Disclaimer: Ni Fairy Tail ni sus personajes me pertenecen, puesto que pertenecen a Hiro Mashima. Esta historia esta hecha sin fines lucrativos.
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Eran muchos los pensamientos que se me acumulaban en la cabeza. Todo había pasado con una lentitud desconocida, y a la vez con una rapidez pasmosa. La despedida, la disolución, y finalmente… el vacío. Porque así era como lo sentía. Cuando había encontrado la carta de despedida, había sentido tal vacío, que le había retorcido las entrañas. Había corrido, y corrido, y al final, solo había encontrado la nada. Se había quedado sola. Otra vez.
Sus recuerdos de aquel lapso de tiempo, eran difusos. Como si su propio cerebro se esforzase por borrarlos u omitirlos. Había encerrado todos aquellos sentimientos que no quería afrontar, en lo más profundo de si misma. Porque dolían. Dolían demasiado, tal vez. Se habían ido. Él, se había ido. Sin ella.
Aquel día, cuando las llamas habían envuelto al estadio, había reconocido ese calor. No era un fuego asfixiante, u agobiante. Era cálido, y sobre todo, familiar. Era él. En su inconsciente, reconocería esa calidez en cualquier parte. ¿Por qué? ¿Por qué sin ella? Se lo había querido preguntar muchas veces. En parte, conocía los motivos de su partida. Quería hacerse fuerte. Quería protegerlos. A todos. Típico de él. Por otra parte… su mente se negaba a aceptarlos.
Agarró la pluma con más fuerza. Se encontraba sentada sobre su cama, intentando continuar su novela. A una parte de si misma, le daba vergüenza reconocer que desde que él se había marchado, no había vuelto a escribir. Ni una sola palabra. La inspiración, se había ido. Él se la había llevado. Sintió como un sutil sonrojo trepaba por sus mejillas sin poder evitarlo. No solo se había llevado su inspiración, pensó con furia, sino que también se había llevado… más cosas.
No le había reprochado. No regaños, no lágrimas, no nada. ¿Tenía derecho? Bueno, era su compañera de equipo. Pero no era nada más. Con Natsu siempre eran así las cosas. Avanzando, pero a la vez sin avanzar. No sabía como hacerlo. No sabía como afrontarlo. Era desmedido lo que sentía por ese cabeza cuadrada, y a veces la asfixiaba, haciéndola sentir débil frente a él. A veces, se sentía tan frustrada, que tenía que apretar los dientes y desviar la mirada, para evitar saltar sobre él y molerlo a golpes. Y es que, ¿Por qué siempre tenía que ser tan complicado? Se empeñaba una y otra vez en mostrar esa sonrisa con todos esos dientes blancos, demostrando que todo estaba bien.
Pero… no lo estaba.
Muy en el fondo… ella no estaba bien.
La indignación, y el dolor, eran como un veneno que se le había adherido a todas las venas, recorriéndola sin control. Y habían vuelto. Habían vuelto a casa. Todos habían vuelto. Y ella, se había vuelto a sentir en casa. Pero… ¿Y ese vacío? No se había ido. Esa indignación se le enroscaba en la boca de su estómago, y levantaba la cabeza cual serpiente, cada vez que él aparecía con su estúpida sonrisa alegre y socarrona.
—¡Oe! ¡Luce!
Y ahí estaba. Esa furia que la relamía la garganta, con solo escuchar su voz risueña. Y tuvo que apretar la pluma con más fuerza, al punto de hacerla crujir a causa de la presión que estaba ejerciendo. No levantó la mirada. Conocía perfectamente dónde estaba, y la cara que tendría. Encaramado al alfeizar de su ventana, y mirándola de manera entusiasmada.
—¡Luceee~! –repitió el tragafuegos, intentando llamar su atención.
Ella tuvo que fruncir la boca, en un intento desesperado porque él se agotara, y terminara marchándose. No tenía ánimos. No quería soltar a borbotones los pensamientos que se le acumulaban en la cabeza. Dos semanas. Solo habían pasado dos semanas desde que habían vuelto, y él actuaba como si no hubiese pasado nada. Como si nunca se hubiese marchado. Como si nunca la hubiera dejado sola ¡Pero sí que había pasado! ¡Había pasado, y ahora ella no sabía qué hacer para que la indignación se marchara por donde había venido!
El Dragon Slayer resopló, aburrido, y saltó al interior del apartamento, para contemplarla con los brazos cruzados. ¡Le estaba ignorando deliberadamente!
—¡Lucy! –alzó de nuevo la voz, sintiendo como la indignación empezaba a embargarle, al ver que la rubia ni siquiera se inmutaba ante su llamada.
¿¡Pero que bicho la había picado!? Frunció el ceño, al advertir como ella mantenía la mirada oculta bajo su flequillo, y como arrugaba la boca en un gesto tenso. Desde que habían vuelto, ella no hacía nada más que actuar de manera extraña, cuando únicamente él se encontraba a su alrededor. Puede que ella pensara que él no se había dado cuenta, pero notaba como la tensión emanaba de ella, de manera descomunal y precipitada, cada vez que él se encontraba cerca de ella. No lo entendía. ¿¡Qué estaba mal con ella!?
—Probablemente, ella sea la que más haya sufrido, cerebro de lava.
En un destello, recordó las palabras que Gray le había dicho la tarde anterior, tras consultar con él la actitud extraña de la maga estelar. No sabía que estaba mal, y parecía que estaba evitándole a más no poder. Así que aquella tarde, no había podido evitar airearlo de manera frustrada.
—Que demonios… –masculló irritado, contemplando como el perfil de la maga estelar abandonaba el salón del gremio, tras levantarse después de que él tomara asiento en la misma mesa.
Gray suspiró, y puso los ojos en blanco. Dio un trago a su cerveza con parsimonia, y se le quedó mirando con actitud aburrida. —De verdad que no te enteras de nada.
Natsu no pudo evitar que la venita de la frente empezara a hinchársele de manera súbita, y le clavó la mirada, con una ceja temblándole. —¿Qué coño dices, muñeco?
Gray señaló el perfil de la maga estelar, que justo abandonaba el salón por las puertas, con un movimiento de cabeza. —Lucy –apuntó directamente–. Está dolida. ¿No lo ves?
No había podido evitar apretar las mandíbulas, rechinando los dientes. —¿Qué coño quieres que vea? –espetó molesto– Casi no me mira –apretó los puños de la frustración–. No ha querido siquiera tomar un encargo con Happy y conmigo. Y las pocas veces que coincidimos, desaparece sin más.
El muñeco de nieve volvió a suspirar, aburrido, y apoyó la cabeza sobre su mano. —Has probado a preguntarte, ¿Qué hubiera ocurrido si hubiera sido al revés?
El tragafuegos abrió la boca para contestarle, pero sin embargo, no emitió sonido alguno.
Gray agitó de manera distraída su cerveza. —Vamos –sugirió con sorna–. Imagina, por un instante, que llegas a casa y encuentras una simple nota de Lucy (con una letra horrible, por cierto), donde te dice que se marcha, y que cuides de los demás. E inevitablemente después, te encuentras con que todos, han decidido marcharse también. Así que, cuando quieres caer en la cuenta, te has quedado solo. No me refiero al hecho de quedarte solo la mañana tras una noche de fiesta, porque todos están de resaca. Me refiero, al hecho de verte solo. No familia. No trabajo. No hogar. No nada.
Natsu no pudo evitar respirar de manera agitada e inquieta. Él lo había hecho por el bien de todos. Sobre todo, por el bien de ella. ¡Lo necesitaba! Necesitaba ser fuerte para poder protegerlos. Para poder protegerla.
—Sé porqué decidiste hacerlo. Pero eso no significa, que ella lo vea de la misma manera –volvió a encogerse de hombros–. Pero ¡Ey! –aseguró, como si no le importase lo más mínimo– A ella no la debes explicaciones. No sois nada, excepto compañeros.
—Cállate –la ira le había comprimido la cabeza sin poder evitarlo, ante el último comentario. Ni siquiera había caído en la cuenta, de que se había levantado de golpe, con el cuerpo temblándole, y los puños contraídos.
Gray esbozó una sonrisa torcida. —Vaya… –silbó divertido– a lo mejor, tengo más idea de la que crees. Pero oye –debatió al aire, sin el más mínimo interés–, no pasa nada. Estoy seguro de que Lucy se adaptará a cualquier otro compañero. Es muy, muy sociable –aseguró en tono burlesco.
Lo que el usuario de creación de hielo no había previsto, es que el tragafuegos se abalanzaría sobre él, y engancharía la cadena que siempre llevaba colgada del cuello en un puño, con tal violencia, que amenazaría con partirle también el cuello en caso de que ejerciese más presión.
Contempló, asombrado en su totalidad, como los ojos verdes de su compañero amenazaban con oscura violencia, presos de una turbación sin igual. —No –Gray evitó boquear, atónito, ante el tono gutural que surgía de la garganta del tragafuegos–. Ella es mi compañera. De nadie más, ¿Lo entiendes? Mi. compañera. Mía.
Hasta que unos brazos habían surgido tras su espalda, y lo habían tenido que separar del imbécil del cabeza de cucurucho.
—¿¡Se puede saber que coño os pasa!? –espetó Macao al aire– ¡Vosotros nunca os peleáis de esa manera, así que calmaos un poco, hombre!
Wakaba, que se había tirado sobre Gray para sujetarle, sentía como el muchacho de pelo negro forcejeaba para abalanzarse sobre el tragafuegos. —¿¡Qué pasa, eh!? –aireó hacia el tragafuegos, indignado– ¡No será para ti, porque eres incapaz de reconocértelo a ti mismo, pero tampoco será para nadie más, ¿Verdad?! ¡Valiente gilipollas eres!
Natsu, iracundo en su totalidad, y con una especie de bruma colapsándole el cerebro, se había quitado de encima a Macao con una facilidad pasmosa, y se había abalanzado sobre Gray y Wakaba, encendido en su totalidad.
Y habían terminado montando un follón de pelea sin precedentes, hasta que Erza había aparecido, y casi había tenido que desnucarlos a ambos, para que parasen.
Suspiró hastiado ante el recuerdo, y clavó la mirada sobre la maga estelar. Esto iba a terminar, e iba a terminar ahora. Porque lo decía él, y porque le daba la gana. No soportaría ni un segundo más el hecho de que ella le ignorara. No podía soportarlo. Era superior a él.
—Lucy.
Ella se tensó, inquieta. El tono de voz, había cambiado. Cuando quiso darse cuenta, Natsu se había acercado a ella en dos zancadas, y le había arrebatado el cuaderno, lanzándolo de cualquier forma a la otra punta de la habitación.
—Joder, te estoy hablando –masculló hastiado.
Y Lucy no había podido aguantarlo más. Eran tantas cosas las que se había guardado, que sabía que el mínimo detonante la haría estallar sin limitación alguna. Había intentado evitarlo durante semanas, pero aquí estaba él, dispuesto a buscar pelea. ¡Muy bien, pues eso iba a tener!
—¿¡Que demonios pasa contigo!? –espetó airada, y poniéndose de rodillas sobre la cama, para quedar a su altura.
—¿¡Conmigo!? –rebatió hastiado– ¡Llevas días ignorándome, joder! ¿¡Que coño te pasa!?
—¿¡Y a ti que te importa!? Si estoy de mal humor, o si no me apetece hablar contigo, ¡No lo hago y punto! ¡No tengo porque hacerlo solo porque tú quieras!
—¿¡Desde cuando te comportas así!? –vociferó hastiado– ¡Ni siquiera quieres tomar encargos conmigo, y quiero saber porque, y quiero saberlo ahora!
—¡Tú, tú y tú! ¡Para no variar! –desvarío con exasperación– ¿Tienes en cuenta alguna vez a los demás? –preguntó sin esperar respuesta– Pues yo te lo diré: ¡No! –contrajo los puños con fuerza– ¿Cuentas con los demás? ¡Tampoco! ¡Haces y deshaces a tu voluntad, sin importarte las consecuencias, o sin pararte a pensar si podrás hacer daño a alguien! ¡Pues enhorabuena! –hizo un ademán con el brazo, descontrolada– ¡Esta vez, me lo has hecho a mí! ¡Me dejaste sola! ¡Te fuiste! –hipó, empezando a perder la fuerza del enfado– ¡Y ahora vuelves como si nada, y pretendes hacer como si nada hubiese pasado! ¡Pues lo lamento! –sintió como las lágrimas amenazaban traicioneras.
Con los hombros temblándole, advirtió como Natsu se había quedado paralizado frente a ella, pálido como el papel. ¡Ahí lo tenía! ¡Quería la verdad, y se la había dado! ¡Y dolía, maldita sea! ¡No veas si dolía!
El tragafuegos ocultó la mirada bajo su flequillo, y contrajo un puño. —Yo… lo siento. Lo siento mucho, Lucy. No sabía que el gremio se disol…
La rubia se apartó de un manotazo las lágrimas. Había destaponado el veneno, y ahora se sentía incapaz de volver a taparlo. —¡Me da igual! –aseguró–. Lo hecho, hecho está –masculló con voz más debil–. Querías saberlo, ¿no? Pues ahí lo tienes.
Iracunda, se bajó de la cama con soltura, y pasó de largo, hasta que sintió como una mano, que desprendía un agradable calorcito, la sujetaba de un brazo. Apretó los dientes de pura frustración. Puede que su puño no se encendiera, pero como no la soltase, iba a estrellárselo directamente en su bonita cara, a pesar de lo enamorada que estaba de él. Loke se había burlado muchas veces de ella, asegurándola que todo lo malo terminaba pegándose, incluyendo la irascibilidad. Al final, iba a tener que darle la razón.
—Puede que no me creas –aseguró la voz del dragon slayer tras su espalda, puesto que se negaba a darse la vuelta para mirarlo–. Pero te aseguro que no me resultó fácil. Aún así, necesitaba hacerlo. No voy a permitirme perder a nadie más. No puedo.
"Sobre todo a ti. A ti, menos que nadie. Aunque me odies por ello."
Ella dejó caer los hombros, agotada, pero continuó sin mirarlo. —Tomaste una decisión, y la acepté. Pero… –dudó– esa decisión, no me incluía a mí. Y eso, es lo que más me duele.
Con dolor, sintió como la mano que la apresaba del brazo comenzaba a aflojar, como si justo hubiese perdido la fuerza. Durante unos momentos, ninguno de los dos dijo nada, hasta que la mano la soltó por completo.
Cuando la presión de la garganta empezó a remitir, volvió a sentirse con fuerzas para enfrentarlo de nuevo, así que se giró, con la decisión enmarcándole las líneas del rostro.
No pudo evitar boquear de la impresión, al encontrarse únicamente con las cortinas de la ventana abierta, que se ondeaban ligeramente, a causa de la brisa que las mecía.
Natsu, se había ido.
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N/A: Vosotros decidís si la continúo, o la dejo aquí.
Muchos me habéis preguntado en mi historia de Pieces, qué es lo que opinaba respecto a la partida de Natsu, y como se lo había tomado Lucy.
Pues bien, aquí tenéis mi respuesta. Este fragmento, podéis situarlo justo donde el manga se encuentra ahora. Todos han vuelto. Todos felices, sin problemas… ¿En serio? Ay, ay. Diré lo que comenté en una ocasión anterior.
Es obvio que a Lucy le ha dolido. No lo saca a relucir ahora, porque creo que no se siente con el suficiente derecho como para reclamar a Natsu por ello, pero creo que si en algún momento, y más adelante, discuten, y ella se sienta bajo presión, va a soltarlo a borbotones como si fuese un veneno. Y la discusión va a ser muy gorda. Natsu y Lucy tienen esa complejidad, y es que para ellos, todo es muy contenido. Es como si se reprimiesen constantemente por no profundizar, y por no ir más allá.
Así lo veo yo, así que, ¿Qué me decís? ¿Saco la segunda parte?
Nindë.