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Asylum Festival

Capitulo 1

El eco del viento se escuchaba a través de los altos edificios del centro de Tokio. Mientras que la leve lluvia mojaba el asfalto y todo lo que había a su alrededor, en los charcos se reflejaban las luces de la ciudad que se encendían ya entrada la noche. A pesar de ello, aún había varias personas que cruzaban la calle apresuradas, en sus caras se podía adivinar como sentían poco a poco esa inquietud, ese miedo y desconcierto que nace al observar la posibilidad de estar en peligro. La posibilidad de ser atacados de un momento a otro.

Hace años, se habría dicho que este barrio, o que esta ciudad en general era segura. Pero eso ha cambiado, hace mucho que cambió. Por esa razón la calle empezaba a estar desierta a las 9 de la noche, por esa razón solo se podían escuchar algunos pasos y algún que otro sollozo a lo lejos de un niño asustado. Se podían oír los mensajes de texto que se envíaban familiares y amigos, y tal vez los audios de aviso que emitían de tanto en tanto en las pantallas gigantes de los edificios, que bien podías seguir al pie de la letra o no hacer ni el más mínimo caso. La elección de irse a casa a resguardarse o de quedarse en la calle a pesar del peligro era de cada uno.

Sintiéndo como su madre le cogía de la mano con fuerza, un niño pequeño se apresuró e intentó ignorar el como poco a poco la calle empezaba a ser más silenciosa y tétrica a medida que pasaban los minutos. Unos cruces más, solo unos cruces más para llegar a casa y estar a salvo, eso era lo que pensaba y la razón por la que no podía decir a su madre que a estas alturas le estaba haciendo daño en la muñeca. Desde que nació había sido así, siempre había sido arrastrado de esa forma para llegar temprano a casa, siempre había visto a su madre suspirar aliviada al ver a su marido atravesar el umbral de la puerta, y en vez de escuchar un cuento o una canción para dormir, se conformaba con el leve murmullo de las noticias que echaban cada noche.

Un coche pasó a toda velocidad por la carretera, haciéndo que el agua del suelo le salpicara y le mojara la mitad del cuerpo. Hacía frío, pensó en quejarse, pero sus ojos se fijaron en algo más llamativo, al otro lado de la calle.

Completamente a merced de la lluvia, parada y sin hacer nada para resguardarse, se encontraba una chica. Su pelo rubio y corto, con su flequillo sujetado a un lado con unos clips, se le pegaba a la cara debido a la gotas que le caían encima sin cesar, mientras que sus ojos azules miraban al fondo de la calle, como si estuviera esperando algo, con un leve brillo que difícilmente se podría describir. Simplemente se encontraba allí de pie, con su chaqueta y falda negras contrastando entre la lluvia, sin mover un solo músculo.

-"Seguramente tendrá frío..."- Pensó el niño con inocencia, mientras miraba a la chica desconocida.

Una ráfaga de viento le azotó en la cara, pero él no dejó de mirar a la rubia. Tenía cierto aire de melancolía, pero este se esfumó de repente cuándo la muchacha sacó un móvil de uno de los bolsillos de la chaqueta. Al mirarlo se lo guardó, y en menos de un segundó empezó a correr a través del asfalto. Sin mirar atrás, sin dudar siquiera. Corrió hasta alcanzar una callejuela que le conducía a unos intrincados callejones del barrio, dónde a estas horas nadie se atrevía a entrar ni siquiera para saber lo que se encontraba. Todos sabían que podías jugarte la vida en esa clase de sitios.

Se quedó boquiabierto ante la valentía de la joven. Sabía que incluso un adulto veía como una locura que alguien entrara en esos callejones, y sin embargo, alguien tan joven entraba sin dudar, en mitad de la lluvia después de haber sido calada por esta. Para él, que no le tenían permitido ni abrir la puerta de la calle sin supervisión, era algo admirable.

Su madre volvió a tirarle de la muñeca, llamándo su atención para que andara más rápido. Y echando un último vistazo al sitio dónde se había dirigido la rubia, pensó que algún día le gustaría volver a verla sana y salva, y esta vez sin esa aura triste que parecía llevar consigo a todos sitios.

~0.0~

El aire frío le calaba hasta los huesos y hacía que sus pulmones ardieran a medida que respiraba. La lluvia que la había sorprendido en mitad de la calle le había mojado y se sentía sucia y cansada. Aún así, no paró de correr. Atravesando las callejuelas desiertas de esa parte de la ciudad, buscaba con la mirada algún indicio, una sola pista, algo que la indicara cualquier rastro de actividad, lo que fuera. No iba a dejar de buscar, aún si se arriesgaba a pillar una pulmonía, su salud en comparación contra lo que estaba luchando, no era absolutamente nada.

¿Cuántos años? ¿Cuántos años habían pasado desde que Tokio no volvió a ser la misma ciudad que siempre? ¿Desde que el mundo empezó a tener miedo y los países se miraban a unos a otros con desconfianza? No lo sabía, no había llevado la cuenta.

-"Sin embargo sí recuerdo cuánto ha pasado desde aquello."- Pensó mientras tocaba un pequeña cadena de plata que yacía en su cuello, de la cuál colgaba una brillante cruz.

Se sintió egoísta. Egoísta por haberse centrado más en algo que pasó hace dos años, pero no en aquello que seguía repercutiendo en el Tokio actual. Sus dramas de niña pequeña no iban a servir de nada, y lo sabía. Se tenía que limitar a seguir buscando, sin descanso.

No pudiendo soportar el aire frío quemando su garganta por más tiempo, se apoyó en una pared durante un momento. Sus finos labios se curvaron durante un instante mientras pensaba en lo bizarro de la situación.

Si a alguien del pasado le hubieran dicho lo que estaba ocurriendo en ese momento alrededor del mundo, tal vez se hubiera reído y burlado hasta la saciedad. Sin embargo, en este momento era tan normal hablar del tema, que a veces parecía que no había otro tema de conversación.

Empezó con un medicamento.

Un medicamento que desarrollaron las empresas farmacéuticas con el simple objetivo de fortalecer el cuerpo humano, o en otras palabras, obtener más tiempo de vida. El tiempo se había convertido en algo casi esencial para el ser humano, tanto que intentaron alargar lo imposible, jugar con las leyes del universo, intentar ser algo que no son.

El ser humano no puede ser inmortal, ni mucho menos invencible.

Después de anunciar tal "maravilla" para la ciencia, muchos países se alzaron en contra, argumentando que tal medicamento era una monstruosidad, un engaño, algo imposible de obtener. Otros muchos a favor, diciendo que era lo que la humanidad había conseguido a través de la experimentación, la ciencia y siglos de evolución. Fue una auténtica polémica en su momento, de tal magnitud, que las naciones unidas estuvieron dispuestas a reunirse con tal de llegar a un acuerdo, reflexionar sobre aquello... Hacer algo.

Gran error.

El ser humano puede ser inteligente, pero también avaricioso.

En mitad de la sala, se escuchó un disparo. Lo próximo que se supo es que uno de los representantes que estaba en contra del medicamento había sido asesinado. La sala cayó en pánico, y las reacciones alrededor del mundo no se hicieron esperar.

Habían llegado a matar para obtener una fuerza innecesaria.

El medicamente fue prohibido y considerado ilegal en todo el mundo, fuera donde fuera. Todo aquel que consumiera, distribuyera o intentara conseguir una de esas pastillas o suero, acabaría en la cárcel probablemente toda su vida.

Pero ya era muy tarde.

Una vez que se había probado tal fortaleza, era imposible abandonarla.

Uno tras otro, fueron apareciendo. Personas más fuertes, más osadas, más rápidas, sintiéndose capaces de hacer cualquier cosa. Por más que se intentaba parar aquella locura, no podían, se negaban a despedirse de aquello que la ciencia les había brindado. El poder era atrayente, y la promesa de más tiempo, más fortaleza, más prosperidad hacía que aquellos avariciosos o curiosos acabaran cayendo en las garras de aquella abominación.

El ser humano era avaricioso por naturaleza. Siempre habría algunos que querían más que otros, que querían sentirse superiores, únicos en su especie. Fue cuestión de tiempo, que aquellos que ingerían la droga empezaran a organizarse. Poco a poco, infundiendo el miedo, engañando a la gente, empezaron a salir pequeños grupos que a medida que pasaba el tiempo se hacían más grandes. Como una plaga que se extendía poco a poco alrededor del mundo. Atracaban, robaban, hacían lo que fuera con tal de obtener poder.

De ahí en adelante todo fue de mal en peor.

Un día enciendes el móvil, o tu ordenador, y te encuentras con un mensaje hablando de un nuevo grupo organizado. No uno cualquiera. Los Masked se hacían llamar. Aquellos que se creían superiores se habían organizado finalmente en un grupo mil veces más grande, con sus máscaras negras adornadas de siniestras líneas rojas brillando en la oscuridad.

Era díficil creerlo, parecía una broma. Pero los crímenes aumentaron, el miedo en la población también. Cada día se registraban más desastres ocasionados por los enmascarados, y los países no sabían que hacer ¿Qué querían? ¿Poder? ¿Dinero? ¿Que la amada medicación que consumían se legalizara? Todo eso era imposible ¿Porqué motivo causar tanto daño?

A día de hoy, aún no habían explicado sus motivos. Pero eso ya no importaba.

Hacía años que la ONU formó la institución Anti-Mask, aquella que se encargó de hacer frente al "grupo terrorista". En el momento en el que se fundó, la balanza consiguió equilibrarse. Gente de a pie llena de rencor, niños y adolescentes huérfanos a causa de los crímines de los Masked, personas que tal vez solo querían ayudar al bien común o simplemente aquellos que no tenían un sitio a donde ir. Anti-Mask se encargaba de dar un sueldo, y tal vez hasta un sitio donde quedarse, con tal de que el sujeto en cuestión esté dispuesto a luchar contra un Masked, e incluso matarle si era necesario. Su objetivo era combatir a los enmascarados, evitar que hicieran daño a los inocentes y parar sus planes pasara lo que pasara. A estas alturas, ya se habían establecido más de una central Anti-Mask en cada país del mundo, con el fin de que esta locura acabara pronto.

Pero habían pasado años, y esa guerra constante en las calles aún no acababa.

Habiendo recuperado el aliento, cayó en la cuenta de que ella era una de esas personas, una de tantas que no tenía a donde ir, que necesitaba un sitio dónde quedarse y con el rencor recorriendo cada vena de su cuerpo. La edad mínima para entrar en Anti-Mask era de 14 años, aquella con la que entró a las pruebas de reclutamiento. Ahora Rin tenía 18 años y mientras repasaba una y otra vez las coordenadas que se le habían mandado por el móvil, se repetía en su cabeza que debía cumplir esa misión, pasara lo que pasara.

Cuándo era pequeña soñaba con ser una famosa cantante, una doctora de sobrenombre e incluso quiso ser profesora. Si alguien le hubiera dicho que con 18 años acabaría en un callejón de mala muerte, con una placa y una pistola de los Anti-Mask enfundada, se habría puesto a llorar. Tal vez por el miedo que le habían infundado a esos enmascarados desde tan joven o bien por el hecho de que no se habría conformado con un futuro tan poco prometedor como ese.

Miró al fondo de la callejuela y decidió seguir adelante. Mientras que daba unos pasos vacilantes hacia lo que sabía que era posiblemente una pared, pensó que era una pérdida de tiempo pensar en el pasado, en lo que podría haber sido y lo que no.

Era una Anti-Mask, y en ese momento estaba en medio de una misión para inspeccionar esas calles, en las cuales según una llamada anónima, había actividad sospechosa.

Cuándo llegó al final de la calle suspiró y decidió darse la vuelta para dejar ese callejón sin salida en el que se había metido casi sin darse cuenta. Pero un imperceptible sonido la detuvo por completo.

¿Había escuchado un crujido o era su imaginación?

Se quedó estática, agudizando el oído lo más que podía para ver si percibía algo más. Pero nada. Las llamadas anónimas que avisaban de posible actividad de Masked era algo que recibían a diario, y no siempre tenían porqué ser ciertas. No era la primera vez que iba a inspeccionar y no encontraba nada.

-Habrán sido imaginaciones mías.- Dijo susurrando.

Dió apenas tres pasos antes de que alguien se le avalanzara, su primer impulso fue casi gritar por el susto, pero la persona le había agarrado por la espalda haciendo que no pudiera verla, aún así le fue posible vislumbrar unas leves luces rojas en la penumbra de ese callejón, y supo al instante que esa llamada anónima tenía más que razón.

Se retorció del agarre del Masked, y en la confusión consiguió propinarle una patada en la espinilla lo suficiente fuerte como para que se quejara. Este no la soltó del todo, pero el mordisco que le dió en la mano derecha le dejó aturdido, soltándola mientras que intentaba disipar ese dolor en la zona. Rin se dió la vuelta mientras sacaba su pistola de la chaqueta, pero antes de poder disparar esquivó un puño que se había dirigido directamente a su cara.

Eran dos.

Dos malditos Masked dispuestos a matarla por órdenes de quién sabe quién.

No se iba a quedar parada ni un segundo, así que corrió hacia aquel que la había agarrado y rápida como un rayo le dió una patada en el pecho tirándolo al suelo por la incercia. El otro corrió a defenderle y no fue lo bastánte rápida para esquivar ese puño de nuevo. Retrocedió mientras se quejaba del ardor de su nariz, estaba segura de que ahora estaba sangrando, y eso le enfureció aún más. Corriendo hacia el que le había dado, se agachó para hacerle la zancadilla, cosa que él no esperaba, y cuándo cayó al suelo, todo se detuvo.

Por un momento, antes de disparar, el mundo se paró, y solo fue capáz de escuchar dos cosas: La exclamación de aquel al que iba a matar, y el grito ahogado de su compañero, el cuál sabía que no llegaría a tiempo para salvarle.

Se escuchó un disparo, y todo se silenció.

Rin miraba al Masked y a la herida mortal que la había hecho en la cabeza, mientras que solo podía escuchar el sonido de las gotas de lluvia salpicando en el asfalto. Iba a darse la vuelta para enfrentarse al otro Masked, pero se había marchado. Tan rápido como el cuerpo del otro había tocado el suelo, se dió media vuelta. Tal vez asustado, o triste, o decepcionado por haber sido derrotados por una agente, la cuál se supone que era de una "raza inferior".

Ya no había nada. Su misión había acabado.

Miró al cadáver en el suelo, y el como la sangre que salía a borbotones de este se mezclaba con la lluvia. Y pensó, que al fin y al cabo no eran tan invencibles.

Siguen siendo humanos.

Por mucha droga que tomasen, por más tiempo de vida que tuviesen, o más fuertes y rápidos que aseguraran ser. Seguían siendo humanos. Personas que se sorprenden, sienten y razonan. Personas que tomaron la decisión de entrar a ese mundo y ponerse una máscara, y luchar por un motivo que ella desconocía, aún sabiendo las consecuencias.

No tenía porqué sentirse culpable.

No tenía porqué hacerlo.

No era necesario.

No era necesario reproducir el grito ahogado de una mujer cuya cara no era visible por una máscara. Mujer, hombre ¿Qué mas daba? Habían intentado matarla, e incluso le habían herido, no tenía porqué tener compasión a estas alturas.

Cogió su móvil para marcar el número de la central Anti-Masks de Tokio. Alguien tendría que venir a buscar el cuerpo, era algo rutinario. Mientras esperaba, se sentó en el suelo del callejón, ya sin importarle lo mucho que se pudiera ensuciar. Estaba mojada, con la nariz sangrando, sucia y agotada. A estas alturas ya le daba igual dónde sentarse.

Lo más importante era evitar mirar el cuerpo de esa persona fallecida en el suelo, y olvidarse de la presión en su pecho que parecía no querer irse nunca.

Definitivamente, no tenía que arrepentirse de nada.

~0.0~

Las gotas de lluvia ahora caían con menor intensidad. Sin embargo, la calle seguía desolada, y la humedad del ambiente seguía calando hasta los huesos.

Sentada en una cornisa, con las manos agarrotadas por el frío y una sonrisa de oreja a oreja, vió como la Anti-Mask se sentaba en el suelo, y evitaba mirar el cadáver que yacía a pocos metros de ella. Había sido testigo de esa pelea, y a decir verdad, le había resultado hasta gracioso. La forma en la que la mujer huyó de la escena en el momento en el que su acompañante era asesinado de un tiro en la cabeza ¿Dónde quedaba la fuerza y la valentía que el medicamento les brindaba? El poder no servía de nada si no tienes ni idea de como usarlo, ese es el error que muchos Maskeds han cometido, y seguirán cometiendo uno tras otro, sin importar cuántos maten o desaparezcan.

-"Inútiles"- Pensó mientras se levantaba.

Necesitaba estirar las piernas, y entrar un poco en calor si era posible. Su brillante pelo azul recogido en dos largas coletas se meció con el viento, mientras que la chica tuvo un escalofrío. Por muy fuerte que fuera, siempre había sido friolera.

Agarrando la máscara negra entre sus manos y subió de un salto a la azotea del edificio donde se encontraba, que estaba a menos de un metro de ella. Se dió la vuelta y mirando una vez más a la rubia que no se había movido de su sitio, sonriendo con sorna, no pudo evitar pensar que al menos había crecido un poco.

~0.0~

Se aburría.

Tener que esperar a que vinieran agentes y un equipo de limpieza para recoger un cadáver y, por si se da el caso, alguna prueba relevante, era aburrido y tedioso. Por un momento se sintió observada, y aún así, su "instinto de agente" o como quisiera llamarle, le dijo que no corría ningún peligro ¿Quién iba a acercarse a estas horas? ¿Y para qué? No tenía ningún sentido.

En general, toda la situación escapaba de su raciocinio. Para empezar ¿Que buscan los Masked? Nadie hasta ahora lo sabe, y no ha habido señales de que se averigüe en un futuro próximo. Según lo que le dijeron al entrar en la agencia, algunos atacan por atacar, por el simple y puro placer de ser superiores hacia algunas personas. Aún con esa explicación, a Rin le parecía insuficiente ¿Quién en su sano juicio injeriría una droga de procedencia dudosa con la promesa de más tiempo de vida? ¿O más fuerza? ¿Más poder? No lo entendía. El hecho de que hubiera personas capaces de entrar a ese mundo por una razón tan vacía. El que lo abandonen casi todo, el que se conviertan en unos monstruos, siguiendo ordenes de quién sabe quién.

Y esa era otra cuestión de la que nadie sabía nada.

¿Quién es el cabecilla de los Masked? ¿Lo hay? Y si existe ¿Qué pretende? ¿Y por qué le siguen los demás? Era obvio que había alguien detrás de todo esto, manejándolos a todos como simples marionetas tras el escenario de la ciudad, y el mundo en general. En un principio, se investigó a la empresa farmaceutica que creó y distribuyó ese "medicamento". Pero para desgracia de muchos, tras el asesinato en la reunión de la ONU y tras decretar ilegal la sustancia, desapareció. Se había desmantelado por completo, y nadie supo cuándo ni como. Lo más seguro es que emplearan métodos no muy legales para desaparecer de la noche a la mañana, pero lo hicieron. Dejando una vez más otra incógnita para lo que estaba pasando. Aún después de años de lucha, investigación, interrogatorios inútiles, etc... Nadie sabe quién o quiénes éstan al mando, ni dónde están. Y al igual que todo lo relacionado con el tema, hasta dentro de un futuro próximo nadie lo sabrá.

Y eso le frustaba. Le enfadaba no saber las cosas, y el por qué ocurrían. A veces llegó a pensar que este trabajo era inútil ¿Para qué luchar? Se preguntaba. Estaban atascados, nadie sabía nada, y era como luchar sin una razón. Pero no era cierto, tenía razones, y podía justificarlas en cualquier momento. Ese niño rubio que le miró en la calle contraria, antes de meterse en el callejón. Sabía que si no hubiera intervenido, tal vez no él, ni su madre, pero otra persona podría haber sido atacada en vez de ellos. Otra persona podría haber muerto, otra persona habría perdido un ser querido. Era como un ciclo. Y ella lo había roto. Había salvado a una persona, tal vez a varias. Aún sin saberlo ni conocerlas, le quedaba el consuelo de haberlo hecho.

Tal vez esa era razón suficiente para empuñar una pistola. Porque sabía lo que era perder a alguien.

Y dolía.

Iba a encender la pantalla del móvil para mirar la hora, sin embargo, la poca luz que le llegaba de las farolas de la calle, fue tapada por una sombra. Antes de levantar la cabeza, una chaqueta cayó desde arriba tapándole la cabeza.

-¿Por qué te abrigas tan poco si sabes que te resfrías con un soplo de aire? No tienes remedio.- Le reprochó un chico desde arriba.

Quitándose de encima la chaqueta que este le había tirado, le miró desde abajo con una mueca de desaprobación. El chico le sonrió de vuelta, y sus ojos azulados, los cuales contrastaban con su pelo castaño, le miraban con diversión. Se levantó rápidamente, y le tendió la chaqueta negra de su uniforme delante de la cara.

-No la necesito. Quédatela.- Respondió con aire enfadado.

-Venga ya, Rin.- Dijo él con una sonrisa burlona en la cara.- Encima que te la doy con buena intención.

-Pues yo no...

-No tienes frío, siempre dices lo mismo.- Contestó una chica a pocos metros de ellos.

Entrando en el callejón con un grupo de personas, los cuales seguramente serían un escuadron de limpieza de los Anti-Mask o tal vez algún forense, había una chica con el pelo liso y negro hasta los hombros, mirándola con sus ojos castaños y sonriéndole con dulzura.

Acercándose a ella, la morena le arrebató la chaqueta de las manos sin darle tiempo a replicar, y se la colocó en los hombros a modo de manta. Sabía que aunque intentara devolverla, ambos insistirían tanto que no tendría más remedio que llevarsela.

Ikune Ren y Utaune Nami. Dos de los pocos amigos que tenía en la agencia.

Rin nunca se había llevado bastante bien con los agentes en general, y era lo bastante tímida y reservada como para no caerle bien a algunos. Sin embargo, tenía algunas amistades, y esos dos formaban parte de estas. Para ella, era algo bastante difícil de creer que lleve años con esos dos. Después de todo, ese trabajo es peligroso, puedes ser asesinado en cualquier momento, y todo puede pasar. Escuadrones que han sido aniquilados por completo, supervivientes que juran venganza contra algún Masked, o rezagados que se niegan a volver y entablar amistad con algún agente, por miedo a perderlos de nuevo. Era duro, y siempre lo supo. Aún así, se las habían apañado para seguir vivos.

-"Mal bicho nunca muere."- Pensó sonriendo internamente.

Conoció a Nami años atrás, en las pruebas de reclutamiento, ambas chicas conectaron enseguida, y acabaron siendo compañeras de habitación tras ingresar en la agencia, por lo que no se les solía ver separadas. En cuanto a Ren, lo conocieron un año más tarde, cuándo este pasó a formar parte del escuadrón de Nami. No era un mal chico. Algo bromista, y con buenas intenciones. Aunque podría sacar de quicio a cualquiera, eso sí.

-¿Que harías sin nosotros?- Dijo Ren acercándose con una sonrisa.

No pudo hacer más que sonreír con cansancio. Por el rabillo del ojo vió como uno de los operarios empezaba a guardar al cadáver, y otros analizaban la sangre que había a su alrededor. No pudo distraerse más cuándo Nami acunó su cara con las manos obligándola a mirarle a los ojos.

-Tienes sangre en la cara ¿Te han pegado?- Dijo preocupada- ¿Cuántas veces te he dicho que tengas cuidado? Nunca me haces caso, es como hablarle a una pared.

-Venga ya, si solo le ha sangrado un poco la nariz, no va a morirse.- Respondió Ren con burla. Es verdad que Nami a veces se preocupaba demasiado, aunque era una de las cosas que más le gustaban de ella.

-Tu deja de reírte y trae algo para que le limpie la sangre seca.- Ordenó la morena con enfado.

Ren solo asintió y se dió la vuelta para mezclarse ente algunos operarios. Por un momento le pareció ver como Nami sonreía al ver que este le daba la espalda. No sería la primera vez que Rin se plantea este tipo de cosas. Entre esos dos había algo, y aunque no tenía pruebas solidas por el momento, estaba segura de que en un tiempo, se demostraría su hipótesis.

-¿Qué?- Le preguntó esta. Al parecer se había quedado mirándola.

-Ren está especialmente amable hoy ¿Verdad?- Le dijo sin rodeos.

Nami se sonrojó casi al instante, e intentando disimular su vergüenza bajó su cabeza y miró al suelo como si fuera lo más interesante del mundo.

-Tú...- Empezó a decir casi en un susurro.- Realmente eres...

-Rin.- Llamó el chico. Llevaba un pañuelo en la mano, el cuál le dió mientras se dirigía a ella.- Uno de los operarios me pregunta cuántos Masked había en la escena.

-Dos ¿Por qué?- Respondió con recelo mientras se limpiaba la sangre seca de la cara.

-Dicen que han encontrado unos zapatos de mujer tirados en una calle cerca de aquí, a lo mejor es una prueba.

-"Así que era una mujer..."- Pensó mirando hacia la calle por la cuál esta se había marchado.

-¿Y a tí que te pasa? ¿Hay algo interesante en el suelo?- Dijo Ren inclinándose hacia Nami. Esta solo levantó la cabeza y le miró con reproche.

La morena iba a contestar, pero el móvil vibrando en el bolsillo derecho de su falda la distrajo. En el momento en el que lo sacó, y vió de quién era el mensaje, su puso pálida y miró a Rin con sorpresa.

-Rin...- Dijo con seriedad.- El jefe quiere verte.

-Es broma. Seguro.- Respondió Ren mirando a la chica con atención.

Nami levantó la pantalla de su móvil, y todos lo vieron claramente:

"Que Kagamine Rin se presente en mi despacho inmediatamente."

Hiyama Kiyoteru

Se quedó muda, y tuvo que releerlo un par de veces. Después de un minuto, se planteó seriamente si Nami de verdad le estaba gastando una broma. Hiyama Kiyoteru es el presidente de la agencia Anti-Mask de Tokio. No será el jefazo de la agencia en general, pero el hombre inspira respeto por su rango y poder, y el que te llame directamente a la oficina, daba miedo.

Mucho miedo.

-Rin ¿Que has hecho?- Preguntó Ren sorprendido.- No me digas que has "adoptado" a otro crío sin su permiso y te ha pillado otra vez.

-¡Eso solo fue una vez!- Respondió apresurada.- Y no recuerdo haber hecho nada malo como para que me quiera en su despacho tan de repente.

-En todo caso.- Dijo Nami con tranquilidad.- Si no has hecho nada, tal vez solo sea algo rutinario. Kiyoteru debe tener sus razones. Deberías darte prisa y marcharte, déjanos a nosotros lo que queda de esto ¿Vale?

Nami sonrió, y Rin no pudo evitar sentirse agradecida de tenerla. Realmente era amable.

-De acuerdo. Pero toma.- Se quitó la chaqueta de Ren de los hombros y se la dió a Nami bruscamente.- Sé que te gustaría tenerla más que yo.

No pudo ver la reacción de sus amigos, porque antes de darles tiempo a contestar ya estaba yendo hacia la calle con paso apresurado. De todas formas, sabía que la sonrisa de Ren habría desaparecido para dar paso a una expresión de incredulidad, y Nami estaría roja hasta las orejas.

Era divertido decirles ese tipo de cosas.

Aún así, no podía evitar preocuparse. El motivo por el que la estaban llamando, esperaba que fuera interesante.

Continuará...


Holi ~

Bueno, después de dar los derechos, en primer lugar, muchas gracias por interesarte en este fic y por molestarte en leerlo.

No sé como explicar esto, pero hace tiempo hice un fic con el mismo argumento que este, sin embargo quedó totalmente abandonado, y tras un tiempo he decidido volver y reescribirlo. Si alguien está leyendo esto, y ya sabía la existencia del anterior, siento haberlo dejado. Pero tenía la impresión de que la historia se me había desviado, y tras meditarlo estoy subiendo esta versión reescrita. Ya lo tengo todo pensado, así que es muy difícil que se me desvíe la historia de nuevo.

Y bueno, básicamente este fic está basado en la canción original vocaloid "庇護祭 / Higo Sai / Assylum Festival". Aunque el vídeo original no tiene PV, yo he decidido basar la mayor parte de este fic en el PV animado, que da más juego. He intando explicar el argumento general del fic lo más claro que he podido, aunque el resultado sigue sin convencerme, espero que haya sido suficiente.

Cosas aparte, espero que os guste esta historia y como hace tiempo que no escribo, cualquier opinión es bien recibida, ya que siempre puedo mejorar algunas cosas. No tengo nada más decir, solo que gracias, y que disfrutéis leyendo tanto como yo escribiendo.

Nos vemos (~*-*)~ ~(*-*~)