Lo sé, lo sé... Han pasado casi ocho meses desde que publiqué por última vez. ¡Es horrible! Pero creanme que ya teníamos el capítulo planeado, sólo nos faltaba escribirlo. También sé que dije que los subiría más pronto, ¡pero mi hermana y yo casi no nos hemos visto! Entré a una nueva escuela y mis horarios son distintos y tengo mucha tarea y es horrible. Por esta razón no habíamos podido escribir, pero aquí lo tienen.

Quisimos que quedara como el final que siempre nos imaginamos para la serie, espero a ustedes les guste. Gracias por haberme seguido hasta acá y haberme apoyado y dejado reviews a pesar de todo y de que los hice mucho esperar.

Este oficialmente es el final de mi PRIMER FANFIC. Espero que lo disfruten, creo que quedó algo largo, pero siento que todo tenía que pasar.

Sin más...


Continúa la Transmisión…

Una luz blanca rodeó el lugar.

Y todo se quedó en silencio.

Durante unos segundos nadie movió ni un músculo, nadie habló y nadie respiró. Las flamas que quemaban las paredes de la Casa del Árbol, poco a poco, comenzaron a disminuir. Había aparecido un gran agujero en el suelo, al centro de todos, donde antes estaba Padre en su forma de dragón. Número 1 fue el primero en moverse y todavía sujetando el láser dulcirificador con fuerza, se acercó al hoyo. Le siguió Número 2 y después el Güero y Kuki, tomados de la mano. Se asomaron por el borde del agujero, preparados para cualquier ataque.

Pero ningún ataque llegó.

Dentro del hoyo había una figura humana que se incorporaba lentamente, entre las sombras. Sin hacer ruido, los chicos se acercaron un poco más, con sus armas preparadas, y entonces gritaron, porque la figura se levantó súbitamente. Todos comenzaron a disparar sus armas a diestra y siniestra. La figura se retorció al sentir los impactos de los rayos de mostaza y de las bolas de chicle.

—¡Esperen! ¡No hagan eso! —exclamó Número 5 corriendo hacia ellos. Los cuatro la miraron confundidos y detuvieron su ataque—. Sólo mírenlo, ¿quieren?

Un rayo de luz se coló por una ventana de la Casa del Árbol, iluminando a la figura.

Nadie se esperó lo que vieron a continuación.

Era Padre, pero ya no parecía ser él. El hombre ante ellos ya no portaba una apariencia oscura, ni tétrica y mucho menos peligrosa. Su piel no estaba negra y tenía el cabello azabache, gafas viejas y una pipa nada macabra en la boca. Parecía un adulto, sí, pero uno común, corriente y dócil.

—Oh… mi cabeza… —dijo y volteó a ver a su alrededor—. ¡Qué jaqueca! ¿Dónde rayos estoy? —se fijó en los chicos frente a él—. Yo… ¡Hola! Soy Benedicto Uno. ¿Quiénes son ustedes?

—¿Serías tan amable de explicarme…—Nigel volteó a ver a 5—… QUÉ RAYOS SUCEDE AQUÍ?

—¡Oh, Nigel! —exclamó Padre saliendo del agujero, al notar a 1—. ¿No me recuerdas? ¡Soy tu tío Ben! Creí que estabas en un intercambio de Canadá, ¡eso fue lo que me dijo tu padre! Oh, Monty, ¡cuánto lo extraño! Hace mucho que no hablamos. Deberíamos de ir a los bolos. ¡Ven, déjame darte un abrazo!

Número 1 volvió a levantar el rayo dulcirificador y le apuntó, antes de que él pudiera acercarse.

—¡A ver, ya! Perate, carnal.

—Oh, no tienes por qué usar la violencia —dijo Padre retrocediendo—. Podríamos sólo hablar civilizadamente. No quiero tener problemas contigo, ¿está bien?

—¿Por qué el malo se está comportando rarito como mi tío José Chuy? —preguntó Número 2 arqueando las cejas.

—Te dije que Número 5 sabía de tecnología adolescente —dijo Abby acomodándose la gorra—. Lo único que hice fue modificar la configuración de la máquina dulcirificadora para revertirla. Efecto de dulcirificación a la inversa. Es básico. Cree es taaan predecible.

—¿Entonces ya no nos hará daño ni va a convertirse en ese monstruo gigante que daba mucho miedo? —preguntó 3 escondiéndose detrás de 4.

—Nop —dijo Número 5 satisfecha—. La dulcirifiación hacía que todos los niños actuaran de forma adorable. Hice lo mismo, sólo que para nuestro beneficio.

—¿Y no recuerda que es así requete malo? —preguntó Número 2.

—¿Yo? ¿Malo? —preguntó Padre llevándose una mano al pecho—. Sé que no soy tan buena onda, pero no es mi culpa. No tuve una buena infancia. Por eso quiero que los niños del mundo disfruten de su juventud mientras puedan —volteó a ver a Mushi y Tommy, que seguían apartados, y los saludó con una mano—. ¡Coman todo el helado de chocolomo que puedan por mí! ¿Está bien?

—Claro… —dijo Número 1 todavía mirándolo con ceño. Luego se volvió hacia 5—. ¿Y puedes revertir también el efecto para ayudar a los niños que fueron infectados?

—¿Por quién me tomas? —preguntó ella y con una sonrisa, tomó el láser que tenía 1, lo colocó de vuelta en la máquina dulcirificadora, bajó la palanca, como antes había hecho Cree y al instante, una antena disparó un rayo hacia el techo de la Casa del Árbol.

La luz se expandió por cada rincón del mundo. Los cientos de niños que habían sido dulcirificados dejaron sus quehaceres y tareas para volver a jugar en casas del árbol, andar en patineta y comer helado. Desde México hasta Francia, desde China a Japón, todo volvió a la normalidad. El efecto dulcirificador dejó el cuerpo de los niños, sus infancias fueron recuperadas y la alegría reinó de nuevo en el planeta.

—Bien hecho, Número 5 —dijo Número 1.

—No fue nada, jefe.

—¡Déjense de cursilerías baratas! —gritaron los de la Otra Cuadra, todavía encerrados en la burbuja protectora donde los habían dejado Mushi y Tommy—. ¡Ya verán cuándo salgamos de esto, tontos! ¡Vamos a recuperar a Padre y ustedes van a arrepentirse por el resto de sus miserables…!

—Niños —dijo Padre cruzando los brazos—. ¿Qué les he dicho sobre insultar a las personas? Ustedes y yo tenemos que hablar sobre un cambio de actitud y pasar tiempo de calidad juntos.

—¡Pero, Padre…! ¡Son nuestros enemigos!

—Nada de peros. Las personas buenas no tienen enemigos.

Los de la Otra Cuadra fruncieron el ceño y miraron al Sector V con resentimiento.

—¡Ya nos vengaremos! No importa lo que pasé con nosotros ahora. Siempre volveremos por ustedes, Sector V. No se desharán de nosotros tan fácil.

—¿Sí? —preguntó Número 4 chocando sus puños—. Pues aquí estaremos nosotros esperándolos, idiotas.

—¡Oh, oh! ¡Pregunta! —exclamó Kuki levantando la mano, como si estuviera en una clase—. ¿Qué vamos a hacer con todos ellos?

Estaba apuntándole a los villanos que habían derrotado. Todos estaban en un rincón de la Casa del Árbol, tendidos en el piso, amarrados y custodiados por los hámsters.

—¡Estamos bien! —exclamó el Jefe alzando el brazo.

—Todos ellos deberán ser encarcelados en una prisión de alta seguridad de los Chicos del Barrio para que puedan pagar por sus crímenes en contra de los niños, gracias —dijo Número 1 acomodándose las gafas. Luego miró a los de la Otra Cuadra y a Padre—. Igual que ellos.

—Pero, Nigel —dijo Padre angustiado—. Quiero saludar a tu papá.

—Oh, no se preocupe, señor Uno —dijo Número 5 fingiendo amabilidad—. Tendrá oportunidad de saludar a su hermano después. Primero debe pagar sus crímenes, ¿está bien?

—Oh, bueno, eso haré —dijo Padre encogiéndose de hombros.

—Bueno y, ¿cómo vamos a llevarnos a todos a la dichosa prisión? —preguntó Número 4.

—Lo que necesitamos es a alguien que sepa manejar alguna nave espacial para ir a la Base Lunar de la que nos contaste —dijo Número 3 poniéndose un dedo en la barbilla—. Y que además tenga un cargo de importancia para poder entrar sin que nos maten por ser adolescentes, ¿pero quién podría ayudarnos?

Atadas en la misma esquina de antes, Número 1400, Fanny y Rachel hicieron ruidos debajo de las vendas que les cubrían las bocas, y se retorcieron entre las sogas que las amarraban. Número 3 las miró con ceño.

—¡Ay, ya les dije que guarden silencio! Algunos aquí tratamos de pensar en alguien que nos pueda ayudar.

Entonces se fijó en que todos, hasta los villanos, estaban mirándola con el entrecejo fruncido.

—¿Qué? —preguntó de manera inocente.

Todos rodaron los ojos.

Base Lunar de los Chicos del Barrio…

Había una gran prisión. Todos los villanos que el Sector V había combatido estaban encerrados en celdas con cristales gruesos y transparentes. 362 estaba terminando de cerrar la puerta de Tundácula, acompañada de Número 1.

—Bien. Es el último —dijo y le sonrió—. Lamento casi haber cancelado la misión. misión. Tenías razón desde el comienzo. Sólo tú podías resolver esto, Nigel.

—Yo también lamento no haberte escuchado —admitió 1 sobándose el brazo—. Tenía… Un poco de miedo, creo. Eso de descubrir que eres un adolescente de un día para otro, no es bueno para la salud mental.

—Pues eres un gran adolescente. Y un gran agente —torció la boca—. ¿Estás seguro que debes irte?

Número 1 suspiró.

—Tú lo dijiste. Sólo podía quedarme por un tiempo, mientras completaba la misión y ya está hecho —carraspeó—. No sé cómo agradecerte por haberme traído, Rachel. Volví a mi casa, con mis amigos y fui un Chico del Barrio en la Tierra una vez más, gracias a ti.

Rachel sonrió.

—No fue nada. En realidad, creo que todos te vamos a extrañar —señaló a todos los villanos en la prisión—. ¡Hiciste todo esto posible! Tenemos a más prisioneros que nunca en la historia de los Chicos del Barrio. Sin mencionar que Padre ha dejado de ser un peligro al fin.

—¡Nigel! ¡Nos vemos en la cena de Navidad! —exclamó Padre desde su prisión.

—Oh, por favor —dijo Cree, desde la celda de al lado. Estaba sentada en el suelo, limándose las uñas—. Vean cómo terminó. Y pensar que yo alguna vez seguí sus órdenes. Tan solo envejeció y dejó que esos mocosos lo encerraran.

—¡Igual que tú! —le gritó el Catarro Común desde otra celda.

—¡Cállate, cara de moco!

—Sí… —dijo Nigel observando las peleas de los villanos con una mueca—. Pero, ¿estás segura de que el efecto de la dulcirificación en Padre va a ser permanente, verdad? No quiero ver a ese dragón loco en mi casa nunca más.

—Ah, descuida. El efecto que Número 5 puso en la máquina dulcirificadora es seguro —le dijo Rachel mientras salían de la prisión—. Mientras a nadie se le ocurra revertir los efectos, todo estará bien.

Y cuando cerraron la puerta tras ellos, la prisión se quedó oscura.

Nadie se fijó que en su celda, los de la Otra Cuadra reían silenciosamente.


—¡Oh, por Dios! ¡No puedo creerlo! ¡Presencié una épica batalla del Sector V! ¡Esto es taaaan emocionante que me quiero desmayar! Pero no puedo hacerlo porque tengo ante mí al mejor agente que los Chicos del Barrio hayan conocido y no quiero perderme ni un momento más.

Número 1400 respiraba entrecortadamente, emocionada y dando vueltas por una de las oficinas que estaban cerca del puerto estelar de la Base Lunar. Frente a ella, Rachel se masajeaba el entrecejo, Nigel la miraba, confundido, y Mushi y Tommy arqueaban las cejas.

—Es bien rarita, ¿verdad? —preguntó Mushi.

—Número T, Número Arcoíris —dijo 1400 volviéndose hacia ellos. Tommy ahogó un jadeo.

—Se sabe nuestros nombres —le susurró a Mushi.

—Tengo que darles las gracias por todo lo que hicieron —dijo y se sacó de una bolsa dos corcholatas de soda con seguros en la parte de atrás. Eran doradas y tenían rayadas con marcador las palabras "Agentes Honorarios. KND" —. No puedo nombrarlos Chicos del Barrio oficiales, por el asunto del módulo de códigos y todo eso. Pero los Chicos del Barrio siempre necesitamos vigilantes externos.

—No manches —dijo Tommy mordiéndose las uñas. Dejó que la niña le pusiera la corcholata en su camisa—. No manches, no manches. ¡Esto es lo mejor que me ha pasado en toda la vida!

—O sea, ¿no somos Chicos del Barrio? ¿No viste quién encerró a los de la Otra Cuadra? —preguntó Mushi torciendo la boca.

—Exacto. Y por eso los llamaremos si necesitamos ayuda —sonrió 1400.

—Eso es explotación laboral —comentó Mushi, pero cuando 1400 le puso la corcholata también, sonrió emocionada—. ¡Wow! ¡Soy una Chica del Barrio honoraria! ¡Esto es genial! ¡Es tan increíble que hasta puedo olvidar todos mis planes de venganza! ¡Increíble!

Dio un par de saltitos, entusiasmada, y sin darse cuenta de lo que hacía, envolvió en un abrazo a Tommy.

—Oh, ups —dijo cuándo se percató de su acción. Se separó bruscamente del niño y carraspeó—. Lo siento.

—No importa —dijo Tommy desviando la vista, un poco sonrojado. Para hacer otra cosa, se puso a ver el reloj que tenía en la muñeca—. ¡Oh, mira la hora! La nave de Número 1 ya debe de haber terminado de calibrarse. Dejé los circuitos completamente listos para emprender un largo viaje de regreso al espacio.

Número 1 hizo una mueca, entre una sonrisa de agradecimiento y un gesto de tristeza.

—Bien, Nigel, llegó la hora —dijo Rachel poniéndole una mano en el hombro—. Que te vaya bien.

—Ah, pero… —Nigel volteó a ver una puerta metálica, a la orilla de la habitación—. Antes quisiera… Ya sabes, me gustaría… Yo…

—¡Ay, estoy jugando! —dijo Rachel dándole un golpecito—. Anda. Fanny ya debe de estar por terminar con el proceso. Hazlo.

Número 1 esbozó una sonrisa, suspiró y avanzó lentamente hasta la puerta.

Antes de entrar por completo, cerró los ojos, sin saber qué esperar, porque por fin, lo que tanto peleó, lo que tanto deseó desde que había vuelto a la Tierra se cumpliría.

Después de desarmar la máquina dulcirificadora, habían logrado salvar la pieza del módulo recuperador que Cree había robado. Con ella, cualquier agente de los Chicos del Barrio que hubiera sido desmemorizado podía recobrar sus recuerdos.

Y es lo que 1400 le había propuesto a su equipo.

Si ellos aceptaban, podrían formar parte de los Chicos del Barrio y espiar a los ninjadolescentes desde la preparatoria. La líder supremo lo permitiría porque los niños del mundo una vez más estaban a salvo gracias al legendario Sector V. Eran una excepción a la regla.

Y ellos habían aceptado.

Ahora recordarían la Casa del Árbol y esos momentos cuando se sentaban en la terraza para tomar helado. Recordarían cada pasillo, cada habitación y cada zona que nunca habían cruzado, pero sí escuchado en leyendas. Recordarían a los villanos y las risas que les causaba el verlos derrotados. Recordarían la escuela y el parque y la piscina pública a la que no los dejaban entrar. El helado, el nombre de cada hámster y las tarjetas Yip! que les faltaban para completar el álbum. Cada caricatura, cada historieta, cada noche en vela viendo películas de terror, peleando contra los adultos o simplemente… Siendo niños.

Ellos recordarían todo eso.

Y también recordarían que Número 1 los había dejado.

¿Estarían enfadados con él? Quizás sí y preferían seguir teniendo sus vidas comunes y corrientes, en donde sólo tenían que preocuparse por ser simples adolescentes, en donde cada quien se sentaba en una mesa distinta de la cafetería… Quizás…

Cuando la puerta se cerró automáticamente detrás de Número 1, él abrió los ojos.

Frente a él estaba su Sector, sentados juntos sobre unos banquitos, con los ojos cerrados. Se escuchaba una melodía, como una canción en una cajita musical. Era Fanny la que estaba produciéndola, dándole vueltas a la palanca del módulo recuperador de memoria. La caja les estaba apuntando a Memo, Kuki, el Güero y Abby.

—Bien, ¿estás listo para tener a estos idiotas de vuelta? —preguntó 86 con un dejo de fastidio.

Y la melodía cesó.

Del módulo recuperador salió disparado un rayo que golpeó al Sector V e iluminó la habitación por completo. Varios gritos inundaron el lugar, mientras Número 1 apartaba ligeramente la mirada.

Cuando la luz paró, Número 1 alzó la vista, temeroso. Su equipo seguía frente a él y poco a poco abrían los ojos, algunos se agarraban la cabeza, como si les doliera y otros tosían levemente… Pero se veían iguales. Exactamente iguales que los adolescentes que había conocido.

—Bueno, ya me voy antes de que empiecen con sus babosadas —dijo 86 con un gruñido, llevándose el módulo recuperador con ella. Le sonrió—. De nada.

Salió por la puerta metálica y ésta volvió a cerrarse. Número 1 tragó.

—Chicos… —volteó a verlos una vez más—. ¿Están…? ¿Ustedes…? ¿Son…? ¿No son…? ¿Verdad?

Los cuatro chicos apenas parecieron escuchar su voz. Lentamente voltearon a verlo.

—¿Chicos? —preguntó 1 temeroso.

Pasaron tan sólo unos segundos, pero a él le pareció más tiempo. Y finalmente, los ojos de cada uno de ellos se iluminaron al reconocerlo.

—¡Número 1! —gritaron todos a la vez.

Y el Sector V corrió, rio y se encaminó hacia su líder, mientras Nigel se tambaleaba al recibir cuatro pares de brazos que lo rodearon. Cayeron al suelo, juntos, en medio de carcajadas y palabras incomprensibles, tratando de distinguir algo entre el montón de manos que se apretujaban y las caras emocionadas que se amontonaban.

—¡Te extrañamos mucho!

—¡Fuimos unos tontos!

—¡Bueno, ellos fueron unos tontos!

—¡Ya recordamos todo!

—¡Jamás volveremos a olvidarte!

Nigel sonrió.

El Sector V por fin se había reunido.

—Ese es el equipo que le gusta al público —dijo y discretamente se limpió una lágrima que le resbalaba tras las gafas.

—¡No puedo creer que estén aquí! —exclamó Número 2 y envolvió en un fuerte abrazo a Número 4—. ¡Oh, los extrañé tanto! Aunque, ya saben, nos acabamos de ver, pero… ¡No importa! ¡No me acordaba de cuánto los quiero!

—Ya suéltame, panzón —dijo Número 4 tratando de retirarse. Cuando lo logró, Número 5 le revolvió el cabello.

—¿Soy yo o estás más enano? —preguntó ella, luego se calló porque Kuki le echó los brazos encima.

—¡Se siente taaaaaan bien estar de vuelta! —chilló ella. Todos recibieron abrazos empalagosos de su parte—. ¡Casi quiero cantar y bailar y comer mucho, mucho cereal de los Simios Arcoíris! ¡Muuuuuucho!

—¡Oye, el espacio no te sentó nada bien! —exclamó 2 torciéndole una sonrisa a Número 1—. Estás más pálido y hasta más pelón.

—¡Sí! ¿Qué pasó con nuestro súper líder alto y fuertote? —preguntó 3 guiñándole un ojo.

—¿En serio me recuerdan? —dijo Número 1, todavía sin poder creer que todos los recuerdos de sus amigos habían vuelto.

—Todo va regresando poco a poco —dijo Número 4 rascándose la cabeza—. Es como despertarse de un sueño o algo así.

—¿Un sueño? —se escandalizó 3—. ¡Siento que estoy despertando de una pesadilla! ¡Regalé a la caridad todos mis peluches de los Simios Arcoíris! ¿Para qué los quiere la caridad?

—Sí, todos nos hicimos idiotas —dijo Número 2 agachando la cabeza—. Dijimos que jamás creceríamos y… ¡Míranos! —se puso en una pose dramática—. Casi adultos. ¡Qué asco!

—Lo lamentamos mucho, Número 1 —dijo 3 haciendo un puchero—. Nosotros no queríamos crecer.

—Sí, la preparatoria cambió todo —dijo Número 4—. Estúpido sistema escolar.

—Entonces, ¿no prefieren sus antiguas vidas y olvidar todo esto? —preguntó 1 temeroso—. ¿Y no están enojados conmigo por haberme ido al espacio antes?

—¿Qué? ¿Sigues loquito o qué te pasa? —preguntó Número 3—. ¡No quiero volver a olvidar todo esto y jamás estaríamos enojados contigo!

—Sí, nos dejaste, pero fue para salvar a los niños del espacio y de Canadá y todo eso —dijo Número 4 encogiéndose de hombros—. ¿Quién se fija?

—Y lo más importante es… —Número 2 se mordió los nudillos y agudizó su voz—. Es que ya estamos juntos.

Volvieron a abrazarse, todavía en el piso, todavía con risas llorosas. Eran amigos que se reunían otra vez… Hasta que se dieron cuenta de que faltaba una persona en ese círculo de reencuentro.

—¿Número 5? —preguntó Nigel levantando la vista. Y es que, después de los primeros abrazos, Número 5 se había apartado un poco de ellos y ahora tenía los brazos cruzados y la mirada oculta debajo de la gorra.

—Oye, estamos teniendo un momento, ¿no te das cuenta? —preguntó 3.

—Sí, ándale, ven a apapacharte con nosotros —dijo Número 2.

—Yo… —Abby se mordió el labio—. No puedo. No puedo hacer eso.

—¡Ay, es muy fácil! Sólo tienes que venir hasta acá y abrazarnos y decirnos que nos extrañaste mucho —explicó 3.

—No…

—¡¿No nos extrañaste?!

—¡No es eso! —exclamó ella y se levantó del suelo—. Es que yo… No puedo… No puedo creer todo lo que hice. Traicioné a los Chicos del Barrio, a ustedes… ¡Fui la líder de los ninjadolescentes! —explicó, angustiada—. Les mentí una y otra vez.

—Pero esa no eras tú —dijo Número 2.

—Dejé que Cree se metiera en mi cabeza, yo… Me convertí en ella. Ni siquiera merezco recordar de nuevo… —agachó la cabeza—. Deberían de encerrarme en una celda junto con los demás villanos.

Todos callaron, nadie se atrevió a decir nada. Hasta que Número 1 se levantó del suelo, caminó lentamente hasta Abby y le puso una mano en el hombro.

—No eres una de ellos. No eres una malvada adolescente, ni nada de eso —sonrió—. Eres mi segunda al mando y tú más que nadie merece recordar.

—Pero, yo… Yo… —tartamudeó ella.

—¡Sí! De no haber sido por ti, no habríamos podido arreglar la máquina para quitarles la dulcirificación a los niños infectados —dijo Número 2 torciendo una sonrisa.

—Y tu malvada hermana no estaría encerrada en una celda —dijo Número 3.

—Y ni siquiera habríamos podido derrotar a Padre convertido en dragón —dijo Número 4.

—No importa lo que hayas hecho como ninjadolescente —dijo Número 1 seriamente—. Lo que importa es que en el fondo seguías siendo una de las mejores agentes que conocí.

—¡Sí! Además, todos hicimos cosas estúpidas siendo adolescentes —exclamó 3—. ¡Como eso que dije de los Simios Arcoíris y la caridad! ¡La caridad!

—¡Sí! ¡Y yo le pateaba el trasero a los nerds y metía sus cabezas en el inodoro! —dijo Número 4. Número 2 arqueó las cejas.

—Pero tú hacías eso incluso antes de que nos destituyeran.

—¿Cuál es tu punto?

—Bien —dijo 5 y se talló los ojos—. Por lo menos ahora no tengo que beber más café… Y tengo muchos secretos de los ninjadolescentes que compartir en la base de datos de los Chicos del Barrio.

—Esa es la Abby que conozco —le dijo Número 1, orgulloso.

Ambos compartieron una sonrisa.

—No voy a extrañar nada ser un adolescente —dijo Número 2—. Oigan… Ahora que lo recuerdo… ¡¿Por qué me dejaron salir con 86?!

—Odiaba el futbol, ¿por qué diablos estaba ahí? —se quejó 4.

—Pasaré el resto de mi vida tratando de olvidar mi tiempo como adolescente —Número 5 se estremeció—. Casi fui amiga de Cree. Agh.

—Chicos, en serio, ¿por qué salí con 86?

—Bueno, no todo fue tan malo —dijo Número 3 encogiéndose de hombros—. Tenemos buenos teléfonos y fuimos a muchas fiestas… O al menos yo lo hice.

—¿Estás jugando? ¡Fue lo peor! ¡Todo lo que hicimos como adolescentes fue horrible! —exclamó Número 4 con dramatismo. Kuki frunció el ceño—. Realmente nos importaba lo que pensaran esos tontos de la preparatoria y queríamos cuidar nuestra imagen y… Agh, ¿recuerdan el baile? ¡Qué asco! ¿Por qué nos portamos tan idiotas? Nos vestimos como pingüinos e hicimos tantas ridiculeces…

—Oye, el baile no fue tan malo —dijo Número 5 mirando con precaución a su amiga.

—¿Qué? ¡Por supuesto que lo fue! Fue la peor noche de mi vida. Todo el tiempo de adolescente fue el peor de mi vida. Si el tiempo que viví en la preparatoria fuera una comida, la vomitaría —seguía diciendo 4 y con cada palabra, el rostro de 3 enfurecía más.

—Bueno, pero debió de haber algo bueno…¿No? —preguntó 2, tratando de salvar a su amigo de una muerte segura.

—Sí, que terminó —dijo Número 4. Todos rodaron los ojos.

—¿Me estás diciendo que absolutamente todo, TODO, de ser un adolescente te disgustó? —preguntó 3 y su ceño fruncido fue sustituido por un puchero—. ¿Todo el baile? ¿Incluso que fuiste conmigo?

—¡Por supuesto que…! —4 al fin reaccionó—. Oh, bueno… No, yo no… No hablaba de… ¡Es que la canción…! ¡No me refería a eso, Kuki!

—¿Todo? ¿Todito?

—Sí, ¿todo, 4? —preguntó 5 alzando las cejas, divirtiéndose bastante con la desgracia de su amigo.

—¡No! ¡Oye! —4 frunció el ceño.

—Creo que es el momento, hermano —dijo Número 2 solemnemente.

—¿Qué? ¿Momento de qué?

—Sí, es hora —le dijo Número 1 fingiendo seriedad.

—Tenías bastante valor hace rato en la Casa del Árbol —le dijo Número 5—. Sácalo ahora, tigre.

—¿Qué saque qué?

—Ya esperamos seis años, no manches —Número 2 rodó los ojos—. No estaremos aquí para siempre.

Los tres siguieron diciendo ese tipo de cosas, mientras 3 intensificaba su puchero y 4 se encogía en su lugar, tenso, avergonzado y un poco espantado.

—¡Ya basta! ¡No entiendo lo que quieren decirme! ¡Pero se me acaba de ocurrir algo que debo hacer, así que no me interrumpan! —4 infló el pecho, volteó a ver a Kuki y respiró hondo—. Número 3… Hay algo que debo decirte.

—No manches, ¿en serio lo va a hacer? —le susurró 2 a 5—. Yo estaba diciéndolo de juego.

—¡Shhh!

—Sí hubo algo que me… Que me agradó de ser un adolescente —murmuró el Güero, ocultando la mirada. Kuki volteó a verlo.

—¿Ah, sí? ¿Y qué fue?

—Bueno… —tragó—. Que en el baile, tú y yo… Casi… Y después en la batalla… Tú y yo… Bueno, ya sabes… —volvió a tragar y cuando volvió a hablar, lo hizo muy rápido—. Ser un adolescente me gustó porque nunca me hubiera atrevido a hacer lo que estoy a punto de hacer en este momento.

—¿Y qué es lo que estás a punto de…?

Y por fin, después de años y años de espera…

El Güero besó a Kuki.

Sin embargo, se separó antes de que ella pudiera si quiera reaccionar.

—¡Espera! —la apartó bruscamente—. Ahora no eres una zombie envejecida malvada, ¿verdad? Y no estábamos en medio de una batalla, luchando por nuestra vida y no recordando… Así que… ¿Esto es…? Ya sabes, ¿es en serio? ¿O es otro de esos sueños locos que tenía y que ni siquiera me acordaba que tenía? Porque ya sabes, no teníamos recuerdos y no sabía que había esperado tanto tiempo para esto y…

—Güero.

—¡¿Qué?!

—Ya sé que te caigo muy bien, tengamos memoria o no. Y está bien, porque tú también me caes bien. Muy, muy bien.

—Ah, espera —dijo 4 rascándose la cabeza—. ¿Estás diciendo que entonces sí…?

Y Kuki, ya con memoria, sin ser una zombie envejecida, ya con todos los recuerdos de su niñez, le lanzó los brazos al cuello y…

Lo besó.

Ambos se tambalearon hasta caer al piso. Los demás esbozaron gestos de ternura, que después se convirtieron en muecas de desagrado. Dejaron a la pareja sola y se alejaron un poco de ahí.

—Ay, crecen tan rápido —dijo Número 2 secándose una lágrima.

—Sí, todos crecieron —suspiró Número 1—. No tienen idea de la sorpresa que fue llegar y verlos… Pues, así —los señaló.

—Debes de odiarnos, ¿no? Te complicamos bastante las cosas —dijo Número 5.

—No, yo jamás podría odiarlos. Además… Yo también crecí.

Memo y Abby voltearon súbitamente a verlo.

—¿Cómo dices que dijiste? —preguntó 2.

—Cuatro chicos me enseñaron que ser adolescente no es tan malo —Número 1 se encogió de hombros.

—Está hablando de nosotros —se emocionó 2. Número 5 arqueó las cejas.

—¡Wow! ¡Espera y retrocede! ¿Nuestro gran líder, defensor de los niños y luchador jurado contra los adultos, está diciendo que realmente le gustó tener a un equipo de adolescentes trabajando junto a él? ¿Y que además le gustó ser uno?

—No sólo eran adolescentes. Seguían siendo niños de corazón, aunque ustedes no lo sabían —dijo Número 1 con una sonrisa—. Y me ayudaron, a pesar de que no recordaban nada.

—Bueno, técnicamente nos obligaste a hacerlo —dijo Número 2. Abby le dio un codazo.

—Cuando llegué a la Tierra, Rachel me dijo que me necesitaban a mí para una misión. Pero se equivocó. Porque los Chicos del Barrio en realidad nos necesitaban a nosotros. Juntos. Necesitaban al Sector V reunido una vez más.

Y lo decía en serio.

Número 1 había dicho cada palabra con sinceridad. Desde que creía que aquellos adolescentes tenían un niño escondido en el interior que había salvado a todos, hasta que él también había crecido. Volver a la Tierra le permitió conocer lo que realmente era. Un adolescente. Ya no era un niño, pero podía seguir luchando como tal. Todavía no era un adulto, pero tal vez cuando llegara ese momento, no sería tan malo. Tal vez todos podían ser lo que quisieran, como antes había dicho Número 3. Tal vez él podía ser ambas cosas…

—Ya, porque me vas a hacer llorar —dijo Memo quitándose los googles para limpiarlos.

En ese momento, Kuki y el Güero terminaron con lo suyo y llegaron hasta ellos. Ella estaba un poco sonrojada, pero él parecía bastante emocionado.

—¡Ufff! —se pasó una mano por el cabello rubio, sonriendo ampliamente—. ¡Qué bueno es ser un adolescente! —le palmeó el hombro a Número 2. Éste rodó los ojos—. ¿Por qué es que no queríamos hacer esto? En serio. Es geniaaaal ser un adolescente.

—Sí, ya entendimos. Gracias.

—No. En serio. De. Verdad.

—Agh, por favor, nadie quiere detalles —Número 5 se estremeció—. No quiero que nos muestren sus cursilerías de aquí en adelante, ¿entendido?

—¡Ayyy, pero yo sí quiero ser cursi! —exclamó 3 cruzando los brazos—. ¡Me lo merezco, llevo años esperando!

—Sí, suficiente teníamos con 1 y el bombonzote de su novia —dijo Número 2 rodando los ojos.

—Ex novia —aclaró 5.

—Oh, sí, ¡fue humillante! ¿Recuerdan cómo lo dejó plantado a la mitad de la batalla? —preguntó 4 burlonamente—. No importó que la salvara porque ella ya tenía otra cita.

—Sí, es que no se te da bien esto de las chicas, hermano —dijo Número 2. Nigel frunció el ceño.

—Sí, sí, ¿te enteraste de que le gritó en el baile? —preguntó 4—. "¡Soy un adolescente!"

—¿Enterarme? ¡Toda la escuela lo supo! —se carcajeó 2.

—Oigan, ya estuvo, ¿no? —preguntó 1 torciendo la boca.

—De por sí todos decían que era un rarito y nadie lo quería, ¡ni siquiera los nerds! —se rio 2.

—A ti tampoco te querían, gordo —dijo Número 4.

—Pues, sí, pero nos estamos burlando de 1.

—¡Uh, uh! ¿Y se acuerdan de cuando los de la Otra Cuadra le tomaron una foto a sus pompotas? —preguntó 3 aguantando una risa.

—Eso pasó hace años, 3 —le dijo Número 5, confundida.

—¡Ya sé pero fue muy divertido y ahora ya nos acordamos! —se carcajeó ella. Todos soltaron fuertes risas que irritaron a Número 1.

—Bueno ya, me caían mejor cuando estaban desmemorizados —gruñó—. A ustedes los venció Excuseitor, así que se me callan.

Su equipo se calló por un momento, pero luego de unos segundos, todos volvieron a estallar en risas. Número 1 se les unió también. Le parecía que realmente el tiempo volvía atrás. Eran niños carcajeándose. Eran niños que habían jurado defender al mundo de la tiranía de los adultos. Eran otra vez esos niños de diez años… Que nunca debieron dejar de ser.

Número 1 calló su risa.

—No lo entiendo —dijo de repente.

—¡Ay, es muy fácil! —siguió riendo 3—. Los de la Otra Cuadra metieron unas cámaras al agua y le tomaron foto a todo tu…

—¡No! ¡Eso no! —exclamó Número 1—. Es que son el equipo más bárbaro que he conocido. Nadie se compara con ustedes, ni siquiera en otros planetas… —trató de explicarse—. Y aun así… No lo entiendo. No entiendo por qué los destituyeron en primer lugar.

Los cuatro chicos pararon sus risas e intercambiaron miradas cómplices que él no supo identificar.

—¿Qué? ¿Qué traen?

—Bueno, es que ya nos acordamos de todo —dijo Número 5.

—Y nos acordamos de nuestros últimos días como Chicos del Barrio —dijo Número 2.

—Entonces, también nos acordamos qué pasó —explicó 3—. Todo lo que pasó cuando cumplimos trece años.

—Y está feo —dijo Número 4 torciendo la boca.

—¿Qué? —preguntó 1—. ¿Cómo que feo? ¿Qué fue lo que…? ¿Fue 86, verdad?

—No, no —dijo Número 2—. No fue ella… Fuimos nosotros.

—¡Ahhh, ya sabía yo que…! —pero 1 se calló cuando comprendió lo que había escuchado—. ¿Ustedes?

—La verdad es que… —Número 5 se mordió el labio—. Cuando cumplimos trece años, a todos nos ofrecieron un puesto como agentes adolescentes de los Chicos del Barrio. Ya sabes, para espiar a todos desde la preparatoria y eso.

—Pero lo rechazamos —dijo Número 2.

—¡¿Qué?!

¡¿QUÉ?! ¿Había escuchado bien? ¿Su equipo el más bárbaro de los bárbaros había rechazado el puesto que todos se morían por tener? Un puesto legendario, conocido a voces, el que solo los más grandes de la organización eran dignos de tener… ¿Su equipo realmente rechazó una oportunidad como esa?

—¿Cómo…? ¿Por qué…? ¡¿Cómo se atrevieron?! ¡O sea, eso es un trabajo súper mega genial! ¡Muy pocos agentes son dignos de hacerlo! ¿Cómo pudieron…? ¿Por qué…? ¡Nos habríamos ahorrado todos estos días de entrenamiento y…!

—Lo hicimos por ti —dijo 3 con un puchero.

—¡…pudimos haber…! ¿Qué? —Número 1 volvió a callarse—. ¿Por…? ¿Por mí?

—Sí, bájale la espuma a tu chocolate y déjanos explicarte —se ofendió 4—. Esos últimos meses fueron terribles. Nadie nos creía que Padre todavía andaba rondando por ahí, decían que estábamos paranoicos… Aunque ni siquiera sé qué significa eso, pero creían que estábamos locos y que él había desaparecido. Todos se portaban como estúpidos, pensaban que aún no superábamos que te habías ido.

—Y tal vez eso era verdad —dijo Número 5—. Ya sabes, sin ti aquí… No era lo mismo.

—Pero… Pero… —Número 1 los miró sin poder expresar una frase coherente.

—Así que hicimos una junta, ya sabes, con chocolatito y un par de cobijas, para platicar las cosas —dijo Número 2—. Y llegamos a la conclusión de que no había nada más para nosotros en los Chicos del Barrio.

—Y que cuando cumpliéramos trece años, dejaríamos que nos borraran la memoria —finalizó 3.

—362 estuvo de acuerdo y prometió que no dejaría que ningún adolescente nos reclutara —explicó 5—. Claro que ella no contaba con que la tonta de Cree vivía bajo mi techo, pero…

—¡Nombró al Sector V legendario! —exclamó 4—. Claro que es lo menos que podía hacer, porque somos el mejor equipo.

—Y hasta les dio vacaciones pagadas a los hámsters en las Bahamas —dijo 3 emocionada.

—Nadie más entraría a nuestra Casa del Árbol y el Sector V sería recordado por siempre —explicó 5, nostálgica—. Creímos que si algún día volvías a la Tierra, te gustaría saber que el equipo que dirigiste fue recordado como el mejor.

—Pero, ¿se dan cuenta de lo que hicieron? —preguntó 1 todavía atónito—. ¡Dejaron que les borraran la memoria! ¡En vez de eso 86 fue reclutada! ¡O sea, hellow!

—Confiábamos en que seguiríamos siendo amigos en la preparatoria, sin importar si recordábamos o no —Número 4 se encogió de hombros—. Aunque creo que eso no salió nada bien.

—Pero, no entiendo, ¡los Chicos del Barrio eran su vida! —se desesperó 1—. ¡No hay nada peor que dejarlos!

—Sí, eso mismo creíamos nosotros —dijo Número 2. Luego su tono de voz volvió a cambiar, por uno más agudo, más triste—. Hasta que te fuiste.

Número 1 cerró la boca que había estado abierta desde que comenzó esa confesión. Realmente no sabía qué decir, qué sentir… Su equipo destituido, sacrificando toda su niñez y él ni siquiera lo sabía…

—Yo… —Número 1 cerró los ojos—. Jamás quise que hicieran algo como eso solo por mí. De haber sabido que algo así iba a pasar, yo nunca me hubiera…

—¿Ido a Canadá? —completó 4.

Número 1 asintió.

—Siempre pensé en volver, pero cada vez que estaba seguro de hacerlo, una emergencia surgía en otro sistema solar. No me di cuenta de que pasaba el tiempo, pensé que todo seguiría igual… Y entonces volví y me di cuenta de que seis años marcan mucha diferencia —Número 1 agachó la cabeza—. Pero ustedes no van a tener que volver a hacer eso. Ahora tienen sus recuerdos. Todo será igual que antes, no serán destituidos, no irán a ningún lado…

—Pero tú sí, ¿verdad? —preguntó Número 3 y su voz se quebró.

Justo en ese momento, cuando aquella pregunta aun danzaba sobre ellos, las puertas metálicas de la habitación se abrieron. Rachel y Fanny entraron. La primera con una mueca melancólica, la segunda con los brazos cruzados.

—Bien, tonto, ya está tu nave lista —gruñó 86.

—Fanny —dijo entre dientes 362.

—¿Qué? ¡Los Chicos del Barrio Galácticos están presionándonos desde hace semanas! ¡Y él no se digna a irse todavía!

Rachel negó con la cabeza, pero suspiró, como dándole la razón a su amiga.

—Es verdad, 1. Ahora sí. Es el momento.

Número 1 volteó a ver a su equipo.

—Yo…

—¿Te acompañamos al puerto, jefe? —preguntó Número 5 torciendo una sonrisa. Los demás la imitaron.


Número 1400 estaba tras los controles, junto a Tommy, Mushi, Rachel y Fanny. En el puerto, la nave con forma de pastel tenía los motores encendidos y la puerta abierta, lista para arrancar en cuanto su piloto subiera.

Número 1, ya vestido con su traje del espacio, la observaba, angustiado.

Alguien le tocó el hombro.

—Lamento no haberte traído tu pozolito esta vez —dijo Número 2 encogiéndose de hombros. Número 1 sonrió—. Pero es que no hubo tiempo de prepararlo. No sabíamos que te irías hoy… De hecho no sabíamos nada de lo que pasaría hoy, pero fue bueno, ¿no?

—Fue muy bueno —Número 1 sacó de su mochila espacial una especie de pistola azul con aros luminosos—. Tengo esto para ti. Es un arma que conseguí en una misión a la galaxia de Fornax. Te ayudará con el Gran Bobby y los otros bravucones.

—¿Esa antigüedad? —preguntó 2 alzando las cejas—. ¡Por favor! Ahora con mis recuerdos puedo crear algo mucho mejor que eso. El Gran Bobby se convertirá en el Pequeño Bobby.

—Estoy seguro de que lo harás y de que harás que la Casa del Árbol luzca genial otra vez —Número 1 se guardó el arma y sonrió. Memo agachó la cabeza y se sacó del bolsillo un pequeño radio.

—Mira, amplié las ondas de comunicación de esta cosita —explicó—. En teoría, llega al espacio y puedes comunicarte con nosotros de vez en cuando. Ya sabes, si te pasa algo genial y quieres contarnos o si quieres saber cómo están las cosas por aquí… —se sonó la nariz—. O nada más si quieres hablar con alguien… Ya sabes, humano… Aunque obvio todo es súper genial allá, no creo que tengas mucho tiempo para…

—Voy a usarlo todos los días —dijo Número 1 poniéndole una mano en el hombro—. Lo prometo.

—Sale, yo esperaré para platicarte cuando se acabe Pokemón —le dirigió una sonrisa llorosa y luego se alejó.

Número 1 recibió entonces un fuerte abrazo por la espalda.

—Vas a tener mucho tiempo para procesar todo esto, ¿verdad? —le dijo Número 3 cuando lo soltó—. Ya sabes, niño, adolescente, chico del espacio, del barrio y todas esas cosa que eres.

—Creo que sí.

—Recuerda no ser raro con los marcianitos, comerte todo tu cereal de los Simios Arcoíris y no olvidar llevar tu pasta de dientes —sonrió—. Y no te vayas a olvidar de nosotros, ¿sí?

—¿Qué? ¿Piensas que estoy loquito? —se ofendió 1.

—No, yo nunca he pensado eso —negó Kuki con la cabeza. Su vista bajó al piso y un ligero sollozo se escapó de su garganta—. No es justo. Me acabo de acordar de ti hace apenas cinco minutos y… Te voy a extrañar mucho.

—Y yo a ti, Kuki —Número 1 tragó.

—No hicimos muchas cosas —dijo ella y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Hay unos nuevos bolos en la ciudad y quería llevarte. Y a los ponys, ya no nos dejarían entrar, pero pudimos intentarlo… Y tampoco fuimos al lago o por sodas.

—Lo sé —dijo Número 1, a punto de tener lágrimas también.

—Por tu dedito, prometes que lo haremos cuando regreses, ¿verdad?

—Sí —Número 1 alzó su mano y enlazó su meñique con el de Kuki—. Por el dedito.

Ella asintió, le dio un beso en la mejilla y volvió a abrazarlo, dejando que las lágrimas siguieran escapándosele de los ojos. Se alejó y entonces, fue el turno de Número 4 de acercarse.

—Yo… Lamento haberte arrojado comida ese otro día en la cafetería —gruñó—. Ya sabes… Sólo era un estúpido adolescente…

—No, tú nunca has sido estúpido, Güero —le dijo 1 y trató de ponerle una mano en el hombro, pero él se apartó.

—Ya basta de cursilerías —masculló, pero desvió los ojos para que nadie viera que se le estaban poniendo llorosos—. Sé que parece que quiero venir a decirte que te vamos a extrañar mucho y que te queremos y que nada va a ser lo mismo sin ti… Pero no voy a hacerlo, porque los chicos no hacemos eso —se pasó una mano por los ojos.

—No necesitas decir nada, Güero —Número 1 sonrió—. Lo entiendo.

—Bueno, gracias por hacer que recordemos y eso —sacudió la cabeza, como tratando de calmarse—. Y ya sabes, todo lo que te dije la última vez que te fuiste es verdad. Si necesitas ayuda en el espacio —chocó sus puños—, para para patear traseros o salvar planetas canadienses, ¡aquí estaremos! Siempre.

—Lo sé, Güero. Lo sé.

Número 4 alzó su puño y lo dejó suspendido frente a Número 1, esperando que él lo chocara. Número 1 sonrió enternecido y lo hizo. El Güero tragó y se dio la vuelta.

—Pero, mírate. Y pensar que hace apenas unos días te estaba convenciendo de que eras un adolescente.

Número 1 volteó a ver a 5, recargada sobre uno de los tableros de la Base Lunar. Se rio.

—No hubiera podido hacer nada sin ti… Otra vez —admitió.

—¡Ay, lo hiciste todo tú solo! Yo nada más quería destruirte, ¿recuerdas? —Abby se rio—. Nada personal.

—Fue más fácil la última vez —confesó 1—. Antes estaba emocionado de ir. Ahora ya sé a dónde voy y lo que voy a dejar… Y no es… Yo no soy… No creo que…

—Por favor —Número 5 hizo un gesto despreocupado con la mano—. Lo hiciste bastante bien la última vez, lo vas a hacer bien ahora.

—Tú igual.

Número 1 se quitó las gafas oscuras y se las extendió a su amiga. Ella se sobresaltó y negó con la cabeza.

—Ni lo pienses —le advirtió—. ¡Ya viste lo que pasó! Terminamos sin memoria, siendo adolescentes tontos y yo con Cree… No, no, no —retrocedió, porque Número 1 le volvió a extender las gafas—. ¡Fui una pésima líder!

—No, los mantuviste a salvo y nunca dejaron de combatir contra los adultos, a pesar de que no había nadie más para apoyarlos —Número 1 evitó que ella siguiera retrocediendo. Le sujetó las manos y dejó las gafas ahí, sin soltarla—. No voy a irme tranquilo si no estás tú para liderar al Sector V, Abby.

—Pero… —Abby ocultó la mirada debajo de la gorra—. Nadie puede remplazarte.

—Cinco…

—No, es verdad. Si tú no estás aquí, yo… No sé si podré…

—Lo harás. Confío en ti.

Número 5 alzó la vista. Tenías los ojos llorosos. Después de unos segundos, soltó a Número 1, suspiró y torció una sonrisa.

—Bien. Pero, éstas son tuyas —le devolvió las gafas—. Llévatelas. Para que recuerdes que sigues siendo nuestro líder y el mejor Chico del Barrio del planeta.

Número 1 sonrió y aceptó las gafas.

—Y… —Número 5 volteó a ver el techo y se sobó el brazo—. Ya sabes, no debes olvidar que también eres un adolescente y todo eso.

—No creo que pueda olvidarlo.

—Sí, bueno, pero… Aún no has hecho todo lo que hacen los adolescentes —resopló—. Y no quiero que estés otros seis años con crisis existenciales… Y tal vez… Después de todo lo que pasó… Yo debería… Tal vez te debo una y debería… Debería…

—No entiendo qué…

Número 5 no lo dejó terminar su pregunta. Lo tomó bruscamente de los brazos y, sin darle la oportunidad de decir nada…Le dio un corto beso en los labios.

—Pero, ¡¿qué…?!

—¡Hey! —lo interrumpió ella, de mal humor—. Sólo fue para que seas un adolescente normal, no te emociones. No es mi culpa que no hayas besado a nadie…

—¡Estaba en el espacio!

—¿Y qué? Ahora ya puedes irte tranquilo, adiós —Número 5 se volteó y cruzó los brazos. Número 1 no movió ni un músculo durante varios segundos…

Luego torció una sonrisa.

—Señor, Número 1, señor —dijo la voz de 1400, desde lejos—. Los Chicos del Barrio Galácticos solicitan su presencia urgente, señor.

—Yo… —Número 1 dejó a un lado su sonrisa. Sus hombros volvieron a descender.

—Muy bien, chicos, acérquense —exclamó Número 5, dirigiéndose al resto del equipo. Todos la obedecieron y los rodearon—. Nuestro jefe tiene que prometernos algo.

—¿Qué? —preguntó Número 1 confundido.

—Bueno pues… Que aunque no nos veamos en muchísimo tiempo… —comenzó a decir Número 2.

—Nunca vas a crecer, ni aunque tengas cien años de edad —le dijo 3.

—Sí, seguirás siendo un niño y también un estúpido adolescente —dijo 4.

—De corazón —terminó 5—. ¿Estás con nosotros? —extendió su mano hacia el centro—. Cinco.

—Cuatro.

—Tres.

—Dos.

—Uno —dijo Nigel colocando también su mano. Las lágrimas ya habían salido de sus ojos—. Chicos del Barrio… —murmuró—. Hasta pronto.


La nave despegó al fin.

El humo invadió el puerto de la Base Lunar y el cohete se alejó, bajo la mirada de cuatro adolescentes que no parecían decir adiós esta vez, sino hasta pronto.

El Sector V se miró entre sí y compartieron una sonrisa, porque sabían que esta vez, a donde fueran, lo harían juntos y Número 1 terminaría por encontrarlos, tarde o temprano.

—¿Quién quiere una hamburguesa? —preguntó Número 2—. Tenemos mucho qué hacer y reparar en la Casa del Árbol y no puedo hacerlo con el estómago vacío.

Los demás respondieron afirmativamente. Se despidieron de 86, de 362 y de 1400, y salieron del puerto, riéndose de alguna broma y de lo que iban a hacer al siguiente día y al siguiente y al siguiente… Lejos, en el espacio, mientras veía la Tierra alejarse desde la ventana del cohete, Número 1 también sonrió.

El Sector V abandonó la Base Lunar en un cohete directo a su planeta y no se dio cuenta de que, a un par de metros de donde despegaron, un pequeño niño rubio los observaba, con la cara pegada al cristal de una ventana y los ojos brillando de emoción.

—¡Joey! —exclamó una voz, un poco enfadada—. ¡Dijeron que no podíamos entrar aquí! ¿No entiendes que eres un nuevo recluta? ¡Debes hacer lo que yo te diga!

Joey se apartó del cristal, todavía con una pequeña sonrisa en el rostro.

—Lo siento, 83.

—Ya te lo dije, puedes decirme Sonya —le dijo la niña. Todavía tenía coletas, igual que hace seis años, pero era más alta y su expresión asustada había desaparecido por completo.

—Deberíamos de volver ya a la Casa del Árbol —dijo otra voz. Un niño con un gorro que le tapaba los ojos y un yoyo en la mano, entró a la cabina en donde estaban los otros dos—. Nos vamos a meter en problemas si alguien nos ve aquí —dijo, aunque no parecía nada preocupado.

—Sí, ya lo sé, Lee —respondió Sonya.

—¿Qué no recuerdas como salir de aquí? ¡Ya dimos como tres vueltas! ¡Recuerdo haber visto esa mancha antes!

—No es mi culpa, no había estado aquí desde hace mucho tiempo.

Dos voces se acercaban desde lejos. La puerta del cuarto en donde estaban Joey, Sonya y Lee se abrió y dejó pasar a Mushi y a Tommy, que venían discutiendo.

—¡Uy! ¿No que eras experto en esto de los Chicos del Barrio?

—Oye, un agente solitario no necesita cuartel y… ¡Hey! —la vista de Tommy se clavó en Sonya y Lee—. ¡Son ustedes! —exclamó emocionado—. ¿No me recuerdan? ¡Soy yo, Número T! ¡El que salvó a toda la organización de convertirse en animales!

—¡Tommy! —exclamó Sonya y corrió a abrazarlo—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Ahora soy un agente honorario de los Chicos del Barrio —dijo, orgulloso, enseñando su insignia en el pecho—. Igual que ella —y señaló a Mushi—. Es Número Arcoíris. Mi nueva asistente.

—Asistente tus calzones —dijo Mushi y luego le sonrió a los otros—. Acabamos de salvar a la Tierra hace apenas unas horas, ¿ustedes qué están haciendo?

—Pasando el rato —Lee se encogió de hombros.

—Sí, justo le decía a nuestro nuevo recluta que no debemos estar aquí —dijo Sonya y Joey se encogió en su lugar.

—Lo siento.

—¡Ay, no te preocupes! ¡Hay muchos otros lugares interesantes por aquí! —exclamó Tommy—. Permíteme darte un recorrido.

—¡No! ¡Yo lo haré! —exclamó Mushi y tomó a Joey del brazo.

—Ninguno de ustedes lo hará, porque yo soy la líder y digo que debemos salir de aquí —Sonya se cruzó de brazos—. ¿Cierto, Lee?

El chico se encogió de hombros, despreocupado.

Salieron del cuarto, aun discutiendo. Joey volteó por sobre su hombro, para poder ver el humo que aún estaba flotando en el cielo, producto de la nave que había transportado al Sector V a la Tierra.

Sonrió.

Porque él sabía, que sin importar el lugar o la época, siempre que hubiera un niño en apuros, a punto de ingerir brócoli o de hacer toneladas de tarea inútil, habría un Chico del Barrio para ayudarlo.

Ya fuera un niño, un adolescente o, incluso, un adulto.

Todos podían ser Chicos del Barrio.

—Nosotros somos los Chicos del Barrio.

Y caminó con los otros, hacia adelante… Igual a como otros cinco chicos habían caminado en el pasado.

Fin de la Transmisión.


¡Por fin está hecho! Espero que les haya gustado, en serio, de verdad, lo espero. Gracias a todos, especialmente a los que se quedaron hasta el final, definitivamente ustedes aun siguen siendo niños de corazón.

Vayamos con las explicaciones... Traté de hacer todo para que quedara con el final de Operación RELATO. Los miembros del Sector V seguirán siendo agente, junto con Fanny y Rachel, hasta la próxima llegada de Número 1, que como sabemos, sucede en el último capítulo, cuando ya son muy adultos. Igualmente los de la Otra Cuadra trataran de volver a la normalidad a Padre, por eso se le ve siendo malvado al final de ese mismo capítulo.

Por cierto... ¿Notaron que en un capítulo del fic 4 menciona que no ha visto a su hermano ultimamente? Bueno, pues era porque estaba ocupado en la Base Lunar xD Y puse a Sonya y a Lee porque al fin y al cabo, ellos son la nueva generación, junto con Tommy y Mushi.

Disfruté mucho escribiendo a Padre de bueno y las partes d porque SON HERMOSOS, y que el Güero por fin pudiera besar a Kuki, ¡se lo merecía! 3 El beso de 1 y 5, pueeeees... No me reclamen. No lo pude evitar. Me gusta esa pareja, pero sé que no se quedaron, así que sólo se besaron para que 1 tuviera su primer beso y pudiera ser un adolescente oficial.

Sé que toooodos piensan que las personalidades del Sector V adolescente y muchas partes del fic, son clichés. Pero, esa era mi intención desde un principio. Tomar tooodo lo que había pensado de una continuación y ponerlo aquí, como si fuera, ya saben, la "PELICULA" oficial. Ahora que lo pienso, otro título hubiese estado mejor, pero ya qué xD

En fin, creo que aunque la serie acabó hace muchisimo tiempo y que probablemente no vuelvan los Chicos del Barrio, como dijo Joey, nosotros somos ellos. Somos niños disfrazados de adolescentes y adultos, que juraron defender al mundo, comer helado y jugar con todo lo que imaginemos. Eso es ser un niño. Gracias por ser niños otra vez conmigo mientras leían este fanfic.

Esta es la agente Alisson350, diciendo que es el fin de la transmisión.

Hasta la próxima.