Advertencia: Puede que en este capítulo toque temas un poco delicados para algunas personas. Trate de no ser muy específica pero no sé si lo hice bien. Si llegas a esa parte, deja de leer y ve una película bonita (?) :D Leen bajo su propia voluntad.
Disclaimer: Ni Digimon ni la idea de este fic me pertenecen.
Carga el peso del mundo
II. Balas de la destrucción.
El concreto hacia que sus pasos resonaran y sus nervios se dispararan al cielo. Gotas de sudor caían, y él podía escuchar claramente su caída estrepitosa.
Uno… Dos… Tres…
Contaba una y otra vez hasta el número diez para calmar las palpitaciones salvajes de su corazón. Perdía la cuenta y empezaba de nuevo; uno, dos, tres… Se perdía en cuanto su mente pronunciaba el ocho. Entonces, una niña de cabello castaño asaltaba su mente, crispándolo, haciendo que sus pies aceleraran mientras viejas memorias se apilaban.
Si se comparaba a su yo de once años, no sabría por dónde empezar para enlistar todas las cosas que lo diferenciaban de lo que era ahora. Su nombre era Taichi, sí, pero sentía que aunque su nombre fuera el mismo, la persona que cargaba con él no era la misma.
—¡Taichi!
Una mano lo tomo por el hombro, desbalanceándolo por un segundo.
—Tranquilízate —continuó Yamato—, por favor, estas asustando a las chicas. Date cuenta de que no sabemos qué pasa, ni siquiera sabemos si es algo malo. Sé lo que piensas, yo también tuve un mal presentimiento pero… Takeru y Hikari están ahora en la escuela, no te preocupes.
«Es cierto. Es cierto. Hikari está bien, ella esta con Takeru. En estos momentos la campana de salida está sonando y ellos se dirigen a casa». Pero la resequedad de su boca, y las fuertes palpitaciones que sacudían su pecho le decían que debía seguir corriendo. No lo hizo. Se detuvo, asintiendo levemente a su amigo, esperando a que Sora y Mimi, quienes se retrasaron, llegaran con ellos.
—¿Por qué se retrasan tanto? —espetó impaciente.
—No son tan rápidas, tonto. Le dije a Garurumon que las trajera, pero tal vez Mimi se rehúsa a subir a su lomo debido a que trae falda. Contrólate, ¿desde cuándo te volviste un manojo de nervios?
Aquella sonrisa, que escondía algo más; Taichi la detestó. Parecía que esos ojos azules lo traspasaban, observando los miedos que lo atormentaban día y noche. Se sentía vulnerable, tenía miedo. Pero sobretodo, odiaba ver en esa sonrisa lo que él alguna vez fue.
—Mira, allí vienen —señaló Yamato con la barbilla.
Se sorprendió al ver que Mimi estaba sentada sobre Garurumon, aparentemente sin una mueca de disgusto en su rostro. Sobre sus piernas yacía Palmon, Agumon iba en la cabeza del lobo, y detrás de Mimi una cabellera roja serpenteaba en el aire. Lo primero que noto cuando Garurumon se detuvo a su lado fue el pie de Sora.
—¿Qué les paso? —preguntó acercándose.
—Trato de alcanzarte cuando saliste corriendo, pero se cayó, perdió el zapato y luego siguió corriendo. Se lastimó —contestó Mimi dirigiéndole una mirada furiosa.
—Lo siento, Sora.
La besó en la frente, tomando por sorpresa a todos.
Lo que menos se podía perdonar era que por su culpa sus seres queridos salieran lastimados, pero lo que más hería el corazón de Taichi Yagami, era salirse de control y perder de vista a quienes deseaba proteger. La imagen de Sora, de Agumon y de Hikari de repente se convirtieron en una sola.
—Agumon —el pequeño digimon contesto entusiasmado—: vamos, nosotros nos adelantaremos, será como en los viejos tiempos amigo. Mimi, lleva por favor a Sora a casa, Yamato irá con ustedes. Agumon y yo investigaremos qué sucede.
—¡Eso nunca! —gritó Mimi—. No puedes irte solo, voy contigo quieras o no, ¿ya olvidaste lo que paso la última vez que nos abandonaste? No permitiré algo así de nuevo, ¡jamás! ¡No quiero!
—Yo tampoco te dejare.
—Pero Sora…
—Taichi, no me trates como una niña. Soy fuerte, está herida no es nada.
—En ese caso, debemos darnos prisa.
—Yamato, ¿tú también?
—Si no estoy yo quién peleara contigo, Yagami.
Palabras agridulces. Tal vez no eran las correctas, tal vez no eran las mejores palabras de aliento, pero conllevaban tanta magnitud, que ninguno las llegaba a comprender, todavía. Y para Taichi, a pesar del viento cortante que empezaba a soplar, le fueron de ayuda.
Ya era hora de que Taichi Yagami regresará.
٭٭٭
¡Bam! Un disparo tras otro, igual de ensordecedor que el anterior. Gargomon disparaba con un frenesí caótico. Ninguno lo pudo detener.
Hikari, tirada en el suelo, vio con asombro las alas que la rodeaban: Angewomon y Angemon la protegían. Gargomon no disparo hacía ella, las balas daban de lleno contra el asfalto al que atacaba el digimon.
Takeru no reprimió más el suspiro de alivio al ver que el objetivo de esas balas no era Hikari.
—Ese digimon está loco —dijo Daisuke sin parpadear—. ¿Crees que planeé algo?
Takeru no dijo nada. Camino con cautela a donde estaba Hikari, con una rápida mirada verificó que no estuviera herida y tomándola de la mano la alejo de allí.
—Debemos detenerlo. —La voz de Angemon, en lugar de afirmación, sonó a pregunta.
—Sólo dispara al suelo. Si nos acercamos se puede alterar, hay que esperar un poco.
El polvo que se alzaba se hacía más y más denso. Pronto, el área se llenó de un color gris que contrastaba con el cielo. Nuevamente la vista les era inútil.
—¿Escuchan eso?
—No escucho nada, Hikari-chan.
—Exacto, no hay ruido. Gargomon dejo de disparar.
Angewomon agitó sus alas, dispersando en segundos el polvo que nadaba alrededor.
En el suelo, un gran hoyo saltaba a la vista, pero Gargomon no estaba.
—Se fue.
Desde aquel día no volvieron a saber nada de aquel digimon. Su aparición, y desaparición, fueron un misterio para todos. En el futuro lo recordaron con gracia.
Quizá ese habría sido un gran final, pero el mundo está lleno de inicios, ¿recuerdan?
Lo cierto es que Takeru, sin saber la razón, ansiaba que todo concluyera. El mundo giraba y él no se daba cuenta, los pájaros cantaban y él no escuchaba. Mil cosas pasaban y en cada una de ellas percibía un ápice de maldad. Por ello optó por dejar de escuchar, ver, e incluso sentir. El mundo cambiaba constantemente, el problema era que veía el camino del mundo más siniestro y oscuro.
En las mañanas, al despertar, el cielo, fuese claro o lleno de nubes, lo veía siempre en la misma tonalidad gris. Se esforzaba en verlo de otro color, pero era en vano. Era el mismo color que vislumbraba en Taichi cada que se encontraba con él. Con Hikari era distinto. Ella brillaba como una gama de colores que jamás creyó volver a ver. Y cuando su sonrisa se quedaba grabada en sus ojos, Takeru se preguntaba si el mundo era antes como esa pequeña luz.
Buscaron con la mirada a Gargomon. Fue hasta que escucharon el inconfundible sonido de sus balas cuando lo localizaron.
—¡El parque! —recordó Daisuke—. Debemos darnos prisa.
Se sentían dentro de un juego, yendo de un lado a otro, cazando sin saber a qué. Corrieron al parque, la gente, tranquila, se paseaba de un lado a otro. La música retumbaba entre la copa de los árboles. Sobre uno de ellos estaba Gargomon. Bajo de un salto, las personas ni lo miraban. Y aquella imagen se desvaneció tan velozmente como un día irrumpido abruptamente por la lluvia. Alzo los brazos, disparando a todas partes.
Ahora los niños corrían para refugiarse con digimons bebe entre sus brazos. Las señoras gritaban. Todos tropezaban contra todos.
—¡Diablos! ¡¿Qué hace?!
—Angemon, ve con Angewomon y ExVeemon, detengan a Gargomon. Nosotros ayudaremos a la gente.
Takeru levantó a un niño del suelo que lloraba escandalosamente. Trato de consolarlo susurrándole palabras dulces, pero lo único que salía de la boca del niño era «Tokomon». Bajo la vista, encontrándose con un Tokomon en el suelo… No respiraba. Apartó la mirada, dándole la espalda, sabía que se desintegraría hasta dejar de existir. Prosiguió, apretando la manita del niño que seguía balbuceando el nombre de su digimon. En la distancia diviso a Hikari con una anciana apoyándose de ella, luego a Daisuke guiando a un grupo de chicos.
Llevaban a la gente detrás de edificios y luego regresaban. Siempre que lo hacían las balas se multiplicaban y era más difícil caminar sin tener que esconderse.
Se dieron cuenta de que sus digimon luchaban contra Gargomon pero poco podían hacer.
Hace mucho tiempo ya se habían cruzado con la evolución de Terriermon, cuando conocieron a ese niño de Estados Unidos, por lo tanto, sabían que era fuerte, que podría ser peligroso para su adversario… Pero al digimon que tenían enfrente, ese que saltaba de un lado a otro tan rápido que desequilibraba el vuelo de los seres alados, el que disparaba una cantidad desorbitante de balas produciendo un sonido irritante, el que se quitaba del camino sin ningún problema a los tres que luchaban contra él; no era normal. El poder que poseía, agilidad, fuerza, no eran propios de un digimon que se encontraba en la misma etapa que sus amigos.
Pronto, los caóticos sonidos que escuchaban se volvieron el «tic, tac» de un reloj.
—Aún hay gente allá —gritó Daisuke.
—Gargomon aumentó de repente su velocidad, parece que quiere acabar con esto rápido. —La respiración de Hikari aceleró. Mal presentimiento.
—Si vamos todos seremos un punto fácil para Gargomon —la mirada de Takeru se torno seria—, iré yo solo. Queda poca gente, no tardaré.
—Estás loco si piensas que te dejaré ir a la horca solo, Takaishi —Daisuke le sonrió de lado.
—Tonto —bajo la mirada—. Si vas conmigo ¿Quién sacará a Hikari de aquí?
—¡Yo me puedo cuidar sin su ayuda! —La chica se acercó con pisadas firmes, sin titubear—. Ahora debemos ir y sacar a esa gente, recuerden que también hay digimons, hay muchas vidas en riesgo, dejen de competir y actúen como el equipo que son.
Definitivamente, era la hermana de Taichi.
—Hikari-chan nos dio una paliza verbal —Daisuke deshizo la corbata del uniforme.
—Siempre hace lo mismo contigo, ¿no? —El castaño sonrió con disgusto.
No alcanzaron a dar ni tres pasos cuando una ola de balas se estrellaron a su alrededor.
Abrieron los ojos sólo para toparse con sus respectivos digimons en el suelo, fatigados y con heridas por doquier.
—Takeru —Angemon se incorporó—, lo siento, es muy fuerte. No sé de dónde viene toda esa fuerza, pero haré lo posible por protegerte.
—Daisuke, mientras sigas de pie, yo también lo haré —Fue el turno de ExVeemon.
—Hikari…
Las palabras de Angewomon fueron cortadas por una voz metálica que todos reconocieron, «aullido explosivo», se escuchó, y lo siguiente que vieron fue a Gargomon cayendo mientras se desvanecía con las ráfagas fortuitas del viento.
Lo que sintieron en ese momento no fue alivio, más bien se describiría como miedo. Ese tic, tac del reloj seguía en sus oídos.
Taichi llego corriendo seguido de los demás, Yamato se mantenía detrás junto a Garurumon.
—¡Hikari! —dijo al acercarse a su hermana—, ¿estás bien? Sabía que algo andaba mal, debí venir antes, lo siento.
—Estoy bien —pronunció apenas. En su mente se repetía con ahínco la imagen de Gargomon siendo atravesado por un fuego azul.
—¡¿Por qué lo hiciste?!
Takeru se abalanzó contra Yamato sin que nadie se lo esperará.
—Preguntas por qué —respondió frunciendo el ceño.
—No tenías que hacerlo.
—Te estaba protegiendo. —Sonrió amargamente.
—¿De qué? Ese digimon se descontrolo pero no hirió a nadie. No estabas aquí para saberlo.
—Takeru —empleó una voz firme, la que solía usar cuando estaba a punto de quebrarse y se mantenía estable—, hice lo que tenía que hacer. Supuse que ninguno de ustedes había causado el desastre de allá, el único culpable era ese Gargomon, ¿me equivoco?
En ese punto de la conversación Daisuke, Hikari y Takeru estaban confundidos, observaron a Sora, ella asintió cariñosamente, indicándoles que viraran más allá del punto donde ellos estaban. Tuvieron que caminar hasta llegar al centro del parque.
No estaban preparados para eso, nadie lo estaría en realidad.
Aún había muchas personas en la zona, lo supieron de la forma más cruel. Cientos de cuerpos yacían tirados a derredor, era imposible contarlos, era imposible ignorarlos. Hikari se apoyó en Takeru cuando vio a una niña con los ojos muy abiertos y llenos de terror. Daisuke no pudo evitar que el estómago se le revolviera al ver tanta sangre derramada. Takeru estrechó más fuerte a Hikari cuando el olor del fin se enredó en sus sentidos.
Él pensó que el único fin que existía en el mundo era la muerte. La idea no le gustó.
٭٭٭
Después del incidente con el «digimon salvaje» las autoridades han decidido tomar cartas en el asunto. Ahora los digimons serán juzgados como cualquier humano, esto como medida preventiva ante otro posible ataque en el futuro. El Ejército japonés promueve una campaña para que estos seres sean reclutados y formen parte del ejército, de esta forma, se dice, los mantendrán alejados de la civilización para evitar desastres y también contribuirán a la paz interna del país, pues serán entrenados como soldados y no como mascotas.
Los familiares de las víctimas en la que se ha llamado «La masacre de Odaiba», movilizan a la población para alejar a estas criaturas…
—Apaga eso, Jou. —Ordenó Taichi, irritado.
Jou tuvo que apagar la radio que llevaba consigo. Nadie comprendía la manía del chico por coleccionar ese tipo de aparatos antiguos.
Paso una semana desde aquel trágico encuentro. La población mundial se vio inmediatamente indignada por lo ocurrido, repudiando, la mayoría, a los monstruos digitales que vivían con ellos. Los pocos que mantenían a su lado a los digimons eran agraviados y no veían otra opción más que entregarlos a los refugios que se levantaron en cuestión de días.
Por esa razón los niños elegidos, quienes ya no eran unos niños, estaban reunidos en el viejo parque al que iban antes, todos acompañados de pequeñas personitas encapuchadas. Con todo el caos que se respiraba, ya no dejaban salir a sus amigos a la calle, a menos que fuese algo importante, como esta ocasión, y si lo hacían los cubrían con grandes y holgados abrigos.
—¿Quién falta? —preguntó Sora tratando de apaciguar el ambiente tenso.
—Mimi, Yamato, Daisuke, Iori, Ken y Miyako —contó Hikari con los dedos.
—Sólo faltan Mimi y Yamato, no le hable a Daisuke y los demás —exclamó Taichi cabizbajo. Agumon le sonrió.
—¿Por qué? Ellos son parte de nosotros.
—Lo sé, Hikari, pero esto nos incumbe sólo a los ocho. Fuimos los que disparamos el inicio, hay que cerrar el fin, y para eso los necesito a todos ustedes. No quiero excluir a Daisuke, a Ken, ni a Iori ni a Miyako, pero tú y yo sabemos, todos sabemos, que nosotros estamos vinculados por algo más que una casualidad.
Hikari guardó silencio. Se entretuvo viendo cómo jugaba Gatomon con Patamon, ellos los protegieron muchos años, el mundo parecía confabular para que esta vez fuera al revés.
—Perdón por la tardanza, Mimi se empeñó en traer en una carriola a Palmon y Gabumon.
Los dos que faltaban aparecieron, Taichi relajo los músculos que llevaban mucho tiempo contraídos debido a la ansiedad.
—¿Desde cuándo vives cerca de Mimi, Yamato?
La curiosidad de Koushiro, por primera vez, no fue saciada. Yamato lo paso de largo adrede para evitar responder, y Mimi, muy cándidamente, paso a tomar asiento al lado de Sora.
—Bien, ¿qué hacemos aquí?
—No hagas preguntas tontas, ¿acaso no escuchas las noticias? Nuestros compañeros están en peligro —espetó Taichi. De repente la tensión retorno a su cuerpo.
—Dejemos que el Gobierno arregle todo y listo. No me parece mala idea que recluten a los digimon, así estarán más seguros y no se verán inmiscuidos en problemas de humanos —declaró indiferente. Ciertamente él creía que era lo correcto.
—¡¿Qué ocurre contigo?! Ellos los usarán para sus propios beneficios, los controlarán, los mandarán a guerras con las que no deben lidiar. El mundo les ha dado la espalada, no podemos hacer lo mismo.
—El mundo les da una oportunidad para seguir viviendo juntos —alzó la voz, esta vez viendo fijamente a Taichi—, es distinto.
—Eres un tonto, no sé por qué te llame. Eres como todas esas personas que han abandonado a sus digimons. Seguro harías lo mismo con Gabumon.
La intensidad de las palabras subía como la espuma. Ninguno de los chicos sabía que hacer, aunque internamente sabían con quién estaban de acuerdo, claro que no era el momento para declararse de parte de uno o de otro, después de todo eran un grupo, o eso intentaban.
—¡Tú no entiendes! ¡Agumon no se puede quedar siempre a tu lado! Tarde o temprano esto pasaría.
Yamato se acercaba rápidamente a Taichi. Aquellos pasos, a ojos de Agumon, eran peligrosos. Así que, fuera por instinto, un mero reflejo o con la intención de querer detener algo que aún estaba a tiempo de detenerse, lanzó una llama hacía el rubio.
Palmon alejó a Yamato por orden de Mimi, evitando una herida que pudo haber sido más grave. La llama alcanzó a rozarle el brazo izquierdo.
—¡Taichi! Agumon pudo haber lastimado a Yamato... Quizá el reclutamiento de digimons sí sea lo correcto —dijo Mimi tratando de guardar la compostura.
Ella siempre odió las batallas, por eso creía que el reclutamiento era la mejor opción para acabar con ellas.
—¿Mimi, tú también?
—Siempre has sido muy terco —Yamato se incorporó como si no estuviera herido—, desde que éramos niños lo has sido, pero piensa que tu terquedad terminará arrastrando a muchas personas.
—El lugar al que los quieres mandar no es mejor a lo que ya tenían aquí. Antes los humanos los amaban, ahora los quieren matar cada vez que ven a uno en la calle, ¿de verdad crees que si siguen aquí los tratarán mejor?
—Son unos simples juguetes —susurró Takeru. Hikari fue la única que lo escuchó.
—Eso lo averiguaré por mi cuenta. Puedes no involucrarte, pero no puedes evitar que se lleve a cabo.
—Pareces muy seguro de eso, Yamato. Creo que no me conoces bien, no permitiré que los lastimen.
—¿De verdad quieres esto?
—Si es necesario, sí.
Al fondo de la escena Hikari y Takeru se tomaban de las manos. Para ellos, la imagen que vieron cuando eran niños de sus hermanos peleando, cobraba un sentido especial; lo de aquella ocasión era un simple preludio a lo que ahora tenían enfrente.
Una guerra estaba por comenzar, ¿contra quién? No lo tenían claro.
¡Perdón por la tardanza! Soy un desastre… Patriot, espero que te haya gustado porque no creo que este cumpliendo con lo que pediste, ¡lo siento! En el próximo capítulo ya habrá acción, lo prometo. Por cierto, he tomado algunas cosas de Civil War como lo sugeriste, se me paso mencionarlo en el disclaimer.
A quienes leen, ojalá les haya gustado :) Y disculpen si hay errores de ortografía, luego corrijo.
¡Gracias por leer! Nos vemos en el tercer y último capítulo.