Disclaimer: Los personajes de Naruto© no me pertenecen. La historia original es de Ale Cullen Patt, pero éste epílogo es mío.

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El Secuestrador

Epílogo

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―Es ahí.

La camioneta negra se detuvo a un lado de la calle, y el joven de cabellos plateados estiró una mano delante de su rostro para señalar el lugar que estaban buscando en la acera de en frente, sin importarle importunar a su acompañante.

Sasuke Uchiha bajó las gafas oscuras, con el ceño fruncido, y observó el edificio que su cómplice había señalado, alzando una ceja como si no estuviera creyéndole.

― ¿Y qué se supone que hace allí?

Suigetsu Hōzuki soltó un bufido y rodó los ojos, molesto e impaciente.

― ¿Y cómo demonios voy a saber eso? Me pediste que encontrar un buen lugar donde su seguridad fuera vulnerable y lo hice. No tengo la menor idea de lo que haga allí dentro ni quién demonios vive en el lugar.

―Creo que eso es bastante obvio― señaló Sasuke, mientras con el ceño fruncido señalaba una enorme cartel donde resaltaba la palabra "orfanato". Suigetsu chasqueó la lengua e hizo un sonido bastante molesto, haciendo que el joven Uchiha se preguntara, por enésima vez, porqué lo había llamado a él para el trabajo.

"Es el único con el equipo necesario, y el único que podía movilizarse tan rápido", se recordó, masajeándose el puente de la nariz con hastío.

―Bien, como sea― siguió Suigetsu, hurgándose dentro de la oreja derecha con un dedo― El punto es que los he seguido por semanas, y éste es el único lugar alejado de la ciudad que visita, con una seguridad mínima.

―Parece demasiado extraño.

―Lo sé. Según logré averiguar, desde hace aproximadamente tres meses, cada domingo separa un pequeño grupo de sus guardaespaldas y conducen hasta aquí en dos camionetas, nada demasiado llamativo, como si quisieran pasar inadvertidos... Esas visitas han empezado desde...

―La muerte del líder del clan― afirmó Sasuke, sin dejar de mirar a un grupo de niños pequeños jugando dentro del patio del orfanato.

―Creo que alguien tiene un secreto― rió Suigetsu, soltando una de sus desagradables carcajadas.

―No te pago para escuchar tus bromas― Sasuke hizo que se callara con ese comentario, y que lo mirara, ceñudo pero divertido al mismo tiempo.

―Bien, ya que quieres ser líder en éste nuevo golpe, te pondré al tanto del resto de los detalles.

―Por favor― le espetó, irónico, y su compañero frunció la respingada nariz.

―Bueno, bueno. Pero no esperes mucho; realmente solo hace trabajos de caridad. Revisando sus cuentas "legales" descubrí que dona gran parte de su fortuna a caridades, más específicamente orfanatos del país, uno diferente cada mes― Sasuke volvió a alzar una ceja, oyendo atentamente― Y no solo para reducir impuestos. Hablando con algunos encargados descubrí que a cambio de sus donaciones pide siempre pasar algún tiempo con los mocosos. Al parecer le gustan, sobre todo los bebés... ¿Crees que sea pederasta?― Sasuke chasqueó la lengua y se giró hacia él con su mirada más fría, aquella que siempre advertía peligro. Suigetsu, ante eso, alzó las manos con inocencia― O solo le gustan los bebés, qué sé yo...

― ¿Algo más?

― ¿Hum? Oh. No sé si sea importante para ti, pero durante un tiempo estudió en casa, luego en el extranjero por casi dos años. Solo regresó después de la muerte del líder del clan y empezó con esta rutina. Suerte para ti que es bastante predecible. Durante meses la he visto visitando orfanatos casi todos los días... Parece ser un alma muy caritativa.

Sasuke no dijo nada, porque un pequeño tumulto dentro de las rejas del orfanato llamó su atención. Un hombre de cabello pelirrojo y vestido de negro se acercó muy disimuladamente a un guardia, como si no quisiera alertar a los niños que seguían jugando, y tomándolo por el cuello hizo que abriera la reja.

Una camioneta negra salió a toda velocidad del orfanato, seguida por una segunda idéntica que se detuvo para que el hombre pelirrojo subiera, no sin antes intercambiar unas últimas palabras con el guardia. Luego los dos vehículos se perdieron a toda velocidad por la tranquila y desolada avenida.

―Síguelos― ordenó el joven Uchiha con voz firme. Suigetsu rió y puso el motor en marcha.

―Descuida, primor. Ya todo está listo― anunció, acelerando por una calle paralela hasta que pudieron volver a ver las camionetas pasar junto a ellos en el otro extremo, dirigiéndose a una zona mucho menos transitada, el lugar perfecto para un atraco. Suigetsu dobló hacia la izquierda en una esquina y aceleró cuando las otras camionetas pasaron frente a ellos, entrando en una zona de fábricas abandonadas― Bien... ¡Ahora!― exclamó Suigetsu al radio que llevaba consigo, doblando tras los dos vehículos, y antes de que los alcanzaran, de la nada otra camioneta negra se cruzó entre ellos, obligando al conductor del segundo vehículo a detenerse y maniobrar para no chocarlos, mientras la otra camioneta de la comitiva seguía su camino, y Sasuke y Suigetsu se estacionaban a una distancia más o menos segura, protegiéndose tras las puertas de metal cuando dos hombres armados salieron inmediatamente de la primera camioneta, obligándolos a permanecer en la suya, pero el equipo de Suigetsu no tardó en imitarlos, con armas de asalto de mayor calibre y mucho más peligrosas.

― ¡Bajen las armas!― gritó Sasuke, y los guardaespaldas, rodeados y superados en número, tardaron unos segundos, pero se vieron obligados a obedecer tras el primer disparo de uno de los hombres de Suigetsu.

― ¡Ahora!― dijo el hombre, y Sasuke frunció el ceño al reconocer la voz que hablaba bajo la máscara que su equipo usaba, y al mirar a su cómplice más cercano éste le sonrió con picardía.

―Ellos quisieron ayudar― explicó Suigetsu desde el otro lado, cargando su arma― Ahora ve por tu tesoro. Yo te cubro.

Sasuke chasqueó la lengua, pero tomando su arma fue el primero en salir de detrás de la puerta, apuntando a los guardaespaldas mientras volvía a usar su mejor voz amenazante:

― ¡Al suelo, ahora!

Los dos hombres obedecieron una vez más, sin ninguna clase de resistencia, entonces Sasuke alzó la vista, buscando la otra camioneta.

―No te preocupes por ellos. Les dimos un bien señuelo: tu reemplazo― dijo la inconfundible voz de Obito, y el joven Uchiha miró hacia él, alzando una ceja― Tiempo sin verte, Sasuke.

Él asintió, algo escéptico.

― ¿Me buscaste un reemplazo?

Obito rió.

―Debimos hacerlo luego de que decidiste perderte por el mundo― una voz de mujer contestó por él, y Sasuke no tardó en reconocer los cabellos pelirrojos que se asomaban bajo la máscara, pero como toda muestra de reconocimiento solo movió la cabeza hacia Karin, igual que lo hizo con el gigante Jūgo― También me da gusto verte― le sonrió la chica, levantando una de las armas que los hombres de seguridad habían arrojado para ponerla en su cintura― Sai, tu reemplazo, es algo raro.

―Ella está adentro― señaló Jūgo entonces, tan sereno como siempre. Sasuke asintió y guardó el arma en su espalda, acercándose a la parte trasera de la camioneta con bastante cautela pero sin vacilación alguna.

Se sentía extraño estar ahí, tal y como todo había empezado, casi tres años después, pero no se permitió dudar. Había esperado demasiado tiempo para eso. Y tal vez las cosas no estaban saliendo como hubiera querido, pues ella parecía empeñada en ponérselas lo más difícil posible, pero allí estaba, y al fin había encontrado la forma de volver a estar con ella.

―Baja, Ino― gruñó de mala gana, abriendo la puerta sin siquiera mirar. Ella no dijo nada, pero Sasuke podía ver sus lindas y largas piernas al otro lado del umbral, negándose a obedecer― ¡Ahora!

Pasaron unos segundos en que no se oyó ni el zumbido de una mosca, pero finalmente Ino bajó de la camioneta, acomodándose la ajustada falda del vestido que llevaba, haciendo sonar sus tacones en el suelo mientras que sus manos sostenían una elegante pero peligrosa calibre 45 dorada, apuntándole directamente a la cabeza.

―Tiempo sin verte, Sasuke― le dijo también, martillando el arma.

Él no dijo nada, pero asintió, sin poder dejar de mirarla a pesar de lo tonto que debía estarse viendo. Ino Yamanaka estaba allí, frente a él, igual de hermosa a como lo era cuando tenía quince y la habían secuestrado a solo unas calles de allí, o aún más si eso era posible.

Habían pasado solo tres años pero sus facciones habían madurado, y su cuerpo se había desarrollado en todo su esplendor. Si antes era hermosa, los años la habían vuelto una verdadera diosa, y tal vez por eso Sasuke tuvo la imperiosa necesidad de besarla y hacerla suya allí mismo, pero se contuvo. Esa era Ino, su Ino, la misma mujer que lo había hecho sentirse tan pleno en el pasado, pero al mismo tiempo había cambiado. O al menos su mirada ahora fría y dura le decía que lo había hecho.

― ¿Vas a secuestrarme otra vez? Porque te advierto que ahora no hay nadie que pague mi rescate― advirtió ella, rompiendo la tensión del ambiente de forma mordaz.

Sasuke rió de lado. Definitivamente ya no era la misma chiquilla dulce y adorable que había abandonado aquel día en el parque. Tal vez por eso decidió modificar su actitud, tratando de sonar más complaciente y sereno:

―Lo sé. Oí lo de tu padre. Lo...

― ¿Lo lamentas? No es cierto― ella estaba molesta, y Sasuke lo entendió hasta cierto punto, pero eso no significaba que tuviera la paciencia para tolerarlo. Así que, frunciendo el ceño, con la agilidad que siempre lo había caracterizado sacó el arma de su espalda, devolviéndole el gesto, aunque de forma más amenazante.

―Bien, es verdad. No lo lamento. Ahora baja tu arma.

― ¿O qué? ¿Me vas a disparar?― le desafió ella, llevándolo casi hasta el límite de su paciencia igual que cuando era una adolescente que insistía en que durmieran juntos. Molesto por eso le hizo una seña a Obito para que levantara al guardaespaldas de cabello pelirrojo, el mismo que años atrás había visto correr hacia Ino y abrazarla como si de verdad le importara, y apuntó el arma a su cabeza. Dispararle sin duda sería una ventaja adicional.

―No― contestó a la pregunta de Ino, colocando una bala en el cañón― Pero puedo dispararle a él.

Ella lo miró y sis ojos claros centellaron. Tardó unos segundos pero finalmente le hizo caso, alcanzándole su arma con resignación y enojo para que Sasuke le indicara a su primo dejar al hombre pelirrojo.

Después hubo otros segundos de tenso silencio en el que nadie hizo ni dijo nada. Hasta que Ino, desbordada por la situación, volvió a hacer oír su suave voz:

― ¿Qué es todo éste circo, Sasuke? ¿Qué buscas de nuevo en Japón? Porque, por si no lo notaste, estoy algo ocupada ahora― repuso, colocando las manos sobre sus generosas y firmes caderas. Y había sido tan directa en su pregunta que Sasuke solo podía pagarle contestando de la misma forma:

―Regresé por ti― admitió, a pesar de que le costó horrores hacerlo y dudaba volver a repetirlo. Sin embargo, sus palabras sinceras parecieron cumplir con su cometido, pues Ino se mostró tan turbada como conmovida en un principio, y no dudó en demostrarlo. Pero también se mostró fría y distante, haciéndole entender que no iba a ceder con la misma facilidad que cuando era una niña privada de si libertad y confundida.

―Regresaste por mí... Y sólo te tardaste tres años. Vaya, que honor. Disculpa si lo estoy saltando en una pierna de alegría, pero... Ah, sí. Tú me abandonaste en aquel parque― escupió, y sus bonitos ojos azul-verdosos se humedecieron de pronto, haciendo que Sasuke sintiera la misma repentina angustia que años atrás había sentido al tener que dejarla en ese parque.

Y no tenía sentido buscar alguna excusa o justificación, así que, como siempre habían sido las cosas entre ellos, decidió seguir hablando con la verdad:

―Tenía que irme. Aún eras demasiado joven y yo... No te merecía...

― ¿Y ahora sí?

Él la miró, y quiso fruncir el ceño por esa forma grosera e infantil de atacarlo, pero se contuvo. Ino ya estaba demasiado furiosa como para seguir echando leña al fuego.

―No. Pero ahora eres mayor. Puedes tomar la decisión de venir conmigo si es eso lo que quieres― le soltó, siendo un poco más sutil esa vez, tal vez por el miedo de que ella se riera en su cara, pues podían haber pasado muchas cosas en tres años, y aunque sus sentimientos seguían siendo los mismos, nada podía garantizarle que los suyos también lo fueran.

Ino era joven, inteligente, hermosa y heredera de un gran imperio; una joven de mundo que fácilmente podría olvidarse de él en un segundo, navegando en un costoso yate en mitad del Mediterráneo, conociendo hombres tan ricos y jóvenes como ella que podían darle el cielo y las estrellas porque podían pagarlo. En cambio, él seguía siendo el mismo delincuente, con una abultada cuenta en el exterior y una inteligencia envidiable, pero de un mundo completamente ajeno al suyo, un hombre de veintiocho años que seguía aferrándose patéticamente a un momento vivido años atrás con una niña que en medio de una situación angustiante había visto en él su único escape a la realidad, y que tal vez realmente nunca había sentido nada más que rabia y odio por él.

Antes de aterrizar en Japón sabía que podía enfrentarse a todo eso, pero aun así estaba allí, de pie frente a la que podría ser la mujer de su vida, o la que destruyera su mundo, fingiéndose tan indiferente y frío como siempre, aunque por dentro sentía su corazón latiendo a toda prisa.

Ino lo miró fijo. Obviamente no estaba dispuesta a ceder tan fácil. Los años parecían haberla vuelto más dura, pero había algo en su mirada clara que le dio algo que en mucho tiempo no había sentido: esperanza.

―Sasuke...― la hermosa joven suspiró, cerrando los ojos un momento antes de volver a hablar― Ya no soy esa niña tonta. La Ino que tú conociste murió cuando me abandonaste. ¿O qué creías? ¿Que volverías a aparecerte en mi vida y de inmediato me lanzaría a tus brazos? ¿Siquiera te interesa saber si te he perdonado?

―Yo no te abandoné― refutó él, dándose cuenta de lo contradictorio que sonaba eso; lo bueno era que Ino parecía estar cediendo― Creí que era lo mejor regresarte con tu padre que llevarte conmigo cuando ni siquiera sabía lo que haría. Sólo tenías dieciséis...

―Quince. Te acostaste con una adolescente de quince años. Y creo recordar que lo disfrutaste...

Sasuke frunció el ceño, algo incómodo por la liviandad con la que Ino decía aquellas cosas sin siquiera ruborizarse frente a todo el mundo. No obstante trató de disimularlo.

―Lo sé. Admito que la situación se me fue de las manos...

―Tres veces.

―Tres veces― aceptó, hastiado― Pero no voy a pedir perdón por hacer lo que creía correcto.

― ¿Entonces qué quieres?

El joven Uchiha avanzó hacia ella, haciendo que Ino retrocediera un par de pasos.

―Tal vez no me creas, pero sí te busqué, Ino. Regresé por ti meses después, pero cuando tu padre te envió al extranjero se encargó de que nadie pudiera encontrarte ni llegar hasta ti. Hasta que él murió y fuiste mayor de edad. Y ahora... Aquí estamos.

Se acercó a ella una vez más, sonriendo al notar que ya no retrocedía, y que su cuerpo reaccionaba notablemente a su cercanía.

―Sasuke...― susurró la chica, ahora sí tratando de alejarse, pero él ya no se lo permitió.

―Vine por ti, y esta vez no voy a dejarte― dijo, colocando una mano cuidadosamente en su cadera, haciéndola estremecerse de deseo. Y entonces aquellos ojos claros como el mar volvieron a ser los de la hermosa adolescente que se había entregado a él por primera vez en aquella casa de seguridad, y Sasuke sonrió ante su pequeña victoria, pegando sus frentes con tortuosa sensualidad― ¿Lo sientes? Sé que tú me deseas tanto como yo a ti...

Ino volvió a mirarlo a los ojos, y finalmente fue ella quien decidió terminar con la tortura y unió sus labios en un beso cargado de urgencia y necesidad que envió una oleada de placer al cuerpo del hombre, que no pudo resistirse de apretarla mucho más contra él, sin importarle seguir en medio de la calle, ni que al menos seis pares de ojos estuvieran viéndolos.

―Vámonos de aquí― susurró contra sus labios― Vamos a Europa, a América o a donde quieras. El lugar no me importa― le dijo, volviendo a unir sus labios― Solos tú y yo... Lejos de todo...

Iba a volver a besarla, pero entonces Ino se separó y enfrentó su mirada.

―Sasuke, ya no estoy sola― le dijo, bajando la vista rápidamente hacia sus pies.

Sasuke abrió los ojos con sorpresa y se separó, mirándola con una mezcla de curiosidad y enojo.

― ¿Te casaste? ¿Con quién?― inquirió, molesto, mas Ino solo rió entre dientes.

―No estoy con nadie. Pero yo... Espera aquí― regresó a la camioneta, y antes de que Sasuke pudiera darse cuenta le hablaba a alguien dentro, sonriéndole y tratando de calmarlo. Entonces sacó a un niño del asiento trasero, sujetándolo entre sus brazos mientras él la abrazaba con fuerza y hundía el pequeño rostro en su largo cabello rubio, separándose brevemente para mirar a Sasuke y volviendo a esconderse de inmediato.

El joven Uchiha también miró al niño, cuyos cabellos negros brillaban bajo el sol, igual que sus enormes ojos azul-verdosos.

La boca se le secó entonces, y de repente comprendió algunas cosas, aunque su mente comenzaba a ser un hervidero de teorías al respecto.

―Es tu...

―Mi hijo― confirmó la joven, besando la pequeña cabeza del niño para después volver a mirarlo fijamente, dándose cuenta del impacto que habían tenido sus palabras, no solo en Sasuke, sino también en el resto de su equipo, que de inmediato se habían girado hacia ella.

― ¿Qué? Pero, ¿cómo demonios...?

Sasuke regresó a la vida con un parpadeo, y aunque la pregunta había salido de los labios de Karin y no de los suyos, era exactamente lo que quería oír. Entonces sus puños se cerraron con fuerza, deseando saber quién había sido el maldito que había embarazado a Ino para partirle la cara a golpes y descargar la repentina frustración que había comenzado a consumirlo.

― ¿Quién...?― preguntó, con tanta calma como le fue posible― ¡Dime quién fue el maldito que...!― levantó la voz, pero se contuvo de seguir gritando cuando el niño gimió, abrazándose a su madre con miedo.

Ino entonces arrulló al pequeño entre sus brazos, y volvió a mirar a Sasuke, primero con reproche y luego con algo que él no pudo identificar muy bien, mojándose los labios para explicar:

―Dos meses después de que desapareciste supe que estaba embarazada, y tuve que decirle toda la verdad a mi padre... Te busqué pero ya habías desaparecido. Tuve que esconderme del mundo durante siete meses para que nadie lo notara, y cuando di a luz, mi padre me obligó a abandonar a mi bebé. Luego de que muriera comencé a buscarlo en todos los orfanatos, y al fin lo encontré― relató, con los ojos llenos de lágrimas― Él es nuestro hijo. Tuyo y mío

Sasuke abrió los ojos, impactado, sintiéndose muy estúpido y avergonzado de pronto. La respiración se le cortó en ése instante, su pulso se aceleró como cuando estaba en medio de algún trabajo peligroso, y, tras moverse y dar unos cuantos pasos nerviosos en círculos, los músculos de su cuerpo dejaron de responderle. E igual que el resto de su equipo, guardó otro profundo silencio.

Felicidad, miedo, emoción, todo eso y más mezclado en su interior, sin saber qué decir o cómo actuar.

Un hijo, un hijo suyo, suyo y de Ino... Aquí y ahora.

Ella era demasiado joven aún, tal vez por eso en su mente la idea sonaba tan improbable y ridícula que nunca la hubiera contemplado en sus planes. Pero allí estaban, frente a frente, y no había lugar a dudas de que era verdad. Siempre había sido una enorme posibilidad, pues en ningún momento había tomado precauciones como lo habría hecho una persona responsable, y tanto Ino como él eran jóvenes y fértiles. Pero aun así seguía costándole imaginar a aquella adolescente que había tenido entre sus brazos cuidando de una barriga, encerrada entre cuatro paredes, sufriendo porque él no estaba con ella para apoyarla, pasando por una situación tan compleja y difícil cuando su vida apenas debía estar comenzando.

Y todo era su culpa, porque se había ido para que ella disfrutara de su juventud, cuando él ya la había arruinado de por vida. Primero secuestrándola, y, como si eso fuera poco, dejándola embarazada del hijo de uno de sus captores. Y de repente se preguntó si todo eso no sería una trampa para vengarse de él por todo lo que le había hecho, pero no lo creía posible. Ino y el niño estaban frente a él, desprotegidos, esperando alguna reacción de su parte.

Entonces, igual que su madre, el niño lo miró con curiosidad, captando sus ojos con los suyos. No podía tener más de dos años, tal vez, sacando cuentas del día en que había estado con su madre. Y en ése momento Sasuke cayó en cuenta de que, artimaña o no, sentía como si algo le hubiese atravesado el pecho cuando el pequeño lo miró con esos profundos ojos tan parecidos a los de su madre, pero no algo malo o doloroso, sino todo lo contrario.

Fue casi como una señal, un aviso de que, una vez más, todo cambiaría, pero que esta vez sería para mejorarlo todo.

Tal vez nunca se había planteado ser padre tan pronto, pero ése niño, ya por el sólo hecho de ser de la mujer que amaba, era suyo. Su hijo. Su mujer. Su familia.

― ¿Sasuke?

― ¿Cómo se llama?― preguntó, en un vergonzoso hilo de voz.

―Nunca pude nombrarlo, pero si quieres puedo dejarte hacerlo.

Él asintió, acercándose lentamente para no asustar a su hijo, que seguía mirándolo con cierto recelo.

― ¿Puedo...?

―Adelante.

Sasuke, algo inseguro, extendió los brazos hacia el niño, que de inmediato volvió a esconderse en el hombro de su madre, haciéndola sonreír.

―Lo lamento... A ésta edad les cuesta confiar en desconocidos. Por eso estuve yendo durante semanas a visitarlo al orfanato.

Sasuke asintió, enderezándose para dejar de atemorizar a su hijo.

―No importa. Tendrá toda la vida para acostumbrarse― dijo. Ino lo miró, como sopesando la veracidad de sus palabras.

―Sasuke... No podemos ir contigo― le dijo, agitada. Él la miró, sin ningún cambio en su expresión indiferente.

―Entonces me quedaré con ustedes― le soltó, una vez más sorprendiendo a todo el mundo.

― ¿Aquí?

―Aquí, en América, Europa o en Marte― respondió él, muy serio― No volveremos a separarnos, porque éste niño es mi hijo, y además tengo interés también en su madre.

―Sasuke...

―Hace tres años no debí llamar a tu padre ni dejarte en ese parque, pero eso ya no puedo remediarlo. Sin embargo, si aceptas venir conmigo y perdernos juntos por el mundo, prometo que nunca más seré tan imbécil.

Ino empezó a llorar, y su hijo levantó la cabeza y miró a Sasuke como si hubiera escuchado y entendido sus palabras. Entonces, mientras su madre se debatía entre seguir llorando y darle una respuesta, se separó de ella y extendió sus diminutos brazos hacia Sasuke, que, algo temeroso e inseguro, lo cargó contra su cuerpo, conteniéndose para que no le ganara la emoción y comenzara a llorar como Ino, aunque se le hacía cada vez más difícil.

Su hijo le sujetó el rostro con ambas pequeñas manos entonces, y tras mirarlo fijamente por algunos segundos se acomodó, bostezando, sobre su hombro. Y aunque Sasuke se estremeció de pies a cabeza no dijo nada. En cambio, extendió su mano libre para que Ino la tomara. Y ella dudó, pero al hacerlo lo abrazó con fuerza y lo besó.

Y mientras Sasuke conducía por la carretera, sujetando su mano con fuerza mientras el hijo de ambos dormía en los asientos traseros, Ino supo que, después de tantos años, tantas dudas y tanta tristeza, las cosas al fin regresaban a su lugar.

Y ella junto al secuestrador que no solo le había arrebatado su libertad, sino que con una sola mirada se había apropiado de su corazón.

Ya no necesitaba nada más.

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N del A:

Y eso es todo.

Muchas gracias, como siempre, a Ale Cullen Patt, y a todos quienes comentaron y siguieron esta adaptación que muy felizmente he terminado.

Hasta la próxima.

H.S.