Titulo: Y por eso rompimos

Sumary: Hace más de 5 años que habían decidido terminar su relación y que habían tomado caminos diferentes. Un día bajo el sol de Roma, Takeru Takaishi despierta y se da cuenta que no ha dejado de amarla un solo día y que debe recuperar a Hikari a como dé lugar.

Notas: Hola y primero que nada gracias por entrar a mi nuevo fic. Bueno antes de que empieces a leer tengo un par de aclaraciones:

1. Esta es una historia que se enfoca principalmente en Takeru y Hikari así que los demás personajes aparecerán poco y no se profundizará demasiado en ellos (¡Lo siento!)

2. No es un Takari común de almas gemelas que no se han dejado de amar un solo día y cuyo amor renace tan pronto se ven (aunque suene así en el Summary). Esta es una historia que está escrita de una manera un poco más madura y humana (o eso es lo que intenté, ya me dirán si lo conseguí o no), así que no es un fic lleno de amor y corazones.

3. Existe un leve toque Sorato, aviso antes por si a alguien le desagrada esta pareja, aunque realmente no se ahonda en ello en la historia y es fácil de ignorar si así se prefiere.

4. Se trata de una historia corta de aproximadamente 5 capítulos.

5. En cada capítulo habrá una escena intermedia que se trata del pasado de los chicos (la reconocerán por está escrita en cursiva), será una escena breve.

6. Cada capitulo responde al nombre de la historia: "Y por eso rompimos" el cual fue basado en un libro homónimo del cual no poseo ningunos derechos (La trama tampoco tiene nada que ver). A su vez los capitulos tendrán un titulo alternativo porque... pues no sé, porque me dieron ganas.

7. ARRIBA EL TAKARI!


Por tus decisiones (O como es que Takeru nunca se entera de nada)

Se pasa la mano por la frente y descubre el frío sudor que lo embarga. A su lado su compañero digital no ha podido dormir bien debido a que se ha dado cuenta que Takeru no ha pegado un ojo en toda la noche y no ha podido evitar preocuparse ya que cuando eso sucede generalmente el rubio termina de muy mal humor y mandando al diablo todo lo que acontece en su día.

Patamon le acerca un vaso de agua pero Takeru lo rechaza de manera inmediata. El Digimon alado suspira con resignación y se da cuenta que todo lo que ha pasado ha tenido un efecto más que obvio en su mejor amigo.

— ¿Estás bien? –pregunta el digital de manera cautelosa, no quiere provocar el estallido de Takaishi.

— ¿Cómo voy a estar bien si Isabella se ha llevado la almohada buena? –pregunta cruzando los brazos bajo su nuca. –Así no hay quien duerma, Patamon.

—Entonces es culpa de la almohada. –asume su compañero.

—Así es. –afirma el joven rubio. –Además de llevarse mi dignidad, mi amor, mi dinero y mi auto tenía por supuesto que llevarse la almohada buena. –se queja en voz alta. –Y claro que lo ha hecho el día que pierdo mi empleo porque así de compasiva ha sido.

Patamon pone una mueca porque nunca ha sabido bien cómo lidiar con Takeru enojado.

—Puedo ir a comprarte una almohada, T.K. –habla el Digimon que no tiene idea qué hacer para mejorar el humor de su compañero humano.

—Olvídalo Patamon, de todas formas ya amaneció. –dice Takeru abriendo las cortinas y dejando ver el sol de Roma iluminándoles a ambos.

Había decidido dejar su natal Japón a los veinte años de edad cuando sus instintos aventureros y sus ansías de conocer el mundo le invitaron a viajar a Francia con sus abuelos y terminar la carrera de Periodismo en suelo parisino. Finalmente y sin ser suficiente Takeru decidió estudiar Literatura Creativa en la capital del país de la pizza con una beca obtenida por la universidad local de Roma.

Ahora con veinticinco años de edad y dos carreras estudiadas Takeru había decidido quedarse en la hermosa ciudad italiana, rentar un departamento al cual el sol alcanzara en su punto cada mañana como en cualquier película romanticona que haya disfrutado en su adolescencia, tomar un trabajo en un periódico local escribiendo una historia en segmentos cortos cada semana y finalmente había decidido pedirle a Isabella Fortini ser su esposa.

Sin embargo actualmente había perdido su trabajo debido al poco interés de los lectores en las historias fantasiosas, Isabella le había abandonado y el sol romano que antes le parecía tan pintoresco y bello hoy estaba reventándole la poca paciencia que le quedaba.

Su gran aventura europea que había empezado como algo bohemio y maravilloso se estaba convirtiendo en una pesadilla y lo sería aún más cuando el próximo mes llegara el recibo de la renta y Takeru no tuviese un sueldo para pagarla.

Se incorpora sujetando su cabeza entre sus manos y camina hasta la ventana. Cierra las cortinas nuevamente y suspira con una notoria angustia que es palpable para sí mismo como para su mejor amigo digital.

—Creo que es bastante obvio que mi vida no estaba destinada en Roma. –opina en voz alta mientras niega con la cabeza. –Todo es mi culpa, nunca debí de haberme ido de Japón.

—Querías aventura y…

— ¡Y todo salió mal, Patamon!

—T.K. estás exagerando, es una mala racha es todo. –musita él.

Takeru alcanza su escritorio y empieza a revolver papeles hasta sacar un viejo álbum fotográfico. Patamon rueda los ojos porque siempre que Takeru recuerda sus días en Odaiba termina poniéndose en extremo melancólico, sobre todo cuando se acuerda de cierta castaña hermosa que una vez fue el amor de su vida.

—Hikari…

Exactamente ella.

—Takeru basta, no puedes lamentarte del presente y del pasado a la vez. –opina Patamon quien nunca ha entendido el rollo de artista dramático que se carga el joven rubio.

— ¡Eso es, Patamon! –clama el escritor. –Mi vida está en Japón no aquí.

— ¿Qué?

— ¡Sí! Con mis padres, mi hermano, mis amigos y ella. –observa la foto con añoranza. –Kari…

En la fotografía que data aproximadamente de unos seis años atrás se encuentran dos jovencitos de diecinueve años, ambos sonriéndole a la cámara, él con el brazo rodeando los hombros de ella, y ella posando un beso en la mejilla de él. La foto fue tomada en un parque de diversiones justo antes de subir a la montaña rusa y que Hikari terminara vomitando toda su malteada de fresa en el bote de basura más cercano.

—Es por eso que las cosas nunca funcionaron con Isabella, Patamon. –alega Takaishi. –Porque mi corazón jamás le perteneció verdaderamente a ella.

Patamon se abstiene de decir que las cosas no funcionaron con Isabella principalmente porque esa zorra le había engañado prácticamente por años con su jefe pues supuso que no era lo que Takeru quería escuchar y porque realmente Patamon jamás usaría ese lenguaje, al menos en voz alta.

Aunque tampoco podía negar que jamás había visto a Takeru tan feliz como cuando Hikari fue su novia. Ambos habían sido de esas parejas que no puedes ver el uno sin el otro. Cuando decidieron terminar, un año antes de que Takeru se embarcara en su aventura parisina, todos habían estado realmente sorprendidos y hasta un poco decepcionados de que aquello hubiese terminado. Sobre todo ellos mismos.

Tal vez si había alguien que pudiese devolverle a su amigo la luz que parecía necesitar esa era Hikari Yagami.

—Quizás tengas razón. –decide decir el hámster volador. –Quizás te sirva cambiar de aires una vez más y volver a aquello que te hacía tan feliz.

—Estoy seguro que sí. –dice Takeru contemplando aquella fotografía vieja que ha decidido conservara pesar de los años. –Nunca la he podido olvidar y lo sabes.

T.K. se acuerda de aquellas noches en las que el recuerdo de aquella sonrisa llena de luz le invadía y no podía alejarlo por días. Recuerda lo feliz que fue a su lado, la hermosa sensación de compenetración que les embargaba, lo perfecto que solía verse todo cuando ella le tomaba de la mano y lo guiaba, lo fácil que parecía la vida cuando la tenía a su lado, lo hermoso que parecía el mundo cuando Hikari estaba en él.

Sin embargo y de pronto un miedo comenzó a embargarlo.

— ¿Crees que ella me haya olvidado por completo, Patamon? –pregunta el rubio. —¿Se acordara Hikari de mí? Han pasado cinco años desde que me fui.

Patamon sonríe.

—Takeru esa pregunta es ridícula. ¡Claro que se acuerda de ti! –exclama el aludido. –No fuiste sólo su novio, también fuiste su mejor amigo por largos años y no sólo eso, fuiste su compañero de aventuras durante la infancia.

El rubio imita a su compañero y dibuja una pequeña sonrisa en su cara.

—Tienes razón. –musita. –Entonces tenemos que comprar un boleto de avión, Patamon. –añade. –Japón nos espera. Hikari me espera.

Con unos ánimos recuperados y la única idea en la cabeza de recuperar a aquella que había sido el gran amor de su niñez y juventud Takeru se apresura al armario y comienza a hacer maletas esperando que en su ciudad natal las cosas le resulten un poco menos complicadas de lo que le están pareciendo en su amada Roma. Le dedica una última mirada al retrato de Isabella colgado en plena sala de estar y recuerda que va a pasar al día siguiente por el resto de sus cosas. Le deja una carta apresurada donde le dice que se ha ido a Odaiba a ver a su familia y que no sabe cuándo volverá, que tenga la decencia de hacerse cargo del departamento ya que le ha dejado sin dinero y automóvil y le desea una buena vida.

Después de eso comienza su nueva aventura.

El viento despeinaba su cabello color canela. Takeru contemplaba de una manera silenciosa como la hermosa mujer que yacía en sus brazos se arrullaba con la brisa de mayo que le acariciaba gentilmente el rostro. El rubio depositó un beso en su coronilla y ella le miró con una sonrisa deslumbrante en su rostro. Poco a poco se acomodó hasta quedar frente a su rostro y poder besarle en los labios. Él respondió el beso sin pensárselo dos veces.

—Me encanta cuando estoy por quedarme dormida en tus brazos y luego te las arreglas para despertarme con gentiles besos. –musita Hikari.

Él sonríe.

—Me encanta que nunca me doy cuenta cuando te estás quedando dormida en mis brazos. –se lamenta el rubio. –Ven, tengo que hablar algo contigo.

Ella asiente y se sienta derecha en el pasto. Han degustado un delicioso picnic que Takeru ha preparado (con mucha ayuda de Yamato, a decir verdad) en el parque más cercano. Él la toma de las manos y las besa dulcemente.

—Kari, he decidido estudiar el próximo año en París con mis abuelos. –dice Takeru. –Aún no es seguro, me hace falta hacer papeleo y pasar el examen pero… pero si todo sale bien es un hecho.

Hikari entorna los ojos castaños.

— ¿Y qué pasa con nosotros?

—Nada pasa con nosotros, soy tuyo y lo seré a distancia si es necesario. –asegura Takaishi. –Todo seguirá igual y luego yo volveré a ti.

Ella frunce el cejo.

—Bueno, me gustaría que hubieras consultado la idea conmigo antes, no tenía idea de que querías salir del país.

—Ha sido precipitado.

—Dímelo a mí. –responde Kari soltándose de sus manos. –Me has tomado completamente por sorpresa. No sé qué decirte ya que al parecer lo tienes todo contemplado.

—Dime tu opinión.

—No sé cuál es mi opinión y realmente ¿Importa? –pregunta claramente indignada.

—Importa más que nada. –confiesa el chico.

Ella suspira y mira el cielo.

—Tu decisión está tomada Takeru. –le hace ver su novia. –Tengo que pensar en la alternativa que me estás dejando.

— ¿Tienes que pensar?

Ella dice que sí con un movimiento de cabeza.

—Claro que tengo que pensar. –aclara. –Te amo y quiero estar contigo pero, ¿A qué costo?

—Es un año.

—Un año de mi vida el cual has decidido por mí. –reclama Hikari. –Entiendo que sea tu vida y no voy a detenerte pero también es la mía y creo que tengo mucho que reflexionar.

La joven Yagami se pone de pie y sin hacer caso a los llamados de su novio se marcha dejándolo solo con una cesta en la cual aún queda el postre y con la cabeza hecha un lío.

Takeru golpeó la puerta del departamento esperando que hubiese tenido razón y que su hermano apreciara de corazón la sorpresa que estaba a punto de darle. Se siente de pronto un poco inseguro de estar allí después de no haber pisado su tierra natal en más de un año desde la última visita que le había hecho a su familia en navidades del año pasado.

Le hubiera gustado que Patamon siguiera a su lado para inspirarle confianza pero el Digimon se encontraba en su mundo de origen ya que Takeru había considerado que llegar solo sería lo mejor para poder ponerse al día con Yamato, y es que a pesar de que hablaban regularmente por internet no podía decirse que estuvieran completamente al corriente de la vida del otro.

Finalmente la puerta se abre pero quien está allí no es el rubio mayor sino una mujer pelirroja que Takaishi conoce muy bien.

— ¿Takeru? –pregunta sorprendida.

—Sora, que gusto me da verte.

Deja las maletas en el suelo y la abraza con cariño. Ella sonríe y le devuelve el abrazo cálidamente sin embargo la sorpresa no ha desaparecido de su rostro.

—Adelante, pasa. –indica Takenouchi. –Yamato estará aquí pronto.

Sora es la pareja de su hermano y lo ha sido por largos años así que a Takeru no le parece extraña su presencia en el lugar. De repente su cabeza comienza a viajar y se imagina su vida si jamás hubiera partido de Japón. ¿Serían él y Hikari como Sora y Yamato?

Jamás sabría la respuesta pero lo que sabía con seguridad es que ahora podrían serlo.

— ¿Qué haces aquí, Takeru? –pregunta la pelirroja. –Me has dado una gran sorpresa. ¿Estás de visita?

Él niega.

—Vengo para quedarme. –explica el rubio. –Sé que suena descabellado pero en Roma ya no hay nada más que me esté atando y me sentía terriblemente nostálgico por volver a casa.

Sora ha puesto cara de que no se lo puede creer. Claro que como todos ella sabe que Takeru es un chico que toma decisiones basadas muchas veces en su corazonadas y sus ganas de vivir cosas nuevas, no por nada es un artista, a Takeru le atrae todo lo que sea hermoso y llamativo en el mundo y no se lo piensa a la hora de ir y buscar inspiración en otros lados, sin embargo tanto Yamato como ella habían pensado que una vez que se había ido era casi imposible que T.K. volviera a casa.

— ¿En serio? –habla Sora. –Vaya, eso pondrá a Yamato muy feliz. Podrás ayudar con los preparativos de la boda.

Takeru enmarca las cejas. De pronto sus ojos azules viajan a las delgadas manos de su cuñada y se posan en la hermosa sortija que luce en su dedo. No lo puede creer y está completamente convencido de que está alucinando porque le parece irreal pensar que Yamato y Sora van a casarse en quien sabe cuánto tiempo y que nadie ha sido capaz de avisarle.

—¿Van a casarse?

—¿No lo sabías? –la mujer se queda anonadada mientras se lamenta haber abierto la boca y metido a su futuro esposo en un aprieto de aquellos.

Takeru por su parte sigue sin poder creer lo que acaba de escuchar. La puerta se abre de pronto y por ella cruza nada y más y nada menos que el susodicho futuro esposo quien al verlo se ha quedado boquiabierto. Takeru se levanta del sillón y camina hasta su hermano con cara de pocos amigos debido a la indignación que siente al no haber sido anunciado de la noticia.

—Pero miren nada más quien está en casa. –dice Yamato sonriendo. –Si es el bastardo de mi hermano pequeño, ven acá. –agrega abriendo los brazos invitándolo a un abrazo fraternal.

Pero Takeru no olvidará tan fácilmente.

— ¿Cómo es eso que no me has contado la buena nueva, gran cabrón? –pregunta enfadado mientras piensa mentalmente que es la primera vez que ha llamado a su hermano mayor de una manera tan fea.

Yamato suspira y pone una cara de arrepentimiento.

—Lo siento tanto hermanito, iba a llamarte pero que con todo lo que ha pasado no sabía ni como decirte que íbamos a ser padres.

Esto a Takeru lo ha dejado de piedra.

— ¿Van a ser padres? –cuestiona casi gritando. –Y me he enterado a último, seguramente.

Sora niega con la cabeza mientras Yamato se encoge de hombros al darse cuenta que la ha cagado todavía más de lo que la futura madre ya lo había hecho. Takeru por su parte se ha puesto a gritar todo tipo de impropios en francés, italiano y japonés, haciéndole a su hermano mayor querer darle un buen golpe en la cabeza.

El rubio más joven, que sigue bastante indignado, ha parado unos segundos para abrazarles a ambos y felicitarlos por las grandes noticias. No puede evitar pensar que todo ha cambiado más de lo que alguna vez imaginó mientras se figura a Yamato y Sora teniendo un pequeño bebé a su cuidado. De pronto una idea cruza su cabeza y es que tal vez su reinserción en casa será más difícil de lo que jamás de llego a imaginar.


Muchas gracias por leer el primer capitulo!