Antonio frunció el ceño, mirando el archivo de Italia Vargas en su mano, mientras con la otra tocaba la puerta del cuarto de hotel de Ludwig.
"¿Ja?"
"Soy yo, Antonio."
Escuchó una silla siendo movida, y luego unos pesados pasos viniendo desde adentro. Luego, después de sacar la traba, la puerta se abrió. Maldito infierno (1), el Alemán era tan grande que Antonio se preguntaba cómo era que entraba en el marco de la puerta.
El Español levantó el archivo. "Quería hablarte de esto…"
Ludwig asintió, lo dejó pasar y volvió a trabar la puerta. Antonio notó que la habitación de Ludwig tenía una ventana, pero los paneles de madera y las cortinas se encontraban cerrados. Dos luces amarillas iluminaban la habitación, incluso si eran las dos de la tarde. En teoría, debería haber mucho sol afuera.
"¿Por qué cerraste la ventana?" preguntó, mientras se dejaba caer en la cama y Ludwig se sentaba en la única silla del cuarto.
"Hace demasiado calor. Y, así, ninguna persona indiscreta podrá escuchar nuestras conversaciones." Era la pequeña explicación.
Las cejas de Antonio se dispararon hacia arriba. ¿Demasiado calor? Oh, claro. Donde él vivía, seguramente era mucho, mucho más frío. El mismo ya estaba acostumbrado al clima, siendo Español y todo eso…
Él se encogió de hombros. "Hay que acomodarnos. ¿Quieres cambiar de habitación? Yo ni siquiera tengo una ventana."
El Alemán negó. "No. Está bien así. ¿Querías hablar de los archivos?"
El Español casi rueda los ojos. Ya había escuchado del famoso Ludwig Beilschmidt, era uno de los mejores –como él, adhirió mentalmente- pero, en serio, ¡el rubio parecía nunca parar de pensar en el trabajo! ¡Probablemente nunca se relajaba! Trabajo, trabajo, trabajo… A Antonio le gustaba su empleo, pero la palabra 'trabajo' era tan adormilante… trabajo, trabajo, trabajo… ya podía sentir sus parpados ir cayendo…
"Ah-hem." Ludwig aclaró su garganta…
"¡Sí, los archivos!" el Español dijo prontamente, completamente despierto de nuevo.
Ahora era el turno de Ludwig de casi poner sus ojos en blanco.
Antonio intentó de recomponer su dignidad de nuevo. "Entonces. Cierto. Hay una cosa que no entiendo…"
"¿Qué cosa?" Preguntó curioso Ludwig.
El Español fue pasando las hojas del documento, tratando de encontrar el párrafo de nuevo. "Eh…esta parte."
Aclaró su garganta y leyó en voz alta. "Italia Vargas regularmente muestra una inocente, amigable y aparente indefensa actitud."
Ludwig levantó una ceja. "¿Y?"
Antonio parpadeó. "Dijiste que te lo encontraste, ¿no? ¿Cómo yo lo hice? Pero no tenía una…una 'inocente, amigable y aparente indefensa actitud', ¿cierto?"
El Alemán frunció el ceño. "¿A qué te refieres?"
Ahora Antonio frunció su ceño. "Me refiero…que lo encontraste apenas una hora después que yo…y, cuando yo lo vi, estaba ceñudo y maldiciendo, se veía como mínimo irritado. No exactamente lo que yo llamaría 'amigable'."
Ludwig suspiró, pellizcando el puente de su nariz. "¿Al menos leíste el resto de la página, o como mínimo el resto del párrafo?"
"Er…no todavía… Vi esto y frene de leer para preguntarte esto." Admitió Antonio.
"Sigue leyendo."
Antonio miró abajo, al archivo, y empezó a leer en voz alta el siguiente párrafo. "Alternando su actitud inocente, una agresiva y maleducada actitud también aparece. La parte peligrosa y la inestabilidad mental de Italia son claramente más presentes en estos momentos, cuando es mucho más irritable, maldice y amenaza a todo aquello que se mueve. Nuestra teoría es que probablemente tenga un desorden de personalidad; esto concluye en que este hombre es un criminal loco, peligroso en ambas actitudes. Pero la demencia de Italia es una organizada, que no es inmediatamente reconocida mientras los momentos 'inocentes' y eso lo hace mucho más peligroso de lo que ya es."
Antonio hizo una pausa. "Sí, eso suena mejor. Pero, ¿enfermo mental, inestabilidad mental? Estás cosas son nuevas para mi…" recordó al hombre en el bar. Él no se veía mentalmente inestable. Seguro, había maldecido, amenazado y estaba de mal humor, pero… "Si es mentalmente inestable, ¿cómo puede dirigir una organización criminal? Digo, ¿sus subordinados no ven claramente eso? Yo no estaría al mando de un lunático, incluso si paga bien…" El Español dio vuelta las páginas hasta que vio la lista de los subordinados de Italia. Eran tantos, y ni siquiera estaba contando a los sospechosos.
Ludwig agarró su copia y se encogió de hombros. "No tengo idea. Los criminales siempre serán extraños. De todas formas, Vargas parece que nunca comete un error. No deja evidencia, ni pruebas, no hay testigos…nada. Y como cereza del pastel, siempre tiene una coartada." El Alemán leyó con rapidez un par de párrafos.
"¿Por qué no intentamos y agarramos a uno de sus hombres?" Sugirió Antonio, mirando la larga lista.
"No es posible. Son incorruptibles y extremadamente leales."
"¿¡Todos ellos?!" Antonio ojeó la lista.
"Todos ellos. Ya sé que parece imposible, pero lo es. Y, aunque lográramos tener la evidencia suficiente para meter alguno en prisión, el mayor problema sigue allí. Tenemos que agarrar al Gran Jefe." Declaró Ludwig. "Pero, él está tan seguro como puede estarlo. Tiene dinero, poder, influencia… Quizás, simplemente le paga a algunas personas para que digan que estuvo en cierto lugar a cierta hora…"
"Nah, acá dice que incluso el Capitán y algunos de la policía lo vieron múltiples veces. El hombre realmente estuvo ahí." Antonio negó. Luego observó la ventana. "¿Alguien parecido, quizás?"
Ahora fue Ludwig quien negó con la cabeza, leyendo los párrafos siguientes. "No. Acá dice que el Capitán chequeó personalmente que fuera él y no alguien parecido. Realmente era él."
Antonio descansó su espalda contra la cama, levantando los archivos por encima de su cabeza. "Hmm… bueno, no tenemos no la más mínima idea de cómo puede hacer eso. Leí que tiene una villa… con sirvientes, ¿supongo? ¿Intentaron entrar allí? Digo, no forzar su entrada, pero, no sé… ¿alguien ofreciéndose a trabajar allí? ¿Ser uno de sus hombres? Si no es así, podríamos intentarlo, para obtener información…"
El rubio volvió a negar. Se pasó unas páginas, sus ojos yendo de izquierda a derecha con rapidez, leyendo la letra chica. "Ya lo intentaron. Y no solo la policía, sino viajeros, escritores y fotógrafos también. Siempre termina igual. Los que tratan de forzar su entrada o escurrirse dentro son interceptados por los guardias o los perros. Aquellos que intentaron entrar como mayordomos o nuevos subordinados, o incluso como cocineros o algo similar son rechazados al primer intento. De alguna forma, Vargas sabe siempre en quién confiar, y quién quiere infiltrarse a su casa…"
"Bueno, por supuesto. Probablemente tiene ojos y oídos por todas partes." Murmuró Antonio. Ahora estaba, de alguna forma, agradecido de que el Alemán haya cerrado la ventana. Esperaba, esperanzado, que en las paredes no hubiera micrófonos. Pero si el Capitán eligió este hotel para ellos, probablemente era seguro.
Ambos guardaron silencio. El silencio fue roto por Antonio, quien se sentó, haciendo que la cama crujiera.
"…Entonces, ¿qué hacemos? ¿Cómo hacemos que hable?"
Ludwig elevó una ceja. "¿Ya quieres que confiese? ¿Por qué no le preguntamos mañana, entonces? ¿O quizás esta tarde?"
Antonio sonrió avergonzado, mirando a otro lado. "No, no me refería a eso… Quiero decir, ¿cómo conseguiremos pruebas? Sus hombres no hablan, no los podemos hacer corruptos con dinero ni cualquier otra cosa, porque son extremadamente leales. Y, de hecho, tengo que admitir que es un logro asombroso. Su villa-casa parece ser una fortaleza, resguardada por hombres y perros. Organiza crímenes, homicidios, robos, chantajes y el mercado negro en frente de la nariz de los policías, y siempre sale impune." Antonio miró los folders. "Bueno, al menos no trabaja con droga o prostitución organizada…parece que a Italia Vargas le gusta guardar algo de dignidad. De todas formas, el hombre parece ser de humo."
"¿Humo?" El Alemán no captó la analogía.
"¡Sí, humo! Ya sabes, humo… lo ves, lo hueles, se mueve, incluso rodea todo a su alrededor… pero, si tratas de agarrarlo con tus manos, no puedes atraparlo." Explicó Antonio, haciendo gestos de agarrar algo en el aire.
"…Podríamos usar un ventilador, y todos nuestros problemas estarían resueltos. Encontramos su punto débil, el caso está resuelto. Rápido, llama al Capitán diciendo que necesitamos un enorme ventilador para que el humo-Vargas salga de la ciudad." Sonrió Ludwig.
Los ojos de Antonio se agrandaron, mirando al Alemán. "¿Acabas de hacer una broma?" sonrió abiertamente, Ludwig ya lamentando todo.
Volvieron a estar serios.
"De todas formas, este aparente hombre loco está tan seguro como podría. Camina por la ciudad sin ningún miedo –de hecho, instalando miedo en los demás- e incluso pasea por el mercado local." Continuó Antonio, una mano en su barbilla.
"…Ofreciendo desayuno a los turistas." Añadió Ludwig, con su ceja tambaleándose. Dios, se había sentado en la misma mesa que ese hombre. Y había hablado con él. ¡Lo había ayudado a levantar esos malditos tomates…! Él…él había chocado contra el otro. Había hecho que se cayera hacia atrás. Las tripas de Ludwig se contrajeron, pensando qué le hubiera pasado si hubiera sido de noche, en un callejón desierto en vez de en un mercado concurrido… El Alemán tragó grueso. El Italiano le hubiera invitado el desayuno, sí. Un desayuno basado en plomo y pólvora. O en sogas, cemento y aguas profundas. Tragó de nuevo.
Antonio seguía toqueteando su barbilla. "Eso es lo que no entiendo… ¿por qué un Jefe de la mafia le ofrecería el desayuno a extraños? Mejor todavía, ¡a dos extraños un mismo día!"
Ludwig se acordó de algo. "Me sonrió enormemente luego de que me dijo se nombre."
"¿Y?"
"Bueno, obviamente, yo no podía reconocerlo todavía. Y, de hecho, él estaba…feliz de que no lo reconociera, ni a su nombre. Incluso cuando lo ayudé a levantar sus tomates…parecía sorprendido." Murmuró Ludwig, ceñudo.
Algo hizo click en la mente del Español. Espera, ¡eso me pasó a mí también! Esperó un montón antes de decirme su nombre, ¡y pude notar que estaba vagamente sorprendido! ¡Como si esperara una emoción específica de mi parte!"
"¿Crees que no le guste ser reconocido? No me parece real, sí lo que dice en los archivos es verdad." Declaró Ludwig, mirando una página al azar del documento.
Antonio permaneció en silencio, sus ojos estrechados mientras miraba a la pared. Sus labios se movían lentamente, sin embargo, ningún sonido salía de ellos.
"¿Qué estás haciendo…?" Preguntó el Alemán, una ceja en alto.
Antonio no respondió de inmediato. "…Piensa en ello, Ludwig. Está bien si te llamó Ludwig, ¿no? Trata de pensar en ello. Él sigue siendo humano, después de todo, como nosotros. ¿Cómo podrías sentirte?"
Ludwig pestañó. "¿Sobre qué?"
"Sobre todo. Digo, supón que tienes una armada de hombres leales a tu mando, tienes la ciudad de rodillas y en tus manos, y que puedes hacer quedar a los policías como idiotas cuando quieras. Supón que tienes el poder, el dinero, los hombres, el nombre infamo… ¿Cómo te sentirías?"
El rubio no respondió inmediatamente. "¿Poderoso?" sugirió.
El Español negó con la cabeza. "¿Alguna vez leíste un libro de un actor Americano famoso, o cantante?"
"No puedo decir que sí. ¿Pero qué, en esta tierra, tiene que ver esto con lo que dices?"
"Esas personas son consideradas las personas más ricas y felices en la Tierra. Tiene plata, fama… todo. Pero ni uno solo de ellos es realmente feliz, y la mayoría mueren jóvenes por las drogas o porque se suicidan." Le explicó Antonio. Paró antes de añadir las palabras clave. "Se sienten solos."
Ante esto, las cejas de Ludwig se elevaron. "¿¡Piensas que Vargas se siente solo?!"
"¡Sé que suena ridículo!" Exclamó de inmediato. "Pero… ¡pero tiene sentido! Como dije, aunque sea mentalmente inestable, ¡sigue siendo humano como nosotros! No es una máquina sin alma. Nadie puede serlo. Incluso personas como él tienen sentimientos. Probablemente por las cosas equivocadas, pero los tienen. Como Aristóteles dijo una vez, 'El hombre es, por naturaleza, un animal social'. ¿Y cómo explicas que nos haya ofrecido el desayuno a los dos? ¿Qué ganaría? ¿Turistas extranjeros afiliados? Incluso para mí eso es estúpido. ¿Y qué me dices de su reacción cuando no reconocimos su apellido?"
Ludwig permaneció en silencio.
"Exacto. Creo que todo lo que necesita es a alguien con quien hablar, un amigo quizás…" Continuó meditando Antonio.
"No voy a sociabilizar con un criminal." Declaró Ludwig de inmediato, sus ojos pareciendo glaciares. "Yo agarro criminales. Como tú también."
"¡No digo que tenemos que ser sus amigos realmente! Solo… actuar como si lo fuéramos. Ya sabes, para poder atraparlo siquiera, ¿entiendes?" Explicó Antonio rápidamente.
Ludwig asintió lentamente, ojos estrechados. "…Continua. Te escucho."
El Español siguió con su teoría, incómodo bajo la perforante mirada azul. "Entonces, ahem, creo que podemos tomar ventaja de esta soledad humana. Es, probablemente, la única manera de acercarse a él. Hablarle como si no supiéramos quién es, lo que hizo. Sociabilizar con él-digo, ¡actuar como si lo hiciéramos!" Añadió inmediatamente al notar la fría mirada del otro. "Acercarnos así. Es mejor plan que disfrazarnos de cocineros para infiltrarnos en su casa, ¿no lo crees?"
Después de una larga pausa, el Alemán contestó. "…Sí suena como un plan. Incluso si no soy tan bueno sociabilizando." Antonio casi rueda los ojos. ¿En serio? ¿No es bueno sociabilizando? ¡Nunca lo hubiera pensado, nooo!
"…Podemos ganarnos un poco de confianza." Murmuró, persuadido Ludwig.
Antonio sonrió. "¡Exacto! Bueno, ahora ya sabemos qué vamos a hacer. Pero, ¿cómo lo hacemos?" volvió a la seriedad.
Ludwig miró los archivos nuevamente. "Seremos descubiertos, tarde o temprano. Ese es un hecho, incluso si solo el Capitán y su Teniente saben de nuestra identidad y la razón de nuestra presencia aquí. Así que tenemos que ser rápidos. Y muy, muy cuidadosos. Y no actuar los dos a la vez. Sería sospechoso. Y si se fuera a enterar…" Ludwig recordó las advertencias del Capitán. "…No quiero, exactamente, terminar mi carrera en el fondo del puerto Siciliano o en algún callejón oscuro."
Le lanzó una mirada rápida a la última parte de los archivos, donde se describían en múltiples páginas todas las muertes 'confirmadas' de Italia. Muchos habían sido ejecutados como criminales, con maquinaría o simples pistolas; algunas habían sido arregladas para que parecieran suicidios; dos habían sido empujados de un edificio alto; algunos golpeados o apuñalados hasta la muerte, algunos incluso tenían mordidas de perros en sus cuerpos; muchos habían sido tirados por las aguas del puerto con algún peso atado a sus tobillos, y otros atropellados con el auto; uno fue encontrado en un baúl con un disparo en su cabeza.
Y estos eran las víctimas y modus operandi que conocían. Vargas también tenía muchos botes, ¿quién sabía cuántos cuerpos había tirado al mar, lejos de la costa? ¿Cuántas más víctimas había de las cuales ellos no sabían?
Ludwig sintió un escalofrió recorrerle la columna vertebral.
El Español asintió con gravedad. "Haremos las cosas que los turistas hacen, ¡caminar por la ciudad! Nadie va a pensar que somos detectives. Y, al caminar, uno de nosotros se volverá a cruzar con él eventualmente. El primero en encontrarlo será el que socialice con él."
El rubio asintió. "No es mucho, pero es un comienzo. Empezaremos mañana." Declaró.
"¡Operación SSF, 'Socializing Smoke Fan (2)' está, oficialmente, activa!" Rió Antonio, cerrando el documento con ambas manos.
Contra su voluntad, el Alemán sonrió.
"Mañana."
"Sí, mañana."
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(1): El original dice "Hell (…)", pero en español no es realmente…¿cómo lo digo? Coherente.
(2): Si el anterior no es coherente en español este no existe; sería "Socializar Humo Ventilador", no quedaba otra que el inglés.