Hola gente hermosa! Bueno, he terminado el primer capítulos de mi nuevo Fanfic. Yeeeeiiiii! Para la gente nueva que en su vida ha leído uno de mis dos fics, hola y bienvenidos! Para la gente que ha leído uno o los dos, gracias por volverme a dar una oportunidad y que lean mis fics! Bueno, este fic, como dice en la descripción, tratará de cuando las tortugas tenían 4 años y eso es todo lo que quiero decir! En mi opinión, este fic va a dar mucho más miedo que los dos pasados así que si te gusta el terror y TMNT estás en el lugar indicado. Bueno, espero que les guste!
TMNT no me pertenece.

No Estámos Solos
- Lo vi entrar por la puerta de mi cuarto. Estaba ahí.- Dijo señalando hacia la puerta. -Primero, sólo se quedó ahí, parado, mirándome. Después, se acercó y me preguntó si quería jugar con él. Aunque Sensei no nos deja dormirnos tarde, dije que sí porque él estaba triste. Me di cuenta de eso porque estaba llorando. Le dije que pasara y saqué mis juguetes para jugar con él... ¡pero Rafa entró a decirme que me callara!
- ¡Mikey, estabas hablando solo en tu cuarto cuando entré y no me dejabas dormir! ¡No había nadie más contigo! ¡Además, somos los únicos en la alcantarilla!
- ¡No es cierto! ¡Iba a jugar con él, pero tu lo asustaste!
- ¡Si hubiera habido alguien contigo y yo lo hubiera asustado no hubiera podido desaparecer!
- ¡No desapareció! Él está en...
- ¡Basta! ¿Qué está pasando aquí?
Splinter salió de su cuarto hacia la sala, donde sus hijos de 4 años peleaban a mitad de la noche.
- Lo sentimos Sensei. Mikey y Rafa nos despertaron a Donnie y a mi.
- ¡Mikey dice que encontró a otro niño en la alcantarilla! ¿Podemos ser sus amigos Sensei?- Dijo Donnie con emoción.
- ¿Qué parte de "Mikey estaba solo cuando llegué" no entienden?
- ¡Claro que no Rafa! ¡Él estaba conmigo!- Gritó Mikey con lágrimas en los ojos por la frustración.
- ¡Mentiroso!- Le gritó Rafa.
- ¡No estoy mintiendo!
- ¡Rafael! ¡No le vuelvas a decir mentiroso a tu hermano! ¡Pídele una disculpa ahora!
- ¡Pero Sensei...!
- ¡Dije ahora!
Rafael estaba enojado, con los brazos cruzados y negándose a pedir disculpas.
- ¡Rafael! ¡Dije que te disculpes!
- ¡No quiero!
- Ok, vamos a ver si puedo hacerte cambiar de opinión. Si no te disculpas a la cuenta de tres, voy a castigarte tu mantita.
- ¡Pero Sensei! ¡No puedo dormir sin ella! - Dijo llorando.
- Es tu decisión Rafael. Uno...
- ¡Sensei no! ¡Mi mantita no!
- Dos...
- ¡Sensei!- Gritó con lágrimas corriendo por sus mejillas.
- Y...
-... Lo siento Mikey.- Dijo con voz casi inaudible.
- Gracias Rafael. Ahora, Miguel Ángel, ¿dices que encontraste a un niño?
- ¡Claro que no! ¡Él estaba sólo!
- ¡Silencio Rafael! ... ¿Miguel Ángel?
- Si, entró a preguntarme que si quería jugar con el. Le dije que sí porque estaba triste y yo no quería que llorara más. Iba a jugar a Los Vengadores con él cuando Rafa llegó a asustarlo.- Dijo Mikey secándose las lágrimas.
- ¿Crees que sea cierto Sensei? -Dijo Leo, mirando a su maestro con una cara de esperanza y de que porfín tendrían un amigo con quien jugar.
- ¡Sería genial!- Gritó Donnie.
- Miguel Ángel, ¿porque no le dices a tu amigo que pueden jugar mañana? Hoy ya es muy tarde y tienes que descansar para el entrenamiento de mañana.
- Hai Sensei. - Respondió.
- Y ustedes 3 también. Buenas noches hijos míos.
- Buenas noches Sensei.- Respondieron los tres juntos.
Splinter regresó a su cuarto tranquilo. Seguramente Miguel Ángel había inventado un amigo imaginario. Le rompía el corazón que sus hijos tuvieran que inventar amigos imaginarios porque no podían hacer amigos reales.
Los cuatro se quedaron callados a la mitad de la sala. Mikey y Rafa un poco más tranquilos y limpiándose las lágrimas.
-... Rafa, ¿Tienes una mantita?- Dijo Donnie entre risas.
- ¡¿Qué?! ¡Claro que no!
- ... ¿Entonces porque lloraste tanto cuando Sensei te dijo que la iba a castigar?- Dijo Leo riendo.
- ...¡Cállate Leo! ¡Sólo tienes envidia porque yo tengo una y tu no!
- Si, mírame. Muero de la envidia porque mi hermanito tiene una mantita.- Dijo a carcajadas.
- ... Está esponjosita...- Respondió Rafa para su defensa, lo cual no le funcionó muy bien, ya que todos sus hermanos estaban muertos de la risa.
- ¿Saben que? ¡Me voy a dormir!- Dijo caminando hacia su cuarto.
- ¡Awww! ¿Ya te vas a dormir con tu mantita esponjosa? - Rió Leo, a lo cual no tuvo respuesta, ya que su hermano estaba encerrado en su habitación.
- Bueno chicos,- Bostezó Leo.- Me voy a dormir. Buenas noches.
Y con eso, Leo desapareció por la puerta de su cuarto, cerrando la puerta detrás de él.
- Yo igual me voy a dormir. - Dijo Mikey. - Buenas noches Donnie.
Mikey se dio la vuelta, dirigiéndose a su habitación.
- Mikey, espera.- Dijo Donnie.
- ¿Qué pasa Donnie.?
-... ¿Enserio encontraste a un niño?- Preguntó con curiosidad.
- ¿Tu sí me crees?- Dijo Mikey sonriendo.
- No lo se. Sería muy raro que un niño entrara a la alcantarilla.
- Lo se. Cuando lo encontré, yo también me sorprendí.
- ¿Puedo verlo?- Preguntó.
- No lo se. No se sí se fue porque se asustó cuando Rafa entró... Pero cuando lo encuentre, te lo enseñaré.
- ¿Lo prometes?
- Si Donnie.
- ¿Por el meñique?
- Si.
Los dos niños, después de hacer su promesa por el meñique, se fueron a dormir.
Al otro día, los niños se levantaron temprano y se fueron a desayunar.
Desayunaban cereal con leche. Todos estaban callados. La noche anterior todos se habían peleado con todos, excepto por Donnie, que siempre había sido el más tranquilo para esos casos. Rafa estaba enojado con Mikey porque por su culpa lo habían regañado y lo habían amenazado con quitarle a su mantita y estaba enojado con Leo por haberlo molestado por tener una mantita. Mikey estaba enojado con Rafa, porque gracias a él, pensaba que Leo jamás le creería y estaba enojado con Leo por no creerle. Leo no estaba enojado con ninguno de los dos, pero sabía que los dos estaban enojados con él, así que decidió no hablar.
Donnie, por otro lado, estaba aburrido, así que decidió preguntarle a Mikey por el niño que se había encontrado la noche anterior.
- Oye Mikey... ¿Encontraste al niño de ayer de nuevo?
- No... ¡Gracias a Rafa!
- ¡¿Por qué gracias a mi?!- Dijo el temperamental niño de 4 años enojado.
- ¡Ya te lo dije! ¡Tu lo asustaste!
- ¡Claro que no!
- Leo, ¿¡Verdad que lo asustó y que gracias a él tal vez no lo vuelva a ver!?
- Leo, ¿¡Verdad que Mikey está mintiendo y que no hay niños en las alcantarillas!?
Leo estaba indeciso. Si le daba la razón a Rafa, seguramente su hermano menor se sentiría ofendido y empezaría a llorar como la noche anterior, y si le daba la razón a Mikey, seguramente terminaría muy malherido por Rafa. Odiaba ser el hermano mayor.
Leo no sabía que hacer, hasta que, gracias a Dios, su Sensei llegó a salvarlo.
- No me digan que siguen con la misma pelea de ayer.
- ¡Sensei, es que Mikey no acepta que no había nadie con él!- Gritó Rafa.
- ¡Y Rafa no acepta que está mal y que un niño entró a mi cuarto!
- ¡Los dos, cambien de tema! ¡No quiero volver a escuchar que están hablando de lo mismo! ¿Entendieron?
- ...Hai Sensei.- Respondieron.
- Muy bien. ¿Listos para entrenar?
- ¡Hai! - Respondieron todos juntos.
Splinter llevó a sus hijos al Dojo.
- Muy bien hijos míos, hoy les enseñaré a meditar. Creo que ya tienen la edad suficiente para concentrarse lo suficiente para meditar.
- Sensei, ¿eso significa que hoy no vamos a aprender ataques o defensas?- Dijo Rafa desilusionado.
- No Rafael. Hoy lo enfocaremos a el arte de la meditación. Quiero que todos se sienten en el suelo. Esto es muy fácil. Solamente, tienen que evitar las distracciones. Empezaremos por algo simple. Quiero que pasen 10 minutos sin que ninguno de ustedes hable o se mueva. Quiero que se sienten y cierren los ojos.
- Sensei, no creo lograrlo.- Dijo Mikey.
- Miguel Ángel, ¿cómo quieres lograrlo si ni siquiera crees que puedes hacerlo? Es sencillo. Diez minutos sin hablar o moverse. ¿Ok? Cada que alguien se mueva, abra los ojos o hable, el tiempo vuelve a empezar.
Todos se sentaron y cerraron los ojos. El tiempo comenzó a contar. Los cuatro niños se concentraron en lo que les había dicho su Sensei, pero a los cuatro se les hacía muy difícil. El tiempo se les pasó eterno, pero lograron pasar los 10 minutos sin hablar moverse o abrir los ojos.
- Muy bien hijos míos. Ahora el nuevo reto es hacer exactamente lo mismo por 20 minutos pero ahora, traten de no pensar en nada. Concéntrense en su respiración.
- ¿Y cómo sabrás quien lo está haciendo y quien no?- Preguntó Donatello.
- Porque 20 minutos es lo suficiente para que alguien entre en transe. No en uno profundo, pero es lo suficiente. Voy a ver quienes lo logran y quienes no. Su motivación puede ser que quien no lo logre, se va a quedar toda la tarde practicando conmigo hasta que lo logre. Quienes lo logren, tienen el resto de la tarde libre.
El tiempo comenzó. La habitación se quedó en silencio. Pasaro minutos... Eternos. Mikey trataba de concentrarse en su respiración, pero no podía. Tantas cosas en que pensar. Meditar era aburrido... Inhala, exhala, inhala, exhala, inhala... De pronto, un gran dolor de cabeza invadió su meditación. Mikey trató de no hacer ningún ruido, no quería quedarse toda la tarde con Splinter. Inhaló y exhaló profundamente. Cada que se caía y se hacía un raspón, Splinter siempre le decía que el dolor estaba en la mente. Pensó en eso. "El dolor está en la mente..." Lo repitió varias veces, pero el dolor no cedía. El dolor era fuerte y agudo. Parecía ser que en lugar de que el dolor bajara, cada vez era mas fuerte. De pronto, no pudo más y abrió los ojos. Todos, su Sensei, Leo, Rafa y Donnie estaban sentados con los ojos cerrados.
- ¡Sensei! ¡Me duele la cabeza!- Gritó.
El niño esperó la respuesta de su maestro, pero no reaccionó. Mikey corrió a agitar a Splinter, pero no despertó.
- ¡Chicos! ¡Por favor! ¡Alguien despierte!- Le gritó a sus hermanos. Ninguno hizo caso. Mikey comenzó a llorar. El dolor era muy fuerte y ninguno de sus hermanos parecía notarlo.
- ¡Chicos!- Gritó de nuevo. Nadie reaccionó. Mikey apretó su cabeza con sus manos y se arrodilló. Quería que el dolor parara. De pronto, vio a alguien asomado en la puerta del Dojo. Era el mismo niño que había ido a su habitación la noche anterior. Pequeño, como de su edad, su estatura era más o menos igual a la de él, era rubio y tenía unos grandes ojos azules, llenos de lágrimas. El niño vestía con una camisa gris de manga larga que parecía quedarle grande. El niño, al ver que Mikey lo había visto, se dio la vuelta y se fue. De pronto, a Mikey ya no le dolía la cabeza. Se sentía perfectamente bien. Al ver que ni su Sensei ni ninguno de sus hermanos notaba que él no estaba meditando, decidió seguir al niño, olvidándose rápidamente de su dolor de cabeza. Mikey corrió fuera del Dojo a buscarlo. Mikey vio al niño correr hacia su habitación.
- ¡Espera!- Le gritó.
Mikey entró a su habitación. A dónde el niño había entrado. Mikey hizo a un lado todos los juguetes viejos que había tirados en su cuarto, caminó hacia su cama y se agachó. Ahí estaba el niño. Estaba debajo de la cama llorando.
- Sabía que estabas ahí. ¿Porqué lloras?- Le preguntó Mikey.
El niño no respondió, solo lo miró fijamente. De pronto, Mikey escuchó unos gritos. Provenían del Dojo. Mikey miró al niño antes de irse. Su tristeza en la cara había cambiado. Ahora sonreía, aún con lágrimas en los ojos. A Mikey no le importó y corrió hacia el Dojo a toda velocidad. Al entrar, Mikey no pudo evitar gritar y llorar de nuevo. Sus hermanos y su Sensei estaban muertos en el suelo, llenos de sangre. Mikey sintió que se ahogaba. No podía respirar. El dolor de cabeza volvió y Mikey, llorando y gritando cayó al suelo.
- ¡Miguel Ángel!- Escuchó, era casi un susurro, pero la voz parecía estar gritando.
- ¡Mikey!- Escuchó de nuevo. Esta vez, la voz era más aguda e igual se escuchaba como si estuviera gritando, pero era un susurró.
Las voces continuaron oyéndose, cada vez más fuertes. El dolor de cabeza continuaba y aún no podía respirar. Mikey seguía llorando más por su Sensei y por sus hermanos que por el gran dolor que sufría.
- ¡Miguel Ángel!- Escuchó. Mikey abrió los ojos de golpe. Vio a sus hermanos y a su Sensei mirándolo preocupado. Ya no le dolía la cabeza. Ya podía respirar.
- ¡Sensei! ¡Chicos! ¡Pensé que habían muerto!- Dijo, mientras se levantó a abrazarlos.
- Miguel Ángel, tranquilo. Podrías volverte a desmayar.- El dijo Splinter.
- ¿Que?...- Dijo el niño extrañado.
- Mikey, dejaste de respirar. Casi mueres.- Le dijo Donnie.
- No, eso no puede ser. Solamente tenía dolor de cabeza. Ya no. Sentía como que me ahogaba pero estoy bien.
Los niños miraron a Splinter. Su hermano se sentía perfectamente bien y había estado al borde de la muerte.
- Muy bien hijo mío, sólo, trata de descansar ¿Ok?
- Hai Sensei.
- Bueno, eso es todo por hoy.- Terminó Splinter.
Antes que nadie, Mikey fue el primero en salir corriendo del Dojo. Entró a su habitación y miró debajo de la cama. No había nada. Él estaba seguro de que el niño debía estar ahí. Él lo había visto, pero al parecer todo había sido un sueño.
Mikey salió de su habitación decepcionado. El niño ya no estaba y ni siquiera había podido hablar con él en su sueño. Luego, vio a Donnie caminar hacia él. Se veía preocupado.
- Mikey, ¿enserio estás bien? Te ves pálido.
- Si Donnie, estoy bien. Enserio.
- ¿Que te pasó? Dejaste de respirar.
- Si, ya se. No tengo ni idea de que me pasó. Todo fue muy raro. Primero llevaba como dos minutos meditando y me empezó a doler la cabeza muy fuerte así que me levanté y le grité a Splinter, pero ni él ni ustedes me hicieron caso. Luego vi al mismo niño que ayer entró a mi habitación y se me quitó el dolor y lo seguí. Lo encontré debajo de mi cama llorando. Justo cuando le iba a hablar, escuché gritos en el Dojo y... Creo que vi al niño sonreír. Corrí al Dojo y...- Mikey no quiso hablar de eso. Comenzó a llorar.
- ¿Que pasó Mikey?- Le preguntó Donnie.
- Los vi a todos muertos y todo estaba lleno de sangre. Empecé a llorar y luego sentí que no podía respirar y me caí. El dolor de cabeza volvió y empecé a escuchar sus voces y luego me desperté.- Lloró.
Donnie lo abrazó. De pronto escucharon la voz de su Sensei.
- Miguel Ángel. ¿Puedo hablar contigo un segundo?
- Hai Sensei.
Mikey corrió de nuevo hacia el Dojo.
- ¿Que pasa Sensei?
- Te ves muy pálido. ¿Seguro que te sientes bien?
- Hai.- Dijo sonriente.
- ¿No quieres que te revise?
Mikey negó la cabeza inmediatamente. Sabía como terminaría eso y a él no le gustaba que le encajarán agujas largas y filosas en la piel.
- Está bien. Si te sientes mal sólo avísame y encontraremos cual es el problema ¿Ok?
Mikey volvió a sonreír y asintió con la cabeza.
- Muy bien hijo mío, ve a divertirte con tus hermanos.
Mikey llegó con sus tres hermanos, quienes estaban en los túneles de la alcantarilla y habían apilado sobre una pequeña barda de ladrillos que ellos mismos habían formado varias botellas de vidrio que habían sacado de la basura y estaban jugando a tirarlas con una pequeña resortera que Splinter les había regalado.
- ¡Yo también juego!- Dijo Mikey al llegar corriendo con sus hermanos.
- ¿Entonces ya te sientes bien?- Le preguntó Leo.
Mikey asintió con la cabeza.
- ¿Ya ves? ¿Qué tal que sólo alucinaste al niño de ayer?- Le preguntó Rafa, cosa que de inmediato hizo enojar a Mikey. Rafa lo hacía sentir como un mentiroso.
- ¡No lo aluciné!- Gritó.
- Mikey, ¿si no lo alucinaste donde está entonces?- Dijo Rafa, con intenciones de ganar esa pelea.
- ¡Lo vi cuando me desmayé!
- ¡Entonces sí lo alucinaste!
- ¡Claro que no!
- ¡Mikey, ningún niño estaría en la alcantarilla a menos de que ese niño tuviera problemas en el cerebro!
En ese momento, una de las botellas que estaba apilada, se cayó al suelo como por arte de magia, rompiéndose en muchos pedazos pequeños y además, enterrando varios vidrios en la pierna de Rafa, quien estaba cerca de las botellas. Rafa gritó al sentir el vidrio penetrando su piel y sangre comenzó a escurrir por las aberturas que le habían hecho esos siete pedazos de vidrio que estaban encajados.
- ¡Sensei!- Gritó Leo mientras veía a Rafa con una gran expresión de dolor y con lágrimas comenzando a salir.
Mikey asustado, miró hacia lo más obscuro de la alcantarilla, y ahí pudo ver la escalofriante mirada de ese niño, que aún lloraba, pero sonreía mientras veía a su hermano llorar.
- ¡Rafa! ¡Ahí está en niño!- Le gritó.
Rafa volteó llorando, pero no había nadie.
- ¡Cállate Mikey! ¡Esto no es divertido! ¡T- Todo es tu culpa!- Dijo tartamudo por su llanto.- ¡T-Tu empujaste la botella!
- ¡Claro que no! ¡Yo no toque nada!- Se defendió Mikey.
De pronto, Splinter llegó corriendo.
- ¿Que te pasó?- Preguntó asustado al ver la pierna sangrando de su hijo.
- M-Mikey se enojó y tiró la botella.- Lloró.
- ¡No lo hice!
- No importa eso.- Dijo Splinter, cargando el pequeño cuerpo de su hijo.- Vamos a sacarte esos vidrios de la pierna o se te va a infectar.
- ¡No Sensei! ¡No! ¡Me va a doler!- Gritaba Rafa mientras su Sensei se lo llevaba cargando.
Leo, Donnie y Mikey se quedaron ahí.
- Mikey, ¿Enserio no fuiste tu?- Preguntó Donnie.
- ¡No! ¡Lo juro! ¡Se cayó sola!
- Bueno, yo digo que vayamos a ayudar a Sensei. Por lo que escucho, no le está yendo muy bien con Rafa...- Dijo Leo, y era cierto. Podían escuchar a su Sensei gritarle a Rafa que se dejara de mover y a Rafa gritarle a Sensei que lo dejara en paz porque le dolía.
Leo y Donnie se dieron la vuelta, mientras que Mikey se quedó mirando al obscuro pasillo de la alcantarilla donde había visto al niño.
- ¿No vienes?- Preguntó Donnie.
- Uh... Ahorita los alcanzo... Es que... No quiero estar ahí cuando le quiten los vidrios a Rafa...- Mintió.
- Bueno, te vemos allá.- Le dijo Leo.
Donnie y Leo se dieron la vuelta y caminaron hacia el Dojo, donde Splinter estaba sacando los vidrios de la pierna de Rafa. Mikey, al ver que sus hermanos se habían ido, decidió ir a buscar al niño.
Caminó lentamente hacia el obscuro túnel, donde lo había visto. Antes de entrar, se quedó parado. No sabía si seguir o no. Algo le decía que era mejor regresar con sus hermanos y con su Sensei, pero él quería encontrar a ese niño. No había tenido la oportunidad de hablar con él y vaya que quería preguntarle varias cosas, así que, ignoró el mal presentimiento que sentía, respiró profundo y, sin mirar atrás, entró al túnel.
Mikey miró a sus alrededores. En esos momentos, no le haría mal una linterna. No podía ver nada. Sólo veía negro. Siguió adentrándose en el largo túnel.
- ¡Niño!- Gritaba. Nadie le respondía.
De pronto, Mikey escuchó un ruido de algo caerse, luego, creyó ver una sombra correr. Mikey saltó asustado, soltando un gritó ahogado. Se quedó ahí parado, paralizado por el miedo. Nunca le había gustado la obscuridad. A decir verdad, se le hacía aterradora. En la noche, siempre dormía con una vela prendida. Odiaba no poder ver con claridad lo que había a su alrededor. Se controló. No quería llorar. Después de respirar profundo y tranquilizarse un poco, notó que un olor a muerto invadía el lugar. Miró con un poco más de claridad hacía lo que estaba frente a él. Vio una silueta de un hombre. No vio bien que era, pero parecía ser un hombre mirándolo. Mikey no se movió. Estaba aterrado. Vio que la silueta dio un paso hacia él. Ahora estaba más cerca. Mikey no sabía que hacer.
- ¡Mikey!- Escuchó, haciendo que saltara del susto. Era la voz de Leo.
Mikey miró hacia atrás y, lejos en la entrada del túnel, podía ver las dos siluetas de sus hermanos. Luego, miró hacía en frente, donde estaba la silueta del hombre, pero esta había desaparecido.
- ¡Mikey! - Volvió a escuchar. Era Donatello esta vez.
Mikey no contestó. Sólo corrió hacia la entrada del túnel, donde sus hermanos lo esperaban.
- ¿A dónde fuiste?- Preguntó Leo.
- Uh...- Mikey se quedó pensativo. No quería contarles nada de lo que había pasado.- Sólo quería ir a... Ver que había allá.- Dijo.
- Bueno, no importa. Sensei no quiere que te dejemos sólo.
- Si, y además, dice que vayas a ayudar. Todavía le quedan dos vidrios enterrados a Rafa y... Digamos que no está cooperando mucho...
Mikey podía escuchar los gritos de su hermano, que ahora también tenían llanto. Miró hacía el túnel de nuevo. Igual que como la última vez que había mirado, la silueta se había ido por completo.
- Vámonos Mikey.- Dijo Leo.
Mikey siguió a sus hermanos al Dojo, donde los gritos de Rafa los aturdían al entrar.
Splinter los miró estresado, con unas pinzas en una mano y sosteniendo la pierna de Rafa con la otra, quien estaba sentado en el suelo llorando y gritando.
- Rafael, ya cálmate. Sólo faltan dos vidrios y si te quedad quieto no dolerán cuando los saque.
- ¡Es que no me duelen cuando los sacas, me duele cuando les pones alcohol!- Lloraba el niño.
- Lo siento, pero hay que desinfectarlos...- Dijo Splinter, logrando sacar otro vidrio y limpiando la cortada con un algodón con alcohol, haciendo a Rafa gritar.
- Niños, ¿porqué no me ayudan a poner la mesa? En cuanto termine con Rafael comeremos ¿Ok?
Los niños asintieron y se sintieron liberados. Ver como le sacaban los vidrios a Rafael y escucharlo gritar no era la experiencia más agradable.
Los tres niños caminaron hacia la cocina y comenzaron a hacer lo que su Sensei les había pedido.
-... Oigan, ¿creen que haya posibilidad de que.. No seamos los únicos viviendo en las alcantarillas?- Preguntó Mikey, sin poder sacarse de la mente la aterradora experiencia que había vivido minutos antes en el túnel.
- Mikey, supéralo, no hay niños viviendo aquí.- Contestó Leo.
- Bueno, y... ¿Qué tal si no es un niño?- Dijo. Lo que había visto él, no parecía ser un niño. Parecía ser un adulto, ya que era alto y no estaba nada flaco.
- Mikey, respóndeme algo, ¿que estaría haciendo un señor aquí en las alcantarillas?- Razonó Donnie.
- No lo sé... Olvídenlo.- Concluyó Mikey. No quería hablar más del tema. Además de que sus hermanos lo trataban como loco, no quería revivir lo que había pasado en ese túnel.
Una vez que habían terminado de poner la mesa, todavía esperaron unos minutos más a que llegaran su Sensei y Rafa. Cuando llegaron, Rafa llegó lleno de lágrimas secas y tenía varios benditas en las piernas, donde se había encajado los vidrios. Los niños se sentaron en la mesa a esperar a su Sensei, que servía algas en sus platos. Una vez que los sirvió, se sentó y todos comenzaron a comer.
La comida fue callada y aburrida. No había mucho de que hablar y además, no querían hablar. Rafa se veía molesto y su Sensei estresado, así que los tres niños decidieron no hablar. Por otro lado, Mikey parecía estar en las nubes, ya que no podía dejar de pensar sobre lo que había visto en el túnel minutos antes. Estuvo todo el tiempo mirando hacia su plato, sin comer, pero cuando levantó la cabeza, estaba sólo en la mesa.
-... ¿Chicos?...- Dijo temeroso.- ¿Sensei?...
Nadie le contestó.
Mikey miró a sus alrededores asustado. No tenía idea de lo que estaba pasando. De pronto, vio a una niña asomada por la puerta de la cocina. La niña tenía el cabello color café y largo hasta el pecho y un fleco. Ella era alta y flaca. Lágrimas caían desde sus grandes ojos verdes. Al ver que la tortuga la había visto, la niña corrió.
- ¡Espera!- Gritó Mikey, levantándose rápidamente de la silla y corriendo hacia la salida de la cocina. Cuando salió, no había rastro de la niña, pero había un gran camino de... ¿Globos? ¿De dónde habían venido? Mikey siguió el camino de globos, que lo llevó hacia el Dojo. Al entrar, encontró lo que había esperado no volver a ver nunca en su vida. Era la misma imagen que había visto antes. Los cuerpos de Sensei y de sus hermanos tirados en la alfombra del Dojo, la cual estaba llena de sangre. Era todo igual, excepto por que ahora habían globos en el Dojo, rodeando a los cuerpos de su familia. Mikey gritó y comenzó a llorar. ¿Sería cierto esta vez? ¿Alguien los había matado? Mikey se tapó la cara con las manos. De pronto, cuando decidió quitar las manos de su cara, ahí estaba, sentado en la mesa. Su Sensei y sus hermanos lo veían extrañados, mientras que Mikey lloraba.
- ¿¡Mikey que te pasa ahora!?- Gritaba Leo desesperado.
Mikey, al ver que todo estaba normal, se limpió rápidamente las lágrimas.
- N-Nada...- Dijo, volteando a ver hacia la puerta de la cocina verificando que la niña no estaba.
- Miguel Ángel, ¿estás seguro de que estás bien?- Preguntó Splinter.
- Uh... Si... Sólo un poco mareado. Creo que iré a mi habitación.- Dijo, levantándose de la mesa, dejando ahí su plato con algas. Ninguno tuvo tiempo de preguntar algo mas, ya que Mikey salió corriendo de la cocina. En cuanto salió de la cocina, paró para observar como ya no habían globos que lo conducían al Dojo. Confundido, caminó hacia su habitación, sin atreverse a mirar hacia las afueras de la alcantarilla y tratando de no tropezar. Estaba muy mareado. Llegó a su cuarto y cerró la puerta con seguro. No quería escuchar nada. Lo invadió un fuerte dolor de cabeza. Se sentó en su cama, tapándose la cara con las manos. De pronto, escuchó una voz. Era de una niña.
- Mikey...
Mikey se destapó la cara para ver quien estaba ahí. No había absolutamente nadie.
- Queremos ser tus amigos.- Esta vez, era la voz de un niño.
- No los conozco.- Respondió Mikey, reprimido por el dolor de cabeza.
- Claro que si. Ya nos viste. Éramos los niños en tu sueño.
- ¿Que quieren?- Preguntó llorando.
- Solo queremos advertirte.-dijo la voz de la niña.
- ¡¿Sobre que?! ¡Déjenme en paz! ¡En mi sueño ustedes mataron a mi familia!- Gritó furioso mientras se sujetaba la cabeza, ya que sufría un dolor de cabeza insoportable.
- No fuimos nosotros.- Dijo el niño.
Mikey abrió los ojos por una última vez y, lo único que pudo ver, fue su habitación con dos sombras escondiéndose a los pies de su cama. Después de eso, sólo vio negro.

Mikey escuchó golpes. Golpes muy fuertes. Abrió los ojos, viendo borroso. Estaba mareado aún. Los golpes venían de afuera de la puerta.
- ¡Mikey!- Gritaban. Era la voz de Rafa. - ¡Mikey! ¡Abre la puerta!- Sonaba preocupado. Parecía estar llorando.
Mikey no contestó. Estaba muy mareado.
- ¡Mikey!... Viene por mi...- Luego de ese gritó, hubo silencio. Luego, escuchó a su hermano gritar de nuevo, pero este gritó era distinto.
Mikey juntó todas sus fuerzas para levantarse sin volver a caerse, ya que sentía que el suelo se movía y, en ese momento, su visión no era la mejor. Tratando de no caerse, corrió hacia la puerta, quitó el seguro y, tambaleándose, logró abrirla. Su hermano no estaba, pero había un gran camino de sangre en el suelo. El camino daba vuelta en el túnel de la alcantarilla. Mikey, asustado a más no poder, decidió seguir el camino e ir a buscar a su hermano. Antes de que pudiera dar un paso hacía en frente, sintió un gran dolor agudo en su espalda. Pronto, se sintió mareado de lo que estaba y cayó al suelo. Sentía que algo mojado se resbalaba desde su caparazón hasta sus piernas. Miró y, era sangre, su sangre. Mikey no pudo más y, perdió la conciencia.

Mikey escuchó golpes. Golpes muy fuertes. Abrió los ojos. Ya no estaba viendo borroso. Tocó su caparazón por la espalda. Ya no había sangre. Tampoco estaba mareado.
- ¡Mikey!- La voz de Rafa de nuevo, afuera de su habitación. Se escuchaba diferente. Ya no se escuchaba ni llorando ni asustado. - ¡Mikey! ¡Abre la puerta!- Mikey se asustó. Eran exactamente las mismas palabras que en su sueño.- ¡Sabes que a Sensei no le gusta que cerremos las puertas con seguro!
Mikey suspiró. Su hermano no estaba en peligro, pero tal vez él si. Estaba en peligro de recibir un castigo de su Sensei por cerrar la puerta con seguro.
Mikey se levantó de inmediato y abrió la puerta.
- Mikey, dice Sensei que...- La expresión de su hermano cambió de enojado a preocupado.- ¿Estás bien? Estás mucho más pálido que en la mañana...
- Uh... Si. Estoy bien.
- ¿Seguro?- Dijo Rafa, aunque no esperó a que su hermano contestara.- Bueno, el punto es que Sensei quiere verte en el Dojo. Está enojado porque cerraste la puerta y desobedeciste.
Mikey miró hacia el suelo. Sabía que recibiría un castigo. Al mirar abajo, vio las piernas de su hermano, llenas de benditas.
- ¿Tu estás bien por lo de los vidrios?
Rafa negó con la cabeza.
- Me duelen.- Dijo.
- Mikey, Sensei te está esperando.- Dijo Leo, camino a su habitación.
- ... Argh... Tengo que ir.- Dijo corriendo hacia el Dojo.
Rafa miró hacia el cuarto de su hermano. Desordenado, como de costumbre. Luego, vio una hoja de papel tirada en el suelo. De todas las cosas tiradas en el suelo, esa definitivamente le llamó la atención. Mikey rara vez dibujaba. Era muy flojo como para tomar un lápiz y hacer un dibujo. Rafa se aseguró de que ninguno de sus hermanos estaba ahí, luego entró a la habitación de Mikey y levantó la hoja que estaba en el suelo. La hoja tenía algo escrito en ella. Era difícil de comprender. Sensei apenas les estaba enseñando a leer y a escribir. Rafa se concentró. Eran solamente... siete palabras. Sabía que podía descifrar lo que esa hoja decía. Pensó en ir con Donnie, pero le preguntaría que estaba haciendo en el cuarto de su hermano. Entre ellos, siempre habían tenido la regla de no entrar al cuarto del otro sin su permiso. Después de varios minutos, Rafa pudo descifrar la primera palabra. Si sus conocimientos no le fallaban, la primera palabra era "cuidado". La segunda era fácil. Sólo tenía tres letras. Eran la C, la O y la N. Formaba "con". Después de todo, no era tan difícil. La tercera palabra era aún más fácil. "El". La cuarta palabra empezaba a dificultarlo. Empezaba con una H. Según él, esa letra era como invisible porque no sonaba. La segunda letra era una O. Rafa ya había dominado las vocales. La tercera letra tenía un palito y dos arcos. ¿Era N o M? Aún confundía esas dos letras. Se saltó esas dos y continuó con la cuarta letra. Ay no... ¿Esa era una B o una D? Según él, era una B. La letra que seguía la conocía bien. Era la letra con la que empezaba su nombre. "R". La otra letra era la E. Si juntaba todo, había dos posibilidades. Que dijera Honbre u Hombre. Al parecer, era hombre. Lo leyó completo. "Cuidado con el hombre..." Le faltaban tres palabras y dos de ellas eran cortas. Las descifró rápido. La quinta era "en" y la sexta "las". Sólo le faltaba la última. Reconocía esa palabra. Su Sensei la había puesto de ejemplo en una de las clases. Además, estaba seguro de que tenía que ser un lugar. Después de un rato de pensar, recordó. "Alcantarillas" era la última palabra. La hoja decía "Cuidado con el hombre en las alcantarillas.". Rafa tomó la hoja y la llevó a su habitación. ¿Qué quería decir su hermano con eso?
Mientras tanto, Mikey estaba en el Dojo, parado en un sólo pie y con tres libros enormes en la cabeza.
- ¿Cuanto tiempo me falta Sensei?- Preguntó.
- Te quedan... Veinte minutos exactamente.
- ¿¡Qué!? ¡Pero llevó como diez minutos!- Reclamó.
- Si, tu castigo dura treinta minutos.
- ¡Sensei!
- Un consejo, concéntrate porque si bajas el pie, el tiempo vuelve a empezar.
- ¿Puedo sujetar mi pie? Se está cansando.
- No, no puedes sujetarlo, si lo haces, el tiempo vuele a empezar. Pero, cuéntame. ¿Porqué te levantaste de la mesa?
- Porque estaba mareado.
- Antes de eso estabas como en una especie de "shock" ¿quieres decirme porque?
- Uh... Nada. Sólo me quedé pensando.- Mintió.
- Ok. Otra pregunta. ¿Enserio te sientes bien? Estás muy pálido.
- Si Sensei, van como diez veces que me dicen eso hoy. Y si, si me siento bien.- Dijo con una sonrisa.
Por un lado, era bueno que el castigo no lo hiciera pensar en los tres sueños que había tenido en el día ni en lo que había visto en las alcantarillas, pero por otro lado, su pierna se estaba cansando, y mucho.

Rafa estaba sentado en su cama, con la hoja de papel, que había encontrado en la habitación de su hermano. Sostenía la hoja en las manos. Ya la había leído por lo menos unas diez veces. En todas decía lo mismo. "Cuidado con el hombre en las alcantarillas". ¿A que se refería Mikey? Les había hablado sobre un niño, pero, ¿sobre un hombre?

El castigo terminó. Mikey porfín pudo bajar su dolorido pie y quitarse los pesados libros de la cabeza.
- Puedes retirarte hijo mío.- Dijo Splinter.
- Gracias Sensei.- Dijo Mikey al salir corriendo del Dojo de su maestro. Al salir, Mikey se quedó parado, mirando hacia las alcantarillas. ¿Quien era el que estaba ahí afuera? ¿Qué tal que no era tan malo después de todo? Mikey corrió hacia la cocina, tomó una lámpara y volvió. Vio que nadie lo viera. No tardaría tanto. ¿Qué podría pasar? Suspiró y se llenó de valor y, al comprobar que no había testigos, corrió hacia los túneles. Después de caminar un poco, llegó a donde estaban jugando esa mañana. Aún había un poco de sangre en el suelo y estaba lleno de vidrios rotos. Miró hacia el obscuro túnel donde había visto la sombra de ese hombre. ¿De verdad haría eso?... Si. Estaba seguro. Lo iba a hacer. Tal vez porfín tendría un amigo humano. Encendió la lámpara y entró al túnel. Caminaba despacio. Tenía la sensación de que alguien lo observaba desde la obscuridad. El olor a muerto volvió a surgir. Mikey vio una pila de algo tirado en el suelo, pero antes de que pudiera ver que era, escuchó un ruido detrás de él. Mikey contuvo el grito y volteó rápidamente. Había globos tirados en el suelo. ¿Estaba soñando? Tomó un globo. Eran reales. Después de ver fascinado los globos que había detrás de él, decidió voltear a ver que había tirado en el suelo. Al voltear, pudo ver de cerca quien lo observaba. Un payaso. Sonriente y con unos globos que volaban mientras él los sujetaba con su mano . Su cara blanca estaba sucia al igual que su nariz roja. Vestía un traje blanco con puntos de colores, también manchado por suciedad.
- ¿Eres un payaso de verdad?- Preguntó asombrado el niño.
El payaso no dijo no una sola palabra, solamente asintió con la cabeza, sonriendo.
- ¿Que haces aquí?- Dijo, ya que no era muy común encontrar payasos en las alcantarillas.
De nuevo, el payaso no habló, lo único que hizo fue levantar los hombros, como diciendo "no sé".
- ¿Eres mudo?
El payaso asintió con la cabeza, fingiendo estar triste.
- ¿Quieres ser mi amigo?
El payaso volvió a sonreír y asintió con emoción.
Mikey sonrió. Tenía un amigo. De pronto, Mikey escuchó que sus hermanos lo llamaban.
- Ay no, vienen mis hermanos...- Susurró. - Luego vengo. Será mejor que no te vean. Me irá muy mal si descubren que estoy con un humano.
El payaso puso una expresión triste.
- Prometo volver, pero me tengo que ir. Adiós.
Mikey salió corriendo del túnel, dejando atrás al payaso. Al salir del túnel, Mikey se topó con sus tres hermanos.
- Mikey, ¿dónde estabas? Sensei lleva buscándote como por veinte minutos. - Dijo Leo.
- Uh... Es que olvidé una flecha en la mañana.- Dijo inseguro.
- ¿La encontraste? - Preguntó Donnie.
- No... No está.- Colcluyó.
- Podemos ayudarte a buscarla.- Insistió Donnie, a punto de entrar al túnel.
- No, no es necesario.- Dijo con una sonrisa inocente.- Ya busqué por todos lados y no está.
- Bueno, hay que regresar.- Dijo Leo.
Rafa lo miraba extrañado. Aún seguía pensando en esa nota. Sentía que su hermano no estaba diciendo la verdad. Sabía que había algo más en todo eso, pero solamente se quedó callado y caminó con sus hermanos.
Llegaron a su casa, donde su maestro estaba parado en la sala, esperando a que llegarán sus hijos. La preocupación podía reflejarse en su expresión.
- ¡Miguel Ángel! ¿Dónde estuviste? - Dijo al verlo.
- Uh... Fui a buscar una flecha. No la encontré.
- ¿Cuantas veces te he dicho que decirte que avises cada que vayas a salir?
- Uh... Ni idea. No es como que las cuente.- Dijo, arrepintiéndose luego al ver la furiosa cara de su Sensei.
- Miguel Ángel, estás castigado. No tienes permitido salir a jugar a la alcantarilla por una semana. ¿Quedó claro?
- Pero Sensei...
- ¡Dije que si quedó claro!
- ... Hai Sensei...
- Bien.- Dijo dándose la vuelta hacia el Dojo.
Mientras tanto, Rafa estaba en un argumento. Preguntarle o no a su hermano sobre la nota que había hallado en su habitación.
Mikey estaba intranquilo. ¿Cómo podría ir a visitar a su nuevo amigo ya que tenía estrictamente castigado poner un pie afuera en las alcantarillas?
- M-Mikey...- Escuchó. Era Rafa.- Uh, ¿puedo hablar contigo un minuto?...- Preguntó.
A Mikey le extrañó eso. Eran pocas las veces, tal vez nulas que su hermano le decía eso.
- Uh... Claro.- Dijo.
Mikey siguió a Rafa a la cocina, un lugar alejado de todos los demás.
- Mikey... ¿Puedo preguntarte algo?
- Uh... Si...- Dijo inseguro. No tenía idea de a donde llevaría todo eso.
- Bueno, resulta que... Entré a tu habitación...
- ¡Rafa! ¿Porqué hiciste eso? Sabes sobre las reglas de no entrar a la habitación del otro a menos de que tengas el permiso.
- Si, lo siento mucho, pero enserio me llamó la atención ver eso tirado en el suelo...
- ... Y... ¿Qué es eso?
- La hoja de papel, donde escribiste "Cuidado con el hombre en las alcantarillas."
- ¿Que? Yo no escribí eso.
- Pero es tu letra.
- Rafa, ni siquiera me sé la mitad del abecedario.- Dijo con una pequeña risita.
- Te la enseñaré. Estoy seguro de que fuiste tu. Son los feos jeroglíficos a los que llamas letras.
- Pero yo no hago...
- Ven, sígueme.- Dijo Rafa, levantándose de la mesa de la cocina. Mikey se levantó y lo siguió. Llegaron a la habitación de Rafa, donde emparejaron la puerta en lugar de cerrarla para evitar un castigo. Rafa se agachó y de abajo de su cama, sacó un papel doblado en varias partes. Lo abrió y se quedó mudo.
- ¿Que pasa? ¿Es ese?- Preguntó Mikey.
- Uh... ¿Entraste a mi habitación?
- No, estaba con Sensei cumpliendo mi castigo y luego salí a las alcantarillas. ¿Porqué?- Preguntó el niño con curiosidad.
- ... La palabra "hombre" está tachada. Hay algo escrito en su lugar, y si, es tu letra.
- Pero yo no...
- Mikey, ¿me puedes hacer un favor y traer uno de tus apuntes que Sensei nos ha hecho copiar? De esos en donde nos pone a escribir palabras.
Mikey asintió con la cabeza y salió corriendo a su habitación, donde los guardaba. Mikey después de como diez minutos de buscar, encontró una de las arrugadas hojas de sus apuntes. Salió de su cuarto y entró al de su hermano, no sin antes emparejar la puerta.
- Listo.- Dijo entregándole la hoja a su hermano.
Rafa colocó las dos hojas juntas. Mikey miró con asombro. Era exactamente la misma letra, pero estaba seguro de no haberlo hecho.
- Rafa, te lo juro que yo no escribí eso.
- Creo que descifré lo que dice la nueva palabra.
- ¿Y que dice?
- Payaso. Si lo juntas dice "Cuidado con el payaso en las alcantarillas."

Bueno, eso es todo! ¿Qué les pareció? La verdad es que tengo una gran fobia a los payasos, así que se me hizo padre hacer algo así. Espero que les haya gustado! Prometo subir el próximo capítulo en cuanto lo termine. Odio hacerlos esperar!
Todo comentario se aprecia! Escriban lo que piensan sobre este fic!
Bueno, los amo y hasta el próximo capítulo!