Lo que pasó no era nada nuevo, ella jamás hacía nada bien, era una inútil, la más inútil de sus extensiones.
Era ya la tercera vez que la enviaba a por Inuyasha y su grupo, y era la tercera vez que no hacía lo que tenía que hacer. No era complicado entretenerlos solo por unas horas, hasta sus jodidas marionetas podían entretenerlos, pero claro, ella no podía, y eso anula todos sus planes.
-Kanna, ve por Kagura.-Era momento de recalcar este planteo con ella.
Vio como la albina niña se retiraba de la habitación. Pocos minutos después pasó por la puerta una alta mujer de ojos carmín, que no soltaba su abanico.
-Que sucede Naraku, ¿me enviaras nuevamente por Inuyasha?, ¿o ahora será por Kikyo?
-Eres una insolente, te he mandado a llamar, porque creo que voy a prescindir de tu presencia.-La expresión de la muchacha cambio de una neutral a una de asombro.-A no ser que me des una razón para que esto no sea necesario, y que me demuestres que no eres una inútil.
-¡NO SOY UNA INÚTIL!.-Cómo se atrevía a decirle inútil, ella solo había lo que él le pedía.- No es culpa mía que el maldito hibrido siempre encuentre la forma de vencerme.
-Además, no puedo pretender que tanto Kanna como Hakudoshi cumplan perfectamente sus tareas, cuando tú, que eres como su hermana mayor, no puede retener a un grupo de soquetes por unas horas. Demuéstrame que no eres una inútil.
-Pero no soy una inútil.-Naraku le dedicó una mirada que expresaba claramente que estaba en desacuerdo.- bueno, no soy una completa inútil; por lo menos sirvo de mal ejemplo.
Por increíble que pareciera, él sonrio, y ella, solo se fue, él no iba a terminar con su vida, por lo menos no de momento.