Comentarios de la Autora: Muy buenas a todos ustedes mi bellos rayitos de sol~ Bien, sé que esto es malo, es decir, que empiece otra historia pero la verdad es que no lo he podido resistir xD Tenía que escribir esto, era si o SI! Esta historia es entre Kardia&Degel, Milo&Camus y una pareja Occ, que resultan ser dos de otro fic "Una nueva Oportunidad para Cuidar de Ti" Para los que han leído la antigua y nueva versión de esa historia, ya estarán familiarizados con los personajes que integrare a esta historia. Mi querido cloncito me ha dado su permiso para usar al besho y sexoso de Khiansito :Q_ disfruten de esta historia ;)
Disclaimer: Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, (aunque es lo que más deseo uwu ) ellos son creación de Masami Kurumada y Shiori Teshirogi
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Esclavo de tu amor
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I don't know why I did it, but now you are mine.
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Abbad Sindria era considerada una Hermosa ciudad del Medio Oriente. Ese lugar era el que más destacaba entre las pocas ciudades de ese estilo, a pesar de ser un lugar donde los climas por demás calurosos predominaban. Pero lo que más maravillaba a los turistas eran aquellos enormes rascacielos que surcaban los cielos, de arquitecturas tan magnificas y esplendorosas además de costosas. Dos eran los que más destacaban, pues eran los más altos, eran las torres gemelas de Syanze, un magnifico hotel cinco estrellas, ambas torres median aproximadamente 830 metros de altura. Y solo personas con dinero rebosante de sus bolsillos, podían pagar la suma de ochocientos noventa dólares para pasar una noche en aquella edificación.
Pero no solo eran los hoteles los que destacaban aquella ciudad, también lo eran aquellos edificios de grandes empresas. O sino, los restaurantes que contaban con los mejores chefs reconocidos a nivel mundial, también los centros comerciales donde se podían encontrar los mejores zapatos y ropa de marca. O donde podías pagar quinientos dólares ya fuera por un manicure o pedicura francesa. Ropas de seda, incienso, mirra, excelentes estilistas, objetos extraños, pinturas originales y con marcos de la mejor madera que pudiera existir
Y ni hablemos de las joyerías, aquellos lugares donde las mujeres de grandes magnates aprovechaban para gastar miles de dólares por comprar la más fina y cara joyería. Hechos con oro puro o la más bella y carísima plata, decorados con incrustaciones de diamante o cualquier otra gema cara que les llamara la atención y pudieran presumir ante las demás damas.
Pero nada de eso alegraba la existencia de él. ¡JA! Quién lo diría. El, el que era el hijo mayor del gran Aeneas Skórpio. Y no, aquel hombre no era uno cualquiera. Aeneas Skórpio, era un hombre cuya inteligencia, tenacidad y deseos de prosperar lo llevaron a Abbad Sindria, donde empezó desde lo más bajo, trabajando como mozo o un simple ayudante, sus enormes esfuerzos lo llevaron a triunfar en grande. Siendo el de nacionalidad griega y en un país extranjero como lo es Abbad Sindria, logró sacar adelante a sus tres hijos. Ahora él era considerado un gran magnate, dueño de varias hileras de hoteles y una gran producción de petróleo, produciendo millones de dólares y siendo el considerado como uno de los hombres más ricos del mundo y apuestos del mundo.
A pesar de estar rondando los cincuenta años no aparentaba tal edad, Aeneas seguía manteniéndose en forma. Sus largos cabellos rubios y ondulados parecían interminables hileras de oro, su piel era de un tono ligeramente bronceado pero atractivo así como aquellas hermosas gemas zafirinas que tenía por ojos. Y ni olvidar de aquel cuerpo de ensueño que tenía, un cuerpo bien tonificado y trabajado por los tantos años de labor que tuvo. Hombres y mujeres caían a los pies de aquel griego que sacaba suspiros hasta de las damas ya casadas. Aunque por eso mismo, por tener siempre tal atractivo había atraído la mirada de más de uno y en una de esas cuando aún eran un joven trabajador, tuvo un pequeño incidente. Por lo que sabía, su padre era joven, apenas rondaba por los veintitrés años y trabajaba de mozo en una casa de un hombre adinerado. Inclusive a esa edad era asediado por las demás jóvenes que trabajaban ahí,
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Y de ahí había nacido el. Suspiro cansado. Él lo tenía todo, tenía dinero, buena comida, todos sus caprichos eran cumplidos con solo el chasquear de sus dedos; además de que era todo un Adonis para los hombres y mujeres. Él era un muchacho de veintisiete años, era el hijo mayor de Aeneas, al igual que su padre el había heredado el ligero tono acanelado en su piel, aquellos zafiros por ojos, la misma actitud, la misma mirada que podía intimidar a cualquiera. Él era la viva imagen de aquel magnate, la única diferencia era que su cabello era azul y no rubio como el de su padre, aunque en cierto modo podía agradecer aquello que había heredado de su "madre" y agradecía que fuera lo único. Kardia, era su nombre. Él siempre se había caracterizado por su carácter tosco, alguien que no tenía miedo de decir lo que pensara y actuaba según sus impulsos.
¿En qué tanto piensas? –No sabía porque pero desde hacía un tiempo había notado mal al peli azul. Kardia tan solo soltó una risa sardónica y volteo a ver a aquel joven que había entrado a su habitación – ¿Qué te trae por aquí, Milo? – El mencionado tan solo frunció el ceño y cruzo los brazos. El mayor de los dos sonrió mas al notar la molestia en el joven rubio quien seguía sin apartar la mirada de el–
Tan solo pensaba –Respondió. Milo tan solo suavizo las facciones de su rostro y camino directo hacia el ventanal de la habitación. Nunca había logrado entender porque su hermano siempre mantenía aquella habitación en las penumbras– Siempre en la oscuridad, ya hasta pareces vampiro –Murmuro a medida que abría las pesadas cortinas ocre y daba paso a los rayos del atardecer, Kardia tan solo bufo molesto y se arropo con las sabanas de seda negra– Prefiero la oscuridad
Milo tan solo le vio de reojo a su hermano después de mover aquellas pesadas cortinas. Era verdad que el peli azul seguía siendo el mismo sinvergüenza de siempre, que andaba metido en tanto lio con los locos de su pandilla; porque sí. Kardia Skórpio a sus veintisiete años era el líder de una pandilla a la cual todos temían. Irónico, ¿no creen? El que era el hijo de alguien tan millonario y poderoso, andaba metido en cosas como esas pero, tal vez por eso es que andaba en una pandilla. Tal vez porque desde que nació del producto de aquel acostón, y al no recibir amor de ninguno de sus padres y pasar gran parte de su infancia al cuidado de otras personas que no fueran sus padres, le llevo a buscar cariño en lugares equivocados.
Al menos sabía que podía contar con el cariño y apoyo de sus dos hermanos, que si bien no eran hijos de distintas madres, aun así eran muy unidos. Rio ante su pensamiento. Los tres eran totalmente diferente y productos erróneos (como lo era el) o de amoríos fallidos (como lo eran sus dos hermanos) Milo era tan distinto a él. Milo era un chico de veinticuatro años, cabello largo y ondulado, rubio, justo como el de su padre. Ojos zafiros, piel ligeramente morena y eran demasiado astuto, algo que caracterizaba muy bien a los Skórpio. Pero aquel enano escurridizo era quien le había dado su primera muestra de cariño. Siendo Milo solo un pequeño de tres años, era quien lograba alegrar al peli azul al hacer muecas y sonidos raros mientras se tambaleaba al correr. Y años después llego el último de los Skórpio, un pequeño sol para esa casa. Cabellos y ojos rojos como la sangre, piel blanquecina por su madre.
Kardia y Milo odiaban a aquella mujer usurpadora, quien les robaba el poco tiempo que su padre solía dedicarles, pero su odio siempre había sido dirigido hacia aquella mujer y nunca a aquel pequeño de cabellos carmesí. Mientras que a Aeneas, el sí adoraba a sus hijos; aun así no podía descuidar su trabajo. No cuando habían otras empresas que ansiaban verle en las ruinas, el jamás se permitiría que por un pequeño error, todo lo que el había logrado con tanto esfuerzo y dedicación fueran a parar al carajo a manos de otros. Y peor ahora que tenía tres hijos por los cuales velar, y darles todo lo que a él se le privo desde joven.
Y aunque los tres jóvenes sabían por todo lo que su padre había pasado desde joven y que todos sus esfuerzos eran por ellos, aun así no podían evitar sentirse… solos. Tal vez por eso es que los tres hermanos eran unidos. Tal vez por eso era que su unión era demasiado fuerte y velaban por cuidar la espalda del otro. Y aunque Kardia cambio con el paso de los anos y se hizo más huraño y problemático, el seguía queriendo a sus hermanos y a aquel hombre de sonrisa radiante con el cual compartía uno que otro momento con una plática corta y bromas con algo de humor negro; pero esa era su manera de entenderse y por no cortar aquel hilo que les unía como padre e hijo.
Pero aun así el empezó a tener sus andanzas como lobo solitario había conocido a Aspros y Defteros, ambos gemelos y de origen griego; y también hijos de grandes empresarios. Con ellos había conocido aquel lazo llamado amistad, puesto que los gemelos también habían pasado por lo mismo y se entendían a la perfección. Ahora entendía porque algunos decían que a veces las amistades surgían donde menos las podías esperar y eso Kardia lo agradecía. – ¿Qué haces? –Se atrevió a preguntar después de varios minutos de silencio, cosa que desesperaba por muchísimo al mayor. El rubio tan solo hizo una mueca se desagrado y se fue a sentar al filo de la cama – Estaba pensando…
Wow, ¿tú piensas? – Chisto el peli azul a lo que Milo hizo una mueca de desagrado y le pego con una almohada que encontró tirada en el suelo – ¿Qué demonios te pasa imbécil? –Milo tan solo rodo los ojos y volvió a hablar – Quiero que me acompañes a cierto lugar –Kardia tan solo vio extrañado a su hermano pero igual acepto ir, de todas formas ya llevaba varios días sin salir de casa, y una salida no le haría daño ¿o sí? – Está bien –A final de cuentas era viernes por la tarde por no decir noche, puesto que ya eran las seis de la tarde. Milo solo sonrió triunfante al ver que su hermano si le acompañaría a aquel lugar – Bien, me iré a cambiar más te vale estar listo en quince minutos –Y sin más se fue de ahí, dejando solo al mayor quien volvió a acostarse en su cómoda cama y fijando la mirada sobre el techo blanco de su habitación. Lo único blanco en ese lugar cabría decir – ¿Qué tendrá en mente? –Se preguntó a sí mismo y se levantó de un solo, según con lo último que su bastardo de su hermano le había dicho antes de irse, era que tenía que ir bien vestido pero sin llamar demasiado la atención. Por eso mismo opto por dejarse los jeans gastados que andaba y solo se cambió la camisa azul eléctrico con un estampado en negro, por una sin mangas y de color negro, sus usuales botas y su cazadora de cuero.
A ver porque se anda con tanto misterio –Susurro para sí mismo al mirarse de reojo en el espejo y acomodar un poco su melena alborotada y echarse un poco de colonia. Ya más seguro de sí mismo y con buena imagen, salió de su habitación no sin antes cerrarla muy bien con llave; confiaba en el personal de la casa, pero no en aquella maldita vieja arpía que tenían por madrastra, y que en más de una vez le había encontrado hurgando en su habitación– ¿A dónde vas y tan arreglado? Trocito
Kardia sonrió malicioso al ver al menor de los tres que venía subiendo las escaleras y con una manzana en mano – A ningún lado que te interese, mocoso –El menor tan solo sonrió lobuno por aquella manera que se tenían ellos para hablar, era algo normal y entretenido –Saldré un rato, Milo quiere que vayamos a algún lugar –El menor tan solo fijo sus bellos y flameantes ojos carmesí en los zafiro de su hermano. Cada día que pasaba el mayor de los hermanos se sorprendía al ver como aquel pequeño solecito, había cambiado hasta convertirse en todo un hombre maduro y hábil a la hora de seducir; justo como el –
Oh, así que tú también iras – El mayor solo se sorprendió un poco pero le dejo continuar. La mirada rubí del escorpión se paseó por toda la estancia, como cerciorándose de que nadie estuviera escuchándoles; al ver que no había nadie cerca decidió acortar la distancia y pasar uno de sus brazos sobre el hombro del otro – Por lo poco que Milo me dijo, ha venido una caravana de Syune –Kardia tan solo vio a su hermanito, quien sonreía de manera lobuna como siempre mientras se degustaba de vez en cuanto con aquella manzana rojiza que tenía en sus manos – ¿Quiere llevarnos a ver lo que esos comerciantes han traído? –Pregunto ya sin muchos ánimos de ir, pero el pelirrojo solo negó con la cabeza y volvió a hablar – Kardia, hermano, no solo es cualquier caravana… Se dice que ahí puedes encontrar cosas con gran valor, cosas nunca antes vistas
¿Qué clase de cosas? – Pregunto. Si bien podía notar la gran emoción en los ojos del menor sabía que aquello debía de ser algo interesante como para llamar la atención del pelirrojo, quien tenía gustos tan retorcidos como los que él y Milo tenían – No te diré mas, tan solo espera a verlo con tus propios ojos –Con una sonrisa cómplice en los labios ambos hermanos bajaron al recibidor, donde un impaciente Milo les esperaba – ¿Se puede saber porque tardaban tanto?
Digamos que fui por un pequeño bocadillo – Respondió el menor con tono burlesco. Milo solo rodo los ojos y tomo su cazadora negra que descansaba en el perchero del recibidor para luego salir a dicho lugar. Cuando salieron eran las seis y media de la tarde, debían de hacer al menos un viaje de cuarenta y cinco minutos para llegar a su destino, aunque se tardaron más por el tráfico que había pero aun así, lograron llegar a buena hora, justo cuando la mejor mercancía está a la venta.
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Se dice que a las afueras de Abbad Sindria, las caravanas de otras ciudades vecinas llegan para vender artículos de gran valor. Unos originales, otras tan solo imitaciones pero con un enorme parecido a los originales que lograban engañar a varios para estafarles. Parte de la mañana y tarde solo se encargaban de vender objetos únicos, valiosos, costosos pero; por la noche las cosas cambiaban. Las personas usaban antifaces para mantener sus identidades al anonimato. Por las noches aquellas tiendas que armaban los comerciantes se regodeaban con el más exquisito vino que compartían con los invitados, aquellos que estaban dispuestos a pagar grandes cantidades de dinero por aquellas bellas criaturas que tenían a la venta.
Y eso Kardia lo supo al ver como en cada tienda había cosas extrañas que nunca antes había visto. Por suerte Khian les había advertido a los mayores de aquello mientras les tendía un antifaz a cada uno, alegando que así pasarían inadvertidos y que era algo común de hacer. Y vaya cuánta razón tenía el pelirrojo, Kardia en parte agradeció mentalmente pero otra parte de él se sintió abrumado al tener que usar aquella baratija – Maldita mierda –Gruño por quinta vez en el lapso de diez minutos que habían pasado después de separarse de los otros – Y ahora que mierda se supone que debo de hacer – Su mirada azul siguió paseándose por cada tienda, esperando ver algo que le gustase pero hasta el momento seguía sin tener suerte. Tan solo veía cuadros, algunas plantas extrañas y que suponía no eran ilegales en esa parte de Abbad Sindria. Pero hubo algo que capto la completa atención del escorpión celeste, ahí en una de esas tiendas llena de excentricidades encontró algo de su total "gusto" – Bienvenido señor~ -La mirada zafiro del griego se fijó en aquella bella mujer de cabellos negros y ojos ámbar, su piel era blanca y su cuerpo se encontraba ataviado con prendas de cuero negro, con un gran escote y dejando ver gran parte de sus senos. Debía admitir que aquello si le había gustado, aquella tienda se basaba en vender los mejores juguetes y accesorios para sodomizar. Había desde condones, videos porno, consoladores, cuerdas, cadenas, látigos, afrodisiacos, y aceites comestibles en distintos sabores y colores. – ¿Hay algo que esté buscando en específico? – Pregunto con cierto tono coqueto mientras pasaba las yemas de sus dedos por el bien formado abdomen del peli azul, quien solo alcanzo a sonreírle con picardía.
¿Qué es lo que me recomiendas, linda? – La joven solo correspondió aquella sonrisa con otra igual, pues a pesar de que no pudiera ver el rostro de aquel hombre; aun así no podía evitar caer rendida por el aspecto de este y aquella voz grave que era acompañada por esos zafiros tan intimidantes. Kardia despedía una enorme aura de peligro y seducción, a cada paso que daba podían darse cuenta que aquel hombre era todo un semental – Acompáñeme por favor –Sin replica le siguió, relamiéndose los labios al ver como la joven contoneaba sus caderas de manera provocativa y dejaba ver aquel grande y redondo trasero. El moreno no pudo evitar usar su brazo izquierdo para rodear la cintura de la joven quien se sonrojo al instante, pero aquel tono carmín aumento al sentir la mano de este sobre su trasero. No tenía miedo, no era alguien de prejuicios. El prefería disfrutar de todo y cuanto pudiera, porque la vida era efímera.
Vio cada cosa que aquella muchacha le mostro y disfruto cada explicación de cómo usarlo. Tanto así, que en medio de una de esas tuvo una gran erección que la oji ámbar se encargó muy gustosa de quitarle. Y ahora que iba con varios de aquellos objetos que había comprado, debía admitir que se encontraba agradecido con Milo por haberles traído ahí. Ya solo necesitaba encontrar a alguna presa que lograse aguantar al menos una décima de todo aquello que se cargaba.
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Oh Kardia, un hombre ideal. Tu aroma despide peligro al igual que tu mirada de cazador. Tu cuerpo y andar seducen a las féminas, así como a más de un hombre. Hijo mayor del gran magnate, que vive su vida sin dudar, quien disfruta de cada uno de sus gustos excéntricos por el placer mezclado con el dolor.
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Fue ahí cuando algo capto su atención, era una gran tienda repleta de grandes comensales con ostentosas y caras ropas y bellos antifaces. El dueño de aquella tienda se encontraba parado encima de una plataforma de madera mientras anunciaba algo, aun lado de él se encontraba una jovencita de cabellos rubios y un poco alborotados mientras usaba unas medias blancas y un baby doll del mismo color que dejaba entre ver gran parte de su cuerpo –Vamos, quien ofrece cinco mil? ¿Quién ofrece cinco mil? – Volvía a repetir. Varios hombres levantaron sus manos y con ello las sumas de dinero fueron aumentando, hasta que un hombre ofreció veinticinco mil por la pequeña que lloraba por ser liberada pero nadie parecía importarle – Bien, esperamos que sea de su total agrado –Hablo. No supo porque pero por mucho que quisiera irse de aquella tienda algo le impedía, era como si algo nunca antes visto estuviera a punto de pasar.
Y fue ahí cuando te vi
Ahora damas y caballeros, este es un bello joven traído de Francia. Tiene Diecinueve años, su piel es blanca y tersa como la seda, sus largos cabellos verdosos son suaves y con un delicioso olor a vainilla –Por un momento Kardia sintió algo de asco al ver como aquel hombre describía al más joven, su mirada parecía perdida en algún punto inexistente. Por un momento sintió pena al ver aquella mirada violeta tan vacía – "Debe estar drogado" – Y mientras más seguía describiendo al joven de procedencia europea, las ofertas de dinero no se hicieron esperar. Varios hombres ofrecieron enormes cantidades por aquella belleza tan única – Vamos, vamos, quien ofrece más por este bello joven y virgen además? –Sintió como algo en su interior empezó a agitarse al ver aquella túnica de seda blanca que el menor usaba, su mirada vacía y sus cabellos verdosos caían como una cascada sobre su rostro. Kardia sintió su sangre bullir en cuando vio como tres hombres se debatían y aumentaban los momentos de dinero. Tal parecía que el comerciante estaba a punto de volverse loco por aquella mina de dinero que el peli verde presentaba. Las miradas libidinosas no se hicieron esperar, más de uno paseo la mirada por aquella piel blanca y virgen la cual no dudarían en marcar.
Un sonido gutural se escapó de sus labios, no supo porque. Así como no supo cuando sus pies empezaron a moverse, ni los quejidos de los comensales mientras se abría paso hacia donde estaban dos de los tres hombres. El otro se había marchado al ver que las sumas iban elevándose más – Vamos, quien da más… ¿Quién da más?
Cincuenta mil millones de dólares – Todos voltearon a ver al dueño de aquella poderosa voz. La sala se sumió en un sepulcral silencio, nadie salía de su estupor, ni tan siquiera los otros hombres que se habían estado debatiendo – Di… dijo…. Cincu..
Cincuenta mil millones – Repitió Kardia con gran seguridad en lo que decía. El comerciante sonrió triunfante ante la suma de dinero de aquel joven y sin más, dio por terminada la subasta – ¡CINCUENTA MIL MILLONES PARA EL JOVEN DEL ANTIFAZ NEGRO! – Grito eufórico por tener aquella gran cantidad. Por otro lado, Kardia se sentía feliz al ver que un hombre se encargaba de llevar en sus brazos al peli verde y otro le dirigía hacia el lugar donde debían de hacer el papeleo. No supo porque lo hizo, no supo que fue aquello que le motivo a moverse y a ofrecer tal cantidad pero lo que si sabía era que, no podía dejarle ahí. Aunque, si había comprado aquella belleza se encargaría de marcarlo como suyo y de nadie más.