Hola lectores, muchas gracias por todos los follows y favoritos. Aprecio demasiado los comentarios que me han dejado, los he respondido todos. Gracias. Besos y los dejo con el último capítulo. Ahora sí, ámenme u odienme.


Disclaimer: Nada me pertenece. No lo hago con fines de lucro. Es una adaptación. Personajes: J. K. Rowling. Historia: P. Jordan.


Lección de amor

Tercera parte

Pasó una semana. Aunque Hermione y Teddy entablaron una excelente relación desde el principio, la chica sentía que no había hecho nada por mejorar la relación entre el niño y su padrino. Claro que era muy difícil, cuando Harry apenas veía a su padrino. En ocasiones, Harry regresaba más tarde de lo planeado, llamaba a Hermione desde la fábrica para avisarle de que se retrasaría y le pedía que se quedara a acompañar a Teddy. Así que la chica era quien metía al pequeño en la cama y le leía un cuento antes de dormir.

A Harry le molestaba mucho que ella se negara a vivir con ellos, pero Hermione no iba a ceder en ese aspecto. Sólo con verlo por las mañanas, en mangas de camisa, tomando la taza de café que constituía todo su desayuno, bastaba para que Hermione fuese muy consciente de su masculinidad. Ella sabía que era demasiado vulnerable ante él, para arriesgarse a vivir en la misma casa. Pero, ¿por qué sentía así? Él no la alentaba y ella nunca había imaginado que poseyera ataques de deseo y ansia. ¿Qué ocurría? ¿Que estaba enamorada de él? Seguramente ya era demasiado vieja para experimentar aquel tipo de locuras, ¿no? Enamorarse era algo de la juventud. Con la madurez y la experiencia, uno llegaba a entender que el verdadero amor crecía con lentitud y a veces con dolor, era un sentimiento delicado que requería de muchos cuidados… Y además, los sentimientos de Hermione debían ser más profundos que la mera excitación sexual y la adoración por un nombre lejano cuyo carácter resultaba incompatible con el de ella. Por las mañanas, cuando veía a Harry hacer una mueca al tomar el café frío, al ver la forma que tenía Teddy de alejarse de él para acercarse a ella, sentía lástima por él. Por las noches, cuando Harry volvía del trabajo, tenso y cansado, quería consolarlo, abrazarlo como lo hacía con Teddy, brindarle la ternura amorosa que era la forma natural que Hermione tenía de reaccionar a las necesidades de Harry. Y que él dijera algo que la hiciera cambiar sus sentimientos y convertirlos en algo intenso y sensual.

Aquello no era enamoramiento. Era amor. Una mezcla, compleja y extraña de emociones y necesidades que ella no quería sentir, pero que insistía en crecer en su interior. Pero, ¿cómo podía amarlo cuando Harry en muchos sentidos era un extraño para Hermione? La intimidad de estar en la casa de una persona durante tantas horas al día, había hecho aflorar muchos aspectos de sus vidas, pero sólo eran detalles domésticos, como el hecho de que Harry se planchaba sus propias camisas y lavaba su ropa, y no tenía la menor idea de cuál era la talla de su ahijado. A pesar de que le había comprado al niño ropa nueva, nada le quedaba bien ni era adecuada para vivir en el campo. Teddy necesitaba ropa para jugar en el jardín, camisetas y pantalones cortos, no la ropa anticuada y aburrida que tenía en el armario. La joven sabía que el pequeño necesitaba tener una madre, pero se advirtió que nunca debía permitir que Teddy la considerara de esa manera. Ella era una adulta y por lo tanto sabía que se hacía sufrir. Pero Teddy sólo era un niño. Hermione no debía dejar que él la quisiera tanto que sufriera cuando tuviera que irse algún día.

De modo que Hermione hizo lo que estaba a su alcance para evitar tal situación. Mencionaba a Harry con frecuencia durante las conversaciones para que fuera parte de la vida de Teddy, aunque éste se negaba a que así fuera.

Llegó el cumpleaños de Hermione y Luna y Ron planearon llevarla a cenar a un restaurante. Por la mañana, Hermione abrió unas tarjetas que recibió durante del desayuno.

Cuando salió de la casa, Hermione pensó que en su familia existía una gran calidez y un afecto que contrastaba mucho con la soledad de la vida familiar de Teddy. Sus padres le enviaron una tarjeta de cumpleaños y una larga y cariñosa carta con una postal desde Australia, así como sus amigos de la escuela y de la universidad que ya trabajaban en diferentes países de Europa. Y aquella noche, Hermione iba a cenar en un caro y elegante restaurante.

Durante el fin de semana, mientras Harry cuidaba de Teddy, Luna llevó a Hermione a la ciudad más cercana, donde insistió en comprarle un vestido, a pesar de que Hermione protestó porque era demasiado caro.

—Mira, me van a pagar muy bien por mi último trabajo —sonrió Luna—. Además, así me sentiré menos culpable, pues yo también voy a comprarme uno. ¿Crees que a Ron le gustaría esto? —le preguntó a Hermione y desfiló frente a su mejor amiga con un vestido de seda negra con delgados tirantes.

—Creo que si te lo pones cuando vayamos a cenar a ese restaurante, Ron querrá que yo esté en Timbuctú para cuando regresemos a casa —Hermione fue muy sincera.

Al principio le había preocupado que su presencia llegara a irritar al esposo de su mejor amiga y que provocara fricciones entre ellos. Sin embargo, Luna le aseguró que Ron era un marido accesible y natural.

—Además —añadió con una pícara sonrisa—, los muros internos de la granja tienen medio metro de ancho. Ya sabes que es imposible oír el teléfono de una habitación a otra. Así que si Ron quiere hacerme el amor con locura y pasión… —se echó a reír al ver la expresión que puso Hermione—. Perdón, olvidé que te abochornas con mucha facilidad. Por otra parte, según he oído, no tiene la menor importancia que varios adultos compartan el mismo techo. Cuando realmente empiezas a entender lo que es la frustración, es cuando hay niños en la casa que entran en la habitación precisamente en los momentos cumbre.

Y aquella vez las dos se echaron a reír.

Después de aquel fin de semana, Teddy empezó a aferrarse a Hermione, a solicitar muestras constantes de afecto y cercanía física. Era un niño muy emotivo, aunque Hermione sospechaba que su madre no había sido muy cariñosa con él, pues Teddy hacía comentarios que sugerían que le había faltado la atención maternal.

Hermione notó que a él le preocupaba mucho tocarla con los dedos pegajosos, y que a veces se tensaba como si esperara que ella lo rechazaría.

Hermione sólo tenía que mencionar el nombre de Harry para que el niño se tensara e hiciera una mueca. Sin embargo, el viernes por la tarde, cuando Harry llegó con retraso, Teddy comentó:

—Me alegro de que mi padrino tenga que trabajar más, así tú te quedarás más tiempo conmigo, ¿verdad?

Hermione esperó que con el tiempo el niño dejara de sentir miedo de él.

Por la mañana, Harry le había dicho a Hermione que tenía la intención de volver temprano a casa, así que la chica no le dijo que iba a salir a cenar y que, por lo tanto, debía salir de la casa a las seis en punto de la tarde. Sin embargo, ya eran las seis y cuarto y Harry no llegaba. Hermione llamó a la fábrica, pero ya no contestaron al teléfono.

Se mordió el labio y decidió que esperaría a que dieran las siete antes de llamar a Luna para avisarle de que tal vez no podría llegar a tiempo.

A las siete y diez, cogió el teléfono y marcó el número de su mejor amiga.

Luna contestó de inmediato.

—Oh, no —gimió cuando Hermione le anunció que Harry no había vuelto—. ¿No le dijiste esta mañana que íbamos a salir?

—No —confesó Hermione—. Dijo que volvería temprano. Ya he llamado a la fábrica pero no contestan. Y no puedo dejar a Teddy solo.

—Claro que no —asintió Luna—. La reserva es para las ocho y media… y dudo de que podamos cambiar la hora. Ese restaurante es muy famoso.

—Mira, si no puedo llegar, no hay razón para que Ron y tú no vayáis —aseguró Hermione.

—Hermione, estamos haciendo esto por tu cumpleaños—le recordó Luna—. Maldición con ese hombre. ¿Quién crees que es para hacerte esto? Ni siquiera ha tenido la cortesía de llamarte y de avisarte…

—Suele llamarme cuando llega tarde —Hermione defendió a Harry—. Mira, si no ha llegado a las siete y media, volveré a llamarte.

La hora de dormir de Teddy llegó sin que Harry apareciera. Hermione suspiró y llamó a su mejor amiga. Luna estaba muy enojada con todo lo que pasaba, pero aceptó que Hermione debía quedarse con Teddy.

—Espero que le hagas saber a Harry que todo esto es muy injusto —señalo Luna y le aseguró que ella y Ron irían a cenar para que la velada no se echara a perder del todo—. Aunque es una faena, pues se supone que debíamos estar celebrando tu cumpleaños.

Hermione apaciguó a su mejor amiga y se volvió hacia Teddy, quien la miraba con el ceño fruncido.

A ella le dolió mucho que él tuviera tanto miedo, que fuera tan vulnerable y que fuese tan consciente de lo poco de fiar que eran las promesas de los adultos. Hermione colgó el teléfono y alzó al niño en brazos para darle confianza.

—Vamos, Teddy, ya es hora de bañarte.

— ¿Puedo cenar un trozo de pastel? —inquirió él con una sonrisa instantánea.

Hermione negó con la cabeza. Habían pasado la mañana horneando un pastel de cumpleaños que luego comieron a la hora del té.

—No puedes comer pastel antes de dormirte, Teddy —le recordó—. ¿Qué te parece una deliciosa manzana?

Él asintió, serio. Era un niño tan apacible y obediente… a veces lo era demasiado, pensó Hermione observándolo.

Claro, el hecho de haber sido criado por su abuela tal vez lo hubiera hecho ser así. Y después de todo, no era nada mala la buena educación. No obstante, en el caso de Teddy habría sido mejor que fuera más alegre y estuviera menos tenso y aprensivo. Aquello le facilitaría mucho las cosas cuando entrara en su nueva escuela. Hermione temía que la compañía de niños de su edad fuera demasiado apabullante para él y que lo volviera a retraer. Ella ya había investigado si había actividades en las que Teddy pudiera participar y conocer a otros niños, y la semana siguiente lo iba a llevar a nadar a una hora en que sabía que los demás niños asistían al centro deportivo de la comunidad.

A las ocho de la noche, Teddy ya estaba bañado y en la cama. Hermione le leyó su cuento favorito antes de que se durmiera. Cada vez que él estaba tenso o preocupado, necesitaba rodearse de cosas familiares para sentirse seguro. Hermione intentaba ampliar sus horizontes y ayudarlo a dominar su nerviosismo, pero era un proceso largo… no se podía hacer de la noche a la mañana. Y si no funcionaba sufriría cuando ella tuviera que dejarlo. ¿La consideraría entonces como otra adulta que lo abandonaba?

Hermione suspiró y bajó a meter la ropa sucia de Teddy a la lavadora.

Como no tenía otra cosa que hacer más que esperar a que Harry volviera, decidió hacer algo útil para entretenerse.

En la cocina, las flores que Teddy y ella habían cortado del jardín daban una nota de color a la mesa. El pequeño era muy observador para su edad y había hecho un dibujo de las flores bastante bueno. Hermione lo había pegado en la pizarra que había puesto en la cocina con la ayuda de Teddy y con el permiso de Harry, a quien la idea no le pareció muy buena al principio.

Quizás a él no se lo pareciera, pero aquella pizarra era muy útil. Cada tarde, durante la hora del té, Teddy y Hermione hacían una lista de todas las cosas que habían hecho y de todas las que querían hacer. Luego ponían las dos listas en la pizarra… Teddy leía bastante bien, pero no se le daban bien las matemáticas, así que Hermione trataba de ayudarlo animándolo a sumar los puntos de las dos listas y luego sustraer un total del otro. Se había convertido en un juego que les gustaba mucho a los dos.

A las diez de la noche, cuando terminaba de planchar, oyó que llegaba Harry. Las luces de seguridad se encendieron cuando él se acercó.

Harry entró por la puerta de la cocina. El día había sido muy caluroso y el ambiente estaba cargado de humedad, así que la noche aún era cálida.

Harry se había quitado la corbata y la chaqueta. Llevaba los primeros botones de la camisa abiertos y tenía la piel un poco húmeda. En su barbilla, era visible la sombra de la barba.

Fruncía el ceño y las luces de la cocina revelaron las arrugas de tensión que había alrededor de sus ojos y boca.

Como siempre, el simple hecho de verlo reactivó la atracción que Hermione experimentaba y que trataba de hacer desaparecer cada vez que Harry se marchaba a trabajar. Él olía un poco a sudor. La prueba de que era tan masculino y humano fue como una oleada que golpeó a Hermione en el estómago y casi la hizo perder el aliento. La chica se tensó.

Frunció más el ceño al ver que ella estaba planchando, como si aquella intimidad doméstica lo molestara.

— ¿Ya se ha dormido Teddy? —inquirió al dejar su portafolios en el suelo y sentarse con cansancio en una silla.

—Sí —confirmó Hermione.

—Entonces no subiré a despertarlo.

Hermione apretó los labios. Si era difícil que Teddy considerara a su padrino como un hombre al que podía llegar a querer, también lo era que Harry reconociera su responsabilidad de demostrarle confianza y afecto a Teddy para que el niño olvidara su resentimiento y antipatía.

—Lamento haber llegado tarde —se disculpó Harry—. Uno de nuestros proveedores tuvo un gran problema. Tuve que ir a Londres a resolverlo. Le dije a Demelza que la llamara para avisarle de que volvería a las ocho, pero por desgracia, tardé más de lo que esperaba.

Demelza era su secretaria. No tenía sentido que Hgermione le dijera que no sólo no había recibido el mensaje, sino que, además, tenía otros planes para aquella noche.

Como terminó de planchar y ya no tenía motivos para quedarse en la casa, la joven cogió su bolso y sacó las llaves del coche.

Al intentar retirarse, oyó que Harry abría la puerta del frigorífico.

— ¿Qué es esto? —inquirió él al ver lo que quedaba de la tarta de cumpleaños. Teddy había insistido en decorarlo con la frase: «Feliz Cumpleaños, Hermione».

—Es una tarta —se tensó, a la defensiva.

—Así que hoy es tu cumpleaños —dijo tuteándola con naturalidad y mirándola de un modo que Hermione se ruborizó, sin saber por qué—. Vaya, me habría imaginado que una mujer de tu edad tendría planes más emocionantes para celebrar semejante ocasión que tomar una tarta hecha en casa con un niño de seis años.

El cinismo que mostraba su voz alimentó el resentimiento y el dolor de Hermione.

—De hecho, iba a salir a cenar esta noche —se indignó—. Pero no recibí el mensaje de Demelza y no quise dejar solo a Teddy; además, como me aseguraste esta mañana que volverías temprano…

— ¿Tenías una cita?

¿Por qué lo decía como si fuera algo imposible? ¿No se daba cuenta de que actuaba de una manera insultante y desagradable con ella? Por nada del mundo le confesaría que pensaba ir a cenar con su mejor amiga y con su marido.

—Así es —dijo tan sólo.

Esperó que Harry se disculpara… que le dijera que lamentaba haberle echado a perder la noche. Pero no fue así.

—Bueno, sin duda el dejarlo plantado lo hará desear más su compañía. ¿No es así como funciona la mente femenina?

Hermione lo miró con ira y el amor que sentía por él fue sustituido por un gran enojo al darse cuenta de lo que Harry insinuaba.

—No puedo hablar por otras mujeres —fue acida—. Pero mi mente no funciona así en absoluto. Y ahora, con tu permiso, me voy.


Seguía furiosa cuando llegó a la granja. Ron y Luna no estaban, pues se habían ido a cenar sin ella. En la sala de estar, las tarjetas de cumpleaños estaban colocadas en el alféizar de la ventana y aquello le recordó a Hermione lo ilusionada que había estado durante el día. Maldito Harry Potter… porque su ex-esposa disfrutara manipulando e hiriendo a la gente, no tenía que acusarla a ella de… Hermione profirió una exclamación de disgusto. Se estaba tomando las cosas demasiado a pecho… se dejaba influir emocionalmente en aquella situación, no sólo por Teddy sino también por Harry, en tanto que ella apenas si existía para él.

Cansada, subió a su habitación para acostarse.


—Así que le dijiste que estabas muy molesta, ¿verdad? —inquirió Luna.

—Más o menos —asintió Hermione. No quería explicarle lo que había sucedido.

—Hermione, no debes permitir que se aproveche de tu buen corazón. Tu trabajo es cuidar de Teddy, no ser la sustituta de su madre.

—Tengo que irme —suspiró Hermione—. Si no, llegaré tarde.

Media hora después, Hermione llegó a la casa y aparcó junto al coche de Harry. Al entrar en la cocina le extraño ver las luces encendidas.

En la mesa de la cocina había un plato con un trozo de pizza fría a medio comer y media taza de café.

Hermione frunció el ceño y abrió la puerta que daba al vestíbulo.

Silencio. Por un momento, no supo qué hacer. Se sentía como si estuviera a bordo de un barco abandonado. Lo más sensato era subir a ver si Teddy seguía dormido. Hermione no había olvidado la mirada que le había lanzado cuando creyó que la chica estaba hurgando en sus cajones. Además, si Harry se había quedado dormido, como parecía ser el caso…

Hermione pensó que tal vez lo encontrara, desnudo, saliendo de la ducha…

«Basta ya», se dijo con firmeza, acallando su vulnerabilidad emocional al subir por la escalera.

Era sólo una empleada y recibía un sueldo por hacerse cargo de Teddy y era lo que iba a hacer. Si Harry se había quedado dormido… Bueno, podía enviar al niño y despertar a su padrino, se dijo mientras llegaba al cuarto del pequeño y abría la puerta.

Las cortinas estaban cerradas todavía. Teddy no estaba en la cama, pero Hermione oyó ruidos en el baño. Aunque no fue aquello lo que la inmovilizó en el umbral, sino ver a Harry, acostado en la cama de Teddy, vestido y profundamente dormido.

Mientras Hermione lo observaba detenidamente, Teddy salió del baño, a medio vestir.

—Tuve una pesadilla —susurró—. Mi padrino subió a mi cuarto y me dijo que no tenía por qué tener miedo porque él estaba conmigo.

En cualquier otro momento, Hermione se habría puesto feliz por la naturalidad con la que Teddy había dicho «mi padrino», porque el niño se hubiera tranquilizado sólo con oír que su padrino le decía que no tuviera miedo, y por el hecho de que Harry hubiera oído a su ahijado proferir un grito y hubiera acudido en su ayuda.

—Tengo hambre, Hermione, quiero desayunar —dijo el niño mientras se dirigía a la puerta para salir del cuarto.

Hermione estaba a punto de pedirle que despertara a su padrino, pero en aquel momento Harry se movió. Frunció el ceño como si tratara de ponerse cómodo en la pequeña cama.

Debía estar rendido para poder dormir en aquella cama, compartiéndola además con Teddy, pensó Hermione. Se dirigió a la puerta, esperando que él abriera los ojos en cualquier momento. Sin embargo, Harry movió un brazo y al hacerlo tiró el vaso de agua que Hermione siempre le dejaba a Teddy en la mesilla.

Hermione reaccionó de manera instintiva. Echó a correr para cogerlo, a pesar de que el vaso ya había mojado la alfombra. Se arrodilló para recogerlo y en aquel instante sintió que la mano de Harry le tocaba el cabello Fue algo tan inesperado que se quedó paralizada por la impresión. No podía moverse ni casi respirar. Harry le acarició la cabeza con lentitud. Profirió un suspiro de placer antes de tomar su cabello y tirar un poco para acercarla a él.

La joven se dio cuenta de que él todavía tenía los ojos cerrados. De hecho, seguía dormido y no sabía lo que hacía. Ella debía apartarle la mano de inmediato y luego despertarlo. Sólo Dios sabía quién pensaba Harry que era ella. Alguna mujer con quien tuvo una relación íntima que…

Hermione tragó saliva. Estaba tan cerca de él que podía ver los poros de su piel, su barba naciente y oscura, sus rizadas pestañas. Podía percibir el calor de su cuerpo. De manera instintiva, para no perder el equilibrio, Hermione le puso la mano en el pecho y sintió los fuertes latidos de su corazón.

—Mmm… —gimió ella sin querer cuando él le besó la suave piel del cuello y le acarició con un pulgar de manera rítmica el lóbulo. Hermione fue inundada por una marea de sensaciones y se le endurecieron los pezones… todo su cuerpo respondió a sus caricias. La barba de Harry le raspó la suave piel, pero la sensación fue más erótica que desagradable y la hizo estremecerse. Se acercó más a Harry por instinto, arqueando el cuello para que él pudiera besarle la boca. La mano que le había puesto en el pecho se tensó un poco. Hermione oía sus propios jadeos y sentía cómo su cuerpo temblaba de deseo.

Llevaba una blusa fina y unos pantalones cortos. Cuando la otra mano de Harry le tomó un seno, ella jadeó por la impresión. Sin embargo, él no lo notó. Seguía con los ojos cerrados y continuó besándole el cuello.

Hermione tembló contra él. Sabía que debía alejarse de Harry y, sin embargo, su cuerpo no la obedeció. En vez de alejarse, hizo lo contrario, se aproximó más a Harry en aquel íntimo abrazo… su cuerpo ignoró los frenéticos mensajes que le enviaba el cerebro para que se apartara antes de que fuera demasiado tarde, antes de que Harry se despertara y se diera cuenta de lo que estaba haciendo… de lo que ella le estaba permitiendo hacer.

Hermione se cimbró cuando él le frotó el pezón con un pulgar, lentamente, y contuvo un gemido de placer. Harry le besó la piel buscando sus labios y ella no pudo hacer otra cosa más que volver la cabeza para recibir sus besos.

Cuando lo recibió, la inundó una profunda urgencia de caricias, de que Harry no dejara de besarla.

No era un beso tímido, sino el de un hombre que desea a una mujer con pasión.

Y, ¿quién era aquella mujer? «Yo no», reconoció Hermione. Se quedó paralizada y de pronto su deseo se enfrió, su cuerpo se tensó con angustia y vergüenza.

Harry seguía besándola y, al sentir la resistencia y el rechazo de la joven, le mordió el labio inferior.

El dolor fue tan inesperado que la chica profirió una exclamación y se apartó de Harry.

De inmediato, éste abrió los ojos y frunció el ceño al verla.

Hermione se puso de pie y tartamudeó, invadida por el pánico:

—Ha tirado el vaso de agua de Teddy. Lamento haberlo despertado.

Él seguía con el ceño fruncido… como si tratara de atrapar un recuerdo vago, una sensación turbadora y sutil.

Hermione se dio cuenta de que Harry le observaba el labio inferior. Ella se lo mordió y trató de no hacer ningún gesto al sentir dolor.

Tenía el corazón muy acelerado y se sentía mareada, vulnerable; temía que Harry lo recordara todo… que pensara que ella había respondido… Sin embargo, él sólo inquirió, irritado:

— ¿Qué demonios estoy haciendo aquí? —era obvio que no se acordaba de lo sucedido.

—Teddy me ha dicho que tuvo una pesadilla y que viniste a verlo —explicó la chica, liberada—. Al parecer, te has quedado dormido con el niño.

Harry sólo gruñó. Se sentó en la cama y maldijo:

—Ay, mi espalda…

Hermione ya se dirigía a la puerta. Los movimientos de Harry habían hecho que se le saliera la camisa del pantalón, revelando los músculos del abdomen. Él se estiró y Hermione oyó que le chasqueaban los huesos.

— ¿Qué hora es? —preguntó y volvió a maldecir cuando Hermione se lo dijo—. Demonios, tengo una reunión dentro de media hora. Tendré que llamar a Demelza para que la posponga.

Harry todavía tenía el ceño fruncido. Era obvio que pensaba en su trabajo y su actitud no sugería que fuera consciente de lo que acababa de suceder. Sin embargo, cuando Hermione abrió la puerta del dormitorio, él la miró con detenimiento y fijó la vista en su boca.

Sus labios temblaban tanto que la sorprendía que Harry no se percatara de ello. Seguía mordiéndose el labio inflamado, pero, a pesar del dolor, no iba a permitir que se diera cuenta y lo recordara todo.

Abrió la puerta y salió, apresurada. Abajo, Teddy ya se había servido un plato de cereales. Tenía un bigote de leche y, cuando vio a Hermione entrar a la cocina, le sonrió.


Media hora después, Hermione oyó que Harry entraba en la cocina. Se volvió, pues no se sentía capaz de mirarlo a los ojos. ¿Recordaría lo sucedido o estaría tan dormido que no se acordaba de haberla tocado y besado?

Lo oyó abrir la puerta del frigorífico y, haciendo un esfuerzo, se volvió. Su corazón seguía latiendo con ansiedad y angustia…

Harry parecía tan distante y lejano. Viéndolo vestido con un traje oscuro y formal, le pareció increíble que él… Hermione tragó saliva y se dijo que él no la había besado a ella, que Harry pensaba en otra mujer cuando lo hacía.

Harry sacó del frigorífico el zumo de naranja y Hermione se volvió de inmediato, dirigiéndose a Teddy.

— ¿Vamos a comer más tarta de tu cumpleaños hoy, Hermione? —inquirió el chiquillo.

Hermione sabía que Harry la observaba. A pesar de que era consciente de que se estaba ruborizando, se negó a mirarlo y a encararlo. Luchar contra aquello fue casi como resistirse a una fuerza física, pues la chica se moría de deseos de ver por qué Harry la miraba con tanto detenimiento.

Diez minutos más tarde, cuando acabó de desayunar, Harry cogió su portafolios y se dirigió a la puerta. Se detuvo y se volvió hacia la joven:

—Hermione, si tienes un momento libre, me gustaría hablar contigo.

Ella lo siguió al vestíbulo, temiendo lo peor. Así que Harry lo recordaba todo. Y seguramente le preguntaría por qué no lo había detenido, por qué no lo había despertado, por qué…

—Creo que sería una buena idea que Edward no comiera más tarta. Sospecho que ésa ha sido la causa de que anoche tuviera esa pesadilla que nos ha tenido en vela —Hermione lo miró, perpleja, mientras él añadía—: Vaya, me habría imaginado que eras más sensata… tanta azúcar y tanta grasa…

—Usé una receta con poca mantequilla y azúcar —le informó la joven.

¿Cómo se atrevía Harry a insinuar que era la responsable de la pesadilla de Teddy cuando…? La chica estuvo a punto de decirle que si estaba tan preocupado por las pesadillas de Teddy, seguramente encontraría las causas en su propia actitud y no en los pasteles que ella hacía. Sin embargo, se quedó sin habla. No esperaba ser criticada de una manera tan injusta y menos que él le hablara de algo tan diferente de lo que esperaba.

Harry se alejó y Hermione se mordió con fuerza el labio inferior, olvidando lo sensible que aún lo tenía. El dolor que experimentó la hizo proferir una exclamación sin querer. Harry se detuvo y volvió a observarla.

En el momento en que él le vio el labio hinchado, Hermione se ruborizó de vergüenza y de sentimiento de culpa.

—Yo que tú, le diría a tu novio que fuera un poco menos brusco la próxima vez —comentó con desdén al abrir la puerta principal.

Se disponía a salir cuando Hermione perdió la paciencia.

—No tengo novio —masculló con rabia—, y, para tu información… —se detuvo al darse cuenta de lo que había estado a punto de decirle.

—Para mí información, ¿qué? —urgió Harry.

Volvió a mirarle la boca. Hermione apretó los labios y apartó la vista. Todo su cuerpo temblaba de miedo y atracción y tenía los ojos muy oscuros y grandes por las emociones que intentaba contener.

Sin querer, con la punta de la lengua se tocó el labio. Fue un movimiento con el que intentó aliviar el dolor, un gesto que le indicó a Harry que no estaba acostumbrada a tener pruebas tan explícitas del deseo apasionado de un hombre.


Sus labios eran suaves e invitantes.

Harry se tensó, reaccionando al ver todo aquello. El deseo que lo había invadido al despertar, se intensificó en aquel momento. Hacía mucho, mucho tiempo que no experimentaba una oleada de deseo tan incontrolable.

Su apetito sexual había decrecido considerablemente en los últimos meses de su matrimonio y, a diferencia de otros hombres que él conocía, después del divorcio no había tenido ningún deseo de castigar al resto del sexo femenino por la traición de su esposa, teniendo todas las aventuras sexuales que fuera posible.

Era cierto que había tenido un par de relaciones, pero en las dos había predominado más el aspecto intelectual que el físico.

Así que fue para él una fuerte impresión darse cuenta de que era capaz de experimentar una necesidad tan intensa, tan honda, tan física. Y lo peor de todo era que su necesidad se dirigiera hacia una mujer que él había mantenido a cierta distancia, de manera decidida y consciente.

Más tarde, cuando Harry se dirigía a la fábrica, se preguntó por qué había sentido tanta atracción física por una mujer con la que debía mantenerse muy reservado y frío… una mujer que podía amenazar el control físico y emocional que él ejercía en su propia vida.

Se maldijo y se dio cuenta de que no había sido una buena idea contratar a Hermione, pero, ¿qué otra alternativa le quedaba? Tenía que pensar en Edward. Él era su ahijado; Edward… Teddy, quien le tenía miedo. Y sin embargo, la noche anterior, cuando estaba asustado por su pesadilla, Teddy lo había abrazado con fuerza, suplicándole que se quedara a su lado. Y, al abrazar a su ahijado tan pequeño y frágil, Harry se había sentido embargado de amor y de dolor al mismo tiempo. Amor por el ahijado que era, y dolor por todo el sufrimiento y la tristeza que el niño al igual que él había sufrido y eso había marcado su relación desde el principio.

Harry no podía entender qué era lo que le sucedía. Después de congelar sus emociones y de convencerse de que era muy peligroso sentir cosas como el amor, de pronto desaparecía su caparazón protector, dejándolo herido y expuesto, confundido e inundado por sus propios sentimientos, impresionado por lo que le estaba pasando… Harry inhaló hondo para tratar de tranquilizarse y se estremeció un poco al recordar lo que había experimentado al mirar la boca hinchada de Hermione, al recordar lo enojado y celoso que se había sentido contra el hombre que tenía el derecho de besarla con tanta pasión.

«No tengo novio», había dicho ella. Y sin embargo, alguien la había tocado, alguien la había besado. Vaya, si él cerraba los ojos, casi podía imaginar lo que sería besar la boca de Hermione, oír sus suaves gemidos de placer, tocar las curvas femeninas de su cuello y sus senos… sentir que su cuerpo empezaba a responder ante el suyo y saber que…

Harry maldijo cuando el conductor del vehículo que iba detrás del suyo tocó la bocina, pues no se había dado cuenta de que el semáforo se había puesto en verde. Tenía que terminar con todo aquello. Se trataba de algo para lo que no había lugar en su vida… algo demasiado peligroso como para que él pudiera aceptarlo.

Una vez, había creído estar enamorado y ser amado. Y se había equivocado. Nunca volvería a caer en aquella trampa.

Nunca.


Hermione admitió que Harry la intrigaba. Era un hombre tan contradictorio; podía ser el padrino más afectuoso y considerado del mundo y luego, un momento más tarde, se apartaba de su ahijado como si le tuviera miedo.

Pero, ¿miedo por qué? No podía temerle a Teddy. Tal vez tuviera miedo de llegar a quererlo.

Hermione frunció el ceño mientras pensaba en ello. Habían pasado casi dos semanas desde la mañana fatídica en que había encontrado a Harry dormido en la cama de Teddy; en que él, dormido, la había besado y acariciado con fervor…

No, Hermione no debía pensar en aquello, no debía recordarlo. Se había repetido hasta el cansancio que pensar en tal incidente, sólo la haría sufrir y que debía olvidarlo para el resto de su vida. Porque, de lo contrario, si permitía que dominara sus pensamientos y sus emociones… Se estremeció.

Lo que sentía por Harry no tenía ningún futuro. No había la menor esperanza de que correspondiera a sus sentimientos, a su amor por él. Hermione lo sabía por la forma que Harry tenía de tratarla, por la fría cortesía que, a veces, no lograba ocultar la antipatía que sentía por ella. La había contratado como niñera de Teddy sólo porque no había encontrado a otra persona, pero Hermione sabía lo mucho que a Harry le molestaba su presencia, su persona. Se daba cuenta de ello cada vez que Teddy corría hacia ella para recibir un mimo o cada vez que el pequeño quería pedirle algo. Hermione sabía que Harry no aprobaba en absoluto la creciente dependencia emocional que Teddy desarrollaba hacia ella.

La chica también se sentía incómoda por lo mismo, pero por razones muy diferentes. Teddy era un niño muy vulnerable. Ella intentaba ampliar sus horizontes, que conociera a otros niños. Hasta cierto punto había tenido éxito en su empresa, aunque Teddy continuaba aferrándose a ella como si temiese que la chica fuera a desaparecer en su ausencia.

Era una reacción natural, dado el trauma que Teddy había sufrido. Sin embargo, lo que el chiquillo necesitaba era a alguien permanente a quien querer, no a alguien como Hermione que sólo formaría parte de su vida durante un tiempo.

Era cierto que, lentamente, Teddy se mostraba menos huraño con su padrino, gracias a que Hermione lo alentaba a considerar a Harry como un amigo y no como un enemigo. Y era cierto que Harry también se mostraba más afectuoso con su ahijado, que lo trataba con más ternura y suavidad que al principio. Y no obstante, cuando ella se felicitaba por haber ayudado a crear un verdadero vínculo entre padrino e ahijado, Harry se alejaba de Teddy. El lenguaje corporal de Harry revelaba entonces cierta aprensión y rechazo. Era como si temiera amar a su ahijado… pero, ¿cómo podía sentir un hombre aquello? ¿Qué clase de hombre tendría miedo de querer a un niño? Más aun cuando este está a su cargo.

Pues un hombre que alguna vez le habían dicho que sería padre, pero solo fue una mentira. Tal vez, de alguna manera ilógica, Harry tuviese el mismo miedo que Teddy, llegarlo a querer y luego se lo arrebaten. Quizá temiera quererle porque, para él, el amor estaba relacionado íntimamente con el dolor y ya no podía diferenciarlos.

Hermione deseaba poder hablar con Harry de sus sentimientos y del daño que le podía hacer su rechazo. Quería decirle que le estaba enseñando a Teddy a desconfiar de sus sentimientos, a ocultar su deseo espontáneo de demostrarle afecto y cariño a su padrino. Pero, aun cuando Harry fuera más accesible, Hermione dudaba de que pudiese superar el obstáculo que creaba el hecho de que lo amara para hablar del asunto con la franqueza que era necesaria.

Por tal motivo, Hermione empezó a dudar de que fuera la persona indicada para hacerse cargo de Teddy.

Una vez había intentado transmitirle sus dudas a Harry, pero él se había puesto sombrío y tenso y la había acusado de querer romper el contrato que tenían. De modo que Hermione tuvo que mantener su reserva y distancia, pues sabía que le sería imposible expresar su inquietud de una manera firme y convincente.

Sabía que Harry desconfiaba de todo aquello que se basara en las emociones. Pensaba que él debía amar mucho a su antigua esposa para quedar tan herido por el derrumbe de su relación y por todo lo que había ocurrido antes y después del divorcio.

Sin embargo, cuando Hermione lo comentó, durante la cena, Luna y Ron no estuvieron de acuerdo.

—No, eso no fue lo que pasó —afirmó Ron—. Al parecer, la única razón por la que Harry se casó con su esposa fue porque ella estaba embarazada. Tuvo que presionarla mucho para que tuviera al bebé. Al parecer, a nadie en el pueblo le sorprendió que el matrimonio fracasara. Todos sabían que, desde el principio, la pasión que los llevó al altar, la cual había muerto mucho antes de que ellos se casaran.

Hermione profirió una exclamación de asombro y Ron volvió a negar con la cabeza.

— ¿Sabes cuál es tu problema, Hermione? Que eres demasiado buena de corazón… demasiado idealista.

—A mí el que me da lástima es Teddy —intervino Luna—. Pobrecito niño. Tiene mucha suerte de tenerte a ti, Hermione.

No obstante, ésta negó con la cabeza:

—Temo que le estoy haciendo daño y no bien. Él necesita tener a alguien constante en su vida.

—Sí, Harry debería volver a casarse. Pero dudo que lo vuelva a hacer alguna vez —comentó Ron—. Según los rumores, parece que él juró, después de divorciarse, que no volvería a contraer matrimonio nunca más. Y no me da la impresión de que sea un hombre al que sea fácil acercarse en un nivel emocional.

—No, no lo es —asintió Hermione.

Y sin embargo, Harry no era un hombre frío; de lo contrario, no le habría dado aquel beso. A veces le parecía sentir todas las emociones que él contenía en su interior a fuerza de voluntad y rigidez.

Desde que Hermione empezó a trabajar para él, Harry pareció irritarse más con ella. La criticaba con frecuencia y, a veces, con tanta injusticia que ella se preguntaba si Harry no estaba tratando de provocarla para que rompiera el contrato y se marchara. Aunque si él quería deshacerse de ella, no era necesario que recurriera a tales artimañas; con decirlo era suficiente. Y a Hermione le parecía que él no era un hombre cobarde capaz de manipularla para que fuera ella, y no él, quien tuviera que tomar la decisión.

Pero a veces Harry la miraba como si la odiara.

Cada vez regresaba a casa más y más tarde por las noches, de modo que era raro que Hermione pudiera marcharse a las seis.

Cada vez que se lo mencionaba, él replicaba que hubiera preferido que ella viviera en la casa.

Aquella noche Hermione terminó de planchar la última camiseta de Teddy. Harry había prometido volver a las seis, puesto que ella le había dicho que iba a salir a cenar. Saldría con Ron y Luna y con un amigo de Ron, quien había ido al pueblo a pasar dos días por negocios.

Luna le había asegurado a Hermione que no estaban tratando de encontrarle novio. Aunque Hermione no estaba segura de ello, le debía tantas cosas a su mejor amiga que no quiso negarse a salir con los tres.

Y ya eran las siete y media. Hermione ya había llamado a Luna para decirle que no podía acompañarlos. Y, como era de esperarse, su mejor amiga no se puso nada contenta.

—Esto sí que es pasarse de la raya —se quejó—. Parece que Harry lo hace a propósito. ¿Ya has llamado a la fábrica?

—Sí y al parecer nadie sabe dónde está. Salió después de la hora de la comida para acudir a una cita de negocios y dijo que volvería a casa al terminar —Hermione se mordió el labio preocupada—. ¿Crees que ha podido tener un accidente?

De inmediato, Luna olvidó su enojo.

—Dios mío, espero que no… aunque sería mejor que te asegures de ello. Espero que no haya pasado nada… claro que, en casi de que algo así sucediera… Pero…

—Voy a llamar a la policía —anunció Hermione con voz temblorosa.


Media hora después, tras confirmar que no había ningún informe de que Harry hubiese tenido un accidente, Hermione no estaba más tranquila. Sabía que aquello no significaba que no le hubiera ocurrido algo. Estaba sentada junto al teléfono cuando de pronto oyó el coche de Harry.

De inmediato su miedo se transformó en una profunda rabia. No sólo estaba enojada porque él llegaba tarde, sino porque la había hecho pasar mucho miedo y estar muy preocupada, aun cuando Harry no fuese consciente de ello.


Lo esperaba en el vestíbulo apenas iluminado cuando él entró. Su rostro estaba pálido por la tensión y sus ojos brillaban en la oscuridad. Su silueta femenina era casi etérea y de pronto, la postura de Hermione y su cuerpo provocaron un intenso deseo en Harry. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para no acercarse y cogerla entre sus brazos, para no tocarla y besarla… no como si fuera una desconocida, sino como si fuera una mujer con quien ya había intimado tanto que su cuerpo y sus respuestas le resultaran ya conocidas. Deseaba seducirla en aquel mismo lugar y así expiar la irritación, la angustia, el dolor, y todo lo que lo consumía por dentro. Y, al hacerlo, ella entendería lo que él sentía por ella, y su amor por él lo ayudaría a liberar todo aquello que había dentro de Harry, sin criticarlo, ni condenarlo.

Harry ya se había acercado a ella cuando su ilusión quedó destrozada al oír la voz cortante y helada de Hermione:

—Me prometiste que volverías a las seis. Hoy tenía una cita para ir a cenar.

Su voz fría y su mirada helada fueron como si le hubieran echado un jarro de agua fría. Le provocó tanto dolor que la atacó, olvidando ocultar sus emociones.

— ¿Y entonces, qué es lo que te ha impedido, si es que esa cita para cenar era tan importante?

Hermione se quedó perpleja al oírlo.

—Sabes muy bien que no puedo dejar solo a Teddy.

— ¿Por qué no? —insistió Harry—. Sus padres lo hacían. De hecho, si la abuela de Teddy intervino en el asunto y se hizo cargo de él fue por la cantidad de veces que lo dejaban solo. Bueno, si tu maldita cita es tan importante, si eso te importa mucho más que Teddy… no dejes que te entretenga más tiempo. De hecho, si es tan importante para ti, puedes marcharte ahora mismo. Y no te tomes la molestia de volver a esta casa.

El ataque de Harry fue tan inesperado, tan injusto, que Hermione lo miró atónita. No podía creer lo que estaba sucediendo.

Se le llenaron los ojos de lágrimas. Supo con certeza que si se quedaba en la casa, se echaría a llorar. Y lo último que quería era que Harry presenciara su debilidad emocional, su vulnerabilidad. Así que hizo lo único que le quedaba; cogió su bolso y salió corriendo de la casa, sin mirar a Harry.

Condujo unos minutos antes de detenerse para enjugarse las lágrimas y tratar de serenarse.

Pero descubrió que no podía contener el torrente de sus ojos.

Se dijo que sólo se debía a la impresión, que por eso reaccionaba así. Pero, además de la impresión recibida, sentía tristeza y dolor. No importaba que se repitiera una y otra vez que siempre había sabido cómo era Harry, que había intentado que su amor por él no le diera unas cualidades y una personalidad más atrayente de las que en realidad tenía. No servía de nada que Hermione supiera que sufría por su propia culpa.

Pero atacarla de aquella manera cuando era él quien… Hermione se tragó las lágrimas y volvió a sonarse la nariz.

Para cuando llegó a la granja, estaba más tranquila, aunque seguía muy tensa. Nunca había sido una persona de emociones violentas; siempre se había considerado demasiado tranquila, controlada… Pero aquella noche…

Hermione se estremeció al entrar en la granja vacía. Llenó la tetera de agua para prepararse un té.

Tal vez como había estado tan preocupada pensando que le hubiera pasado algo, el verlo llegar sano y salvo a casa, sin que le importara su preocupación la hizo enfadarse tanto.

Sí, Hermione tenía justificación para reaccionar así, pero no se podía decir lo mismo de Harry. Él incluso había azuzado su furia, la había alimentado con sus comentarios injustos. Y sin embargo, debía saber que había alimentado quien había actuado mal. Y luego, despedirla de aquella manera…

Hermione volvió a temblar. Claro, tendría que volver a la casa, aunque sólo fuera para darle una explicación a Teddy. Pero, ¿qué podría decirle al niño? No quería hacer nada que perjudicara la frágil relación que Teddy trataba de establecer con su padrino.

Una nueva furia la invadió. ¿Cómo podía Harry ser tan egoísta para olvidar lo que su ahijado iba a sentir? ¿Acaso no se daba cuenta de que lo que acababa de ocurrir afectaría al chiquillo?

Era ya muy tarde cuando Luna y Ron volvieron. Y aun así quisieron que Hermione les contara todo lo sucedido. Ron frunció el ceño cuando se enteró de cuál había sido la reacción de Potter al enfado de Hermione por su retraso.

—Me parece que tienes mucha suerte de haber salido de ese lío —anunció Ron, cuando Hermione terminó de hablar.

—Pero, Teddy… —protestó la chica.

—Yo sé que él te preocupa mucho, Hermione —la interrumpió—. Como te dije, tienes un corazón de oro. Pero mientras estés viviendo con nosotros, somos responsables de ti. Sí, ya sé que eres una adulta… y muy capaz de tomar tus propias decisiones, pero no me gusta cómo se está portando Harry últimamente contigo. De hecho, quiero ir a su casa a hablar con él…

—No… por favor, no hagas eso —le suplicó Hermione.

Palideció tanto y se mostró tan tensa, que Ron cedió, aunque la situación no le agradaba en absoluto.

—Está bien, si prefieres que no lo haga, no lo haré. Pero te aseguro que me causa un gran alivio que ya no estés trabajando para ese hombre.

—Tendré que volver para ver a Teddy —anunció Hermione—. No puedo dejarlo así, aunque Harry le dé una explicación.

— ¿Por qué no esperas hasta que Luna yo podamos acompañarte? —sugirió Ron.

—No —Hermione negó con la cabeza—. No voy a esconderme detrás de ninguno de vosotros. Soy capaz de afrontar mis propios problemas. Esta noche he bajado la guardia, pero mañana…


Hermione se despertó antes de que amaneciera, y casi no pudo dormir. Se vistió con un traje sastre que reflejaba su estado de ánimo. No tenía la menor intención de tratar de convencer a Harry de que cambiara de opinión, ni de suplicarle que la readmitiera en su puesto. Pero sí iba a ver a Teddy y a explicarle con suavidad lo que había sucedido, sin tratar de culpar a su padrino de lo ocurrido. Por el bien de Teddy, no lo haría.

Media hora después, cuando Hermione llegó a la casa, ésta estaba iluminada por todas partes. Aun antes de que saliera del coche, se abrió la puerta principal y Harry salió corriendo de la casa hacia Hermione, quien apenas había abierto la puerta del coche.

— ¿Está Teddy contigo?

¿Que si Teddy estaba con ella? Nervioso, Harry la cogió del brazo. Estaba tan cerca de ella que Hermione pudo inhalar su aroma masculino, intensificado por el miedo que lo embargaba. No se había afeitado y llevaba una camiseta y unos vaqueros gastados. Parecía que había estado en vela durante toda la noche. La preocupación de Harry contagió a Hermione.

—No, no está conmigo —exclamó—. ¿Por qué?

—No lo encuentro. Anoche, traje algo de trabajo de la oficina. No sé por qué, pero no pude dormir bien —evitaba mirarla a los ojos y su voz era muy dura y brusca como si así quisiera ocultar las emociones que lo embargaban—. Me he levantado muy temprano —añadió Harry—. He ido a ver a Teddy a su cuarto y no estaba. Ya he revisado toda la casa, pero no está aquí.

Hermione se quedó atónita.

—Anoche, ¿fuiste a verlo después que yo me marchara? —inquirió ella cortante.

Harry la miró. Tenía los ojos enrojecidos por la tensión. Dudó un poco antes de negar con la cabeza. Y, aunque Hermione no lo había criticado, él sintió la necesidad de defenderse.

—Traje trabajo para hacerlo en el estudio. Pensé que Teddy estaría dormido. No quise molestarlo.

«Más bien no querías que él te molestara a ti», pensó Hermione molesta, pero no dijo nada. Era obvio que Harry estaba sufriendo mucho, que se sentía culpable. Así que de nada serviría que ella empezara a criticarlo por lo sucedido.

Guardó silencio y hubo una pequeña pausa. De pronto, Harry susurró:

—Gracias.

— ¿Por qué? —lo miró asombrada y sus ojos reflejaron sus emociones.

—Por no decirme lo que debes estar pensando. Por no señalarme que debí ir a ver cómo estaba mi ahijado —la emoción, la desesperación y la culpa que se reflejaron en su voz la hicieron sentir una profunda simpatía por Harry—. Debí hacerlo, pero no lo hice. Y ahora Teddy se ha ido.

— ¿Estás seguro de que no está en la casa?

—Muy seguro. He buscado dos veces en todos los cuartos y revisado todos los rincones. Mi única esperanza era que Teddy hubiese ido a verte.

Hermione tenía la boca seca de miedo y de angustia.

— ¿Ya has llamado a la policía?

Lo vio negar con la cabeza.

—No. Estaba a punto de llamarte a ti, para saber si estaba contigo y pedirte tu opinión sobre lo que debo hacer —Hermione se quedó tan perpleja que lo miró con la boca abierta—. ¿No me crees? No me sorprende. Después de cómo me porté anoche… Dios mío, ¿en dónde está? ¿Por qué se ha ido? Yo pensaba que se estaba adaptando a la casa, que se daba cuenta de que…

—Creo que será mejor que llamemos a la policía —susurró Hermione con suavidad. Sin darse cuenta, le tocó el brazo. Fue un gesto de consuelo y afecto, una respuesta automática a la angustia de Harry. Éste dejó de hablar y la miró. Y la chica se hizo muy consciente al calor de su piel, de sus finos vellos, de la tensión de sus músculos bajo sus dedos, de la masculinidad arrasadora de Harry.

Contuvo el aliento. Hermione ya no podía pensar. De pronto se apartó de Harry, sintiéndose culpable por aquella atracción.

¿Cómo podía sentir así cuando todos sus pensamientos y emociones debían estar concentrados en Teddy? ¿Cómo podía experimentar aquella oleada quemante de deseo físico, sobre todo cuando el mismo Harry había aclarado que ella no le agradaba y, menos aún, la deseaba?

Con los dedos temblorosos, Hermione marcó el número de la policía. La reacción de las autoridades fue inmediata y consoladora. Les dijeron que irían inmediatamente y les aconsejaron que no se dejaran llevar por el pánico mientras tanto.

¿Tratar de no angustiarse? Era imposible. Hermione recordaba cómo había conocido a Teddy y su ingenuidad al creer que podía llegar solo a Londres.

Hermione sintió que se le paraba el corazón y se volvió hacia Harry.

— ¿Crees que quería llegar a Londres? ¿Para ir a ver al ama de llaves de su abuela? Cuando yo lo conocí…

—No tengo la menor idea —Harry negó con la cabeza—. Tú lo conoces mejor que yo… sabes cómo piensa, sus posibles reacciones. Eso fue lo único que se me ocurrió… que Teddy estaría contigo. Que Dios me ampare… Hasta pensé que tú… —se interrumpió, pero Hermione adivinó lo que él había estado a punto de confesarle.

— ¿Qué fue lo que creíste? ¿Que yo lo alentaría a irse de su casa… a pesar de ser tan pequeño? —aun cuando intentó conservar la calma, su voz la traicionó.

—Perdóname… ya… no sé ni lo que digo ni lo que pienso. Te habrás enterado ya de que la experiencia que tuve con alguien de tu sexo no alentó… mi confianza en las mujeres.

Hermione lo miró muy seria.

—La confianza, como cualquier otra emoción, es un arma de doble filo —susurró—. Yo nunca haría nada que pudiera dañar a Teddy, independientemente de mis sentimientos personales hacia ti. Yo sé que anoche exageré las cosas —parecía que era un buen momento para decirse todo lo que fuera necesario, ya que no estaban a la defensiva el uno con el otro y que los unía su angustia por encontrar a Teddy—. Pero también me sentí muy mal por plantar en el último momento a mi mejor amiga y a su marido, sobre todo cuando habían invitado a un cliente a salir.

— ¿Ibas a salir a cenar con tu mejor amiga? —Harry frunció el ceño.

—Sí, íbamos a salir los cuatro —se interrumpió al oír que un coche se acercaba—. Debe ser la policía.

—Sí —Harry contestó secamente y se puso de pie—. Voy a abrirles.


Media hora después, tras el armario y los cajones de Teddy, Hermione pudo dar una descripción de cómo debía ir vestido el niño.

La mujer policía le dijo que parecía que Teddy había decidido fugarse de repente, puesto que los niños, sin importar qué edad tuvieran, solían llevarse algún juguete favorito y una muda de ropa. Sin embargo, Teddy no se había llevado nada, y, a juzgar por el estado de los cajones, se había vestido con mucha prisa.

— ¿Sucedió algo ayer que pudiera angustiarlo, provocarlo a huir de la casa?

—No que yo sepa —Hermione frunció el ceño y negó con la cabeza.

— ¿Tuvo alguna pelea con otro niño… o con usted? —insistió la sargento.

Hermione volvió a negar con la cabeza mientras recordaba los sucesos del día anterior.

Ya le había dado a la mujer policía una sinopsis del pasado de Teddy y de por qué lo estaba cuidando ella. Sin embargo, no había dicho nada de que la relación de su padrino con Teddy no era satisfactoria. Harry debía ser quien decidiera decirles lo contrario y no ella.

Los entrevistaron por separado y luego juntos. Los policías hicieron preguntas sobre Teddy y su pasado, que pusieron a Hermione algo nerviosa, aunque notó que Harry las contestaba todas con sinceridad, a pesar de que a veces las respuestas no le dieran una buena imagen ante los oficiales.

Un par de veces, el sargento que entrevistaba a Harry hizo una pausa para darle más tiempo para responder. Harry confesó que no fue a ver a Teddy durante la noche.

—No se eche la culpa de lo sucedido, señor —aconsejó el oficial—. A veces, todos incurrimos en ese error.

Por separado, a Hermione le preguntaron si ella pensaba que Teddy era maltratado por su padrino física o emocionalmente. La chica lo negó de inmediato, agradeciendo que fuera la verdad. Tal vez Harry no fuera el padrino ideal, pero no hería a Teddy a propósito.


Cuando la policía reunió toda la información que pudo, se fue. Harry no aceptó que un oficial se quedara en la casa.

Cuando se marcharon, Hermione se puso de pie y anunció que ella también se iba. Pensó que Harry preferiría estar solo. Sin embargo, éste la sorprendió al negar con rapidez.

—No, por favor, quédate… —la miró con una súplica en los ojos.

Hermione no pudo decir nada y Harry añadió, vacilante, como si le costara mucho trabajo lidiar con sus emociones y encontrar las palabras adecuadas para expresarse:

—Conoces muy bien a Teddy. Él te conoce… te necesita… te quiere. Si… cuando lo encuentren… estás aquí…

Así que Harry quería que ella se quedara por Teddy y no por él. Claro que, ¿qué esperaba Hermione que le dijera?

Llamó por teléfono a Luna, quien estuvo de acuerdo en que ella debía quedarse con Harry.

A media mañana, mientras transcurrían las interminables horas, Hermione subió a la habitación de Teddy. Necesitaba tener el consuelo de sentirse entre las cosas del niño. Y descubrió que Harry ya estaba en la habitación, sentado en la cama de su ahijado, dándole la espalda a ella, y acunando entre sus brazos al oso de peluche favorito de Teddy.

Hermione estaba a punto de salir del cuarto en silencio cuando Harry habló con brusquedad:

—No, no te vayas. Dios mío, cuando pienso en lo pequeño que es… en lo vulnerable que es… Debería buscarlo, en vez de quedarme aquí sentado, esperando tener noticias.

Hermione negó con la cabeza, pero se dio cuenta de que Harry no podía mirarla, así que se acercó a él y le dijo con la voz ronca:

—No, la policía ha dicho que nos quedemos aquí… por si alguien lo ve.

—Me siento tan impotente —protestó Harry—. Siento que debería estar haciendo algo. Por el amor de Dios, es mi ahijado… —hizo una pausa breve y continuó—. Supongo que piensas que todo esto es por mi culpa, pero créeme que no me puedes culpar más de lo que yo lo estoy haciendo. Si hubiera ido a verlo…

Como antes, Hermione alargó una mano y le tocó el brazo. Fue un ademán sencillo de consuelo y apoyo. Tenía la garganta demasiado apretada para hablar; sin embargo, Harry se volvió con brusquedad, con movimientos faltos de coordinación, y en su rostro reflejó la repulsión que sentía por sí mismo.

— ¿Por qué… por qué ha hecho esto? —exclamó mirando a Hermione a los ojos—. ¿Me tiene tanto miedo… de verdad me odia tanto?

De inmediato, Hermione negó con la cabeza.

—No, no, claro que no te odia —murmuró con suavidad.

Inconscientemente, se acercó a Harry. Cuando inclinó la cabeza para mirarlo, sólo los separaban algunos centímetros. Aunque Hermione sabía que era lo último que debía hacer, se dejó llevar por la compasión y la ternura que la caracterizaban. Alargó una mano y la puso sobre la cabeza de Harry, para darle aliento y valor en tan difícil situación.

—Dios mío, Hermione, si algo llegara a pasarle…

De pronto, Harry la abrazó con fuerza, con torpeza, apretándola tanto que Hermione se quedó paralizada por la tensión; Harry apoyó la cabeza sobre sus senos, desgarrado por la angustia.

—Harry… —la voz le tembló sin querer. Sin embargo, cuando Harry la ciñó más entre sus brazos, la chica sintió que él temblaba por sus emociones contenidas y supo que debía ser ella quien rompiera el inesperado contacto físico entre ellos.

Hermione trató de apartarse de Harry, pero éste, al darse cuenta, la retuvo. Sin alzar la cabeza, susurró contra el cuerpo de la chica y su aliento fue como una fuerza vital y caliente que penetró la tela de la blusa y sensibilizó la piel de la joven con erotismo:

—No, Hermione, por favor. Sólo abrázame… sólo abrázame.

Ella se quedó de pie, temblando por la profunda atracción que él ejercía sobre ella.

—Maldición, ya no sé qué es lo que me pasa. Estás en mis pensamientos noche y día, ¿lo sabes? Sueño contigo… despierto deseándote… imaginando… Dios mío, te necesito tanto ahora… yo…

De pronto, Harry se tensó, como si se percatara de lo que estaba diciendo, de la fuerte impresión que ella había recibido. Alzó la cara con lentitud y luego la bajó despreciándose a sí mismo.

—Aun ahora, cuando debería estar pensando sólo en Teddy, te deseo… todavía…

—Es la angustia —susurró Hermione—. A veces tiene un efecto extraño en las personas. Las hace portarse de un modo irracional…

Hermione dejó de hablar al bajar la vista y ver que tenía un par de botones de la blusa desabrochados y el inicio de sus senos expuesto.

La mano le tembló al cubrirse y el movimiento apresurado llamó la atención de Harry. Hermione se tensó cuando él la miró, se le aceleró la respiración, revelando su agitación.

Como si hubiera recibido una orden silenciosa, pero firme de Harry, Hermione dejó caer la mano que había alzado por modestia. Como respuesta a la masculinidad de Harry, sus reacciones físicas se hicieron más lentas, como si se paralizaran. Quedó en un estado lánguido casi hipnótico, que la sensibilizó. Hermione sabía que Harry la deseaba, que la necesitaba.

Toda su habilidad para razonar quedó suspendida y fue sustituida por el poder físico y emocional que conlleva la certeza de que, por una vez, ya no había barreras entre ellos. Harry se había despojado de su armadura de frialdad y le dejaba ver que en realidad era un ser humano muy vulnerable.

Por vez primera compartían algo: el deseo de que Teddy estuviera bien. Como Hermione no podía negar consuelo a una persona que estuviera sufriendo, no se le ocurrió siquiera rechazar a Harry, ni separarse de él.

Sin embargo, no imaginaba que su propio deseo fuera tan intenso y poderoso como el de él.

Hermione lo amaba y lo deseaba. Para ella, el deseo sexual, aun cuando estuviera intensificado por el amor que sentía por Harry, había sido algo sofocado por una instintiva reticencia debido en parte a su falta de experiencia.

De pronto, mientras Harry la abrazaba y susurraba su nombre contra la piel suave de sus senos, a Hermione la invadió una oleada salvaje de deseo… una necesidad tan intensa que la hizo perder el aliento y proferir una exclamación de impaciencia, quería quitarse la ropa con rapidez y luego desnudarlo a él para yacer a su lado, piel contra piel. Tuvo que morderse el labio para no decirle a Harry que se apresurara… A Harry le temblaban las manos al quitarle la blusa, podía percibir el olor de su piel acalorada. Le sacó la camiseta de la cintura de los vaqueros, acariciando su pecho con posesividad, lo que aumentó el calor que la invadía. Y gimió de frustración al no poder quitarle la camiseta del todo.

— ¿Qué pasa? —susurró Harry temblando. Se apartó un poco para quitarse la camiseta—. ¿Quieres esto, Hermione? ¿Es esto lo que quieres… sentir mi piel en la tuya… mi cuerpo junto al tuyo?

La chica temblaba tanto que no podía hablar. Pero la reacción que tuvo su cuerpo al de Harry, fue una respuesta mucho más elocuente que cualquier frase que hubiera podido proferir.

Hermione nunca había imaginado que llegara a hacer nada semejante, pero cerró los ojos y se acercó más a Harry. Tenía los senos cubiertos sólo por el fino encaje del sostén y los apretó contra él, acariciando su pecho con ansiedad. No se dio cuenta de cuánto lo estaba excitando hasta que él profirió su nombre con una voz ahogada y gutural, y la abrazó. Su boca húmeda y cálida le recorrió el cuello; con las manos le acarició los senos… al principio con timidez, como si Harry temiera asustarla. Pero cuando ella se acercó más, como si le hiciera una súplica silenciosa, Harry le desabrochó el sujetador y le acarició los pechos desnudos. La sensación de su piel contra la suavidad de la de ella fue tan estimulante que la chica gimió de placer. Empezó a jadear cuando él le tocó los pezones ya erectos.

Hermione oyó que Harry le decía algo. A pesar de que intentaba controlarse, de que debía estar muy impresionado por su respuesta, la acostó en la cama, empujándola con la parte inferior de su cuerpo. Así, Hermione fue consciente de su excitación y se emocionó mucho al sentir su peso y su calor entre sus muslos, mientras él le besaba el cuello y luego bajaba la cara para besarle los senos.

Como si Harry supiera lo que ella experimentaba, como si también compartiera el deseo compulsivo que la invadía, no trató de explorar con suavidad sus senos hinchados, sino que empezó a succionarle un duro pezón. La sensación que invadió a Hermione fue tal que arqueó el cuerpo y se estremeció con un espasmo de deleite. Gimió con fuerza y le acarició los brazos, los hombros, la espalda, mientras se apoderaba de ella un ansia intensa.

Hermione no sabía que pudiera existir semejante sensación ni tal necesidad. Era un deseo tan profundo que borraba todo lo demás, que reducía el universo entero a ser sólo un punto en su cuerpo, allí donde la boca de Harry le provocaba tanto deleite que resultaba casi insoportable.

Harry le hablaba y sus palabras eran un bálsamo parecido a los besos que él le daba en la piel. Le decía que era tan exquisita y sensible que lo estaba haciendo perder el control; que la deseaba tanto que estaba a punto de perder la razón; que la quería más que a la vida misma. Hermione intentó responder a aquellas palabras fervientes y decirle que sentía lo mismo, que lo deseaba tanto que, a menos que Harry satisficiera su necesidad, aquella agonía la mataría.

Lo sintió desabrocharle la falda y guiar sus manos para quitarse los pantalones. Pero como si no pudiera soportar más la tardanza, él mismo se desvistió con rapidez. Hermione lo miró con tal falta de inhibición y con una avidez que era nueva para ella.

Harry era todo lo que un hombre debía ser. Mientras lo observaba detalladamente, el corazón de Hermione comenzó a palpitar con más fuerza. Lo deseaba, lo amaba y todos sus sentidos se concentraron sólo en Harry.

No había olvidado a Teddy. Sentía por él una angustia diferente, un dolor distinto. Y tal vez fuera su angustia lo que motivara aquella pasión tan desinhibida. Era como si el estar así con Harry fuera una especie de ritual… un apaciguamiento primitivo…. Y gozó intensamente cuando Harry la desnudó por completo y la contempló.

Hasta entonces, el cuerpo de Hermione sólo le había pertenecido a ella. Lo alimentaba, lo vestía y lo mantenía en buena condición física, pero no le parecía sensual ni erótico. Y no obstante, en aquel momento…

¿Era producto de su imaginación o su piel tenía de verdad un nuevo brillo, una nueva suavidad? ¿Sabría su cuerpo desde siempre cómo debía abandonarse con languidez femenina, cómo curvarse y moverse para que un hombre se estremeciera acariciándole la espalda? Harry no dejó de mirarla. Se percataba de todas las reacciones de Hermione y respondía a ellas, de modo que el deseo de la chica era alimentado por el de Harry. Pronto, empezó a decirle ella que quería algo más que la erótica caricia de sus dedos sobre su piel. El entendió que la joven deseaba tenerlo dentro de su cuerpo.

Hacía mucho tiempo que Hermione no hacía el amor. Sólo había experimentado la rápida e insatisfactoria consumación de una pasión adolescente que la había dejado sintiéndose traicionada, preguntándose por qué la gente se emocionaba tanto al hacer el amor. Harry intuyó algo así y dudó, como si temiera lastimarla. Pero Hermione conocía su cuerpo, sabía de qué era capaz y qué necesitaba. Así que se arqueó contra Harry, lo abrazó y lo sintió temblar cuando él ya no pudo contenerse más.

Fue un clímax simultáneo, intenso, casi salvaje, la explosión frenética de una necesidad mutua de expiar su angustia y su miedo. Su deseo escaló con rapidez hasta alcanzar una erupción ferviente que debilitó a tal grado a Hermione que fue incapaz de moverse. Todos sus músculos se relajaron y unas lágrimas de gozo le rodaron por las mejillas.

Estaba tan aletargada que ni siquiera podía enjugárselas. Harry se separó de ella. Al verla, se detuvo y con una increíble suavidad le secó las lágrimas con dedos y labios.

Su inesperada ternura, después de la intensidad violenta del clímax, le cerró la garganta a Hermione. Mientras estaba anulada por el mutuo deseo, no había podido pensar en nada más que en el momento que vivía. Pero aquello había terminado y la chica había vuelto a la realidad. Aterrada, se dio cuenta de lo que había hecho… Quiso moverse, cubrirse, arrastrarse a cualquier lugar y morir allí de vergüenza. Pero estaba demasiado cansada para moverse. Y, además, Harry la seguía abrazando.

Hermione cerró los ojos queriendo ocultar a Harry su vulnerabilidad.

No tenía que preguntarse qué lo había motivado a él. Para Harry sólo había sido sexo, un desahogo físico a su preocupación por Teddy. Después de todo, no era una reacción masculina extraña, dadas las tristes circunstancias. Eran como una pareja en vías de separación que, justo cuando el compromiso emocional ha terminado entre ellos, descubren una urgencia física arrolladora… Sin embargo, Harry seguía abrazándola, tocándola. Hermione empezó a temblar y sus pensamientos se convirtieron en algo confuso e incoherente. Harry la besaba, delineando con lentitud la estructura del rostro de Hermione, acariciando con la yema de un dedo su boca, mientras que exploraba con la lengua los delicados contornos de su oreja. Ella se estremeció de deleite. Su cuerpo volvió a excitarse de una manera que a ella le habría parecido imposible.

Aquella vez, Harry la tocaba con una lentitud deliberada, casi controlada, con un deseo que, aunque igual que antes, resultaba menos compulsivo y salvaje. En poco tiempo, Hermione experimentaba un deseo sexual que no era brusco, sino que parecía estar envuelto en una languidez sensual que la arrastraba hacia un delicioso abismo de deleite. La sensación se intensificó cuando Harry le acarició cada centímetro de su piel con la boca. Era una exploración tan íntima que Hermione empezó a gemir, ansiando la satisfacción, el desahogo y, al mismo tiempo, el placer que implicaba prolongar el dulce tormento.

La seductora caricia de la boca de Harry en su muslo interno; el íntimo roce contra la parte más sensible y delicada de su cuerpo… aquello fue lo que terminó con el control de Hermione, quien le dijo a Harry lo mucho que lo necesitaba; lo mucho que lo deseaba. Necesidad y deseo que fueron correspondidos por las arremetidas eróticas de Harry. Hermione respondió a su ritmo fluido de una manera que lo hizo exclamar su nombre en los breves segundos de intensidad física anteriores al clímax.

Más tarde, Hermione se quedó dormida. Sintió que Harry se alejaba de su lado y quiso retenerlo, pero estaba demasiado cansada para hablar.


Lo que la despertó fue el teléfono. Hermione se sentó en la cama, profiriendo el nombre del pequeño. Hizo un gesto al sentir la languidez de su cuerpo. Fue el estar desnuda lo que le impidió correr abajo para averiguar si había noticias de Teddy. Hermione se vistió con increíble rapidez, sin pensar en la nueva sensualidad que había en su piel. Más tarde, tendría tiempo para darse un baño. Entonces, lo que la preocupaba era el niño. Y su preocupación estaba alimentada por un sentimiento de culpa por lo que acababa de hacer. No podía entender cómo se había abandonado a la sexualidad que había compartido con Harry, sobre todo en aquellas circunstancias. No importaba que la chica se dijera que, a veces, la gente reacciona de manera extraña cuando está bajo una fuerte tensión. Tal vez aquello explicara la conducta de Harry, pero ella no iba a engañarse así. Amaba a Harry… y lo deseaba, pero nunca había imaginado abandonarse de una manera tan desinhibida, sobre todo sabiendo que él no sentía nada por ella.

Al ponerse la ropa, recordó que Harry la había deseado físicamente, aunque no sintiera más.

Hermione se quedó petrificada, sintiendo asco por sí misma. Él sólo quería desahogarse al hacer el amor con una mujer… con cualquiera.

La invadió la náusea. ¿Por qué no había pensado en ello antes? ¿Por qué se le ocurría cuando ya era demasiado tarde, cuando se había portado como una tonta, olvidando sus principios, sus creencias? ¿Se había conducido como una mujer para quien el sexo era sólo algo físico, y no, como Hermione pensaba, que debía estar unido al amor?

Bueno, ¿qué la unía a Harry? Nada… nada en absoluto.

Salvo que los dos querían mucho a Teddy y que estaban muy angustiados por el niño. Los dos habían actuado de una forma insensata por la angustia que sentían, y ninguno de los dos había podido hacer nada por impedir lo sucedido.

« ¿Qué estoy haciendo?», se preguntó Hermione, «trato de justificar los que es injustificable». Se estremeció. Lo que había sucedido era algo que ella podía aceptar y entender que pasara entre una pareja… Por ejemplo, entre los padres de un niño que estuviera perdido y quienes, impulsados por su necesidad de consolarse mutuamente, sintieran un deseo tan grande, que no pudieran evitarlo… Pero, entre dos personas que no eran amantes, que sólo se mostraban hostilidad y de las cuales sólo una de ellas amaba en secreto a la otra…

Hermione oyó que colgaban el auricular y se concentró de nuevo en Teddy. Como ya estaba vestida, bajó por la escalera deprisa. Harry estaba en el vestíbulo. Él alzó la vista y luego la bajó, como si no soportara ver a Hermione. Ella se quedó petrificada, pero se resistió al deseo de echarse a llorar y huir. Recordó que él era tan culpable como ella por lo ocurrido. Así que alzó la cabeza con orgullo.

—El teléfono —estaba tensa—. ¿Hay noticias de Teddy?

—No, todavía no. Era la policía para saber si había llegado a casa. Al parecer nadie lo ha visto, lo cual podría indicar que se dirige a Londres. Dios mío, cuando pienso en que es tan pequeño, tal vulnerable… Si tan sólo… —en aquel momento la miró de un modo tan penetrante que Hermione se ruborizó—. Respecto a lo que ha pasado antes… yo… no sé qué decir… salvo que…

—No necesitas decir nada —interrumpió Hermione, desesperada. Harry seguramente le diría que no debió suceder nunca, que él no quería que pasara algo así. Para Hermione, su actitud evidenciaba que él no la deseaba a ella en realidad… que no sentía nada por ella—. Los dos actuamos de manera irracional —tartamudeó conteniendo su dolor y su angustia.

Le demostraría a Harry que le quedaba algo de orgullo; no permitiría que él le dijera que no había significado nada. Aun si era una mentira, Hermione se aseguraría de que Harry estuviera convencido de que ella también quería olvidarse del incidente.

—Yo… yo creo que la gente a veces se porta de una manera… irracional, cuando está bajo una tensión intensa. Es… mejor que los dos nos olvidemos de todo el asunto. Después de todo, una vez que encuentren a Teddy… bueno, ya no será necesario que estemos juntos, ¿verdad?

—No, supongo que no —asintió Harry con una brusquedad extraña—. Claro, a menos que… —se interrumpió y la miró como si esperara que ella dijera algo. Pero Hermione no sabía qué era lo que Harry esperaba oír de sus labios—. Si hay… consecuencias… entonces, claro que me gustaría que me lo dijeras… para… para responsabilizarme por todo —añadió, muy rígido.

¿Consecuencias? Hermione abrió mucho los ojos al darse cuenta de lo que Harry quería decir. Cuando hicieron el amor, no se le ocurrió que pudiera quedar embarazada. Al pensar en la posibilidad, sufrió un fuerte mareo. Recibió una impresión tan intensa que tuvo que aferrarse a la barandilla para no caerse.

Embarazada… no, no podría estarlo. No tan pronto, no así, sin pensarlo, sin planearlo. « ¿Qué es lo que me pasa?», se dijo. « ¿Acaso era tan tonta que no sabía que era muy fácil y sencillo quedar embarazada?».

Se deprimió al reconocer lo feliz que habría estado, en otras circunstancias, de tener un ahijado de Harry… lo que sentiría al saber que el niño habría sido concebido en un momento difícil… lo especial que siempre sería aquel bebé… Claro que sería así si hubiese sido concebido con amor mutuo, si Harry sintiera lo mismo que ella, si la amara, si la necesitara a su lado para sentirse consolado y querido. Y no era el caso en absoluto.

El dolor que la embargó fue tan intenso e insoportable que la hizo atacarlo:

—Bueno, esperemos que no las haya. Después de todo, tú nunca quisiste tener a Teddy y…

—Eso no es cierto —habló tenso y decidido—. Ya sé que es lo que Teddy y tú pensáis, y tal vez todo el mundo, pero no es cierto —se rió con dureza—. Vaya, él no estaría aquí si no fuera porque moví cielo y tierra para que los de Servicios Sociales me dieran la custodia de Edward. No tenemos un vínculo de consanguineidad, básicamente hubiera ido a parar al sistema de adopciones. Remus siempre fue muy bueno cuando era pequeño y siempre fue como un tío para mí. Cuando nació Teddy tuvo que mudarse a Londres. Al parecer tenía problemas en la oficina, Dora trataba de ayudarlo lo más que podía y descuidaron a Teddy, a veces me siento enojado por eso, pero en una parte puedo comprender lo que era para Remus perderlo todo y no poder dejarle nada a su hijo. Cuando sucedió lo del accidente ellos por fin habían logrado la estabilidad económica por la que estuvieron trabajando todo ese tiempo – suspiró con amargura – pero no sirvió de nada tanto esfuerzo, porque al final no pudieron disfrutar de su hijo. Nunca supe por qué nunca me pidieron ayuda, nunca me dijeron que los problemas que tenían eran de dinero, si lo hubieran hecho mi ahijado aun tendría a sus padres con él. Siempre pensé que les importaba más el trabajo que su propio hijo. No quiero eso para Edward, se lo que es vivir pensando que los adultos no te quieren lo suficiente, pero es que no sé cómo acercarme a él.

La amargura que había en la voz de Harry estremeció a Hermione, quien olvidó su propia angustia al darse cuenta de que él era sincero.

— Dios mío, ¿en dónde está mi ahijado?

La angustia de Harry la hizo acercarse a él para consolarlo, para compartir su dolor. Sin embargo, Hermione se detuvo al recordar lo que había sucedido.

Deseaba poder hacer algo, en vez de esperar en la casa y dejar que otros entablaran la búsqueda. Y, si a ella la desesperaba aquello, Harry debía sentirse mucho peor, pues él estaba acostumbrado a controlar las situaciones.

Media hora después el teléfono volvió a sonar y ambos se quedaron petrificados, sin poder moverse, hasta que Harry se abalanzó sobre el aparato y cogió el auricular.

Mientras Harry escuchaba lo que decían, a Hermione se le contrajo el estómago.

Le pareció que pasaba una eternidad antes de que Harry hablara:

—Sí, sí, entiendo. Gracias —colgó el auricular con tanto cuidado que una terrible aprensión invadió a la chica. Cuando Harry se volvió hacia ella, su rostro estaba insondable y sus ojos no tenían el menor brillo.

Hermione se asustó y los labios se le resecaron tanto que tuvo que humedecérselos antes de preguntar:

— ¿Ya han encontrado a Teddy…?

—Sí, así es.

La voz de Harry le retumbó en los oídos mientras sintió un fuerte mareo. Él parecía estar tan agotado, tan impresionado…

Empezó a tambalearse de miedo. Harry la miró en aquel momento y maldijo en voz baja mientras se acercaba a ella corriendo para cogerla de los brazos.

—Hermione, todo está bien. Teddy está bien. Está sano y salvo… Lo encontraron en una vieja casucha, donde se refugió. Lo que pasa… es que les dijo a los policías que no quiere volver a casa. Me han pedido que vaya a la comisaría. Y yo me preguntaba si… ya sé que es una imposición de mi parte después de todo lo que ha pasado, pero… ¿podrías acompañarme?

Hermione no podía hablar, sólo asintió con la cabeza, concentrada en el hecho de que Teddy estaba bien, que no había sufrido ningún daño.

Harry condujo hacia la comisaría de policía. Al parecer, controlaba sus emociones y reacciones, pero Hermione ya lo conocía muy bien y sabía que él sufría tanto como ella.

¿Cómo podía haberle dicho que él no quiso tener la custodia de Teddy, cuando sabía cuánto significaba su ahijado para Harry, por más que él tratara de ocultarlo? Le dolía haberlo herido, a pesar de que lo había hecho para protegerse a sí misma.

Si ella estaba embarazada, jamás pensaría en abortar. Claro, no todas las mujeres son iguales, Hermione pensaba que la ex mujer de Harry había sido una mujer superficial y vanidosa, más interesada en ella misma que en sacar adelante un matrimonio. Y también había sido manipuladora, pues había utilizado a Teddy para herir a Harry y lo había hecho temer a su propio padrino.

Cuando llegaron a la comisaría, los llevaron a una pequeña habitación. Allí estaba Teddy, muy cansado y asustado, y una mujer policía lo consolaba. En cuanto vio a Hermione, corrió hacia ella. La chica se arrodilló para estar a su nivel y lo abrazó. Le acarició la cabeza mientras lloraba de alivio al sentir su cuerpecito contra el suyo.

En el otro extremo de la habitación, Harry hablaba con el detective que había dirigido la búsqueda de Teddy. Hablaban en susurros, pero Hermione pudo captar algunas palabras.

El detective decía algo acerca de «una pelea» y de que Teddy se había puesto «triste». Pero el pequeño lloraba tanto que Hermione ya no pudo oír más.


Mucho más tarde, cuando Teddy ya estaba en su cama y bien dormido. Hermione se decidió a salir de la habitación del niño para que Harry, en la cocina, le contara toda la historia.

—Parece que Teddy nos oyó discutir la otra noche —explicó Harry cuando Hermione le preguntó si la policía había descubierto el motivo de la huida del niño.

Ella no había querido preguntárselo a Teddy ya que él estaba rendido física y emocionalmente.

—Al parecer, él quería estar contigo. Así, mientras yo estaba aquí, en el estudio, él se vistió y salió de casa. Pero en la oscuridad, se perdió y ya no supo volver. Entonces, se asustó mucho. Cuando encontró esa casucha abandonada, se refugió allí. Creo que debió quedarse dormido. Yo creía que ya estaba progresando con él, Hermione, que empezaba a olvidar su odio por mí —estaba tan angustiado que a Hermione se le hizo un nudo de emoción en la garganta. Deseaba abrazar a Harry y consolarlo con tanta ternura como lo había hecho con el niño. Nunca le habían parecido los dos tan semejantes… tan vulnerables.

Pero tuvo que recordarse con firmeza que lo último que Harry quería era tener la seguridad de su amor.

—Las cosas no pueden seguir así —comentó Harry, sombrío—. Yo esperaba que Teddy estuviera adaptándose a la casa, que me aceptara como su padrino, pero ahora… Él te necesita y quiere que estés a su lado.

El corazón de Hermione se estremeció de dolor y de culpa.

—Es muy pequeño —aseguró—. Y no olvides que no está acostumbrado a los hombres. Se crio con su abuela… Y yo no he mejorado la situación, ¿verdad? He tenido tanto miedo a abrumarlo… a sofocarlo con mis emociones y mis necesidades, que me he contenido… esperando que él llegara a quererme. Pero, en vez de eso…

—Necesita tiempo para adaptarse… para acostumbrarse a ti —trató de darle aliento.

— ¿Eso crees? —hizo una mueca—. Creo que los dos sabemos que no es cierto. No puedo borrar toda la soledad que ha sentido desde pequeño, la falta de sus padres, Edward… Teddy nunca se dará cuenta de que yo… —se interrumpió y negó con la cabeza.

Hermione tuvo que retomar la conversación.

—Pues te equivocas. Creo que Teddy sí te quiere, pero es demasiado pequeño aún y está confundido. Y tienes que recordar que él sigue creyendo que no lo quieres.

— ¿Que no lo quiero? Claro que lo quiero —Harry habló con voz ronca—. Es mi ahijado, maldita sea… la única familia que tengo.

—Bueno, no todos los padrinos aman a sus ahijados —señaló la chica, con tristeza—.

Hermione se dio cuenta de que Harry quería mucho a su ahijado y sintió lástima por él, pues Harry no sabía cómo demostrarle su amor, cómo manifestar físicamente a Teddy lo mucho que él significaba. Por ello, Harry se mantenía alejado, temiendo que, cuando le hiciera ver a su ahijado lo mucho que lo quería, llegara a sofocarlo con un cariño que el niño no deseara tener.

—Tal vez si le demostraras cuánto lo quieres —sugirió Hermione con suavidad—. En vez de mantenerte alejado de él…

De inmediato, Harry negó con la cabeza. La interrumpió hablando con brusquedad:

—Ya te he dicho que él no quiere que yo lo quiera. ¿Sabes lo que le dijo a la policía cuando lo encontraron? Declaró que me odiaba y que no quería estar contigo. Les dijo que no deseaba vivir conmigo porque yo te había despedido; que quería que fuera yo quien estuviera muerto…

Hermione sintió una enorme compasión por Harry.

—Es muy pequeño, Harry —susurró emocionada—. Eso es todo. Siente apego por mí porque yo soy mujer. Él ha sido criado por mujeres, y a nosotras nos resulta más fácil bajar la guardia y revelar nuestras emociones.

— ¿De verdad?

Hermione se ruborizó por la mirada que Harry le lanzó. La chica recordó cuánto había bajado ella misma la guardia y en qué circunstancias. Nunca, ni en sus sueños más atrevidos, había creído ser capaz de tanta sensualidad, de expresar tanto erotismo. Se estremeció un poco. Había tratado con desesperación de borrar aquellos recuerdos de su mente, de deshacerse para siempre de ellos, de olvidar que había sucedido, pues que sabía que Harry ya debía de haberlos enterrado en el pasado.

—Será mejor que vaya a ver cómo está Teddy —susurró Hermione con la voz temblorosa. Sabía que usaba al chiquillo como pretexto para escapar de Harry. Y, lo peor de todo, por la forma que tuvo Harry de mirarla a los ojos, Hermione se dio cuenta de que él también lo sabía y de que no podía engañarlo.

Necesitamos hablar. El comentario tan abrupto hizo que Hermione se tensara y que dejara en la mesa su taza de café.

Eran las ocho de la noche y ella acababa de ver a Teddy. Antes de que Harry hablara, ella se disponía a decirle que ya era hora de marcharse.

Teddy se había recuperado bastante bien de su experiencia. Se había despertado durante la tarde y, aunque no habló de lo que le había pasado, se aferró física y emocionalmente a Hermione. Ésta pudo al fin preguntarle por qué había huido.

La policía estaba en lo cierto. Teddy había oído a Harry y a Hermione discutir y había decidido que, si la chica no volvía a la casa, él no quería quedarse con su padrino. Entonces Hermione le dijo con suavidad que su padrino lo quería mucho y que se había preocupado al no encontrarlo por ninguna parte. También le dijo que los adultos a veces discuten, pero que, en ocasiones, no tiene mucha importancia. Teddy pareció aceptar las palabras de Hermione, aunque seguía evitando tener cualquier contacto con Harry.

De pronto, Harry habló de modo cortante:

—Teddy te necesita más que a mí. Ya sé que no estás dispuesta a vivir en la casa, pero me preguntaba si podrías cambiar de opinión.

¿Qué podía decirle ella? Quería negarse, pero intuía que Harry insistiría… Y tampoco podía recordarle que ellos habían decidido antes de que apareciera Teddy, que Harry buscaría otra niñera para su ahijado.

Como siempre, su buen corazón fue quien tomó la decisión. Además, si Hermione era sincera consigo misma, debía reconocer que deseaba quedarse. Aun cuando significara que sufriría mucho más que hasta entonces. ¿Era de verdad lo que deseaba? Ya estaba demasiado involucrada emocionalmente con Teddy. Y en cuanto a Harry… ¿cómo podría vivir en la misma casa que él, después de lo ocurrido? Pero, por el bien de Teddy, ¿cómo iba a negarse a vivir con ellos? Inhaló hondo y desechó sus propios sentimientos con firmeza diciéndose que, por el momento, las necesidades de Teddy eran prioritarias.

—No quiero presionarte emocionalmente —susurró Harry, tenso—. Pero, por el bien de mi ahijado…

—Por el bien de Teddy, me quedaré —aseguró Hermione—. Pero con una condición: tú tendrás que tener tiempo libre para estar con Teddy… para conocerlo y permitirle que te conozca.

Se dio cuenta de que Harry se disponía a hablar, pero se lo impidió. Debía decirle todo lo que quería antes de que perdiera el valor y la posibilidad de hacerlo entender que era muy importante cerrar de una vez por todas la brecha que lo separaba de Teddy.

—Ya sé que vas a decirme que estás demasiado ocupado para dejar de trabajar y tomarte unas vacaciones cortas, pero eso es lo que tienes que hacer. Debes poner a Teddy por encima de todo. Los dos debemos hacerlo.

Se hizo un silencio difícil. Hermione contuvo el aliento, esperando que Harry se opusiera. Sin embargo, el alivio la inundó al oírlo hablar:

—Me imagino que, si no acepto, te negarás a quedarte en casa… ¿verdad?

Hermione estuvo tentada a asentir, pero su conciencia no se lo permitió, así que negó con la cabeza.

—No, no puedo amenazarte de esa manera… pero tú debes entender que es de vital importancia que establezcas contacto con Teddy. Y la única forma de lograrlo es pasando tiempo con él. ¿No te das cuenta de que no basta con que me digas a mí que lo quieres? Tienes que demostrárselo primero a Teddy. Debes ganarte su confianza… su cariño.

Se hizo otra pausa. Hermione volvió a contener el aliento.

—Muy bien —aceptó, reacio—. Mañana tendré que ir a la oficina a arreglar un par de cosas… pero sólo mañana. Cualquier urgencia que surja tendrá que resolverse desde aquí.


Harry cumplió su palabra. Casi una semana después de la huida de Teddy, Hermione recibió una agradable sorpresa una mañana cuando el niño le hizo una pregunta a su padrino, en vez de a ella.

Claro, el niño sólo quería saber cómo iban a pasar el día, pero ya era un avance. Y Hermione miró de reojo a Harry y se dio cuenta de que él también se daba cuenta de que aquello representaba un gran progreso.

Aquella misma mañana, Hermione recibió otro motivo de alegría al descubrir que no estaba embarazada de Harry… Bueno, trató de decirse que era una alegría y se recordó todas las razones por las que no le habría gustado descubrir que estaba embarazada. Sin embargo, un pequeño dolor la laceraba porque, en realidad, sí le hubiera gustado tener un hijo de Harry.

Cuando bajó a la cocina, oyó que Teddy le preguntaba a su padrino si podían comer en McDonald's. La chica fue presa de una gran desolación al darse cuenta de que, si no podía tener un hijo de Harry, nunca tendría hijos. Nunca, ningún hombre significaría tanto para ella como Harry. Y el solo hecho de pensar en compartir con otro la intimidad que había tenido con él, a pesar de que eso no hubiera significado nada para Harry, le parecía un sacrilegio.

Hermione hizo un tremendo esfuerzo para acallar sus sentimientos y vivir en la misma casa que Harry. Sufría al percatarse de que él la evitaba. ¿Acaso el recuerdo de la intimidad compartida le provocaba a Harry tanta repulsión y bochorno que tenía que hacer un gran esfuerzo por soportar la presencia de Hermione, por el bien de Teddy?

A veces, Hermione consideraba que era tan consciente de Harry, que no sabía cómo soportar tanta agonía. Y sin embargo, siempre lograba recordar por qué estaba viviendo en aquella casa y lo importante que era para Teddy que ella y Harry presentaran ante él una relación armoniosa y unida.

Al mismo tiempo, Hermione comprendía lo difícil que eran las cosas para Harry. Ella lo miraba cuando él no se daba cuenta y la forma que tenía que observar a su ahijado, la llenaba de compasión. ¿Cómo había podido dudar alguna vez de que amara a Teddy? Deseaba hacer desaparecer para siempre todas las barreras que existían entre ellos. Teddy era un niño muy afectuoso por naturaleza, pero la falta de sus padres mientras crecía lo había hecho desconfiar tanto del padrino, que su relación no parecía progresar. Como el día que Harry los llevó a pasear por el campo. Teddy se negó a andar junto a su padrino. Se acercó a Hermione y le pidió a Harry que él fuera detrás de ellos, solo.

No obstante, sí había progresos, concluyó Hermione. La noche anterior, Harry le había leído un cuento a Teddy antes de dormir y el pequeño ya le hablaba directamente a su padrino.

Sin embargo, no era una sorpresa que Harry estuviera tan cansado. Queriendo a Teddy tanto, debía tener una tensión casi insoportable.

Pero Hermione estaba convencida de que, con el tiempo, Teddy se acercaría a su padrino, superaría su arraigada desconfianza y llegaría a aceptar el amor de Harry. Y, cuando aquello pasara, Hermione ya no sería necesaria en aquella casa. ¿Qué sentiría cuando sucediera? ¿Qué experimentaría cuando tuviera que irse?

¿Expulsada del Edén? Pues lo que estaba viviendo era un extraño paraíso que la llenaba de desolación y la hacía llorar por las noches para apaciguar el dolor que la atormentaba, el deseo de querer mirarlo a los ojos y de descubrir reflejado en ellos el amor que ella le profesaba.

Sueños idiotas, imposibles… ¿Por qué rayos se aferraba Hermione a ellos cuando sabía que sólo aumentaban su dolor y su desesperanza?


Aquella noche, después de bañar a Teddy, Hermione lo metió en la cama y lo arropó. Al darle un beso de buenas noches, Teddy la abrazó con fuerza.

—Me gustaría que fueras mi mamá, Hermione.

A la joven se le llenaron los ojos de lágrimas y tuvo que bajar la vista para que Teddy no las viera. Al volver la cabeza, se quedó petrificada.

Harry estaba en el umbral de la puerta. Al mirarlo a la cara, Hermione supo que habría oído el comentario.

Él permaneció de pie durante un momento, mirándola con detenimiento, antes de volverse y alejarse sin hacer ruido.

— ¿Va a venir mi padrino a leerme un cuento esta noche? —inquirió Teddy. Por una vez, aquel signo de que estaba por fin aceptando el papel que Harry desempeñaba en su vida, no logró animar a Hermione.

—Supongo que sí —respondió automáticamente y se dirigió a la puerta. Cuando bajó, no vio a Harry en la cocina, aunque había luz bajo la puerta del estudio.

Llamó a la puerta. Cuando él abrió, Hermione habló deprisa, sin poder mirarlo a los ojos.

—Teddy te está esperando para que le leas un cuento.

Se alejó sin esperar respuesta, demasiado abochornada y consciente de lo que Harry debió sentir al oír el comentario de Teddy, como para quedarse allí, delante de él.

Hermione sabía que Harry toleraba su presencia en la casa por el bien de Teddy a duras penas. Él la rechazaba con mucha frecuencia, de modo que Hermione no abrigaba esperanza en ese sentido.

Cada vez que, por accidente, Hermione se acercaba a él, Harry retrocedía, distanciándose de ella físicamente, igual que se alejó de ella emocionalmente el día que hicieron el amor… No, no hicieron el amor, sólo tuvieron relaciones sexuales. Hermione se estremeció de asco al pensarlo así, pero no alteró su descripción de los hechos. Por nada del mundo se engañaría con lo que estaba pasando. Nada de lo que había ocurrido entre ellos significaba algo para Harry.

Hermione lo oyó subir por la escalera. Ella se fue a la cocina y supuso que Harry volvería a trabajar a su estudio más tarde. Vivían en la misma casa pero, cuando Teddy se iba a dormir, se mantenían estrictamente separados. Hermione se limitaba a la cocina y a su habitación, y Harry solía encerrarse en el estudio.

Hermione fingió leer el periódico cuando oyó bajar a Harry. Sin embargo, él no entró en el estudio, sino a la cocina. De la impresión, Hermione alzó la vista.

—Yo… me voy unos cuantos días —anunció bruscamente—. Es… por negocios y me temo que no puedo resolverlos desde aquí.

¿Qué podía decir ella? ¿Recordarle lo importante que era que Harry le diera tiempo y atención a su ahijado?

Abrió la boca para protestar, pero se retractó, sabiendo que sería una pérdida de tiempo. « ¿Cómo le puede hacer esto Harry?», se preguntó, triste y enojada a la vez. « ¿Cómo puede alejarse de Teddy justo cuando éste empieza a perderle el miedo?».

— ¿Es necesario? —preguntó la chica tensa, con sequedad, revelando todo lo que no se atrevía a decir.

Él se ruborizó.

—Sí —estaba cortante. Sin embargo, no la miró a los ojos y Hermione intuyó que él le ocultaba algo… que no era sincero del todo—. Me iré mañana a primera hora —anunció Harry.

Hermione apretó la boca y Harry le causó una fuerte impresión al aclarar:

—Ya le he explicado la situación a Teddy. Creo que me entiende. Estaré fuera un mes.

Un mes. Hermione tragó saliva. Estaba tan atónita que no pudo decirle que no podía dejarla sola a cargo de Teddy durante tanto tiempo.


Aquella noche, mientras se acostaba, Hermione deseó poder entender la situación como Harry le había dicho que lo hizo Teddy. Harry le había prometido que el pequeño sería la prioridad de su vida, que se concentraría en desarrollar la confianza que su ahijado debía tener en él… y Hermione siempre había creído que Harry era el tipo de hombre que, cuando da su palabra, nunca se retracta y menos por razones económicas. Hermione sabía que él era muy responsable y muy atento con su personal, pero seguramente Teddy debía tener prioridad, ¿o no?

Y anunciar con tanta calma que se iba un mes… No, Hermione se dio cuenta de que Harry no estaba nada tranquilo, sino tenso y molesto. Pero, ¿por qué dejaba a Teddy justo cuando el niño empezaba a demostrarle su afecto?

Hermione deseó tener valor y confianza para hacerle todas aquellas preguntas. Pero sabía que no podría, ni siquiera por el bien de Teddy, por mucho que hubiera llegado a querer al chiquillo.

Hermione tragó saliva y revivió el doloroso momento en que el niño le dijo que le gustaría que ella fuera su madre.

¿Temía Harry por eso que… ella..?, ¿qué? ¿Qué Hermione se aprovechara de la dependencia de su ahijado para…?

Los ojos de la chica se anegaron de lágrimas. Harry no podía tener una opinión tan mala de ella, ¿o sí? Seguro que el hecho de que Hermione no se hubiera referido nunca a lo que había pasado entre ellos el día de la desaparición de Teddy, debía demostrarle que ella sabía que él no quería recordar el episodio.

Cuando al fin se quedó dormida, después de llorar durante mucho tiempo, el corazón de Hermione fue embargado por el dolor de amar a Harry y saber que él nunca correspondería a ese amor.

Cuando bajó a la mañana siguiente, Harry ya no estaba en la casa. Había dejado un seco mensaje para la chica, disculpándose por salir sin despedirse y dándole las gracias por todo lo que había hecho y hacía por Teddy.

A él también le dejó una nota. Era un gesto conmovedor y tierno que Harry jamás habría hecho hacía algunos meses. Durante el desayuno, a pesar de su tristeza, Hermione insistió en hablar de Harry, decidida a reforzar el vínculo que empezaba a forjarse entre ahijado y padrino.

Más tarde, a la hora de dormir, Teddy declaró:

—Me gustaría que mi padrino estuviera aquí; ¿a ti no, Hermione?

Ésta sonrió y no dijo nada. ¿Qué podía decirle a Teddy para que éste entendiera su tristeza?

Hermione temía que Harry hubiera adivinado que lo amaba. Estaba segura de que Luna y Ron ya lo sabían, aunque ninguno de los dos le había hecho el menor comentario al respecto.

Pasó una semana sin que tuvieran noticias de Harry. Hermione se decía que ella no debía esperarlas, aunque él debía enviarle a su ahijado una tarjeta desde dondequiera que estuviera lidiando con aquel negocio de vital importancia.

Hermione dormía mal y pasaba los días en un estado de desolación, esforzándose en animarse por Teddy. Reconocía que la sola presencia de Harry en la casa la había ayudado a soportar su calvario, a pesar de que había sufrido su distanciamiento físico, como si a veces él no tolerara estar en la misma habitación que la joven.

Hermione había metido a Teddy en la cama y la casa estaba aseada, así que ya no tenía nada más que hacer. Como no le apetecía leer, encendió el televisor con la intención de ver el noticiario. Sin embargo, los largos días de soledad y desesperación la habían dejado rendida y la chica se quedó dormida aun antes de que empezara el programa.


Media hora después, al entrar en la casa, Harry la encontró dormida en el sofá, Tenía el aspecto de una niña y no de una mujer, con el cabello recogido y el rostro sin maquillaje.

Mientras él la contemplaba, lo invadió una oleada de ansiedad. Se había ido de la casa porque no podía soportar la agonía de vivir tan cerca de Hermione; y estaba de vuelta porque ya no podía vivir sin ella.

Dolor si se quedaba; dolor si se marchaba. Hizo una mueca. No había paliativos para el amor que sentía por Hermione. Ella había aclarado las cosas muy bien el día que él perdió la cabeza y fue lo bastante tonto para ceder a su amor, a su necesidad de ella, de apaciguarlo de la manera más primitiva y apasionada que se le ocurrió. Nunca se perdonaría aquello… nunca.

Hermione se movió, dormida. Harry estaba a punto de alejarse, pero ella en aquel instante abrió los ojos.

—Harry.

Hermione lo miró sin poder creer lo que veía.

Se le aceleró el corazón y se le enronqueció la voz por la emoción de verlo. Lo absorbió con la mirada, dirigiendo el hecho de que su presencia era real y no producto de su imaginación.

¿Cuántas veces había estado sentada allí, por las noches, fantaseando con que él llegaba, que la abrazaba y…?

Hermione volvió a la realidad con rapidez.

—Pero, dijiste que te irías durante un mes.

—Sí —estaba tenso como si tratara de controlarse a sí mismo.

Hermione lo observó con detenimiento y se quedó impresionada al ver que Harry había perdido peso y que la intensidad normal de sus ojos había disminuido mucho, como si experimentara una tensión emocional considerable.

—No pude quedarme lejos más tiempo —pareció hablar con dificultad, como si reconociera ante ella una especie de fracaso.

Hermione no supo qué decir por un momento. Estaba atónita para poder reaccionar. Luego, entendió las palabras de Harry y la embargó la alegría y la compasión al adivinar lo que pasaba.

—Echabas de menos a Teddy —susurró con suavidad.

— ¿A Teddy? —la miró fijamente y gruñó—. Sí, extrañé a Teddy, pero no tanto como a ti. Dios mío, Hermione, no debería decirte todo esto, después de todos los problemas que ya te he causado, pero al entrar aquí y verte dormida… al recordar lo que sentía al tenerte entre mis brazos, al tocar tu cuerpo, al sentir cómo respondía al mío… Después de lo que pasó con Ginny, juré que no dejaría jamás que ninguna mujer volviera a enamorarme; que jamás me pondría en una posición de vulnerabilidad emocional y que preferiría vivir sin el sexo antes que arriesgarme de nuevo a sufrir el peligro de unirme emotivamente a una persona que, tal vez, un día cambiaría de opinión y me abandonaría. Y creí que lo había logrado.

—Harry… —Hermione no podía creer lo que oía, e iba a protestar cuando él la calló con un gesto de la mano.

—Entonces, te conocí. Desde el primer momento, cuando te vi sentada bajo aquel árbol con Teddy… cuando me mirasteis con desagrado y miedo, supe que no valían las reglas que me había impuesto. Fue tan intensa y repentina la tentación de abrazarte… Jamás había sentido nada parecido. Me dije que estaba demasiado susceptible, debido a mis problemas con Teddy, pero en el fondo sabía que era un pretexto para no afrontar la verdad. Lo que sentí por ti era muy diferente de lo que encontré con Ginny. Mucho antes de que Teddy huyera por segunda vez, dejé de engañarme a mí mismo. Sabía que te amaba y que te amaría el resto de mi vida. No puedo decirte que me perdones por lo que hice… esos recuerdos son demasiado valiosos para mí. Te juro que no tuve la intención de que las cosas quedaran fuera de control. Sólo quería abrazarte. Pero, cuando te tuve entre mis brazos… —se estremeció.

Hermione, que lo escuchaba cada vez más atónita, se estremeció también, recordando lo que había sucedido entre ellos. Las palabras de Harry la sensibilizaron eróticamente, pero se contuvo, diciéndose que lo que estaba escuchando debía ser una alucinación.

—Me fui por el bien de Teddy, inventando un imprevisto, porque sabía que si me quedaba, me volvería loco de desearte tanto. Sin embargo, cuando me fui, fue peor. Pensaba en ti noche y día, me despertaba por la noche ardiendo, pues soñaba contigo, necesitaba abrazarte —se detuvo con brusquedad y luego prosiguió—: No debería estar diciéndote esto. No pensaba decirte nada. Venía para decirte que te fueras, que pensaba que Teddy estaba dependiendo demasiado de ti. Ni siquiera tenía agallas para decirte la verdad.

—Mira, Harry… —trató Hermione de interrumpirlo una vez más sin éxito.

—Oí que Teddy te dijo que deseaba que fueras su madre. Dios mío, no puede desearlo más que yo, Hermione. Quisiera que fueras su madre, mi esposa, mi amante, mi mujer. Me gustaría dejar de recordar cómo me abriste tus brazos cuando te necesité, cómo te entregaste a mí con tanta generosidad y ternura. Hermione…

—Harry, escúchame —la angustia con la que pronunció su nombre hizo que a Hermione se le llenaran los ojos de lágrimas. Se acercó a él, pero Harry volvió a hablar. Aquella vez dijo su nombre con cierto rechazo lo que la hizo detenerse y mirarlo a los ojos.

—No, no te acerques más —suplicó—. Si lo haces…

Su frase le dio a la chica el valor que necesitaba. Hermione se deshizo de su miedo, de su timidez, y recordó todo lo que él le había confesado. Se acercó con decisión.

—Si lo hago, ¿qué pasará?

Ya estaba tan cerca que su aliento abanicó el rostro de Harry. Su aroma masculino la hizo estremecer.

—Yo… —se detuvo. Cuando ella le miró la boca, él gimió su nombre revelándole todo lo que sentía. Hermione alzó más la vista, lo miró a los ojos y comenzaron a temblarle los labios.

Harry la abrazó con desesperación y la besó con fuerza. El beso fue tan posesivo y brusco que casi fue incómodo. Pero a Hermione no le molestó porque aquello demostraba que lo que estaba pasando era real. No era un beso de seducción, sino el de un hombre embargado por una emoción tan profunda e intensa que ya no podía controlarla. Así que Hermione lo recibió con felicidad, deleitándose con los gruñidos de Harry y con las caricias que él le hacía, amoldándola y tocándola como si no pudiera creer que ella estuviera allí.

Cuando Harry le tocó los senos, ella se estremeció. Mareada por el deseo, le devolvió las palabras de amor que él le susurraba. Estaba invadida por una felicidad al saber que Harry la amaba que la hacía sentirse eufórica.

—Te deseo. Te deseo tanto —susurró Harry al enmarcarle el rostro con las manos—. Pero todavía no, hasta que te haya convencido de que te amo… hasta que me hayas perdonado por tratarte tan mal… hasta que me convenzas de que esto no es un sueño y de que no despertaré lejos de aquí, sin ti, no. Me amas, ¿verdad, Hermione? No haces esto porque te dé lástima, ¿verdad? Yo sé lo tierna y compasiva que eres, sé que no puedes ver sufrir a nadie.

—Te amo —dijo con la voz temblona. Pero perdió toda aprensión cuando él empezó a besarla. Su cuerpo respondió con alegría a Harry, a su amor y a su deseo.

Concentrados uno en el otro, abrazándose con fuerza, ninguno de los dos oyó que la puerta del estudio se abría, hasta que Teddy preguntó con curiosidad:

—Padrino, ¿por qué estás besando a Hermione?

— ¿Por qué? Porque va a casarse conmigo y a ser tu nueva mamá y yo seré tu nuevo papá, por eso. Por lo menos, espero que quiera casarse conmigo —murmuró Harry con serenidad. Se apartó un poco de Hermione para mirarla a los ojos.

En los de él había suficiente inseguridad y miedo como para que Hermione recordara en Harry la vulnerabilidad de Teddy. Se acercó de nuevo a Harry y le cogió a Teddy de la mano.

—Me encantaría casarme contigo, Harry —susurró con amor—. Pero hay una condición.

— ¿Qué condición? —inquirió con brusquedad.

Ella susurró contra sus labios, pasando por alto la tensión que lo invadía y murmuró:

—No quiero que Teddy sea hijo único. Te amo y deseo que me des tu amor. Y quiero tener más hijos contigo, Harry.

—Bueno, en ese caso no hay problema… estoy de acuerdo contigo. Teddy necesita tener hermanos. Aunque lo que más necesita ahora es irse a la cama y quedarse bien dormido.

La miró de una forma que la hizo sonrojarse y reír. Hermione no dijo nada cuando Harry cogió en brazos a Teddy y se dirigió a la puerta con él. Enseguida estaría abrazándola a ella… acariciándola, amándola. Harry se detuvo al llegar a la puerta y la miró adivinando lo que Hermione pensaba, su necesidad y su amor.

Por encima de la cabeza de Teddy, susurró muy bajito:

—Te amo.

De repente, como si ya no pudiera contenerse más, con Teddy aún en sus brazos, se acercó a Hermione y la besó con suavidad en los labios. El beso se ahondó hasta que Teddy protestó, soñoliento, ya que lo estaba apretujando.

—Pronto. Volveré muy pronto —prometió Harry al salir con Teddy de la habitación.

Fin


Para próximos lectores no me enojo si me dejan un comentario. Besos.