Disclaimer: Nada asociado al mundo de Digimon me pertenece.
Nota de Autor:
¡Hola tú, quien quiera que seas! Muchas gracias por acabar en esta historia, ya sea por destino o azar (?) Nah, ahora hablando como siempre hago, venía pensando en esta historia dese hace meses. Al fin he podido escribir un capítulo, así que espero que los demás salgan más fácilmente, ya que tengo toda la trama cuidadosamente planeada, oh yeah.
Me gusta mucho esta pareja, no lo sé. Es como mi fetiche. Como suele ser mi tónica, el comienzo es lento, pero trataré (ya no prometo) actualizar seguido apenas acabe la semana de exámenes y, de paso, actualizar mi historia Takari que está llena de telarañas antes de que estren Adventure Tri. Nótese que en esta historia, al igual que en la anterior que mencioné, los protagonistas ya están más crecidos (Tai y Mimi apenas pasando los veinte, en este caso).
Solo me queda pedir que, en caso de no respaldar esta pareja, no me agarren a tomatazos en los comentarios ni similares, y que en caso de cualquier corrección, me dejen saber ya que estoy subiendo esto algo apurada y no lo he revisado. Y en caso de que les guste la historia, pues ¡eureka! Me sentiré muy bien con lo que escribí.
Disfruten.
Etéreo
—Prólogo: El inicio fue la llamada—
Los ojos de Taichi estaban comenzando a cerrarse y parecía que, a cada oración que avanzaba, también lo hacía la fatiga. Fue en el punto donde su cabeza se estaba ladeando, preparado para caer en un sueño profundo, cuando su celular sonó y le provocó un sobresalto tan fuerte que el libro que tenía entre sus manos por poco se cae.
Era Sora quien lo llamaba.
—¿Sí? —respondió, en lo que parecía ser un estado de trance.
—¡Pero que voz! —Sora comenzó a reír, mientras Taichi trataba de despertarse completamente— ¿Estabas durmiendo?
—Trataba de estudiar. —Taichi dejó escapar un bostezo.
—Veo que te resultó muy bien.
—¿Qué sucede?
—Calma, nada serio. Solo quería pedirte un favor, en caso de que aún no te quedara demasiado por repasar—la voz de Sora era ahogada a ratos por otra de extraña procedencia, y Taichi notó que se trataba de los altoparlantes de un supermercado.
—¿Estás de compras? —Se había levantada de la cama, estirándose en caso de que el favor de Sora requiriera abandonar su aposento de la pereza.
—Sí, se presentó algo así como una situación inesperada. Y era eso de lo que te quería hablar.
—Dime.
—Mimi llega esta noche a Odaiba, quería saber si podías pasar a buscarla porque llega en una hora más al aeropuerto y no hay nadie más que pueda hacerlo. Yo estoy comprando porque se quedará en mi casa hasta que…
No sabía si era producto del cansancio, pero de repente todo eso pareció un exceso de información para su mente.
—¿Mimi? —Interrumpió, extrañado—. ¿Ya le dieron vacaciones?
—No exactamente…—el tono de voz de Sora cambió un poco, y ya podía imaginarla removiéndose con un poco de incomodidad.
—¿Le pasó algo? —Taichi, haciendo uso de su extensa imaginación, empezó a barajar un variado cúmulo de posibilidades.
—Nada grave, pero lo más probable es que se quede por un buen tiempo. Cuando la veas no le hagas preguntas sobre eso, por favor.
—Sora, así consigues preocupar a cualquiera—Mimi quizás no era tan cercana a él, pero, después de todo, tenían el mismo grupo de amigos y le importaba.
—Se fue de la universidad en la que estaba en Estados Unidos, no quise preguntarle mucho más porque la noté muy triste al teléfono—Taichi sonrió un poco al otro lado de la línea. Sora, siempre actuando como una preocupada empedernida con todos.
—De acuerdo, yo puedo ir a buscarla, no te preocupes.
El aeropuerto de Odaiba quedaba a unos treinta minutos de su casa, por lo que, poco después de la llamada de Sora, ya estaba listo para salir.
—¡Mamá! —vociferó desde el comedor del apartamento.
—¿Sí? —contestó ella desde su habitación, donde Taichi supuso que estaría mirando televisión.
—Voy a salir un momento, ¿vas a necesitar el auto?
—No, ¡ve con cuidado!
—¡Siempre lo hago! —contestó, confianzudo.
Estaba abriendo la puerta principal cuando Hikari salió apresuradamente del baño.
—¿Vas a salir, hermano?
—Sí, ¿por qué?
—¿Podrías dejarme en la casa de Takeru? —se acercó a él, colocando ojos suplicantes. Taichi rio al reconocer el método de extorsión de su hermana. —Vamos a ir al cine más tarde.
—¿Función nocturna? —le preguntó, arqueando las cejas con afán de molestarla. Hikari se ruborizó un poco y empezó a reprenderlo, solo consiguiendo aumentar las burlas de Taichi—. De acuerdo, de acuerdo, pero el tema es que yo voy saliendo ahora.
—Ya estoy lista—le informó, agarrando una chaqueta del colgador cercano a la entrada.
—¿Tienes que llegar muy puntual? Es solo que tengo que hacer un favor primero.
—¿Qué favor?
—Ir a buscar a Mimi al aeropuerto, me tomará un poco de tiempo, entonces…
—¡No hay problema! —Hikari parecía muy emocionada de repente, como si el propio Takeru acabara de cruzar la puerta—. ¡Quiero acompañarte a buscarla!
—De acuerdo, vámonos.
En el camino hacia el aeropuerto, Hikari comenzó a preguntarle sobre Mimi y los motivos de su regreso, un cuestionario para el que Taichi no tuvo más respuestas que lo que Sora se había limitado a decirle, "ni idea" o "no es asunto nuestro".
Ya cerca de su destino, Taichi tomó su teléfono, rogando tener el número de Mimi en su lista de contactos. Ciertamente, jamás la había llamado antes.
Bingo. Marcó el número y aguardó.
—¿Taichi? —contestó una voz femenina que no había cambiado demasiado, notoriamente confundida.
—Hola—no sabía cómo reaccionar realmente—, ¿donde estás? —en ese instante, agradeció tener a Hikari acompañándolo, ya que no quería ni pensar en lo incómoda que habría sido la conversación forzada que hubiera tenido con Mimi de haber estado solamente los dos.
—Estoy retirando mi equipaje, salgo de aquí en unos cinco minutos.
—Nosotros también estamos cerca, así que no te pongas histérica si no nos ves—Sin saber el motivo, Taichi tenía fija la imagen de Mimi a los doce años.
—¿Con quién vas? —interrogó, con un tono que Taichi interpretó como demandante. No, parece que no ha cambiado.
—Con Hikari—su hermana ya estaba a punto de quitarle el teléfono a esas alturas—, ¿quieres hablar con ella?
—¡Sí! —alejó instintivamente el teléfono de su oreja ante el grito emocionado que golpeó sus tímpanos.
Así, Hikari charló por teléfono animadamente durante lo poco que quedaba de trayecto. Estacionaron el auto en las cercanías y entraron al aeropuerto, que para esas horas tenía poca afluencia de público, por lo que resultó muy fácil vislumbrar a una muchacha de pelo castaño en compañía de sus cuatro grandes maletas. Él entonces comprendió la conveniencia de que alguien pasara a recogerla.
Su hermana no tardó en correr hacia ella para abrazarla, y Mimi también sonrió mientras aguardaba su llegada. Aproximándose, Taichi la saludó moviendo la mano y ella lo imitó mientras aún sostenía a Hikari entre sus brazos.
Antes de haberlos visto, Taichi se había dado cuenta de algo.
Mimi Tachikawa tenía una expresión de angustia cubriendo su rostro.