N/A: Hola, qué tal, pendejilios?! Vengo por primera vez con una Traducción de la hermosa historia de ElizabethScaffie; todo los pertenece a ella.

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PROLOGO

Era una hermosa noche. No había luna y estaba nublado. Una perfecta y completamente oscura noche. Nadie podría haber visto a las dos sombras sobre el muelle de madera, al lado del puerto.

"¡No! ¡Por favor! ¡Tengo una esposa!" Exclamó el hombre al extremo del muelle. Calló sobre sus rodillas, rogándole al hombre enfrente suyo que le perdonara.

"Mira si me importa." Replicó el hombre que estaba parado, mirando irritado al otro hombre mientras mordía un montadientes.

"¡Por favor!" Repitió, llorando. "¡Por favor, te lo ruego!"

El hombre parado rompió su palillo con sus dientes, mirando ceñudo. "…Deberías de saber que esto pasaría si decías algo a la policía."

Los ojos del hombre arrodillado se abrieron en shock. "¡Y-Yo no dije nada! ¡Lo juro!"

"…Basura."(1) El hombre tiró el montadientes roto a su derecha y buscó algo en la chaqueta de su traje. "Ahora, salta. ¿O tengo que ayudarte con eso?"

El lloroso hombre sacudió su cabeza con ferocidad, todavía sobre sus rodillas. Sus manos estaban atadas tras él y había un bloque de cemento atado a sus dos tobillos. "¡Por-Por favor! Yo… ¡Yo tengo dinero! ¡Mucho dinero! ¡Puedo pagarte!"

"Nah, es muy tarde para eso. Ya habías jodido las cosas desde el primer momento."

Un disparo y un grito ahogado hicieron eco en el muelle y la negra noche.

Un splash. Siguiendo su ejemplo, se escuchó un segundo mucho más pesado. Luego, silencio.

Ahora solo había un hombre parado en el muelle. Este miró abajo, hacia las oscuras aguas movedizas, luego al cielo mientras ponía a un lado su Beretta. Entonces se apresuró para irse, los tablones de madera repiqueteando bajo sus brillantes zapatos negros.

"Muévanse, pendejos. Nos vamos jodidamente de aquí." Dijo mientras pasaba frente a otros dos hombres que le esperaban al lado de un edificio.

"Por supuesto, Jefe."

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Dos días después…

"¡Capitán! ¡Capitán!" Una voz le llamaba desde el fondo del corredor. El Capitán suspiró, llevando sus dedos a sus sienes. Apenas eran las siete de la mañana. ¿Es que la mayoría de los Italianos no dormían a esta hora? Él era Británico, por lo que era de levantarse usualmente temprano. Pero esa mañana todavía no había tomado su té, por lo que ya estaba irritado de por sí. ¿¡Por qué tenían que molestarle tan temprano?!

"¡Capitán!"

Suspiró de nuevo, escuchando los apresurados pasos del Teniente que corría a su oficina. El Capitán forzó una sonrisa. "Buenos días a ti también, Delisi."

Delisi jadeaba mientras miraba a su superior. El Teniente parpadeó, enderezó su espalda y recobró la compostura. "Ahem. Buenos días a ti también, Capitán. Tenemos un problema."

El Capitán volvió a suspirar. "¿Qué clase de problema?"

"Un cuerpo, señor (2). Fue la mafia de nuevo, en el muelle."

El rubio Capitán frunció el ceño, parándose y agarrando inmediatamente su abrigo y sombrero. "Bloody Hell."

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"No hay duda, señor. La mafia de nuevo." Le contó un oficial mientras se cernía sobre el cadáver que recién habían pescado en las aguas del puerto.

El Capitán Arthur Kirkland sostuvo su pañuelo en su boca y nariz, así no olería todo el hedor del cadáver. Por supuesto que era el trabajo de la nuevamente. Las manos del hombre estaban atadas atrás de su espalda y sus pies estaban atados junto a un bloque de cemento. El cuerpo se había hundido horriblemente, podías verlo mediante las amarras que se habían incrustado en las muñecas y tobillos del hombre.

Nunca entendería la diversión que obtenían los mafiosos de tales muertes. Dejando que la víctima rogara de rodillas, probablemente llorando, diciendo que tenía una esposa e hijos; regularmente ofreciendo dinero. Obviamente, los asesinos jamás aceptarían aquellas ofertas, y las víctimas, probablemente, jamás saltarían por su cuenta. Entonces serían arrojados al agua, o disparados. A este hombre le habían disparado. Pero no en una parte vital del cuerpo, por supuesto. La víctima estaba destinada a ahogarse, lenta y dolorosamente. Una bala a la cabeza o al corazón habría sido demasiado misericordioso. Por lo que el Capitán no estaba asombrado de ver había sido disparado en el hombro. La bala tendría la suficiente fuerza como para hacerle perder el balance y caer hacia atrás, en las profundas aguas. Y luego, por supuesto, le seguiría a la víctima el bloque de cemento, sellando su destino.

"¿Conocemos la identidad de la víctima?" Preguntó.

"No todavía. Pero trabajamos en eso."

"Es…Es él, ¿no, Capitán?" Preguntó Delisi, mirando a su superior.

Arthur Kirkland apretó los dientes. Sabía quién había sido. Por supuesto. Todo el mundo sabía. El Jefe de la mafia local. Nadie conocía su nombre, sus subordinados lo llamaban 'Italia'. Lo que sí sabían era su apellido. Vargas.

El nombrado, tan afamado, 'Italia' Vargas.

Ese maldito hombre, seguramente era el diablo en sí mismo. Su alma era más oscura que la noche; eso sí tenía alma alguna. Pero incluso si no tuviera alma, él si tenía una mente brillante. Porque siempre saldría limpio de cualquier crimen que él y su organización hicieran. Nunca tenía un error, por lo que jamás tuvieron evidencia para llevarlo frente a un juzgado y juez. A veces pasaría una, quizá aún más raro, dos noches en prisión, claro. Pero Arthur siempre tenía que liberarlo, para su desgracia, porque jamás tenían ninguna prueba de nada.

"Temo decirle que lo es, Teniente." Suspiró el Capitán. "Por lo que probablemente estamos perdiendo nuestro tiempo acá. No encontraremos nada." Caminó lejos del cuerpo, guardando su pañuelo en el bolsillo.

Delisi se encogió de hombros desanimado y siguiendo a su superior.

"¡Señor! ¡Encontramos algo en el agua!" Dijo un policía, corriendo hacia ellos y moviendo su mano, sosteniendo un objeto.

Algo brilló en los ojos verdes del Capitán mientras se daba la vuelta. Pero no esperaba mucho. Probablemente no era nada, probablemente era un error, probablemente era…

"¡Un montadientes!"

…completamente inútil. La luz que brillaba momentos atrás desapareció rápidamente. El Capitán bufó y sacudió la cabeza, caminando fuera de allí de nuevo.

"¡Señor! ¡Señor, espere! ¡Lo reconozco!" Exclamó Delisi, agarrando el objeto con sus manos y llamando la atención de su Capitán.

"¿Qué puede ser reconocible de un palillo roto?" Preguntó Arthur honestamente, volteándose hasta el joven Teniente.

Delisi sonrió. "Italia tiene el habito de ir caminando mientras muerde un palillo. Noté eso hace un tiempo atrás. Hice un poco de investigación, ¡y sucedió que Italia siempre compra los mismos!" Sostuvo el montadientes con cierto orgullo. "Esta clase de palillos."

El brillo de la esperanza volvió a los ojos verdes de Arthur. No era mucho, pero era algo. Y era más de lo que habían encontrado en los últimos dos años, desde que Italia apareció.

"Definitivamente es un inicio." Murmuró el Capitán Kirkland.

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El Capitán Arthur Kirkland frunció el ceño, irritado, mientras se dejaba estar en su escritorio. Miró al hombre sentado frente suyo.

Italia Vargas estaba sentado en una silla de su oficina, una mano esposada y una pierna arriba de otra. No había sido difícil encontrarlo; todo lo contrario. Él estaba caminando en el supermercado abierto local de la plaza esa misma mañana. Él siempre hacia eso. Él siempre hacia dé cuenta que era un normal, respeta leyes y honesto ciudadano, caminando por todos lados, como si no tuviera nada que ocultar. Viendo su hábito de quedarse hasta tarde por la ciudad y sus obvias andadas nocturnas, Arthur estaba sorprendido de que este hombre no se viera cansado.

Su cara tenía un saludable rosado, sin ningún rastro de desvelo debajo de sus ojos.

Él aparentaba un poco más de veinte, pero nadie sabía su verdadera edad. Tenía documentos, por supuesto, pero Arthur dudaba que cualquiera fuera real. Estaba usando un traje negro con rayas grises y un par nuevo de zapatos negros. También tenía una fedora de color negro, igualmente rayada, descansando elegantemente en su cabello marrón. Estaba tarareando una tonada suavemente para él mismo, su pie también se movía al ritmo de la canción. Era algo irritante.

"¡Para eso!" Le espetó al mafioso.

Italia paró de tararear instantáneamente, su pie también paró. Su cara mostró una expresión sorprendida. Arthur odiaba su cara. Se veía tan de niño, tan joven y suave, tan…inocente. Pero él sabía que detrás de esas facciones había una fría, criminal, loca, despiadada mente asesina.

"Señor Capitán, ¿no le gusta la música?" Preguntó, sonriendo dulcemente.

Arthur apretó sus dientes, pero hizo lo mejor para no verse irritado. Y no le respondió al Italiano. No le daría esa satisfacción.

Italia hizo un mohín como si de un niño a quien le habían denegado un bizcocho se tratase.

Arthur odiaba eso. Él odiaba todo de ese hombre. Italia ya había estado en su oficina varias veces, él sabía que tenía dos actitudes diferentes: La ceñuda 'soy un chico rudo, no te metas conmigo' y la sonriente 'soy tan inocente, ¿no lo ves?'. Esta era definitivamente la actuación número dos y no iba a caer en ella.

Ellos tenían un…palillo. Arthur quería patearse a sí mismo. Era una prueba pequeña y circunstancial. Ahora tenían que buscar a un testigo o hacerlo confesar. Pero ambas opciones eran altamente improbables. Arthur, después de la euforia de finalmente conseguir algo, tenía que tristemente admitir que no tenían nada en contra del sonriente demonio frente a él.

Ciertamente, sonaba algo ridículo. Un montadientes. Sí, claro. De nuevo tenía esa necesidad de patearse por su estupidez.

Enojo bullía en el interior del Capitán Ingles. Podía prácticamente ver a Italia matando a ese hombre inocente frente a sus ojos. La víctima, rogando perdón al borde del muelle. Italia, sonriendo, disparándole sin misericordia alguna. La víctima, cayendo de espaldas al agua, llevando consigo el fatal peso del cemento, e Italia, caminando lejos de allí lentamente, tarareando la misma tonada que en su oficina.

Tenía que detenerlo. Este tenía que ser el momento indicado. Tenía que ser el momento cuando pudiera apresarlo y tirar la llave lejos para el bien de su comunidad. Incluso si su 'prueba' era algo ridícula.

Arthur escuchó el eco de los pasos en el pasillo. Él ya reconocía aquellos. Era Delisi, finalmente –y quizás esperanzadoramente- trayendo los resultados que podrían por fin incriminar a Vargas.

Su hombre tocó la puerta. "Adelante." Dijo Arthur, sus ojos fijos en Italia. El mafioso miraba hacia la ventana, jugando con sus pulgares en su regazo. Como si fuera una molestia normal; una equivocación normal. Y él, el hombre inocente, tuviera que esperar para que el estúpido policía pudiera entender.

El Teniente abrió la puerta y entró en la habitación, su expresión le explicó a Arthur todo lo que necesitaba saber. Se sintió completamente impotente.

Italia caminaría de nuevo.

Italia caminaría fuera de su oficina de nuevo.

Italia caminaría y cometería más crímenes con su organización, de nuevo.

Delisi caminó hacia su Capitán, desilusión escrita en toda su cara. Le dio algunos papeles al Británico. "Pudimos…pudimos determinar la hora de la muerte. Fue el martes a la noche, alrededor de las dos de la mañana. Vargas tiene una coartada. Alrededor de esa hora estaba en el restaurant de Giorgio…tomando algo."

Italia sonrió, ya no miraba por la ventana. "Giorgio hace un Lemonchelo exquisito. ¡Debería probarlo, Capitán! No se le quedaría en los dientes como ese feo té de usted."

Arthur tuvo que utilizar todo su control para no arrojarse y ahorcar al loco sentado frente suyo. Respiró por su nariz, cerrando los ojos, dándose la voluntad para calmarse. "¿Cuánto tiempo estuvo allí?"

"Él…Él estuvo desde las nueve. Comió la cena y se quedó hasta las tres de la mañana."

"¿Quiénes son los testigos?"

"El mismo Giorgio, varios clientes y uno de nuestros hombres." Dijo Delisi, sus labios estaban fijos en una fina línea.

El silencio cayó pesadamente en el cuarto.

Italia sonrió y palmeó sus manos una vez, ya se encontraba con ambos pies en el suelo."¡Bueno! Eso lo cierra, ¿no? ¿Podrían desposarme? Estas cosas no son exactamente cómodas…"

El Teniente liberó ceñudo al Italiano que empezó a sobarse la muñeca. Después se acomodo la ropa, ajustó su sombrero y se dirigió a la puerta.

Antes de irse, se volteó, sonriendo, hacia el obviamente enfurecido Capitán.

"¡Fue bueno verle de nuevo, Capitán! ¡Y recuerde lo que le dije del té! A las mujeres no les gustan los dientes amarillos. ¡Lo mismo para esas enormes y tupidas cejas de usted!"

Entonces, se fue.

LA cara del Capitán se deformó junto al gruñido que lanzó. Intentó distraerse mientras miraba a la puerta. "¿Tenemos la identidad de la víctima?"

"…Sí. Mario Torrisi, 41 años. Se encargaba de una verdulería junto a su esposa. Intentó contactarnos el martes por la mañana porque tenía…él tenía un 'problema' con la mafia en su barrio…"

Arthur gritó de frustración, golpeando la pared.

Afuera, Italia Vargas metió sus manos en sus bolsillos, silbando mientras regresaba al mercado de la mañana. Necesitaba comprar tomates.

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Esa tarde, Arthur se sentó detrás de su escritorio, después de tomarse su enésima taza de té para calmarse. Los nudillos de su mano derecha tenían un pequeño vendaje. Estaba viendo toda la información que tenían de Italia Vargas.

La cual no era mucha, realmente. Italia había logrado mantenerlos fuera, incluso después de haber sido perseguido por más de un año.

Él había aparecido hace dos años, ya con todos sus leales subordinados. Se había instalado inmediatamente en Palermo y empezado su organización. Después de un año, el departamento de policía había tenido que llamarlo a él, Arthur Kirkland, porque no podían pararlo.

Vargas vivía en una villa que había heredado de su abuelo, un tal Romulo Vargas. Esto había sido antes del tiempo en el cual Arthur se había encontrado en Palermo, había escuchado algunas historias de él de un viejo policía. Este Romulo había estado en la mafia por veinte años antes de que desapareciese. También había sido intocable, justo como su nieto. Al parecer, iba por familia. Pero Romulo había sido… bueno, incluso aquel viejo que lo había conocido no sabía cómo explicarlo. Lo único que lograban explicar era que había sido un 'Buen Mafioso'.

"¿¡Qué rayos quiere decir eso?!" Suspiró Arthur, masajeando su rostro con una mano.

El viejo no había sido capaz de explicarlo claramente. El hombre podría estar volviéndose senil, pensó Arthur en ese entonces.

"Bloody bastards…" Murmuró a la lista de subordinados, confirmados o sospechosos de serlo, de Italia. Había añadido otro nombre con lápiz al final de la lista de sospechosos. 'Giorgio d'Effremo, dueño del restaurant', con un gran signo de interrogación al lado. Quizás no era uno de ellos, quizás había sido chantajeado o le hubieran pagado…seguía siendo a alguien a quien echarle el ojo de todas formas.

Arthur tomó aire, cerrando sus ojos.

Italia siempre estaba limpio. También lo estaban sus hombres. Había sido una idea idiota, por no decir ridícula, intentar atraparlo con solo un palillo. Pero en serio era más de lo que jamás habían obtenido en su contra. Lo que significaba que jamás tenían nada. Excepto, claro, que todos sabían quién era y qué hacía.

Arthur volvió a suspirar, tironeando su cabello. ¡El gilipollas siempre tenía una coartada! Siempre que aparecía un cuerpo, obviamente asesinado por la mafia, Italia siempre había estado en otro lugar, siendo visto por docenas de personas. ¡¿Cómo era que estaba en dos lugares a la vez!? Porque él realmente lo estaba.

Siempre que había alguien muerto o a matar, Italia estaba allí; Arthur sabía que él estaba allí. Podía verlo en sus ojos. Arthur sabía que Italia era el que jalaba el gatillo para terminar con la vida de una víctima. Todo lo demás era hecho por subordinados, Italia presente, pero solo supervisando. El robo, mercado negro…pero si había una persona a la cual matar por alguna razón, Italia estaría allí, y él sería el carnicero.

Obviamente, se había fijado que el hombre que caminaba por ahí en las tardes tan visiblemente no fuera un impostor. Pensó que sería alguien con un extraño parecido a Italia, fingiendo ser él mientras el verdadero terminaba con los sucios negocios. Pero siempre había sido él.

Italia Vargas, ninguna persona parecida. Siempre era malditamente él. Y de nuevo, las dos actuaciones aparecerían. La ceñuda agresiva y la inocente sonriente. Era desconcertante como podía actuar tan bien personalidades tan distintas.

Arthur y los demás policías concluyeron que tenía un desorden de personalidad. Seguramente lo tendría, sabiendo que estaba loco. Un loco asesino sin alma. Asesino, homicida…no, ese hombre era un carnicero. Y su locura era una locura organizada, lo que lo hacía más peligroso todavía.

"¡Mierda!" Exclamó Arthur, tirando todos los papeles y su taza de té, que por suerte no rompió, con tan solo una movida de mano.

Se frotó los ojos con las palmas de las manos.

No podía hacer esto.

No podía frenarle.

Ese maldito y loco carnicero.

Italia seguiría cometiendo crímenes justo frente a su nariz, junto con esa maldita organización suya. Probablemente ya estaría activo, esa misma noche, mientras él estaba sentado ahí viendo los expedientes.

Arthur frunció el entrecejo y miró al teléfono de su escritorio.

Ya estaba con esto.

Esa última muerte había sido la gota que derramó el vaso.

Él sabía que no podía hacerlo. Y él no era exactamente nadie. Todavía era joven y aún así era el famoso Capitán Arthur Kirkland, mandado de Londres hasta Sicilia, Palermo, porque los Italianos habían necesitado a alguien experimentado con criminales. Lo habían visto como su salvación, quien se desasería del demonio, Italia Vargas.

Pero noooo. No había sido suficiente.

Alguien incluso más experimentado que él era requerido y él solo conocía a dos personas, quienes tenían fama por toda Europa como aquellos que podían resolver cualquier caso, misterio, cualquier cosa.

Agarró el teléfono, pero luego lo soltó. Si llamaba desde ahí costaría una fortuna.

Mandaría un telegrama.

Escribió rápidamente dos telegramas y se los dio a uno de sus subordinados.

"Perdón, señor, ¿leí dos apellidos?" Preguntó perplejo a las direcciones.

"Si, él es Español. El señor Fernández Carriedo."

"¿Dónde?"

"Madrid. Al centro Policial Central, departamento de investigación; lo mismo para el otro, a Berlín." Dijo Arthur.

Las fosas nasales del subordinado se agrandaron de aire, ojos bien grandes. "¿Berlín, señor? ¿Qué lado?"

Arthur parpadeó. Oh, claro. Los Soviéticos. "El Oeste. El señor Beilschmidt. Ve."

El joven suspiró aliviado y se fue con los telegramas.

Arthur junto las puntas de sus dedos mientras miraba los ahora tirados historiales.

"Pronto, Italia Vargas. Pronto pagaras por todo lo que has hecho. Disfruta tus últimas semanas de libertad."

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"…Basura.": El original dice "…Bullshit." Que en inglés sería 'mierda', pero en español parece que se está lamentando más que diciendo que lo que dice son mentiras, por lo cual pensé que sería mejor así.

"Un cuerpo, señor.": En el original, Arthur dice: 'What kind of problem?' y Delisi contesta: 'Body kind of problema, sir.' Esto es casi imposible en la traducción, por lo cual tuve que ponerlo así.