NA: Hola, hola, antes que nada decir que esta historia no es mía, pertenece a la autora DattebayoC, la cual muy amablemente me ha permitido hacer esta adaptación al nanofate que tanto nos gusta a todos. Espero que os guste tanto como a mí y a muchos otros lectores que han leído la historia. Dicho esto, disfrutad ;).
Ni los personajes ni la historia son míos, solo el tiempo para la adaptación.
Capítulo 1: Bright Eyes.
- ¿Fate Testarossa?
Aquel nombre resonó en su mente como un eco lejano, retumbando en las paredes de su subconsciente. Estaba apoyada con los codos en la vieja mesa de la clase de Latín, con la cabeza entre las manos, los dedos enredados en su enmarañado pelo rubio atado con un listón negro al final de este, en completa armonía con el solemne acto de no hacer caso a la asignatura a la que había asistido.
Ni siquiera tenía una razón de peso para estar allí.
Fate no era de ese tipo de personas que se presentaba usualmente en las clases de la universidad. Desde que había salido del instituto y descubierto el maravilloso mundo de la asistencia opcional, había desarrollado la mala costumbre de estudiar desde casa con las únicas directrices de algunos compañeros que se prestaban a ir diciéndole la bibliografía necesaria.
No veía interesante sentarse en una mesa a escuchar a un par de profesores diariamente charlar con tanta desgana que a ella misma le daban ganas de tener una almohada para conciliar el sueño de la forma más cómoda posible.
Pero aquel día, justo aquel día, había decidido ir.
Y realmente, no estaba yendo. Tenía sobre la mesa el cuarto libro de Harry Potter (era la quinta vez que se los releía) y estaba tan concentrada en su lectura que no se percató de que alguien había dicho su nombre en alto.
- ¿Fate Testarossa? ¿Estás ahí?
No supo si fue porque la profesora se había acercado demasiado a su mesa o por las risitas por lo bajo que perturbaron el silencio de la clase, pero de pronto se dio cuenta de que alguien la estaba llamando. Quiso cerrar el libro con tanta rapidez que se le resbaló entre las manos y cayó al suelo.
Sin saber cómo remediar la situación, miró con cara de espanto a la profesora.
- Oh, Fate, bienvenida a tierra.
El resto de alumnos esta vez se sintieron lo suficientemente libres como para reírse abiertamente de su despiste. Sus blancas mejillas empezaron a tornarse de color rosa pálido, avergonzada. Se quitó las gafas de leer, en un intento desesperado de volver a la realidad.
- Bien, Fate - dijo la profesora cuando la clase volvió a su estado normal - ahora que estás más atenta quería preguntarte qué es lo que opinas sobre la obra de Horacio.
¿Horacio? ¿Quién coño es Horacio?
No sabía ni a dónde mirar. Su mirada vagó entre la pizarra y los apuntes de la chica de al lado, que parecía que también acababa de despertar de un sueño profundo. Al no encontrar nada de provecho, mustió:
- ¿Era muy… bonita?
La clase estalló en un conjunto de carcajadas que hicieron que el rosa pálido de sus mejillas pasase a un rojo tomate en segundos. De ser el fantasma de la facultad había pasado a payaso oficial de las clases de Latín en apenas dos minutos. Apretó los puños, aún con las mejillas ardiéndole, y deseó no ser el centro de atención. Era la sensación más desagradable del mundo.
Definitivamente, atender a la universidad era un graso error. Su mente estaba planeando los siguientes dos años metida en su cuarto con la única compañía de sus libros y su nintendo.
Tierra trágame…
- Bueno, podríamos decir que sí - sonrió la profesora, que parecía satisfecha una vez la había dejado en ridículo - ¿Alguien que quiera añadir algo más?
Una chica de la tercera fila del otro lado del aula levantó la mano.
- ¿Sí, Nanoha?
- Fue el creador del tópico literario de Beatus Ille. Y además un magnífico compositor de sátiras - hablaba mirando a la profesora, pero de pronto dirigió una mirada de reojo a Fate - aunque sí que podríamos resumir su obra en que fue muy bonita.
- ¡Muy bien! Y hablando de este tópico, que tal si vais a la página veintitrés… - continuó la profesora, definitivamente dejándola distraerse a su antojo.
El mundo de Fate se concentró repentinamente en aquella chica de la tercera fila que había explicado con rapidez y precisión la extensa obra literaria del poeta latino. Tenía el pelo cobrizo recogido en una coleta ladeada, liso y brillante incluso bajo la desagradable luz de las lámparas viejas de la clase. Su cara estaba recorrida por diminutas y adorables pecas, que se agolpaban bajo sus ojos grandes y brillantes, de un color entre azul y violeta.
Quizás fuese que la situación la había descolocado, desconcentrado de su normal modo de vida asertiva, ajena al resto del universo. Pero toda su atención recayó en lo fuera de lugar que le parecía aquel ser humano en medio de aquella lúgubre aula.
La tal Nanoha debió notar la mirada intensa de Fate clavada en su nuca porque se volvió ligeramente y la rubia tuvo que fingir que no estaba mirándola, recogiendo su pelo tras su oreja derecha en un además instintivo.
Le pareció verla sonreír antes de volver a prestar atención a la clase de nuevo.
Aquella chica era excepcionalmente bonita. Y no la había visto nunca antes.
Bueno, la verdad es que nunca vienes por aquí… Espera, ¿Estás pensando que alguien es…?
- Fate, ahora que estás más atenta, ¿Quieres leer el poema de la página veintitrés?
Pestañeó, confundida de nuevo y aún con las mejillas fluorescentes, pero no pretendía volver a quedar en ridículo delante de todo el mundo. El resto de personas parecían expectantes por verla de nuevo aturdida, pero rápidamente abrió el libro y comenzó a leer aquel poema en latín, quizás demasiado apresurada.
Mientras leía, aun sin recuperarse de lo que acababa de sucederle, sintió los ojos de Nanoha clavados en ella. Y algo le recorrió la espalda. Algo que no le gustaba ni un pelo.
La clase acabó finalmente, dejando a Fate respirar y a su corazón latir pacientemente sin temer ser sobresaltado por alguna pregunta inquisidora de la curiosa profesora de Latín. Había tomado la decisión de no pisar aquella clase en un tiempo bastante largo, hasta que averiguase el por qué aquella mujer conocía su nombre y qué clase de fijación tenía en ella como para avasallarla hora y media.
Se había pasado el resto del tiempo en tensión, algo a lo que no estaba acostumbrada realmente. Fate solía pasar su vida haciendo aquello que quería, sin temor a nada que no fuese el contacto humano. No se consideraba a sí misma ni repelente ni extrovertida, era indiferente al resto de personas que poblaban la tierra. El único amigo que tenía, Yuuno, se había ganado el puesto que suponía en el día a día de Fate por el tiempo y, quizás, porque nunca había tenido ninguna intención de cambiar algo de su personalidad. Aceptaba su forma de ser. La forma de ser que hacía que se acostase a las ocho de la mañana cada día jugando a juegos de rol online y discutiendo con rusos enfadados. La forma de ser que al día siguiente responde borde a todo lo que se le dijese porque estaba enfadad por haber perdido la partida y no haber dormido.
Mientras todos estos pensamientos daban vueltas por su mente y recogía finalmente su libro de Harry Potter del suelo, el aula se fue vaciando y la muchedumbre se escabulló por la puerta a una velocidad sorprendente. Para cuando levantó la cabeza, sorprendida por el repentino silencio, tan solo quedaban unas cinco personas más en la clase, hablando a un tono natural que hacía mucho más agradable la estancia allí (no como el resto de alumnos que solían hablar a gritos, como si fuesen rinocerontes).
Fate se echó la mochila al hombro y bajó los escalones del aula, que estaba ligeramente inclinada para que cupiesen más personas dentro de ella.
- Adiós, señorita Testarossa - le sonrió la profesora desde la mesa. Fate la miró de reojo, de nuevo con las mejillas sonrosadas.
¿Por qué se sabe esta tía mi nombre? ¿No hay aquí como… ochocientos alumnos? Y ni hablar del hecho de que es la segunda vez que atiendo a esta clase… Desde luego, no vuelvo a presentarme aquí. Son una jauría de lobos. En cuanto te despistas te…
Estaba tan concentrada en seguir mirando a la profesora a la vez que relataba un monólogo mental que se olvidó del peldaño que había antes de llegar a la puerta. Cuando quiso darse cuenta, estaba tropezando con este, moviendo las manos como una loca para no romperse los dientes, y emitiendo una especie de grito sordo a la vez que se daba un golpe contra el suelo.
La mochila se le abrió repentinamente y sus libros se esparcieron por el suelo. Puso los ojos en blanco mientras palpaba el suelo frío de la universidad.
¿Algo más? ¿Hace falta algo más para este maravilloso día?
Se contrajo en una mueca de dolor cuando sintió que se había doblado el tobillo. Apoyándose en las palmas de sus manos, se reincorporó lentamente, agradeciendo al cielo que al menos el noventa por ciento de los alumnos se hubiese escapado ya a comer.
- ¡Eh! ¡¿Estás bien?! ¡¿Te has hecho daño?!
Levantó la mirada, de rodillas en el suelo, aun asimilando que acababa de volver a hacer el ridículo delante de varios desconocidos.
Ante ella se encontró con la chic cobriza de la tercera fila, que la miraba con aquellos enormes ojos lavanda con preocupación. Al verla, Fate quiso repentinamente ponerse en pie y recomponer un poco su dignidad, sacudiendo su sudadera negra. Emitió un pequeño quejido de dolor al intentar apoyarse en su pie izquierdo.
Genial. Un esguince.
- Oh, veo que te duele el pie… ¿Te lo has doblado? Te ayudaré a recoger - Nanoha se agachó a coger los libros de Fate que estaban desparramados por el suelo. La rubia, sin saber qué responder o cómo reaccionar, se agachó con ella a intentar resolver su propio estropicio sin que ninguna desconocida tuviese que ofrecerse de forma tan desinteresada.
La miró con agradecimiento, aún muda. Tampoco sabía qué decirle. Era una especie de ente sobrenatural que había aparecido de la nada. Ni siquiera había visto a una cobriza en su vida.
- N-No hace falta que… - consiguió mustiar finalmente, mientras metía en su mochila su estuche - me ayudes. De verdad. Te lo agradezco pero…
- No voy a ignorarte después de haberte caído de esa manera - soltó una risita cantarina que hizo que Fate se sonrojase más de lo que ya llevaba sonrojándose toda la mañana. Miró hacia Nanoha y ambas intercambiaron una mirada rápida. La cobriza le guiñó un ojo - Intenta andar menos despistada ¿Vale?
- S-sí…
Nanoha cogió entre sus manos el libro de Harry Potter, con ojos sorprendidos. Luego la miró de nuevo, incrédula.
- ¿Te gusta Harry Potter?
Fate asintió, con los labios fruncidos y la cara aun adecuándose al hecho de que estuviese hablando con alguien que no fuese Yuuno o sus padres. Bueno, adecuándose también al hecho de que acababa de darse una hostia contra la realidad bastante grande, literalmente hablando.
¿A quién no le gusta Harry Potter?
- ¡Me encanta Harry Potter! - una sonrisa enrome se extendió por la cara de Nanoha. Fate no pudo evitar mirar las pecas que recorrían sus mejillas, y los blancos y rectos dientes que tenía - De hecho, este en concreto es mi libro favorito de los siete.
Empezó a hojear las páginas, como si fuese a encontrar algo interesante en ellas. Fate seguía sin saber cómo continuar una conversación normal. Estaba sorprendida porque a aquella estrafalaria chica le había parecido interesante entablar contacto con ella. Contacto humano, algo que no veía usualmente.
Nanoha le devolvió el libro aun sonriente mientras ambas se incorporaban y ella lo metió en la mochila, aun mirándola por debajo de sus cejas y con un tenue rubor en sus mejillas.
- ¿Te sigue doliendo el pie? - su cara cambió a una de preocupación, borrando su sonrisa.
- No, que va, no es n-nada - mintió Fate, pensando en cómo iba a disimular que cojeaba cuando se alejase de la cobriza.
- Sé dónde está la enfermería, si quieres te acompa…
- No, no - la interrumpió - Prefiero… Prefiero estar sola.
Nanoha la miró extrañada, y en sus ojos cruzó un reflejo de decepción rápido. Fate se mordió el labio inferior.
Una persona quiere hablar contigo y así la tratas ¿Es que eres tonta?
Aun así, no se atrevió a solucionarlo. Se hizo un silencio que duró pocos minutos pero que fue bastante incómodo, al menos para ella. Nanoha miró hacia todos lados y luego sonrió de nuevo, ahora con menos vitalidad.
- Bueno, yo soy Nanoha, encantada de conocerte - le extendió la mano. Fate la miró como si le estuviese apuntando con una pistola, sin saber cómo reaccionar a eso. A veces sentía que necesitaba un manual mental para interactuar con el resto de seres humanos. Finalmente, extendió el brazo y estrechó la mano de Nanoha.
Sintió un cosquilleo recorrer su espalda cuando tocó su piel, caliente en contraste con lo pétrea y marmolea que era la de Fate. Su mano era cálida, agradable, suave. Se sintió de velcro al lado suya y la retiró rápidamente, como si acabase de darle un calambre.
Nanoha seguía mirándola con esos ojos enormes, sin entender su actitud.
- Tienes la mano muy fría ¿En serio te encuentras bien?
- S-sí, claro, ¿Por qué debería encontrarme mal?
Aquella conversación se estaba alargando demasiado para sus pocas habilidades sociales. Sentía que en cualquier momento iba a atragantarse con su propia lengua o algo por el estilo. No podía imaginar un final bonito para aquel intercambio de palabras.
- Bueno, espero verte por aquí más a menudo - dijo Nanoha, sonriéndole ampliamente.
Fate agarró su mochila con fuerza y caminó rápido hacia la escalera, arrastrando el pie izquierdo torpemente.
- No lo creo. No vengo nunca. A-Adiós.
No quiso sonar así de repelente, pero ya no había vuelta atrás. Siguió andando sin mirar a Nanoha, cuyos ojos seguramente reflejaban ahora una incredulidad desagradable. Al cruzar la primera esquina, se relajó. El pie le dolía insoportablemente y sentía que el corazón se le iba a salir por la boca.
Se golpeó la frente y frunció el ceño, enfadada consigo misma.
Dios, cómo puedes ser tan imbécil. No eres capaz ni de agradecer un favor a alguien.