No estaba nada nerviosa, sin duda. Sabía que iba a venir y sabía que él iba a picar. No le culpaba, siempre caían todos. Rize Kamishiro una chica de unos 21 años, estaba sentada en una mesa dentro de la cafetería esperando ser atendida. Miraba la carta de arriba a abajo una y otra vez pero no se aclaraba qué pedir.

"Hmmmm… el Nespresso parece bueno ¡no, espera! El café con hielo mejor, ¡ah no! Creo que si eso el capuchino…"

Y así paso alrededor de un cuarto de hora hasta que llegó a su conclusión final:

¡Decidido! ¡El café con hielo!

Pidió uno y se puso a esperar. Miró un rato distraídamente por la ventana, no tardaría en llegar, aquel chico siempre venía a esta cafetería y hoy no iba a ser la excepción. Ella era una ghoul y la gente su comida. Así era la cadena alimenticia y ella no podía hacer mucho para remediarlo, aunque se decantaba siempre por la carne joven que tiene mejor sabor, está más blanda y es una excelente fuente de proteínas. Después de un rato esperando una camarera de mediana edad le sirvió. Dio un sorbo al café y se puso a rebuscar en su bolso algo aburrida. No esperaba ver gran cosa y encontró algo que casi había olvidado. Se trataba de un libro negro algo viejo, con la sensación de que no había sido abierto en bastante tiempo. "Vaya, vaya ¿qué tenemos aquí?" pensaba ella mientras lo cogía con cuidado para verlo mejor. Lo levantó y leyó el título: "El huevo de cabra negra".

Aquel libro le traía malos recuerdos y lo guardó rápidamente. Cierta vez en cierto lugar hubo otra persona que llamó su atención y eso casi le costó la vida, usaron sus órganos internos para una operación de urgencias a otro chico y luego la secuestraron y se la llevaron a un laboratorio, allí experimentaron con ella y con su kagune, triste sin lugar a dudas. Pero ahora ella no estaba para recordar viejas aventuras, estaba feliz porque al fin después de tanto tiempo iba a comer carne y eso había que celebrarlo.

Solo podía pensar en por dónde empezar a comérselo, ¿por la cabeza o por los pies? ¿Pequeños bocados o grandes mordiscos? Bueno, ya se vería sobre la marcha.

Entonces la puerta se abrió y un joven entró. Era un chico menudo y delgado, con el pelo castaño y de ojos marrones, parecía que venía de buen humor porque tenía en la cara esa clásica risita contenida. A juzgar por su aspecto era algo mayor.

-Empieza el espectáculo-murmuró mientras hacía que centraba toda su atención en el café-.

El chico pasó a su lado disimulando una mirada, ella hizo que lo ignoraba. Había perdido algo de práctica en eso y no sabía cómo continuar.

-A ver, a ver… no perdamos la calma. Esto era fácil. Esto… emmm… ¿Cómo era? ¡Ah sí! Finjo el típico mini-accidente y ya está.

La chica miró disimuladamente a ambos lados y dio un manotazo al vaso de café tirándolo al suelo para romperlo.

Nadie excepto la camarera que le atendió pareció darse cuenta. Ella fingió sorprenderse y con su ayuda se puso a limpiar el charco que se había formado en el parqué con servilletas de papel. Mientras limpiaban Rize se disculpó.

-Lo siento, fue culpa mía si tengo que pagar algo por favor dígamelo.

-No pasa nada muchacha-dijo la camarera amablemente-ha sido un accidente, los accidentes pasan.

Estaban a punto de acabar y el chico no venía. Decidió lanzarse y poner algo más de su parte cortándose ella misma con un trozo de cristal del vaso.

-¡Ay ay ay ay!-gemía falsamente mientras veía de reojo como por fin el chico se acercaba a ella .

-¿Estás bien?-preguntó el chico inocentemente mientras le tendía un paquete de pañuelos-.

Rize lo cogió y con una sonrisa falsa le contestó.

-Por supuesto, solo ha sido un cortecillo…

No pasa nada estoy estudiando para medicina y los cortes superficiales son mi especialidad-dijo con cierto orgullo-.

-Qué curioso… la mía también.