Antes de llegar a la puerta que dará al despacho de su padre -gris saturado con el pomo de metal-, algo salta dentro del pecho de Narutoy se vuelve hacia Sasuke. Hay una mujer que no para de dar vueltas por la misma zona, cerca de la impresora, con su pelo rubio cayendo sobre sus hombros. A Naruto lo empieza a poner nervioso, pero intenta ignorarlo.

— Yo...— Hay un nudo en su garganta que poco a poco empieza a bajar hasta su estómago.— Tú me haces feliz, Sasuke y...— El pelinegro nunca supo qué iba a decir su mejor amigo a continuación porque el padre de Naruto, un hombre delgado, con los ángulos de la cara totalmente marcados, enfundado en un traje oscuro -¿por qué todos tenían que vestir de esa manera tan deprimente?- y con una mirada sin brillo alguno, se acercó al rubio.

—¿Me has traído eso?— Preguntó en un tono hueco y cortante. El menor simplemente asintió y Sasuke, por el rabillo del ojo, podía ver como éste apretaba su mandibula con tanta tensión que tenía la cara contracturadada.

Su padre le tendió la mano y él le dio los informes, por los cuales había tenido que colarse por la ventana de su casa porque no había encontrado las llaves, pero no dijo nada. Y sin decir o hacer nada más, el padre giró sobre sí mismo y sin mirar atrás para despedirse de su hijo, se encerró de vuelta en la habitación por donde había salido. No había decepción en la cara de Naruto, pensó Sasuke con tristeza, -debajo de esa sonrisa falsa, por supuesto-, simplemente había una mueca de costumbre, como si siempre pasase eso, como si el rubio siempre se sintiese invisible.

(...)

El silencio que estaba flotando entre los dos no podía definirse. Era parte incómodo porque no acostumbraban a estar tan callados cuando estaban con el otro, pero tampoco era tanto al punto de tener que romperlo obligatoriamente.

—Es raro.— Susurró Sasuke, y ni él mismo sabía si su intención era que Narutolo hubiese escuchado.

—¿El qué?— El menor andaba a un paso lento, como si no tuviese ganas de volver.

—Esto.— Gesticuló con las manos mientras se señalaba a ambos.

Naruto supo a lo que se refería. Al silencio, al vacío que había entre ellos durante tantos días sin hablar. A que su relación se sintiese como un hilo, a veces tan tensado que con un susurro podría romperse y que otras estuviese tan flojo que rozase el suelo en varios puntos.

—Lo raro no está mal. Simplemente es eso, raro.— Suspiró y rió suavemente. Sasuke pensó que esa era la mejor canción del mundo -¿desde cuándo era tan cursi?- y se preguntó cuánto tiempo llevaba sin escuchar esa risa de su mejor amigo. Esa. La que era suave y sin intención de mostrar nada más.—¿O es que a ti no te gusta lo que tenemos?— Y quizá fue porque a Sasuke lo pilló con las defensas completamente bajas -cosa que rara vez pasaba-, porque aún con su corazón latiendo a mil, solo pudo responder:

—Me gustaría ser mucho más.