¡Buenas tardes! Esta vez regresé más rápido con la actualización. Así que disfruten de este capítulo que ha quedado un poquín más largo y que nos trae mucha miel. ¡Nos vemos hasta la próxima!

Capítulo 45

Red

El pitcher se giró hacia atrás, con una lentitud pasmosa, movido principalmente por el agudo escalofrío que le recorrió desde la nuca hasta la última de sus vértebras.

Era miedo. Era ese sentimiento que orillaba a todo ser vivo a huir del peligro para preservar su vida. Era justamente lo que experimentó en cuanto su mirar se encontró con la del dueño de aquella habitación.

—¡Juro que el causante de todo esto es esa enorme rata! —Tenía que deslindarse de toda responsabilidad o podría terminar mal.

—Pero todos los cuartos estaban cerrados. Así que, ¿cómo fue posible que ese roedor se metiera aquí? —A Kuramochi le gustaba ver sufrir a su pequeño kouhai.

—¡Furuya! ¡Debió de haber sido él quien no cerró la puerta después de que te vinimos a buscar antes de que comenzara el entrenamiento! —exclamaba con una pizca de notorio nerviosismo. Obviamente estaba ocultándoles parte de la verdad—. Yo siempre le he dicho que debe cerrar la puerta después de que salga de algún cuarto. Que es de mala educación no hacerlo.

—Sawamura —pronunció, melodioso, el afectado de aquel desastre—, al parecer tienes mucha energía pese al entrenamiento, ¿no?

—Un... poco...

—Entonces no significará ningún problema el ponerte a limpiar todo este lugar mientras yo voy a dormir a tu habitación, ¿verdad? —Miyuki sonreía, malicioso, mientras le decía con la mirada que no era un trato que se podía poner a votación.

—Kazuya, no seas un inquisidor. —Yūki intervino en pos de un castigo justo—. Sawamura, ve por una cubeta con agua y jabón. También trae una escoba y un mechudo. Ah sí, y un paño.

—¡Entendido! —gritó. E inmediatamente salió de ahí, dispuesto a traer todo lo que le habían pedido.

—Mientras él regresa, podemos adelantar aquí. —Y con eso la joven se estaba refiriendo a esos dos.

—Ésta ni siquiera es mi habitación. —Renegaba Yōichi—. Así que yo me largo. —Una pena que le hubieran echado un juego de cama encima—. ¡Ah!

—Lleva eso al área de lavado —pidió tras haberle colocado el otro conjunto de sabana y colcha—. Kazuya, ve por ropa de cama limpia.

—Ey, se supone que debería ser Sawamura el que haga todo esto. —Él quería descansar y se lo estaban impidiendo.

—Sí hacemos esto entre todos, terminaremos rápido. —Su lógica era indiscutible—. Y es mejor ayudar pacíficamente, ¿no?

Ambos estuvieron a nada de quejarse y dejar todo para irse a descansar. Pero la sonrisa que Sora les estaba regalando eran tan cautivadora como amenazadora.

—En un momento regresamos. —Los hombres inteligentes vivían más.

Para cuando Kazuya y Yōichi regresaron, Sawamura estaba muy concentrado barriendo con enorme injuria. Sora por su lado, ya había acomodado cada cosa que había quedado fuera de lugar; e incluso el escritorio relucía por lo bien que fue lustrado.

—Es una maniática de la limpieza —concluyó Kuramochi al verla con el mechudo listo para ponerse a trapear por todo el piso de la habitación.

—Lo es. —No había ninguna otra mánager que puliera los bates como lo hacia ella. Hasta las pelotas lucían como nuevas.

Ninguno se movió de donde estaba. Presentían que serían regañados por esa chica que estaba terminando de dejar impecable el piso.

—Si pisamos el piso mojado, ¿nos golpeará? —Yōichi ya deseaba deshacerse del juego de sabanas limpias que cargaba. Después de todo, Miyuki se hizo el loco para no llevar nada.

—Mejor no nos arriesguemos.

—¡Revise debajo del colchón de la cama de Miyuki para ver si no está escondiendo cosas indecentes! —Eijun no ayudaba pero bien que andaba metiendo cizaña.

—¡Oye! Yo no tengo cosas extrañas en mi habitación. Ese es Kuramochi.

—¡Claro que no, maldito Kazuya!

—Oh, pues sí que hay algo debajo de esta litera. —La afirmación de Sora provocó que esos muchachos vieran con burla al propietario del cuarto.

—¡Yo duermo arriba!

—¿Y eso qué? Podrías esconder tus cochinadas en la litera de abajo —dijo el corredor en corto.

—¡Péguele Sora-senpai, péguele y duro por ser un infiel!

—¡Si serán...! —¿Cuál era la fascinación que poseían esos dos para estarle incordiando la vida? Lo peor, es que siempre elegían los momentos en los que estaba Sora para hacerlo.

—Debe ser ese roedor... Aunque —versó quien permanecía agachada debajo de la litera, forzando su vista para ver lo que ahí se escondía—. Chicos, esto no es una rata. —Advirtió tras usar la lámpara de su celular para iluminar—. Es un gato.

—¿Un gato? ¿Cómo demonios confundes un gato con una rata? —No se explicaba Yōichi el que alguien pudiera confundir a un animal con el otro.

—Sora, sácalo de ahí. —Demandó Miyuki.

—Y tenga cuidado que araña muy feo.

—De tres no se hace uno...—Ella suspiró y se levantó. Sería un suicidio el sacar al felino a mano limpia—. Cierren la puerta. —Kuramochi lo hizo—. Voy a obligarlo a salir de su escondite. Y cuando lo haga, saldrá corriendo, y uno de ustedes tendrá que atraparlo.

Ninguno tuvo oportunidad de objetar. Para cuando se dieron cuenta, Sora ya se encontraba con la escoba metida bajo la litera.

Se oyó un agudo maullido. Y posteriormente, se escuchó el golpe contundente de quién fue el desafortunado que terminó sobre el suelo, con una bola de pelo, enorme y grisácea, encima.

—¡Excelente atrapada, capitán! ¡Por algo es nuestro cácher estrella! —Sawamura levantaba su pulgar arriba en apoyo al cácher.

—¿No es un gato algo pequeño? —cuestionaba Kuramochi mientras se limitaba a ver al desafortunado que tenía al animal aferrado a su cara—. Está bastante mugroso.

—¡Quítenme esto! —Apenas y se le escuchaba gracias al gato que decidió adueñarse de su rostro.

—Aguante un momento capitán. Ahorita se lo retiro.

—Sawamura, detente. —Sora apenas puedo evitar que el menor jalara al felino para despegarlo del rostro de su novio—. Si haces eso solamente lograrás que le clave sus garras y terminará muy herido.

Yūki no tenía ningún recurso a la mano. Únicamente le quedaba apostar todo a una simple maniobra; y si funcionaba con el gato de su vecino, lo haría con ése que se aferraba al cácher.

—A todos les gusta que los acaricien aquí. —rozó con suavidad el mentón del minino. Y el escucharle ronronear fue la clave que revelaba su éxito—. ¿Quién es un lindo y bonito gatito?

El animal se relajó gracias a las afables caricias que recibía por parte de Sora. Y ante el asombro de todos, logró apartar al pequeño del rostro de Miyuki; evitándole pasar por una dolorosa tortura.

—¿En dónde te metiste que terminaste así de sucio? —estaba siendo lo más cuidadosa posible para que el minino no se incomodara y luchara por escapar—. Tenemos que darte un baño y algo de comer.

—Yo me iré a bañar y tú irás a dejar a ese gato fuera de los terrenos de la escuela. —Miyuki estaba de pie, limpiando superficialmente su rostro.

—Kazuya, no seas cruel. —Replicó ella, torciendo el ceño—. Debe estar hambriento. Que por algo robó las bolas de arroz. Y un buen baño caliente no le sentará mal.

—Hazlo entonces, pero lejos de aquí. —tomó todo lo necesario para ducharse y salió.

—Sora-senpai, hay una pequeña tina en el área de lavado que puede usar para bañar al gato. —Sí todos tuvieran la bondad de Eijun, éste sería un mundo mejor.

Kazuya había terminado de asearse y se dirigió a su habitación, seguro de que podría descansar y olvidarse de todos los contratiempos que vivió. Pero en cuanto entró, se dio cuenta de lo equivocado que estaba; no sólo esos tres continuaban allí, sino que ahora contaban con un pequeño animal.

El gato que debía de haber sido sacado de los dormitorios de Seidō, continuaba ahí.

—Ninguno de ustedes debería seguir aquí. —Sentenció Kazuya para ésos que no se preocupaban ni por la hora que era—. Sobre todo tú, Sora.

—Ya lo sé. Pero me entretuve bañando a la gatita y dándole de comer. —¿Había dicho gata? ¿Se tomó las molestias de bañarla y alimentarla?—. Mírala, es sencillamente hermosa.

El azul cielo de esos ojos ovalados representaba el principal atractivo de esa tranquila y silenciosa minina. Y mientras su cabeza era ancha y grande, sus orejas de complexión mediana y bordes redondeados, le proporcionaban mucho más encanto.

Asimismo era de pelaje semilargo, suave a la vista y de dos tonalidades; era café oscuro de las patas, orejas, cola y parte de su rostro, mientras el resto de su cuerpo gozaba de un tono crema.

Era la expresión pura de belleza felina.

—Bueno, fea no es. —No es que los gatos le apasionaran. De hecho, no era un gran fanático de las mascotas en general.

—¡Iré a dormir ya! —anunciaba el pitcher con un grito.

—Idiota, primero tienes que bañarte que apestas. —Kuramochi, con su usual amabilidad, obligó al menor a salir de la habitación con una patada—. Si van a divertirse, no hagan mucho ruido que las paredes son de papel. —Rió y se fue, satisfecho con su último comentario hacia esa pareja.

—Kazuya —nombró. Él aguardó—. ¿Podría pasar la noche contigo?

Miyuki se paralizó. Se quedó completamente abstraído ante la pregunta tan comprometedora que había recibido en un tono tan normal y cordial.

La miró, aguardando por su respuesta, mientras debía estarse preguntando por qué motivo sus mejillas habían adquirido un tímido bermellón.

Si sería cínica.

—¡¿Qué?! ¡¿Que quieres qué?!

—Que si podrías dejar que está gatita pase la noche contigo. No quiero exponerla al frío de allá afuera. —Kazuya exhaló, más tranquilo, ignorando que hace unos segundos esas palabras trastabillaron sus pensamientos.

—Llévala a tu casa.

—No puedo hacerlo porque mi madre es alérgica al pelo de gato, y como puedes ver, está gatita tiene abundante pelaje. Así que, tenla esta noche y mañana me pondré a indagar sobre si tiene un dueño.

Miyuki rascó su mejilla, evitando mirar a su novia. Estaba haciéndole esa cara de cachorro triste que busca atención. Y lo peor es que esa minina copiaba el gesto.

—Si ensucia la habitación, la sacaré sin pensarlo.

—Ya ha ido al baño, así que no te preocupes. Y de todos modos ya hemos puesto un arenero para ella.

—Él sólo veía una caja llena de arena a un lado de su escritorio.

—Una noche —reiteró. Y ella bajó al felino para que eligiera el mejor sitio para dormir.

—Gracias.

Sus labios se adueñaron de los de Kazuya, para jugar con ellos, para enredarse en una suave guerra campal en donde los segundos en los que se centraron en ellos mismos, olvidándose de dónde estaban, fueron insuficientes.

—Descansa o mañana lo lamentarás. —Una advertencia burlesca que provenía de quien en parte tenía la culpa de que él no estuviera todavía en su cama.

—Embustera —dijo, tras marcharse, mientras sus labios continuaban sintiendo los de ella.

La alarma de su celular todavía no sonaba cuando entre abrió sus ojos y se encontró con ese mundo crema, mullido y con fragancia a lavanda.

Estaba tan cerca que el pelaje le rozaba la nariz y las mejillas. Estaba tan próximo que podía ver con claridad esas celestes pupilas que se dilataron al verlo reflejadas en ellas.

La gata maulló y él gritó.

El pequeño animal salió corriendo, escapando de ese ruido humano con el cual fue recibida tras despertar, mientras se metía a toda prisa en la cama de abajo.

—Recuerdo haberla dejado sobre ese cojín...—Miyuki contempló la cama temporal que le proporcionó al felino y después volvió a recostarse—. Todavía me queda un poco más de tiempo para dormir, así que...

Ni siquiera cerró los ojos antes de que su reloj despertador, sonara. Era hora de levantarse para iniciar con el entrenamiento matutino.

—...Esto no puede estar pasándome...

Se alistó para la práctica matutina y salió, asegurándose de cerrar la puerta de su habitación. Porque si bien no estaba cómodo con su nueva inquilina, sabía que si algo le ocurría a ese animal, cierta persona no lo iba a perdonar tan fácilmente.

El resto del día cursó con normalidad. Y para cuando la hora de la comida llegó, la persona que la arrastró a aquella aventura gatuna, tomó asiento a su lado.

—Ya publiqué su fotografía en algunas redes sociales para buscar a su dueño —habló. Él, por su parte, estaba comiendo su segundo tazón de arroz—. Pero hasta el momento no ha habido suerte.

—¿Y qué es eso que traes contigo? —No había pasado desapercibido la bolsa que tenía a un costado la joven amante de los animales.

—Traje un bulto de alimento y arena. Así como unos platos para su comida y agua —respondió a quien se había arrepentido de preguntar—. Incluso hay un par de juguetes para que se entretenga.

—Sora, te dije que admitiría a ese animal por una noche.

—Sólo unos días más en lo que encontramos a su dueño o un adoptante. —Sus palabras eran una suplica muy moderada—. No seas tan huraño.

—Podría hacerlo —dijo, aliviando a la mortificada chica—, a cambio de algo. —Nada era gratuito en esta vida. Y mucho menos cuando se hablaba de Miyuki Kazuya.

—¿Qué es lo que quieres? —El porvenir de esa gatita radicaba en el éxito de sus negociaciones—. Puedo comprarte algo que quieras.

—Me lo he estado preguntando de un tiempo para acá. ¿Cómo es que tienes tanto presupuesto si eres sólo una estudiante de preparatoria? —Porque sus presentes de cumpleaños no eran precisamente baratos. Y la cita doble con Mei tampoco debió de haber salido económica.

—Responderé si dejas que esa gatita se quede esta noche en tu cuarto. —Él sabía que no le contestaría fácilmente, pero no esperaba que usara esa duda suya a su favor—. Es un trato justo, ¿no?

—¿Mi curiosidad a cambio de un día más de estadía para ese gato? —Sora se alzó de hombros, restándole importancia al asunto—. Significa entonces que por cada día que pase ese animal en mi habitación, tú me confesarás algún dato curioso sobre tu persona. ¿No?

—Sí, sí. Justamente es eso. —No esperó una resolución por parte de su pareja, pero resultaba irresistiblemente conveniente. No podía negarse sólo porque le confesaría alguna curiosidad sobre ella que él no conociera todavía.

—Bueno, empecemos con la curiosidad de este día. —A él no le importaba que todos los de Seidō se enteraran de sus secretos. Mientras él obtuviera lo que quería, era suficiente.

—Fabrico cosas que vendo a través de Internet. —El rostro de Miyuki dejaba claro que ahondar en los detalles era necesario y parte del trato—. Elaboro muñecos de peluche. Ya sabes, osos, conejos y demás variedad. —Tal vez ésa era la razón por la que coleccionaba esos objetos afelpados—. Incluso cuento con una página que hizo hace tiempo una antigua novia de Ki-chan.

El celular de Sora estaba en las manos del cácher con el navegador abierto. Unos segundos fueron suficientes para que aquella página web de la que hablaba, cargara en su totalidad.

Se desplazó con su dedo índice por toda la página, atendiendo a la pestaña principal que mostraba los modelos de peluche más nuevos, así como sus respectivas medidas, material del que estaba hecho, precio y costo de envío.

—¿No puedes cocinar ni un curry pero puedes elaborar peluches tan complejos? —ironizaba—. Algo muy extraño ocurrió contigo.

—Mi abuela paterna fue quien puso todo su esfuerzo en enseñarme a cocinar. Pero no lo logró por más que lo intentó. Así que frustrada me obligó a aprender a tejer, coser y confeccionar prendas...—contaba, con una mueca que intentaba ocultar el desagrado que ese fragmento de su pasado le causaba—. "Porque una mujer que se precie debe saber cocinar y coser", decía...

—Pero esto es más elaborado. Va más allá de lo que te enseñaron. —Se dio cuenta sin demasiado esfuerzo que tocó una fibra sensible que no debía seguir presionando—. Oh, se parece al pulpo que compraste.

—Una vez que aprendí lo básico, terminé expandiendo mis horizontes. Y encontré en la fabricación de peluches un mercado muy redituable. —Las minas de oro se encontraban en los sitios menos esperados—. Y ese pulpo no me quedó tan bien como el de la tienda de regalos, pero gustó bastante entre mis compradores.

—Ahora ya tengo a alguien que pueda bordarle mi nombre a mis camisas. —Bromeó, sonriéndole como si no temiera a las consecuencias de sus palabras.

—Les bordé el nombre a las camisas de Tetsu y Masa para evitar que terminaran con la prenda del otro. Tienen gustos muy similares con la ropa y las tallas que emplean no distan mucho. Así que...—Nada como compartir anécdotas de sus hermanos—. Dame tus camisas para que les borde tu nombre.

—Sólo estaba bromeando. —¿Por qué se le olvidó que ella siempre reaccionaba del modo contrario al que deseaba?

—Eso fue justamente lo que pensé, Kazuya.

No podía irse de Seidō sin pasar de visita por la habitación que servía de hogar y refugio a la pequeña minina que tuvo la osadía de colarse hasta la dormitorios del equipo de béisbol.

El pequeño animal se encontraba panza arriba, en medio del cuarto, sosteniendo entre sus zarpado un ratón de tela; se entretenía con tan poco.

—¿Y eso? —cuestionó a quien traía un poste pequeño que podía quedar erguido en el suelo gracias a su base.

—Eso un rascador. Algo sumamente necesario para un gato. Con esto se mantendrá alejado de tus muebles.

Colocó el objeto a un costado del cojín que el cácher designó para que fuera la cama de la gatita. Incluso por esa misma área se hallaban los platos de comida del felino.

—¿No crees que la conscientes demasiado? —A su parecer estaba exagerando en los cuidados que ese animal debía tener—. A este paso te encariñarás innecesariamente.

—Hago esto para que tus pertenencias no sean dañadas por ella. —Y ésa era una razón muy válida—. Además, es muy pequeña, por lo que puede ser educada.

—Ciertamente es algo...diminuta. —No era tan pequeña pero su guante de cácher era más grande que el cuerpo entero de esa criatura.

—¿Por qué no la cargas un rato? —La pregunta sobrevino en cuanto su pareja levantó al cuadrúpedo del suelo para cargarle con sumo cuidado—. Es muy cariñosa.

—Así estoy bien. —Sora no aceptó su negativa. Y antes de poder reaccionar ya tenía a esa minina sobre sus dos manos—. Eres rápida y ágil para cosas innecesarias.

—Limpiaré su caja de arena, así que mientras encárgate de ella. —Y él, sabiamente decidió no meterse con su tarea.

Tus dueños son realmente irresponsables —Se sentó al borde del colchón de la litera inferior. La peluda gata tenía sus celestes orbes puestas en él—. Un gato de tu talla no duraría ni un día allá afuera. Cualquier perro podría comerte.

La gata maulló, tan suavemente, que apenas fue audible. Y también se cansó de estar sobre la palma de sus manos; indagar era propio de la naturaleza de los gatos.

—Ey, quieta. —Ordenó inútilmente. La minina se encontraba restregando su cabeza contra su abdomen, como si estuviera rascándose; o eso es lo que él creía—. Sora, esta cosa debe de tener pulgas.

—No tiene. Yo ayer que la bañé le quité todas las que tenía —aseguraba—. Si tiene ahora, es porque tú debiste de habérselas pegado.

—¡Yo no tengo pulgas!

—Revisaré a la gatita antes de irme para ver si dices la verdad.

—Se ha quedado dormida... Y de una forma muy extraña. ¿Esto es normal?

La gata, dormía boca arriba, enroscada, como si fuera una pequeña bola.

—Deja de juzgar cómo duerme y déjala descansar.

—Pero va a llenarme el pantalón de pelos. —Dedujo que con toda esa maraña de cabello, se le debía caer en grandes cantidades.

—Soltará pelo en poca o mayor medida, dependiendo si está mudando o no. —O ella sabía mucho sobre gatos o él era un completo ignorante—. Ya que estás ahí sin hacer nada, cepíllala.

—¿También le compraste esto?

—Cepilla y deja de cuestionarme.

Él suspiró, lleno de resignación e inició con la tarea que le fue impuesta.

Sí, ella siempre es así de mandona —Se quejó con quien se había despertado ante su cepillado. Incluso movía su cola de un lado a otro; parecía encantada con lo que le hacía—. Y parece que tú también lo eres.

Sonrió divertido en cuanto cesó con el cepillado y la minina aferró sus patas delanteras al cepillo. Parecía estarle diciendo que todavía no era suficiente, que aún no podía parar.

—No la estés molestando —pidió Sora cuando se dio cuenta que el cácher usaba ese cepillo para hacer que la felina saltara de un punto a otro, ansiando enterrar sus garras en éste.

—Tú siempre quitándole la diversión a todo —expresó con guasa.

El despertarse aquella mañana había sido toda una proeza. Porque por un lado estaban sus responsabilidades escolares y por otro, su fuerte deseo de seguir durmiendo porque la noche anterior había trasnochado.

Afortunadamente, su madre se compadeció de su condición y le obsequió una taza de oscuro y cargado café. Justo lo que necesitaba para resistir el pesado día que le aguardaba.

Con la fiesta que tendremos en casa, necesitaré tomarme otra taza de café o no resistiré. —No sentía la necesidad de apresurar sus pasos. Por esa única ocasión estaría bien llegar a la escuela justo a la hora, como el resto de sus compañeros de clases—. También está el asunto de la gatita. Sigo sin encontrar a sus dueños, aunque hay mucha gente que desea adoptarla. —Exhaló, un poco cansada—. Por lo menos convencí a Kazuya para que la cuidara mientras tanto.

Haber expuesto aquel aspecto de su vida no había sido del todo malo. Por lo menos había podido pasar a ver al pequeño felino, ponerle comida y agua, así como cambiarle la arena a su caja y dejarle más juguetes para que no empezara a destrozar lo que tuviera delante suyo.

Después de haber jugado y mimado a aquella gatita, se dirigió al comedor. Allí le esperaba la tarea más demandante del día: preparar la cena de Navidad en compañía de las otras mánager.

—¿En qué las ayudo? —Sora sabía que en la cocina era más un estorbo que una ayuda, por lo que se limitó a comprar algunos ingredientes o cargar cosas pesadas.

—Ayúdame a pesar lo necesario para que empiece a hacer el pastel. —Sachiko, era, después de todo, la encargada del postre navideño.

—Claro. —Siguió a la entusiasta muchacha.

Ambas estarían del lado contrario de la cocina; debían tener su propio espacio mientras las otras dos se concentraban en otra tarea.

—Pesarás la harina y luego la colarás. —Umemoto se veía muy segura dando indicaciones. Hasta le anotó en una hoja los pesos exactos de cada ingrediente.

—Te oyes como alguien que tiene experiencia haciendo pasteles. —Encendió la báscula electrónica, colocó un cuadrado de papel encerado y llevó el aparato a cero para pode pesar apropiadamente.

—Mis padres son dueños de una gran pastelería en el centro de la ciudad. Así que preparar pasteles es algo que domino a la perfección.

—Eso lo explica.

—Ey, Yūki-kun.

—No soy buena en la cocina y tampoco me atrae la idea de cocinar —dijo, con prisa. Mejor hablar antes de que preguntara por qué motivo no sabía cocinar cuando sus padres tenían un restaurante.

—Ah, no. No era eso lo que quería preguntarte.

—¿Entonces? —Temió el interrogarle pero no tenía mayor elección.

—¿Sabes si Tatsuhisa-kun tiene pareja o sale actualmente con alguien? —Yūki detuvo su proceso de pesado y volcó su atención en ella.

—¿Te gusta? —Estaba parcialmente sorprendida ante esa confesión.

—No, no, no. —Movió su cabeza de derecha a izquierda, para darle más peso a su respuesta—. Es bien parecido pero no lo veo de esa manera.

—¿Le gusta a alguna amiga tuya y me preguntas a mí porque has visto que nos llevamos bien? —Sachiko sonrió—. Hasta donde sé, él está soltero.

—¿Cuál es su tipo de chica ideal? —indagó, aprovechando que ella se mostró accesible con el tema.

—No es que tenga un patrón como tal...—No recordaba ninguno cuando le preguntó sobre sus antiguas parejas—. Aunque ninguna ha sido japonesa...—Por obvias razones no iba a decirle que ella estaba en esa lista de ex novias.

—¡¿Extranjeras?! —Su exclamación fue lo suficiente ruidosa para que Haruno y Yui la voltearan a ver—. ¿No le gusta lo nacional? ¿Es porque tiene ascendencia francesa?

—No en realidad. —Se iba a limitar a dejarla con esa contestación. Pero Umemoto demandaba con su mirada una aclaración—. Él lleva viviendo en Japón hace poco menos de dos años. Por lo que su historial de novias sólo incluye francesas.

—¿Pero no es extraño que no haya tenido nada nadie en todo este tiempo? A sabiendas lo popular que es aquí en Seidō.

—Entre adaptarse a nuestro país, la escuela y demás cosas, no tenía mucho tiempo libre. —Indicó para la curiosa muchacha.

—Mi amiga la va a tener algo difícil...

Tras largas horas de duro trabajo en equipo las mánager pudieron ver materializado sus esfuerzos en cada platillo que habían colocado estratégicamente sobre la mesa principal, alrededor de la pieza principal de la noche: un vistoso y delicioso pastel con temática de béisbol.

También se habían tomado la molestia de decorar el comedor con todo lo alusivo a aquellas fechas festivas. Porque una fiesta en todas sus letras no podía ser disfrutada si no se contaba con la ambientación necesaria.

La hora acordada llegó. Y los invitados poco a poco comenzaron a entrar, viéndose ansiosos por probar todo lo que esas animadas chicas prepararon con tanto esfuerzo y esmero para ellos

Pero ninguno de ellos podía comer nada aún. Debían esperar a que el entrenador diera por terminado su discurso en el que, además de desearles una excelente navidad, gratificaba a las mánager por toda su dedicación hacia con el equipo.

Y en un abrir y cerrar de ojos, todo se lleno de ruido y grandes sonrisas.

—¡Esto está realmente delicioso! —A Sawamura apenas se le entendía lo que hablaba; tenía la boca atascada de comida.

—No hables con la boca llena, idiota. —Kuramochi se abstuvo de golpearlo o podría provocar que se ahogara ese pitcher atolondrado.

—Nada de esto lo has preparado tú, ¿verdad? —Kazuya, como siempre, haciéndose el gracioso con quien podía mandarlo al suelo sin esfuerzo alguno.

—Yo sólo ayudé a picar, a pesar y a lavar trastes. —A este punto ya no le importaba que él se burlara de ese aspecto de su persona. Ella misma lo reconocía.

—Toma. —Sachiko llegó en compañía de Yui, sosteniendo un plato con una rebanada de pastel—. Vamos, pruébala. —Le entregó el postre.

Él tomó una cucharada y empezó a degustarla mientras todos lo observaban, expectantes ante su veredicto final.

—Mmm... Está más o menos rico.

—¡¿Más o menos dices?! —La peor respuesta posible llegó y sólo vieron a la jovencita, empezar a cabrearse.

—Puede mejorar. —Todos le hacían señas para que se callara, que dejara de condenarse a sí mismo; pero él los ignoraba.

—Paren ustedes dos —pedía Natsukawa

—Entonces devuélvemelo y come otra cosa.

—Te dije que no estaba mal. No que fuera incomible. —Miyuki era de los pocos que podía comer despreocupadamente después de haber desatado la furia de una chica.

—A mí me gustó. —Sora no era tan quisquillosa a la hora del postre—. Y el diseño fue muy acertado.

—Gracias Yūki-kun. Tú sí tienes buen gusto.

—Pero únicamente para la comida. Para los hombres deja mucho que desear. —Yōichi siempre con los comentarios más atinados—. Basta con ver con lo que está saliendo actualmente.

—Si hubiera salido contigo, entonces sí pensaría que tiene mal gusto. —Kazuya atacó directo a la yugular.

—Alguien quiere su regalo de Navidad adelantado. —El corredor intentaba patear al cácher y el otro lo evadía, sonriéndole con guasa y riendo por lo bajo—. ¡Quédate quieto maldito bufón!

—Veo que se divierten mucho de este lado. —El ex capitán de Seidō se acercó a ellos en compañía de Kominato e Isashiki.

—Es bueno ver que tienen tanta energía pese a estar en el campamento de invierno. —Jun sostenía un vaso con refresco mientras veía a esos dos que continuaban riñendo.

—En dos días más querrán que su existencia termine de lo mucho que les dolerá el cuerpo. —Ryōsuke podía verse dulce y encantador con su gorro navideño, pero de su boca sólo salía veneno y oscuros deseos.

—Sora, ¿ya invitaste a Miyuki a la cena de esta noche en casa? —interrogaba Tetsuya a su hermana menor. Mostraba un pequeño interés al respecto.

—Necesita dormir bien. No puede desvelarse tan deliberadamente por una trivialidad —respondió sin quitarle la atención a quien ahora estaba intentando escapar del agarre de cierto amante de la lucha.

—Entiendo. —Su mano acariciaba la cabeza de Sora, con gentileza. Ésa siempre era la forma en que él le decía que había hecho algo bien, que había obrado correctamente.

Una comida deliciosa y un montón de momentos divertidos e inolvidables hicieron de aquel festejo navideño una de las mejores experiencias que esos chicos de preparatoria tendrían para el futuro.

Y aunque muchos de los chicos habían decidido quedarse y seguir enfiestados, hubo quienes optaron por irse en completo silencio, para no importunar y cortar el flujo de la fiesta.

—Recuerda nuestro trato. —Ella sólo se aseguraba de la seguridad del felino.

—Te di mi palabra. Así que deja de estar de desconfiada. —Y al tocar ese tema, se acordó de algo importante—. ¿Y la curiosidad de este día?

—Cuando estoy cansada y tengo demasiado sueño, suelo hablar con la verdad. Sin importar lo que me pregunten.

—Justo como los borrachos con el alcohol. —Ésa sí que era una verdadera curiosidad; una que de ser empleada correctamente sería muy beneficiosa para él.

—Para tu mala fortuna, no soy una fanática de desvelarme a menos que sea estrictamente necesario. Y cuando lo hago, me encargo de tomarme un café bien cargado en la mañana para despabilar y funcionar como siempre. —No era tonta, sabía que él desearía usar aquéllo en su contra.

—¿Cómo se supone que les saque jugo a estas curiosidades si tú misma te encargas de impedírmelo? —Ella lo codeó, expresándole silenciosamente su inconformidad ante su deseo—. Auch. Salvaje.

—Ni siquiera te pegué duro. Llorón.

Ya se encontraban cerca de los dormitorios, lejos del bullicio que todavía se podía escuchar, escapando del comedor.

—Antes de que me marche.

Las mujeres eran criaturas misteriosas que poseían la capacidad de guardar toda clase de cosas en sus bolsos; ella, por ejemplo, había sacado un paquete rectangular forrado de papel azul rey con estampado de manoplas de béisbol.

¿Dónde vendían esa clase de envoltorios? Él no lo sabía. Pero, le agradaba lo que ahora tenía entre sus manos.

—¿Qué se supone que es?

—No se supone que preguntes —criticó—. Si lo abres lo sabrás.

Al diablo la delicadeza. Lo que interesaba era descubrir el contenido de su regalo.

—Mis padres me dijeron que si te placía, podías venir esta noche a nuestra casa para celebrar Navidad. —Tenía que comunicárselo; así se lo indicó su madre. Eran reglas sociales que ella no apreciaba del mismo modo que sus progenitores.

—No puedo. Mañana continuamos con el campamento infernal, digo, invernal.

—Eso mismo les dije. —Ella alzó sus hombros y él sonrió—. Al menos así te salvas del intercambio de suéteres feos.

—¿Suéteres feos? —Se imaginó a su novia usando una de esas prendas horrendas y se carcajeó—. Qué bizarra tradición. —Porque supuso que era algo que hacían año con año.

—Termina de abrir tu regalo y cállate. —El cácher guardó silencio y terminó con la tarea que había dejado a medias.

De rojo oscuro era cada prenda que había sido doblada y guardada meticulosamente en aquel paquete navideño.

Una bufanda, un gorro y un par de guantes es lo que había recibido esa Navidad.

—Póntelos. —pidió.

Vestir aquellos aditamentos para el invierno no tomó demasiado tiempo. Y para el alivio y alegría de Sora, habían quedado perfectos en la anatomía del cácher.

El rojo parecía haber sido creado para ser usado por él.

—Cuesta creer que esas manos tuyas, capaces de provocarle dolor a alguien, tengan la habilidad de crear cosas como éstas.

Él sonreía, ante lo que dijo, y ante ese obsequio que ella hizo a mano para él.

Y por un breve momento conmemoró esas viejas navidades donde su padre le obsequiaba ropa invernal y ocasionalmente, algún accesorio para béisbol.

—Dejaré estar tu insulto sólo porque todo te quedó y no tengo que rehacerlo.

—Aunque, tú sabes que esto no era necesario.

—Lo sé. Pero ya lo he hecho, así que te aguantas.

Si bien había sido obligada por su madre para que le regalara algo a Kazuya, al final fue ella quien lo acabó haciendo por cuenta propia.

No fue una mala decisión. Lo supo en cuanto observó su sonrisa, ausente de burla o falsas intenciones.

Él estaba feliz por su regalo y eso, también la hacía sentir bien a ella.

—Me retiro. Todavía tengo que ayudar en casa antes de que la fiesta de Navidad dé inicio. —La noche todavía era demasiado joven, así que se había olvidado de descansar por el momento.

—Espera —pidió.

—¿Sucede algo?

Él rascaba su nuca, con cierta tensión, como si con eso pudiera tranquilizarse y enfocarse en lo que buscaba hacer. Ella, en silencio, aguardó.

—¿Te preocupa algo? —Dedujo al verlo tan mudo y tan rígido.

—No —respondió rápidamente—. Toma. —sacó un pequeño envoltorio de su bolsillo trasero y lo extendió.

—¿Para mí? —Él asintió. Ella se limitó a contemplar la pequeña bolsa de celofán con motivos navideños; era tan pequeña y bonita.

Desató el moño y substrajo el contenido.

—Esto es...

—Lo sé. Demasiado simple y ordinario. Especialmente si lo comparamos con todo lo que me diste. —Su mano izquierda se posicionó sobre su cuello, deslizándose de abajo hacia arriba, mientras su mirada rehuía de la de ella.

—Es muy bonito, Kazuya. Demasiado —expresó con una emoción tan evidente que él sintió curiosidad por verle, por comprobar que sus palabras eran sinceras y no una mentira blanca para no hacerle sentir mal por ese regalo "tan simple"—. ¿Lo has elegido tú? —Él, con lentitud, asintió—. Me ha gustado mucho, Kazuya. ¡Muchas gracias!

Sonreía. Lo hacía a causa del colgante para celular que le había regalado y le había gustado tanto. Lo hacía porque estaba feliz de que él hubiera tenido ese detalle con ella aun cuando no establecieron el darse nada por Navidad.

Sonreía genuinamente. Sonreía gracias a él.

—Exageras —dijo, burlonamente.

—Claro que no.—objetó—. Es perfecto para mi celular.

El pequeño gatito siamés, de mirada celeste y tierna, se aferraba a una pelota de béisbol. Era, en su conjunto, un colgante encantador que ahora pendía del celular de su novia.

—Tal parece que el gran Miyuki Kazuya, puede ser detallista.

Quejarse no estaba permitido esa noche. Lo único admisible era un beso robado que llevó a ambos a sonreír mientras sus labios terminaban de examinar los del otro.