Bueno, aquí está el nuevo inicio de Complemento, que tiene lugar años antes de que la historia comience propiamente, pero que creo sirve para trazar los paralelos en las vidas de Hinata e Itachi cuando niños.

Espero que les guste.

Disclaimer: Como todos sabemos, Naruto le pertenece a Masashi Kishimoto.


Atrapado en este juego que nunca acaba,

Pareciera que este mundo todavía estuviera intentando domarme

Esperaba que fuera de esa manera

Lucharé maravillosamente cada día.

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Mirando a nuestros relojes de arena

Compartamos un beso

Encontrémonos en el lugar más alejado

De nuestro eventual Adiós.

RADWIPS, SPARKKLE. (Your Name OST)


Días nublados y noches sin luna.

Cuando tenía tres años, Hinata conoció a su primer amigo, su primo Neji.

"Yo te ayudaré a ser fuerte, Hinata-sama."

"Te protegeré con mi vida, Hinata-sama."

"Siempre estaré a su lado."

Pero el corto sueño se acabó casi tan pronto como comenzó, cuando una noche alguien intentó secuestrarla y ella, débil y pequeña como era, no pudo defenderse. Entonces, por razones que en ese momento Hinata no podía comprender bien (que el hombre que la había secuestrado era un ninja importante de otra aldea, que había que retribuir su muerte) el que acabó pagando con su vida fue el padre de Neji.

Luego de eso, cuando su primo olvidara los días en que entrenaban y reían y jugaban juntos, reemplazando sus palabras amables con miradas de odio y desprecio, Hinata se confortó diciéndose que se lo merecía. Por su culpa, Neji había perdido a su padre. Por el clan, la sombra que la asfixiaba siempre, ella había perdido a su mejor amigo.

Lo menos que ella podía hacer era intentar hacerse fuerte, merecedora del sacrificio de su tío, aun a sabiendas que nada jamás podría compensar la pérdida de su primo.

Ella tenía que volverse fuerte, digna, y así su padre dejaría de verla como una decepción…

Entonces, nació Hanabi.

Hinata perdió a su madre, pero en cambio tenía a su pequeña hermanita, un motivo para ser fuerte y dar su mejor esfuerzo. Si Naruto–kun podía tener ese valor, entonces Hinata también debería tenerlo. Ella no tenía derecho de llamarlo de forma tan familiar, pero no podía evitar pensar en él con cierto cariño y admiración, porque ese chico a quien toda la aldea usualmente trataba mal, nunca dejaba que el odio de los demás lo derribara.

Hanabi aprendió a dar sus primeros pasos, e intentó seguirla a todas partes. Hanabi siempre quería jugar, y no entendía por qué su hermana tenía que estar entrenando siempre.

– Hinata nee-sama, juguemos a ser ninjas!

Hinata sonreía a su hermanita,

– Lo siento, Hanabi. Ahora no puedo.

Tirando de sus ropas, Hanabi hacía un puchero.

– Hm? Vamos, sólo por un momento!

– Te prometo que cuando acabe de entrenar con nuestro Padre, iré a buscarte para jugar.

– ¿Lo prometes?

– Lo prometo.

Y día tras día llegaría cansada, tragándose la frustración por ser tan débil, la mirada de reproche de su padre, sus duras palabras… y a pesar de tener el cuerpo y el corazón adoloridos, Hinata disfrazaría la tristeza con una sonrisa y entraría al dormitorio de Hanabi, que a pesar de que debería estar ya dormida seguía esperando, impaciente.

– ¡Hinata nee-sama!

– Siento llegar tarde, Hanabi-chan.

– No importa, llegaste – la niña tiraría de la mano de su hermana mayor, y Hinata agradecería que, a pesar de todo, al menos Hanabi seguía conservando la inocencia y la alegría que tanto ella como Neji perdieron a su edad.


Era sofocante.

Itachi no había sido capaz de dormir en días. La tensión de los últimos meses, y los eventos de los últimos días se repetían en su cabeza una y otra vez.

Los planes de rebelión.

ANBU.

Konoha.

Danzo, y su mirada febril cuando Itachi llegó, en el momento mismo en que intentaba quitarle los ojos a Shisui. De solo pensar en lo que habría pasado si Danzo hubiera tomado los ojos de Shisui, Itachi temblaba por dentro.

Sasuke, su pequeño hermano menor, ignorante de todo el peligro que se cernía sobre ellos.

"Entrenarás hoy conmigo, hermano?"

"Lo siento, Sasuke. Será la próxima vez."

¿Había tomado la decisión correcta?

En realidad, Itachi sabía, incluso con el genjutsu de Shisui, simplemente estaban comprando tiempo. Los líderes del clan podían ser engañados, tal vez incluso por un tiempo considerable, pero si el Hokage no era capaz de manejar correctamente la situación y conseguir realmente aplacar a los Uchiha, el derramamiento de sangre sería inevitable. El castigo a Danzo era minúsculo comparado con todos los cambios que deberían hacerse.

Itachi era un shinobi. Matar era parte de su trabajo, y al hacerlo nunca fallaba. Sus manos no temblaban, no dudaban. Nunca. No era un shinobi cualquiera, era un shinobi de élite.

Sus emociones no la veía nadie, y quienes lo conocían eran muy contados. En esos días, tal vez el único era Shisui, su mejor amigo.

Y sin embargo, él odiaba todo el derramamiento innecesario de sangre, las conspiraciones, las batallas de poder entre los clanes. Él había experimentado suficiente de los horrores de la guerra cuando tenía cuatro años. Recordaba, cada día, cómo había caminado entre cadáveres, cómo había visto hombres matarse unos a otros sin siquiera recordar por qué, y él mismo, teniendo que quitar la vida a otro, matar o ser muerto… No era algo que deseaba que los otros niños tuvieran que pasar.

Él sólo quería vivir en un mundo de paz.

Un mundo en el que Sasuke, su hermano menor, no viviera intentando constantemente atraer la atención de un padre que solo estaba interesado en que sus hijos fueran los más fuertes, en un sistema que con el tiempo lo estaba llevando a verlo a él como un rival.

Un mundo con menos odio.

Todo aquello era imposible, una utopía. Ellos vivían en un mundo shinobi, después de todo.

En ese mundo, Itachi sentía una opresión sofocante que lo mataba de a poco.

A pesar de ello, al día siguiente él se levantaría, listo para cumplir con su deber. Él era, antes que nada, Uchiha Itachi de la Hoja.


Los días sin sol eran días tristes.

Como ese día en que, por una vez, Hinata no debía dedicar su día a entrenar en el dojo bajo la mirada de su padre. Eso se debía a que una (al parecer) importante reunión de las cabezas de los clanes se estaba llevando a cabo en el complejo Hyuga.

Por eso, ella podía sentarse allí a observar el jardín y las flores, y el cielo nublado.

– ¡Hinata nee-sama! – Hanabi la encontró, y llegó hasta ella corriendo. – ¿Podemos jugar a los ninjas hoy?

Hinata sonrió.

– Lo siento, Hanabi. Tendrá que ser otro día, hoy Padre tiene una reunión importante y no deberíamos hacer mucho ruido o importunar.

– Pero otros días nunca tienes tiempo…

– Hanabi…

– Es bueno escuchar a tu hermana mayor – otra voz interrumpió, y los dos pares de ojos claros se voltearon a ver al chico que estaba apoyado en un pilar, de ojos y cabello oscuro que caían a los costados – Pero, ya que no debemos importunar hoy, ¿qué dices de aprender otra habilidad ninja muy importante?

Inmediatamente, Hinata se puso de pie para saludarlo como debía.

– Uchiha-san – dijo, haciendo una leve reverencia.

– Los honoríficos no son necesarios… ¿Hinata, no es así?

Ella se sonrojó. No podía creer que EL Uchiha Itachi estuviera dirigiéndole la palabra. A sus cortos años de edad, Hinata sabía muy bien que el muchacho frente a ella era el prodigio de su clan, el orgullo de la aldea. También era una de las personas con quien su padre la comparaba frecuentemente cuando ella lo decepcionaba. Junto con el usual… "Incapaz de sostener una pelea contra un miembro de la rama secundaria", que se refería a Neji, siempre estaba el "Una vergüenza para el clan, cuando los Uchiha tienen a un heredero como Uchiha Itachi."

– ¿Y qué habilidad ninja es esa? – preguntó Hanabi impaciente.

Itachi se arrodilló para estar a la altura de la pequeña.

– Un ninja debe tener la habilidad de ocultarse de la vista y los otros sentidos del enemigo. ¿Puede usted ser silenciosa y ocultarse sin que su hermana pueda encontrarla?

Hanabi miró a Hinata, buscando una respuesta.

– Te daré cinco minutos de ventaja, Hanabi-chan.

Y con esto, sonriendo, la pequeña se alejó tan pronto como pudo.

– Muchas gracias, Itachi-san.

Itachi notó que ella había vuelto a los honoríficos, pero tal vez era demasiado pedir para quien era criada bajo la rigidez de los Hyuga. Con todo, y aunque solo tenía la edad de Sasuke, Hyuga Hinata no parecía ser la típica Hyuga. Su voz y sus maneras eran demasiado suaves, su sonrisa demasiado amable.

– No hay de qué. – ver a Hyuga Hinata con su hermana menor le recordó un poco a su propia relación con su hermano. – Si me disculpa, debo retirarme.

– Que tenga un buen día, Itachi-san.

Horas más tarde, cuando las reuniones acabaron, e Itachi regresaba a casa luego de reportarse con el Tercer Hokage, el mayor de los hijos de Fugaku volvió a pensar en la escena de las dos hermanas Hyuga. Sasuke tenía la misma edad de Hinata, ¿pero por qué la niña parecía tan centrada para su edad? O tal vez, en su intento por proteger a Sasuke, estaba en realidad perjudicándolo al mantenerlo alejado de las cosas que ocurrían a su alrededor? Era cierto que Sasuke no tenía por qué saber todo, pero tal vez… tal vez debía comenzar a ser más honesto con él.

Las nubes seguían cubriendo el cielo mientras comenzaba a oscurecer. Esa noche no podría verse la luna.

Sasuke, sentado en la entrada a la casa, alzó la vista cuando lo sintió acercarse.

– ¡Itachi! ¿Hoy si puedes acompañarme a entrenar? Hay un nuevo jutsu que quiero aprender.

Itachi sonrió.

– Está bien. Vamos a ver qué tanto has crecido, otouto.