Disclaimer: El anime InuYasha es propiedad de Rumiko Takahashi, esta historia es sin fines de lucro.
Desde que Naraku desapareció del Sengoku, el grupo de Inuyasha comenzó a vivir una vida normal. Sango y Miroku aun trabajaban con el asunto de los demonios que aterrorizaban aldeas o a palacios de terratenientes y así conseguir comida extra o algunas monedas de oro, tenían tres adorables hijos, unas gemelas (Mina y Sayumi) de 5 años, y el pequeño Danko de 3 escasos años. Al nacer el tercer hijo de esta hermosa pareja, Kirara decidió regresar a la aldea y dejar que Kohaku siguiera con su carrera de exterminador en aldeas más lejanas, aunque se supone que él también vivía donde su hermana, daba largos viajes para conseguir más pago, su cuñado y su hermana se ocupaban de las aldeas de los alrededores para no descuidar mucho tiempo a los pequeños y él se iba un poco más lejos por dos o tres semanas y luego volvía con las ganancias, las cuales, no solo eran destinadas a su hogar, sino también a aldeanos vecinos que ya no podían trabajar tanto como antes porque su edad era avanzada o por enfermedades que no se los permitía. Kohaku en verdad era un pan de Dios y tan solo con 15 años.
La cabaña de Sango y Miroku era grande, porque grande era su familia, habían conseguido hacerla de dos pisos y habitaciones suficientes para cada miembro de la familia e incluso para la visita, no era que recibieran muchas visitas pero a veces Shippou se quedaba en su casa cuando se peleaba con InuYasha. Y a pesar de que pasaron casi 6 años desde la muerte del despreciable hanyou, Shippou no había crecido mucho, aparentaba unos 12 años.
La anciana Kaede aún vivía, un poco rejuvenecida porque no tenía que gastar energías para proteger la aldea ni para tareas pesadas, simplemente se dedicaba a armonizar la misa de la semana y a entrenar a las posibles candidatas a sacerdotisas, que, curiosamente, Rin era una de ellas. La chiquilla de bella sonrisa había estado en cuidado de la anciana y el grupo de InuYasha desde que Naraku partió al otro mundo, cuando Kaede vio más allá de su alma, se percató de inmediato que la niña poseía vestigios de poder espiritual más que un humano cualquiera. Rin estaba próxima a cumplir 12 lindos años, aún poseía esa cara de niña pequeña y tierna, pero su cuerpo había empezado a madurar, en un par de años más podría estar de casadera, si es que Sesshoumaru se lo permitía. Por cierto, hablando del Lord de las tierras del Oeste, como ya sabemos desde el término del anime, cada cierto tiempo (un mes) visitaba a su protegida y le traía varios regalos, casi siempre eran kimonos, adornos para el cabello, calzado, una que otra joya, bueno, en realidad le traía lo que él quería más lo que la niña le pidiera, lo último que le llevó fue una espada con la cual entrenar aunque Sesshoumaru no estaba muy conforme con esa idea, todo el mundo sabía que él no se negaba a lo que Rin pidiera, que si bien le decía que no en cuanto la niña azabache se lo pedía, a los 2 minutos de puchero se convertía en un "veremos" y prácticamente para Rin eso era un "si" indudable.
Hasta ahora, todo muy bien en la vida de todos, pero las cosas iban diferentes en la cabaña donde vivían InuYasha y Kagome. Desde que ella pudo regresar al Sengoku, podía ir y venir libremente, trayendo cosas de un lugar a otro. Se había titulado en medicina con honores y su trabajo era en el campo de la investigación, con lo cual ella estaba maravillada porque podía trabajar tanto en el Sengoku como 500 años después, simplemente se llevaba su laptop con varias pilas de larga duración bien cargadas, aunque de todos modos hacía tiempo que ella se había llevado un generador de luz a base de gasolina, pero eso lo usaban para cosas un poco más importantes; como para los electrodomésticos que Kagome había llevado para hacer menos pesada su vida ahí y la de cualquier aldeano que necesitara un poco de ayuda, también para una que otra lámpara que necesitaba encendida cuando curaba enfermos .
InuYasha había construido su cabaña cuando ella estaba ausente, era de un solo piso pero espaciosa y con lo que Kagome podía traer de su época lucia bastante moderna para el tiempo en el que estaba.
Al principio, cuando la azabache de ojos azules volvió, las cosas iban muy bien, desde el primer día Kagome quiso dormir en un cuarto separado de donde dormía InuYasha, algo raro, pero su excusa fue que se había desacostumbrado a su compañía y de todos modos no encontraba correcto dormir en la misma cama si no estaban casados.
De hecho, he ahí el problema, durante unos cuantos meses las cosas se habían hecho como ambos querían, InuYasha cedía un poco y Kagome también otro poco; les funcionaba, pero hacía un año que Kagome le daba indirectas a InuYasha de que formalizaran su relación y por fin se casaran, pero él desviaba el tema y cuando era ella la que se lo proponía, él decía que no estaba hecho para esos compromisos, que las cosas como estaban, estaban perfectas, pero la azabache no estaba contenta con eso.
Cerca del río, una mujer de esbelta figura, cabello negro como la noche, piel blanca como la nieve y vestida con un ligero vestido rosa, se encontraba ahí parada, con el viento soplando en sus mejillas, ondeando su sedoso pero rebelde cabello, viendo al horizonte, mientras, un hanyou de vestimenta roja caminaba a ella con sigilo para darle una sorpresa, por la espalda la alcanzo, le tapó los ojos con sus garras, ella puso las suyas sobre las de él, las bajó un poco y se dejó abrazar.
-Mi amor.- Dijo ella en casi un suspiro. Volteó lentamente a verlo.
-Kagome.- Respondió él antes de apoderarse de sus rojos labios en un beso.
-InuYasha espérate, espérate.- Le decía tratando de apartarlo un poco, jugando con él.
-¿Por qué, porque?- Él no retrocedía, quería continuar besándola.-No me rechaces así.- Se vieron a los ojos con cariño.-Necesito tus labios, acariciarte.- Se dieron un pequeño beso.
-Ay InuYasha, te amo mucho.- Dijo ella abrazándolo por el cuello.
-Y yo a ti.- Respondió él.
-Te amo sin importar lo que digan los demás, que si soy sacerdotisa y voy en contra de la naturaleza por estar contigo, no importa.- Le hacía caricias en su mejilla.- Te amo más que a mí misma.
-¿A ya ves?- Le sonrió pícaramente.- Pues entonces no me pidas que me detenga.
Ella sonrió con un rubor en sus mejillas y un destello en sus ojos.
-Anda ven, déjame besarte… déjame besarte.- Le pidió él en casi un susurro.
Y se besaron unos segundos más.
-Ya… ya.- Volvió a pedir ella separando su boca de él.
-Es muy difícil para mí aguantarme.- Jugaba él.
-Lo sé, lo se.- Movía su cabeza afirmativamente.- Pero tampoco quiero que nos arriesguemos a que toda la aldea nos vea así.- Le dio la espalda por unos segundos y luego volvió a verlo de frente.- O al menos no, hasta que tú no hables con mi familia y pidas mi mano en matrimonio.
-¿Otra vez con eso Kagome?- Ahora el que se alejó un poco fue él, dando dos pasos atrás.- Sabes que no creo en eso y tu familia jamás aceptaría que te cases conmigo, eso solo te separaría más de aquel mundo y ya estamos bien así.
-Yo sé que por lo menos mi madre si me va a entender y mi abuelo va a estar feliz de entregarme en el altar para convertirme en tu mujer.- Se acercó a él poniendo una de sus delicadas manos en uno de los pectorales de él.
-Ya veremos linda, ya veremos…- Dijo él, no muy seguro y con la mirada perdida en los ojos de ella.
Mientras tanto en el Palacio del Oeste, el Lord de esas tierras se encontraba revisando aburrido papeleo sobre tierras que no sabía que tenía y que su padre también le había dejado en herencia, una de esas tierras estaba cerca de la aldea donde había dejado a su protegida, pensó mil cosas en qué hacer con esa propiedad, era meramente de cultivo, por un momento pensó en dársela a InuYasha, pero el cabeza hueca de su hermano no sabría cómo hacer crecer una semilla aunque se lo diera con todas las instrucciones escritas e ilustradas. Por lo tanto, esa tierra sería el regalo de Rin dentro de unos pocos años, cuando ella quisiera independizarse o formar una familia, no permitiría que su hasta ahora única heredera muriera de hambre porque velaría por ella y su descendencia hasta que su existencia tuviera un fin, pero le dejaría esa tierra para que la trabajara por si algo más llegara a ocurrir. Debía ponerlo en su testamento.
Algo curioso entre los youkais de alta sociedad era que tenían muchos testamentos, los actualizaban cada 10, 30, 50 o 100 años, dependiendo de sus adquisiciones, perdidas, familia o edad. Para el ambarino mayor, era su primera actualización después de heredar todo lo que su padre le dejó.
Tocaron a su puerta, él ya sabía de quien se trataba, era Jaken y su general Toshida, un inu youkai también. Jaken venía a realizar los cambios en el documento y Toshida venia de testigo.
-Adelante.- Dijo cerrando sus soles.
Ambos youkais se adentraron en la habitación y al estar frente a su Amo hicieron una reverencia. Él les hizo seña de tomar asiento y ambos la acataron.
-Me imagino que los dos se encuentran preparados.- Quiso asegurarse primero.
-Si Amo.- Contestaron al unísono.
Entonces, el Lord se puso de pie y caminó por detrás de ellos.
-Jaken.- Habló firme.
-Si Amo.- Se levantó de un golpe.
-Siéntate en mi lugar.- Dijo sin duda alguna. Lo hizo para que Jaken tomara un pergamino nuevo y tinta, así podría escribir mejor.
El enano no lo podía creer pero lo comprendía.
-Será un honor Amo.- Hizo una reverencia y corrió a ocupar dicho lugar.
-Comencemos.
Jaken rápidamente preparó todo y los dos youkais pusieron atención a su Amo.
-Habrá pocas modificaciones, lo que no te diga que corrijas o que agregues, se mantendrá tal cual estaba estipulado.- Siguió caminando por la estancia frente al escritorio.
-Si Amo.
-Las tierras de cultivo que se encuentran cerca de la aldea donde reside InuYasha, serán para Rin.- Jaken se sorprendió pero Toshida no.- Será uno de sus regalos cuando quiera independizarse o formar una familia, pero, si muero antes que eso pase, ella queda como mi única heredera total, todas mis tierras y posesiones serán suyas hasta que ella fallezca, cuando eso pase, quedarán en posesión de InuYasha y el decidirá su destino cuando llegue su hora.- Ahora si no se lo podía creer, Jaken no se imaginaba sirviendo a Rin.- Hay una cláusula para ese mandato.- Toshida puso más atención en esa parte, ya que era las de su interés.- Si Rin por cualquier razón que sea, no quiere hacerse cargo del Oeste, entonces se le dará únicamente las tierras de cultivo mencionadas anteriormente, esas tierras deberán serle entregadas en cuanto cumpla los 15 años humanos, dándole con ellas una fuerte cantidad de oro para su manutención a largo plazo y también, costales de semillas de todo tipo que puedan germinar ahí, también para su plantación a largo plazo.
Jaken no lo podía creer, se lo iba a dejar todo a ella y de él seguro ni se acordaría.
-Una cosa más, en cualquiera de los casos de Rin, si ella llega a tener descendencia se le dará una cantidad decente de oro para que su familia pueda sobrevivir a menos que la misma sea de un alto nivel social.-Guardó silencio y camino hasta donde estaba Jaken, ya que a su espalda se encontraba un gran ventanal que dejaba ver algunos rayos de sol.
Jaken ya había parado de escribir y pasó el pergamino a Toshida para que revisara el documento, después de leerlo detenidamente dos o tres veces, afirmo que estaba correcto, lo enrolló y dejó a un lado.
-Las tierras de Mushimo.- Jaken puso atención especial cuando dijo la última palabra.- Quedarán en posesión de Jaken.- No lo podía creer, su Amo le dejaría las tierras de donde es nativo, sus ojos se hicieron agua y en la habitación solo se podían escuchar pequeños gemidos.- Jaken es libre de quedarse en el Palacio del Oeste o habitar Mushimo, pero en cualquiera de esos casos siempre deberá hacerse cargo de Rin.- Jaken torció un poco su pico.
-Recalca la palabra "siempre" Jaken.- Esta vez habló Toshida, queriendo molestar un poco al enano verde, el cual le dio una mirada asesina.
Y así continuó el resto de la tarde del Lord, actualizando el estúpido testamento, solo lo hacía porque no quería que sus tierras quedaran en las garras de sus enemigos, debía cuidar el legado de su familia.
El sol ya se había puesto, Sango había hecho una gran cena para celebrar el cumpleaños de Miroku. Todos había asistido, Rin había ahorrado un poco de la mesada que le daba su Amo para comprar un obsequio para el monje, Kagome le regalo el pastel (traído desde su época), InuYasha simplemente le dio un caluroso abrazo, sus hijos lo llenaron de besos, Kohaku había vuelto con una caja de pergaminos especiales de las tierras del norte, todo había pasado felizmente, excepto que la joven sacerdotisa había estado un poco apagada durante la reunión.
La mayoría estaba afuera de la cabaña jugando, riendo y pasándola bien, pero Kagome prefirió ayudarle a su amiga a lavar los platos.
Justo en eso estaba, lavando platos con demasiada concentración, la exterminadora captó todo desde el principio.
-Dime una cosa Kagome.- La aludida ni siquiera volteó a ver a su amiga.- ¿En verdad deseas casarte con InuYasha?- Se acercó a ella, posicionándose justo detrás de su espalda.
-¡Ay Sango!- Lo dijo como un lamento, volteando a ver a su amiga.
-Perdóname que insista amiga, tu sabes que a mí me gustaría que viajaras más en tu época, que conocieras bien tu mundo, que te dedicaras a tu carrera.- Le dijo en serio, la ojiazul sentía como le ardían los ojos por las lágrimas que amenazaban con salir.- Que vivieras más cosas antes de casarte… antes de quedarte aquí más tiempo que allá.- Sango puso una mano en su hombro.-Eres demasiado joven.
-Tengo 21 Sango, me llevas casi 2 años de edad, no es tanta la diferencia entre tú y yo.- Tomó la mano de la mayor y la estrecho entre las suyas.
-En fin, mira, lo que a mí me interesa saber es si en verdad estás enamorada…- La vio directamente a sus ojos azules, tratando de encontrar la verdad.
-Si…- asintió también con la cabeza.-Si Sango, estoy muy enamorada pero creo que…
-Mamá, mamá.- Entraron 2 gemelas invadiendo la cocina, corriendo alrededor de las mujeres mayores jaloneandolas.
Las mujeres dejaron los quehaceres y se pusieron a corretear a las menores por toda la cabaña, les concederían ese juego, además a Kagome le encantaban los niños y más aún los hijos de su amiga, Shippou y Rin.
Mientras dentro se hacía una correteadera, afuera se encontraban InuYasha, Miroku, Rin, Shippou, la anciana Kaede y Kohaku. La anciana estaba despidiéndose para ir a su cabaña, Rin se quedaba 4 días a la semana en la suya y 3 días en la de Kagome, esta noche le tocaba quedarse donde Kagome asi que no se preocupó más y dejo sus despedidas para ir a descansar. Shippou se metió a la cabaña para jugar con la humana que consideraba su madre y las demás. Rin quería acompañarlo pero InuYasha le dijo que Sesshoumaru andaba cerca y seguramente querría verla, así que se quedó con ellos afuera, comiendo un dulce de los que Kagome le traía de su época, los hombres simplemente la vigilaban, esa niña estaba muy bien educada, siempre se quedaba quietecita cuando debía de estarlo y justo le habían dicho que no se fuera de su vista, Miroku anciaba que sus hijos tuvieran un poco de educación como esa jovencita, Kohaku por otro lado, le daba miradas fugaces, él era un poco mayor que Rin, pero esperaría a que tuviera edad para pedir su mano, a pesar de ser pequeña se veía que sería poseedora de gran belleza, además de sus poderes espirituales en desarrollo y de las tantas cosas que sabe hacer para su corta edad. InuYasha solo pensaba en cómo es que su hermano se había encariñado tanto si se supone que él es intocable para los sentimientos, pero esa niña conquistaba a todos, hasta él mismo sentía un gran aprecio por esa chiquilla que se criaba con Shippou como hermanos e hijos de Kagome.
Los tres estaban absortos en su pensamiento cuando Sesshoumaru salió de entre las sombras, la niña comenzó a correr en su búsqueda dándole un abrazo, a lo cual su Amo solo reposó una de sus manos en su cabellera para luego seguir avanzando a donde los hombres estaban.
-Rin.- Habló serio viéndola a los ojos.
-Si Amo- Contestó ella haciendo lo mismo, era su momento de rutina, ella lo conocía perfecto.
-¿Has sido buena niña?
-Si Amo, lo juro.- Dijo ella sin apartarle los ojos.
Sesshoumaru no encontró mentira alguna en sus ojos chocolate, así que volteó a ver a su hermano, igualmente a los ojos para encontrar algún indicio de que ella no estuviera consciente.
-Sabes que es buena cachorra Sesshoumaru, no tienes que preocuparte tanto, la educamos bien.- Le aseguró el hanyou.
-En realidad la educación es por parte de mi esposa, la anciana Kaede y por supuesto la señorita Kagome, más que nada ella es la que se ocupa de la niña.- Interrumpió Miroku aclarándole a InuYasha que él no tiene mucho que ver en la educación de la pequeña más que para cuidarla.
-Jaken.- Habló el ambarino mayor, a lo cual un enano verde apareció corriendo con un paquete que le entregó a la niña.
-Gracias Amo, no debía de molestarse.- Hizo una reverencia.
-No deberías consentirla tanto.- Reclamó InuYasha.- Luego cuando sea mayor y su marido no pueda darle esos lujos no va a ser feliz.- Kohaku sintió un poco de molestia, porque sabía que era cierto.
La niña hizo un puchero y tendió sus bracitos con el regalo de vuelta a Sesshoumaru, el cual tomó el paquete y la niña se sorprendió un poco.
En ese momento Kagome y Sango salían de la cabaña para reunirse con sus amigos, iban a saludar pero se vieron envueltas en un ambiente tenso.
-Lo dices porque tú no puedes procurarle algo decente a tu mujer.- Kagome volteó a verlo y no le quiso quitar la mirada de encima, le dolió el comentario, porque algo había de verdad ahí.
-Ella no necesita de esos lujos.- Le dijo casi escupiéndole.
-Yo a tu edad ya era alguien InuYasha, un youkai hecho y derecho, en cambio tú.- lo vio de arriba abajo mostrando altivez.-… No eres nadie, ni siquiera youkai.
InuYasha se molestó y se dirigió a su cabaña para no iniciar ahí una pelea, le daba coraje su actitud de "Príncipe del Oeste", si él quisiera compartirían lo mismo.
Al marcharse InuYasha, el youkai se giró a la niña, se puso a su altura y le entregó el paquete de regreso, ella lo miró confundida, pero al cruzar su mirada con la de él, supo que no debía preocuparse.
Todos vieron cómo es que Sesshoumaru se ablandaba con Rin, antes lo hacía a escondidas pero al parecer ya no le importaba.
-"De cualquier modo estamos en familia".- pensó Kagome.
Sango, Miroku y Kohaku hicieron una reverencia al Lord el cual solo asintió y acto seguido se retiraron a su cabaña.
Kagome seguía ahí esperando a Rin porque esa noche dormiría en su cabaña, no le gustaba descuidarla aunque sabía que Sesshoumaru se aseguraría de que estuviera dentro antes de irse, igual no quería separarse.
Rin abría con prisa el paquete.
-¡Woow!- Sus ojos brillaron y una sonrisa apareció.
Entre sus manos sostenía una caja delgada, en su interior se encontraba un collar de plata con un dije en forma de luna menguante roja, la cual seguramente sería un rubí.
-Gracias Amo.- La niña sonrió aún más cuando su Amo asintió.
-Es precioso pequeña, ven para ponértelo.- Dijo Kagome.
La niña se acercó y Kagome tomó el objeto con sumo cuidado ya que seguramente sería costoso, ella le hacía regalos a la niña pero jamás le llegaría a los que Sesshoumaru le hacía. Rin levantó su cabello y Kagome le puso el collar.
El ambarino vio todo minuciosamente, curioso del trato tan "cariñoso" que la humana presentaba hacia su protegida, ya otras veces había sido testigo de eso. A pesar de que esa mujer siempre le había parecido nada refinada, le gustaba la manera en que educaba a Rin, solo por eso toleraba su presencia.
Estaba enfrascado en sus pensamientos que no notó nada de lo que pasó durante esos segundos y lo agarraron desprevenido.
-Amo, en poco tiempo será el cumpleaños de la señorita Kagome, ¿le podría regalar uno igual? Yo se lo pagaría.
La ojiazul sintió como sus mejillas se volvían tomates ante la petición de la pequeña. Es cierto que su cumpleaños sería en poco tiempo, pero primero venía el cumpleaños de Rin y unas semanas después el de ella, debería de pedirle su regalo de cumpleaños, no al revés.
-No hace falta Rin.- Dijo algo nerviosa.
-¿Que no le gusto?- Sintió algo de duda.
-Claro que sí, es solo que…
-Amo por favor, concédame esa petición.- La niña lo vio con ojos de borreguito.
-Ya veremos.- Fue lo único que dijo al momento en que cruzó sus soles con los mares de Kagome.
Rin sabía que lo haría y se encontraba feliz.
-E..es hora de dormir pequeña, vamos, despídete.- Kagome interrumpió, ya no quería ser partícipe de aquello.
La niña dio un abrazo al youkai, el cual repitió la misma acción del saludo reposando su mano en la cabellera de la niña, acto seguido, Rin corría a la cabaña con una sonrisa. Cuando Sesshoumaru vio que la niña entraba, se dio media vuelta dispuesto a irse…
-Gracias.- musito Kagome.
El peliplata le dedicó una fugaz mirada, esperando que excusara el porqué del agradecimiento.
-Espero puedas venir a la fiesta de Rin, será en dos semanas a partir de mañana, al atardecer.- le dedico una sonrisa tímida.
El youkai simplemente terminó de girarse y avanzó hacia donde se encontraban Jaken y Ah-Un. Kagome se le quedó viendo unos instantes, ya en varias ocasiones se quedaba embelesada viendo el cadencioso andar del ambarino al marcharse de la aldea. Ni siquiera ella negaba lo atractivo que era.
"No quiero volver a verte,
quiero verte volver."
Espero que me dejen un review, a ver que tal la historia n.n
Un saludo!
08/06/2015