El Compromiso

Semanas transcurrieron desde aquella prueba que Hiccup tuvo que pasar por parte de los jinetes.

El primer día de su entrenamiento como un jinete pudo ver una realidad que hasta ese momento no se había permitido distinguir. Ya fuera por las situaciones complicadas que su tribu tuvo que pasar o por el hecho de estar rodeado de solo vikingos que lo admiraban por sus hazañas, no pudo ver que no todos estaban contentos con su regreso.

¿Cuántos desterrados habían regresado a su tribu?

La respuesta era él mismo, y eso lo hizo comprender que muchos de los jinetes no lo aceptaran del todo. Muchos de ellos tenían familiares en la isla remota del archipiélago como desterrados.

Él sabía que muchos habían tenido el temor de tener que luchar contra ellos, pero también era consiente que no era del todo culpable.

Las semanas no fueron sencillas. En las prácticas el joven destacaba, pero muchos de sus compañeros le ponían trabas. No obstante, no todo estaba mal. Otro grupo lo admiraba y respetaba, ayudaban cuando lo veían rodeado de aquellos que no lo aceptaban e incluso se volvieron grandes camaradas.

Eso lo animaba.

—Estoy emocionado por las festividades —expreso Brutacio.

—Deseo ver la gran Carrera —continuo su hermana, Brutilda—. ¿Cuántos heridos crees que haya este año?

—Hermana, eso es cruel —Brutacio frunció el ceño. Este acto tomó por sorpresa a su hermana—. La pregunta es, ¿Cuándo nos tocara entrar a la carrera?

—Eso es cierto.

Astrid e Hiccup que hasta el momento solo escuchaban los parloteos de sus compañeros vikingos se preguntaron lo mismo.

La gran carrera era el mayor evento del año que la tribu de los Hooligans celebraba. El evento se trataba de enfrentar a los mejores Jinetes de Dragon en una carrera para demostrar su agilidad y fuerza.

Recorriendo puntos importantes de la isla se enfrentaban por llegar primero, pero al ser válido el contacto físico y las habilidades de fuego de los dragones había muchos que salían con heridas. Pero nada que un vikingo, y jinete, no pudiera resistir.

Mientras los gemelos seguían en su discusión, que pasaba por diversos temas, Hiccup observo que Bjorn charlaba con Alvin. Esto hizo que su curiosidad se encendiera, y una vez que observo que el joven vikingo se separaba del líder de los jinetes lo arribo.

—Bjorn.

—¿Qué hay, Hiccup?

—Veo que mantenías una charla con Alvin.

El vikingo esbozo una sonrisa que expresaba entre alegría y nervios.

—Te han seleccionado.

—Sí, competiré por mi clan en la gran carrera.

—Eso es un gran honor.

Bjorn asintió, pero su mirada estaba perdida en el horizonte como si algo más allá de la vista el pudiera estar observando.

Hiccup deseo preguntar que le ocurria, pero algo le dijo que no era el momento. Para su fortuna, el silencio incomod se vio trunco por la presencia de los gemelos que empezaron a tirarse de los cuernos de sus cascos.

Bjorn fue a detenerlos, y Astrid se acerco a su amigo.

—¿Qué le sucede?

—Lo has notado.

—Su mirada parece perdida, y su forma de ser no es la de siempre.

—Ser elegido para participar en la gran carrera no ha de ser fácil.

Astris se encogió de hombro.

—Aunque supongo que hay algo más.

—¿Cómo qué?

No pudo responder, a la distancia Estoico llamaba a su hijo para que este fuese hacia él. Astrid asintió al ver la mirada de disculpa de su amigo, y este partió para atender el llamado de su padre.

El hombre grande y fornido se carcajeaba de algún comentario de Bocon, pero al verlo su alegría aumento.

—Hijo.

—Dime, padre.

—Ven, caminemos por los barrancos de los muelles.

El vikingo asintió.

—Nos vemos en un rato, Bocón.

XX

Anduvieron por los barrancos un rato en silencio, solo yendo y viniendo. Eso molestaba un poco a Hiccup que ansiaba por saber que era lo que su padre quería hablar con él.

En un momento, en el que ya no pudo aguantar el silencio, se dispuso a preguntar sobre que deseaba hablar. Pero su padre se detuvo y miro al horizonte, algo parecía llamar su atención y esto hizo que el vikingo mirase a donde su padre.

No había nada más allá de aquella línea delgada que dividía el cielo y el mar. Pero sabía que algo en la mente de su padre existía como una verdad que solo él podía ver.

—Es bueno saber que más allá existe la paz.

Hiccup alzó una ceja.

—Y es propio de nosotros que esa paz se mantenga.

En la mirada de Estoico se podía ver aquellos recuerdos de tiempos oscuros en el archipiélago. Su hijo lo podía observar bien. Podía sentir como si sus recuerdos se proyectaran en sus palabras y se convirtieran en imágenes en sui cabeza.

—Es bueno que Humungously el Héroe nos diera esta oportunidad —Estoico suspiro largo y tendido—. No sé que ha sido de él, pero en verdad le agradezco que detuviera aquellos tiempos de muerte.

—Entiendo, padre, pero ¿A qué viene esto?

—Como jefe de los Hooligans es mi deber cumplir con el tratado de paz —miró a su hijo—. Y quiero que tú como mi hijo me apoyes en mantener a los nuestros a salvo.

—No me lo tienes que decir, padre, yo estoy contigo en todo.

Esotico sonrió.

—Me convertiré en el mejor de los jinetes, y mantendré la paz entre nuestras tribus.

—Me alegra saber eso, hijo, pero no es la única manera.

Hiccup cada vez estaba más confundido.

—En el gran festival, en el banquete del cierre para ser más específico daremos a conocer formalmente tu compromiso con la hija de la jefa de las Bog-Burgarls.

Esto dejo helado al joven vikingo, que por sus entrenamientos con los jinetes había pasado por alto su compromiso con Camicazi.

—Esta unión entre las dos tribus hará más fuerte nuestro tratado de paz.

—Padre…

Estoico lo miro con esos ojos de un padre, y a su vez de un jefe de tribu. Sentir aquella mirada rodeo en el interior de Hiccup una sensación de que debía entender que a pesar de sus sentimientos había cosas más importantes que debía cumplir.

Sus dudas se disiparon cuando en él comprendió que estar con Astrid sería algo fuera de su alcance.

—… cuenta conmigo para mantener la paz.

—Ese es mi hijo —el jefe de la tribu le dio un gran palmazo en la espada con sus enormes manos—. Bien, ahora que no entendemos tengo que ir con Bocón y Alvin a preparar todo para el festival.

Dejó a su hijo solo en el barranco observando el horizonte. Comprendió que era lo que su padre miraba. En esa dirección quedaba la isla de las Bog-Burgarls, y miraba aún más allá de lo que cualquiera pudiera ver.

Miraba al futuro.

Su padre deseaba que aquel mañana de luz y paz llegara a Berk. Él también lo deseaba, pero en eso Astrid montada en su Nadder se interpuso en la figura de aquel futuro. Su corazón se estrujo al ver como la jinete patrullaba junto con Patán y los gemelos.

Quizás, en ese futuro tan brillante, no todo sería tan malo para él. Pero siempre quedaría aquella ilusión de conquistar aquella rubia indomable.

XX

Las semanas pasaron rápidas hasta cumplir el mes que había para la llegada del festival. Berk lucia en gala por el evento principal del año para los Hooligans. Todo adornado, y los dioses como testigos en piedra daban su bendición aquella época del año.

Para Hiccup todo esto le parecía irreal. ¿Cuánto tiempo había pasado desde su destierro? ¿Cuánto tiempo estuvo solo vagando como un desterrado? ¿Cuánto de que fui restaurado como Hooligan y se convirtiera en un jinete? Había muchas preguntas que lo rodeaban, pero en ese momento, con el sonido del cuerno anunciando la llegada de las visitantes, se concentró en su labor de guardia.

Montando en su furia, y seguido por Astrid y Pata pez, sobrevolaron los drakkar de las Bog-Burgarls.

De reojo pudo observar como en la embarcación principal se encontraba Grandísima Berta hablando con su hija.

Ver a Camicazi provocó en Hiccup que su estómago sintiera un cosquilleo. En pocos días, al final del festival, en el banquete de cierre su padre y Grandísima Berta darían la noticia de que aquella rubia, que por lo regular estaba desalineada pero ese día lucia bien, se comprometería con él.

¡Por Odín! En su mente cayó en cuenta que después, la rubia, se convertiría en su mujer. Eso provocó más nervios en el vikingo, que no se percató de la cercanía de la otra rubia en su vida.

—¿Te encuentras bien, Hiccup?

—¿Qué?

—Te noto muy distraído, mirando mucho hacia donde Grandísima Berta.

—No es nada, solo estoy pensando en que todo esté bien.

—¿Esperas un ataque de los marginados?

Hiccup se soltó a reír nervioso mientras negaba con la cabeza. Hizo que Chimuelo acelerará para no estar más cerca de Astrid, no deseaba dudar en su labor. Dudar en aquello a lo que su padre le encomendó con tal pasión.

Cuando los drakkar arribaron en los muelles, Hiccup y su grupo descendió. Solo el del furia bajo de su dragón para acercarse a su padre, que esperaba a su similar.

—¿Emocionado?

—No tienes una idea, padre.

Astrid desde atrás miraba con recelo todo el comportamiento de Hiccup. Sabía que algo no andaba bien, y estaba por descubrir que era lo que sucedía.

Grandísima Berta saludo a Estoico una vez que estuvieron frente a frente. Ambos enérgicos y grandes se dieron un fuerte abrazo. Por su parte, Hiccup no supo cómo reaccionar con Camicazi, quien a su vez la joven se quedó mirándolo entre divertida y comprensiva.

—No somos desconocidos.

—cierto.

Ambos se dieron un fuerte abrazo. Se querían mucho, se volvieron grandes amigos mientras él era un desterrado y un jinete misterioso. Por tal el abrazo duro. Porque ambos sabían lo que el otro sentía, y por el hecho de que sabían cuál era el deber de cada uno como hijos de los jefes de sus respectivas tribus.

—Me da gusto que nuestros tortolos se lleven bien.

Al escuchar esto ambos vikingos se separaron, no brusco, pero si enseguida. Se miraron sonrojados, pero cada uno por diferente razón ajena a una vergüenza de enamorado.

Grandísima Berta y Estoico empezaron a echar bromas sobre como hacían linda pareja, y que ansiaban poder dar la noticia dentro de una semana para formalizar el evento del compromiso.

Detrás de aquel grupo se encontraba una Astrid desencajada. Sus oídos habían escuchado bien. Por algún motivo, que ella misma no entendía, sintió como en su pecho algo dolía. No se percató que tenía su mano derecha sujetando su ropa donde el corazón latía.

Pata pez se percató de este hecho, pero no supo que decir en ese momento. Comenzaba a entender la situación que envolvía a su mejor amigo, y a la rubia que antes de que él regresara intento encontrarlo.

El grupo de recibimiento pasó a ir al gran salón, mientras otros llevaban las pertenencias de la jefa de los Bog-Burgarls a sus aposentos.

—Veo que han adornado cada parte de la isla —comentó Grandísima Berta al entrar al gran salón.

—Nuestro evento es como el de la cosecha para ustedes.

—Cierto, viejo amigo.

Ambos rieron.

—¿Cómo te sientes?

Pregunto Camicazi una vez que sus padres se apartaron.

—Bien, ¿Por qué?

—Nuestro compromiso.

—Estoy feliz por ello —esbozo una sonrisa—. Que mejor que una gran amiga como mi esposa.

—No mientas, eso duele —acotó la rubia—. Sé que no estás de acuerdo con esto.

—¿Por qué lo dices?

—¿Astrid?

Hiccup bajo la mirada. Recordó que hablo de ella alguna vez con Camicazi, sin mencionar que ella lo supuso justo cuando se conocieron y el la menciono sin pensar.

—Sé que esto es difícil para ti, un enamorado —empezó hablar sin mirarlo—. Créeme cuando te digo que te admiro por tu sacrificio.

—No es ningún sacrificio.

Ahora fue Camicazi quien sonrió.

—No creas que es como que te odie —el vikingo no sabía que decir y empezó a balbucear—. No me quiero casar, pero contigo sé que todo estará bien.

—Bueno, también no es como que yo me quiera casar.

Hiccup y Camicazi se miraron y echaron a reír con unas ganas que llamo la atención de los presentes en el Salón, incluyendo a Astrid que los miraba seria desde la distancia medio oculta por una gran columna de piedra. Sus padres por otro lado sonreían al ver como sus hijos se llevaban bien, pensando que la idea del matrimonio había sido una grandiosa.

XX

En la distancia, Astrid observaba como Hiccup y Camicazi se reían mientras hablaban. Sabía que se conocían, pero no que ellos se llevaran tan bien.

Le irritaba sentir aquello en su pecho, no sabía describirlo, nunca lo había sentido en su vida. Le molestaba no entender que le ocurría, porque apretaba los dientes y cerraba en un puño sus manos.

Cuando observo que Camicazi abrazaba a Hiccup en ella estallo su vena Hofferson y golpeo con fuerza la columna que le brindaba anonimato.

—Hola, Astrid.

Saludo Pata pez, que le ofreció un cuerno con bebida fresca. La joven lo acepto, pero solo apretó fuerte el cuerno sin beber.

—Veo que estas celosa.

—¿Celosa? ¿De qué hablas Pata pez?

El gordinflón dio un trago a su bebida y con la mirada indico hacia donde su mejor amigo y su prometida charlaban con entusiasmo.

—¿De Hiccup? Por favor no sé qué estás diciendo.

—Yo solo digo lo que mis ojos me enseñan, y me muestran a una Astrid molesta por la llegada de una joven que se ve quiere mucho a Hiccup.

—Cállate, Pata pez.

—Bien, me retiro —se dio medie vuelta, pero no sin agregar—: Solo diré una última cosa, no estaría de más una plática con Hhiccup.

Astrid alzó una ceja en confusión a lo que le había dicho su amigo. No lo entendió, pero decidió que era mejor salir a tomar aire fresco y despejar su mente.

XX

La luna ya se mostraba en lo alto del cielo nocturno. Astrid caminaba sola por los campos de césped a las afueras del poblado. En aquel día no había podido despejar su mente, siempre regresaba a la imagen de Hiccup.

Lo veía dándole el dragón que había capturado, y del cual sentía vergüenza haber aceptado por no poder atrapar el suyo. Pero al cual quería por todo lo que significaba. También lo veía en su mente cuando ayudo en la batalla, y le salvo una vez más.

Lo veía en los entrenamientos de espada, en las prácticas de vuelo, lo veía abrazado con aquella vikinga extranjera. Con eso último su sangre hervía y su corazón dolía.

En todos lados lo podía ver, incluso lo vio sentado en el césped mirando a la luna blanca de aquella noche, previa al inicio del festival. Pero pronto se percató que tenía enfrente al verdadero, y se puso nerviosa.

Dudo en acercarse, pero como si algo jalara del interior de su estómago camino hacia donde él estaba. En un principio este no se percató de ella, pero cuando estuvo a un par de pasos de distancia se giró y le sonrió.

—Astrid, ¿Qué haces despierta tan tarde?

—Lo mismo me pregunto sobre ti.

—Es que el sueño no me llega —confesó—. Tengo tanto en que pensar.

—Estamos igual.

Hiccup le volteo a mirar intrigado, lo que la puso nerviosa y decidió en cambiar la atención de nuevo hacia él.

—Supongo que tener un compromiso de boda deja que pensar.

—Si, mucho.

—Has de estar muy feliz.

—¿Cómo?

—Por casarte con alguien tan linda como la hija de Grandísima Berta.

El vikingo guardo silencio, intrigado por el comportamiento de su amiga decidió en estudiarla lo que la empezó a molestar.

—Deja de mirarme, incomodas.

—Lo siento, Astrid, no era mi intención.

La joven se alegró que su amigo volviera su atención hacia la luna. Podía percibir como este tenía tanto en la cabeza que creyó prudente que era momento de irse y dejarlo solo.

—¿Podrías hacerme compañía?

—Claro.

No lo dudo, y tomó lugar a su lado.

—Es una hermosa noche.

—Es verdad.

El silencio volvió a reinar en ese punto de la isla. Solo guardaron silencio, sus palabras no parecían existir o eso pensaba la rubia que no sabía que decir en ese momento.

Se limitó a solo hacer compañía, incluso eso la reconfortaba a ella que dejo sus pensamientos a un lado y permitió que la brisa de la noche acariciara sus mejillas como una madre amorosa. Se permitió dejar la mente en blanco.

Cerró los ojos y se dejó caer en el césped para relajar su cuerpo. Y asi estuvo por un tiempo hasta que Hiccup hablo.

—La verdad no me quiero casar.

Escuchar eso la hizo abrir los ojos e incorporarse.

—Esto lo hago porque mi padre lo ha solicitado —prosiguió sin pensar en lo que confesaba, y a quien lo confesaba—. Me lo ha pedido de una manera que no se puede negar. Soy su hijo y como tal es mí deber ayudarlo a preservar la paz, de velar por el bien de nuestra tribu a pesar de lo que pueda sentir.

—¿De lo que puedas sentir?

—Si.

La joven rubia estaba tan interesada en lo que decía que parecía no prestar atención a nada más que a sus palabras.

—Sin importar que este enamorado de alguien más.

Esto la tomó por sorpresa. Hiccup estaba enamorado de alguien más, y sin preguntarse de quien sintió empatía por su amigo.

Comprendió el sacrificio que estaba haciendo por los suyos, y se sintió avergonzada por estar molesta todo el día, porque aunque no lo dijera su enojo recaía en Hiccup. Se sintió apenada, y en un acto reflejo tomo la mano de su amigo.

Asombrado Hiccup no dudo en aceptarla. Se percató de lo que había dicho y hecho, pero dejo que todo fluyera como debía se fluir.

Sin decir nada solo se limitaron a mirarse un tiempo, y después al cielo estrellado. Ambos se acompañaron en aquella noche, y nadie volvió a decir nada.

XX

A lo lejos, lo suficiente para que no se percataran de su presencia y detrás de unos arbustos, Camicazi era espectadora de aquella escena tan romántica.

Sus ojos brillaban a la luz de la luna. Su boca mostraba sus dientes por la enorme sonrisa que dibujaba. Le encantaba ver a su mejor amigo con la vikinga que tanto le gustaba, y por su mente una idea fugaz paso hasta convertirse en una verdad.

Lo tenía decidido, ella debía actuar y lo haría. Por ella, por su mejor amigo, por lo que todo esto conllevara en el futuro.


Saludos!

Ha pasado mucho desde que publique en esta historia, pero debido a que mi computadora tuvo que ser formateada perdí mis notas y avances complicándome el poder avanzar. Sumando a lo anterior el trabajo y vida social no he podido retomar mis historias, sin embargo, hoy decidí continuar y escribir. Tal vez pueda ver ciertos cambios, esto debido a que lo que tenia ya planeado no lo recuerdo del todo, pero a partir de aquí ya le daré una vez más rumbo a la historia.

Espero de corazón que les guste este capitulo, y prometo traer el próximo la siguiente semana.

Los leo en los comentarios.