Prompt: 003. Futuro [Tabla "Tiempo"; minutitos]

Última viñeta, inspirada en «Tus manos» de Pablo Neruda. Gracias por leer.


iii. Milagro

El miedo se expande, igual que el resorte en las mallas de terciopelo de lapislázuli que ella porta. Mallas que con prontitud desaparecen y quedan colgando en el respaldo de la cama, al compás del viento.

Y es que es todo una mera danza, nada más. Cadera contra cadera, labios contra labios.

Le cosquillea la nuca y la alarma —disparatada— de Sasaki va in crescendo conforme sus manos inquietas le van bajando la cremallera del vestido a Kirishima-san. Ella no lo nota, y si lo hace, finge con maestría que no.

Tal vez él solo está paranoico. Paranoico y loco y excitado mas con la pasión embotándole los sentidos, por muy intensa que sea, aún posee la suficiente cordura para la desconfianza.

Y por eso aplasta su boca con sus dientes pulcros como teclas de piano, listos para componer música con ayuda de su garganta, que pronto sólo sabe suspirar y no hablar coherentemente.

Y por eso Haise se apura y le recorre los hombros, cayendo con un zumbido sordo la tela al piso, exponiendo el sostén de encaje morado que Touka porta, a juego de las bragas con pequeños holanes del mismo color. Sí, mimetizados, a la par; no como él, que es diferente.

Y por eso tontamente se pregunta tan quedo en su mente como si Touka fuese capaz de descubrirlo, cual travesura mal planificada, que si no estarán haciendo mal. Que si, después de todo, Touka no lo desea (a él, no al otro) y deberían detenerse.

Porque la adora. La ha venido adorando desde hace tres existencias y no cree que eso vaya a cambiar. Pero no puede decir lo mismo de Kirishima-san, con qué derecho. Y siendo como es, tan mutado, tan irregular, tan desorientado, Touka puede aspirar a algo mejor (a ese de uñas negras y risa desabrida, o no, quizá al que hubo antes).

A fin de cuentas Sasaki es tan sólo un chico que busca un hogar, que teme abandonar su actual casa, que se auto mutila, dividido entre el ayer y el hoy —y le besa la yugular a Kirishima-san, y la clavícula, y el mentón—. Tensándose los músculos, de ambos.

Haise se sienta en el colchón inexpertamente y la coloca encima de su regazo, las piernas abiertas, con toda la delicadeza. Sus sexos se rozan insistentes a través de la tela. Y hay una punzada cruel y burlona de que es posible que ella esté pensando en él.

Pues Sasaki recién conoce su existencia, y sabe quién fue Kaneki sin embargo desconoce mucho. ¿Acaso hacía esta clase de cosas con Touka? ¿Acaso era mejor? ¿Acaso a ella le arrebató a Ken sin piedad, por existir, como hizo con la ghoul Fueguchi quitándole a su Hermano?

Y si Kirishima-san anhela que no sea yo quien está con ella y sea Kaneki. Y si debería devolvérselo, aunque no me gustaría desaparecer. Y si

Tiembla, por sus cavilaciones, y por la ansiedad de tenerla tan cerca. En ese punto álgido, con sus dedos acariciándole entre los muslos.

Ella inicia un vaivén y ronronea hondamente y Haise traga saliva y aumenta el ritmo y está tan pegajosa y él la quiere, oh, la quiere tanto.

(Se arañan, se besan, se unen, se encuentran).

Le duele saberse desprovisto de su estima. Por eso cierra los ojos y se limita a hacerla gritar. Entonces Touka le pellizca los brazos y él no tiene más opción que mirarla y ella lo imita y no hay dudas, no hay arrepentimientos, Haise lo ve. —No, no, no, no—. Kirishima-san se lo expresa muy claro con su cuerpo, en silencio.

«Eres un imbécil», dice.

(Pero te quiero, a ti, al yo que eres ahora, no al antiguo. Porque me enamoraste, otra vez, sin necesidad de recuerdos. Así que no pienses tonterías

—si tú murieras, Haise, me sentiría muy triste).

Y él desea llorar.

Llorar hasta romperse y rearmarse.

Llorar hasta que sus lágrimas se fundan con el azul en los irises de Touka, su cielo personal (el que lo saca de cualquier infierno).

Llorar para así amarla más limpiamente.

Pero en lugar de ello la embiste con más ganas, y Touka recita ese nombre «Haise, Haise», clamando por él —y sólo él—. Por ello el miedo se evapora y es reemplazado por el amor quien se instala en medio de ambos de intruso (para quedarse).

Yaciendo Sasaki, entre sus senos, que claman ser devorados como frutos maduros.

end