Historia de lenguaje y contenido adulto. No apto para menores.
0BS3S10N
Cap 1: Amaro
12:00 pm
Si solo hubiese sido el sentimiento de frustración para mí hubiese sido más fácil. Pero no hay mal que por bien no venga. Si aquel día de otoño no hubiese caído en ese estado de furiosa impotencia jamás la hubiese conocido.
Son multitud de motivos los que nos moldean y en mi caso la culpa residió querer quemar etapas a marchas forzadas. Sin darme cuenta había cumplido veintiocho años haciendo de mi vida un cúmulo de despropósitos por el mero ansia de triunfo. Había pensado que estableciéndome en Japón –elección loable: es mi país natal–, tras mi segundo y largo recorrido por China, conseguiría tener una paz que nunca existió. Y sin embargo los líos y la locura me habían perseguido hasta allí. De alguna manera siempre atraía problemas como el imán atrae el frío metal. Por su puesto que aquella noche no fue una excepción. Aquella noche fue cuando conocería la locura de primera mano. Empezaría a girar en torno a mí como si yo fuese el maldito eje de una espiral.
Así me encontraba ese día de Noviembre, sobre el taburete de un local de mala muerte poco antes de medianoche. Bebía con cierta amargura un shot de sake frío entre copas de ginebra incluso cuando nunca he estado acostumbrado a beber. Apoyaba un codo sobre la fría barra dejando que me envolviera el influjo de la música y las luces. También maldecía por dentro mi mala suerte. Sin tan si quiera sospechar que en pocas horas mi cambiaría mi vida para siempre. Me volvería loco. ¡Loco de atar!
Primero he de deciros que soy un artista marcial y lo fui desde antes de nacer. Convertirme en el mejor era un reto insoslayable. Mi padre era un gran artista marcial como lo había sido el padre de mi padre. Estaba escrito en las estrellas que yo sería alguien grande y era la verdad universal que mejor conocía: dos más son cuatro y Ranma Saotome sería el mejor artista marcial de todos los tiempos. Eso justificaba que (1) mi adolescencia se resumiese en viajes de entrenamiento y férrea disciplina a la que me sometía mi padre, (2) que sus singulares métodos me apartaran de mi madre a la cual no conocí hasta que cumplí los dieciséis y (3) que hasta mis añorados dieciséis, las únicas mujeres de mi vida hubiesen sido una anciana vecina que me tumbaba en su regazo cuando el puño del gato me poseía, y una furiosa jovencita china que quería matarme por vencerla en un torneo en China. De la anciana ni si quiera me acordaba, pero a Xian Pu... a ella, ¡más me valía tenerla siempre presente! Pues cuando dejó de atentar contra mi vida comenzó a perseguirme para capturarme como esposo. Sobra decir que ella me producía el mismo sentimiento que me producen los gatos. Pero iluso de mí, pensé que en cierta etapa de madurez se había convertido en una especie de amiga. ¡Qué idiota había sido por pensar eso!
No sé cómo demonios me las arreglé pero siempre conseguí rodearme de locos que tenían fijación por mi persona. ¡Si yo lo único que quería era ser el mejor en lo mío! Pero muchas veces aparecía alguien que movía piezas por sus propios intereses. Aunque no les culpo. Es algo que en mayor o menor medida, todos hacemos.
–¿Otra copa, joven?
El camarero me sorprendió en mi soliloquio interno. Le empujé la copa casi vacía, ¿o estaba medio llena?, y se encargó de verter el líquido transparente.
– No viene mucho por aquí, ¿verdad?
– Verdad. Es la primera vez.
– Y a pesar de eso me resulta familiar, ¿es usted famoso o algo por el estilo?
Me encogí de hombros. Había invertido todos mis ahorros en una compañía. Era pequeña pero estaba en auge gracias a mi creciente fama como artista marcial. Con sudor, lágrimas y muchos créditos del banco, a los veintisiete creé una franquicia de gimnasios que planeaba distribuir por todo Japón. Por la época me encontraba muy optimista con la idea. En aquel año solo existían unos pocos repartidos por Tokio y prefecturas periféricas. Pero durante esa época, digamos que las artes marciales se convirtieron en el deporte de moda en Asia. Llovían los torneos, las asociaciones prestigiosas de deporte y las estrellas de diferentes modalidades. Fue la época dorada de las artes marciales y yo supe aprovechar la ocasión.
– Ahhh ¡ya sé de qué le conozco! Usted es Ranma Saotome. El de los gimnasios Todo Vale. – el hombre estiró la comisura de los labios en una sonrisa de triunfo – mi sobrino de seis años me enseñó una revista con su foto, ¡quiere ser artista marcial como usted! ¿me firmaría una servilleta para él? ¡se pondrá como loco!
– Cla- ¡claro!
Hice lo que me pedía algo abrumado por la situación. Hinché el pecho con orgullo intentando disimular el calor que sentía en las mejillas. Lo de firmar autógrafos por aquel entonces era fuera de lo normal. No era tan famoso como ahora ni mucho menos, pero mi cara comenzaba a salir tanto en programas de deporte y esquelas como en los carteles publicitarios de alguna marca de ropa deportiva.
– Gracias señor Saotome. Permítame invitarle a esta copa como agradecimiento.
– Muchas gracias
– Si no es mucha molestia, ¿qué hace un hombre como usted en un sitio como este? Es la primera vez que tenemos por aquí a un deportista de su clase.
El hombre observó de refilón las dos copas de balón de ginebra con tónica sobre la mesa. Vacías. Tres gintonics y dos tragos de sake helado. Suspiré. La verdad es que ni yo mismo sabía por qué me encontraba allí. Estar borracho en un pub de mala muerte en Roppongi en la media noche de un lunes no era algo de lo que me sintiese orgulloso.
– Todo es culpa de ellas. – señalé a un par de muchachas que bailaban en la pista.
– Mujeres.
– Así es.
– No hay quien las entienda, pero son hermosas.
– Son la pura semilla del mal.
– Pero son hermosas.
– Maléficas.
– Bellas flores con espinas.
– ¡Oiga! –gruñí irritado– ¿Quiere parar? Estoy intentando manifestar mi profunda misogina, ¡y usted no me deja! Las mujeres son totalmente diabólicas, recuérdeme esto cuando me vea sobrio: debo mantenerme alejado de ellas. Cueste lo que cueste.
– ¡Oh! De su suave y tersa piel, sus pequeñas narices respingadas, sus figuras contorneadas y sus tímidas sonrisas… Francamente estoy en desacuerdo con usted. Las mujeres son ángeles del cielo ¡ángeles!
–¡Está loco! No son de fiar. Son como los gatos.
–¿Los gatos?
Me ruboricé y maté media copa de un trago para ocultarlo.
– Es una larga historia. Quizás para otro día. Hoy prefiero demostrarle por qué no debe confiar en las mujeres. ¿Conoce usted el Green & Life?
–¡Por supuesto! Es una de las revistas de deporte nacional.
–Prensa rosa del deporte, querrá decir. Debería llamarse Pink & Life.
Saqué de mi maletín negro el boletín de esa semana y se lo ofrecí al barman. La portada parecía una pésima broma y el titular también.
«El caballo salvaje: conoce los secretos de alcoba del artista marcial en auge, Ranma Saotome»
Era la gota que colmaba el vaso. Mi propia mirada me fulminaba desde esa estúpida foto. ¿Esa era mi sonrisa? Los dientes relucían como el mármol sobre una tez que conservaba el calor del sol. Y sin embargo esa actitud desenfadada no era más que ficción, una gran mentira seducida por el photoshop. Creedme. Nunca hubiese sonreído si hubiera sabido que mi foto se emplearía en un artículo de tan baja calaña.
El camarero comenzó a leer.
– «Las habilidades como artista marcial de Ranma Saotome (28) son conocidas por toda persona de nuestro país implicada en el ámbito deportivo. Después de erigirse como campeón en siete torneos internacionales regresó desde China a su ciudad natal para convertirse en administrador y apoderado de los gimnasios Todo Vale. El éxito recabado por los gimnasios Todo Vale no pone en duda alguna el hecho de que Saotome se encuentra en el apogeo de su carrera como artista marcial y empresario. Sin embargo ciertas especulaciones se han puesto en marcha desde los últimos eventos en los que Saotome ha participado. De este modo el equipo de G&L se ha movilizado para estar a la orden del día en cuanto a nuestro apuesto artista marcial se refiere. "No dudo que recopilará muchos éxitos como artista marcial, es un gran kempoísta" atestiguó a nuestros intérpretes la campeona de combate aéreo oriunda de la provincia de Xing Yiang, China, Xian Pu (28) – Xian Pu ha sido vinculada con Saotome en numerosas ocasiones desde que comenzamos a seguir su carrera– "pero en las relaciones de pareja es nefasto, incapaz de ser fiel." Parte de sus palabras fueron ratificadas por la campeona de gimnasia artística combativa, Kodachi Kuno (29), quien fue de lejos mucho más explícita en sus declaraciones. Kodachi Kuno aseguró al equipo de G&L que rompió una larga relación de dos años con Saotome debido al repertorio de infidelidades por parte del kempoísta. No está muy clara la veracidad de las palabras de la gimnasta ya que actualmente se encuentra demandada por Saotome e incluso bajo orden de alejamiento. "Oh mi Ranma fue una decepción como caballero, esperaba mucho más de él." declaró la gimnasta, pero se negó a darnos más información respecto a la situación legal en la que se encuentra respecto a Saotome. Ante la negativa de nuestro apuesto artista marcial de hablar de su vida personal, la única perspectiva con la que contamos es la de la gimnasta. …»
–Vaya muchacho… te envidio, estás hecho todo un Don Juan.
–¿Bromea? ¡Es todo mentira! Jamás estuve con esas locas.
–Espera espera, que lo que dicen aquí abajo es interesante: «… El equipo de G&L se movilizó a Osaka donde Ukyo Kounji (29), íntima amiga de nuestro artista marcial favorito, regenta el más grande de la cadena de restaurantes Okonomiyakis Utchan's. La cocinera nos abrió con calidez las puertas aunque siempre contestó con evasivas a nuestras preguntas: "Ranchan y yo estamos muy unidos. Nuestra relación existe prácticamente desde que tenemos consciencia. ¡Le encantan mis okonomiyakis! ¿Quieren probar? Por cierto, si van de vacaciones no olviden que Utchan's pronto se extiende en Okinawa." Sin embargo no son desconocidas las hostilidades entre las exparejas de Ranma y la cocinera de okonomiyakis. Durante el torneo nacional de combate libre en el que Saotome quedó como campeón, la disputa entre la cocinera y la modelo que últimamente acompaña a Ranma a todos los eventos, Natsume Katsuiki (22), trascendió a todos los medios de comunicación deportivos. Al parecer estuvieron a punto de llegar a las manos por motivos desconocidos aunque espectadores de gradas cercanas confesaron a G&L que dicha disputa fue por el nuestro aclamado kempoísta Saotome. "Ranma y yo no estamos conociendo, llevamos poco tiempo hablando así que no sabría que deciros. Desconozco si Ranma ha tenido algún tipo de relación más allá de la amistad con la señora Kounji." argumentó la modelo en auge de nuestro país a G&L. Al parecer últimamente Saotome no va a ningún evento si no es acompañado de Katsuiki por lo que solo queda esperar por la confirmación de su relación. A partir de este punto son muchas las preguntas que nos surgen, ¿habrá trascendido la amistad de la cocinera y Saotome al amor en algún momento? Y, ¿cómo sobrellevará Katsuiki la promiscuidad de su actual pareja? »
La admiración con la que me observaba aquel hombre mientras leía en voz alta comenzaba a transformarse paulatinamente en compasión. Sostuve su mirada un momento aunque puedo jurar que por el entonces ya todo me daba vueltas. Lo absurdo de la situación me superaba con creces. Escupí un trozo de hielo al suelo y vacié la copa de un último trago. Parecía como si el pozo de la ironía me engullese poco a poco y la expresión de aquel hombre sólo me hundiese más y más. Tampoco ayudó lo que me dijo a continuación.
– Te envidio de veras. Qué suerte tienes con las mujeres… y, ¿también la hermosa Katsuiki? Chico estás en problemas cuando ella lea este artículo.
–¿En serio? ¿Usted tampoco me va a creer? ¡Es todo mentira! ¡Jamás jamás JAMÁS salí con ninguna de ellas! ¡con ninguna! –repetí con fuerza por si el ímpetu de mis palabras me daba alguna credibilidad.
–¿Vas a negar que Natsume Katsuiki es tu novia?
–¡No es mi novia! ¡Es la modelo de mi campaña y nos conocemos hace menos de un mes!
–Pues aquí hay una foto donde se os ve muy juntitos.
–Claro. Fue durante el inicio de la campaña de los gimnasios Todo Vale.
–Y aquí otra.
–Esa en la apertura del torneo nacional de hace dos semanas.
–¿Y esta?
Comencé a impacientarme. La foto que señalaba era del combate benéfico al que los publicistas me recomendaron asistir con Natsume. Me sentía ya no sólo traicionado por casi todas las mujeres que conocía en mi vida sino totalmente manipulado por esa publicista que había contratado: Nabiki Tendo. Que para colmo era otra mujer, ¡qué novedad!
– En esta no salís nada mal. Hacéis una pareja muy bonita aunque, ¿no es ella demasiado joven para ti?
–¡Basta! –exclamé avergonzado.
–¿Me puedo quedar con la revista?
–Quédesela, llevo todo el día rezando por no haberla visto jamás.
Miré hacia todos los lados abochornado. ¿Acaso nadie podía entenderme? Me habían catalogado como a cualquier papanatas de telenovela, ¡era lo peor que me había ocurrido jamás! La verdad es que tuve que controlarme para no convertir el vaso que agarraba en un puré de cristales rotos. Debía inspirar profundamente para contener la furia. En aquel antro algunas muchachas jóvenes vestían sensuales y llevaban maquillaje en exceso. Otras se reían de forma histérica cuando se les acercaba algún muchacho de pelo coloreado y sonrisa jactanciosa. Comencé a sentirme como un maniquí desnudo, fuera de lugar.
A ver cómo puedo explicarme para revelar lo dramático de la situación. Básicamente la historia se podría resumir en que nunca estuve cerca de nadie del sexo femenino hasta que cumplí los dieciséis. Cuando volví de entrenar de mi primer viaje a China ya era un hombrecito apuesto –ni la sombra de lo que soy ahora– por lo que en la primera escuela mixta de mi vida comencé a llamar la atención. Pero entended una cosa: el hecho de ser objeto de persecución no era algo que me hiciese sentir halagado. Más bien englobaba cierta sensación alienígena. Digamos que en mi adolescencia la mayor parte del tiempo me encontré con chicas adolescentes «problemáticas». Y que conste que utilizo el adjetivo «problemática» como mero eufemismo. Prefiero reservarme la cruda descripción. Por ejemplo, cuando tuve mi primer contacto con una chica –que no trascendió de la segunda base– me convertí en diana de acoso y derribo. Todos sabían como era Kodachi Kuno, al parecer yo no. Gracias a los dioses que desde entonces tiene prohibido acercarse a más de ciento cincuenta metros. Pero aunque hable con tanta naturalidad lo cierto es que aquello me marcó durante el pasado, para el futuro y en el presente.
A partir de entonces y hasta aquel día, en algún instante estando cerca de una mujer, me invadía una terrible incomodidad sin vuelta atrás. Y ese sentimiento de alineación perseveraba aunque realmente me gustara la chica e incluso cuando ellas eran normales y no el elenco de locas que se había cruzado en mi camino. En fin, podría permanecer hablando durante horas del repertorio de acontecimientos nefastos con las mujeres en los que me vi envuelto hasta aquel día. Pero mi objetivo es contaros lo que ocurrió la noche en la que pasé de ser conocido como un prometedor artista marcial a un famosucho por sus líos de faldas. La situación era por menos tan cómica que rallaba la tristeza. Yo: Ranma Saotome, el hombre que aún con veintiocho años le daba miedo tener novia… ¡conocido por líos de faldas!
Pero dejémonos de otros cuentos y vayamos directos al grano. No recuerdo en qué etapa concreta de furia misógina de la noche la vi. Pero fue un momento a otro, como cuando el sol asoma tímido por el horizonte haciendo del crepúsculo el día. De repente allí estaba en medio de aquel antro, distrayéndome del debacle de auto introspección funesta. Recuerdo que la vi. ¡Y aun no sabía que sería la protagonista de todos mis sueños y pesadillas!
Era demasiado bajita y bailaba tan mal que daba risa. Sus movimientos eran torpes y vastos porque exageraba en cada paso, como si estuviese poseída o borracha. Hacer el robot tampoco resultaba nada sexy pero era sin duda enérgica y fuerte. Sólo recuerdo que bajo el peso de la terrible jornada, la revolución de rojas luces sórdidas y el humo de tabaco en la atmósfera estaba ella. Todo lo demás dejó de existir para mí: el gimnasio, la prensa o incluso la discoteca. El pelo negro cuervo le flotaba alrededor de las mejillas pálidas acariciándole como alas de mariposa. Puede que suene estúpido y ñoño pero creo que la luna se apagó esa noche porque ella brillaba tanto… ¡oh dios! Cómo brillaba…
De pronto un tipo trajeado se acercó a donde estaba ella interponiéndose en mi campo visual. Se acercó a su amiga con la que bailaba y en la cual no había reparado: una despampanante rubia de pelo teñido. Me sentí un poco invasor por espiar la situación pero no puedo negar la irremediable atracción que sufrí por aquella pequeña mariposilla. De modo que presté atención. Seguramente aquel tipo sabría qué decir y cómo actuar para poder embaucar a una mujer. Yo desde luego que no sabía cómo hacerlo. Ni si querría.
–¡Lárgate! –leí en los labios de la mariposilla.
Aquello suscitó mi curiosidad y moví el culo de la butaca. Debía de tener mi momento de gloria del día. No puedo negar que patear la boca de un patán hubiese hecho mi día menos amargo. Pero era algo que como artista marcial respetable no podría hacer nunca. Para desquitarme ya estaban las peleas callejeras.
–Te lo advierto, como vuelvas a ponerle un dedo encima a mi amiga no mediré mis fuerzas contigo. –oí de su boca una vez que los alcancé.
El tipo del traje carcajeó
–¿Me estás amenazando, dulzura? ¡vaya fierecilla!
–Te romperé la mandíbula y te mandaré al hospital.
–Vamos, no seas así. Permíteme tan solo un baile con tu amiga ¿sí?
Carraspeé para hacerme notar. Yo estaba camino sin retorno de la ebriedad, pero incluso con diez botellas de ginebra en el cuerpo era capaz de partirle la mandíbula a ese energúmeno sin tan si quiera mirar.
–¿Te está molestando este tipo?
El trajeado tuvo que alzar la cabeza para mirarme a la cara. Le sostuve la mirada rechinando los dientes, a la espera de que contestase algo inapropiado.
–Lo siento, yo ya me iba.
–Sí. Ya lo creo que te estás largando. –mantuve mi postura amenazadora hasta que desapareció de mi vista– ¿Estáis bien?
La chica morena a la que había estado mirando en la distancia me sostuvo la mirada con desconfianza y malas pulgas. Tenía la piel pálida y los ojos tan grandes que parecía una muñeca. Bueno, quizás su estatura también influía en tal similitud. Me llegaba por debajo del hombre e incluso a pesar de esto, permanecía sin abandonar una actitud altanera. Tenía una arruga de enfado entre ceja y ceja y el pelo concluyentemente despeinado. Se cruzó de brazos y me volteó la cara sin contestar si quiera. La amiga se adelantó e hizo una corta reverencia.
–¡Muchas gracias!
–En realidad no necesitábamos su ayuda, yo ya estaba despachando a ese imbécil. –la rubia del pelo teñido le dio un codazo y me sonrió con franqueza.
–No le hagas caso. Ha sido muy amable por tu parte.
–No es verdad, ya me estaba deshaciendo yo sola de él. En realidad este tipo ha venido a entrometerse donde no le llamaban.
El veneno que brotó de aquellos labios fue el colmo. Ni si quiera oí cómo le reprendía la amiga de vuelta. El sonido de la ira llevando a ebullición la sangre de mis venas no me permitía escuchar nada más.
–¿Pero qué te pasa? ¿Es que acaso no sabes decir gracias? ¡Por dios! ¿qué demonio les pasa a las mujeres de este planeta?
La rubia del pelo teñido apartó a la amiga antes de que esta pudiese contestar y se inclinó pidiendo disculpas.
–Por favor, te pido perdón en su nombre. Normalmente es una mujer muy dulce pero hoy ha tenido un mal día. Te agradecemos de verdad la ayuda.
Me di la vuelta echando todas las pestes que conseguía mi cerebro recopilar ¡Y pensar que ella me había parecido guapa en un momento! Aquello era lo que había faltado por oír para que el día fuese redondo.
Volví a sentarme en mi triste butaca, con un humor de perros aún peor. ¿Acaso no había una mujer decente en toda la ciudad? ¿En todo el país? Pero ebtonces pensé en Xian Pu y la vieja bruja de su bisabuela, ¿en todo el mundo?
Llamé al camarero una vez más para que me pusiera un trago de sake. Por el momento aquel viejo era mi persona favorita del día y la única a la que no odiaba. El líquido bajó por mi garganta, extendiéndose por debajo de la piel. Golpeé con fuerza el vaso de cristal contra la barra.
–Tampoco será para tanto, hombre. No te desquites con el pobre vaso. Además si lo rompes tendrás que pagarlo.
–¿Te puedes creer esto? ¡Ellas nunca están conforme con nada! ¡Hagas lo que hagas!
–Hijo, a mi edad aún me lo pregunto. Si mi larga experiencia me ha enseñado algo es que nadie sabe qué demonios quieren ellas. Si alguna vez encuentras la respuesta aquí te estaré esperando.
–Si no te acuestas con ellas las estás despreciando, si lo haces eres un Don Juan. Si eres sincero eres un cabrón, –prácticamente escupí las palabras mientras paseé la mirada hasta dar con ella– y si eres caballero te desprecian. ¿Te puedes creer que un baboso estaba acosando a esa mujer y en vez de agradecerme que lo espantara se ha cabreado? ¡Me ha llamado entrometido!
–En mis tiempos los tipos caballerosos estaban más valorados. ¿Otra copa? Hoy en día las feministas no hacen más que criminalizar los halagos y demonizar la caballerosidad.
–¿Femin 'hip'ista? –le miré de arriba a abajo sin entender de qué estaba hablando– ya te digo yo ¡hip! que esa de allí no es feminista ni femenina ni es nada.
La música cambió por una más lenta. Por un momento la luz roja, que parecía de club de alterne, fue sustituida por una blanca y brillante. Creo que comencé a ver todo en una película en la que era ajeno a mí mismo pero a la vez estaba allí. No sé si era el alcohol pero mi mirada volaba veloz a través de un túnel oscuro llegando finalmente ella, enfocándola, desenfocándola, haciendo zoom en su rostro, en sus formas, obviando lo demás. Luz blanca resplandeciente. Balada de los Guns n' roses. Mordidos sus propios labios de cereza. Mierda. La locura se estaba empezando a apoderar de mí, me aferraba empujándome al eje de ese tifón de exaltación etérea. Me empujaba.
"Hip" ¿Qué hacía mirando a esa maleducada como si no tuviese nada más que hacer en el mundo? Era obvio. No tenía nada más que hacer.
–¿Es ella?
El barman me devolvió al mundo de los necios.
– ¡Hip! seeeeeeh. En el gimnasio he conoci'hip'do a muchos hombres más femeninos que eso. Hip.
Ahora sé que mi voz no se había dejado oír quedando sepultado por la duda.
–Parece una chica con mucha personalidad. Es muy guapa. No la dejes escapar.
–¿Qué? Hip. Está loco si cree que perdería mi tiempo en una maleducada como esa. ¿Eh? Hip. ¿Por qué me deja hablando solo?
Mi mejor amigo de aquella noche y la persona que merecía más confianza de las había conocido recientemente me abandonaba por atender a unos clientes. Gajes del oficio: es lo que tenía que aguantar durante ese día, abandono y traición. Sacudí la cabeza para intentar ahuyentar el hipo pero cuando volví a observarla también me abandonó el aliento. Ella bailaba despacio subiendo los brazos por encima de la cabeza y se dejaba acariciar por la luz que bañaba todo su cuerpo. De pronto los movimientos no me parecieron toscos, sólo veía caderas que se balanceaban a la perfección. Parecía una muñeca de caja musical que no podía dejar de bailar y yo un imbécil que no podía dejar de mirar. Y en ese mundo surreal había algo en su rostro que me conquistaba sin dar un paso atrás: una mezcla de alegría con desolación absoluta que no lograba comprender. Sentí que no existía nadie más en aquel antro. Tan sólo ella arropada bajo la propia luz que irradiaba y la irrevocable conexión que me hizo sentir.
Vale. Aquí me debo detener un instante. Creo que sueno demasiado romántico y puede que así sea. Lo que narro pareciese ser una historia de amor cuando no lo es. Esta es una historia de obsesión. De cómo la locura me estaba abduciendo poco a poco así como la luz atrae a las polillas dejándolas sin escapatoria. Pretendo narrar cómo me vi encarcelado bajo el yugo de la obsesión. Queridos amigos: la obsesión te engulle y te atrapa hasta el fin. Te desvía del camino conquistándote con ese brillo fulminante que hace flaco favor a la luz del sol. Y te quema. Te quema. Te quema. Te quema.
«Normalmente es una mujer muy dulce pero hoy ha tenido un mal día»
¿Sabéis? Creo que en ese instante ni loco hubiese pensado que aquella fiera era dulce. Pero el hecho era que jamás pensé en mis veintiocho que pasaría una noche entera bebiendo alcohol mientras observaba una mujer que considerase guapa. Diablos. ¿Guapa? ¿Estábamos hablando de ese mismo ser con la delicadeza de un gorila? Probablemente me encontraba fuera de mis cabales. No podía jurar lo que me pasaba por la cabeza ni por el cuerpo. Tal vez padecía alguna alucinación patológica. O tal vez me despertaría en cualquier momento sin tener que arrepentirme de haber pensado algo tan patético.
Pero con tanto pensar no me di cuenta de chica y su amiga se dirigían hacia mí. Y cuando lo hice me invadieron unas ganas terribles de huir.
«Es muy guapa. No la dejes escapar»
En realidad tardé unos segundos en advertir que se marchaban de aquel antro y la barra donde yo pastaba aparentemente apacible cual rumiante estaba cerca de la salida. Su conversación me llegó con eco como el sonido interferente de una radio estropeada.
–No quiero irme a casa
–Has bebido demasiado. Y estoy cansada.
–Por favor, quedémonos un ratito más… la última copa, ¿vale?
–Eres incorregible. Mañana vas a ir a una boda y yo también. No es algo que nos podamos perder. Así que, ¡nos vamos!
–¿Sabes qué, Sayuri? Está bien: te libero y nos vemos mañana. Yo me quedaré un rato.
–¿Qué? ¿Estás loca? ¡No te pienso dejar sola en un sitio como este! Por favor, sé razonable.
–¡No me quedaré sola! Me quedaré con él.
De pronto pasé a ser el protagonista de una conversación ajena. Ambas mujeres taladraron sus ojos en mí, una sorprendida y la otra con evidente suspicacia. Esa mujer de ojos vivos me escrutaba, por cierto, varios kilómetros por delante de mí.
–¡¿Qué?! –exclamé sorprendido y creo que su amiga teñida también.
–¿Se te ha ido definitivamente la cabeza? ¿En qué estás pensando? Nos vamos ahora mismo.
La joven morena se acercó demasiado a mi cuerpo mientras que yo, sobrepasado por el surrealismo de la situación, hacía sobreesfuerzos por no caerme del asiento.
–Sígueme la corriente, ¿sí? Y te deberé una de las gordas. –me susurró al oído y después se dirigió a su amiga– Akira me ha dicho que me llevará luego a casa.
–¿eh? –nadie escuchó mi hilillo de voz.
–Estás completamente loca si piensas que te voy a dejar aquí con este desconocido, ¡podría ser un violador en serie o algo por el estilo!
–Esto… –de nuevo me ignoraron.
–¡Qué va! ¿No ves que es un rescatador de damiselas en apuros?
–Sigo aquí. –dije en un patético intento por ser escuchado.
–Por favor, sé razonable. Vámonos a casa. Te prometo otra noche de juerga dentro de poco.
La joven morena que pareció darse por vencida volvió a pegarse a mi oído.
–Gracias, Akira. Me resisto a que llegue mañana pero no me ha funcionado.
–N-no me llamo…–balbuceé pero ellas ya se estaban colocando el abrigo y dirigiéndose a la salida.
–¿Qué le has dicho?
–Que no ha parado de mirarme en toda la noche
–No debes decir esas cosas.
Y se marcharon.
–…Akira.
Mi momento de gloria se esfumó.
Quizás cómo fue nuestro primero encuentro no es encomiable de narrar pero es así como fue. Ranma Saotome, el artista marcial en auge más prometedor de Japón traicionado e ignorado. Tocado y hundido. Miré el reloj deportivo de muñeca. Las tres de la madrugada y cuatro personas en el local: mi amigo el camarero, una pareja besándose contra la pared, mi copa vacía y yo. No me había dado cuenta pero cuando pensé que sólo estaba ella en aquel antro era prácticamente una literalidad. Volví a maldecir por enésima vez en la jornada y manifesté con un suspiro la compasión por mí mismo.
La autocompasión es otra de las cadenas de las que nunca os podréis liberar, tenedlo en cuenta. Será compañera de viaje por vida, podréis mantenerla a raya una y otra vez pero tarde o temprano saldrá a flote. Mi vejiga, así como mi autocompasión, también clamaba a gritos así que arrastré los pasos hacia los aseos. Y cuando volví y me disponía a pagar la factura de una cara noche de alcohol allí estaba ella. Como una aparición mariana, estaba sentada en la misma butaca donde yo había sufrido penas y glorias –vale, quizás sólo en mi delirante imaginación– charlando animadamente con el camarero. No podía ser, aquello era inadmisible. No sólo aquella joven me hacía perder una noche entera viendo su perfecta cara de muñeca sonreír o su cuerpo brillar bajo focos medio fundidos ¡Pretendía también robarme a mi amigo!, ¡a mi íntimo confesor!
Bueno, también cabe la posibilidad de que estuviese alucinando.
–Hola.
–Hola.
…..Continuará.