Disclaimer: Nada me pertenece. No lo hago con fines de lucro. Es una adaptación. Personajes: J. K. Rowling. Historia: P. Jordan.


Argumento:

Fingir ser la amante del jefe era una cosa… pero, en ese momento, todo el mundo en la oficina creía que Hermione era la prometida de Harry James Potter.

Hermione tenía que recordarse constantemente que aquella relación era una farsa, pero ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar Harry con el compromiso.


Igual que le ocurría siempre que pasaba por delante del despacho de su jefe, Hermione se puso tensa y se obligó a mirar al frente y no al interior de la habitación.

De no haber sido por su mejor amigo, ella nunca habría aceptado trabajar para Harry James Potter, admitió sombría. El problema con los mejores amigos era que algunas veces, demasiadas a su parecer, creían saber lo que era mejor para una. Su mejor amigo era así, por lo cual había insistido hasta convencerla para que se presentara a ese puesto.

¡Sí, su mejor amigo era un hombre! Ron y ella se conocían desde los días de la escuela primaria y su amistad se había reforzado al haber estudiado también en la misma universidad.

Ya habían pasado cuatro años después de haber terminado allí y su amistad era más firme que nunca. Por eso ella le había hecho caso y se había presentado al puesto en el estudio de arquitectos e interioristas que él creía perfecto para ella.

Seguramente lo habría sido de no ser por ciertos hilos que el dueño de la empresa, Harry James Potter, manejaba con mano férrea y sin remordimientos. Como cuando había ubicado el escritorio de ella lo más alejado posible del de Ron, aunque los dos iban a trabajar en el mismo proyecto.

Debería haber escuchado su voz interior desde el principio, se dijo clavando sus hermosos ojos marrones en el suelo. El sol que entraba a raudales por la ventana hacía relucir su largo cabello castaño. Sus espesas pestañas aumentaban la sensualidad de su mirada, que se completaba con unos carnosos labios.

Al dejar atrás el despacho del jefe suspiró aliviada. No necesitaba asomarse para saber si él se hallaba allí o no. Había desarrollado una percepción tan precisa que le advertía de cuándo Harry se encontraba cerca.

Si hubiera tenido algo de sentido común, habría hecho caso a su corazón acelerado y al calor de sus entrañas durante la entrevista con él para el puesto. Luego, cuando Ron le había preguntado jovialmente si Harry le había parecido sexy, ella le había asegurado que no había reparado en eso. Entonces Ron había soltado una carcajada y le había contado cómo solían reaccionar todas las mujeres ante su jefe. Aquello había sido la perdición para ella ya que, cuando le habían ofrecido el puesto, su propio orgullo no le había permitido rechazarlo.

Lo cierto era que sí le habían impresionado profundamente la masculinidad y el poderoso atractivo sexual de Harry James Potter. Aunque ella era inmune a ambas, se dijo consciente de que intentaba engañarse conforme entraba en la sala que compartía con Ron y otros miembros del equipo.

—¿Qué tal el fin de semana? —le preguntó Ron al verla sentarse.

—Bien. Todos en casa te mandan recuerdos. Y tu madre me ha dado un bote de mermelada de ciruela para ti.

Ron gruñó.

—Tengo un armario lleno de esos botes. Después de veintiséis años debería saber que no me gusta la mermelada de ciruela.

—A lo mejor está intentando convertirte. Por cierto, le gustaría saber cuándo les vas a presentar a Lavender —dijo Hermione entre risas.

Al advertir el cansancio en el rostro de él, Hermione dejó de reír.

—¿Qué ocurre? —preguntó preocupada—. Vamos, Ron. Soy yo, ¿recuerdas?

Ella sí que recordaba lo mucho que él la había ayudado y apoyado cuando había roto con su primer gran amor nada más ingresar en la universidad.

—Se trata de Lavender —le confesó Ron con tristeza—. Hemos tenido una pequeña discusión este fin de semana. Y no ha sido la primera. Hermione, no la comprendo: tan pronto me anima a que vivamos juntos y empecemos a hacer planes de futuro, como sale con sus amigas y no quiere saber nada de mí. Y todo por…

Ron apartó la mirada.

—¿Todo por qué? —insistió ella.

Ron negó con la cabeza. Hermione suspiró. Lavender también llevaba poco tiempo en la empresa. Dado que trabajaban en proyectos diferentes y que Hermione había estado de vacaciones, todavía no se conocían. Lo único que sabía era que Ron y Lavender salían juntos y que se habían enamorado perdidamente el uno del otro.

—Todos los novios se pelean, Ron —lo consoló—. ¿Por qué no intentáis solucionarlo hablándolo?

—Esto no es una riña de enamorados. Ella está siendo totalmente irracional y lo sabe. Y en cuanto a que lo hablemos… ¡Yo no tolero que nadie me cuestione cómo vivo mi vida!

Era evidente que él se sentía ofendido, se dijo Hermione e intentó subirle el ánimo a base de bromas.

—¿Qué ha hecho ella? ¿Obligarte a desprenderte de tu desgastado equipamiento deportivo?

Al no obtener respuesta, Hermione lo miró preocupada.

—De acuerdo, es algo tan serio que las bromas están fuera de lugar. Es sólo que a veces puedes ser muy obstinado y, si se trata de ceder un poco antes que perder a alguien especial para ti, entonces…

—No es tan simple como eso, Herms. Además, si ella realmente me amara, no necesitaría establecer unas condiciones tan ridículas porque sabría que… —dijo él y enmudeció bruscamente.

—¿Qué es lo que sabría? —inquirió ella perpleja.

Durante un minuto, creyó que él no respondería pero entonces, como si no pudiera contenerse, Ron espetó:

—Sabría que tú eres lo más parecido que tengo a una hermana y que de ninguna manera sientes algo por mí, igual que yo no lo siento por ti. El hecho de que ella nunca haya tenido un mejor amigo chico no significa nada. Y en cuanto a su sugerencia de que tú tal vez estés secretamente enamorada de mí… ¡simplemente es ridícula!

Hermione necesitó unos segundos para asimilar las palabras de Ron. Y entonces protestó.

—¡Cómo es posible que piense eso! Debes de haberla entendido mal.

—Ojalá fuera así —respondió Ron sombríamente.

—Déjame que hable yo con ella, Ron.

—No servirá de nada, ella no te creerá. Eso es lo que realmente me molesta. Le he jurado que he sido totalmente sincero con ella acerca de ti y de mí, pero parece que mi palabra no vale nada —replicó él y su expresión se endureció—. Lo que ella quiere, o más bien lo que dice que le han aconsejado sus amigas, es que yo le demuestre que no hay nada entre tú y yo rompiendo toda relación contigo. Ella dice que si la amara accedería a hacerlo. Dice que no aceptará que haya otra mujer en mi vida que signifique más para mí que ella. Y dice que, si no acepto sus términos, eso supone que tú significas más que ella para mí. He intentado que comprenda lo tonta y sexista que está siendo, y que si me amara aceptaría mi palabra de honor de que está equivocada. Después de todo, yo te conozco mucho mejor que ella. No estarás secretamente enamorada de mí, ¿verdad?

Hermione soltó una carcajada.

—¡En absoluto! —le aseguró sinceramente.

Ella podía comprender cómo y por qué esa discusión se les había ido de las manos, aunque se sentía ofendida por el hecho de que Lavender la creyera capaz de romper una relación ajena. Dos personas que se habían enamorado perdidamente pero que no se conocían bien, un buen puñado de celos femeninos, una pizca de inseguridad y una buena cantidad de orgullo masculino conformaban los ingredientes para una explosión de lo más destructiva.

Tras la mirada enfadada y obstinada de Ron, ella podía ver el dolor que él intentaba esconder. Instintivamente se inclinó hacia delante y tomó la mano de él entre las suyas para brindarle consuelo.


Harry James Potter, que en aquel momento atravesaba las dependencias de su equipo de diseñadores, se detuvo en seco al ver la intimidad con la que Hermione sujetaba la mano de Ron mientras lo miraba llena de ternura.

Él tenía treinta y cuatro años, dirigía su propia empresa, innovadora y rentable, y supuestamente poseía una mente rápida y astuta, se dijo. ¿Cómo había pasado por alto su reacción al ver a Hermione la primera vez? ¿Y por qué no había puesto distancia con ella entonces?

Porque, arrogantemente, había creído que podía controlar sus emociones, admitió.

Nada más verla, una intensa y poderosa reacción emocional y física lo había invadido pero no había querido darle importancia, diciéndose que, por mucho que la encontrara atractiva, él no mezclaba los negocios con el placer. Nunca había tenido problemas en seguir esa norma.

Pero había infravalorado la fuerza de sus propios sentimientos. Y mucho.

Él era hijo único. Su madre había fallecido al poco de que él naciera; su padre, cuando él estaba en su primer año de universidad. De manera que se había centrado en su trabajo, donde encontraba la única seguridad que él creía que necesitaba.

Casarse y tener hijos algún día también entraba en sus planes. ¡Pero enamorarse perdidamente y que eso descabalara todo su mundo, no! Y eso era exactamente lo que había sucedido. Aún más, cada día le resultaba más difícil manejar esos sentimientos.

Había intentado distanciarse de Hermione, cortar con lo que sentía hacia ella mostrando una fachada de fría indiferencia, pero era como intentar respirar sin oxígeno, admitió sombrío.

Cada día, varias veces, se descubría con alguna excusa para acercarse al escritorio de Hermione. Cada día observaba celoso cómo ella derrochaba sobre Ron las atenciones que él deseaba para sí.

Se había dicho de todo a sí mismo, desde que estaba siendo poco profesional hasta que estaba comportándose de forma ridícula, pero no había conseguido cambiar un ápice sus sentimientos hacia ella.

Y lo que sentía en aquel momento eran unas poderosas ganas de acercarse a Hermione, tomarla en sus brazos y besarla hasta lograr que le deseara tanto como él a ella, ¡y al diablo con las consecuencias! Sorprendentemente, todavía más fuerte que su deseo de hacerle el amor era el de cuidarla y protegerla: protegerla de los maliciosos comentarios de algunas de sus compañeras y de las consecuencias de su propio comportamiento.

No importaba lo mucho que se repitiera que, como empleada suya, no tenía más derecho a su protección que el resto de los empleados, o que él no tenía derecho a querer protegerla. La amaba y no podía soportar oír lo que se estaba diciendo de ella. Le resultaba muy difícil quedarse de brazos cruzados y permitir que sucediera lo inevitable. Porque todo el mundo, por lo que parecía, creía que antes o después alguien, tal vez el propio Ron, le diría que dejara de ponerse en ridículo mostrando tan abiertamente sus sentimientos hacia un hombre que claramente no le correspondía.

Si un adulto debía sufrir un amor no correspondido, sería mejor que lo hiciera en secreto. Como le ocurría a él.

Pero ¿qué derecho tenía él a interferir, ya fuera como su jefe o como el hombre que la amaba? Tal vez moralmente ninguno, pero emocionalmente… Harry exhaló pesadamente.

Impotente, vio cómo Hermione se acercaba más a Ron. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no abalanzarse sobre ellos y separarlos.

¿Acaso Hermione no sabía que estaba poniéndose en ridículo? ¿Acaso le daba igual? ¿Acaso no se había dado cuenta de que la gente la criticaba a sus espaldas por amar a un hombre que sólo la veía como amiga?

Una semana antes, por casualidad, él había escuchado una conversación en la que Lavender le había confesado desesperada a otra empleada la discusión que había mantenido con Ron acerca de la amistad de él con Hermione.

—Él jura que ella no es más que una amiga —había dicho Lavender llorosa.

—Tal vez él vea así su relación pero es evidente que ella no comparte esa visión —había contestado su interlocutora—. ¡Mira cómo lo ha seguido hasta aquí! No cometas el mismo error que yo, Lavender: mi ex me juró que su secretaria no significaba nada para él pero, como la loba ésa me dijo el día que él me dejó por ella, ella quería estar con él y nada iba a detenerla para conseguirlo. ¡Algunas mujeres son así! Y Hermione es una de ésas. Sólo tienes que verla cuando está con Ron, es evidente lo que siente por él. Todos sus ratos libres los pasa con él. Créeme, quiere conseguirlo, da igual lo que él diga o crea.

—No sigas, por favor —había protestado Lavender—. Ron dice que me ama, pero…

—¡Que te lo demuestre! ¡Dile que quieres que la saque de su vida!

Pero era evidente que Hermione no estaba fuera de la vida de Ron ni tenía ninguna intención de salir de ella.

¿Acaso ella no tenía orgullo, autoestima, respeto por sí misma? ¿No se le había ocurrido dejar de obsesionarse con Ron y encontrar algún hombre que la amara y deseara?, se preguntó Harry enfadado.

¿Algún hombre?

Frunció la boca mientras se preguntaba por enésima vez por qué aquello le ocurría a él. No era ni mucho menos lo que deseaba. Los celos iban a acabar con él.

Con cinismo, se dijo que un guionista de una comedia televisiva se frotaría las manos ante aquella situación: Harry ama a Hermione, quien ama a Ron, quien ama a Lavender, quien ama a Ron, quien no ama a Hermione, quien no ama a Harry, quien sí la amaba a ella con un deseo salvaje y autodestructivo que dispara todos sus resortes emocionales cada vez que la ve. ¡Y no ayudaba nada que siempre la encontrara cerca de Ron!

Si él fuera Ron, por mucha ética de los negocios y muchas reglas autoimpuestas, tendría a Hermione en sus brazos y la estaría besando antes de que ella se diera cuenta. Inspiró profundamente mientras intentaba mantener el control sobre sí mismo.

Había incluso llegado a plantearse despedirla. Sabía que no sería justo y además la ley le impedía hacerlo. Pero había una razón más contundente: ella era demasiado valiosa para el negocio como para perderla.

Y ése sólo era un motivo más por el cual la amaba. A diferencia de Ron, que era un buen trabajador, serio y responsable, Hermione había aportado una pasión y una habilidad para su puesto en el equipo que había dotado al proyecto un nuevo dinamismo.

Él había intentado superar sus sentimientos hacia ella con todas sus fuerzas. En los últimos meses había tenido más citas que en los últimos años. Pero ninguna de esas mujeres había conseguido apartarla de sus pensamientos más que unos pocos segundos.


Por una vez, el sensor anti-Harry de Hermione no funcionaba adecuadamente. A ella no se le ocurrió que Harry pudiera oírla conforme sacudió la cabeza y dio un suave apretón a la mano de Ron.

—Aquí no podemos hablar de esto. ¿Por qué no cenamos juntos esta noche? Tengo un montón de cosas que contarte acerca de lo que está ocurriendo en casa.


Al verla, Harry sintió como si alguien le rasgara el corazón músculo a músculo. Quiso correr hacia ella y preguntarle si era consciente de lo que estaba haciendo. ¿Y luego qué? ¿Obligarla a retirarse para que Ron y Lavender continuaran con sus vidas, con su amor?

Él no tenía ningún derecho a interferir, se advirtió bruscamente. Pero si no lo hacía él, ¿quién lo haría? Y además, añadió una voz en su interior, ¿no tenía él derecho, como jefe, a tener un ambiente de trabajo sin torbellinos emocionales y dramas que acapararan la atención de sus trabajadores, restándosela de la que dedicaban al trabajo?


Ignorante de lo que Harry pensaba, Hermione contempló a Ron. Le apenaba enormemente verlo tan abatido y quería hacer todo lo posible por ayudarlo.

Lavender amaba a Ron, de eso no había duda, y ella sabía que Ron amaba a Lavender. Le sorprendía que Ron hubiera tenido la necesidad de preguntarle si estaba enamorada de él. ¿Cómo iba a estarlo si… si ella se había enamorado de Harry?

¡Harry! De pronto elevó la cabeza y miró hacia el pasillo que conducía a su despacho. Al verlo en la puerta mirándolos, se puso rígida y se ruborizó.

Ron era un hombre guapo pero demasiado joven para ella. No podía compararse con la presencia poderosamente masculina, adulta y letal de Harry James Potter, tan cargado de testosterona que ninguna mujer en su presencia podría ignorarlo. Ella se esforzaba por fingir que sí lo hacía, aunque en realidad estaba pendiente de él todo el tiempo. Algunas veces, como en aquel momento, algo fallaba y sus sensores de protección no funcionaban. Algunas veces con sólo ver a Harry su cuerpo se revolucionaba, el estómago le cosquilleaba, las piernas le temblaban… y lo que también quedaban temblando eran sus emociones.

Porque la verdad era que Harry reunía todo lo que ella siempre había soñado de un hombre. Él era el príncipe azul de su infancia hecho realidad, el compendio de sus fantasías más oscuras y secretas en carne y hueso. Y una cosa peligrosa: él le generaba sueños imposibles sobre el amor y el «vivieron felices para siempre», ¡con cuatro pequeños Harrys o Harriets como poco llamándola «mamá»!

Y eso nunca iba a suceder. Él ni siquiera podía soportarla, cómo iba a amarla. Se lo dejaba muy claro cuando la miraba como en aquel momento: con sus hermosos ojos grises taladrándola con una mirada gélida cargada de ira.

De acuerdo, se le había encogido el corazón, admitió ella, pero no iba a dejarse amilanar. Elevó la barbilla y se enfrentó a aquel cortante escrutinio.

¿Qué tenía aquel cabello oscuro y cortado casi al rape que le hacía querer acercar sus manos a él y recorrer su bella cabeza mientras esa boca tensa se relajaba bajo el deseo…?

—Hermione, quiero verte en mi oficina.

Las frías palabras la devolvieron a tierra.

—¿Ahora? —preguntó ella.

Lo que necesitaba en aquel momento era mantenerse alejada de él, no acercarse. Ella tenía su orgullo, razón por la cual se había negado a acostarse con su primer amor cuando se lo había pedido, y no iba a convertirse en una más de las adoradoras de Harry.

—¡Sí, ahora! —afirmó él tenso.

Ron empujó suavemente a Hermione.

—Te veré esta noche —se despidió.

Harry ya se había encaminado a su oficina. Hermione lo siguió ansiosa. ¿Qué querría? Ellos dos nunca habían manifestado abiertamente ningún conflicto. Básicamente, porque él no sólo era su jefe directo, además era el dueño de la empresa. Pero sí que habían tenido muchos choques sutiles e indirectos.

El orgullo que la llevaba a desafiarlo no provenía tanto del antagonismo de él hacia ella, sino de la conciencia de lo vulnerable a él que era.

Aparte de la catástrofe de su primera incursión en el amor, el corazón de Hermione seguía intacto y así era como pretendía que siguiera hasta bien entrados los treinta, cuando estuviera lista para asentarse. Pero entonces había visto a Harry y sus juiciosos planes se habían esfumado con sólo mirarlo. De nada había servido decirse que ninguna mujer juiciosa se enamoraría perdidamente de un hombre que, evidentemente, nunca iba a sentir lo mismo por ella.

De pronto, Hermione se dio cuenta de que estaba frente al despacho de Harry.

Una cortante mirada cargada de hostilidad la paralizó donde se encontraba, dejándola con una sensación como si todos sus pensamientos hubieran sido analizados y desechados.

—Entra y cierra la puerta.

Ella creía que el corazón iba a salírsele del pecho. Pero no era eso lo que más le preocupaba, pensó, y se maldijo en silencio por haberse dejado la chaqueta en su silla.

El despacho último modelo controlaba la temperatura electrónicamente, por lo cual no era necesario que sus pezones reaccionaran por un cambio de temperatura, se lamentó. Pero eso era justo lo que estaban haciendo: erizarse y mostrándose al mundo entero como si en la sala hiciera un frío polar.

O como si estuviera excitada.

¡Ella tenía muy clara la auténtica razón pero esperaba que Harry no!

—Siéntate.

Rígidamente, Hermione lo hizo.


Por una vez, Harry no tenía ningún plan de acción previsto. Sólo sabía que, por su propio bien, ella debía distanciarse de Ron, tanto para cuidar sus propias emociones como su imagen ante los demás.

La expresión sombría de Harry al tiempo que batallaba contra sus propios demonios aumentó la aprensión de Hermione. ¿Qué podía haber hecho ella?

—He reparado en que tus… sentimientos hacia Ron son objeto de numerosos chismorreos en la oficina —comenzó Harry.

Hermione, mortificada, sintió que la punta de las orejas comenzaba a arderle. Harry también se había sentado y ella sólo podía ver su perfil, pero era consciente de que él sabía cómo le estaban afectando sus palabras.

Ella se ruborizó completamente, tanto de ira como de humillación, a medida que fue captando el alcance de aquella acusación. Se puso en pie rápidamente, a la defensiva.

—Si te refieres al ridículo temor de Lavender de que estoy secretamente enamorada de Ron…

—¿Secretamente? —la interrumpió Harry, girándose hacia ella—. No había ningún secretismo en la escena íntima que acabo de presenciar. ¡Una escena inocente a menos que se sepa la verdad! Y toda la empresa sabe la verdad, Hermione.

Ella deseó desaparecer ante la feroz mirada de él. A pesar del estado de shock, logró articular:

—¿Y cuál es esa verdad?

Harry deseaba acercarse a ella y abrazarla, asegurarle que nada ni nadie le haría daño porque él no lo permitiría, pero sabía que no podía hacerlo. Él estaba haciendo aquello porque quería ayudarla, ¡no para hacerle daño!

—Esa verdad es que te niegas a admitir que tu amor por Ron no es correspondido y que nunca lo será. La forma obsesiva en que lo persigues no sólo está interponiéndose entre él y Lavender, además ha logrado que otras personas te desprecien.

Las brutales palabras la golpearon como una bofetada.

—Eso no es verdad —susurró ella dolida.

—Sí lo es. ¿Acaso no tienes orgullo ni respeto por ti misma?

De pronto Hermione palideció de ira.


Ya era malo descubrir que sus colegas compartían la visión confundida de Lavender de que ella estaba enamorada de Ron. Pero además descubrir que Harry no sólo conocía el rumor sino que además lo creía la hizo hervir de vergüenza.

Se debatió por superar sus sentimientos y explicarse. Después de todo, independientemente de lo que ella sintiera, Harry era su jefe. Y en aquel momento de su carrera, ella no podía permitirse puntos en su contra, menos aún ser descrita como una obsesa que intentaba imponerse a un hombre que no la correspondía.

—Sólo intentaba decirle a Ron…

—¿El qué? —la cortó Harry acercándose a ella—. ¿Que él estaría mejor contigo por todo lo que lo amas?

—¡No!

—¿No? ¿Entonces, el qué? ¿Estabas rogándole que te amara?

—¡Tampoco! —negó Hermione ferozmente, poniéndose en pie para enfrentarse a él.

Pero en cuanto se levantó deseó no haberlo hecho, al darse cuenta de lo próximos que se hallaban.

Con su metro setenta y cinco de altura, ella no era baja pero sí de huesos finos y delgada. Él medía más de un metro ochenta y poseía un físico robusto, reminiscencia de sus días como capitán del equipo de rugby de su universidad.

¿Cómo habían llegado a aquella humillante situación?, se lamentó ella.


Harry vio el dolor en sus ojos. Una parte de él se sentía tremendamente enfadado con ella pero en el fondo lo que quería era abrazarla y consolarla. El dolor de Hermione era su dolor y él sufría por ella y con ella.

Fue para consolarla por lo que posó sus manos sobre ella y la atrajo hacia sí, ¡sólo por eso!, se aseguró a sí mismo.


Hermione se puso rígida al sentir las manos de Harry en sus brazos, consciente de que su estado emocional era muy frágil en aquel momento. Intentó respirar, ya que tenía los pulmones comprimidos ante la impresión: Harry la estaba tocando. Harry la miraba sombrío y con el ceño fruncido.

Hermione exhaló temblorosa.


Tocarla había sido un error, reconoció Harry gravemente, por muy altruista que hubiera sido su intención inicial. La soltó repentinamente.


Al verse liberada, Hermione se dio cuenta de lo mucho que ansiaba el contacto con él y se enfadó consigo misma.

—Aparte de todo —retomó Harry con gravedad—, tu comportamiento está alterando el ambiente y el ritmo de trabajo de mi oficina. Y eso es algo que no pienso tolerar. Aquí trabajamos en equipo; cada miembro de este equipo ha sido personalmente elegido por mí como un componente vital de su subequipo. Pero si yo creyera necesario para el bien común reemplazar uno de esos componentes, no tendría ningún remordimiento en hacerlo. ¿Entiendes lo que quiero decir?

—Sí, me estás amenazando con despedirme —contestó ella—. ¡Pero estás equivocado, igual que Lavender! Amo a Ron, sí, pero como un amigo. Como un hermano, si lo prefieres. ¡No de la forma que tú sugieres!

—¿Quieres decir que no hay nada sexual en tu..?

—Nada —afirmó categóricamente Hermione sin dejarlo terminar.

Harry le dirigió una mirada tan cínica que la hizo temblar.

—Entonces demuéstralo —la desafió él.

Ella resopló.

—¿Y cómo se supone que debo hacerlo?

—Podrías empezar haciendo público que estás saliendo en serio con otra persona.

—¿Saliendo con otro? —dijo ella incrédula—. ¿Con quién?

—¡Conmigo!

Hermione palideció y se ruborizó de nuevo. ¡Ojalá eso fuera cierto!


Ella parecía tan asombrada como él, se dijo Harry. ¿Qué demonios estaba haciendo?, se reprochó a sí mismo. Había perdido los papeles tanto moralmente como a otros niveles. Tenía que aclarar cuanto antes que no había hablado en serio y que Hermione debía ignorar lo que había oído.

—¿Estás proponiéndome que…? —dijo ella casi sin aliento—. No, es imposible. No podría hacerlo.

Las palabras de Hermione no sólo hirieron profundamente el orgullo de Harry, además acabaron con sus buenas intenciones. Una implacable determinación se apoderó de él, imponiéndose a todo lo demás.

—Acabas de decir que no estás enamorada de Ron. Estoy dándote la oportunidad de que lo demuestres.

Se produjo una breve pausa cargada de suspense.

—Si no la aceptas, sabré que estás mintiendo.


Hermione se lo quedó mirando. ¿Cómo demonios se había metido en aquel lío?

—Nadie se creerá que tú y yo estamos saliendo.

—Entonces tendremos que convencerlos, ¿no crees? —la aguijoneó Harry—. ¡La elección es tuya!

—¿Pero tengo elección? —se rebeló ella enfadada—. ¿Por qué me haces esto?

Tenía la garganta en carne viva, le escocían los ojos y le dolía el pecho como si fuera víctima de una devastadora gripe. Pero las reacciones de su cuerpo no estaban causadas por un virus físico, sino por uno emocional.

—Lo hago para poner fin al mal ambiente de trabajo en mi empresa. Además, creí que querrías demostrar que no amas a Ron, tal y como aseguras, y darle a él y a Lavender la oportunidad de encontrar la felicidad juntos —reiteró Harry secamente.

Bajo ningún concepto iba a confesarle que lo estaba haciendo porque quería estar con ella.


—¿A qué se debía todo eso?

Hermione miró nerviosa por encima de su hombro al tiempo que Ron se acercaba a ella, junto a la máquina de agua.

—¿A qué te refieres? —intentó evadirlo ella.

—¿Qué quería Harry? Has estado ahí dentro años y cuando has salido no tenías buena cara.

Por un momento, ella se sintió tentada de decírselo. Pero antes de que pudiera decir nada oyó la suave voz de Harry a sus espaldas.

—¿Ya le has contado lo nuestro a Ron, querida?

Hermione estuvo a punto de soltar el vaso de agua que sujetaba. Pero estaba segura de que su sorpresa no superaba a la estupefacción de Ron al ver que Harry se interponía entre ellos.

—¿Herms? —preguntó Ron incrédulo,

—Estás temblando. Espero que sea por mí —murmuró Harry al oído de ella al tiempo que le rodeaba la cintura con un brazo y le quitaba el vaso de papel totalmente arrugado con el otro.

Ron los miraba atónito.

—¿Queréis decir que vosotros dos estáis..?

—Desde luego que lo estamos —le aseguró Harry con calma—. De hecho, lo estamos mucho… ¿verdad, Hermione?

La mirada de Harry era casi una caricia física, advirtió Hermione débilmente. Su cuerpo estaba respondiendo como si ciertamente lo fuera.

Ron debió de advertir la ardiente sensualidad de aquella mirada porque de pronto frunció el ceño, una expresión que ella conocía demasiado bien.

Ron era su amigo pero también era un hombre y como tal siempre había adoptado una actitud fraternal y protectora hacia ella en lo relativo a otros hombres. Y en aquel momento estaba mirando a Harry como un padre que fuera a preguntarle por sus intenciones.

—¡No me habías dicho nada! —le reprochó a Hermione.

—Yo le pedí que no lo hiciera —salió Harry en su defensa.

Hermione sintió que la mano que le había quitado el vaso de papel se entrelazaba con la suya de una manera tan íntima que casi la dejó sin respiración. La piel le cosquilleó y un estremecimiento de placer le subió por el brazo hasta desembocar en su corazón.

Tuvo que contenerse para no acurrucarse contra Harry y abandonarse a él.

Ardientes imágenes de los dos solos en algún lugar privado invadieron su mente en un espectáculo peligrosamente explícito: Harry apoyado en el borde de una mesa, con las piernas entreabiertas, la atraía hacia sí y la besaba apasionadamente mientras ella exploraba el musculoso cuerpo de él con una mano; Harry se quejaba con un gruñido, le agarraba la mano y la colocaba sobre su prominente erección. Sin dejar de besarla, él le desabrochaba la camisa y se la quitaba. Entonces cubría los senos de ella con sus manos y se deleitaba en su forma y su tacto mientras los pezones duros de ella clamaban por sus caricias…

Hermione se obligó a recuperar el sentido cuando oyó la voz de Harry:

—Pero ahora que las cosas entre nosotros van en serio, es diferente. ¡Ya no me importa que se conozcan mis sentimientos hacia Hermione!

—¿Las cosas entre vosotros van en serio? —preguntó Ron relajando el ceño y mirándolos aliviado y contento.

—¡Hermione, no te entiendo! Harry dice que las cosas van en serio entre vosotros pero tú no me habías dicho nada. ¿Por qué?

—Hasta que me ha llamado a su despacho no sabía que íbamos en serio —explicó ella, diciéndose que en el fondo era cierto, aunque no tal y como Ron lo interpretaría.

—Cuando Lavender se entere, va a…

—Va a sentir un gran alivio —terminó Hermione por él—. Si la amas tanto como crees, Ron, no darás más importancia de la que tiene a este error tan tonto sobre mí. Después de todo, si ella no te amara no le importaría qué relación tengo yo contigo, ¿no crees?

Ron suspiró.

—Ella se ha tomado unos días de vacaciones y se ha ido a visitar a sus padres. Ha dicho que así tendríamos tiempo para que las cosas se calmen.

—Pues si yo fuera tú, estaría esperándola a su regreso con un plan de lo más romántico.

—Eso voy a hacer —afirmó él y añadió preocupado—: Herms, esto entre Harry y tú… No te precipites, ¿de acuerdo? Quiero decir, tú no… él no… Y Harry es…

Sin duda, Harry «era» pensó Hermione pero habló despreocupadamente.

—Tú preocúpate de tu propia vida, Ron, que ya me preocupo yo de la mía.

Sonrió y lo besó en la mejilla.

A los pocos segundos sonó el teléfono de su mesa.

—He reservado una mesa para los dos en el Riverside esta noche a las nueve. Pasaré a recogerte. Y por cierto, creí haber dejado claro que de ahora en adelante vas a besar a un solo hombre, ¡y ese hombre no es Ron!

Hermione quiso decirle que de ninguna manera iba a cenar con él pero él ya había terminado la llamada. Colgó en silencio. La cabeza le daba vueltas y el corazón le latía acelerado. No quería que la gente creyera que estaba secretamente enamorada de Ron, ¡pero el remedio que Harry le ofrecía era mucho más peligroso!

Y era ridículo que él llegara hasta el extremo de llevarla a cenar para que dejara de ver a Ron, algo que ella ya había planeado hacer. El corazón le dio un pequeño vuelco. Tenía que admitir que le producía un cierto placer el imaginarse que Harry pudiera estar celoso por ella. ¡Aunque eso no iba a suceder nunca!

El Riverside era el hotel más exclusivo de la zona, regentado por un antiguo chef de la televisión y su mujer. ¡Ella no tenía ropa apropiada para la ocasión! Pero ¿qué demonios hacía preocupándose por lo que iba a ponerse cuando tenía asuntos mucho más importantes que atender? ¡Sublimación, eso era! No tenía nada que ver con el deseo salvaje y estúpido de que, nada más verla, Harry deseara que realmente estuvieran juntos.