haruka esperó a que terminara y a que se pusiera la luz verde peatonal. Sus botas eran demasiado delgadas para esto, reflexionó. La temperatura también le lastimaba los ojos, si eso siquiera tenía sentido.

"No seas grosero con tu novio," ofreció, una vez que Rin regresó a la línea, y sonrió levemente cuando éste empezó a farfullar que Sousuke no era su novio, probablemente con un sonrojo alto en su rostro. "En fin, estabas diciendo algo del equipo olímpico la última vez…"

Lo que quería decir que, hace cuatro días, cuando lo llamó para preguntarle qué le podría gustar a Gou para Navidad (siendo que el año pasado fue tan amable de enviarle una carta), y Rin terminó contándole cómo prácticamente es la estrella del equipo de natación tras haber roto el récord de un pobre infeliz. Resumía la relación entre ellos bastante bien, a decir verdad.

"Soy firme creyente en la honestidad brutal y la franqueza," decía ahora, y era poético cómo, aun así, podía moldear casi todo lo que decía a su favor. "Y sí. Me aceptaron. Puede que participe en los próximos juegos."

Instintivamente, sintió su estómago pesar. Empezó a descender las escaleras al subterráneo. "Qué bueno…"

"Sí — quiero decir, todavía quedan algunos años, así que no hay que apresurarse a nada, pero estoy trabajando en ello."

Tuvo que rebuscar su pase, pero después logró proceder a la plataforma. "Leí lo que me enviaste. El programa se ve bastante… avanzado."

Básicamente, pasó media hora analizando oraciones que no entendía sobre biología, moléculas y músculos. Se veía lo suficientemente desarrollado, en su complejidad; y Rin había querido estar en los Juegos Olímpicos desde niño, así que todo parecía perfecto.

"Eso es porque lo es," estresó Rin. "¿Por qué más me hubiera venido a Australia, entonces?" El punto estaba de su lado. Haruka notó el retraso del metro y se detuvo a esperar junto a una columna. "¿Estás entrando en pánico?" Rin preguntó, primero sorprendiéndolo y después haciendo que frunciera en vergüenza.

"…No," dijo, sintiendo su corazón latir de una manera incipientemente frenética.

Hubo un gruñido del lado de Rin. Fue seguido por un silencio reconciliador. "Sí que lo estás. Vas a estar bien."

Hizo un esfuerzo por controlar su pulso. "Lo sé," dijo, sonriendo un poco. "Tú también," continuó después de un segundo de reflexión.

Esta vez, Rin hizo un ruidito, similar a como si agitara la mano en despreocupación. "Claro que sí, ¿con quién crees que hablas?" Casi ríe, y entonces abordó el tren. "En fin, ¿cómo va todo?"

Haruka se sostuvo de un barandal. "Er, bien. Probablemente pueda infiltrarte en la fiesta de apertura…" Esa pieza de información requirió una decente cantidad de espionaje en preguntas incómodas.

"Genial. Ya era hora de que tus inclinaciones artísticas se me empezaran a pegar."

"Sí, bueno," Haruka se movió a una esquina vacía del vagón. "Si quieres, podemos salir a nadar después…," agregó en cuanto la idea regresó a su mente. "Quiero decir, podemos buscar una piscina. Si quieres."

Haruka Nanase, poeta laureado.

"No veo por qué no," fue la respuesta de Rin, no obstante, y contó las paradas; faltaban dos más. "Ya tiene tiempo." Haru hizo un ruido para decir que sí, hace años que no han nadado juntos. "La última vez fue — ya sabes."

Desapercibido, Haruka asintió. No había sido la mejor época de sus vidas. "Hace mucho tiempo," resumió.

"Así es," acordó. "Ugh, ¿qué hora es?" Haruka miró su reloj; cerca de las 4 de la tarde. Ni siquiera era el mismo horario que el de Australia. "¿Puedes creer que tengo una reunión a esta hora?" hizo otro ruido de descontento. "Me tengo que ir."

"Diviértete," intentó.

"Uh, ¿bromeas?" refunfuñó. "Como sea. Llámame mañana."

"Está bien. Adiós," dijo, bajándose del metro. Rin colgó mientras las puertas se cerraban detrás de él.


Lo siguiente fue un viaje relativamente corto a través de un yermo glacial hasta llegar a su refugio predeterminado. Su cara, piernas, pies y la mayor parte de su torso se congelaron mientras caminaba hasta su casa. Una vez allí, encontró la puerta sin seguro y, detrás, gloriosa calidez. Se quitó la mochila y sus botas en reverencia, volvió a tomar su mochila y se apresuró educadamente a su cuarto, cuidadoso de saludar a su mamá cuando pasó por la sala.

No estoy hecho para este clima, Haruka ponderó en su habitación. Pero, tampoco estaba hecho para el clima soleado, ni para el lluvioso, ni para las ventiscas, así que su queja no fue muy impresionante. Bajó su mochila sobre su cama.

Revisó la hora, soltó un suspiro, y se quitó las capas extras de ropa, empezando por la bufanda. Todavía estoy a tiempo, pensó, deshaciéndose de sus guates y su abrigo. Todo lo que no era su piel se sentía como hielo derritiéndose. Era increíble y horrible al mismo tiempo; porque sabía que tenía que irse en — vio el reloj. Siete minutos cuando mucho.

Tomó asiento en el borde de su cama y forzosamente talló sus piernas, en un intento de forzar calor en ellas. Sus mejillas dolían también, pero fueron sus labios lo que hicieron que se levantara, buscara en los cajones de su escritorio, y reclamara su bálsamo.

Cinco minutos, entonces, se dijo, mirando un reloj digital escondido, haciendo su mejor intento para pasar el tubo en sus labios sin reabrir heridas. Había sido un problema, recientemente, y únicamente era culpa de este clima inhumano.

Luego de unos minutos más de duda, se quitó la camisa, negra y decentemente gruesa para condiciones normales, y la sustituyó con un suéter similarmente negro. Aunque, bueno, este tenía unos delfines azules tejidos, pero en fin. Empezó el proceso de volverse a vestir, abrigo, guantes, bufanda colorida y gorro de lana retomando sus lugares en tiempo récord.

Botas más gruesas, esta vez, se recordó mientras tomaba otro bolso y salía del cuarto. Estaba casi en la puerta de entrada cuando escuchó a su mamá detrás de él, lo que lo hubiera hecho saltar si no estuviera envuelto en tantas capas de ropa.

"¿Otra vez afuera?" preguntó, y Haruka, educadamente, se bajó la bufanda un poco.

"Sí — tengo una…," movió sus manos un poco, analizando el techo. "…cita," terminó.

"Oh," su mamá dijo, y no hubiera sido nada justo si elegía ese momento para decir algo que acabara con el humor de Haruka, justo antes de salir al abismo. "Espero que estés lo suficientemente abrigado, entonces," continuó, y fue tan perfectamente civil que Haruka se sintió mal por sus prejuicios.

"Uh, sí, lo estoy. Gracias," ahora analizó el piso, y tomó un par de pasos más a la puerta. Botas más gruesas, no lo olvides, volvió a recordarse, tomándolas y poniéndoselas.

"Diviértete," dijo su mamá, sonriendo, provocando que él levantara la vista de sus agujetas.

"Gracias," repitió, y se apuró a salir, no tanto porque la interacción lo haya asustado, sino porque, oficialmente, quizá, posiblemente, se le hizo tarde.


No llegó tarde, al final. El café había estado en su campo de visión desde que salió del subterráneo, y Makoto sólo tuvo que esperar a que caminara, quizá, unos 200 metros.

Clases a las 8 de la mañana, museo a las 12, casa a las 4:30, y de vuelta a la ciudad a las 5:20. Haruka no era un individuo particularmente acostumbrado a tener días tan ajetreados, pero no se sintió ni cerca de cansado hasta que lo encontró. Makoto estaba usando una bufanda beige, esponjosa y enorme alrededor de su cuello — y, bien, también en sus hombros. Sus hombros se veían bastante cómodos en ese momento, Haruka pensó con resentimiento.

"¿Todo bien hoy?" Makoto preguntó, no viéndose tan frío o cansado como Haruka se sentía

"Supongo," Haruka dijo distraído, porque sus manos apenas estaban comenzando a descongelarse en sus bolsillos, y estaba por tanto en una guerra entre dejarlas ahí o tocar la cara de Makoto. No queriendo decir que fuera obligatorio tocar su cara, por supuesto, pero había sido un largo día. "¿Qué hay de ti?"

"Tuve un buen día," Makoto sonrió, levantándose ligeramente el gorro, para que el cabello dejara de caerle en los ojos. "Alguien pidió un frappuccino, en este clima. Casi había olvidado cómo prepararlo, pero salió bien."

La atención de Haruka seguía centrada en su gorro, no obstante. Se veía como si la bufanda de Makoto hubiera tenido un bebé gris, el cual trepó a su cabeza y formó su nido ahí. Se le veía bien, Haru pensó. Era lindo.

"Obviamente no te pagan lo suficiente," dijo, porque, sin importar que tan baja estuviera la temperatura, escuchar la risa de Makoto seguía siendo un objetivo noble. Como consecuencia, sus dientes se congelaron.

"Obviamente," risa se transformó en una sonrisa que probablemente no tenía permiso de ser tan encantadora, y Makoto empujó su hombro con el de él para que empezaran a caminar. "Estaba pensando que podíamos pasear un rato, beber algo caliente en algún lugar, posiblemente visitar — hay una venta de caridad para los huérfanos, cerca del centro, ¿sabías? También podemos ir a otras tiendas…"

Levantó una mano a su boca, y Haruka notó agradecido que sus guantes eran un profundo color rojo con estrellas estampadas. Todos necesitaban consistencia en sus vidas, después de todo. Para algunos, eso significaba que las leyes de la física siguieran igual. Para Haruka, significaba que Makoto siguiera usando ropa más o menos ridícula.

"…Necesito una nueva tetera," Makoto continuó, pensativo, pero inmediatamente se detuvo. "Ah, lo siento," agitó una mano. "Me quedé hablando..."

"Creo que una bebida caliente estaría bien," Haruka dijo en lugar de responder. Sus manos se habían descongelado, así que arriesgó sacar una del bolsillo para tomar la de Makoto.

"¡Claro!" Makoto asintió, brillante. Su agarre era como un abrazo tamaño mini. Esto no detuvo a Haru de querer un abrazo tamaño Haruka, de cualquier manera. "Ahora, cuéntame de tu día."

Haruka soltó un suspiro, anticipando la inminente transformación de sus dientes y lengua a hielo. Aun así, se puso a hablar.


Cómo Makoto logró meter una tetera entera — antigua, pintada a mano, barata y horriblemente bonita — en su mochila sin romperla fue todo un milagro que iba más allá de la comprensión de Haruka. Sin embargo, cuando salieron del pequeño cenador en el que disfrutaron una taza de cidra tibia, cerca de un centro comercial, dio cuenta de que había cosas más importantes en las que pensar. Como el hecho de que

"Está nevando," dijo, mirando al cielo como si fuera una tragedia griega.

"Oh," Makoto respondió quedamente, pero su brazo lentamente fue a los hombros de Haruka, así que quizá no estaba tan devastado. Estaba oscuro y frío y nevando; Haruka se pegó a su cuerpo. "Te voy a comprar waffles calientitos, y no hay nada que puedas hacer para detenerme," dijo después, después de un periodo de reflexión que Haruka no notó.

"¿Qué?" encontró la fuerza para preguntar. Makoto apuntó al otro lado de la calle, a través de la espesa nieve. Había, efectivamente, un puesto de waffles. Si se concentraba, casi hasta podía oler la vainilla y la masa. Su cabeza le dolía un poco. "Como quieras."

Minutos después, sus dedos ardiendo por el crujiente waffle, Haruka decidió que su día no iba nada mal, aún si algunos copos de nieve se le metieron en la boca. Tomaron refugio bajo un árbol, pero no es como si les sirviera de mucho; al menos las calles se habían llenado de más personas, así que la nieve no alcanzaba a llegar al piso.

A su lado, Makoto masticaba y veía la nieve en el aire con una expresión seria. "Tomando todo en cuenta, esto es bastante inconveniente."

Haruka asintió, pero eligió tomar otra mordida a añadir algo a esa declaración.

"Quiero decir," Makoto movió su waffle por los vientos, lo que era una verdadera pena, porque así sólo iba a lograr que se enfriara más rápido, "está arruinando mis lentes de contacto."

Haruka masticó un poco más, mirando la calle. Entonces, volteó a ver a Makoto y, se percató, que estaba pestañeando más de lo necesario. Oh, pensó. Huh…

No lo había observado. "Podemos tomar el autobús si quieres..."

Mejorando medianamente su pestañeo, Makoto le dio una sonrisa reconfortante. "No, no pasa nada. No está tan mal," lo miró y seguramente notó la ofendida incredulidad en el rostro de Haruka. "De verdad," y rio, para enfatizar su punto.

Sólo sacó un resoplido y un puchero de Haruka. "Cómete tu waffle."


"Probablemente no pueda salir a ningún lado hasta después de Año Nuevo," Haruka admitió, ojos siguiendo la capa de nieve esperando ser aplastada por sus botas. Aquí no había tanta gente.

"Hm," Makoto cambió la posición de sus manos ligeramente, calentando otro parche de piel helada. "No hay problema. Todavía tendremos algunos días."

Tal vez, pero esos días vendrían después del estrés de la fiesta de inauguración de la exhibición, así que Haruka no sabía que tan buena compañía sería. Qué suerte tenían en que ninguno de los dos parecía buscar, particularmente, emoción en su relación, si no habrían llegado a un punto muerto desde hace tiempo.

"Antes de eso, puedes venir a discutir técnicas para fuertes de almohada," Makoto sonrió y Haruka escondió su propia sonrisa detrás de su bufanda.

"Todavía pienso que hay que buscar un tutorial paso a paso," murmuró contra la colorida lana. La última vez, que fue en verano, había caído sobre sus cabezas y hecho que KitKat se enojara con los dos por una semana entera. "Recuérdame llevarte un boleto para la fiesta de inauguración, por cierto," cambió de tema.

"¿Ya, tan pronto?" Haruka le lanzó una mirada para decir no, pero uno nunca puede ser demasiado precavido con este tipo de cosas. "Está bien, lo tendré en mente."

Entonces, con eso acordado, los pensamientos de Haruka regresaron a almohadas y sábanas. "Cuando viva solo, voy a reservarte un poco de espacio, para que ahí puedas construir tu nido," declaró, tratando en vano de ver a través de la tormenta de nieve.

Eso fue demasiado atrevido en dos niveles distintos, pensó, pero no se retractó.

El hombro de Makoto chocó contra el suyo brevemente. "Wow, gracias, eres una de las personas más amables que conozco," dijo, en ese tono que usan las personas cuando están bromeado, pero diciendo la verdad al mismo tiempo.

Entonces debes buscarte un mejor séquito, Haruka pensó, pero no duró, y sonrió en su lugar. "Pero sólo va a ser una pequeña esquina."

"Más que suficiente," Makoto dijo con convicción. "¿Pero qué crees? El resto del lugar te lo tendrás que compartir con KitKat."

"Lo sé," Haruka asintió, seriamente. "Está todo fríamente calculado."

"Bien," Makoto cambió su agarre otra vez y, en serio, si no lo hubiera hecho, Haruka probablemente estaría muriendo de frío. Así, caminar en una nevada calle, en la noche, siendo gradualmente congelado hasta los huesos, no se veía tan mal.

Sólo estuvo el pequeño percance de que la nieve se le metía en los ojos, y la nariz, y la boca, y hacía que el flequillo le cayera en los ojos, que la ropa le pesara más, y que caminara con dificultad por la nieve entre sus pies. Haruka estornudó, preguntándose cuánto faltaba para la siguiente estación subterránea.

"¿Estás seguro que estás bien?" le preguntó a Makoto, porque aún no superaba el abrupto descubrimiento de su debilidad visual.

Realmente, lo hubiera notado antes, pero sus experiencias de vida no lo habían preparado para diferenciar un estuche de lentes de contacto de una caja elegante de hilo dental, así que los misterios del baño de Makoto se mantuvieron intactos.

"Positivo," Makoto contestó, pero agachó la cabeza levemente. "Aunque sería lindo si no camináramos a contraviento por un momento."

De acuerdo. No había mucho viento, pero, como aun así podía mover cubetazos de nieve en su dirección, aceptó que era una inconveniencia. Cambiar de curso, no obstante, no se veía muy buena opción, después de haber caminado tanto.

"Podrías, uh." Vagos ademanes señalaron un significado secreto a Makoto. Ante su cara de confusión, Haruka dobló sus esfuerzos.

"Oh," Makoto dijo, aunque probablemente seguía sin entender, sólo para ser educado, pero Haruka se detuvo de cualquier forma.

Posiblemente fue una mezcla de necesidad y desesperación lo que hizo que Makoto eventualmente entendiera y siguiera sus instrucciones. Principalmente, le dio la espalda al viento y escondió su rostro en el cabello de Haruka. Escudo humano no era algo que Haruka hubiera considerado agregar a su Currículo, pero parecía ser bastante bueno en ello. Afortunadamente habían dejado la mayor parte de la multitud hace cientos de metros. Sintiéndose más afectivo de lo usual, entrelazó sus manos detrás de la espalda de Makoto.

"Mucho mejor," Makoto dijo en su cabello, quizá refiriéndose al refugio improvisado. "Gracias, Haru-chan."

Las mejillas de Haruka dolían por el frío, así que consideró seguir el ejemplo de Makoto y esconder su cara en la bufanda beige flotando cerca de su cabeza. Pero, alguien tenía que mantenerse en guardia, en caso de que una estampida de personas fuera a aparecer, así que no lo hizo.

"Si también quieres que te cante una canción de cuna…" Haruka ofreció de buen humor, porque su oposición al canto era sólo un poco más famosa que su oposición al baile.

Apropiadamente, Makoto rio, abrazándolo. "No hagas que pierda la cabeza."

"Creí que dijiste que era una ocurrencia común contigo," Haruka bromeó, sintiendo sus dedos comenzar a entumirse, pero sin dejar el abrazo.

"Cierto," Makoto dijo, y levantó la cara para verlo a los ojos. "Sólo que usualmente es — en situaciones más dramáticas."

Una ceja fue levantada. "¿Tal como…?"

Makoto sonrió, y aunque Haruka ya se haya acostumbrado a la cercanía en lo que a ellos dos respecta, contuvo la respiración por un momento. "Varias cosas; llevar a KitKat al veterinario por primera vez, la audición para salir en esa obra de teatro en primaria…"

Oficialmente no podía sentir los dedos, pero estaba bien. Haruka le devolvió la sonrisa. Sintió un copo de nieve derretirse entre sus labios un momento después.


Lunes, soleado, y lleno de nieve, Haruka estaba sentado en una banca (cubierta de nieve), mirando algunos perros y esperando a que su cuerpo dejara de temblar de nervios. Los perros estaban usando suéteres. En cinco horas, sería la fiesta de inauguración de lo que sería su primera exhibición de arte.

Lo más irritante era que sentía que no podía tragar bien. De todas las cosas que le podrías pasar, no puede tragar bien. Igualmente, sus huesos se sentían inmateriales y temblorosos al mismo tiempo. También, su bufanda olía al apartamento de Makoto. Posiblemente, también su abrigo; y su gorro. Su camisa seguramente olería al detergente de su mamá.

Había tres pequeños perros y todos estaban usando suéteres tejidos y correteando alrededor de un muñeco de nieve. Estaban a metros de Haruka. También tenían gorritos tejidos. Haruka se preguntó si hubiera sido mejor ir a una librería, para calmar sus nervios. Pero entonces, una librería no tendría adorables perritos jugando en la nieve. O quizá sí, quién sabe.

Una vez que empezó a acostumbrarse a los guantes, los encontró bastante efectivos. Ya no se congelaba tanto, aunque el aire seguía tan frío como los rayos del sol contra su cara eran brillantes. Esperaba que no se fuera a quemar; eso es lo que se gana por no escuchar cuando todos le dijeron que usara bloqueador.

A esta hora, Rin debería estar en una reunión familiar, así que no podía llamarlo; aún. Lo más probable es que Rin le mande un mensaje, casual y desesperadamente pidiéndole que llame para salvarlo de cualquier situación en la que se hubiera metido. Pero hasta entonces, no tenía mucho qué hacer, con la excepción de mirar perros. Era lo suficientemente entretenido, pero eso no quitaba que estuviera temblando en el interior. De vez en cuando, miraría sus manos, sólo para encontrarlas improbablemente quietas mientras sentía disolverse desde el interior.

Uno de los perros había entrado a su proximidad inmediata, y estaba ahora inspeccionando extrañamente sus botas. Haruka frunció; pensaba que sus botas eran perfectamente razonables, que no daban motivo alguno para ser miradas con tanta desconfianza. Al menos no son naranjas. El perro no parecía ser agresivo. Sin embargo, no sabía cómo acariciarlo sin desacomodar su gorrito. Problemas de gran importancia.

Tardó como cinco minutos, y entonces Haruka empezó a acariciar su nariz de la forma más extraña. He estado conviviendo con gatos por demasiado tiempo, decidió. Nadie le prestó atención. Hasta donde él sabía, estos perros bien podrían ser una alucinación por el estrés. Otro perro se acercó, y fue, consecuentemente, sometido al mismo tratamiento.

Haruka se hubiera preguntado qué estaba haciendo, pero encontró que se estaba divirtiendo.

Nada mejor que un par de perros terrier antes de una experiencia potencialmente traumática, razonó, sonriéndoles. Sentía que se había perdido de un mundo de diversión; debería pasar más tiempo entre caninos. Había muy pocas cosas aterradoras en ellos. Son pequeñas cojines de pelo, Haruka poetizó. Puede que su interés fuera influenciado por sus coloridos suéteres. Le recordaban a Makoto.

Para cuando una ancianita llegó para recoger dichos cojines, su celular ya estaba esperando con un texto sin leer. Justo a tiempo, Haruka pensó, mirando la hora.

De:T. Makoto
Para:N. Haruka
15:03 PM
ok estoy listo. ven por tu orden especial en cuanto tengas tiempo

15:03 PM

(*´◡` *)

Sería estupendo en comerciales, Haruka pensó con cariño, y se puso de pie. Sus piernas le dolían un poco, aunque no hizo más que estar sentado ahí por una hora. Causa y efecto, pensó. Al menos logró acariciar unos perros.


"Bienvenido," Makoto sonrió como un copo de nieve en su primera tormenta. Hoy no estaba nevado, Haruka se recordó.

"Hola," empezó a quitarse los guantes en lo que se acercaba a la barra, pensando que habían exagerado con la hogareña atmósfera invernal en el café, ese año. Había muchas decoraciones rojas, sin mencionar el constante olor a canela y jengibre.

"¿Cuánto tiempo tengo?" Makoto preguntó, levantándose la manga para checar su reloj. Estaba cubierto de planetas, Haruka podía constatar. Había estado ahí para la mágica compra.

"Tanto como necesites. Puedo estar aquí por dos horas." Después, tendría que ir a arreglarse para asistir a la masacre, la purga, la ejecución de inocentes. Después, tendría que ir a la fiesta.

El sonido de la cafetera era tan estruendoso como siempre, y resultó terapéutico para la salud mental de Haruka. A pesar de su experiencia con el café, Makoto parecía tardar preparando el caldero de magia oscura que le había prometido. Sólo había otros dos clientes, que llegaron después de Haruka para pedir té; era bueno, porque si no, Haru hubiera pasado un mal rato esperando su orden.

Mirando a Makoto, inclinado sobre su obra maestra, agregando quién-sabe-qué, Haruka se sintió un año más joven. Era una sensación extraña, viscosa y pegajosa, residiendo en algún lugar, profundo en su pecho. Era agradable, casi, pero demasiado inquieto para saber.

"Aquí tienes," Makoto alzó una taza de cerámica azul, sonriéndole a lo que sea que estuviera adentro. "Te hará sentir mejor."

Haruka frunció, porque no recordaba decirle que se sintiera mal, y le gustaba pensar que no era tan transparente. "¿Es seguro?" preguntó, centrando sus ojos en la taza.

"Perfectamente," Makoto la puso en una bandeja, junto a una cuchara de té, un par de servilletas, y un pastelillo. "Oh, y mira lo que aprendí a hacer," añadió con júbilo, y Haruka miró a la taza para encontrar un gato dibujado en la espuma.

Sonrió. "Espumoso," declaró, e hizo que Makoto se alegrara más. Quiso extender la experiencia tanto como pudiera, así que continuó. "¿Cómo está tu dragón?"

Hubo una pausa en lo que Makoto le pestañeaba, descifrando la pregunta. Entonces se disolvió en una sonrisa. "KitKat está bien. Es temporada de sabotear las decoraciones."

"Me alegra," Haruka dijo, tomando su bandeja y caldero mágico.

Al parecer, eso no era lo que Makoto quería, porque inmediatamente hizo un gesto con la mano. Pero Haru no estaba dispuesto a dejar su bandeja. Un día de estos, el gerente lo va a atrapar, musitó, dándose la vuelta para buscar una mesa. Si se refería a la obsesión de Makoto con no dejar que pagara ninguna de sus bebidas, o al hecho de que parecía hablar más de lo que Haruka recomendaría en horas de trabajo — aunque, claro, para él esto significaba una o dos líneas más que un saludo, pero Haruka tenía fuertes opiniones al respecto — era de poca importancia.

Ignorante de sus pensamientos, Makoto lo siguió hasta la mesa, dejando a los otros dos baristas en su lucha contra la increíble cantidad de clientes. O, bueno, sólo era un cliente. Pero aun así, Haruka refutó, sentándose en una muy necesitada silla acojinada. Mucho mejor que una banca congelada del parque, tan siquiera.

"¿Vas a estar bien?" Makoto preguntó, jugando con su libreta de órdenes, para dar la ilusión de que estaba trabajando.

Difícil de decir, Haruka pensó, analizando las galaxias dentro de su taza. "Eso creo."

"Todo saldrá bien, vas a ver," Makoto dijo. Levantando los ojos, le fue ofrecida una suave sonrisa. "De una u otra manera, estaré ahí, digamos, ¿20 minutos antes? ¿Eso estaría bien?"

Oh, cierto. Haruka tenía que ir a la inauguración. Dos minutos de olvidarlo lo dejaron completamente indefenso. "Er," consecuentemente enunció. "Sí, estaría perfecto." Después, un pensamiento. "Gracias."

La libretita regresó al bolsillo del mandil, para dejar que Makoto acariciara el cabello de Haruka. Sip, definitivamente se va a meter en problemas, Haruka remarcó ausentemente, pero se sentía más sorprendido que fatalista en ese momento. Era lindo, los segundos que duró.

"Todos van a adorar tu pintura, ¿sabes? Estarás bien," Makoto le dijo momentos antes de retirar su mano. Las palabras parecían más fáciles de creer así.

"Supongo que sí," Haruka intentó sonreír, levantando sus hombros en vergüenza. Recordó un viejo dogma, y lo recitó. "Y si no, quizá después pueda ir a tomar un café."

Infiriendo por el brillo en ojos esmeralda, ese era un buen plan. Le había funcionado antes, después de todo.